O21 | LA CIUDAD DEL AMOR Y LAS DUDAS
Había pasado poco más de un mes desde aquella noche en la mansión de Jungkook, una noche que marcó un cambio sutil pero significativo en la relación entre ellos. No hubo explosiones de emociones desenfrenadas desde entonces. Ambos parecían estar haciendo un esfuerzo consciente por mantener la paz, como si caminaran sobre un terreno frágil que podría desmoronarse con el más mínimo paso en falso. A pesar de los inicios cargados de resentimientos y dudas, ambos intentaron adaptarse a esta nueva dinámica. Lo difícil no era solo la carga emocional que arrastraban, sino la distancia física que los separaba. Los proyectos de ambos los tenían ocupados en extremos opuestos del mundo. Giavanna estaba inmersa en una campaña benéfica que la mantenía viajando de un país a otro, mientras que Jungkook aceptó una colaboración con una marca de lujo que requería de su presencia en sesiones fotográficas y eventos exclusivos.
La distancia era un enemigo silencioso que acechaba en cada llamada. Aunque ambos intentaban mantenerse en contacto, no siempre era fácil. Las videollamadas se llenaban de risas al principio, pero, a medida que pasaban los minutos, las realidades de sus agendas y sus propias inseguridades comenzaban a filtrarse.
Lo que realmente comenzaba a estresarlo a él no era tanto la distancia física, sino la indiferencia que, en ocasiones, Giavanna parecía mostrar. Había momentos en los que ella se cerraba, como si levantara otra vez una barrera invisible entre ellos, y Jungkook sentía cómo debía esforzarse aún más para mantener la conversación, para hacerla sonreír, para que no se alejara emocionalmente. Las videollamadas, que al principio se llenaban de risas y bromas, pronto caían en un silencio incómodo. En esos momentos, la distancia se sentía más profunda, como un obstáculo difícil de atravesar. Pero a pesar de todo, él seguía esforzándose, decidido a no rendirse.
Cuando le propuso la idea de pasar unos días juntos en París, la ciudad del amor, ella se sintió conflictuada desde el primer momento. La oferta parecía tentadora, una oportunidad para desconectar de todo lo demás, para estar juntos sin las presiones del trabajo ni la distancia física que los separaba. Pero la sola idea de irse con él, pasar unos días juntos y solos, compartir momentos realmente de pareja, la hizo sentirse insegura. Y a pesar de que las dudas y los miedos que la invadían, sabía que, de alguna forma, lo que más necesitaban era tiempo juntos para conocerse mejor, para ver si en verdad podían hacer que esto funcionara. Aun así, la idea de estar tan cerca de él, sin distracciones ni excusas, la alteraba. No podía evitar pensar que todavía había demasiados riesgos, que lo que sentía por él no estaba resuelto del todo, y que estaba dándole oportunidades para lastimarla aún más.
Pasaron los días, pero la oferta seguía en su mente, y al final, al no poder encontrar una razón convincente para rechazarlo, aceptó. Algo dentro de ella quería ser valiente, quería vivir ese momento, aunque no supiera lo que realmente podría traer consigo. Así que, después de unos días de planes y nervios, Giavanna se encontraba en París. La ciudad la envolvía con su magia, y el aire fresco del otoño comenzaba a mezclar las primeras hojas caídas con la emoción que sentía al estar allí. Paris estaba llena de promesas: calles adoquinadas, cafés acogedores y la imponente Torre Eiffel que parecía vigilarlo todo desde lo alto. Estaban allí, en una ciudad que no era nueva para ninguno de los dos, pero que, por alguna razón, se sentía diferente, como un lienzo en blanco donde podían escribir una nueva historia juntos.
Aunque los sentimientos seguían siendo inciertos, había algo innegable en la forma en que Jungkook la miraba, como si realmente estuviera dispuesto a hacer que todo funcionara. Pero ella sabía que sería más fácil decirlo que hacerlo.
La mañana en París llegó con la suavidad de un otoño tranquilo, el aire fresco colándose por la ventana entreabierta de la suite en el hotel Château de Lumière. Desde la habitación, se podía ver la Torre Eiffel destacándose contra el cielo suave. Jungkook se encontraba en el pequeño salón adyacente, al lado de la mesa donde el desayuno fue colocado. Hizo todo lo posible para que esos días fueran especiales, planeando cada detalle con la esperanza de que el tiempo juntos, sin las distracciones de sus respectivas ocupaciones, los acercara más.
La suite era un refugio de lujo, diseñada con una elegancia moderna y sofisticada. El suelo de madera pulida reflejaba la luz natural que entraba por los amplios ventanales, mientras las cortinas de lino blanco flotaban con suavidad por la brisa. La cama, una king size imponente, tenía sábanas de algodón egipcio impecablemente blancas y una manta de cashmere en tonos grises y beige que invitaba al descanso. Sobre la mesita de mármol a un lado, un ramo de flores frescas en un jarrón de cristal aportaba un toque vibrante al ambiente, un detalle que él planeó cuidadosamente. El sutil aroma a café recién hecho se mezclaba con el delicado perfume de las flores, creando una atmósfera cálida y acogedora.
Jungkook, que minutos atrás salió de la ducha, tenía el cabello todavía algo húmedo cayendo despreocupadamente sobre su frente, un contraste perfecto con el tono cálido de su piel. Llevaba una bata de seda negra que, sin estar atada, descansaba casualmente sobre sus hombros, dejando al descubierto parte de su torso. Aunque su cuerpo todavía estaba en proceso de recuperar su forma habitual, ya mostraba signos de definición; su pecho firme y trabajado empezaba a destacar otra vez, y su abdomen, aunque no tan marcado como en otros tiempos, dejaba entrever los contornos de su esfuerzo reciente. Los bóxers negros ajustados enmarcaban sus caderas y realzaban la fortaleza de sus piernas, proyectando un aire de confianza natural, incluso en su relajada postura.
Se acercó a la mesa donde el desayuno fue preparado, que incluía croissants recién horneados, jugo de naranja natural, café expreso y frutas frescas. Sus dedos rozaron con ligereza las tazas, ajustando todo para que estuviera perfecto.
Lo que más quería era que Giavanna se despertara tranquila, sin preocupaciones. Al acercarse a la cama, por un momento en el borde, mirándola dormir, observando cómo su rostro relajado parecía lejos de las tensiones que ambos arrastraban. Cuando vio cómo se removía, la dejó tomar su tiempo, sin presionar, sabiendo que ese momento era crucial para que las cosas entre ellos pudieran avanzar, aunque los temores seguían presentes
Al verla abrir los ojos lentamente, no pudo evitar acercarse con una sonrisa traviesa en el rostro. En un impulso, se abalanzó hacia ella, recostándose a su lado con un movimiento rápido, como si quisiera aprovechar ese instante en que estaban solos. El aroma del café y el calor del edredón se mezclaban en el aire, pero lo único que él quería era estar cerca de ella, sentir su presencia, y tal vez, robarle un poco de ese espacio íntimo que a veces les parecía esquivo.
—Buenos días, cariño —murmuró, mientras su mano se deslizaba hacia su mejilla. Con un gesto suave, la besó en la piel tibia de su rostro, un beso ligero que, sin embargo, fue suficiente para hacer que el corazón de Giavanna latiera un poco más rápido.
Acercó sus labios a los de ella, buscando su beso, pero ella, aún medio dormida y demasiado sorprendida por su cercanía, reaccionó con un leve respingo. Sintió una ola de vergüenza recorrer su cuerpo. No era tanto por el gesto en sí, sino por lo que representaba. Nunca fue testigo de un Jungkook tan cálido, tan cercano. Las pocas veces que compartieron una cama, siempre se despertaba antes, escabulléndose al baño o arreglándose lo suficiente para sentirse presentable antes de enfrentarse a él. Pero ahora, con la fragilidad del despertar sobre ella, no pudo esconderse ni disimular que su rostro aún reflejaba la suavidad del sueño. Su cabello, por supuesto, era un revoltijo de ondas alborotadas, y a pesar de que trató de ocultarlo rápido, no pudo evitar sentirse vulnerable, como si ese pequeño detalle, tan insignificante en los ojos de otros, fuera la clave para que él la viera de otra manera.
En un movimiento apresurado, llevó las manos a su rostro, cubriéndolo con torpeza, como si de alguna manera pudiera ocultar lo que sentía que era "horrible". Pero Jungkook, como si lo hubiera esperado, no reaccionó con burla ni con indiferencia. Se quedó allí, mirándola con una mezcla de ternura y diversión mientras ella trataba de esconderse. No pudo evitar sonreír, ya que, aunque su gesto de cubrirse era un intento evidente de distanciarse, había algo en su vulnerabilidad que lo hacía sentir más cerca de ella. Sus ojos, que normalmente reflejaban una confianza inquebrantable, se suavizaron al ver su nerviosismo, al darse cuenta de cuánto aún luchaba con mostrarse tal cual era frente a él.
—¿Qué haces? —bromeó con una risa suave, casi encantada por el gesto—. No tienes que cubrirte. Estás preciosa —insistió, su voz envolviéndola en una calidez que, aunque familiar, le resultaba nueva, diferente. Nunca antes conoció a este Jungkook tan atento, tan gentil con ella, como si cada uno de sus gestos quisiera borrar las huellas del pasado y reemplazarlas con algo más profundo, más genuino.
Se quedó en silencio por un momento, luchando contra su propia incomodidad. No estaba acostumbrada a esta versión de él. En sus recuerdos, nunca la llamó de una manera tan suave. En su mente aún resonaba la frialdad con la que él la trató antes, la indiferencia con la que no la veía como algo valioso, al punto de ni siquiera poder decir bien su nombre. Pero ahora, con esa nueva cercanía, no podía evitar sentirse extraña, como si se estuviera enfrentando a una versión de él que jamás imaginó que existiría.
