z w ö l f
Recapitulemos....
trollino
Los chillidos de las ratas opacaban el sufrimiento de Raptor, algo que, sin darme cuenta, agradecí.
Me senté en el suelo polvoroso. Mierda, nada está saliendo bien.
—Quizá... quizá se trate de una venganza —respondí. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lo único que sé es que quiero que esto sea una pesadilla.
—Hay que irnos de aquí —comandó Timba que parecía haber sentido el olor también. Asentí y me puse de pie, tambaleante.
Una multitud de siluetas rodeó la camioneta por fuera, todas enamando un aura oscura.
—La noria ha llegado.
—Y el pago es su alma.
—¿Será conveniente salir? —pregunté a Timba, quien seguía paralizado. Me observó con sus ojos moribundos.
—No lo sé, pero ya no quiero estar aquí.
Me estiré para tomar mi mochila, pero una arcada me tomó desprevenido. Me ardía el estómago.
—¿Estás bien? —Timba se asustó al verme.
—No...
No podía moverme, todo mi cuerpo se cubría de dolor.
De pronto, mi boca se abrió y todas las arañas fueron libres. Salían por mis oídos, por mi nariz, y las sentía caminando en mi estómago.
—Venga Trolli, vamos a jugar.
timba
—Bienvenido —masculla, sin dejar de sonreír. Su voz me cae como un balde de agua fría: es tosca y distorsionada—, bienvenido seas a tu último castigo.
En un chasquido estoy de vuelta en el patio donde todo comenzó.
Y, de nuevo, siento el temor recorriendo cada poro de mi piel.
🌸🌸🌸
Adiós al corazón, olvida tu pasión.
Vive sin más ambición, nunca hubo otra opción.
z w ö l f: rabe
el rencor
Saboreé sus desgracias cuando volvió a llorar.
Estaba destruido, pero él fue el único causante de su apuñalada.
Yo sólo me reí.
timba
El sitio era el mismo, pero tan diferente.
El césped estaba más corto, el cobertizo había desaparecido, el cielo era anaranjado con amarillo. Y el naranjo en el que encontramos el tesoro lucía más vivo.
Una risa femenina resonó en mi oído. Me paralicé.
—Déjame. Déjame en paz —rogué, ya no tenía fuerzas de nada.
En cambio, ella volvió a reír.
—¿Recuerdas mi advertencia? Éste es el lugar del que no querrás salir nunca.
Mis vellos se erizaron.
—¿Por qué me trajiste aquí?
La bruja se deslizó en el aire hasta llegar a mi derecha. Arrastraba la nube de polvo consigo. No respondió, se limitó a señalar algo detrás de ella.
Mis ojos se llenaron de lagrimas una vez más cuando enfoqué aquello que apuntaba.
—¿Víctor, Mayo?
Estaban de espaldas a mí, pero estaba seguro de que era ellos.
Me escucharon, o eso me pareció porque vi como se dieron la vuelta para encararme.
Y pude verlos.
Víctor estaba lleno de sangre seca y de marcas rojas de golpes. Mayo tenía la boca llena de hilos y la piel rojiza. Me costó creer que de verdad eran ellos.
—Tú... —habló Víctor con la voz desgarrada, me apuntó con coraje—. Tú nos empujaste.
En tres pasos ya estaban frente a mí. Me garganta se secó al tratar de verlos a los ojos.
Ya no los tenían, no tenían sus ojos.
—Los ojos son las ventanas del alma, así que ya no los ocupan.
Lo rodeaba un halo oscuro, lleno de odio.
Estaban muertos.
No me sorprendió, algo dentro de mí ya lo sospechaba, pero me aferraba a la esperanza.
Aunque, al final de todo, nada importó. Todos nos pudrimos. Caímos uno a uno.
—Tú nos hiciste caer —una tercera voz llegó desde la izquierda.
Sparta estaba ahí, ahogado.
