Capítulo 4: Todos necesitamos comer

Josh, Sharon y Lara se encontraban en el coche de Josh, atravesando el bosque por los caminos de gravilla para llegar a su pueblo natal. Exactamente se podría considerar una ciudad debido al número de habitantes, pero como no era muy voluminosa, siempre lo habían llamado un pueblo. Un pueblo con escuelas, supermercados, tiendas, cafeterías y todo lo necesario para que alguien pudiera vivir sin preocupaciones.

Con tan solo unas mochilas, se disponían a saquear todo lo posible del centro comercial. Obviamente, todos ellos iban armados, pues cualquier seguridad es poca. Sharon acariciaba su queridísima navaja, la misma con la que apuñaló a Scarlett, mientras sostenía en su otra mano una pistola sencilla de autodefensa.

En la mochila de Josh, aparte de unos snacks, se encontraba la escopeta de su abuelo. Por si acaso, también había cogido un cuchillo de cocina para no gastar mucha munición. Por último, Lara se situaba en los asientos traseros, rodeada de mochilas, mientras terminaba de cargar sus dos revólveres. Aparte, llevaba un bate de béisbol por la misma razón que Josh su cuchillo.

El viaje en coche se hacía monótono. El silencio era casi total, de no ser por el motor. En los rostros de cada uno se reflejaba la preocupación y el miedo. Tenían que enfrentarse a una batalla sin saber quién la había comenzado ni contra quién tenían que luchar. Al acabar de cargar los revólveres, Lara se inclinó hacia los asientos delanteros, dispuesta a romper el silencio.

—Sharon, ¿podrías intentar decirnos qué es lo que Scarlett no podía decirte? Puede servirnos de ayuda, y así tendremos algo que averiguar... —Sharon se lo pensó unos instantes, pero no tardó en contestar:

—El nombre del Amo, el cual ya sabemos; su función entre el paso de la vida y la muerte, características intrínsecas de ese paso, dónde...

—Espera, espera, espera —interrumpió Josh—. ¿A qué te refieres con características del paso?

—Supongo que Scarlett se refiere a qué hace la gente mientras están allí, cómo las misiones que les mandan o cómo se relacionan con los vivos.

—¿Y la función de Abraham en ese paso? —cuestionó Lara

—Debe ser el trabajo por el cual está ahí, digo yo. Bueno, prosigo: dónde está su base de operaciones, cuál es su plan final y cuál es la misión de Scarlett.

—Dijiste que Abraham no sabía cuál era esa misión, pero que sospechabas que estaba relacionada con él ¿Por qué crees eso? —Lara estaba llena de preguntas. La situación actual la había pillado de imprevisto, a ella y a todos los habitantes de América. Si de verdad querían sobrevivir y salvar a toda esa gente, debía conocer el máximo de información posible. Y por ahora, Sharon era la única que podía proporcionársela.

—Scarlett es inocente de lo que está ocurriendo, pero a él lo nombra varias veces, debe ser porque tienen algo en común. No me fío mucho de ella, pero visto lo visto no me queda más remedio que escucharla y suplicar porque no nos tienda una trampa —Sharon se acurrucó contra el sillón del coche, intentando coger un poco de calor. De algún modo, la temperatura había bajado notablemente.

—Quizás no te quiere revelar ni su misión ni la de Abraham porque son la misma, y solo te está engañando. Y quizás se encuentran los dos ahora mismo en su "base de operaciones" y no te dicen dónde está para que no conozcas su secreto —dedujo Lara.

—Puede ser... y puede que no. No sé, si Scarlett me ha dicho que me ciña a sus reglas y todo saldrá bien, eso es lo que haré —concluyó Sharon. No era momento de idear hipótesis descabelladas. Pocos minutos después lograron visualizar el pueblo en la distancia. Al llegar, descubrieron que no había absolutamente nadie vagando por las calles.