Jungkook, aún riendo con una suavidad que la desarmaba, levantó una de sus manos con el dedo índice y apartó gentilmente del rostro de Giavanna. Sus ojos brillaron con una sinceridad que casi la hizo dudar de si realmente era él quien estaba frente a ella.
—Te estoy diciendo que estás preciosa —reafirmó, como si las palabras fueran un pequeño hechizo que intentaba deshacer los nudos de inseguridad que aún tenía ella. Con una sonrisa en el rostro, se inclinó hacia ella, más decidido que nunca a hacerla sentir cómoda, a mostrarle que este Jungkook, el que ahora la miraba con cariño y respeto, no era un espejismo, sino algo real.
Lo miró, sus ojos todavía llenos de dudas, pero también con una chispa de algo que no se atrevía a identificar. ¿Podría ser verdad? ¿Podía él realmente verla de esa manera, sin los vestigios del pasado, sin la frialdad que la había rodeado durante tanto tiempo?
Antes de que pudiera responder, Jungkook volvió a acercarse, pero esta vez con una calma que la sorprendió aún más.
—No te preocupes —susurró con suavidad, antes de darle un beso suave en la frente—. Ya no tienes que esconderte. Me encantas tal como eres.
El beso en su frente, tan sencillo y cargado de una ternura inusitada, hizo que los nudos en su pecho comenzaran a deshacerse poco a poco. Aunque todavía había muchas preguntas sin respuesta, este momento, con su sinceridad y calor, parecía ofrecerle una pequeña ventana a la posibilidad de algo diferente. Lo observó al separar un poco más los dedos de la única mano que seguía cubriendo parte de su rostro. La sonrisa en su rostro se suavizó, como si en ese momento pudiera empezar a creerle, aunque una pequeña parte de ella aún dudaba.
—Entonces... ¿Me das el beso o qué, Gi? —Su mirada fue traviesa, con su tono juguetón regresando.
—Lo siento —murmuró, con un toque de humor en su voz mientras lo miraba—. Es solo que... no estoy acostumbrada a que me veas en este estado. Aunque, ahora que lo dices, no estoy tan segura de si "preciosa" es la palabra correcta.
Jungkook soltó una carcajada, moviendo su mano hacia su cabello aún húmedo, despeinándolo un poco más mientras la miraba fijo con una expresión que no dejaba lugar a dudas.
—No me importa. Para mí sí lo estás.
Ella negó con la cabeza, aunque sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa que denotaba cuánto le llegaban esas palabras. Era imposible no sentir algo, especialmente cuando él parecía decirlo con tanta naturalidad. No era solo el hecho de que él lo dijera, sino la forma en que lo decía: sin reservas, sin burlas, sin nada más que una pura verdad que la envolvía.
—No tienes que decir eso solo para hacerme sentir mejor...
—Giavanna...—comenzó con firmeza, acercándose un poco más, mirándola fijo durante un momento, como si quisiera grabar en su mente cada pequeña inseguridad que pudiera estar pasando por la suya—, no estoy diciendo esto solo para hacerte sentir mejor. Lo estoy diciendo porque es lo que pienso.
Por un instante, ella permaneció en silencio, sin saber bien qué decir. Era tan raro para ella escuchar esas palabras de alguien, especialmente de él, alguien con quien pasó tanto tiempo entre conflictos y distancias. A pesar de todo lo sucedido entre ellos, ahora aquí estaban, despertando juntos, compartiendo un momento tan simple y, sin embargo, tan profundo.
Dejó escapar un suspiro, aceptando su cercanía, y sin más preámbulos, se acercó para besarlo, aunque con un toque tímido, como si aún no pudiera quitarse la vergüenza por completo. Jungkook, al sentir sus labios sobre los suyos, sonrió al instante, como si estuviera esperando ese pequeño paso de ella. La besó con ternura, más suave que nunca, y al separarse, sus ojos brillaban con una mezcla de felicidad y satisfacción.
—Eso estuvo mucho mejor —comentó riendo suavemente—. Y si tienes vergüenza, puedo asegurarte que no es necesario. Ya te he dicho que me encanta verte así, Giavanna.
Ella negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonrojarse.
—Eres un caso perdido, ¿sabías eso?
—Y tú te estás acostumbrando a mí —bromeó, sonriendo más ampliamente—. Ahora... ¿Qué tal si nos olvidamos de todo eso por un momento y solo disfrutamos el desayuno que pedí?
Giavanna lo miró con una mezcla de diversión y cariño, asintiendo, dejando atrás las inseguridades del despertar para concentrarse en el momento.
—Está bien.
Satisfecho por haberla hecho sentir más cómoda, se recostó contra el respaldo de la cama, mientras la miraba con una sonrisa juguetona.
—Entonces, vamos a disfrutar de París. Sin vergüenzas, sin inseguridades, solo tú y yo.
Giavanna sonrió a su vez, aunque no podía evitar sentir que, en el fondo, aquello sería solo un momento en una serie de momentos que los llevarían a un destino incierto. Pero por ahora, París, el desayuno y su cercanía parecían suficientes para dejar de lado las dudas, aunque solo fuera por un día.
Sin decir más, se levantó de la cama, con el camisón deslizándose por su cuerpo mientras se dirigía al baño, dejando que la observara con una sonrisa llena de cariño y complicidad. Sabía que todavía había mucho por explorar entre ellos, pero ese pequeño paso hacia la confianza, hacia dejar de lado las barreras que se crearon con el tiempo, ya era algo importante. Y mientras ella cerraba la puerta del baño, se quedó pensativo, con la mirada fija en el espacio vacío de la habitación. También sabía que la confianza no se podía forzar, pero con gestos como este, creía que estaban en el camino correcto. Podía sentirlo, a pesar de las dudas que ella a veces ocultaba.
—Esto es solo el principio —murmuró para sí mismo, mientras una suave sonrisa se dibujaba en su rostro.
(...)
Era tarde cuando Jungkook, vestido con un abrigo oscuro, gafas de sol y cargando una mochila, salió de la suite del hotel con Giavanna. Ambos se cubrieron lo suficiente para evitar que los reconocieran. Aunque París los rodeaba con su encanto inconfundible, la idea de escapar de la ciudad para disfrutar de un momento de privacidad los motivó a salir en un coche alquilado que él preparó con anticipación. Con la ayuda de un chófer privado, se dirigieron a las afueras de la ciudad, dejando atrás la vibrante vida parisina para encontrar algo más íntimo y tranquilo.
La tarde estaba fresca, el aire otoñal cargado de la fragancia terrosa de las hojas caídas. Al llegar al Bosque de Vincennes, un respiro de calma les dio la bienvenida, alejándose por completo del ajetreo urbano. El chófer se quedó esperando en el coche mientras ellos caminaban más adentro del bosque, siguiendo un sendero estrecho que los llevaba a un rincón apartado. El bosque parecía sacado de una pintura de otoño, con los árboles llenos de hojas doradas, naranjas y rojizas. El suelo estaba cubierto por una alfombra de hojas secas, que sus pies pisaban con suavidad, creando un eco natural que solo ellos podían escuchar.
Jungkook, con su paso relajado pero decidido, miró a Giavanna, que caminaba a su lado, envuelta en una bufanda que cubría su cuello y parte de su rostro, solo dejando al descubierto parte de su rostro y sus ojos brillantes. El frío no parecía molestarle, pero, al notar cómo ella se acurrucaba más en su abrigo, no lo dudó ni un segundo. Sin pensarlo mucho, tomó su mano con suavidad, envolviendo sus dedos alrededor de los de ella con una seguridad que la sorprendió. Su contacto fue como una caricia cálida en medio del aire helado. El gesto fue tan natural para él que no lo pensó, pero para ella fue como una ola de calor recorriéndola, haciéndola sonrojar. A pesar de las capas que llevaba, sentía cómo su piel se calentaba bajo la bufanda, que intentaba subir aún más para cubrirse. Su rostro se tornó ligeramente rosado, algo que Jungkook no dejó de notar. De alguna manera, ver su reacción le hizo sentir que todo esto valía la pena.
—¿Frío? —preguntó, su voz suave pero llena de preocupación mientras ajustaba su agarre en su mano.
Aun con la bufanda cubriéndola parcialmente, asintió sin hablar, pero su pequeña sonrisa le dio la respuesta suficiente.
—Te veo sonrojada —bromeó, sin dejar de mirarla, divertido por su reacción—. No es por el frío, ¿verdad?
No pudo evitar reír con suavidad, sintiéndose a la vez avergonzada y tranquila con el gesto de él. Miró hacia abajo para evitar que sus ojos se encontraran demasiado de cerca. Sin embargo, estaba comenzando a sentirse más cómoda. A pesar de todo lo sucedido entre ellos, ese momento, tan tranquilo y sin presiones, le daba una sensación de paz que no experimentó en mucho tiempo.
Continuaron caminando juntos, entre árboles majestuosos que les ofrecían privacidad, sin prisa alguna. La única compañía era el suave sonido de las hojas al ser pisadas y los murmullos de la brisa entre las ramas. A medida que avanzaban, la acercaba más a él, guiándola entre los caminos de tierra y hojas caídas, disfrutando de la quietud que solo un lugar como aquel podía ofrecer. Aunque a veces distraída por los roces de su mano con la de él, se permitía, por fin, soltar una ligera risa al ver cómo parecía genuinamente interesado en hacerle disfrutar de este pequeño escape. Y si bien, su mente aún lidiaba con la duda, el calor de su mano y la calidez en sus gestos la invitaban a pensar que tal vez, solo tal vez, este momento podría ser el comienzo de algo diferente.
El bosque estaba en calma, el aire fresco del otoño acariciaba sus rostros, y la luz dorada del sol se filtraba entre las ramas, creando un juego de sombras que parecía casi irreal.
—¿Estás seguro de que esto está permitido? —preguntó mirando alrededor como si esperara que alguien los descubriera.
