Capítulo 2: Hola desde el más allá
Sharon chillaba con todas sus fuerzas, pero las manos de Scarlett tapando la boca de la muchacha convertían sus gritos en gemidos casi inaudibles. La niña pataleaba como una histérica, intentando zafarse del agarre de su enemiga. Scarlett miraba a Sharon como si estuviera aburrida de sus inútiles intentos de escapatoria ¿Por qué pataleaba si sus piernas y brazos atravesaban a Scarlett como una suave brisa de verano?
—Sharon, cálmate. Ya estoy muerta, no puedo hacerte daño.
Sharon la miró con los ojos abiertos de par en par y se calmó. Al dejar de patalear, Scarlett fue aflojando la fuerza de sus manos, liberando la boca de la niña... momento que Sharon aprovechó para gritar aún más fuerte. Antes de poder pedir socorro, Scarlett volvió a cubrir sus labios y suspiró ante la actitud inaguantable de Sharon. De nuevo, volvió a patalear.
—¿Vamos a estar así toda la noche? Déjame explicarte qué sucede —Sharon pareció no percatarse de lo que estaba diciendo, pues sus actos no mostraron cambio en absoluto—. Prometo no hacerte daño ¿Qué más quieres de mí? —Scarlett dejó a Sharon su turno de palabra.
—¡Quiero que te vayas! ¡Ya! —gritó más histérica que asustada—. ¿Qué haces tú aquí?
—Eso es lo que he intentado contestar, pero no parabas de chillar y patalear ¿Prometes no gritar de nuevo?
—Cómo me pongas las manos encima, me quedo afónica de tanto chillar ¿Entendido? —Scarlett asintió y se sentó en la silla del escritorio. La suave luz de la luna que pasaba por la ventana iluminaba su figura. Scarlett llevaba puesto un vestido largo y descolorido, de tonos grises y rojos. Su pelo era plateado y corto, que caía hasta la altura de sus hombros. Su rostro era viejo y estaba lleno de arrugas, pero aun así no parecía tener mucha edad.
—Primero: Estoy muerta. La juventud eterna la tenía en Silver Creek, pero ahora que no respiro tengo el aspecto de una frágil ancianita que no puede hacerte daño, y mucho menos acabar con tu vida —Scarlett recapacitó sobre sus palabras e hizo una pequeña corrección—. Bueno, podría asustarte hasta la muerte, pero no lo haré porque te necesito.
—No pienso ayudarte. Nunca. Jamás. En mi vida. Por ningún motivo ¿Comprendes? —Scarlett no cambió su expresión. Siguió mirándola desde su asiento, con la escasa luz bañando sus facciones.
—No os tomasteis en serio mi última advertencia, ¿verdad? —Sharon expresó con su mirada que no tenía ni idea de qué la estaba hablando—. Antes de que tu padre me matara clavándome su navaja y la lanzara al fuego, completando el ritual, grité: ¡Has destruido a la humanidad! Luego, le dije que el Amo era la única persona que le había mentido.
—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? ¿No deberías hablarlo con él? ¿O desaparecer de nuestras vidas de una vez? —preguntó Sharon enfadada.
—¿Crees que estoy aquí por gusto? Soy yo la primera que no quiere volverte a ver, ni a ti, ni a Lara, ni a Josh. Vengo porque tengo una misión que debo cumplir sí o sí.
—Pues vete a hacerla y déjame dormir —Scarlett cubrió su rostro con sus manos y suspiró.
—Qué ingenua eres ¡Estoy muerta, necesito a alguien que la haga por mí! —Sharon comenzó a reírse escandalosamente ante la propuesta de Scarlett ¿De verdad creía que iba a hacer su trabajo ahora que estaba muerta?—. ¡Cállate, tú no lo entiendes!
—¡Claro que no, eres tú la que ha venido a molestarme! —Sharon comenzaba a exasperarse. En cualquier momento podría perder los estribos.
—Cálmate, ¿vale? Déjame explicarme. No es fácil, ni para mí ni para nadie, pero debes ayudarme y no interrumpir —a duras penas, Sharon respiró hondo y calmó un poco su agitado estado de ánimo. Al darla permiso para hablar, Scarlett comenzó su relato, prometiendo ser lo más breve posible:
"Al morir, me reuní inmediatamente con el Amo, hallándome en una de las colinas cercanas a Silver Creek. Tras charlar un poco con él y conocer un poco más sobre dónde me hallaba, me dio una misión escrita en un pequeño trozo de papel. Él no sabe qué misión me ha tocado llevar a cabo. El caso es que entre la vida y la muerte hay otro paso, pues el descanso eterno no es gratis.
Ese paso es en el que me encuentro yo ahora. La gente, al morir, no consigue la paz eterna de inmediato. Antes, deben cumplir una misión. En cada uno es distinta, de dificultades diferentes y relacionadas con la razón de su existencia. En mi caso, casi podría asegurar que es la más complicada de todas. Necesito la ayuda de alguien vivo para completarla, pero eso incluye unas reglas.
Para no interferir en el paso del tiempo, los semi-muertos y los vivos no deben revelar toda la información que conocen. Me explico, hay unos pocos apartados que jamás, ni a ti ni a nadie, podré decir. De lo contrario, nunca podré obtener la paz eterna, y llevo buscándola desde mi primer instante de vida. Lo que no te puedo revelar es:
-El nombre del Amo
-Su función entre el paso de la vida y la muerte
-Características intrínsecas de ese paso
-Dónde está su base de operaciones
-Cuál es su plan final
-Cuál es mi misión
Lo que debo hacer ahora es guiarte en este nuevo camino y darte pistas para que tú sola, con la ayuda que quieras, consigas hacer lo que yo deseo. Sobre todo, debes cumplir mi misión. Espero haberte revelado todo lo que te puedo decir, al menos por ahora, ya que algunos apartados los irás respondiendo conforme avance la situación ¿Alguna duda?"