Todo estaba exactamente igual que hace unos días, pero sin personas. Cuanto más se adentraban en el pueblo, más espesa se hacía la niebla que lo cubría con su manto. Josh conducía con dificultad en la visibilidad al mismo tiempo que Sharon y Lara observaban el panorama, sin un alma que lo recorriera ¿Acaso todo el pueblo había intentado huir del lugar?

—Esto me da mala espina... —susurró Josh a sus compañeras.

—Al menos no hay cadáveres en las calles. Lo más probable es que hayan huido todos al aeropuerto más cercano al ver las noticias de hoy —respondió la niña.

—Improbable. Habían cancelado todos los vuelos a Europa, Asia, África y Oceanía. Además, es imposible que una ciudad se vacíe en apenas treinta minutos —la teoría de Lara era cierta, pero incómoda ¿Qué había ocurrido con todo el mundo? El paisaje abandonado se veía extraño sin criaturas, personas o ni una mínima muestra de deterioro.

Sharon se acordó de Silver Creek: de sus seres sobrenaturales, sus edificios en llamas, sus establecimientos llenos de polvo, sangre, desperdicios y estructuras débiles por el paso del tiempo... Al menos lo de allí era más creíble. En su pueblo, sin embargo, parecía que los ciudadanos se habían puesto de acuerdo en gastarles una broma y esconderse todos a la vez.

¡Eso es! ¿Y si todos estaban ocultándose? Reforzando sus hogares e intentando calmar a sus hijos. Sí, eso era lo más lógico. Sharon fue a exponer su idea, pero Josh avisó de que ya habían llegado al parking del centro comercial. Todavía quedaba niebla, pero era más leve que en la zona céntrica por donde habían pasado. Además, los rayos de sol iluminaban un poco toda la estructura.

Al bajar del coche, se pusieron sus mochilas y tuvieron cuidado de tener las armas a mano. Ojalá no hubiera nunca necesidad de usarlas. La temperatura había bajado mucho, provocando que Sharon y Lara tiritaran levemente, ya que iban en manga corta. Al acercarse un poco más a la estructura, les dio la impresión de que el centro comercial era muchísimo más grande de lo que recordaban.

Dos plantas llenas de tiendas de diversos tipos ocupaban toda el área. La estructura tenía forma rectangular, pero adaptada a las últimas tecnologías y avances. Los almacenes de cada tienda se ocultaban tras estas, por lo que los escaparates y su interior eran lo único que la gente podía visualizar. Al contrario que el resto de la ciudad, el centro comercial sí estaba deteriorado.

Lo que antes fue un lugar lleno de bullicio y ajetreo, ahora solo era un espacio lleno de plantas secas, basura, pintadas en spray y golpes tanto en cristales como en paredes. Dudaban mucho que los ascensores y las escaleras mecánicas continuaran funcionando. Josh y compañía atravesaron el extenso parking hasta llegar a la puerta principal del centro. Al parecer estaba atascada, pero alguien (o algo) había partido los cristales creando un hueco por donde pasar.

Tras atravesar el cristal dañado, se pusieron en pie y contemplaron el establecimiento de arriba a abajo. Era increíble cómo la obra del ser humano podía quedar tan destruida y sin vida en apenas unos minutos. Por cada paso que daban, se escuchaba el crujido de cualquier trozo de basura que pisaran. Al llegar a las escaleras mecánicas situadas en el centro, decidieron idear un plan.

—El plan es simple —explicó Josh—. Nos dirigimos al supermercado central y llenamos las mochilas al máximo con comida. Luego nos marchamos a nuestro hogar y así sucesivamente hasta que vengan los militares.

—¿Y de qué serviría? Puede que no lleguen nunca —protestó Sharon—. Debo hablar con Scarlett y que me diga qué hacer, pero no sé cómo.

—Pues mientras esperas a que te hable, al menos proveámonos de alimentos —Lara empezó a subir las escaleras mecánicas para llegar al supermercado central. Josh y Sharon siguieron sus pasos, hasta alcanzar la entrada principal. El lugar estaba tan abandonado como el resto del edificio. Decenas de estanterías se encontraban llenas de desperdicios y comida en mal estado. Cajas y envases se esparcían por todo el suelo, mezclándose con la leve vegetación que crecía entre las grietas.