—Relájate, nadie nos está siguiendo, y este lugar es perfecto —sonrió confiado, apretando suavemente su mano.
Finalmente, llegaron a un claro rodeado por árboles altos, donde las hojas caídas creaban una alfombra natural. Jungkook se detuvo, observó el espacio con satisfacción y dejó con suavidad la mochila en el suelo.
—Aquí es —anunció, inclinándose hacia la mochila y empezando a sacar un mantel elegante de lino, que extendió con cuidado sobre el suelo cubierto de hojas secas del bosque. Él se aseguró de que todo estuviera perfectamente dispuesto, acomodando el mantel de manera que quedara limpio y ordenado. La escena estaba pensada con cuidado, cada detalle elegido con intención.
Miró a la pelirroja, que aún observaba todo con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Aunque en el fondo, sabía que este gesto de su parte no era solo un acto romántico, sino también una muestra de lo serio que estaba con ella, de lo mucho que quería mostrarle que las cosas entre ellos realmente importaban.
Giavanna se sentó mientras él desempacaba. Llevó snacks sencillos: queso, pan, fruta y una botella de vino. Lo observaba con una mezcla de diversión y ternura; era evidente que esto no era algo que Jungkook hacía a menudo, pero se estaba esforzando.
—¿Vino? —alzó una ceja al ver cómo él sostenía la botella como si fuera un trofeo.
—Claro, ¿qué tipo de picnic sería este sin vino? —bromeó, pero su expresión cambió rápido al darse cuenta de que olvidó algo crucial, por lo que ella reprimió una risa al ver cómo revisaba la mochila con creciente frustración.
—No tienes un sacacorchos, ¿verdad?
—Lo tenía en mente... Pero, bueno, improvisaremos —respondió con seguridad, aunque su mirada delataba el desafío.
Lo observó divertida mientras él intentaba diferentes técnicas: golpear con suavidad el fondo de la botella con la suela de su zapato, buscar entre las ramas algo que pudiera servir de herramienta. Cada intento terminaba en una mezcla de torpeza y risas compartidas.
—Déjame intentarlo —pidió extendiendo la mano hacia la botella, pero él negó, decidido a resolverlo por sí mismo.
Finalmente, encontró un palo delgado y recto que recogió del suelo y, con un movimiento certero, empujó el corcho hacia adentro.
—¡Lo tengo! —exclamó triunfante cuando el corcho se deslizó con un ligero "pop", mientras ella reía observándolo.
—¿En serio? ¿Empujar el corcho dentro?
—No será elegante, pero funcionó.
Jungkook, sentado frente a ella, sirvió vino en las dos copas finas que llevó, inclinándose ligeramente hacia ella mientras extendía una.
—Por nosotros —murmuró con una sonrisa ligera pero sincera, alzando su copa en dirección a la de Giavanna—. Por disfrutar estos pocos días juntos, sin importar lo que pase después.
Sus palabras no sonaron tristes ni inseguras, sino más bien como una promesa de atesorar el momento. Pero ella, que aún se sentía algo tensa, forzó una sonrisa tímida mientras chocaba con suavidad su copa con la de él.
—Por nosotros —repitió en voz baja, aunque su mente no dejaba de gritarle que esto era un error, que darle esa oportunidad a Jungkook solo terminaría rompiéndolos a ambos. No podía evitar sentir que estaban caminando sobre una cuerda floja, una que temía se rompiera en cualquier momento. Pero lo ocultaba bien. Cuando se lo proponía, era experta en disfrazar sus pensamientos, incluso de sí misma.
Mientras daba un pequeño sorbo de vino, escuchó cómo hablaba animado. Sentados sobre el mantel, con el sonido del viento entre los árboles como telón de fondo, compartieron bocados, risas y miradas que parecían detener el tiempo. La voz de él tenía ese tono entusiasta que parecía iluminar el ambiente. Comentaba algo sobre el lugar, lo bien que salió todo, lo perfecto que era para desconectarse. Y mientras lo hacía, no podía evitar moverse; con la copa en una mano, gesticulaba con la otra, jugueteando con el borde del mantel o ajustando las migas de pan en la tabla. Había algo inquieto en él, una energía constante que a veces parecía desbordar, pero que siempre resultaba magnética.
Lo observaba mientras hablaba, notando esa vitalidad tan característica suya. Aunque había días en que lo encontraba agotador, hoy parecía más divertido que irritante. Pero, por supuesto, en el fondo de su mente, esa misma energía la hacía preguntarse cuánto tiempo podría durar todo esto. ¿Cuánto tiempo podría Jungkook seguir esforzándose así? ¿Cuánto tiempo podría ella soportar esa intensidad, sin quebrarse? Pero lo mantenía escondido tras una sonrisa serena y un comentario ocasional para no delatar sus dudas.
—¿Y tú qué piensas? —preguntó de repente, mirándola con esos ojos oscuros y brillantes que parecían querer leer cada rincón de su alma. La atrapó pérdida en sus pensamientos.
—¿Sobre qué? —fingió interés, aunque perdió el hilo de su monólogo.
Se echó a reír, con esa risa despreocupada que le resultaba tan natural.
—De lo que decía, Giavanna. ¿Estás segura de que no te estás aburriendo conmigo? —bromeó, inclinándose hacia ella, un brillo travieso en su mirada.
—No me aburres, Jungkook —negó con la cabeza, sonriendo un poco más esta vez, sintiendo cómo una pequeña parte de sus muros caía, al menos por ese instante—. Solo estaba pensando.
—¿Pensando en qué? —alzó una ceja, interesado
—En lo... bonito que es este lugar —mintió con facilidad, aunque la sinceridad en sus palabras le hizo creer, por un momento, que quizás podía haber algo de verdad en ello—. Y lo bien que escogiste.
La miró por unos segundos, como si quisiera indagar más allá de sus palabras, pero terminó dejando pasar el momento. En cambio, alzó su copa una vez más y sonrió.
—Entonces, brindemos otra vez. Por el lugar perfecto... Y por la persona perfecta para compartirlo.
Giavanna dejó escapar una pequeña risa, pero el calor de sus palabras y su mirada la hicieron sentir algo que no podía definir del todo. Alzó su copa para seguirle el juego, aunque su corazón palpitaba con una mezcla de miedo y esperanza que prefería ignorar.
Continuaron disfrutando del picnic bajo los árboles, el aire fresco del bosque rodeándolos mientras el sol comenzaba a esconderse entre las ramas. La botella de vino disminuyó considerablemente, y las risas de ambos eran ahora más suaves, cómodas, como si se estuvieran permitiendo un respiro del mundo exterior.
Jungkook se recostó un poco sobre el mantel, mirando el cielo que comenzaba a oscurecerse. Estaba más tranquilo, pero había algo en su mirada que ella no lograba descifrar del todo. Mientras hablaba, comenzaba a moverse inquieto, sus piernas cruzándose y recogiéndose, como si no pudiera quedarse quieto por completo. La energía que irradiaba seguía allí, aunque algo diferente, algo más sombrío y pensativo.
—¿Sabes qué? —rompió el silencio, su voz llena de una especie de vulnerabilidad—. Mi sueño... es alejarme de todo. De Hollywood, de las luces, de la gente que me reconoce en la calle —miró hacia el horizonte con una ligera sonrisa—. Quiero irme muy lejos, donde nadie me reconozca, donde la gente no me vea como esa... figura. Quiero conocer lo que es la paz, lo que es vivir sin tener que estar constantemente bajo presión, sin tener que cumplir expectativas ajenas.
Estaba sorprendida, sin poder evitarlo. Había algo en sus palabras que la desconcertaba, algo que no esperaba escuchar de alguien como él. Siempre lo vio tan enérgico, tan acostumbrado a ser el centro de atención, que la idea de que él quisiera escapar de todo eso parecía tan... contradictoria.
—¿Tú... quieres escapar de todo? —preguntó, sin poder evitar el tono incrédulo de su voz—. Pensé que, bueno... Pensaba que te encantaba toda esta vida.
Levantó la vista hacia ella, sus ojos oscuros brillando de manera extraña, como si estuviera buscando algo en su expresión. Movió su copa en su mano con agitación, su pie golpeando ligeramente el suelo en un ritmo que solo él percibía.
—¿Te sorprende? No todo es tan genial como parece, y tú deberías saberlo —Su voz sonó más baja, más grave. Aunque su energía seguía ahí, había algo más melancólico en su tono—. La fama, la presión... no es para todos. A veces siento que es todo lo que tengo y, al mismo tiempo, es lo que más odio.
Lo observó en silencio por un momento. No sabía qué decir. La confesión de Jungkook le hacía sentir que había muchas capas en él que no imaginó. Su vida, tan abierta y llena de adrenalina, escondía una inquietud que, por un momento, la dejaba sin palabras. A pesar de eso, él volvió a sonreír, como si la agitación de su cuerpo lo empujara a seguir hablando, a cambiar rápido de tema.
—¿Y tú? —volvió a recostarse sobre el mantel y mirando hacia el cielo, pero sus dedos seguían moviéndose rápidamente entre ellos, como si tratara de liberar la energía acumulada—. ¿Cuál es tu sueño? ¿Qué es lo que realmente deseas, Gi?
La pregunta la sacó de su ensoñación. Se sintió incómoda al instante, como si algo en el aire hubiera cambiado. La diferencia entre sus sueños y los de él parecía abismal. Mientras Jungkook deseaba escapar, ella solo podía imaginarse ascendiendo, alcanzando más y más en su carrera. Sus ambiciones la hacían sentir más distante de él de lo que le gustaría admitir.
—Mi sueño... es ser más reconocida. Quiero ganar un Oscar algún día, ser una de las mejores en esto —empezó, su voz más baja ahora—. No solo actuar, sino dejar una huella en la industria, ser alguien en quien la gente piense cuando hable de cine. Quiero que mi trabajo hable por mí, quiero que me reconozcan por lo que soy capaz de hacer.
