v i e r

Las tragedias se huelen a kilómetros, entonces ¿por qué seguimos corriendo hacia ellas como si pudieramos evitarlas?


vier: puppen

víctor

Definitivamente debimos habernos ido cuando vimos que el lugar estaba limpio, pero me rodeaba una especie de fuerza que me invitaba a quedarme, como insistiendo que nada malo pasaría.

El sueño empezó a presentarse. Quería dormir. Necesitaba hacerlo.

-Deberíamos... deberíamos quedarnos a dormir aquí -habló Trollino, con voz adormilada.

Todos asintieron. Me di cuenta de que no era el único que se sentía de esta forma.

Pero no quería pensar. Sólo quería dormir.

-Deberíamos revisar el resto de habitaciones -comentó Mayo, soltando un bostezo.

Estuvimos de acuerdo. Por suerte, la casa sólo era de un piso. Extensa, pero de un piso. En total había 5 habitaciones individuales, más la cocina, comedor y la sala, y 2 baños.

Cada pared de color blanco.

Había un cuadro mediano colgado en el centro del Living, encima de un sofá celeste. Destacaba entre toda la pared blanca porque sus letras eran anchas y negras.

«Hogar, dulce hogar.»

Era el único cuadro de toda la casa.

-No parece que alguien haya venido en mucho tiempo -añadió Sparta después de una segunda revisada.

-¿Y cómo explican que todo esté tan... nuevo? -contraatacó Víctor. Sparta se encogió de hombros.

-Quizá la persona que vive aquí sólo se fue de vacaciones -respondió Mayo, todavía sin estar muy convencido.

-Yo creo que hay que aprovechar tanta comodidad envés de ponernos a discutir -gruñó Mike desde su lugar.

La mayoría estuvo de acuerdo, así que pasaríamos la noche aquí, por la mañana buscaríamos el supuesto tesoro y nos largaríamos por la tarde.

Yo prefería dormir en la camioneta, pero el sueño me quitaba todas las ganas de discutir, así que acepté acomodarnos entre las habitaciones y dormir ahí.

Una vez en mi lugar de descanso, cerré los ojos bajo el arduo cansancio, aún con una extraña sensación en la punta de la lengua.

◾◾

Un disparo en medio de la noche.

-Cariño, todo está bien... vuelve a tu cuarto.

Cerré la puerta de mi alcoba, exasperado, todavía con la imagen de mi padre recostado en la alfombra de la sala. En medio de un charco carmesí.

Un segundo disparo.

◾◾

Desperté sobresaltado.

Fruncí el ceño al ver que no había nadie más en la habitación, seguramente se habrán ido a desayunar.

-Hijos de...

Me levanté resignado sabiendo que ya se habrán acabado lo poco que teníamos. Cuando salí de la habitación, un pequeño cuadro colgado en la pared frente a la puerta llamó mi atención.

Más que nada porque no me pareció haberlo visto ayer.

«Ojos que no ven, corazón que no palpita.»

¿Qué... ?

De pronto una mano se posicionó en mi hombro. Mis pulmones dejaron de funcionar.

-¡Buuu!

Me giré brusco cuando escuché risas detrás de mí.

-¡Maldita sea, Mayo! ¡Me asustaste! -exclamé molesto. Él no dejó de reír.

-Si me di cuenta.

Giré los ojos tratando de controlar mi respiración. Ni siquiera sé porqué estoy tan alterado.

-¿Dónde están los demás? -pregunté empezando a caminar hacia la cocina. Mayo me seguía, todavía riendo.

-En la cocina, ¿dónde más? -respondió cuando pareció calmarse un poco-. ¿Qué te pasa? Luces como si hubieras visto un fantasma.

Quizás leí uno, pensé, pero al instante quise golpearme.

-¿Me dejaron algo de comida?

Mayo negó burlón.

mike

Mastiqué el último pedazo de mi pan de calabaza antes de soltar un resoplido.

Sentía una extraña vibra alrededor de mí. No me gustaba, quería que se fuera.

-Mikel -me llamó Trollino, apartando con su voz ese halo maligno-, vamos al patio, los demás nos están esperando.

Asentí. Me levanté del asiento regalándole una ligera sonrisa.

-Trolli -hablé cuando estábamos en el umbral del patio trasero. Él volteó a verme con curiosidad-. ¿Crees que valga la pena hacer esto?

Lo vi fruncir las cejas.

-¿A qué te refieres?

-Pues... ya sabes, ni siquiera sabemos si de verdad hay un tesoro.

-Vamos Mike, hemos hecho esto desde siempre, ¿qué te detiene ahora?

Alcé mis hombros.

-Sólo digo, porque todos hemos sentido cosas... raras -yomé aire antes de soltar la pregunta- ¿Y si lo de la maldición es verdad? ¿Qué tal si este lugar está hechizado?

Como lo imaginaba, él sólo soltó una risa descarada.

-Es mentira Mike, mentiras creadas en un mundo de supersticiosos.

Asentí.

-¡Hey, chicos! -nos llamó Timba haciendo señas desde su lugar como si estuviéramos más alejados-. ¿Vienen a ayudar?

Asentí una vez más para después correr hacia ellos.

