s e c h

El miedo crea las barreras más poderosas. Y a veces, aunque no queramos, lo mejor que podemos hacer es esconderse detrás de ellas.

sechswespe


raptor

Lo primero que vi al llegar de donde se escuchó el grito fue una nota colgada en la puerta, pero no le presté atención; en ese momento sólo tenía ojos para la tétrica escena que se mostraba en el suelo.

Rius... El mismo Rius con el que había hablado apenas unos minutos ahora estaba sin vida bajo mis pies, con arañazos en todo el rostro y brazos.

Con los ojos ardiendo, corrí hasta la mesa de la cocina y busqué mi celular en el último sitio donde lo dejé. Con manos temblorosas marqué el primer número que se me vino a la mente (no podíamos arriesgarnos a apuntarlos en la agenda telefónica). Por suerte, sólo sonaron dos timbres antes de que respondieran.

¿Diga? —respondió la dulce voz de Sparta del otro lado.

—.. S-Sparta —titubeé, sintiendo como me faltaba el aire.

¿Pasa algo? —se preocupó de inmediato.

Asentí, pero me sentí estúpido al recordar que no podía verme.

Pero no pude responder.

Y supongo que el entendió ese asfixiante silencio:

Vamos para allá.

⚫⚫

—¡Mierda! —gritó Mike cuando cruzaron la puerta.

Mierda. Era lo único que podía describir ésta situación.

—¿Q-Qué pasó aquí? —preguntó Mayo con pocas fuerzas.

—Y-Yo... no lo sé. Yo estaba en el patio, él salió al cobertizo a buscar algo para abrir la puerta o algo así, entró a la casa y un rato después escuché un grito. Cuando regresé, él estaba... así.

Me empecé a alterar, aunque me tranquilicé un poco al sentir la presencia de Sparta a mi lado. Sólo un poco.

—E... Esto es una broma, ¿verdad? —soltó Timba, incrédulo.

Un halo de rabia me cubrió con tal suposición. Me levanté y caminé a zancadas hasta Timba, quien seguía de pie en el mismo sitio desde que había entrado, incapaz de acercarse más a Rius.

—¿Crees que yo querría hacer una broma de este tipo? —lo enfrenté, enfatizando el "yo"—. Sabes perfectamente que no sería capaz de jugar con una muerte.

Traté de mostrarme fuerte, pero la verdad también me dolía. Es decir, es Rius de quien estamos hablando. ¿Cómo pudo pasar algo así?

Todos estábamos bastante conmocionados por el asunto. Ninguno hablaba, parecía que habíamos perdido esa capacidad.

Alcé la vista un momento, sintiendo que me volvería loco si no me alejaba de esa escena. Ahí fue cuando pude divisar el gran «8» pintado en rojo sobre la puerta, como burlándose de nosotros.

Un escalofrío me recorrió la espalda, al igual que las gotas carmesí en la puerta.

—B-Bien —habló Trollino, tomando fuerza—, tenemos que irnos.

Todos volteados a verlo, abrumados.

—¿Qué dices? —inquirió Mayo con un tono de voz que no supe descifrar— ¿irnos a dónde?

Trollino se sintió atacado por tantas miradas, carraspeó un poco.

—No podemos quedarnos aquí.

—¿Y qué haremos con... Rius? —repuso Timba, aunque supe que su verdadera pregunta era sobre el cadáver del susodicho.

—Yo.. no lo sé —se tambaleó el pelinegro. Sabía que, aunque quisiera ocultarlo, tenía el mismo nudo de emociones que yo. —Su-Supongo que tendremos que dejarlo aquí...

Y todos parecieron explotar.

Las voces resonaban con fuerza, todas soltando distintas opiniones.

—A ver, déjenme hablar —la voz de Trollino volvió a acallar la habitación—: creo que lo mejor... sería dejarlo aquí, no podemos llevárnoslo. Si hacemos algo sospechoso que atraiga la atención de algún habitante, por más mínimo que sea, ellos llamaran a la policía y empezaran a registrar todo. Claramente, nosotros seríamos los principales sospechosos. Nos declararán culpables por falta de pruebas. Y sumando los quien-sabe-cuantos-robos que tenemos ya, nos dejarían muchos años en prisión.

