O19 | CELOS Y SOMBRAS EN EL AGUA

—Giavanna... —su voz era firme, pero también estaba teñida de una vulnerabilidad inesperada—, me gustas.  Me gustas más de lo que puedo expresar —confesó, esta vez con una honestidad cruda, como si hubiera llegado al punto de no poder ocultarlo más—. No sé cómo decirte esto sin parecer un completo loco, pero maldita sea... Lo estoy. Lo estoy, porque no puedo dejar de pensar en ti. No puedo dejar de querer algo que ni siquiera sé si merezco —Las palabras le cayeron sobre los hombros de como una carga inesperada y parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. El aire entre ellos se volvió denso, cargado de algo que no podía descifrar. Jungkook no apartó la vista de ella, aunque sus palabras se quedaron flotando en el aire, suspendidas, como si también él estuviera intentando asimilar lo que acababa de decir. Lo miraba fijamente, como si tratara de encontrar alguna pista en su expresión, algo que le dijera si lo que acababa de confesar era real o solo un impulso momentáneo. Su mente estaba en guerra, sin saber si debía retroceder, si debía huir de esa cercanía, o si, por el contrario, debía entregarse a la idea de que, tal vez, lo que sentía por él también era algo más.

Por un instante, ninguno de los dos habló. Jungkook seguía observándola, esperando alguna respuesta, aunque no esperaba una confirmación inmediata. Sabía que lo que dijo no era algo que pudiera tomar a la ligera, que su confesión estaba cargada de una vulnerabilidad que no mostraba hacía demasiado. Pero algo en su interior le decía que debía ser honesto, aunque fuera solo por esa noche.

El silencio entre ellos se alargó, tan tenso que parecía resonar incluso más que la música que aún llenaba el estadio. Giavanna seguía allí, quieta, con su mano atrapada en la de él, entrelazada dentro del bolsillo de su chaqueta. Sus ojos estaban fijos en los de Jungkook, buscando algo: una broma, una ironía, alguna señal que le confirmara que esto no era más que un juego.

Entonces, sin previo aviso, comenzó a reír.

Primero fue una risa baja, entre dientes, pero pronto se transformó en un estallido que hizo eco en la zona VIP, atrayendo las miradas de algunos. Giavanna intentó contenerse, pero la risa histérica seguía brotando de sus labios, desbordada, como si todo lo que estuvo reprimiendo hubiera encontrado su vía de escape. Apartó su mano bruscamente de la de Jungkook, como si el contacto quemara, mientras él la miraba desconcertado, frunciendo el ceño, pero luego dejó escapar una sonrisa, algo torcida, casi histérica también, como si la risa de ella fuera tan absurda que no pudiera evitar contagiarse. Pero había algo más en su mirada, una mezcla de confusión y una herida que intentaba ocultar bajo ese gesto de incredulidad.

—¿Qué te pasa? —preguntó, su tono contenía una mezcla de incredulidad y molestia—. ¿Por qué te ríes?

Giavanna trató de recuperar el aliento, llevando una mano a su pecho mientras seguía soltando pequeñas carcajadas. Aun así, sus ojos revelaban otra emoción: nerviosismo, quizá incluso pánico.

—Es que... —se detuvo, respirando profundamente, y luego lo miró, aún con una risa amarga en los labios—. ¿Estás loco? ¿Qué clase de broma es esta?

Él alzó una ceja, su rostro endureciéndose un poco. La sonrisa irónica desapareció de inmediato, dejando paso a una expresión seria, firme, aunque sus ojos delataban algo más vulnerable.

—No estoy bromeando, Giavanna —aclaró con una seguridad que la hizo titubear. Sus palabras cortaron el aire entre ellos—. Nunca he hablado tan en serio contigo como ahora.

La risa de ella se apagó de golpe, como si aquellas palabras hubieran drenado toda la energía de su reacción. Lo miró con los labios entreabiertos, su cuerpo tenso. Intentó recuperar su compostura, pero el peso de su confesión la golpeó como una corriente que no esperaba. Tragó con dificultad, desviando la mirada hacia el escenario en busca de una salida, cualquier distracción que la sacara de aquel momento. Entonces lo notó: Jimin ya no estaba allí. La música terminó, y el escenario se encontraba vacío, las luces comenzando a apagarse mientras los murmullos de la multitud llenaban el espacio.

