O26 | LA ISLA DEL RENACER
AVISO: CONTENIDO DELICADO
La mañana siguiente, después de que Jungkook le contó entre lágrimas cómo comenzó su adicción a las pastillas, Giavanna lo acompañó a una consulta médica. El especialista, tras una serie de exámenes y una conversación sincera, le explicó sobre los daños.
«Las pastillas que tomas para "mantenerte arriba" están sobrecargando tu sistema cardiovascular. Estás experimentando síntomas de un corazón bajo tensión, palpitaciones irregulares, e incluso estás en riesgo de un ataque cardíaco si sigues tomándolas. Tu corazón ya está resentido»
Jungkook no necesitaba escuchar aquello. Lo sabía. Él mismo hizo frente a ese demonio antes, pero lo que le decía el médico solo lo sumía en una creciente desesperación. Pero en ese momento, el especialista, al revisar los estudios más detallados, parecía preocupado.
«Jungkook, más allá del impacto de las pastillas en tu corazón, los exámenes también han mostrado... fluctuaciones en tu sistema nervioso. Hay patrones irregulares en tus respuestas emocionales, algo que parece más que un simple efecto secundario de las pastillas. Podría ser indicativo de un desequilibrio en tu sistema nervioso que...»
Jungkook, que hasta ese momento intentó controlar su nerviosismo, estalló en una reacción visceral.
«¡No! No necesito que me digas nada más sobre eso, ya lo sé, ¡ya lo sé!» Sus palabras fueron como un grito ahogado mientras se levantaba, mirando al especialista con desesperación «No necesito que me explique nada más. Lo único que importa es que las malditas pastillas me jodieron el corazón. Ya pasé por todo esto, las dejé, ¡sé lo que tengo que hacer!»
El especialista, visiblemente preocupado pero sin poder continuar, se levantó mientras asentía lentamente, comprendiendo que insistir en ese punto solo empeoraría las cosas.
«Lo que más importa ahora es que no ignores lo que está pasando en tu cuerpo. Lo que experimentas emocionalmente está afectando gravemente tu salud física. Este no es un tema que puedas manejar solo. Necesitas ayuda»
«Lo sé, lo sé todo. No quiero más ayuda. Solo quiero salir de aquí» Y sin esperar respuesta, salió del consultorio con pasos rápidos, como si estuviera huyendo de lo que escuchó, pasando por el lado de Giavanna que lo esperaba en el pasillo, sentada en una de las sillas «Vámonos»
Tuvo la intención seguirlo, pero al ver al especialista asomarse, lo observó con una expresión de desconcierto, sin saber si debía sentirse aliviada o profundamente preocupada. El comportamiento de Jungkook le resultaba más confuso que nunca. Sabía que algo mucho más profundo estaba pasando, pero él se negaba a verlo. La batalla que libraba dentro de él estaba mucho más allá de lo que parecía, y ella solo podía acompañarlo, sin saber si sería suficiente.
«Él necesita ayuda, pero no está dispuesto a aceptarlo aún» murmuró el especialista antes de que ella decidiera seguir a Jungkook.
Semanas después de eso, Giavanna decidió acompañar a Jungkook a una sesión de sound healing en un exclusivo centro de bienestar. Aunque él dudó al inicio y se mostró reacio a la idea de ir solo, la presencia de ella le dio un pequeño impulso para intentarlo. Durante la terapia, se utilizaron sonidos suaves y vibraciones curativas, como las de cuencos tibetanos, con la intención de llevarlo a un estado profundo de relajación. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por disimularlo, no logró relajarse por completo; la tensión y el malestar seguían presentes, aunque trató de aparentar que estaba en calma.
De regreso en su casa, después de la sesión, se encontraba en su espacio, agotado pero en silencio. Estaba hundido en el sofá, con una pierna estirada y la otra flexionada, mientras sus ojos vagaban hacia Giavanna, que permanecía sentada a su lado. Vestía ropa deportiva que dejaba al descubierto su piel clara y pecosa, como si cada punto en su cuerpo fuera una diminuta constelación que lo hipnotizaba. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando su cuello y parte de su espalda al descubierto. Había algo en su naturalidad que lo volvía loco: la forma en que parecía no darse cuenta del efecto que tenía sobre él, incluso en sus momentos más simples.
Estaba concentrada en su celular, sus dedos deslizándose por la pantalla mientras su mirada se mantenía fija en lo que sea que estuviera leyendo. Apenas le prestó atención desde que regresaron, y aunque Jungkook intentaba mantenerse tranquilo, la inquietud comenzaba a crecer en su pecho. Recordó cómo, antes de empezar la terapia de sonido, ella se distrajo de vez en cuando, y ahora no podía sacarse de la cabeza la imagen de ella revisando su celular incluso durante la cena en la zona privada del restaurante. Era raro en ella estar tan absorta en su celular, lo cual alimentaba su creciente incomodidad.
—¿Estás esperando una llamada?
Giavanna levantó la cabeza con un ligero sobresalto, sus ojos buscando los de él. Por un momento, pareció atrapada, pero dejó el celular a un lado, en el sofá, y soltó una risa nerviosa.
—¿Una llamada? No, para nada —negó con la cabeza, aunque sus movimientos parecían un poco tensos.
Frunció el ceño, su desconfianza creciente. Inclinó la cabeza hacia atrás, clavando la mirada en el techo mientras la frustración se instalaba en su pecho. La terapia no sirvió, solo dejaba un eco vacío en su mente desordenada. Por más que intentara llenar ese abismo, ni siquiera la presencia de Giavanna lograba calmarlo. Ella, en silencio, se inclinó, sus ojos miel llenos de preguntas que él no estaba listo para responder.
—¿Qué te pareció la terapia? ¿Te sientes mejor?
Mantuvo la vista fija en el techo por unos segundos antes de girar la cabeza hacia ella. Apreciaba el esfuerzo, pero algo en su interior no podía evitar sentirse irritado, quizás que estaba tan cargada de expectativa que lo sofocaba.
—Fue... interesante.
—Lo digo en serio, Jungkook. Quiero saber si te ayudó en algo —insistió, su tono más suave ahora, casi como si hablara con un niño al que no quería asustar.
Soltó un suspiro, cruzando los brazos sobre su pecho mientras trataba de domar la irritación que se arremolinaba en su interior. No quería explotar. No con ella. Giavanna viajó la noche anterior solo para acompañarlo, y eso significaba más de lo que podía admitir en voz alta. Ella tenía su propia vida, su carrera, y encima estaba involucrada en proyectos filantrópicos que parecían absorberla por completo.
—Estoy bien, cariño. Gracias por acompañarme.
—Sabes que siempre estaré aquí si me necesitas, ¿verdad?
Asintió lento, pero no respondió. Su mente comenzó a divagar, recordando esas fotos que vio hace dos días. Giavanna estuvo en Kenia, rodeada de niños que parecían fascinados con ella. En unas fotografías ella sostenía unas hojas y señalaba algo con entusiasmo, mientras los niños la miraban con sonrisas enormes. Jungkook, a pesar de lo mal que se sentía en ese momento, el ver esas fotos le arrancaron una sonrisa. Mientras él luchaba por mantenerse a flote en su batalla interna, ella parecía encontrar algo de paz en esos proyectos sociales. Y aunque admiraba su dedicación, no podía evitar sentirse frustrado.
—Deberías enfocarte más en la actuación —soltó de repente, sin mirarla.
Giavanna parpadeó, sorprendida por el cambio repentino en la conversación.
—¿A qué te refieres?
—A que tienes todo para brillar como actriz —continuó su tono algo más duro de lo que pretendía—. No entiendo por qué pierdes tiempo con otras cosas, como esos proyectos...
—No lo hago solo por ellos —lo miró fijo, cruzándose de brazos—. Esto también me ayuda a mí. Me recuerda lo que importa, lo que quiero ser, en frente y fuera de las cámaras.
El silencio entre ellos parecía interminable, cargado de una tensión incómoda que él no podía ignorar. Su frustración, que siempre encontraba una forma de escurrirse entre las grietas, habló más fuerte que su corazón. Tragó saliva, su mirada fija en la ventana como si buscara allí una salida. Con un suspiro casi inaudible, se inclinó hacia Giavanna y apoyó su cabeza en su hombro.
—Lo siento...
Ella giró ligeramente la cabeza para mirarlo. Sus ojos, siempre tan oscuros y llenos de intensidad, ahora mostraban una vulnerabilidad que rara vez dejaba entrever. No dijo nada al principio, solo lo observó, notando la ligera contracción de su mandíbula y el arrepentimiento sincero que emanaba de cada palabra no pronunciada.
—Está bien —continuó, apenas en un susurro—. Si esto te hace feliz... si lo disfrutas, entonces sigue haciéndolo. Yo solo... no lo entiendo todavía.
—Gracias por eso, Jungkook —dijo con ternura, dándole un breve apretón en el brazo antes de sonreír con suavidad—. Y no te preocupes, no estoy molesta.
El alivio que él sintió fue notable. Cerró los ojos por un momento, permitiendo que el peso de sus palabras lo envolviera. Ella no estaba molesta. Todo estaba bien. Pero eso no era suficiente para apaciguar el caos en su interior. Necesitaba más. Necesitaba sentirla cerca, como un ancla en medio del océano turbulento en el que estaba atrapado.
—Abrázame —ordenó de repente, su tono bajo, pero firme, como un niño exigiendo consuelo.
Parpadeó, un poco sorprendida por la petición, pero no dudó. Con cuidado, lo rodeó con sus brazos, acercándolo a ella. Él permaneció con la cabeza en su hombro, su respiración lenta pero pesada, como si estuviera luchando por mantener cada fragmento de sí mismo unido.
—¿Así está bien? —preguntó en voz baja, sus dedos comenzando a deslizarse por su cabello corto en un gesto suave y maternal.
Asintió, cerrando los ojos mientras sus hombros perdían algo de la rigidez que mantuvo durante horas. No era solo el abrazo; era ella. Su olor, su calidez, la manera en que sus dedos se movían por su cabello como si intentaran borrar las cicatrices invisibles de su alma.
No podía evitarlo. Había algo en Giavanna que lo hacía regresar a ese niño perdido que nunca tuvo a quién aferrarse. Su piel pecosa, su cabello rojo que brillaba como un faro, y esa serenidad que parecía contrastar con el huracán que él llevaba dentro. La necesitaba de una manera que lo aterraba, pero no podía evitar buscar su refugio.
Lo sostuvo en silencio, dejando que él absorbiera cada segundo del momento. Sus manos seguían trazando líneas invisibles en su cabello, su gesto lleno de una dulzura que Jungkook casi podía saborear. La lucha en su cabeza no desaparecía, pero con ella allí, se sentía más soportable, como si por un instante pudiera compartir su carga con alguien más.