Tenía razón. Vaya que la tenía, pero, aún sabiendo todo eso, no podía evitar el nudo en mi estómago que amenazaba con salir expulsado en cualquier momento.

—¿Y qué propones hacer? —pregunté, aunque tenía miedo de conocer la respuesta.

Trollino se encogió de hombros, agachando la mirada.

—Dejar el cuerpo aquí no es lo más eficiente... quizá debamos incinerarlo.

Y aunque algunos no estuvimos de acuerdo, sabíamos que eso era lo mejor que podríamos hacer.

⚫⚫


víctor

Las llamas empezaron a subir con lentitud entre la leña y el césped, llevándose consigo todo rastro del crimen inocente.

Poco a poco, el pálido y moretoneado cuerpo de Rius se convirtió en cenizas doradas gracias al efecto visual que creaba el fuego.

Y pronto, no fue más que eso: cenizas.

Solté un suspiro pesado mientras me sentaba en la tierra húmeda. Cerré los ojos, deseando que todo eso fuera un mal sueño. Todavía me costaba creer que Rius no volvería a estar con nosotros.

Volteé a los lados tratando de encontrar a Timba; estaba sentado unos metros más alejado, dándonos la espalda.

Sabía que él era el más afectado con todo esto. No me hacía ni una idea de lo que debía estar sintiendo.

Después de unos minutos más en completo silencio, Mike se puso de pie. Tomamos esa señal como hora de irnos.

Me puse de pie, sacudiendo los rastros de polvo que se adhirieron a mi pantalón. Busqué a los demás con la mirada, todos se mantenían cabizbajos, e incluso alcancé a ver sus ojos vidriosos.

—¿Qué pasará con Timba? —pregunté, pues no creo que nadie quiera llamarle.

Mike negó, como si hubiera leído mis pensamientos.

—Vamos a recoger nuestras cosas, seguramente regresará en un rato. Así ya podremos irnos de esta asquerosa casa.

Asentí. Nos encaminamos hasta la residencia, de nuevo. No estaba muy lejos, quizá unos diez metros, pero el camino se sentía como si fueran un kilómetro.

Y no sabía si esa sensación era buena.



⚫⚫

Cerré la mochila una vez que ya tenía todo guardado.

—¿Ya tienes todo? —me preguntó Mayo, pues éramos los únicos que estábamos en la habitación guardando nuestras cosas. Asentí en su dirección, sin querer pronunciar ninguna palabra. Temía vomitar al hacerlo. —Bien.

Ninguno dijo nada más, hasta que Sparta apareció en la puerta.

—Ya nos vamos. Los esperamos en la cocina.

Volvió a salir del cuarto y, apenas unos segundos después, Mayo salió a paso torpe. Sentí un escalofrío.

Un pequeño destello llegó a mi vista cuando me acerqué a la puerta para salir, como si me estuviera esperando para aparecer. Quise reírme de lo ridículo que soné en la última frase.Intrigado, busqué el lugar de donde provenía el brillo. Se escapaba por la puerta entreabierta del armario.

Después de una batalla interna, me decidí por abrirla.

Al instante cayeron una pila de muñecas de trapo.

Todas tenían los ojos blancos.

Caí de espaldas por la impresión, pero sin prestar más atención salí casi corriendo de ahí.En el pasillo había una nota blanca colgada en la pared. Era tan blanca que incluso creí que algún bromista debió colgarla.

Pero el mensaje que contenía me dejó en claro que no fue así.

«Un, dos.
Mi noria ha sido abierta.»

La tinta roja no ayudaba a neutralizar mis nervios.

Tomé un respiro para controlarme. Estaba más ansioso que nunca por salir de ese lugar.
Llegué a la cocina, donde todos estaban concentrados en una platica que no tenía intención de escuchar. Por suerte, ninguno se dio cuenta de la cara que me cargaba; explicar lo que acababa de ver no sonaba tentador.