Su piel pálida, sus marcas moradas y cuerpo tembloroso demostraron que estaba igual de roto por dentro.
Porque ya no era nada.
—Nos obligaste a pagar nuestro boleto.
La voz de Mike también apareció, golpeándome como un martillo.
Ni siquiera quise verlo, sabía como estaba. Pero la voz distorsionada no me dio opción.
—Voltea. Enfrenta lo que causó su egoísmo.
Y, como si no tuviese voluntad propia, me volteé.
Ahí estaban todos, completamente rotos.
Rius, Mike, Raptor, Trollino, Víctor, Sparta y Mayo. Cada uno con su muerte impregnada en la piel y con sus cuencas vacías, reflejando su interior. Ellos ya no eran mis amigos, eran caparazones huecos.
Y Rius... Oh, Rius. No pude hacer nada para ayudarte.
—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? —pregunté sin alzar la vista. Sentí su risa sobre mí.
—Nunca lograrán entenderlo, ¿cierto?
El viento y la lluvia seguían chocando contra mi cuerpo. No podía escuchar nada aparte de su lúgubre voz.
—¿Entender qué?
—Yo no los obligué a nada. Ustedes decidieron venir, ustedes decidieron quedarse, ustedes decidieron conservar el tesoro.
»Puse advertencias en cada esquina de cada lugar, Rittler estuvo rondando a su lado para tratar de protegerlos, incluso un alma se ofreció a prevenirles personalmente, pero ignoraron todo. Siguieron sumergidos en el egoísmo.
»Ustedes decidieron saltar al abismo, yo sólo me aseguré de que se estrellaran en el fondo.
Desgraciadamente, supe que tenía razón. Todo apuntaba a la desgracia pero seguimos andando.
—Éste es el resultado de su imprudencia.
Los señaló. Señaló su dolor. Y yo los observé.
No estaban molestos, estaban deprimidos. No obstante, no dejaban de apuntarme.
Ellos habían creído en mi, confiaron en que haríamos las cosas bien. Y yo los guié a su fin sin darme cuenta.
Pero yo no soy el único culpable, ¿verdad?
Finalmente, desaparecieron. Se convirtieron en una ligera capa de partículas negras que el viento terminó de desvanecer.
El cielo seguía anaranjado.
—¿Qué lugar es éste?
Ella observaba el naranjo. No respondió. En su lugar, unos gritos se comenzaron a escuchar a lo lejos.
—Sie muss hier sein! —gritó una mujer, dando inicio a una ola de desgarradores murmullos. [Ella debe estar aquí]
Sus voces sonaban alteradas.
Alcé la vista, buscando la fuente de aquellos gritos despiadados. Alcancé a ver algunas sombras de personas que empezaban a rodear el patio.
—Fang ihn bevor er entkommt! —otro grito, más alto que los primeros. [Atrápenla antes de que escape]
—¿Qué está pasando? —pregunté temeroso. Por un momento, el miedo cubrió el detalle de que hablaba con la bruja que asesinó a mis amigos.
—Nunca entenderán lo que yo sufrí. El ser humano fue el verdadero creador de todo su dolor. Su egoísmo me dio asco, supe que tenía que hacer algo para acabar con un él.
—Kann nicht entkommen! —y los gritos continuaban. [No podrá escapar]
Traté de huir por el otro lado del patio, pero por ahí también estaban entrando esas sombras.
Era muy tarde, ya no tenía escapatoria.
—Pero primero, te llevaré a otro lugar.
La bruja seguía riendo, disfrutando cada segundo de mi dilema.
Cerré mis ojos con fuerza. Los gritos se fueron apagando hasta convertirse en apenas un ligero susurro.
Abrí los ojos, sorprendido.
Ahora el panorama era distinto: ya no estaba en el mismo patio, si no en un cuarto color vino con azulejos beiges. Poco a poco, aparecieron diferentes muebles hasta formar una cocina.
Mi respiración empezó a acelerarse al reconocer el lugar.