El silencio se alargaba entre ellos, roto solo por el sonido suave de la respiración de Jungkook contra el cuello de Giavanna. Sus dedos se seguían deslizando por su cabello corto, pero esta vez más lento, casi como si estuviera marcando su territorio en cada caricia. Él abrió los ojos, su mirada pesada y oscura, se encontró con la de ella. Lo miraba con algo más que preocupación; había un brillo en sus ojos, una mezcla de deseo y anhelo que reconoció al instante, por lo que sintió su cuerpo tensarse bajo el peso de esa mirada, su respiración volviéndose errática. Por dentro, luchaba contra la ansiedad que crecía como un fuego descontrolado. Sabía lo que ella quería, lo que buscaba, y la idea de ahora no estar a la altura lo aterraba.
Necesitaba complacerla, mantenerla cerca, asegurarse de que no se cansara de él.
Giavanna cerró la distancia, sus labios rozando los de Jungkook con una suavidad que lo estremeció. Al principio, él respondió con cautela, pero su indecisión no duró. Las manos de ella se aferraron a su nuca, y el beso se intensificó, desbordando la pasión que él siempre intentaba contener.
La sujetó por la cintura, sintiendo su calidez a través del delgado tejido. Giavanna, sin apartarse, se acomodó sobre él, sus piernas a cada lado de sus caderas. Sus labios se buscaban con urgencia, como si intentaran recuperar el tiempo perdido. Durante más de un año juntos, se volvió adicta a cómo él la hacía suya, cada beso y caricia llevándola al borde de la locura. Aquella última noche en que él apareció en su puerta, rogándole que lo amara, dejó un vacío en ambos al no consumarse, ya que luego de que lo acompañara a la clínica privada, ella tuvo que viajar por su proyecto.
Ahora, ese vacío clamaba ser llenado.
Ella recorrió su cuello y mandíbula con besos lentos, mientras sus dedos se aferraban a su cabello. La respiración de ambos se entremezclaba, disipando cualquier duda que pudiera quedar. La necesitaba, y estaba dispuesto a entregarle todo, aunque eso lo consumiera. Giavanna se movía con seguridad, restregándose, sus manos explorándolo. Jungkook apretó con más firmeza sus muslos, sus dedos hundiéndose en su piel, mientras la tensión en el aire crecía, alimentada por un deseo que amenazaba con desbordarse.
Intentaba aferrarse a la conexión con Giavanna, aunque la abstinencia y el caos en su mente lo empujaban al borde. Cada roce avivaba el fuego en su interior, pero la sombra de su lucha personal comenzaba a nublarlo todo. Mientras ella buscaba recuperar la intimidad perdida, él sentía cómo un muro invisible lo frenaba, un peso que lo alejaba incluso de aquello que más deseaba.
Su respiración se volvió errática, mezclando la tensión del momento con la frustración que empezaba a apoderarse de él. Giavanna se restregaba contra él, sus labios viajando por su cuello, sus movimientos precisos, pero cada vez que intentaba entregarse por completo, su cuerpo parecía traicionarlo, atrapado entre el deseo y la parálisis.
—Giavanna... —murmuró, su voz ronca, cargada de una mezcla de necesidad y desesperación.
Lo ignoró al principio, intensificando sus movimientos, intentando romper el muro que lo mantenía distante. Pero cuando sus manos apretaron sus caderas y la detuvieron con suavidad, ella se inclinó hacia atrás, sus ojos llenos de preocupación.
—¿Qué pasa? —preguntó con suavidad, sus dedos acariciando su rostro mientras buscaba entenderlo, por lo que él cerró los ojos, tragando el nudo en su garganta.
—No puedo... —susurró, odiándose por tener que decirlo. Su frente se apoyó en el hombro de ella, tratando de ocultar su vergüenza. Las palabras pesaban como plomo en su lengua—. Quiero... pero no puedo.
El silencio entre ellos se llenó de tensión, pero no era solo la incomodidad de su confesión, sino la lucha interna que sentía por no poder corresponderle como deseaba. Ella, al comprender su lucha, acarició su cabello con calma, sus dedos deslizándose con ternura.
—Está bien, Jungkook —murmuró, su voz cálida, reconfortante. Se inclinó para besar suavemente su sien—. No tienes que demostrarme nada. Estoy aquí contigo.
Sus palabras aliviaron ligeramente el peso en su pecho, pero la frustración seguía ahí, retorciéndose en su interior. Quería dárselo todo, ser suficiente para ella, pero la lucha dentro de su cabeza era un monstruo que no podía domar, no aún.
Apoyó la frente en el hombro de Giavanna, como si el contacto pudiera disipar el abismo que lo consumía. Sin embargo, la vergüenza era sofocante, una niebla densa que se aferraba a su piel. No podía mirarla, no después de admitir que estaba bloqueado, que su cuerpo y mente lo traicionaban de esta manera.
—Soy un inútil... —susurró, casi para sí mismo, pero ella lo escuchó claramente. Las palabras salieron entrecortadas, cargadas de un dolor que lo golpeaba con fuerza—. No puedo ni siquiera darte esto.
Giavanna abrió la boca para responder, pero él continuó, su voz apresurada y desesperada.
—Te deseo, Giavanna. Te necesito... más de lo que puedo explicar —tomó aire, intentando encontrar las palabras adecuadas mientras sus pensamientos oscuros giraban como una tormenta—. Pienso que si... estuviéramos juntos, podría sentirme mejor. Podría distraerme de todo esto, de la mierda que tengo en la cabeza —se frotó las sienes, su mandíbula tensa, sintiendo el peso de su confesión—. Pero no puedo. Estoy atrapado. Mi mente está hecha un desastre, y aunque intento controlar esto, siento que me estoy hundiendo más y más —su voz se quebró al final, un reflejo de la oscuridad que lo envolvía—. Y tengo miedo de recaer... Miedo de que esto te aleje de mí.
Lo observó en silencio por un momento, su corazón encogiéndose ante su vulnerabilidad. Entonces, con suavidad, ella deslizó sus dedos por su cabello y acarició su nuca, obligándolo a levantar la mirada.
—Jungkook, no voy a irme —dijo con voz firme, pero llena de ternura—. Estoy aquí contigo, ¿entiendes? No importa lo que pase.
La miró finalmente, sus ojos oscuros llenos de tormento, buscando algún rastro de rechazo, pero solo encontró comprensión y una calma que parecía envolverlo como un bálsamo.
—No tienes que luchar solo —continuó, acariciando su mejilla con los dedos mientras le sostenía la mirada—. No me importa si estás bloqueado o si estás atravesando un momento difícil. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.
Las lágrimas amenazaron con escapar de sus ojos, pero Jungkook las contuvo, inclinándose ligeramente hacia su toque. El peso en su pecho no desapareció por completo, pero sentir su apoyo alivió parte de la carga.
—Jungkook, quizás si esto sigue siendo tan difícil...—tomó una pausa, eligiendo con cuidado sus palabras y manteniendo la calma aunque su corazón latía con fuerza—, podrías considerar buscar ayuda profesional. No estás solo, pero a veces, con alguien más, podría ser más fácil... Tal vez una rehabilitación...
No alcanzó a terminar antes de que él se tensara, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de incredulidad y rabia contenida.
—¿Rehabilitación? —repitió con amargura, su voz más grave y dura—. ¿Crees que necesito eso? ¿Eso es lo que piensas de mí?
El peso de sus viejas heridas lo golpeó como un tren, trayendo consigo recuerdos que preferiría enterrar. Pero antes de que pudiera desatar su furia, un repentino sonido cortó la tensión: el celular de Giavanna vibraba insistentemente desde el sofá. Ella se levantó al instante, alejándose de Jungkook.
—Un segundo —murmuró, con un toque de prisa, al ver el nombre en la pantalla.
—¿Quién es? —preguntó de inmediato, su voz cargada de sospecha y miedo a la respuesta.
—Dame un momento, por favor.
La observó salir, su mente dando vueltas, consumido por la incertidumbre y el temor de que, tras todo lo compartido, ella pudiera estar ocultándole algo. Su pierna comenzó a moverse de arriba abajo, el ritmo acelerado marcando la ansiedad que lo invadía. ¿Con quién estaba hablando? ¿Era alguien que realmente necesitaba escuchar? ¿Era el motivo por el que estuvo tan atenta al celular? La incertidumbre lo carcomía. Todo parecía conectar con una sensación de desconfianza que lo invadía como una sombra.
Su celular vibró en la mesa, un mensaje de Jimin. Al instante su vista se enfocó en la pantalla, tratando de distraerse. Mientras sus dedos temblorosos lo desbloqueaban, por la ansiedad que ya estaba presente, comenzó a morderse las uñas.
JIMIN
Hey, Jungkook, pronto voy a ir a Estados Unidos. ¿Fiesta cuando llegue? Como siempre, ¿no?
El mensaje hizo que su pulso se acelerara, pero decidió responder con calma, buscando distracción en esa conversación trivial.
JUNGKOOK
No, Jimin. Ya dejé todo eso. Estoy con Giavanna, y quiero que las cosas entre nosotros funcionen de verdad.
La respuesta llegó casi de inmediato, y frunció el ceño mientras leía.
JIMIN
¿En serio? ¿Otra vez te tienen de las pelotas? Ya sabemos cómo termina esto, hermano.
Respiró hondo y su corazón dio un vuelco. ¿En qué momento se convirtió en ese hombre débil para Jimin? Pero, a pesar de las palabras de su amigo, le respondió con firmeza.
JUNGKOOK
Esta vez es diferente.
Quiero ser una mejor persona,
quiero darle lo que se merece.
Ella es lo que más me importa ahora.
Todo lo que hice antes... fue una estupidez.
JIMIN
Me sorprende. No pensé que fueras tan fácil de engancharte otra vez.
Pero bueno, si crees que cambiar por ella es lo correcto... solo espero que dure.
Lo que me extraña es que sigas esto por alguien más y no por ti mismo.
Las palabras de Jimin calaron hondo en él, aunque trató de no dejar que su amigo lo siga considerando vulnerable. ¿Por qué no lo hacía por él mismo? Esa pregunta, esa duda, le retumbó en la cabeza. Tal vez nunca hizo algo realmente por él, siempre por los demás, siempre para cumplir con expectativas ajenas.
A pesar de la leve molestia que sentía, escribió rápidamente.
JUNGKOOK
Es por mí también, Jimin.
Estoy cansado de esta vida de mierda.
La amo y quiero ser mejor.
JIMIN
Entiendo. Solo espero que puedas ser ese Jungkook de hace años.
Ese que estaba bien y sabía lo que quería. Extraño verlo, ¿lo encontrarás?
Se quedó inmóvil por un momento, mirando el mensaje. El pasado lo alcanzó de nuevo, con todos sus errores, sus caídas y los recuerdos de los días en que su vida parecía tener sentido antes de que todo se desmoronara de nuevo por un error.
¿Por qué no podía dejar de caer?