—Mayo —le llamé en voz baja, todavía sintiéndome mareado. Él volteó a verme enseguida—, ¿podrías llevar mi mochila contigo? Voy a dar una vuelta por el lugar, llegaré a la nueva casa en una media hora.

Él tomó mi mochila con el ceño fruncido.

—Claro, pero ¿qué te pasa? Te ves algo pálido.

Suspiré a la vez que sacudía mi cabeza.

—Nada. Pero... quiero despejarme un poco.

Mayo asintió con insuficiencia, pero agradecí mentalmente que no preguntara nada más. Le sonreí antes de dar la vuelta.

—Nos vemos más tarde —le escuché despedirse en voz baja.

—Claro, nos vemos.

Y salí al patio, ignorando el nudo que crecía a cada paso.

⚫⚫

Caminé unos minutos sin un rumbo fijo, sólo quería sacudir los malos pensamientos que brotaban de mi mente. Me tumbé en el suelo cuando calculé que ya estaba bastante lejos.

Empecé a recordar todas las cosas que habían pasado desde que llegamos a Alemania. Bufé, no veía la hora de irnos.

No supe cuánto tiempo pasó —pero no debió ser poco— cuando escuché el crujido de las hojas detrás de mí, como si alguien las hubiera pasado su pie por encima.

No le presté atención, habrá sido algún animal.

Algo revoloteó cerca de mi oído. Lo empujé con mi mano creyendo que era un zancudo o una mosca, ninguno de los dos era bueno tener cerca.

Un segundo de silencio, después el animalito siguió insistiendo, sacudiendo sus alitas con frenesí alrededor de mí.

Harto de su zumbido, tiré golpes al azar con mi mano para alejarlo lo máximo posible. Sentí una bulto golpear mi palma, y acto seguido, el zumbido desapareció.

Suspiré victorioso mientras me volvía a acomodar en mi sitio.

Hasta que el zumbido volvió otra vez, ahora con más intensidad.

La única respuesta que se me ocurría ante tal potencia era que el animalillo había llamado a sus compañeros.

Sentí un ardiente pinchazo en mi mejilla.

No era un mosquito, ni una abeja. Era una avispa.

Y por el piquete, supe que no era una avispa normal.

Antes de que pudiera ponerme de pie, una horda de avispas empezaron a picotearme. Su veneno empezó a mezclarse con mi sangre.

Ardía como fuego, pero este efecto era peor porque no lo podía mitigar con nada.

Sentía como las zonas recientemente picadas empezaban a hincharse, como si fuera un globo a punto de reventar.

Pronto perdí la sensibilidad en la mayor parte de mi cuerpo. No podía mover ninguna parte de mi cuerpo, era como si mi cerebro se hubiera desconectado por completo.

Quería irme, quería levantarme, correr, gritar, respirar... pero no podía hacer nada de eso.

No podía hacer nada.

Las avispas revoloteaban a mi alrededor, como burlándose de mí.

Mis párpados se hincharon tanto que apenas alcanzaba a ver una pequeña línea de luz.

El sol empezaba a apagarse... igual que mi vida.

Y así, entre el infernal dolor, el zumbido de mis atacantes y la calidez de los último rayos del sol en mi rostro, dejé que mi alma cumpliera su castigo.

Mientras mi alma se elevaba, lo único que pude pensar era en que no agradecería a Mayo todo lo que hizo por mí.














***

wait, ¿cómo que ellos saben que tienen un castigo? D:

bueh, con este capitulo improvise bastante. espero que te haya gustado, a pesar de que ahora tenemos un integrante menos jsjs.

tengo una cosilla en duda: ¿estás de acuerdo con la forma de pensar de alguien?

para quien tenga duda, una noria es lo que también se conoce como rueda de la fortuna.

¿alguien escucha las canciones que les dejo en multimedia? .-.

necesito aiuda para la siguiente muerte D':

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top