Hubo un silencio entre ellos, un silencio que se extendió como un puente inalcanzable. Giavanna se sintió vulnerable, por alguna razón. La amplitud entre sus aspiraciones y las de Jungkook era notable, pero él no dijo nada, solo la observó con su expresión característica, como si estuviera procesando sus palabras. Luego, su cuerpo se tensó ligeramente, como si una chispa de energía lo recorriera y lo empujara a reaccionar de inmediato.
—Eso suena... grande —comentó al fin, su voz llena de esa misma energía vibrante de siempre, como si la pregunta sobre sus sueños fuera solo un juego más—. Un Oscar... Huh... Bueno, supongo que tienes todo para lograrlo.
—Por eso lo voy a lograr —sonrió con algo de nerviosismo, alzando su copa nuevamente—. Y cuando lo haga, te invitaré a la ceremonia.
La observó en silencio por un momento, sus ojos reflejando algo que no podía identificar. El viento se movía suavemente entre los árboles, haciendo que el ambiente fuera aún más cálido y tranquilo, pero dentro de él, algo estaba hirviendo bajo la superficie. Sabía que su mundo era impredecible, que su propia mente podía jugarle malas pasadas en cualquier momento. Y aunque no quería arruinar lo que ahora comenzaba a sentir por Giavanna, algo dentro de él le decía que no podía prometerle nada, que las cosas podían cambiar de un momento a otro.
—Dime algo —murmuró, la voz más seria de lo que hubiera querido—. Pase lo que pase... ¿Me invitarías a la ceremonia, incluso si las cosas no salen como esperas? —Hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas, sabiendo que no podía decir todo lo que pensaba, pero queriendo asegurarse de que ella entendiera algo importante—. Aunque las cosas cambien, aunque... no estemos en el mismo lugar en ese momento, si te das cuenta de que yo no soy lo que esperas, ¿aún así lo harías?
Al principio sorprendida por la seriedad en su voz, lo miró detenidamente. Su sonrisa se suavizó y, sin dudarlo, respondió con un firme asentimiento.
—Claro, te invitaría. Prometido.
El peso de sus palabras se instaló en el aire, una promesa silenciosa, aunque no dijo más. Pero en el fondo, Jungkook lo sintió como un alivio momentáneo que le permitió exhalar con algo de calma, aunque la duda seguía rondando en su mente.
—Por ti, Giavanna —la miró, un destello de diversión en sus ojos, y alzó su copa también—. Sé que lo lograrás.
Ambos chocaron sus copas, pero ella sintió una extraña sensación de desconcierto al ver en sus ojos algo que no podía definir del todo. Como si, por un momento, el brillo en ellos se hubiera apagado, solo para resurgir con más fuerza al instante.
Al acabar el picnic, comenzaron a recoger todo con rapidez, él moviéndose de manera algo energética, como si estuviera impulsado por una corriente interna que no podía controlar del todo. Giavanna le echaba una mirada curiosa de vez en cuando, notando cómo su cuerpo se mantenía inquieto, casi como si no pudiera quedarse quieto.
—Vamos, ¿por qué no damos un paseo más? —sonrió juguetón, como si aún tuviera energía de sobra para seguir.
Con una ligera risa, aceptó. No tenía mucho que objetar; el aire fresco y la serenidad del bosque seguían llamándola, y lo cierto era que, de alguna manera, disfrutaba estar a su lado en ese momento, aunque no pudiera comprender del todo la tormenta interna que él parecía ocultar.
Caminaron por el sendero tranquilo, el crujir de las hojas secas bajo sus pies y el murmullo de los árboles creando una atmósfera casi mágica a su alrededor. Jungkook continuaba dando pasos largos y rápidos, como si quisiera escapar de algo, mientras Giavanna seguía su ritmo, disfrutando de la compañía sin pensarlo demasiado.
Después de un rato, sin pensarlo, Jungkook se detuvo, dejando con cuidado la mochila en el suelo, sonriendo de forma traviesa.
—Este es buen lugar para descansar —comentó, girándose hacia ella.
La luz del sol filtraba entre los árboles, pintando sombras doradas sobre el suelo mientras la ciudad vibraba a su alrededor con su clásico ritmo de siempre. Giavanna no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo; cada paso que daban juntos era una nueva experiencia, un paso hacia lo desconocido para ella, llena de inseguridad pero, al mismo tiempo, de esperanza.
Jungkook sentía como si el mundo entero desapareciera cuando sus ojos se encontraban. De repente, se detuvo frente a ella. Por un momento, estuvieron de pie, mirando uno al otro, rodeados por el paisaje otoñal que parecían haber elegido solo para ellos. La atrajo hacia sí con suavidad, pegándola a su cuerpo, envolviéndola en su abrazo, como si quisiera que se sintiera segura en ese instante. Ella se tensó un poco al principio, sorprendida por el gesto, pero pronto se relajó al sentir la calidez de su cuerpo, esa protección que de alguna manera le daba tranquilidad. Lo miró a los ojos, sus ojos miel reflejando la luz del sol, mientras él estudiaba su rostro con ternura. Cada detalle de Giavanna lo fascinaba, desde las pecas que decoraban su nariz y mejillas hasta el rojo intenso de su cabello, que parecía brillar al sol.
—Finalmente estamos compartiendo estos días, ¿no? —susurró, con una sonrisa en los labios—. No quiero que nos perdamos en las dudas.
Sin darle tiempo para responder, acercó el rostro al suyo, dejando que sus labios rozaran suavemente su frente, bajando por su mejilla, luego hacia su nariz, besaba cada parte de su piel con delicadeza. Giavanna, inmóvil, no sabía si podía respirar o si su corazón latía tan fuerte por la cercanía de él. Cada beso era como un recordatorio de que, por primera vez en mucho tiempo, sentía algo sincero. Y al final, sus labios se encontraron en un beso tierno, corto, pero lleno de significado, como si en ese beso intentara transmitirle todo lo que había en su corazón, todo lo que no había podido decir con palabras.
—Gracias por estar aquí, por haber aceptado mi idea. Gracias por darme esta oportunidad —murmuró, separándose un poco para mirarla—. Yo... quiero que confíes en mí, poco a poco. Sé que no es fácil, pero quiero que sepas que estoy esforzándome.
Sonrojada y aún sorprendida por la intensidad de su mirada, no sabía qué responder. Las palabras se le escapaban, pero su corazón latía con fuerza, no solo por él, sino por la sensación de que, tal vez, en algún lugar de su interior, podía empezar a creer en lo que estaban construyendo.
Antes de que pudiera articular una palabra, Jungkook sonrió de nuevo mientras se alejaba, deshaciéndose de la tensión que ambos sentían, y sin pensarlo, tomó una hoja que flotaba en el aire, cerca de ellos, para lanzarla. La hoja bailó en el viento y cayó suavemente sobre la cabeza de Giavanna, interrumpiendo el momento que acababan de compartir.
Ella se sorprendió, soltando una risa nerviosa mientras la hoja se deslizaba por su cabello hasta caer al suelo. Levantó la vista, sonriendo, pero antes de que pudiera reaccionar, Jungkook ya había tomado otra hoja, preparándose para lanzarla hacia ella de nuevo.
—¡No! —exclamó entre risas, pero era imposible no sentirse más ligera, como si la atmósfera se hubiera despejado. La tensión que sentía se disolvió un poco, reemplazada por una sensación de complicidad, de conexión.
De repente, más entusiasta, recogió hojas rápidamente y las lanzó hacia él con precisión, golpeando su hombro. La pequeña guerra de hojas comenzó en ese instante. El pelinegro corría, esquivando con agilidad las hojas lanzadas por Giavanna, mientras ella, entre risas, trataba de alcanzar a su objetivo. El viento hacía que las hojas volaran por todas partes, creando un escenario de pura diversión.
Rieron como niños, despojándose de las tensiones que rodearon su conversación antes, olvidando el mundo que los observaba y el peso de sus pensamientos. Giavanna se dio cuenta de que nunca tuvo un momento tan sencillo, tan libre de preocupaciones, y por un instante, la complejidad de sus sueños y los de Jungkook parecían desvanecerse en el aire fresco del bosque.
La miraba con una energía renovada, como si este pequeño juego le hubiera dado la oportunidad de deshacerse de algo que llevaba consigo mucho tiempo. A pesar de la diversión, sus ojos brillaban con una intensidad que ella no terminaba de comprender, como si esa era la única forma en la que podía dejar escapar algo de lo que sentía por dentro.
En medio de la brisa otoñal, el aire estaba cargado de hojas doradas que bailaban a su alrededor, revoloteando como si quisieran unirse al caos que desataron ellos. Con un grito de diversión, ella lanzó las últimas hojas que tenía en las manos, empujándolas hacia el rostro de Jungkook con toda su fuerza. La ráfaga de hojas se estrelló contra él, cubriéndolo momentáneamente, y Jungkook no pudo evitar sonreír ante el gesto juguetón de ella.
Pero antes de que pudiera reaccionar completamente, el impulso de su risa y el movimiento de las hojas hicieron que él perdiera el equilibrio. En un instante, su cuerpo cayó hacia atrás, arrastrándola con él sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Atrapada por la fuerza de su caída, terminó encima de él, aterrizando sobre su torso, sorprendida por la cercanía repentina.
El sonido de las hojas crujientes bajo su peso y la calidez de su cuerpo contrastaban con el aire fresco que los rodeaba. Ambos quedaron tendidos allí, entre risas, el caos de las hojas aún flotando a su alrededor como una neblina dorada. Jungkook, mirando hacia arriba, no pudo evitar sonreír ampliamente, un gesto que rara vez se veía en él. No era la expresión de un hombre que tenía que mantenerse serio o distante, sino uno espontáneo y sincero, que encontró en ese momento algo simple y hermoso en su caos compartido. Miró a Giavanna, que estaba encima de él, con los ojos brillando de una mezcla de diversión y algo más profundo, un reflejo de esa conexión que comenzaba a formarse entre ellos.