Un nudo se formó en su garganta mientras recordaba lo que fue, las decisiones que lo llevaron hasta aquí, las mentiras que se contó a sí mismo para seguir adelante. ¿Podía realmente ser ese hombre otra vez? ¿Era posible volver a ser el mismo Jungkook de antes, el que estaba bien, el que no se destruía a sí mismo por dentro?
La respuesta era incierta, y ese miedo a no ser capaz de cambiar lo envolvía en una niebla de desesperación. Sin darse cuenta, su pierna volvió a moverse con ansiedad, al igual que su mente, mientras trataba de procesar todo lo que dijo y lo que todavía sentía en lo más profundo de su ser.
JUNGKOOK
No jodas. Ya no existe.
Pero seré aún mejor.
Y lo sabía. Giavanna... era su razón ahora. Por ella, iba a pelear contra lo que fuera necesario, incluso contra sí mismo.
Giavanna volvió a la sala, por lo que se levantó bruscamente, lanzando el celular al sofá con tanta fuerza que rebotó. Su mirada estaba fija en ella, cargada de tensión, buscando respuestas que no llegaban. Notó su postura rígida, el rostro marcado por una mezcla de inquietud y emoción que le heló la sangre. Antes de que ella pudiera decir algo, él cerró la distancia de un paso rápido, tomando sus hombros con firmeza, como si necesitara aferrarse a algo tangible para calmar la tormenta que lo consumía.
—¿Con quién hablabas? —exigió saber, su voz cargada de impaciencia, un destello de ira en sus ojos—. ¿Por qué te veo así? ¿Qué pasa, Giavanna?
Trató de esquivar su mirada, buscando algo en el aire, pero la tensión en el ambiente no ayudaba a calmar la tormenta que se desataba en su interior. Ella pasó su mano libre por su rostro, como buscando alivio o tal vez como un gesto instintivo para esconder sus emociones. Pero el no cedió.
—Dime, ¿con quién hablabas? —insistió, la frustración claramente marcada en su tono—. ¿Qué pasa? Me estás asustando...
—Relájate, Jungkook —lo miró, respirando hondo, y trató de calmarlo, aunque su propia agitación era evidente—. Hay algo que tengo que contarte, algo importante...
El simple hecho de que le pidiera que se relajara solo alimentó aún más su ansiedad. Los pensamientos comenzaron a multiplicarse con rapidez, su mente corriendo como un torbellino. Mil ideas comenzaron a invadirlo: ¿Estaba todo a punto de desmoronarse? ¿Había algo que ella ocultaba? ¿Había alguien más en su vida? ¿Qué había detrás de esa llamada que la dejó tan afectada?
—¡No me pidas que me relaje! —su voz subió de tono, el pánico en su pecho empujándolo a una ruptura emocional—. No me hagas esperar más, ¿qué carajo está pasando? ¿Por qué me dices que me calme cuando parece que algo no está bien?
Lo miró por un momento, luchando por reunir el coraje suficiente para seguir. Sus ojos se cerraron brevemente antes de suspirar, sintiendo la presión acumulándose en su pecho. Necesitaba decirle, pero temía cómo lo recibiría.
—Jungkook, por favor, solo... dame un momento para explicarte.
—¿De qué se trata? Habla de una vez.
—Hice un casting para una película —comenzó, su tono inseguro, pero determinada a hablar—. No tenía mucha fe... Ni siquiera te lo mencioné porque pensé que no saldría nada de eso, pero... —hizo una pausa, tragando saliva—. Me llamaron hace un rato, y... quedé para el papel protagónico.
El impacto de sus palabras lo dejó sin habla. Sus ojos se abrieron a la par, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Por un momento, el mundo pareció detenerse mientras asimilaba cada palabra. Una mezcla de sorpresa y orgullo comenzó a brotar en su interior, y lentamente, una sonrisa apareció en su rostro.
—¿Estás hablando en serio?
Asintió, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Es una adaptación de una bilogía de libros muy conocida, así que si la primera película tiene éxito, harán una segunda.
Jungkook dio un paso hacia ella, y sin dudarlo, la envolvió en un abrazo fuerte y cálido.
—¡Eso es increíble, Giavanna! —exclamó con genuina alegría, apretándola contra su pecho mientras su sonrisa se ensanchaba—. Estoy tan orgulloso de ti, ¿sabes? Lo mereces. Te lo mereces todo.
Aunque sentía el cuerpo de Giavanna un poco tenso entre sus brazos, no pudo evitar llenar su rostro de besos, uno tras otro, sus labios rozando sus mejillas, su frente, incluso la punta de su nariz.
—Este año será tuyo, ¿lo sabes? —susurró contra su piel, su voz cargada de amor—. Estoy tan feliz por ti, mi amor.
Sin embargo, al separarse ligeramente, sus manos aún sostenían el rostro de ella. La estudiaba con detalle, sus ojos escrutando cada rincón de su expresión. Notaba algo que no cuadraba.
—¿Qué pasa? —preguntó con suavidad, su pulgar acariciando su mejilla, pero ella desvió la mirada, su respiración entrecortada, como si la culpa la estuviera consumiendo desde dentro—. No pareces feliz.
—Jungkook... hay algo más que debes saber.
—¿De qué se trata? —su voz era baja, pero firme, y la tensión comenzó a instalarse en sus hombros.
—Nicholas... Él será mi coestrella.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Los ojos de Jungkook se entrecerraron mientras su mandíbula se tensaba visiblemente. Su mente procesaba esa información, y su corazón parecía detenerse por un instante.
—¿Nicholas?
Asintió lentamente, sintiendo el nudo en su garganta mientras anticipaba la tormenta que se avecinaba. Jungkook, con la mirada fija en ella, apartó las manos de su rostro con delicadeza, pero la tensión seguía en el aire. El nombre de Nicholas resonaba en su mente, avivando un resentimiento antiguo. Pasó una mano por su cabello, luchando por calmar la mezcla de emociones que lo consumían.
—¿Y cómo te sientes con eso? —interrogó finalmente, su tono neutro, pero sus ojos reflejaban una tormenta interna, por lo que ella tragó saliva, sintiendo la presión de su mirada.
—No lo sabía hasta ahora —admitió, su voz baja—. Pero sé lo que esto significa para ti, y...
—¿Y qué? —la interrumpió, su voz ahora más áspera—. ¿Qué esperas que diga, Giavanna?
—Jungkook, esto no cambia nada entre nosotros. Es solo trabajo.
—Solo trabajo... Claro —soltó una risa seca, sacudiendo la cabeza, y la miró de nuevo, sus emociones mezcladas en un torbellino—. Quiero creerlo. Quiero creer que esto no afectará lo que estamos construyendo.
—No lo hará —prometió con firmeza, extendiendo una mano hacia él, tocando suavemente su brazo. Pero Jungkook soltó una carcajada amarga, moviendo la cabeza con desprecio. El sonido, vacío de esperanza, flotó en el aire, como si la certeza de sus palabras no fuera más que una ilusión.
—¿De verdad piensas que te voy a creer? ¿Crees que no sé lo que pasa en tu cabeza? —su tono se volvió más venenoso, un veneno oscuro que sabía cómo herirla—. ¿O es que de repente te olvidaste del beso que interrumpí, Giavanna? Porque no me olvidé. Lo tengo bien grabado en la cabeza.
—Eso no tiene nada que ver. Fue hace muchísimo tiempo.
—¿Y qué? ¿Crees que no soy capaz de ver lo que estás haciendo? —su respiración se agitó, los ojos oscilando entre la furia y la desesperación—. ¿Quieres a ese hijo de puta en tu vida? ¿Acaso no te basta conmigo? ¿Tengo que competir con él?
Sintió la angustia crecer en su interior, pero algo en ella comenzó a resistirse, a no dejar que la rabia de él la destruyera.
—Si no puedes confiar en mí y soportar que me acerque a otras personas, entonces tal vez nunca deberías haberte metido en una relación.
—¿Una relación? ¿De qué me hablas? ¿Qué tipo de relación es esta? —soltó una risa sarcástica—. Una relación llena de inseguridades y mentiras. Siempre es lo mismo contigo. No me das lo que quiero, no me das lo que necesito, y me dejas ahí, siempre esperando, siempre soportando tus indecisiones —la miró con el rostro desencajado, su cuerpo tenso. Estaba al borde de perder el control, las palabras le salían sin filtro, como una reacción automática de su ira interna—. ¿Sabes lo que me has hecho sentir, Giavanna? ¡Eres un puto desastre! Y aun así, me sigues culpando a mí. Pero claro, todo tiene que ser mi culpa, ¿verdad?
—¿Eso piensas? ¿Que nunca cambié? ¡He estado luchando! —su voz se quebró, pero su mirada permaneció firme mientras lo confrontaba—. Luchando con mis inseguridades, con mi pasado, con todo lo que me duele. ¡Y tú lo sabes! Estoy trabajando en mí misma porque quiero ser mejor... para mí, pero también para nosotros. ¿Y aun así me dices que soy la misma?
Jungkook no respondió de inmediato. Su mandíbula se tensó, y sus ojos oscurecidos parecían luchar contra las emociones que lo desbordaban. Las palabras lo tocaron, pero en lugar de retroceder, su frustración lo empujó aún más lejos.
—¿Y qué? ¿Eso justifica que quieras tener a Nicholas rondándote? —cuestionó con veneno, su voz un susurro afilado—. Tal vez debería hablar con la producción y hacer que lo saquen del proyecto. Si no está, no habría problemas entre nosotros, ¿verdad?
—¿Eso es lo que crees que resolvería todo? ¿Sabes lo infantil que suenas? Esto no es sobre Nicholas, y lo sabes. Esto es sobre ti y tus inseguridades —sintió cómo la rabia se encendía en su pecho, pero esta vez la contuvo, cruzando los brazos mientras lo enfrentaba—. Siempre tienes miedo de que alguien más me haga feliz porque, en el fondo, no crees que seas suficiente —El impacto de sus palabras lo hizo retroceder un paso, pero la ira aún nublaba su juicio—. Pero, ¿sabes qué, Jungkook? No puedo seguir lidiando con tus miedos si no estás dispuesto a enfrentarlos tú también.
—¿Enfrentar mis miedos? ¿Y tú qué carajos sabes de mis miedos? ¿Acaso sientes mi lucha constante por no perderte, por no volverme loco ahora que sé que él estará todo el tiempo contigo? —soltó una risa con sarcasmo, pero su risa era amarga, cargada de dolor—. Aunque intento confiar en ti, no puedo sacarme de la cabeza la idea de que vas a dejarme y a elegir a alguien más.
Giavanna sintió el peso de sus palabras, pero se negó a retroceder.
—¡No puedo ayudarte si no dejas de atacarme! —respondió, con la voz temblorosa pero decidida—. Tienes que entender que te amo, que no soy tu enemiga. Si sigues viéndome como una amenaza, no vamos a poder salir de esto.