Lara se perdió en uno de los estantes buscando algo comestible que llevar en su mochila. Josh imitó a su compañera, pero Sharon solo fingió hacerlo. La niña sabía que todo ese esfuerzo sería innecesario. Tarde o temprano morirían si no recibían órdenes de Scarlett para parar toda esa locura. Sharon agarró su colgante y acarició la piedra central.

—Scarlett, ¿puedes oírme? —susurró. Pasaron unos pocos minutos y no recibió respuesta alguna. Dándose por vencida, comenzó a rebuscar entre la basura de los estantes, intentando conseguir algo que pudiera comer sin morir intoxicada. Antes de guardar una caja de galletas en su mochila, una mano cubrió sus labios y se la llevaron a rastras. Sharon intentó chillar, pero no lo hizo al ver que era Lara la que se la llevó bruscamente. Fuera del supermercado, Lara destapó la boca de la niña y explicó la situación:

—No chilles. Tu padre y yo hemos visto un gólum merodeando por ahí. Las balas no sirven contra un monstruo de su tamaño, y si nos ve, se cabreará y derrumbará el centro comercial. Esperemos a que Josh escape sin perjudicarse.

Sharon asintió con su cabeza y tomaron asiento en un banco próximo. Mientras, Lara sacó un paquete de chocolatinas y ofreció una a Sharon. La verdad es que las dos estaban hambrientas... y asustadas. En su interior, Sharon seguía maldiciendo el día en el que decidió visitar Silver Creek, pero sabiendo que ella era La Elegida, supuso que tarde o temprano su destino la hubiera llevado hasta allí.

Al acabar de comer las chocolatinas, Lara tiró los envoltorios al suelo, los cuales se perdieron entre toda la basura. Apenas unos segundos después, vieron cómo Josh salía del supermercado corriendo a toda velocidad. Lara y Sharon se incorporaron y visualizaron la expresión de terror en el rostro de su compañero. Antes de alcanzarlas, gritó un aviso:

—¡Corred, rápido! ¡Bajad al primer piso! —Josh saltó una caja registradora a la vez que Lara agarró del brazo a Sharon. Las dos chicas avanzaron precipitadas hasta las escaleras mecánicas ¿Habría descubierto el gólum a Josh? Cuando las chicas llegaron hasta ellas, comenzaron a bajarlas justo cuando Josh las alcanzó y las siguió, sudando y con el rostro enrojecido por el esfuerzo.

—¿Os acordáis... en Silver Creek... de los perros... del supermercado? —preguntó Josh, extasiado.

—Sí —respondieron las chicas a la vez.

—Bueno... pues han decidido hacernos una visita.

Sharon y Lara se miraron a los ojos, totalmente aterrorizadas. Tras ellos, se escuchaban los pasos de decenas de patas, persiguiéndoles como alma que lleva el diablo. Al llegar a la planta baja, Sharon se giró para verlos. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a unos veinte perros desgarrados saltando desde el segundo piso. Sharon chilló a la vez que escapaba de sus furiosas fauces.

Los temibles perros aterrizaban uno a uno sobre la superficie del primer piso. Sus patas, elásticas y flexibles, apenas sintieron dolor al caer desde tres metros y medio de altura. Sus gargantas emitían quejidos de odio a la vez que escupían la sangre que se amontonaba en ellas. Mientras tanto, Josh y sus compañeras ya habían comenzado a escapar por uno de los pasillos repletos de tiendas y establecimientos de comida.

—¡Debemos escondernos, rápido! —exclamó Lara.

Con un tirón, Josh consiguió encaminar a las dos chicas hasta una tienda cercana. Atravesaron velozmente las diversas estanterías repletas de figuras decorativas hasta llegar al almacén. Cuando pasaron todos por la puerta, Josh la cerró de golpe y la atrancó con una silla cercana. Segundos después, se escucharon los golpes rabiosos de las criaturas en la puerta, pero en ese momento ellos ya estaban muy lejos de allí.

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