No. Mierda, no. Aquí no.
—Recuerdas este lugar, ¿no es así?
Sentí mis ojos cristalizándose.
¿Que si lo recuerdo? Mierda, éste lugar lleva atormentándome hace años.
¿Cuántos habían pasado? ¿Cuatro, cinco?. Lo único que sé, es que sigue doliendo como el infierno.
Observé el pequeño cuarto. Cada detalle estaba presente, como si nunca hubiese sucedido nada. La mancha de grasa en el techo, la vasija en el suelo para la gotera, incluso la rosa marchita que había llevado la noche anterior. El reloj encima de la mesa marcaba las 2:19 de la mañana.
Nada y, al mismo tiempo, todo había cambiado.
Seguí admirando cada pieza del sitio, hasta que la puerta de madera se cerró de un portazo.
—No quiero repetir esto de nuevo —murmuré con la voz entrecortada, como si así pudiese hacer cambiar de opinión a la bruja.
Pero ella ya no estaba. Me había traído al principio de toda esta mierda. Era el recuerdo exacto de ese día.
Y antes de que pudiera hacer cualquier intento por salir, la voz que me dolía apareció.
Al principio, sonó como una grabación que apenas iniciaba, pero después se fue aclarando conforme bajaba las escaleras y se acercaba a la cocina, hacia mí.
—¿Timba?
Una segunda parte de la casa empezó a dibujarse detrás de la puerta que dirigía al pasillo. Ahí estaría el Living, pero no tenía las fuerzas suficientes para enfrentarlo.
—¿Timba, eres tú?
Quería verla. Pero no debería.
Aunque quizá repitiendo esto, al fin pueda cerrar el periodo más oscuro de mi vida. Quizá así pueda alejar las pesadillas.
Quizá.
Sin pensarlo mucho y con lágrimas en los ojos, mis pies se fueron acercando al pasillo. Al entrar, sentí como si me hubiera sumergido en una película.
Y entonces la vi.
Tan bonita como la recordaba, con su cabello blanco sujetado en un moño despeinado y su pijama verde con una inscripción en letras cursivas al centro de la playera: «Hasta que la oscuridad nos olvide».
Al contrario de lo que creí que sucedería, me relajé al verla. Ella siempre logró ese efecto en mí.
Lastimosamente, nunca pude darme cuenta.
—¡Timba, ¿por qué llegas a estas horas?! —recriminó cuando terminó de bajar las escaleras.
Pero no me hablaba a mí.
O al menos no a mí.
Su delicada silueta se deslizó a través de mí y se acercó a la puerta principal. Ahí estaba la persona con la que estaba hablando.
Era el Timba que me hizo tanto daño.
Quise alejarla, advertirle de lo que estaba a punto de pasar, pero no me escuchaba. Yo era como un fantasma atrapado.
Y no hay nada peor que estar atrapado en algo que ya no puedes cambiar.
—Ya estoy aquí, no molestes. —gruñó el otro Timba. Eso me hizo odiarlo más.
—¿Dónde estabas? —repitió la chica. Más que enfadada, se escuchaba preocupada.
Porque fue lo único que hizo todo ese tiempo: se preocupó por mí. Nunca se alejó de mí, aún conociendo mis demonios. Ella siempre trató de cuidarme, pero nunca supe valorarlo.
—Salí a dar una vuelta, ¿si? —exclamó mientras se acercaba al sofá entre quejidos. Arrojó la mochila que cargaba hasta el otro lado de la habitación—. Ahora déjame dormir, la cabeza me está matando.
Ella quiso sacarme de mi infierno. Y yo la arrastré al mío.
Vi como ella caminaba con disimulo hasta la mochila. Se puso en cuclillas y esculcó el bolsillo abierto hasta toparse con una jeringa usada.
La escuché sollozar desde mi lugar. Aún me dolía saber que yo la había destrozado.
Me acerqué a ella a pasos temerosos. Cuando me incliné a su altura, su fragancia a frambuesa se coló en mi nariz.