El silencio cayó sobre ellos como una losa. La miró, su respiración pesada, sus manos temblando ligeramente. Quería gritar, romper algo, pero en cambio, simplemente cerró los ojos y dejó caer los hombros.
—Tal vez no soy lo que necesitas. Tal vez deberías estar con alguien que no te haga sentir así.
—No hagas eso. No uses tus miedos para alejarnos —sintió cómo su corazón se desgarraba ante sus palabras. Se acercó lento, colocando una mano en su brazo para detenerlo—. Si realmente quieres que esto funcione, deja de buscar excusas y empieza a confiar en mí. Estoy aquí, Jungkook, contigo. Pero si sigues empujándome, entonces sí vas a perderme.
—¡No entiendes nada! ¡¿Es que no lo ves?! ¡Estoy perdiéndolo todo! —gritó, su voz rota por la furia—. ¡Y tú sigues aquí, haciendo lo que te da la gana, metiéndote en todo lo que no te corresponde! ¡Todo lo que he hecho, todo lo que he sacrificado, y tú sigues sin ver lo que está pasando!
—Jungkook, no puedes hacer esto. No puedo estar aquí si me vas a tratar así —dio un paso atrás mientras lo observaba—. Si vas a seguir siendo tan destructivo, no hay nada que podamos hacer.
Su corazón latía con fuerza, pero la tristeza la envolvía más que la ira. A pesar de la rabia y palabras de Jungkook, había algo dentro de ella que se negaba a rendirse. No quería perderlo, pero tampoco quería perderse a sí misma. Cuando él vio su rostro marcado por la angustia y la confusión, un golpe interno lo desestabilizó. La culpa lo carcomía, pero no sabía cómo manejarla, cómo detener la sensación de que su mundo se desmoronaba.
Sin decir palabra, caminó rápidamente hacia las escaleras, sin mirar atrás. Giavanna lo observó alejarse, una extraña impotencia llenando su pecho. Quería ir tras él, abrazarlo, hacerlo entender, pero algo en su interior le decía que necesitaba estar solo, que no podía seguir soportando el caos que los rodeaba.
Jungkook subió a su habitación sin conciencia de sus pasos, cerrando la puerta con fuerza, el sonido reverberando en el pasillo. Se desplomó sobre la cama, sus manos temblorosas y el corazón golpeando en su pecho. Cerró los ojos, esperando encontrar algo de paz, pero la oscuridad solo lo envolvió más. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿Por qué siempre se sentía al borde de la destrucción? Permaneció allí, inmóvil, buscando alguna respuesta dentro de sí, algo que le dijera que aún valía la pena. Pero lo único que encontró fue el retumbar de su autocrítica. Pensó en todo lo que hizo para darle a Giavanna un futuro mejor, en cómo intervino para lanzar su carrera, asegurándose de que ella tuviera la oportunidad que merecía. Sin embargo, nada de eso parecía ser suficiente. Tal vez nunca lo sería.
La desesperación lo invadió, y la sensación de estar perdiendo el control de su vida lo paralizó. Sintió que ya no podía seguir más, que nada importaba. La autocrítica lo arrastraba aún más hacia abajo, hacia un lugar oscuro donde la única opción parecía ser desaparecer. Sin decirle nada a nadie, se encerró en su propia tristeza, en su propia mente atormentada, sin saber cómo salir de ahí.
(...)
Jungkook no podía encontrar descanso. Su mente era un torbellino de gritos y pensamientos que lo arrastraban al abismo. Dos pesadillas lo dejaron marcado, como si el sueño mismo le hubiera arrebatado algo que ya no podía recuperar. El sudor frío empapaba su piel, y su cuerpo reaccionaba a la abstinencia, esa constante presencia que lo debilitaba cada vez más. Su respiración se volvía irregular, cada inhalación una lucha por mantener el control, pero sentía cómo se desmoronaba, más cerca de la oscuridad que lo consumía.
Giraba en la cama, el sudor empapando su piel, el corazón desbocado por la rabia y la frustración. La discusión con Giavanna seguía martillando en su mente, la frialdad de sus ojos al mencionar a Nicholas, una traición que lo atravesaba como un puñal.
Miró el reloj en la mesita de noche, su luz proyectando sombras distorsionadas en la pared. Era de madrugada. La oscuridad fuera de la ventana parecía más pesada, más opresiva.
Se levantó de golpe, los músculos tensos, atrapado entre la furia y la desesperación. La cama ya no podía retenerlo, su mente era un laberinto que lo arrastraba al abismo. La necesidad de algo, de cualquier cosa que lo sacara de esa espiral, lo empujaba a moverse, aunque sabía que nada lo calmaría realmente.
Entró al baño, y al mirarse en el espejo, vio a un extraño. Sus ojos, oscuros y vacíos, eran un reflejo de una rabia profunda, de una abstinencia que lo corroía desde dentro. El hombre que lo miraba parecía alguien que ya no podía reconocerse. Lavó su rostro con agua fría, pero la sensación de suciedad y vacío no se fue. Su respiración era entrecortada, cada exhalación un suspiro ahogado, un grito silencioso.
Con un gruñido, salió del baño y caminó por el pasillo, sus pasos arrastrándose como si cada uno fuera más pesado que el anterior. Se detuvo frente a la puerta entreabierta de la habitación donde se quedó Giavanna. La vio recostada, ajena al caos que rugía dentro de él. Estaba tan tranquila, tan serena, pero esa calma solo intensificaba su propia ansiedad. La necesidad de acercarse a ella chocaba con su temor a arrastrarla aún más hacia su tormenta.
La observó en la penumbra, su respiración suave, casi etérea. Por un instante, se sintió pequeño, frágil, como un niño perdido en la oscuridad de su propia mente. Ella no merecía esto, no merecía ser parte de su caos. Sin embargo, ahí estaba, a su lado, aún quedándose a pesar de que él no tenía nada que ofrecerle. Esa constante presencia la destrozaba por dentro, como si su sufrimiento fuera demasiado grande para que ella lo compartiera. ¿Cómo había llegado tan lejos? ¿Por qué ella seguía allí, cuando él solo sabía destruir lo que tocaba?
Un vacío se extendió por su pecho, como si todo lo que había construido se desmoronara en silencio. A pesar de su anhelo de acostarse junto a ella, de sentir su calor y su consuelo, la ansiedad lo arrastró nuevamente hacia la cocina. Necesitaba algo, cualquier cosa que lo sacara de este estado, aunque sabía que nada lo calmaría realmente.
Con los músculos tensos y su mente atrapada en espirales de pensamientos oscuros, caminó hacia la cocina. En la mesa encontró una cajetilla de cigarrillos olvidada. Sacó uno con manos temblorosas y lo encendió, observando cómo la llama parpadeaba en la oscuridad. Aspiró con fuerza, sintiendo el ardor del humo recorrer su garganta, la nicotina abrasando su boca. Con cada bocanada, los recuerdos se desvanecían momentáneamente, reemplazados por una niebla densa, casi viscosa, que lo mantenía a flote en su propio abismo de oscuridad.
Abrió la nevera con fuerza, sin importarle lo que cayera de su interior. Su mirada vacía recorría, buscando algo que pudiera calmar el caos dentro de él. Nada importaba, solo el deseo de silenciar el hambre, el vacío, la ansiedad que lo devoraba. Tomó un plato de pasta fría, devorándolo sin siquiera calentarlo. Cada bocado era un intento desesperado de llenar el abismo que sentía. Masticaba, tragaba, pero nunca encontraba satisfacción. El cigarro en su mano se consumió sin notarlo, solo para encender otro, buscando en el humo algo que apagara la tormenta en su mente.
Comió más, como si la comida pudiera sellar los vacíos en su interior, pero cada bocado solo lo hundía más. El peso de la comida, la presión del cigarro, lo empujaban a un lugar oscuro, donde la desesperación se multiplicaba. Nadie lo salvaría. Ni la comida, ni el cigarro, ni el ejercicio, ni el tiempo. Todo se desmoronaba, y lo peor de todo era que, a pesar de todo, deseaba regresar a Giavanna, buscar su calor, su paz. Pero la idea de arrastrarla a su caos lo destrozaba. No podía hacerle eso.
Sentado en la cocina, rodeado de cenizas y colillas, su cuerpo estaba tenso, tembloroso. Cada inhalación del cigarro era un esfuerzo. No era solo la nicotina lo que necesitaba, sino algo más fuerte, algo que calmara la tormenta en su cabeza. La ansiedad lo consumía, y aunque intentaba llenar el vacío con comida, nada lo satisfacía. El dolor en su estómago y la angustia en su pecho se intensificaban con cada bocado.
El vacío no desaparecía, solo se amplificaba, mientras su cuerpo se desmoronaba por la abstinencia. Pasó semanas sin las pastillas que lo mantenían a flote, y cada día sin ellas lo desgarraba más. La fragilidad lo estaba devorando por dentro. Entonces, escuchó un leve ruido. Giavanna. Se asomaba en la puerta, somnolienta y con un camisón de seda, observándolo. Sus ojos se encontraron, y todo se rompió. La fachada que construyó se desplomó, y la vergüenza lo invadió. Se cubrió el rostro con la mano temblorosa, tratando de ocultar su dolor. Pero era inútil. Las lágrimas comenzaron a caer, y con ellas, la sensación de humillación y culpa. No quería que la viera así, pero ya era demasiado tarde.
Giavanna dio un paso hacia él, vacilante, el aire pesado con el olor a tabaco y desesperación que la envolvía en un manto de angustia. Su pecho apretado, cada segundo más denso, se acercó y, temblorosa, lo abrazó por detrás, rodeando su cuerpo con una calidez incapaz de aliviar su sufrimiento. Su piel ardía, el calor de su cuerpo contrastando con el frío ambiente, pero Giavanna no se apartó. Se aferró a él como si su propio cuerpo fuera lo único que pudiera sostenerlo, sintiendo cómo la oscuridad se apoderaba de ambos.
—Lo intento, Giavanna... de verdad lo intento...—Su voz se rompió, atrapada en el dolor y la furia, mientras sus lágrimas caían sobre las manos de ella. El peso de su miseria lo consumía, y aún así, en su quebranto, le suplicaba, le pedía que lo entendiera, que viera su esfuerzo por dejarlo todo por ella.
Giavanna apretó el abrazo, sintiendo cómo su propio corazón se desgarraba al ver su vulnerabilidad. En su mente resonaba el eco de su propio sufrimiento, las cicatrices de un pasado marcado por el dolor y la pérdida. Temió que Jungkook cayera en el abismo que una vez atrapó a su padre, pero él tomó la decisión de dejarlo todo por ella, y eso la destrozaba aún más. El vacío que creó en su alma solo podía llenarlo él mismo.
—Lo sé, Jungkook... lo sé —susurró, su voz quebrada, mientras sus manos recorrían su espalda, intentando calmarlo, ser su refugio—. Yo también lo estoy intentando... pero tienes que confiar en que no estás solo... No tienes que hacer esto solo.