—No creías que me vengaría, ¿verdad? —bromeó, respirando aún entrecortado por la risa. Aunque estaba cómodo con ella encima, sus palabras no podían ocultar la suavidad con la que la miraba, como si en ese instante todo fuera más sencillo, como si lo único importante fuera ese momento.
Aún sorprendida por la caída, se quedó inmóvil unos segundos, viendo su rostro, notando la sinceridad en sus ojos, algo que rara vez veía en su mirada más reservada. La cercanía de su cuerpo, la sensación de su respiración cercana, le hizo sentirse más vulnerable de lo que estaba acostumbrada.
—Es que... no esperaba que fueras tan rápido.
A pesar de su rostro sonrosado, al mirarlo, algo en su interior comenzó a relajarse. Verlo ahí, en el suelo, con esa sonrisa genuina y despreocupada, la hizo darse cuenta de lo poco que conocía a ese Jungkook. Él, con la respiración aún entrecortada por la risa, se quedó mirándola, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y algo más profundo. De repente, su expresión cambió. Sin previo aviso, apretó el agarre de la cintura. Giavanna no tuvo tiempo de reaccionar antes de que sus labios se encontraran con los suyos en un beso lleno de intensidad, uno que parecía cargado de algo mucho más profundo de lo que ella anticipó.
El beso fue feroz, un torrente de pasión que la envolvió, dejándola sin aliento. La sostenía con firmeza, su cuerpo vibrando con energía. La intensidad de su beso la hizo tensarse al instante, sintiendo cómo algo dentro de ella comenzaba a despertar, algo que no podía controlar. La calidez de su cuerpo sobre el suyo la hizo sentirse vulnerable, y la cercanía, el roce de sus labios, el abrazo con el que la mantenía tan cerca... Todo eso la hacía sentirse atrapada en una corriente de emociones que no sabía cómo manejar.
Incapaz de seguir el ritmo de esa pasión tan desbordante, rompió el beso de golpe, apartándose de él con las manos sobre su pecho. Su corazón latía con fuerza, y su mente intentaba procesar lo que acababa de suceder. Sin pensarlo, se levantó al instante, dándose cuenta de lo tensa que estuvo durante esos segundos. Comenzó alejarse, sintiendo que su mente aún intentaba comprender la intensidad del momento que acababan de compartir. El aire fresco del bosque la despejó un poco, pero su corazón seguía acelerado, como si no pudiera recuperar la calma. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron a unos metros con un pequeño lago, cubierto de hojas caídas que flotaban sobre la superficie. El reflejo del cielo en el agua le dio una sensación de paz, algo que necesitaba en ese instante.
Sin pensarlo demasiado, miró a Jungkook, que se levantó y permanecía en silencio detrás de ella. Sabía que el agua era un tema delicado para él, pero decidió intentar algo diferente. Se acercó con suavidad, asegurándose de no invadir su espacio personal.
—¿Qué te parece si nos acercamos un poco al borde? Sin presionarte, solo un rato... —sonrió tranquilizadora, intentando que no sonara como una petición demasiado insistente.
La observó por un momento, la duda visible en sus ojos. Su cuerpo se mantenía tenso, como si algo dentro de él le estuviera gritando que retrocediera, que se alejara de ese lugar. Pero al ver la calma en la expresión de Giavanna, algo en él se relajó. No la sentía como una amenaza, sino como alguien que lo entendía, alguien dispuesto a acompañarlo en su propio ritmo.
Finalmente, asintió lentamente, aunque su respiración seguía algo agitada. Caminó junto a ella, y mientras se acercaban al borde del lago, sentó con cautela sobre una roca, como si temiera que cualquier movimiento en falso pudiera hacer que el agua lo engullera de nuevo. Miraba al lago sin verlo en realidad, sus ojos vagando sin dirección. Pero Giavanna permaneció cerca, sin presionarlo, sin decir nada, solo allí con él, en ese espacio donde no había necesidad de palabras.
El silencio se estiró entre ellos, cómodo, sin presiones. Ella sabía que no necesitaba llenar cada espacio con palabras, que el solo hecho de estar allí, acompañándolo, era lo que más le importaba. Por fin, después de un largo rato, Jungkook se inclinó hacia ella, buscando el consuelo de su cercanía, de esa calma que solo ella le ofrecía sin pedir nada a cambio. Sin pensarlo mucho, Giavanna rodeó sus hombros con un brazo, abrazándolo con suavidad, el gesto tan natural que él no pudo evitar sonreír levemente, como si un peso se hubiera levantado, aunque fuera por un momento. Era como si el abrazo de ella le devolviera un pedazo de lo que más deseaba, algo que fue arrancado de él demasiado pronto: la protección, la calidez, esa sensación de ser cuidado sin tener que luchar por ello. Algo en ella lo calmaba, algo en la forma en que su cuerpo lo acogía lo hacía sentir por primera vez que podía relajarse por completo. Que estaba en casa.
A pesar de su dureza, de la fachada que siempre quiso mostrar al mundo, en ella encontraba algo tan puro y tranquilo que le costaba no entregarse por completo. Su mente, tan acostumbrada a la desconfianza, se encontraba en ese instante buscando algo más, algo que no podía articular, pero que sentía profundamente. Cerró los ojos, dejando que el dulce roce de Giavanna lo acunara en esa burbuja de calma que estuvo buscando durante tanto tiempo. El agua del lago, tranquila y profunda, parecía reflejar lo que él sentía: una calma inquietante, llena de tensiones no resueltas, pero también una oportunidad para descansar, para ser vulnerable. En cada suspiro de ella, sentía que podía respirar un poco más fácil, que por un momento todo lo que él era, todas sus inseguridades y miedos, podían ser olvidados.
No pudo evitar inclinar su cabeza hacia su mejilla, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus labios. El beso fue tímido, como si temiera romper la frágil paz que creó entre ellos. Le necesitaba, necesitaba ese contacto, ese cariño que tanto le faltó. Porque, en ese momento, lo que ella le daba, más allá de cualquier deseo físico, era algo que no tuvo en años: la sensación de ser cuidado, de ser deseado sin segundas intenciones, sin que lo trataran como una pieza más en un juego.
Cada vez que sentía su cercanía, sentía como si se hundiera más y más en ella, como si su cuerpo y su mente, tan rotos por las experiencias del pasado, pudieran encontrar finalmente un lugar donde descansar, donde se le viera como algo más que una fachada o una imagen pública. En su pecho, un nudo de ansiedad se deshacía, y el silencio entre ellos se volvía un refugio. Pero era un refugio que él sabía que no podía sostener por mucho tiempo, que eventualmente tendría que enfrentar su tormenta interna.
Sin embargo, en ese momento, con su cabeza reposando cerca de la suya, cerró los ojos una vez más, respirando profundo, disfrutando del leve roce de su piel. Era como si el mundo se desvaneciera a su alrededor. El lago, las hojas flotando, las sombras de los árboles, todo se convirtió en un eco lejano, reemplazado por la sensación de estar ahí, en ese pequeño rincón de paz, donde no había lugar para el pasado ni para el futuro, solo para ellos dos.
—Gracias... —susurró, y la calidez de sus palabras hizo que el corazón de Giavanna se acelerara ligeramente.
Sorprendida por la dulzura del momento, sonrió.
(...)
Jungkook sostenía con firmeza la mano de Giavanna mientras caminaban por el sendero cubierto de hojas. El aire era fresco, y aunque el ambiente tenía una quietud pacífica, había una ligera tensión en el silencio que compartían. Él llevaba la mochila al hombro con una facilidad despreocupada, y de vez en cuando giraba para asegurarse de que ella no tropezara con las raíces expuestas en el camino.
—¿No tienes ninguna buena propuesta en cuanto a la actuación? —Giavanna rompió el silencio. Su tono era casual, pero había un toque de curiosidad que no pudo disimular del todo.
—He estado rechazando algunos guiones últimamente —tardó unos segundos en responder, como si estuviera organizando sus pensamientos. Ella parpadeó sorprendida, girando ligeramente la cabeza para mirarlo al escucharlo—. Decidí darme un respiro de la actuación por un tiempo.
—¿Rechazando guiones? —repitió, incrédula. Había una ligera nota de escepticismo en su tono—. ¿Qué clase de guiones?
—De todo un poco. Algunas películas con bastante potencial, dramas, incluso un par de propuestas internacionales —se detuvo un momento, inclinando la cabeza hacia un lado como si estuviera evaluando la mejor manera de explicarse—. Pero ahora mismo estoy centrado en otras cosas. Las campañas con Calvin Klein, Saint Laurent, y otros proyectos creativos. Estoy explorando más la producción ejecutiva.
—Wow...—soltó una risa breve y algo seca antes de añadir—: Supongo que es fácil rechazar guiones cuando las propuestas siempre son de películas grandes o papeles principales.
Se detuvo de golpe, lo suficiente como para obligarla a girarse hacia él. Su rostro era tranquilo, pero había un destello de algo en sus ojos, una mezcla de cansancio y algo más difícil de identificar.
—No se trata de que sea "fácil", tampoco de aceptar papales porque sí —respondió, su tono aún controlado, pero con firmeza—. Se trata de que tengo que priorizar mi salud y asegurarme de que lo que haga valga la pena.
Giavanna sintió un leve golpe de culpa, pero algo en ella la empujó a seguir hablando, sin pensar demasiado en el impacto de sus palabras.
—Claro, para alguien como tú, que siempre tiene opciones de sobra, debe ser sencillo priorizar —El comentario salió más ácido de lo que pretendía, y lo supo al ver cómo los hombros de Jungkook se tensaban ligeramente—. No todos podemos darnos ese lujo. Algunos seguimos esperando que nos llamen para algo más que papeles secundarios.