La extraño más de lo que quisiera.
Alzó la vista y casi pude sentir que me veía a mí otra vez. Sus ojos se cubrían de lágrimas. Lágrimas agrias que no le pertenecían.
—Ay Clarie, lo lamento tanto...
Y empecé a llorar, porque sabía lo que estaba a punto de pasar.
× × × ×
T I M B A
Timba tenía una vida como muchos desearían tener. Una mujer que se preocupaba por él, dinero sobrándole de los bolsillos, una bonita casa en Vallecas, España y muchas mascotas.
Por desgracia, él no supo apreciarla.
Desde que Timba era pequeño, sus padres lo consintieron mucho. No tenía hermanos, pero sus numerosos primos se encargaban de restarle importancia. Su familia era numerosa y todos formaban un ambiente cálido y armonioso.
Así pasaron varios años, diecisiete para ser exactos, hasta que un día sus padres le dieron una noticia que derrumbaría su felicidad.
Su madre estaba embarazada.
Y es que Timba ya se había acostumbrado a la atención, afecto y cuidados de toda su familia que cuando llegó el nuevo bebé y se robó la completa atención de todos, fue inevitable que lo odiara.
El impacto del "rechazo" de su familia fue tan grande en su amargo corazón, que inconscientemente se desahogó en un vicio: el alcohol.
Primero empezó como algo leve, como toda obsesión; cada tarde iba a una pequeña taberna escondida a las afueras de la ciudad. Ahí conoció a Clarie, la chica que más adelante terminaría en su infierno.
Se casaron dos años más tarde. Pero a pesar de que la vida de Timba había mejorado, él seguía sumido en el alcohol.
Ya no era algo inocuo. Aunque, en realidad, nunca lo fue.
Su estabilidad mental había empeorado. Tenía ataques de ira todo el tiempo, cada vez más frecuentes y más violentos.
Eso fue lo que ocurrió esa madrugada.
—Clarie deja de llorar, tus gimoteos no me dejan dormir —acalló Timba del pasado con voz fastidiada.
—No. Aléjame de esto. No quiero verlo —supliqué a la nada, deseando que la bruja pusiera fin a la tortura. Yo no podía verla, pero estaba seguro de que ella sí podía hacerlo, burlándose de mí.
Esa puerta que cruzó borracho y drogado, fue la que marcó el inicio a un nuevo ciclo. Éste ciclo.
Pero Clarie no dejó de llorar. Siguió sollozando, porque se rehusaba a creer que nada de lo que hizo valió la pena.
Aunque eso no fue suficiente para detener a Timba. En un movimiento sordo, ya estaba frente a Clarie.
Ella alzó la mirada de nuevo, observando con temor al viejo yo. Se pegó a la pared, aterrada, ya que los ojos de ese Timba no eran iguales.
El intoxicado elevó su mano hasta tomar el mentón de la chica, quien se relajó un poco al ver la sonrisa en él.
—Clarie, cariño mío —murmuró con voz dulce, tratando de tranquilizarla. Se acercó a su oído—. Te dije, que te callaras.
Clarie trató de retroceder, pero Timba fue más rápido y se lanzó contra su delicado cuerpo.
Ahí, comenzó a golpearla.
Esa fue la madrugada en la que mató a su esposa; Clarie.
—¡Aléjame, por favor! —grité dolido, no quería verlo, no quería.
Timba del pasado no se detenía. Seguía golpeando a mi amada mientras ella gritaba adolorida que la liberara.
Quisiera hacerlo, pero ya no puedo. Nunca pude.
Clarie era tan especial, tan linda. Siempre se preocupaba por todos a su alrededor y trataba de ayudarlos aún sin tener nada. Merecía el cielo, pero le di el infierno.
Timba, después de entrar en razón por lo que hizo, huyó. Huyó hacia Madrid, España.
El resto ya lo habrás de saber.