—No... No te alejes de mí, por favor —murmuró con una voz rota, casi inaudible, como si necesitara que ella lo escuchara en lo más profundo de su alma.
Giavanna no habló, pero su abrazo se apretó, como si su cercanía pudiera sellar el caos que lo consumía. Su cuerpo temblaba contra él, pero no se apartó. No podía. Él buscaba algo que solo ella podía ofrecer: paz en medio del naufragio. El aire denso, cargado del olor a tabaco y sudor, envolvía su el cuerpo de Jungkook mientras sus respiraciones entrecortadas llenaban el espacio. Dejó caer su cabeza contra el hombro de Giavanna, buscando consuelo en la única cercanía que aún lo anclaba al presente. La humedad de su rostro en el suyo, el ardor de su piel, todo indicaba la abstinencia, el deseo reprimido, la lucha interna. Con manos temblorosas, él se aferró a los brazos de ella, como un niño buscando refugio, como si solo en Giavanna pudiera hallar algo que apaciguara la tormenta dentro de él. Lo sintió, cada estremecimiento suyo, y sin dudarlo, se mantuvo firme, siendo el pilar que Jungkook necesitaba, aunque su alma también ardiera en la misma oscuridad.
—Estoy aquí... contigo —murmuró, su voz acariciándolo con una mezcla de ternura y fuerza—. No importa lo que pase, no voy a soltarte.
Un gemido ahogado escapó de los labios de Jungkook al sentir el roce de su mejilla, una vibración quebrada que traía consigo más que solo rabia. Su respiración era irregular y sus ojos buscaban los de Giavanna, llenos de una necesidad que no encontraba consuelo. Ella bajó la mirada, sus dedos acariciando suavemente su mejilla, humedecida por la tormenta interna que ambos compartían. Lo atrajo más cerca, dejando que sus palabras pesaran en el aire, como un susurro roto entre ellos.
Sus respiraciones se sincronizaron, un eco silencioso de la conexión que aún los ataba. Ella acarició su cabello con delicadeza, como si alisar sus mechones húmedos pudiera apaciguar el caos que lo desgarraba.
—Te prometí que no te dejaría. Y no voy a hacerlo.
Asintió débil, buscando complacerla, como si ese pequeño gesto fuera su manera de asegurarse de que ella no lo abandonaría. Había algo desgarrador en la forma en que su cuerpo se relajaba, en cómo se entregaba por completo al consuelo que ella le ofrecía. Giavanna sintió su fragilidad, el dolor de un hombre que, a pesar de sus años, seguía buscando una seguridad que siempre se le negó.
El aire denso lo ahogaba, mezclado con el sabor amargo del exceso de comida que no lograba calmar su ansiedad, y el malestar de cigarrillos que seguían consumiendo su cuerpo. Un gemido bajo, como una súplica rota, escapó de sus labios cuando su cuerpo comenzó a inclinarse hacia el otro lado, como si la oscuridad lo arrastrara sin piedad. Giavanna reaccionó rápido, sujetándolo con fuerza antes de que cayera del taburete. Entonces, sintió el calor desagradable de su respiración apresurada, el aire cargado de angustia, y antes de que pudiera detenerlo, Jungkook se inclinó aún más, vomitando con una violencia que le desgarraba el pecho.
Sorprendida por la crudeza de la escena, no retrocedió. En lugar de sentir asco, se acercó más, apretando su abrazo alrededor de él mientras su cuerpo temblaba. La vista de su sufrimiento, de la vergüenza reflejada en su rostro, hizo que su corazón se apretara. Lo sostenía mientras él lloraba, apenado por tener que mostrarle ese lado suyo. El calor del vómito, la desesperación en sus ojos, todo formaba una imagen sombría que Giavanna no podía ignorar.
De repente, otro espasmo lo recorrió, forzándolo a inclinarse aún más sobre el taburete. Jungkook volvió a vomitar, esta vez entre jadeos rotos, su cuerpo luchando contra el exceso. Giavanna sostuvo con firmeza su espalda, temiendo que pudiera derrumbarse. Su respiración era errática, sus músculos tensos mientras los restos de su atracón y la mezcla de nicotina seguían atormentándolo.
El temblor en sus manos se intensificó, y aunque el vómito disminuyó, los sollozos regresaron con fuerza. Era como si cada lágrima y cada arcada liberaran un fragmento de la carga que llevaba dentro. Giavanna apretó más su abrazo, susurrándole palabras suaves, aunque no sabía si él realmente las escuchaba.
—No... puedo... con esto...
Jungkook se inclinó contra ella, exhausto, sus ojos cerrándose mientras el peso de la vergüenza y el cansancio lo hundían. Su pecho subía y bajaba rápidamente, todavía preso de la ansiedad. Entre jadeos y lágrimas, su voz apenas audible rompió el silencio:
—La vergüenza se adueñaba de cada fibra de su ser, envolviéndolo como una manta pesada que no podía apartar. Jungkook mantenía la cabeza baja, incapaz de sostener la mirada de Giavanna. Sentía el ardor en sus mejillas, una mezcla de humillación y desamparo. El eco de sus propias arcadas y sollozos resonaba en su mente, amplificando su desdicha.
Intentó apartarse, pero su cuerpo carecía de fuerza, y la proximidad de Giavanna solo intensificaba su vergüenza. No podía soportar que lo viera así, tan roto, tan vulnerable. Cada lágrima que caía de sus ojos le recordaba lo lejos que estaba de ser la persona que quería mostrarle.
—No me mires... —susurró, su voz apenas un hilo mientras giraba el rostro, ocultándolo en la curva de su brazo—. No quiero que me veas así. Lo siento...
Pero ella no apartó la mirada. Con suavidad, le acarició la espalda, rozando su piel tensa y cálida, susurrándole que no estaba solo. Pero esas palabras, aunque reconfortantes, solo lo hundían más en su propia percepción de fracaso. ¿Cómo podría ella quedarse después de esto? ¿Cómo podría mirar a alguien tan quebrado sin sentir lástima? La vergüenza se mezclaba con su furia interna, con ese odio hacia sí mismo que no podía ahogar. Cerró los ojos con fuerza, deseando desaparecer, mientras la voz de Giavanna lo sostenía en la realidad, aún cuando todo dentro de él clamaba por huir.
En ese momento, todo lo demás se desvaneció. No había palabras que pudieran aliviarlo, no había gestos suficientes para borrar la angustia. Solo existían ellos dos, buscando en el otro una razón para seguir, atrapados en un lazo que oscilaba entre el amor, la desesperación y una necesidad que ninguno de los dos podía negar.
Giavanna sentía cómo su cuerpo se tensaba mientras ayudaba a subir al baño, su piel fría y empapada de sudor, con el olor penetrante a tabaco y el vómito que aún se adhería a su camiseta. Era evidente que estaba en otro de esos episodios oscuros, donde su dolor y desesperación se apoderaban de él, y a pesar de todo, ella no podía apartarse. Cuando lo ayudó a entrar a la tina, él no dejaba de llorar, su rostro marcado por la vergüenza. Estaba temeroso, como un niño perdido, temblando ante la posibilidad de que ella lo dejara, como si no tuviera ya nada que ofrecer.
—Lo siento... Lo siento tanto... —murmuró entre sollozos mientras ella lo guiaba, su respiración agitada.
Se mantuvo firme, aunque por dentro sentía que se desmoronaba. Lo amaba, pero ese amor la desgastaba. Mientras ayudaba a Jungkook a sumergirse en la tina, él se abrazó a sí mismo, temiendo ser abandonado en su peor momento. La vergüenza lo consumía, y ella, entre la compasión y el temor, no podía ignorar cómo la oscuridad de él amenazaba con arrastrarla también.
—¿Puedo dejarte un momento?
—No... No me dejes... —susurró, con los ojos llenos de lágrimas, su voz rota de desesperación. Su mano temblorosa se alzó y la agarró con fuerza, como si temiera que ella se fuera y lo dejara allí, desmoronado, solo con su vergüenza—. Por favor... No me dejes...
—No es eso, Jungkook... Solo necesito limpiar un poco... la cocina —aclaró suavemente, intentando calmar su ansiedad. Con el corazón en un nudo, le acarició la mano para tranquilizarlo—. Solo un momento, ¿está bien?
La soltó, sabiendo que debía dejarla ir, aunque el vacío lo consumiera. Giavanna salió del baño con el corazón acelerado y, al bajar las escaleras y entrar a la cocina, se encontró con el caos: colillas de cigarro desbordando el cenicero, vómito en el suelo, y el desastre de comida desparramada. Un plato vacío de pasta, una huella de ansiedad y frustración en cada rincón, reflejando el peso que él llevaba consigo.
Mientras limpiaba, las lágrimas caían sin cesar, arrastrando con ellas su resistencia. Todo lo que estuvo soportando la estaba desmoronando desde dentro, dejándola vacía y rota. Amaba a Jungkook con una intensidad que ni ella misma comprendía, pero cada día le costaba más sostener una vida que se deslizaba entre sus dedos. ¿Cómo podría dejarlo en su peor momento? Se consideraría una hija de puta. Era imposible, incluso cuando sabía que él la estaba arrastrando hacia su oscuridad. No podía ser tan cruel.
El vómito en el suelo, las huellas del desastre, se sentían como un reflejo de su propia vida. Estaba limpiando las ruinas de su existencia, la que permitió que el amor y su propio miedo a la soledad destruyeran. Un sollozo escapó de su garganta, como si todo el dolor contenido de repente le aplastara el pecho. No podía ser tan egoísta, no podía dejarlo, aunque cada día lo perdía más a él y, con él, a sí misma.
Con el amanecer, Giavanna terminó de limpiar, pero el peso de la noche y el dolor compartido aún la aplastaban. Necesitaba escapar, aunque fuera por un momento, de esa atmósfera envenenada que parecía envolver su hogar. Decidió que necesitaba una ducha, un respiro, un intento inútil de limpiar la tristeza que la invadía. Pero al salir, al entrar a la habitación de él, encontró una visión que la detuvo en seco.
Jungkook estaba allí, tendido en la cama, su cuerpo encogido como si quisiera desaparecer entre las sábanas. Sus ojos, profundamente enrojecidos, aún brillaban por las lágrimas que derramó en la soledad. La fragilidad que él intentaba ocultar a todos, pero que ahora se desbordaba en su ser, la atravesó como un golpe.
—¿Te sientes un poco mejor? —preguntó, su voz suave pero cargada de preocupación.
—Duerme conmigo... por favor.
Una sombra de duda cruzó el rostro de Giavanna. El recuerdo de la discusión que tuvieron unas horas antes aún flotaba entre ellos, como un espectro del que no podían escapar. La promesa rota, el temor a lo que el futuro les deparaba, lo que él haría con Nicholas, las decisiones que parecían separarlos. Pero, al verlo allí, tan vulnerable, tan pequeño en su dolor, su corazón se quebró, y su voluntad cedió. Sin palabras, apagó la luz y se recostó junto a él en la cama.