—No siempre fue así, Giavanna. Todo esto me costó años de trabajo, sacrificios... Y más cosas de las que cualquiera podría imaginar.
Quiso replicar, pero algo en el tono de él la detuvo. Era como si hubiera algo detrás de esas palabras, algo que él no iba a compartir, pero que pesaba demasiado como para ignorarlo.
—¿Y tu manager? —preguntó, un poco más por curiosidad que por otro motivo
Jungkook soltó una risa leve, una sonrisa cansada cruzó su rostro.
—Sí, Hartley... No entiende que necesito un descanso. Está molesto por los guiones que rechacé, no le gusta que no acepte papeles, sobre todo cuando tienen tanto potencial —suspiró—. Siempre tiene algo más que ofrecerme, siempre hay algo que se supone que debo hacer. Ha sido mi manager desde que mi padre me lo presentó. Desde que era un niño. Es como... Es como mi familia —Giavanna lo miró, su rostro se endureció ligeramente. Algo en lo que dijo él no encajaba, como si estuviera atrapado en una rutina que no eligió por completo—. Él decide todo lo que voy a hacer, todos los proyectos en los que debo estar. No tengo mucha opción. Pero por el momento logré convencerlo de darme un pequeño descanso de la actuación.
—Eso suena... agotador.
—Lo ha sido. Hartley se encargó de mí cuando mi padre... firmó el contrato. Desde entonces, no he tenido mucho control sobre lo que hago. Siempre ha sido él quien dice qué aceptar, qué rechazar —bajó la mirada al suelo mientras continuaban caminando, su voz se volvió más baja, como si no quisiera admitir algo que no podía cambiar—. No hay mucho espacio para decidir algo por mí mismo. Siempre está ahí, empujándome más, más allá de lo que creo que puedo soportar —presionó los labios por un momento—. Y ahora, que estoy rechazando guiones, se enoja. Me dice que estoy arruinando todo.
Giavanna sintió un leve temblor en su interior. Aunque no podía decirlo en voz alta, había algo de eso que le revolvía el estómago. La forma en que Jungkook hablaba de Hartley, como si fuera su única familia, como si estuviera atado de una manera que no podía escapar, le daba una sensación de incomodidad, de impotencia.
—¿Y no puedes... hacer nada al respecto? —preguntó, buscando en sus palabras algo de compasión, pero también un poco de desdén. Después de todo, él parecía tenerlo todo, y aun así, de alguna manera, estaba atrapado.
—No es tan sencillo. Al final, Hartley ha sido él único que no se ha ido de mi lado, que ve por mí —se encogió de hombros, la expresión en su rostro era una mezcla de cansancio y resignación—. No tengo muchas opciones. Y, en cierto modo, me ha dado todo lo que tengo. Pero sí... A veces desearía poder hacer algo distinto.
El aire entre ellos se cargó de tensión mientras continuaban su caminata, cada uno con sus pensamientos, cada uno atrapado en sus propios demonios. Giavanna no pudo evitar sentirse un poco más distante de él, aunque no lo admitiera. Mientras él se quejaba de su falta de control, ella se preguntaba si alguna vez llegaría a tener la oportunidad de decidir por sí misma, de tomar las riendas de su vida sin estar siempre esperando a que alguien le abriera las puertas.
El silencio entre ellos se fue alargando a medida que caminaban por el sendero. El sonido de las hojas crujientes bajo sus pies parecía ser lo único que rompía la quietud que los rodeaba. La distancia emocional que ambos sentían se hacía más evidente a cada paso. Y él odiaba notarlo después de todo lo que sintió en esa roca, cerca el lago.
—¿Sabes? —rompió el silencio, su voz un susurro bajo, mirando al frente sin realmente ver nada, como si temiera que lo que fuera a decir pudiera cambiar las cosas—. Me está costando mucho no estar físicamente contigo durante semanas. Las veces que estamos separados me siento... vacío.
Lo miró sorprendida, sin esperar esa confesión. Detuvo su paso por un momento, y él también lo hizo, girándose para mirarla. Había vulnerabilidad en sus ojos, y eso la hizo sentirse un tanto incómoda.
—¿Tienes problemas con eso? —preguntó, aún incrédula. La idea de que él, con toda su fama y su vida tan ocupada, pudiera sentirse así, la desconcertaba un poco.
—Es... No solo eso. No es solo la distancia física. Es el hecho de que... no puedo evitar sentir que estoy perdiendo —suspiró y, por primera vez, dejó que su mirada cayera al suelo, mostrando una carga que estaba ocultando—. Cada vez que estamos lejos, me cuesta más. Me cuesta más porque quiero que confíes en mí, quiero que abras tu corazón, pero siento que siempre hay algo entre nosotros, algo que te impide hacerlo —Lo escuchaba en silencio, sus pensamientos girando en torno a sus palabras—. Como si te estuvieras protegiendo, como si no pudieras permitirte confiar.
—Yo... No sé. Tal vez tienes razón —respondió con cautela, el miedo a ser demasiado abierta la hizo retroceder un paso—. Es difícil para mí abrirme completamente. Y sí, siento que a veces me detengo antes de llegar a un punto en el que pueda confiar.
—¿Por qué?
Se acercó un poco más, su expresión más seria, buscando en sus ojos alguna pista sobre lo que realmente sentía ella. Necesitaba saber por qué se cerraba, por qué esa distancia entre ellos persistía.
Giavanna sintió un golpe de incomodidad. Lo que él estaba pidiendo, la forma en que lo decía, hacía que se sintiera aún más atrapada en sus propias inseguridades.
—No lo sé. Supongo que es... complicado —contestó evasivamente—. Como si todo fuera incierto. La gente no cambia, Jungkook —la miró fijamente, y un ligero fruncimiento apareció en su frente al escuchar su respuesta. No era la que esperaba, no la que él deseaba escuchar—. Las relaciones, las promesas... Es todo tan frágil. Y... no quiero pensar en eso ahora. Prefiero no hablar de ello.
—¿Cómo que prefieres no hablar de ello? —cuestionó con la frustración comenzando a calar en su tono. Su voz se volvía más firme, pero su mirada aún estaba llena de dudas—. ¿No estamos trabajando en esto, en nosotros? Si ni siquiera podemos hablar de lo que sentimos, ¿cómo vamos a hacer que funcione?
Retrocedió un paso, sintiendo la presión que sus palabras le imponían. Nunca fue buena lidiando con confrontaciones emocionales, y menos con una situación como esta. Su corazón comenzó a latir más rápido, y la incomodidad la invadió por completo.
—No es que no quiera hablar. Es solo que... hablar de eso solo me deja más dudas —aclaró, ahora con una mezcla de tensión y algo de enojo—. No sé cómo solucionar esto. Tal vez necesitamos tiempo para que me acostumbre... O tal vez ni siquiera necesitamos hablar tanto de esto.
La frustración en los ojos de Jungkook era evidente. No entendía por qué, cuando finalmente comenzaban a pasar tiempo juntos, cuando él estaba entregándose por completo, ella aún se aferraba a sus dudas. Hacía todo lo posible por demostrarle que quería que funcionara, pero ella parecía no estar dispuesta a dar el paso hacia lo mismo.
—¿Sabes? Creí que lo que teníamos iba a ser más claro con el tiempo —habló un poco más duro ahora—. Pero si sigues poniendo barreras, si sigues alejándote cada vez que intento acercarme, ¿cómo vamos a lograrlo?
El tono de su voz hizo que sintiera una punzada en el pecho. El dolor de la incertidumbre la estaba consumiendo, y la tensión entre ellos creció, expandiéndose como un muro invisible. Sabía que algo tenía que cambiar, pero no sabía si estaba lista para tomar ese paso.
—No quiero que esto se convierta en algo que me lastime, Jungkook. No quiero que al final terminemos odiándonos otra vez —Su voz vaciló un momento, pero se mantuvo firme—. Yo también quiero que funcione, pero no sé si puedo soportarlo si me presionas demasiado.
Pero, al final, solo suspiró profundo y dio un paso atrás, como si necesitara un respiro.
—No te estoy presionando —la miró con sus ojos llenos de frustración y algo de tristeza. Por un momento, parecía que todo el esfuerzo que había puesto en ellos, en lo que estaban construyendo, se desmoronaba ante él—. Solo quiero saber si esto tiene alguna oportunidad. Pero si no lo sabes, entonces... Quizás también necesite tiempo para entenderlo.
Giavanna tragó saliva, y ambos se quedaron en silencio, con el peso de sus palabras flotando entre ellos. La distancia entre sus corazones no era solo física, sino también emocional. La incertidumbre seguía allí, pesada, esperando ser enfrentada.
(...)
Jungkook salió del baño con un aire despreocupado pero elegante. Llevaba una camisa negra ajustada que acentuaba sus anchos hombros y brazos, los primeros botones desabrochados, revelando un destello de su clavícula, y unos pantalones negros perfectamente entallados que realzaban su figura. Sus anillos plateados destellaban bajo la tenue luz del hotel, y su cabello negro, ligeramente despeinado pero perfectamente colocado, le daba un toque casualmente sofisticado. Mientras se abotonaba el último botón del puño de su camisa, su mirada se alzó hacia Giavanna.
Ella estaba de pie frente al espejo del tocador, terminando de colocarse un par de delicados aretes que contrastaban con el tono cálido de su piel pecosa. Su vestido ajustado de un color burdeos profundo resaltaba la intensidad de su cabello pelirrojo, que caía en suaves ondas sobre sus hombros. Sus ojos miel, generalmente cálidos, reflejaban ahora una mezcla de tensión y algo que no terminaba de revelar. Parecía estar luchando con sus propios pensamientos mientras observaba su reflejo, como si se esforzara por convencerse de algo.
—Tal vez deberíamos cancelar —mencionó de repente, su tono era suave, pero cargado de incertidumbre. No se giró para mirarlo, mantuvo su atención en el espejo mientras ajustaba el broche de su arete—. No creo que estemos como para tener una cita en este momento.