Aún así, debo admitir que su alma fue mi favorita. Estaba tan atormentada, que decidí apodarla como El alma que se ahogó en su tristeza.
Timba del pasado estaba tomando sus cosas para huir. Maldito cobarde.
Mientras tanto, el cuerpo vacío de Clarie descansaba en el suelo. Tenía múltiples heridas sangrantes en todo su cuerpo de porcelana.
Me permití admirarla por una última vez, con mis ojos borrosos y la respiración agitada.
Sus ojos púrpuras estaban abiertos, como observando el mundo. Su cabello se fusionaba con la muerte de sus heridas. Todo en ella formaba un espectáculo divino.
Aún estando muerta seguía siendo hermosa.
Me senté en el suelo, a un lado de su cadáver. Sentía las lagrimas deslizarse por mi rostro cuando el Timba indefenso regresó a la habitación, sosteniendo una mochila. Dio una mirada de soslayo a la casa con los ojos inyectados en terror. Y, finalmente, huyó de las tinieblas que hoy lograron atraparme.
Cerró la puerta de un portazo que empezó a borrar el panorama. Todo se convertía en polvo negro y dorado, hasta dejarme únicamente la mirada vacía de la persona a la que más amé en mi vida.
Y me quedé ahí, sentado en medio del abismo.
—¿Entiendes ahora mi odio hacia ustedes?
Su voz se infiltró entre mi tormento una vez más.
—Yo... no quería hacerlo.
—¿Entonces por qué lo hiciste?
Volví a llorar.
Su figura volvió a dibujarse entre la oscuridad.
—Tu alma ya está demasiado dañada, a mí ya no me sirve. Serás algo más importante: La llave del nuevo ciclo.
Y de nuevo, estábamos en el patio.
Los gritos regresaron, ahora con más fuerza. Pero seguía sin entender que sucedía.
—Oh, dulce tristeza, ¿acaso nunca escuchaste lo que les hacían a las brujas durante el siglo XVI?
—Ekelhafte hexe! [bruja asquerosa]
Me puse de pie en un salto, pero una multitud de pueblerinos furiosos ya me había rodeado, amenazándome con sus tridentes y antorchas.
—Stirb, hexe! [muere, bruja]
Y cuando vi sus ropas medievales, me di cuenta de porqué se sentía todo tan diferente. Estábamos en el pasado, en el momento en que los residentes de Scareville querían quemar viva a la bruja.
—¡Esperen, yo no soy la bruja! —exclamé asustado, pues no sabía que más podía hacer.
No fue hasta que di un paso hacia adelante, que me di cuenta de que no se referían a mí. Querían atacar algo a mi espalda.
Frente al naranjo, sosteniendo una soga que colgaba de una rama, estaba ella. Su mirada sólo demostraba burla. Una burla intensa hacia nosotros. O hacia mí, a esas alturas no supe diferenciarlo.
Me señaló, con su dedo colorido.
—Tú eres el siguiente.
Al instante, los tridentes y el fuego de los habitantes me golpearon. Sentía el ardor en todo mi cuerpo, mientras inconscientemente me deslizaba hasta el naranjo.
—Tu nos empujaste —reconocí la voz de Trollino por encima de los gritos.
Él me observaba desde el rincón contrario. Su cuerpo estaba completamente mallugado, lo distinguí a pesar de estar lejos.
Trataba de alejarme de las manos de los habitantes, pero ellos eran demasiado fuerte para mi cansada alma.
—Tu iniciaste este ciclo —ahora la voz de Raptor, soplando los alaridos de los pueblerinos.
Pero ellos no se detenían. Seguían arrastrándome hacia la bruja.
—¡Suéltenme! —seguía luchando, como si pudiera hacer algo para detenerlos.
—Es hora de que lo termines —Rius apareció a mi izquierda. Un empujón fue suficiente para que cayera.
Las manos de todos desaparecieron, pero ahora sentía la ardiente soga en mi cuello.