En la oscuridad, la fragilidad de Jungkook emergió aún más fuerte. Se aferró a ella como si fuera su única salvación, su cuerpo tenso, casi temeroso, mientras sus lágrimas caían sin sonido, como un río que se desbordaba en la quietud de la noche.
—Lo siento... Lo siento mucho —susurró repetidamente, su voz rota por el arrepentimiento. —No me dejes, por favor. Respetaré todo, cada una de tus decisiones...
Agotada, sintió cómo su cuerpo y alma respondían a su sufrimiento. No podía hacer nada más que abrazarlo, rodearlo con sus brazos, acariciar su cabello y permitir que sus lágrimas se desvanecieran entre sus caricias. En esa oscuridad, en esa quietud, no había promesas ni respuestas, solo el consuelo de dos almas entrelazadas por el dolor y la necesidad de no estar solas.
(....)
Giavanna se encontraba sentada, con los nervios al borde, entre los demás miembros del elenco. Estaba rodeada de caras desconocidas y conocidas, como Nicholas, a quien apenas podía mirar sin que su mente se descontrolara. El espacio estaba lleno de una energía densa, casi tangible, que aumentaba su ansiedad. Los demás actores y el equipo técnico parecían tranquilos, pero ella sentía que el peso de la reunión la aplastaba.
Frente a ella, el director, llamado Edward Hawthorne, un hombre con la mirada penetrante y un aura autoritaria, estaba de pie junto a la pantalla gigante que se proyectaba detrás. La guionista, Haruka Takahashi, una mujer de rostro imperturbable y cabello oscuro, observaba con atención desde el costado. Ambos esperaban que el grupo prestara atención mientras se empezaba a hablar sobre la película.
—Bien, antes de comenzar con las expectativas técnicas, quiero recordarles por qué estamos aquí. Esta no es solo una película, es una experiencia—comenzó Edward con una voz grave que resonó en la sala—. "Harzadous Psychology" trata sobre los límites de la mente humana, sobre cómo los traumas, las obsesiones y los deseos oscuros se entrelazan. Es una historia de control, de poder, de pasión prohibida.
Giavanna sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras del director. Sabía que su personaje, Jezabel, iba a ser complejo. Una mujer fría y controlada, pero que se ve obligada a entrar en un juego peligroso con Kael, un prisionero que es buscado, que la obliga a ser su psiquiatra. La tensión entre ellos no solo era psicológica, sino que también tocaba lo más profundo del deseo humano. Y era ahí donde su mente se empezaba a perder, pensando en cómo lo haría, cómo lograría interpretar a una mujer tan distante, tan dura.
Mientras Edward hablaba sobre la complejidad emocional de los personajes, el tono de su voz llenando el espacio, ella intentó centrarse en la historia. Sin embargo, sus ojos no podían evitar desviarse hacia Nicholas. A su lado, él se mostraba calmado, observando al director con atención. Aunque el roce de sus miradas ocasionales hacía que su cuerpo se tensara y su corazón se acelerara.
—Jezabel es una mujer que se protege, que construye barreras alrededor de sí misma, pero cuando Kael entra en su vida, las cosas se complican —continuó dirigiendo su mirada a Giavanna—. Él no es solo un prisionero que escapó, es la representación misma del peligro, de la oscuridad humana. Y ustedes, como actores, deben poder reflejar esa contradicción: el deseo que hay en los ojos de Kael y la resistencia de Jezabel.
Giavanna apretó las manos sobre sus piernas, intentando no mostrar su incomodidad. El personaje de Jezabel le causaba ciertos nervios, porque era tan diferente a ella. Kael, por otro lado, debía ser tan intenso y perturbador, un contraste con la calma y el control de Jezabel. Todo esto estaba diseñado a la perfección.
—Y, Nicholas, tu personaje, Kael, necesita estar en una constante lucha interna. Un hombre que es un caos y, al mismo tiempo, un reflejo de lo que Jezabel podría llegar a temer en sí misma —explicó, ahora dirigiéndose hacia él—. Quiero que sientas esa contradicción, que el personaje no sea unidimensional. Kael es peligroso, sí, pero también es vulnerable. Ambos personajes lo son. Y esa es la clave de la película.
Giavanna desvió la mirada al instante, sintiendo cómo el aire se volvía más denso a su alrededor. El nombre de Nicholas resonó en su mente, y sus pensamientos se desplazaron hacia el beso que nunca hablaron. Ese único beso en la fiesta, tan cargado de tensión y deseo. Lo que más le dolía era saber que, a pesar de que no pasó nada más, las miradas de Jungkook se volvían más y más llenas de desconfianza desde que le confesó que trabajaría con Nicholas.
Pero ahora, en esa sala llena de personas, ella no podía dejar que esos pensamientos la distrajeran. La película debía ser su foco, no sus inseguridades. Al menos, intentaría eso.
—Así que, ¿quieren saber más sobre cómo abordar las dinámicas de poder en sus personajes? —preguntó, ahora mirando a todos los actores con intensidad—. Porque de eso se trata esta historia. No se trata solo de lo que ocurre entre estos dos personajes, se trata de la manipulación psicológica y cómo el control puede volverse una obsesión.
—En la historia, Jezabel no solo se enfrenta a la amenaza física de Kael. Ella también es atrapada en una batalla psicológica —habló, Haruka, su voz suave pero llena de autoridad—. Tiene que decidir entre lo que su mente le dice que es correcto y lo que su cuerpo le grita que es el deseo prohibido. Es una lucha que cada uno de nosotros puede entender, en sus propios términos.
Giavanna tragó saliva, sintiendo la presión de las expectativas. Sabía que su personaje tenía que ser fuerte, decidida, pero también vulnerable, tocada por el sufrimiento que Kael le impondría. Un hombre como él, lleno de caos y contradicciones, parecía tan distante de lo que ella sentía por Jungkook, pero las emociones eran las mismas. La atracción, la necesidad, la pasión que nacía incluso en el peligro.
—No hay nada como un buen desafío —Nicholas rompió el silencio con una sonrisa arrogante, como si hubiera entendido todo a la perfección.
Una vez que la reunión acabó, Nicholas se quedó hablando con Haruka mientras Giavanna se despidió del grupo con una sonrisa cortés. Caminó hacia el estacionamiento, con su mente zumbando por la intensidad de la reunión y las expectativas puestas en su interpretación de Jezabel. El eco de sus pasos en el asfalto era el único sonido que la acompañaba hasta que, de repente, escuchó unos pasos rápidos detrás de ella, seguidos de un grito.
—¡Giavanna!
Se detuvo y giró en seco, sorprendida. Allí estaba Nicholas, acercándose a toda prisa. Su pecho subía y bajaba con rapidez, y sus mejillas estaban ligeramente enrojecidas. Cuando llegó frente a ella, sonrió nervioso, casi con un toque de torpeza que no encajaba con su usual aire de confianza.
—¿Qué sucede? —preguntó, tratando de mantener su tono neutral mientras su corazón latía con fuerza.
—Creo que hay algo que deberíamos aclarar —bajó un poco la mirada—. Algo que intenté hablar en los Oscar, pero... Ya sabes, interrumpió Jungkook.
El ceño de Giavanna se frunció, pero al instante comprendió de qué hablaba al ver la intensidad en sus ojos verdes. Su estómago se contrajo, y un calor incómodo se apoderó de ella.
—¿El beso?
Asintió, su expresión cambiando de nerviosismo a algo más serio. Giavanna sintió que su piel ardía mientras la imagen de aquel momento volvía a su mente. Todo se complicaba aún más al recordar a Jungkook, su relación inestable y los constantes roces en las últimas semanas. Aunque él estaba superando la abstinencia, el hecho de que ella estuviera trabajando con Nicholas era una constante fuente de tensión entre ellos.
—Mira, Nicholas, espero que podamos dejar eso atrás —comenzó, tratando de mantener la calma—. No fue más que un beso, y no tiene sentido que algo tan insignificante siga interfiriendo.
Nicholas abrió la boca para decir algo, pero Giavanna lo interrumpió antes de que pudiera hablar.
—De verdad, espero que durante el rodaje podamos llevarnos bien, incluso ser amigos.
Notó un destello de decepción en su rostro, pero Nicholas mantuvo su sonrisa, aunque más suave ahora.
—Amigos, entonces —dijo, su tono amable pero con un dejo de resignación, mientras extendía la mano.
Giavanna apretó su mano con firmeza, pero justo en ese momento su bolso vibró. Soltó a Nicholas para sacar el celular y vio el nombre de Jungkook iluminando la pantalla. Su corazón dio un vuelco.
—Debo responder.
Nicholas asintió con una sonrisa comprensiva y dio un paso atrás. Giavanna atendió la llamada mientras volteaba para continuar hacia su coche.
—Hola, cariño —la voz cálida de Jungkook sonó a través del celular, haciendo que su pecho se comprimiera.
—Hola —saludó, esforzándose por que su voz sonara tranquila mientras subía al coche, tratando de dejar atrás aquella conversación con Nicholas y concentrarse en la voz que tanto significaba para ella.
(...)
Era un día cálido y brillante cuando Giavanna, sin sospechar nada, abordó un yate junto a Jungkook, quien le pidió que se dejara sorprender. La brisa acariciaba su rostro mientras él permanecía en silencio, observándola con una mezcla de emoción y anticipación. Pronto, la silueta de una isla privada comenzó a emerger en el horizonte. Se trataba de Musha Cay, una de las islas más exclusivas del Caribe, famosa por su privacidad, playas de arena blanca y aguas cristalinas. Jungkook alquiló por completo para su cumpleaños, un gesto de amor que hablaba más que cualquier palabra.
La isla era un paraíso en la Tierra: villas con vistas al mar, exuberantes jardines tropicales, y senderos bordeados de flores que perfumaban el aire. La decoración fue cuidadosamente diseñada con detalles que reflejaban la esencia de Giavanna: fotografías de sus momentos más preciados colgaban entre las palmeras, mientras en los caminos se disponían delicados arreglos florales y pequeños faroles de vidrio, que captaban la luz del sol, creando un brillo suave durante el día. Los árboles tropicales, adornados con cintas de colores, formaban un marco natural y festivo alrededor de la isla. Todo estaba pensado para que se sintiera única, amada y en paz.
Jungkook la guió por la playa hasta un pabellón decorado con tonos cálidos y naturales, donde una mesa dispuesta esperaba con sus platillos favoritos y bebidas. Cerca, una pequeña tarima fue preparada, y en el centro, la presencia de Jimin, hizo que Giavanna se quedara sin palabras. Él interpretó una serie de canciones especialmente dedicadas a ella, mientras las personas más cercanas, como Sloane, Savannah y Ashen, se unían a la celebración. El ambiente era íntimo pero festivo, lleno de risas, música y amor.