Jungkook dejó de arreglarse la camisa y la observó en silencio por un momento, su expresión pasó de neutral a una mezcla de incredulidad e indignación. Dio un par de pasos hacia ella, con movimientos contenidos pero decididos.
—¿Cancelar? —repitió, su voz baja y controlada, aunque había un matiz de irritación en ella—. ¿Por qué?
—Porque simplemente... no estamos bien —se giró hacia él, pero sus ojos no se encontraron del todo—. Después de lo que pasó esta tarde, creo que no tiene sentido fingir que todo está bien.
—¿Fingir? Giavanna, planeé esto porque quería que tuviéramos algo diferente, algo lejos de todo lo que nos pesa —suspiró, pasándose una mano por el cabello en un gesto de frustración—. Escogí este lugar, aquí en el rooftop, para que no tengas que preocuparte por nadie más, porque sé lo mucho que te incomoda la atención.
Sintió un nudo en el estómago. Sabía que él tenía razón, que su esfuerzo era evidente, pero la culpa y el resentimiento que aún cargaba hacia él eran difíciles de ignorar.
—Lo entiendo, de verdad lo entiendo. Pero esto no se soluciona con cenas bonitas ni con escaparnos de todo por un rato. Todavía... —Su voz se quebró ligeramente antes de reponerse, mientras que él presionó los labios, y sus ojos oscuros mostraron un destello de cansancio y frustración—. Todavía no puedo dejar de sentir que hay algo que no encaja...
—¿Qué más puedo hacer para que confíes en mí? —preguntó, su voz apenas un susurro cargado de emoción—. ¿Qué más necesitas para que dejemos de dar vueltas y me digas si de verdad quieres esto conmigo?
—No lo sé, Jungkook. No lo sé...
—Sé que no puedo borrar lo que pasó antes, lo estúpido que fui contigo —cerró los ojos por un momento, intentando controlar el enojo que comenzaba a hervir en su interior. Cuando los abrió, la miró con una mezcla de ternura y exasperación. Y continuó con un tono algo más suave, pero con una firmeza que demostraba su convicción—: Pero estoy aquí, estoy intentándolo. Planeé esta cita porque quiero construir algo contigo, Giavanna.
Ella sintió el peso de sus palabras, pero el resentimiento que aún albergaba no la dejaba responder como él esperaba.
—Tal vez esa construcción necesite más tiempo del que pensamos...
Asintió lentamente, con la mandíbula tensa. No dijo nada más mientras se giraba, caminando hacia la ventana con una postura rígida, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. El silencio que siguió era pesado, y ambos sabían que este era un muro que no sería fácil derribar.
Permaneció de espaldas a ella, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón mientras miraba por la ventana hacia la ciudad iluminada y pasaba la lengua por el interior de su mejilla. El silencio se alargó, y Giavanna se sintió tentada a decir algo para aliviar la tensión, pero antes de que pudiera hablar, él giró otra vez hacia ella.
—No voy a cancelar la cita —dijo, con una firmeza que dejaba claro que no era negociable, por lo que ella parpadeó, sorprendida por su respuesta.
—Carajo, no estoy diciendo esto por capricho.
Él negó con la cabeza,.
—Ya hablé con los del hotel. Son los únicos que saben que estamos aquí y que prepararon todo con discreción, como lo pedí —su mandíbula se tensó mientras daba un paso hacia ella—. Si cancelo ahora, se hablará. ¿Sabes lo que eso significa?
—¿Qué importa si se habla entre ellos o no?
—Importa porque no soporto la idea de que se rían de mí —confesó, su tono bajó pero cargado de emoción. Su voz temblaba ligeramente, pero sus palabras estaban cargadas de orgullo y frustración—. No puedo soportar que piensen que algo salió mal, que me vean como alguien que no puede manejar ni siquiera una maldita cita privada.
—Por Dios... Nadie va a pensar eso.
—¿Ah, no? —cuestionó con un deje de sarcasmo, cruzándose de brazos—. Tal vez no entiendas lo que es estar siempre bajo el ojo de los demás, que analicen cada movimiento que haces, que cada rumor, por pequeño que sea, se convierta en un puto espectáculo.
Giavanna sintió un nudo en la garganta. Había algo en la forma en que hablaba, esa mezcla de inseguridad y orgullo, que revelaba cuánto le afectaban esas cosas.
—Esto no es solo sobre lo que los demás piensen —continuó, respirando profundamente para calmarse—. Es sobre mí. Sobre no sentir que estoy fracasando de nuevo... contigo.
—Jungkook, esto no es un fracaso —aseguró con suavidad, dando un paso hacia él—. No tienes que demostrar nada a nadie, ni siquiera a mí. Ya has hecho suficiente.
Soltó una risa breve y amarga, mirándola con los ojos cargados de emociones contradictorias.
—Pero siento que sí. Siento que, si no logro que esto funcione, entonces todo lo demás tampoco tiene sentido.
Abrió la boca para responder, pero no sabía qué decir. Había algo en su desesperación que la confundía, que le hacía cuestionar si estaba siendo demasiado dura o si simplemente no estaba lista para lo que él esperaba de ella.
Lo observó durante un largo momento, sintiendo el peso de sus palabras, el conflicto interno que se reflejaba en su rostro. Al final, suspiró, dejando ir la tensión que estuvo acumulando.
—Está bien...—dijo en voz baja, casi sin querer. La decisión de aceptar la cita surgió por el simple hecho de ver en los ojos de él, esa mezcla de vulnerabilidad y orgullo. Podía sentir que él realmente lo necesitaba, y aunque no tenía claro si era el momento adecuado para algo así, también comprendía que tenía que dejar ir esas dudas.
Jungkook la miró, aliviado pero aún tenso, como si no pudiera creer que logró convencerla. Su cuerpo se relajó un poco, aunque la atmósfera entre ellos seguía cargada.
—Gracias... —musitó con una suavidad inesperada para él. Después de todo lo que estuvo arrastrando, no era común que se mostrara agradecido con alguien. Especialmente no con alguien que estuvo de forma constante distante.
En ese momento, su celular vibró sobre la mesa del hotel, interrumpiendo el momento. Jungkook lo miró, frunciendo ligeramente el ceño, antes de contestar rápidamente. Se dirigió a la persona del hotel con una autoridad algo contenida, como si necesitara asegurarse de que todo estuviera perfecto para evitar cualquier sorpresa. Giavanna lo observó de reojo mientras él hablaba, notando el cambio en su tono cuando se dirigía a la persona que estaba organizando la cita. Su voz era firme, pero no había rastro de arrogancia, solo una necesidad de que todo fuera según lo planeado.
Tras un breve intercambio, colgó y miró a Giavanna.
—Están listos. Nos llevará al lugar.
Asintió, aunque una pequeña gota de ansiedad la recorrió cuando comenzó a pensar en lo que eso significaba.
Poco después, cuando tomaron sus abrigos, hubo un suave golpe en la puerta. Jungkook se acercó de inmediato y fue a abrir la puerta. Un empleado del hotel, vestido de manera impecable con un traje oscuro y un gesto profesional pero amigable, los saludó.
—Por aquí, por favor.
Caminaron por los pasillos del hotel hasta llegar a una puerta de vidrio que se abría hacia un elevador privado. Cuando la puerta se cerró tras ellos, el elevador los llevó hasta el último piso del hotel, donde la noche fría los recibió al salir a la terraza privada. La vista era impresionante: la Torre Eiffel brillando en la distancia, iluminada por miles de luces que parpadeaban suavemente en la noche. Estaba tan cerca que parecía al alcance de la mano, como si pudieras tocarla si tan solo alargabas un poco los dedos.
La mesa para dos estaba situada justo en el centro, con sillas de madera oscura que contrastaban perfectamente con la decoración minimalista que la rodeaba. Una mesa rectangular de madera con un mantel blanco y elegante, pero simple, estaba adornada con velas bajas en recipientes de cristal, que proyectaban una luz cálida y suave. Alrededor de la mesa había pequeñas hojas secas de tonos otoñales esparcidas de manera ordenada, y el centro de mesa consistía en un arreglo discreto pero sofisticado, con flores de temporada como dalias rojas y crisantemos blancos, que añadían un toque de color sin robar protagonismo a la vista panorámica.
El ambiente era íntimo y sereno, con el sonido lejano de la ciudad complementado por el suave susurro de la brisa nocturna.
Jungkook se detuvo un momento, observando todo lo que se preparó con tanto cuidado. Su expresión parecía más tranquila ahora, aunque la tensión seguía allí, flotando entre ellos.
—Espero que esto esté bien... —dijo, casi como un susurro, mirando el ambiente que lo rodeaba. Aunque el lugar era perfecto, su mente estaba dividida, pensando si esto era lo que necesitaban.
El empleado hizo una ligera reverencia y se retiró silenciosamente, dejándolos solos en la terraza privada. Giavanna, observando todo, se sintió un tanto abrumada por la belleza del lugar, la forma en que la noche envolvía el ambiente. Pero, Jungkook, con un gesto decidido, le corrió la silla, por lo que, sorprendida por el gesto, lo observó por un momento, antes de sentarse.
—Gracias.
Él asintió en silencio antes de tomar asiento. Luego, con un movimiento fluido, tomó la botella de vino y las copas elegantes para comenzar a verter el vino en ellas con una delicadeza que no era común en su carácter impulsivo. La copa de cristal brillaba bajo las luces tenues, como una obra de arte perfecta que contrastaba con el resto del ambiente relajado.
Giavanna, por su parte, seguía observando cada detalle a su alrededor. Las luces suaves, la decoración cuidadosamente seleccionada, el espacio tan privado y alejado del mundo... Todo parecía diseñado para crear un momento especial, pero la tensión entre ellos seguía densa en el aire. Cada uno se encontraba atrapado en sus pensamientos, y aunque ninguno lo dijera en voz alta, sabían que algo más estaba en juego aquí, algo que no podían ignorar.