Sharon se quedó completamente quieta y perpleja al acabar de escuchar las palabras de Scarlett. En su cabeza, se cuestionaba un millón de preguntas distintas, de las cuales puede que nunca obtenga la respuesta. Además, el apartado de las colinas de Silver Creek, y el extraño trozo de papel, la recordaban mucho a su sueño. Scarlett miró comprensiva a la niña, hasta que Sharon, después de pensarlo un poco, decidió hablar.
—A ver si te he entendido ¿Proclamas estar entre la vida y la muerte, y debes cumplir una misión para descansar en paz? Aparte, ¿pretendes que yo cumpla tu misión, sin saber cuál es, ser tu perrillo lazarillo, y a cambio de nada? ¿Te crees que soy estúpida? —Scarlett volvió a suspirar, y a temerse que Sharon volviera a cabrearse. Dicho así, parecía que Sharon no iba a mover un dedo por ella, y en parte, era comprensible.
—No te estoy dando a elegir. Si vas a hacer esto, es porque eres la única que puede hacerlo. Y no lo vas a hacer a cambio de nada, lo harás para salvar a millones de personas inocentes —respondió rotundamente. Tarde o temprano, debía convencerla para poder lograr su propósito.
—¿A qué te refieres? —preguntó Sharon sin mucho entusiasmo.
—Recuerda que no puedo decirte su plan final, pero dentro de poco lo conocerás. Hay cosas que no podré decirte durante un breve periodo de tiempo, pero luego las verás por ti misma.
—¿Y con eso pretendes que yo haga una misión que ni siquiera sé en qué consiste?
—Por ahora, te recomiendo informar de la situación a Josh y a Lara. Y si puedes, consigue todos los suministros y armas que puedas. Los necesitarás —a Sharon no le gustó cómo sonaron aquellas palabras ¿De veras Scarlett la estaba advirtiendo de una amenaza posiblemente mundial tras cuatro años muerta? Sharon comprobó pellizcándose que no estaba soñando.
—¿Y cómo puedo fiarme de ti? ¿Qué ocurrirá si te necesito? ¿Cómo te comunicarás conmigo? —su nerviosismo aumentaba por momentos, solo por unas palabras que más tarde podrían ser mentira. Pero si serían una mentira, ¿cómo es que Scarlett estaba allí, en su habitación, si no estaba soñando? Sharon tragó saliva.
—Ese es el segundo punto —respondió Scarlett, quitándose su colgante dorado. Sharon lo reconocía perfectamente. Era el mismo que tuvo que rescatar del colegio abandonado, el cual iba a ser regalado por su madre antes de que Charles la matara. Scarlett se acercó a Sharon y se lo entregó, con la cadena dorada reflejando la luz de la luna en sus manos. De su vestido, sacó un pequeño alfiler y cogió la mano de Sharon.
—¡Espera, espera, espera! ¿Qué pretendes hacer con eso? —exclamó la joven, asustada.
—Estoy muerta, no tengo sangre fluyendo por mis venas, pero el colgante es mío. Si echo un poquito de tu sangre en él, podremos estar unidas, siempre y cuando tengas el medallón contigo —eso la recordó mucho al ritual que Scarlett se propuso hacer. También necesitaba su sangre para completarlo, pero al final, el líquido derramado fue el de la ahora anciana.
Sharon no estaba muy convencida de aquello, pero estaba totalmente perpleja por la situación y muy cansada tras la fiesta, por lo que cerró los ojos hasta notar el leve pinchazo en su dedo. La gotita de sangre resbaló por su dedo índice, hasta que la dirigió al centro del colgante. La piedra preciosa situada ahí recobró su color escarlata y brilló de manera sobrenatural, iluminando parte de la habitación.
«¿Me oyes?» la voz de Scarlett tomó por sorpresa a la niña, pero la anciana no abrió su boca ni movió su lengua. Su voz se aparecía en la mente de Sharon, como si se tratase de su propia conciencia. Solo Sharon podría escuchar, el que en un futuro sería, su ángel de la guarda. Sharon se colocó el colgante alrededor de su cuello, justo por debajo del colgante de su madre.
El regalo de dos madres, cuyo amor por sus hijas era infinito, yacía a la par en el cuello de Sharon, dotándola de una belleza que nunca había experimentado. Poco a poco, y al comprobar que Sharon sabía cómo funcionaba el colgante, la figura de Scarlett fue desapareciendo, con su mano despidiéndose de su primera visita. Algo en Sharon aseguraba que no sería la última.
Con el cansancio combatiendo contra sus ojos, Sharon se arropó en su cama con las sábanas y se dispuso a obtener el sueño que tanto necesitaba. Por alguna razón, Scarlett ya no le resultaba un personaje peligroso. Al contrario, parecía la víctima de un cruel destino que no tuvo otra opción que aceptar un pacto para sobrevivir. El problema es que nadie la advirtió de la mentira que la vendieron.
A la mañana siguiente, Sharon se despertó todavía un poco cansada. Las imágenes de la noche anterior se aparecían en su mente, recordándolas con algo de nostalgia ¿Y si había sido solo un sueño? Sharon pudo comprobar que no al ver el colgante dorado en su cuello. Sharon lo cogió y acarició la piedra del centro, recordando lo que Scarlett la dijo. Preocupada, se dirigió al salón, pero una voz interrumpió su camino.
«Buenos días, Sharon»
La niña sonrió.
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