Giavanna no podía evitar sonreír mientras observaba a Jungkook desde la distancia. Estaba riendo con Jimin, y su alegría era evidente, una que no veía hace tiempo, pero lo que más la sorprendió fue cómo organizó todo para ella: la isla, los detalles, las personas que invitó, y lo más inesperado, a Nicholas. Aunque las discusiones sobre su relación con él durante las prácticas de la película fueron comunes en el pasado, Giavanna demostró una y otra vez que con Nicholas estaban formando solo amistad. Su corazón, sin embargo, siempre estuvo con Jungkook. Las discusiones sobre él parecían haber quedado atrás, y por eso, la invitación de Nicholas le dejó un sabor agridulce. A pesar de que ya no había tensiones entre ellos, el gesto la sorprendió, sobre todo porque nunca pensó que él lo haría.
—Es increíble —mencionó Sloane, levantando su copa y mirándola con una sonrisa burlona—. Aunque sabes que lo detesto, no puedo negar que esta sorpresa fue bastante buena.
—Está tan claro que te ama. ¿Lo has visto? No puede dejar de mirarte —Savannah, sentada cerca de ellas, observó a Giavanna y, con una expresión de cariño—. Estoy feliz de verte tan... tranquila, Gigi. Parece que has dejado atrás tanto dolor.
Asintió, disfrutando que su relación con Savannah mejoraba con cada día. Ya no era la misma distancia de antes. De hecho, hasta se enviaban mensajes, y los momentos entre ellas se volvían más frecuentes, más cercanos. Savannah la miraba ahora con una admiración que antes no la sentía, y eso la llenaba de una calidez especial.
—Es que... me sorprendió mucho lo que hizo —murmuró, con la vista fija en Jungkook, que estaba disfrutando de una conversación con Jimin, ajeno a la presencia de Nicholas—. Quiero creer que todo lo que ha hecho últimamente es porque de verdad está comprometido conmigo, por eso lo del cumpleaños fue tan especial.
—Bueno, si bien me parece una jugada genial, no sé si debería creer que esta actitud de Jungkook es pura sinceridad —Sloane, siempre directa, tomó otro sorbo de su bebida y comentó con tono un poco más ácido—: Pero al menos hizo que esta isla se convirtiera en algo más que un simple lujo, y además, te hace sentir especial.
Giavanna sonrió ante el comentario de Sloane, sabiendo que a pesar de su desconfianza, su amiga le decía las cosas con cariño y honestidad. Savannah, por otro lado, parecía más empática.
—Yo creo que lo que más le importa es verte feliz —sonrió con suavidad—. Y mira que ese gesto... es algo que no cualquiera hace. No te olvides de eso.
Giavanna no pudo evitar mirar de nuevo a Jungkook, quien, al verla, esbozó una pequeña sonrisa y levantó su copa en un gesto discreto pero lleno de complicidad. A lo lejos, Nicholas conversaba con Jimin, aparentemente ignorado Jungkook, evitando así un confrontamiento, y eso, de alguna manera, le dio una sensación de paz.
—Me sorprende demasiado...—comentó sonriendo, mientras su mirada no se apartaba de Jungkook, tan cerca de ella, y a la vez tan distante por sus grupos.
—Eso está bien, Gia. Por lo menos, ahora estás aprendiendo a vivir el momento.
—¿Sabes? Creo que al final todos quieren verte feliz —Savannah se acercó un poco más, compartiendo la complicidad del momento—. Y si Jungkook te hace sentir especial, pues... nadie puede decir nada en contra de eso.
Justo en ese instante, Sloane, que no dejó de observar a Savannah, se acercó a ella con la copa de cóctel en mano.
—Bebe algo, Savannah, ¿por qué no celebras un poco con nosotras?
Pero Savannah, con una expresión que cambió al instante, levantó la mano en señal de negativa, sin mirar a Sloane.
—No, gracias —sonrió nerviosa, casi como si tratara de evitar algo que no quería que se notara.
Giavanna y Sloane intercambiaron miradas desconcertadas. Savannah, normalmente tan extrovertida y relajada, parecía ahora un tanto inquieta. Antes de que pudieran hacer alguna pregunta, Ashen se acercó desde un grupo cercano, con una sonrisa y un gesto tranquilo, colocando su brazo alrededor de la pequeña cintura de Savannah.
—No puede beber —comentó con tono suave, mientras miraba a las chicas con una sonrisa cargada de misterio.
—E-es que me duele un poco la cabeza —nerviosa, intentó cambiar el tema con rapidez—. Debo ir al baño. ¿Me acompañas, amor?
Ashen asintió y ella tomó su mano para comenzar a alejarse. Sloane, sin apartar la vista de ellos, se acercó un poco más a su amiga, bajando la voz para que solo ella la escuchara.
—¿No te parece un poco extraño? ¿No crees que esté...?
Ni siquiera pudo terminar la oración y Giavanna sintió un estremecimiento interno, una sensación extraña que la hizo pensar en las palabras de su psicólogo, en un momento de reflexión profunda que tuvo con él. Recordó el consejo que le dio cuando, por fin, le confesó lo que siempre sintió por su hermana: envidia.
"La envidia no nace de lo que los demás tienen, sino de lo que creemos que nos falta. Y en tu caso, Giavanna, quizás sea más importante reconocer lo que ya tienes y lo que tú misma has logrado. La relación que tienes con tu hermana puede ser una de amor y apoyo, no una competencia. Cuando dejas de compararte y te permites abrazar lo que eres, lo que los demás tienen ya no te afectará."
—No sé, Sloane —dijo finalmente, con voz más tranquila—. Lo importante es que Savannah está bien. Si algo estuviera pasando, me gustaría que ella me lo dijera a su tiempo.
Sloane la miró, pensativa, antes de asentir y dar un paso atrás, respetando la respuesta.
—Tienes razón. Tal vez nos estamos adelantando.
Mientras los observaban alejarse, Giavanna se sintió más tranquila. La relación con su hermana ya estaba mejorando, y lo que realmente importaba era que ella pudiera ser feliz, sin importar las complicaciones que pudieran surgir.
(...)
El calor del día comenzaba a disiparse, pero el ambiente para Jungkook seguía pesado, vibrante, como si todos los elementos a su alrededor se estuvieran reteniendo con una fuerza insostenible. Jimin hizo todo lo posible por mantener a Jungkook y Nicholas separados durante el día, consciente de que una confrontación podría arruinar por completo la celebración del cumpleaños de Giavanna. Fue su misión evitar que el pelinegro explotara contra su otro amigo, ya que, aunque ambos intentaban ocultarlo, la animosidad entre ellos era notable.
El sol se comenzó a poner, tiñendo el cielo de colores naranjas y rojos, y Jimin, que hizo todo lo posible por mantener la calma, finalmente anunció que iría a buscar algo para beber. Fue en ese preciso momento que la tensión entre los dos hombres se volvió inevitable.
Nicholas, aparentemente relajado, intentó romperlo con una sonrisa casual.
—Bonito lugar, ¿no?
—No finjas, Nicholas —su voz era baja, casi un gruñido, con cada palabra cargada de amenaza—. Estamos solos, y ambos sabemos que no nos soportamos ni un poco.
—Todo esto es por ti, Jungkook —acusó con cierta amargura—. Podrías haber intentado disculparte por lo de años atrás, cuando me sacaste el protagonismo en esa película. Pero seguiste jodiéndome, y ahora estamos aquí, atrapados en este juego estúpido.
—Créeme, que si fuera por mí...—dio un paso hacia el frente, su mirada oscura fija en el castaño—, ya te habría arruinado ese bonito rostro que tanto presumes.
Nicholas alzó una ceja, una sonrisa sarcástica asomando en sus labios mientras se inclinaba ligeramente hacia Jungkook, acercándose lo suficiente para hacer evidente su desafío.
—¿Bonito? —repitió con sarcasmo, inclinando la cabeza ligeramente—. ¿Así que me consideras bonito, eh? Qué halagador.
Chasqueó la lengua al escucharlo, su rostro impasible, pero sus ojos ardían con una intensidad peligrosa. Dio un paso adelante, cada movimiento suyo calculado y preciso, haciendo que la arena crujiera bajo sus pies con una firmeza inquietante. La distancia entre ellos se redujo, y la tensión en el aire aumentó. A pesar de su complexión más delgada, su presencia era tan densa que parecía envolverlo todo, como si cada respiro que tomara Nicholas fuera más difícil. Jungkook levantó ligeramente la cabeza, sus ojos fijos en los de él, su cuerpo tan cerca ahora que la electricidad entre ellos era casi insoportable. Nicholas no se movió, pero la presión en su pecho era innegable, como si la proximidad de él lo desbordara de alguna forma.
—Escúchame bien, Nicholas —su voz salió grave y sensual, pero cargada de amenazas—. No quiero ver ni un solo paso más allá de lo que se considera "amistad".
—Giavanna ya me habló de eso —sonrió, una mueca que no dejaba de ser algo cruel—. Me dejó claro que entre nosotros solo habrá amistad. Y te aseguro que no me metería en su relación, lo sé, Jungkook. Sé que no terminaría bien. Respeto lo que ella quiere.
—Eso dices, pero conozco a los tipos como tú. No te atrevas a cruzar la línea, porque, cuando menos te lo esperes, Giavanna será mi mujer.
La sorpresa en los ojos de Nicholas no pasó desapercibida. Un parpadeo, una fracción de segundo en que su cerebro procesó sus palabras, y en ese momento, algo se rompió dentro de él.
—Si tienes alguna mínima ilusión con ella, más te vale eliminarla en este preciso instante —continuó, sin esperar respuesta, sus palabras aún más intensas, sin dejar lugar a duda—. Porque si no lo haces, yo me encargaré de hacer que te arrepientas.
La amenaza era clara, y el tono que Jungkook usó no dejaba espacio para interpretaciones. Su mirada fría y calculadora, no dejó de fijarse en Nicholas ni por un segundo, mientras el silencio pesaba entre ellos.
Finalmente, Jungkook dio un paso atrás, su cuerpo aún irradiando la misma intensidad. Sin decir una palabra más, se giró, su mirada buscó a Giavanna. Estaba conversando animadamente con Sloane y Jimin. Parecía ser que su amigo quedó conversando con ellas, pero era con Sloane con quien realmente parecía estar disfrutando la conversación, y Jungkook, al ver eso, sonrió ligeramente.
Avanzó sin prisa, su mirada fija en su novia. A medida que se acercaba, la tensión se intensificó, y sin previo aviso, la tomó por detrás de la cintura, apretándola contra su torso con un gesto tan sorpresivo que le hizo soltar un pequeño chillido, saltando por la sorpresa. Al volverse con rapidez hacia él, su rostro relajó su tensión al reconocerlo, y su risa emergió mientras ll golpeaba en el pecho juguetonamente. Aunque lo hacía con una leve molestia, él no pudo evitar sonreír también, disfrutando de esa mezcla de irritación y diversión en su reacción. La tensión entre ambos desapareció momentáneamente en esa risa compartida, pero la mirada de Jungkook permaneció tan intensa como siempre.