Mis lagrimas impedían ver bien, pero comprendía todo lo que estaba pasando.
Ni siquiera pude resistirme, porque apenas me incliné un poco, la soga apretó mi cuello.
Mientras más me movía para escapar, la soga más me apretaba. Poco a poco, la sangre dejó de llegar a mi cerebro. Sentía el fuego correr con rapidez en mi cuerpo, a la vez que mi garganta se quemaba.
—Tu verdadera tortura está a punto de comenzar.
Después... oscuridad.
Abrí mis ojos, sobresaltado.
—Bienvenido, Llave del nuevo ciclo.
Me incorporé del suelo rocoso del que había despertado, sin embargo, fue inevitable sentirme distinto al hacerlo.
Mi vista seguía borrosa, solo alcanzaba a ver una luz color blanca. Poco a poco mi alrededor se volvió nítido y pude reconocer el aposento de madera.
Había diez personas. Conocía cada una de ellas.
—¡Chicos! —me acerqué a mis siete debilitados amigos, sintiendo mi cuerpo quebrado. Ellos ni siquiera alzaron la mirada, seguían observando el suelo. No tenían ojos.
—No te harán caso, saben que no serán libres.
Me giré para ver a la persona que hablaba. De nuevo era la bruja, sosteniendo su sonrisa despiadada. Lucía diferente a hace unos minutos, se veía en carne y hueso, ya no como una simple estela.
—Pero tú tienes una oportunidad de serlo.
Entonces volteé hacia las otras dos almas.
Erika y Derek.
—¿Las recuerdas? —inquirió la bruja, aunque más que pregunta sonó como una afirmación—. Si, ellos fueron quienes los guiaron aquí.
Ellos también observaban el suelo. Y tampoco tenían ojos.
—Tenían una misión, y me fallaron. Ellos son Las almas que desperdiciaron su ultimo aliento.
Escuché sus sollozos. Estaban igual de rotos que todos nosotros. También cayeron en la trampa de la avaricia.
—Por eso tú tomarás el lugar de la llave, Timba; tú te encargarás de hacer que éste infierno siga creciendo.
Observé a mis amigos, a la pareja y a la bruja. Suena egoísta, pero no quiero continuar aquí, no después de saber lo que me podría pasar.
—¿Qué obtengo a cambio? —pregunté, sin alejar mi mirada de Rius.
Sentí la sonrisa de la bruja.
—Libertad.
Al fin y al cabo, toda mi vida fui un ambicioso.
—¿Qué tengo que hacer? —mi voz salió como un susurro.
—Solo tienes que traer más almas atormentadas hacia mí. Diez años son suficientes, después de eso liberaré tus cadenas.
Perdónenme.
—Mi infierno es tu infierno ahora.
Salí del cobertizo, sintiendo la humedad del césped debajo de mí.
Estar muerto se siente más vivo de lo que imaginaba.
Caminé fuera del patio a zancadas largas, queriendo desaparecer lo antes posible. Al cruzar la cerca de madera, me topé con el resto de
la villa. Y, al contrario de los días anteriores, ya no estaba solitario; habían cientos de almas en las calles.
Aunque se seguía inhalando la tristeza.
Miaw.
Giré mi cuerpo al escuchar el ligero maullido. Ahí estaba Milion.
—¡Rittler, ven aquí!
Una niña de cabellos despeinados salió corriendo desde el interior de la casa, apurándose a cargar al gato negro. Su voz me sonaba tan conocida.
Milion volvió a maullar, aún sin dejar de verme. Entonces la niña se dio vuelta, balanceando su cabello castaño. Sus cuencas estaban vacías.
—Oh, hola, nuevo —sonrió al verme.
Un recuerdo rápido atravesó mi mente y su voz encajó a la perfección.
—Tú...
—Si, yo fui quien rompió su tanque de gasolina —asintió orgullosa, todavía acariciando al gato.
—Por tu culpa nos quedamos varados... ¡Pudimos haber huido!