-¿Alguien tiene una pala? -preguntó Raptor pateando el suelo, seguramente calculando que tan dura estaba.

-Si, claro -contestó Sparta con sarcasmo-. ¿Qué más quieres, una motosierra, un machete, una podadora? Aquí lo tengo en la mochila.

Raptor le sacó la lengua.

-Quizá haya alguna allá -Mayo señaló algo al fondo del patio.

Era un pequeño cuarto de madera.

Y un escalofrío recorrió mi espalda.

-Iré yo -anuncié.

Si, tenía que superar que no había nada, que todo estaba bien, que nada nos estaba persiguiendo.

Los demás asintieron y siguieron bromeando. Empecé a caminar entre el césped hasta llegar al cobertizo. Olía a madera recién cortada, como si apenas lo hubieran construido ayer. Pero la madera se veía desgastada, con moho.

Abrí la puerta, que por suerte no estaba trabada, y busqué la cuerda con la que se enciende el foco, porque a pesar de que el sol acababa de salir, adentro no entraba un solo rayo de luz.

Cuando al fin lo encontré, tomé fuerza esperando que, lo que sea que haya aquí no fuera tan horrible.

Jalé de la cuerda. La luz iluminó el cuarto.

Quise reírme de mi mismo cuando vi que no había nada más que herramientas de jardín. Palas, tijeras de podar, martillos, hachas, etc. Entonces me permití soltar el aire que había acumulado inconscientemente.

Tomé varias palas y las tijeras de podar, nos serían de mucha ayuda.

Todo iba tan bien... hasta que di la vuelta.

Muñecas. Había miles de muñecas de trapo colgadas en dos paredes, inclusive había algunas descansando en el suelo.

Todas tenían los ojos blancos. Y una mancha rojo vivo en el lugar donde está el corazón.

Volví a tomar las palas para apresurarme a salir del cobertizo.

-¿Qué pasó Mike, por qué tan alterado? -me preguntó Raptor cuando llegué regresé con ellos.

Dejé caer los utensilios y me senté en el suelo, sin importar que los mosquitos me picaran.

-Creo que al dueño le gusta coleccionar muñecas.

Reí de mi propio chiste, sin importar que nadie me entendiera.

Sentí algo peludo rodear mi torso y como acto reflejo me levanté de mi sitio, buscando aquello. Era el gato, se sentó en el suelo y nos observó curioso con sus ojos azules.

-Creo que alguien quiere ayudar -comentó Raptor viendo al felino.

El gato se tumbó en el suelo.

⚫ ⚫

Una hora más tarde, todos estábamos cansados, con los nervios a flote y un montón de agujeros cavados en el suelo. Sin ninguna pista del tesoro.

-¿Desde cuándo nos guiamos por cosas que leemos en internet? -preguntó Timba de repente. Solté una risa molesta, dándole la razón.

-No creo que encontremos nada, ya hemos cavado casi todo el patio -habló Raptor dejando la pala enterrada en la tierra.

De la nada, el gato, quien había permanecido recostado en el mismo sitio desde que empezamos a cavar, se levantó sobresaltado y corrió hacia a un árbol que olía a naranja fresca.

Empezó a rodear el árbol con delicadeza.

-¿Creen que... ? -soltó Trollino después de un rato en que el gato no se detenía.

Entendí a lo que se refería.

Corrí al árbol con la pala y empecé a cavar en el lugar donde el felino estaba paseando. Él se alejó unos centímetros y continuó su descanso.

Algo chocó con la pala, creando el sonido del golpe. Sentí que todos se acercaban al lugar.

-¿Sientes algo, Mike? -inquirió Timba interesado. Asentí.

-Hay algo duro aquí -respondí.

Los demás se acercaron con sus respectivas palas y me ayudaron a cavar alrededor de lo que estaba debajo. Así desenterramos una caja mediana.

Se veía tan indefensa.

Igual a cómo me sentía.

Trollino se arrodilló para sacarla. No tenía candado así que sólo con alzar la tapa dejaríamos al descubierto su contenido.

Quería pensar mejor las cosas, pensar las consecuencias que habría después de abrirla. Y no me refería a ir a la cárcel, había algo aún más profundo.

Pero Trollino la alzó antes de que cualquiera de nosotros pudiera decir algo.

-Espera, Trolli -quiso detenerle Rius, pero ya era muy tarde.

Ya habíamos caído en la trampa.

Lo primero que vimos al destaparla fue una nota.

Si, una nota.

Amarilla, arrugada y con olor a tragedia.


«Una vez que aceptes estas riquezas, te harás cargo de las consecuencias que habitan en ellas.
Estás advertido.»

-¿Crees que valió la pena? -preguntó Trollino entonces, volteandome a ver.

Quise responder que sí, pues mi sentido común me gritaba que me alejara, que huyera antes de que algo verdaderamente malo ocurriera.

Pero mi sentido común murió al calcular que debajo de la desgastada nota habría aproximadamente dos millones de euros.

Entonces algo verdaderamente malo estaba por ocurrir.







***

buenas madrugadas :)

seh, se me hizo un poquito tarde, pero aquí está el capítulo de hoy. a partir del que sigue, vienen las desgracias sjsjsjsjsjsjs.

arhe, el sueño me está afectando, baiz.

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