Sin dejar que el momento se desvaneciera, la sostuvo de la mandíbula, sus dedos se clavaron ligeramente en su piel mientras inclinaba su rostro hacia el suyo. Su sonrisa era de pura posesión mientras la miraba a los ojos, con esa chispa peligrosa que siempre lo acompañaba. Sin previo aviso, sus labios se posaron sobre los de Giavanna, un beso que no era suave ni tierno, sino algo más dominador, lleno de intensidad, como si estuviera reclamando lo que sabía que le pertenecía. A través de ese beso, le enviaba un mensaje claro, uno que él quería que Nicholas viera: Giavanna solo era suya. No importaba lo que él pensara o hiciera, no había lugar para otro en su vida. La posesión que Jungkook sentía por ella se reflejaba en cada roce de sus labios, en la forma en que sus manos se mantenían firmes en su rostro, mostrándole a Nicholas que no podía haber competencia.
Cuando se separó, la miró con una sonrisa segura, casi retadora, antes de permitir que su mirada se deslizara, buscando a Nicholas en la distancia, quien los veía. No necesitaba decir nada más. Volvió a centrar su atención en Giavanna, disfrutando de la manera en que su rostro se iluminaba con la conexión que compartían, teniendo ahora la seguridad de que Nicholas no tendría ninguna oportunidad, no importaba cuán cerca estuviera.
(...)
A medida que la noche se desplegaba sobre la isla, las estrellas brillaban con intensidad, como si celebraran el cumpleaños de Giavanna. Después de la tensa interacción con Nicholas, Jungkook decidió sorprenderla. La invitó a caminar por un sendero iluminado por faroles, llevándola hasta un acantilado. Allí, una mesa elegantemente puesta los esperaba, con una vista espectacular del mar y la luna reflejándose en su superficie.
Las velas parpadeaban, creando una atmósfera romántica. El chef privado preparó una cena gourmet, con los platos favoritos de Giavanna, lo que la hizo sentir profundamente amada. Jungkook la observaba con una sonrisa, satisfecho por haber creado un momento único para ella. La cena se desarrolló entre risas y conversaciones, donde cada detalle, cada plato, reflejaba el esfuerzo y el amor que él puso en hacer de su cumpleaños algo inolvidable.
Después de la cena, la invitó a caminar por la playa. La brisa marina acariciaba con suavidad su rostro mientras caminaban descalzos por la arena, como si el mundo hubiera desaparecido. La melodía de las olas y la quietud del momento rodeaban a Giavanna, quien, abrazada por la calidez de Jungkook, se sentía atrapada por la magia de la noche. En ese instante, la hacía sentir como la única persona que importaba, y a pesar de las sombras previas, se sintió más especial que nunca.
Mientras caminaban, sus huellas desaparecían con la marea, pero lo que más tocaba a Giavanna era el gesto de Jungkook: la forma en que la hacía sentir única y profundamente amada.
—No puedo creer lo que has hecho por mí, Jungkook —comentó, mirando al frente—. Me haces sentir tan especial... Como si fuera la única persona que importara en el mundo.
Sonrió, pero no dijo nada, dejando que el sonido de las olas hablara por ellos mientras avanzaban por la orilla. Sin embargo, Giavanna continuó, su voz suavemente cargada de emoción.
—Y me sorprendió tanto que hasta hayas invitado a Nicholas, a pesar de todo lo que hemos tenido... las discusiones, las tensiones... —hizo una pausa, mirando sus ojos—. Es difícil creer que confíes en mí, después de todo eso.
Jungkook detuvo su caminar de golpe, haciendo que Giavanna lo mirase curiosa. Levantó con suavidad su mentón con la mano, obligándola a mirarlo a los ojos. Su mirada se suavizó, y por primera vez en toda la noche, su tono se tornó completamente sincero, como si estuviera compartiendo un trozo de su alma con ella.
—Giavanna, quiero que sepas algo —dijo con suavidad, sus dedos acariciando su mandíbula—. Confío en ti. Y cada vez que me dices que me amas, creo en ti. En ti y en nosotros. No importa lo que haya pasado, ni lo que haya ocurrido antes... Tú y yo somos lo que importa, lo que somos ahora.
El corazón de Giavanna dio un vuelco al escuchar esas palabras. El amor y la certeza en su voz la hicieron sentir aún más cercana a él, como si, en ese mismo instante, todos sus temores y dudas se disiparan. Sin pensarlo, se inclinó un poco hacia él, poniéndose de puntillas, y con una sonrisa radiante, lo besó con suavidad en los labios.
Jungkook, sorprendido por el gesto, sonrió contra sus labios, y en un suspiro, sus manos la rodearon con ternura. El mundo, en ese momento, parecía desvanecerse a su alrededor.
De repente, el cielo se iluminó con una explosión de colores brillantes, una lluvia de fuegos artificiales que estalló sobre ellos, pintando el horizonte con rojos, verdes y dorados. Giavanna se apartó lentamente de su abrazo, mirando asombrada los fuegos que deslumbraban sus ojos.
—¿Lo organizaste tú? —preguntó, fascinada, sin poder apartar la mirada del espectáculo.
El resplandor de los fuegos artificiales iluminaba la oscuridad de la noche, pero un aire de tensión, se apoderó de Jungkook mientras observaba el rostro de Giavanna. Ella, aún fascinada por el espectáculo, lo miró expectante, preguntándose por qué él parecía tan diferente. En su mirada había algo que no encajaba, una vulnerabilidad rara que no solía ver en él.
Giavanna lo miró fijamente, su curiosidad despertada por su silencio y su extraño nerviosismo.
—¿Qué te sucede?
Jungkook cerró los ojos por un momento, tomando una bocanada de aire, como si intentara ordenar sus pensamientos antes de hablar. Cuando los abrió, la intensidad de su mirada fue aún más penetrante, como si, decidiera compartir algo que llevaba guardado demasiado tiempo.
—Giavanna... Si me hubieras dicho hace más de un año que estaríamos aquí, juntos, no te habría creído —su voz sonó más grave, cargada de emoción—. Después de todo lo que hemos pasado, todo lo que hemos hecho... las peleas, los errores, el dolor... el amor que hemos compartido, con todas sus sombras, sus oscuros rincones —hizo una pausa, buscando sus palabras—. Y aun así, a pesar de todo eso... aquí estamos, juntos, de pie, más fuertes que nunca.
Se detuvo un segundo, respirando profundamente, como si el peso de sus palabras tuviera la capacidad de ahogarlo.
—Me doy cuenta de que incluso en los momentos más oscuros, cuando estábamos en nuestros puntos más bajos, tú estuviste ahí para mí —Su voz se quebró ligeramente, antes de seguir—. En los días más difíciles, cuando te odiaba, cuando nos hacíamos la vida imposible, tú siempre fuiste la que me mantuvo a flote, aun sin quererlo. Tú... estuviste allí cuando más te necesitaba, sin pedir nada a cambio.
Jungkook tomó una bocanada de aire temblorosa, su pecho subiendo y bajando con la tensión que comenzaba a acumularse. Luego, sus ojos, llenos de deseo y de algo más profundo, algo más sincero, se fijaron en ella. Lentamente, llevó una mano al bolsillo de su pantalón y, con un movimiento cuidadosamente calculado, se arrodilló, apoyando solamente una rodilla en la arena, mientras su mano emergía con una pequeña caja de terciopelo negro.
Giavanna dio un paso atrás, asombrada, la respiración cortada por la sorpresa. No podía creer lo que veía, ni lo que sentía. ¿Era realmente esto lo que estaba pensando? ¿Estaba Jungkook haciendo lo que ella creía que estaba haciendo?
—Sé que nuestro amor no es fácil. Es salvaje, es tormentoso, es imperfecto, pero también es profundo, visceral, ardiente, y nuestro —Sus ojos reflejaban las luces de los fuegos artificiales que estallaban en el cielo, pero su intensidad estaba fija en ella—. Y yo no quiero un amor perfecto. Quiero este amor, nuestro amor, con todas sus cicatrices, con todo su caos y su pasión —expresó con la voz temblorosa pero decidida—. Quiero que cada noche sea un refugio en tus brazos, donde nos entreguemos sin reservas, haciendo el amor hasta quedar exhaustos. Y cada amanecer, quiero despertar a tu lado, con el cuerpo marcado por la pasión, recordándonos que, a pesar de todo, nuestro amor siempre renace.
Con una sonrisa suave pero cargada de una emoción profunda, abrió la caja frente a ella, revelando un anillo que reflejaba la luz de los fuegos artificiales. Era un anillo de un lujo deslumbrante, con un diamante brillante en el centro que parecía contener todo el universo dentro de su faceta perfectamente pulida. Un símbolo tan puro, tan delicado, como el amor que Jungkook sentía por ella, pero también tan feroz, tan único en su oscuridad.
—Por eso, aquí y ahora, quiero prometerte que, aunque el mundo se desmorone, siempre lucharé por ti, por nosotros —levantó la vista, los ojos llenos de una ternura que solo ella podía despertar—. Y en este momento, también quiero preguntarte... ¿Me harías el honor de dejarme ser el hombre que te acompañe por el resto de tu vida, Giavanna Cohen?
Se quedó sin aliento, completamente atónita. La suavidad y la pasión de sus palabras la envolvieron como una cálida manta, mientras el sonido de los fuegos continuaba, como si el universo celebrara este momento, este giro inesperado en su vida. Los latidos de su corazón retumbaban en su pecho, su mente era un torbellino, preguntándose si de verdad estaba soñando. Con los ojos brillantes, chillando, se abalanzó hacia él, haciéndole perder el equilibrio, mientras sus labios se unían en un beso tan profundo, tan lleno de significados, que parecía fusionar sus destinos. Porque, a pesar de todo lo que pasaron, sabían que su amor, aunque oscuro y turbulento, era lo que realmente les pertenecía a los dos. Y eso, nada ni nadie se los podía arrebatar.
¡Hola!
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Se esperaban todo esto? ¿Cómo creen que siga?
Lamento no haber actualizado ayer, de hecho hoy tampoco lo iba a hacer, ya que solo llegué a editar una vez el capítulo. No sé si actualizaré mañana porque ese capítulo no lo tengo editado y es más extenso, hasta tuve que dejar de escribir el anteúltimo capítulo, ya que mi visión empeoró exageradamente, al punto que ya no ando diferenciando los puntos y las comas JAJSAJAJ tengo lentes, pero claramente necesitan más aumento, así que no sé si veo peor con o sin lentes.
De todas maneras, intentaré actualizarles. Y pido perdón porque sé que este capítulo debe contar con muchos errores, pero hago lo que puedo jeje
Espero que les haya gustado, si es así no se olviden de votar y comentar
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