La niña soltó una risa dulce.
—¿Yo, de verdad? —se burló—. Vaya, que deberías agradecerme. De no haber sido por eso, quien sabe lo que les habría hecho la bruja. Pero una cosa si es segura: no los habría dejado ir.
La analicé un momento. Usaba un vestido medieval color jade con decoraciones oscuras. Sus zapatos eran negros y estaban llenos de lodo y sangre. Su cuerpo tenía heridas que todavía sangraban, algunas más profundas que otras.
—¿Quién eres tú? —pregunté.
Su mirada se entristeció.
—Soy El alma que saltó al vacío con los ojos abiertos. En mi antigua vida, me llamaban Abigail.
—¿Por qué estás aquí?
Ella lanzó un resoplido molesto.
—No quisiera hacerte perder el tiempo con mi historia —respondió en tono irritado, inclinándose un poco para que el gato bajara de sus brazos. Él enseguida se acercó ronroneando a mí—. Me parece que le caes bien a Rittler.
—¿Cómo lo llamaste?
Ella hizo una mueca de confusión, pero después volvió a relajarse.
—Cierto, lo olvidaba; ustedes son nuevos. Él es Rittler, me pareció escuchar que ustedes lo llamaban Milion.
—Si, así lo nombró... Raptor.
Suspiré. Abigail sonrió débil, tratando de animarme.
—Deberías marcharte ahora y aprovechar que puedes ser libre. Realmente eres afortunado, Elilian no da ese tipo de oportunidades a cualquiera.
Me sorprendí.
—¿Elilian, te refieres a la bruja?
Abigail asintió.
⚫⚫
«Bienvenido a Scareville. El lugar del que no querrá salir nunca.»
Las advertencias estaban más que claras.
Pero las ignoramos.
—Bueno, hasta aquí llego yo —comentó Abigail antes de que cruzáramos el letrero. Me giré hacia ella frunciendo el ceño.
—¿No vas a acompañarme?
Ella soltó una risa amarga.
—Ojalá pudiera. No puedo salir de aquí, ninguno puede.
Asentí, porque no supe qué más decir.
Entonces crucé la salida, fue una sensación tan agradable, como si estuviera vivo de vuelta. Pero estoy demasiado roto como para serlo.
—Buena suerte —escuché el susurro de Abigail.
Mientras caminaba, iba recordando todo lo que había pasado. Parecía una locura, pero aquí estaba ahora.
Me sentía roto, aunque ahora algo había cambiado. Ya no era el mismo sentimiento.
Ya no soy nada.
⚫⚫
No supe cuanto tiempo pasó, solo que de un momento a otro ya estaba frente a la cafetería en dónde nos encontraron Derek y Erika.
Observé por el ventanal y, por pura nostalgia, entré.
El olor me trajo muchos recuerdos. Quise sentarme en una mesa vacía, pero algo llamó mi atención antes de que pudiera hacerlo.
Un grupo de ocho chicos estaba sentado en la izquierda, riendo con efusión.
Los observé por un largo rato.
Y así es como termina este paseo. Comienza el otro.
[***]
éste el el capítulo más largo que he escrito en toda mi vida, ah. ni siquiera sé cuantas palabras son, pero sobrepasa las 3000.
estoy orgullosa de tremendo pedazo, lloro :')
heeey, bienvenidos a esta segunda actualización jshsgsjwjssks
espero de verdad que les haya gustado este último capítulo. espero que haya valido la pena, estoy muy emocional, aay.
PERO, mis nenes, esto aún no termina, así que háganme el favor de NO borrar la historia de sus bibliotecas para que les llegue la notificación cuando actualice. se vienen cositas bien padres para estos días. el "mendigo hiatus" se ha ido a la ñonga <3
estoy muy emocionada, de verdad espero que les haya encantado :')))
nos seguimos leyendo en una hora 💕
Tortillas De Harina ☑
Scare ☑
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