—¿Qué te parece lo que elegí? —preguntó, mirando hacia ella, casi con una pequeña sonrisa en su rostro. A pesar de todo, su gesto intentaba ser sincero, como si buscara alguna señal de que, al menos en este lugar, las cosas podrían fluir mejor entre ellos.
—Está bien. Es... bonito. —La respuesta fue sincera, pero aún evasiva, como si hubiera algo más que no quería decir.
El silencio cayó entre ellos de nuevo, pesado y cargado de la incertidumbre que siempre los rodeaba. Giavanna intentó concentrarse en la mesa, en cualquier cosa que le ayudara a apartar la atención de la tensión creciente entre ambos. Jungkook, sin embargo, no pudo evitarlo. Apoyó los brazos en la mesa y suspiró profundo, cubriéndose el rostro con una mano, como si intentara encontrar una forma de calmar el caos que sentía por dentro.
—No puedo... —murmuró entre dientes, la voz ronca y rasposa por la frustración contenida. Sus ojos se cerraron por un momento, su cuerpo tenso bajo la superficie calma que trataba de proyectar—. No puedo seguir así. Esto... —su mano se deslizó por su rostro, dejando escapar un suspiro más pesado, como si llevara una carga invisible—. Es insoportable... estar aquí, contigo como he deseado estas semanas, pero tan cerca y al mismo tiempo tan... lejos.
Lo miró por un momento, su corazón dando un brinco ante las palabras que acababa de escuchar. No sabía qué responder, no sabía si debía decir algo en ese momento. La forma en que él hablaba, la vulnerabilidad que dejaba ver en sus palabras, le parecía tan... diferente a la imagen que tuvo de él antes. Pero también sentía que algo en su interior se mantenía distante, que no podía permitirse dejarse llevar por esa cercanía que él parecía buscar.
El silencio que siguió a la confesión de Jungkook se rompió cuando él, con la mirada fija en la mesa, decidió tocar un tema que ambos sabían que aún colgaba en el aire.
—Lo que hablamos en el bosque... Sé que fue... difícil, y no quiero que pienses que no lo entiendo —empezó, su tono más suave, aunque la tensión aún estaba presente—. Pero ¿por qué sigues manteniendo esa distancia? ¿Por qué no puedes confiar en mí?
—No es que no pueda confiar en ti —aclaró, pero su voz vaciló un momento—. Es solo que... todavía me cuesta, Jungkook. Todo esto... Yo también tengo miedo. Miedo de lo que pueda pasar, de lo que estoy dejando que pase...
Sus ojos estaban fijos en ella, como si intentara descifrar lo que no estaba diciendo. Entonces, lentamente, estiró la mano y la colocó sobre la mesa, cerca de la de ella. Sin decir nada, acarició el dorso de su mano con el pulgar, un gesto tierno, pero cargado de algo más profundo, como si intentara transmitirle su apoyo sin palabras. Y ella, aunque sorprendida por el gesto, no retiró la mano. Algo en el toque de él la calmó, aunque la incertidumbre seguía allí, en su pecho, presionando.
—Entonces, ¿mi esfuerzo no está sirviendo? —Su voz salió casi inaudible, como si temiera la respuesta. Sus ojos la observaban con una mezcla de frustración y esperanza, como si estuviera buscando una señal de que, tal vez, las cosas podrían mejorar entre ellos.
—No... No es eso —levantó la vista hacia él, sus ojos miel reflejando un conflicto silencioso—. Tal vez solo tengo miedo de que todo esto se rompa. No quiero que sea solo... algo temporal. Algo que termine mal.
—Yo no quiero que termine, Giavanna —la miró intensamente, y aunque el gesto de acariciar su mano permaneció, sus palabras fueron más firmes. Después de un breve silencio, su expresión se suavizó, como si hubiera llegado a una conclusión dentro de sí mismo—. Estoy aquí, realmente aquí, porque quiero que esto funcione. Si me esfuerzo, es porque de alguna manera... creo en esto. En ti. En nosotros.
Se quedó en silencio, su mente procesando lo que acababa de decir. Por un instante, la tensión entre ellos desapareció, reemplazada por una sensación de entendimiento mutuo, como si, al fin, ambos pudieran ver más allá de sus propios miedos. Y después de un largo momento de incertidumbre, ella apretó ligeramente su mano, una señal silenciosa de aceptación, antes de devolverle una pequeña sonrisa.
—Entonces... tal vez podríamos intentarlo mejor, ¿no? —murmuró, su voz mucho más tranquila, casi como si le estuviera dando permiso para que siguiera luchando por lo que ambos querían.
Al escuchar sus palabras, sintió una oleada de alivio recorrerlo. Por fin logró algo que temía que nunca conseguiría: un pequeño paso hacia el entendimiento y la cercanía que estuvo buscando.
Sonrió, su mano apretando la de ella un poco más, antes de inclinarse hacia adelante, como si quisiera sellar el momento con algo más.
—Entonces, no lo arruinemos, ¿de acuerdo? —Su tono fue ahora más ligero, más juguetón. La tensión comenzó a desvanecerse, aunque aún quedaba mucho por resolver entre ellos.
Asintió, aunque en el fondo de su corazón, el miedo seguía ahí. Pero algo cambió. Quizás, solo quizás, podrían construir algo real, juntos.
Jungkook tomó la copa con cuidado, su mirada fija en Giavanna. La intensidad de sus ojos negros contrastaba con la suavidad que adquirió su expresión. Alzó ligeramente la copa, inclinándola hacia ella, y esbozó una pequeña sonrisa.
—Quiero proponer un brindis, por nosotros, porque... aunque aún estamos encontrando el camino, quiero que sepas que estoy aquí, de verdad—dijo con un tono que, aunque tranquilo, estaba cargado de intención—. Por todo lo que estamos construyendo, y porque, aunque a veces sientes que dudas, yo no tengo ninguna duda de lo que quiero contigo.
Sus palabras hicieron que bajara la mirada por un instante, incapaz de sostener la intensidad de su declaración. Sin embargo, no pudo evitar que una leve sonrisa curvara sus labios. Cuando alzó la copa para corresponder al brindis, su gesto fue tímido pero genuino.
Ambos bebieron pequeños sorbos del vino, y antes de que Giavanna pudiera decir algo, Jungkook se levantó parcialmente de su asiento, inclinándose hacia ella. Sus ojos captaron los de ella por un instante, llenos de calidez y determinación. Sin decir una palabra, sus labios se encontraron en un beso breve pero profundo. Ella sintió que sus mejillas ardían, el calor del momento haciéndola bajar la mirada cuando él volvió a sentarse, satisfecho al ver el leve sonrojo en su rostro.
—Eso fue... inesperado.
—No podía evitarlo —se recostó ligeramente en su asiento mientras la miraba—. Te ves demasiado hermosa esta noche como para no hacerlo.
Giavanna le lanzó una mirada a medio camino entre la incredulidad y la diversión, pero no dijo nada. Mientras esperaban la comida, la conversación se volvió más pausada, aunque aún quedaba cierto nerviosismo flotando en el aire. Jungkook logró arrancarle un par de sonrisas con comentarios ligeros, pero podía notar que ella seguía algo tensa. Su mirada no dejaba de desviarse hacia la Torre Eiffel, como si buscara un punto de escape.
—Estuve pensando en algo... —empezó, atrayendo la atención inmediata de Jungkook, quien levantó la vista, interesado.
—¿Sí? —se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos atentos en los de ella, que se humedeció los labios, jugando con la servilleta sobre su regazo para calmar el nerviosismo.
—No quiero que sientas que eres el único que se está esforzando aquí... porque no es así —confesó, mirándolo brevemente antes de volver a bajar la mirada. El peso de sus palabras parecía dificultarle continuar, pero respiró hondo y añadió—: Y... pensé que, si seguimos bien, podría invitarte a la boda de mi hermana, Savannah.
La declaración cayó como un rayo en la conversación, haciendo que Jungkook la mirara con una mezcla de sorpresa y algo que parecía ser genuina emoción.
—¿En serio?
Asintió, todavía sin mirarlo directamente, pero notando que él quería asegurarse de que escuchó bien.
—Es algo importante, así que... pensé que podría ser una buena oportunidad para que... No sé, compartamos algo diferente.
Jungkook se recostó ligeramente en su asiento, procesando lo que acababa de escuchar. La boda de Savannah, la hermana de Giavanna, no era cualquier evento, así que, que lo invitara significaba que estaba dispuesta a dar un paso que, para ella, no era nada fácil.
—Es un gesto enorme, Giavanna —una sonrisa lenta se formó en sus labios—. ¿Estás segura de que quieres que vaya contigo?
—No estaría diciendo esto si no estuviera segura —alzó la vista para mirarlo. Sus ojos mieles brillaban con una mezcla de determinación y vulnerabilidad—. Falta poco más de un mes para la boda.
—Entonces, claro que iré contigo —aceptó con una suavidad en la voz que no usaba a menudo. Luego, sonrió un poco más—. Siempre y cuando sigamos bien, como dices.
Rodó los ojos ante su comentario, pero también dejó escapar una pequeña risa, la primera en verdad relajada en toda la noche.
—No lo arruines, entonces —bromeó, aunque su tono era liviano.
—Eso significa que tengo poco más de un mes para demostrarte que esto puede funcionar —se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y cruzando las manos frente a él. La mirada de Giavanna se encontró con la suya, y por un instante, la tensión pareció desvanecerse. Ambos sabían que no sería fácil, pero en ese momento, parecía que al menos estaban dispuestos a intentarlo.
¡Hola!
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué opinan de lo que están construyendo? ¿Será que la tranquilidad se va a mantener en ese tiempo antes de la boda de Savannah?
Espero que les haya gustado el nuevo capítulo, si es así no se olviden de votar y comentar
¡Nos leemos mañana!
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