Giavanna sintió que su respiración se aceleraba. Miró a su alrededor, notando que los pocos famosos que quedaban en la zona VIP los observaban con curiosidad, y el calor subió a sus mejillas. Tenía que salir de esa situación, necesitaba escapar.

—¿Crees que pueda conocer a Jimin esta noche? —preguntó de repente, su tono más alto de lo habitual, con un intento desesperado de cambiar el tema.

La miró, sus ojos oscuros y serios, como si estuviera debatiéndose entre insistir en lo que dijo o seguirle el juego. Ella lo miró de reojo, pero no podía sostener su mirada por más de un par de segundos sin sentir que se estaba exponiendo demasiado. Tragó saliva, su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras intentaba mantener una expresión neutral. Pero su tensión era evidente, incluso en la forma en que sus dedos jugueteaban con el borde de su vestido.

—Quizá —respondió finalmente, su voz casi fría, mientras desviaba la mirada hacia el escenario vacío—. Aunque dudo que eso sea lo que realmente quieres esta noche.

Sus palabras eran un golpe suave, cargado de significado, pero Giavanna se negó a enfrentarlo. En cambio, miró al público que comenzaba a dispersarse, agradecida por la excusa de moverse. Pero, incluso mientras se alejaba un poco de él, podía sentir su mirada fija en su espalda, como si estuviera analizando cada uno de sus movimientos, cada gesto, intentando descifrar lo que estaba pensando.

Dejaron sus copas en una pequeña mesa cercana, pero el aire aún estaba cargado, como si todos los presentes estuvieran pendientes de cada movimiento entre ellos. Algunos de los conocidos de Jungkook los observaban con miradas curiosas o disimuladas, mientras que otros se preparaban para marcharse y otros ya lo hicieron.

Entre los que se despedían, Marco, el piloto famoso, se acercó a Jungkook con una sonrisa amistosa.

—Nos vemos mañana, hermano. Cuídense  —dijo Marco, lanzando una mirada rápida a Giavanna antes de desaparecer entre la multitud.

Jungkook, sin dejarse perturbar por las miradas o los comentarios indirectos, se subió el tapabocas con un movimiento casual, como si nada de lo sucedido minutos antes hubiera afectado su seguridad habitual. Pero la ligera tensión en su postura sugería lo contrario. Giavanna lo observó de reojo, aún sintiéndose atrapada entre la confusión y el peso de su reciente confesión, la cual ignoró en un intento de escapar de la situación. Sin decir una palabra, extendió su mano hacia ella. Sus dedos se entrelazaron con firmeza, su tacto cálido a pesar de la distancia emocional que ambos parecían intentar mantener. Lo miró brevemente, buscando alguna señal en sus ojos, pero todo lo que encontró fue determinación.

—Vamos —fue todo lo que dijo, con la voz amortiguada por el tapabocas.

La incomodidad persistía, pero atrapada entre su orgullo y una extraña curiosidad, permitió que la guiara. Con el equipo de seguridad abriendo paso frente a ellos, se dirigieron a través de los pasillos del estadio. Cada paso resonaba contra el suelo, el eco de sus movimientos mezclándose con la actividad detrás del escenario. El ambiente en el backstage privado era completamente distinto al bullicio del concierto. Las luces eran tenues, el aire más tranquilo, aunque cargado con la energía residual del espectáculo. Un par de asistentes se movían, recogiendo objetos y asegurándose de que todo estuviera en orden.

No la soltó ni por un momento, su mano firme pero no dominante. Y al llegar a una puerta discreta, dos miembros del personal de seguridad los dejaron pasar tras un breve intercambio de palabras con Jungkook. Él le lanzó una mirada rápida, como si quisiera asegurarse de que estaba preparada, antes de empujar la puerta y llevarla al espacio donde Jimin, rodeado de unos pocos amigos y miembros de su equipo, celebrando el éxito de su presentación.

El ambiente en el backstage estaba relajado, aunque aún quedaban rastros de la energía explosiva del concierto. Jimin estaba de pie en el centro de la habitación, con su cabello castaño oscuro ligeramente húmedo, pegándose a su frente por el sudor. Su camiseta blanca ajustada revelaba los movimientos de su respiración acelerada tras bailar y cantar, mientras el brillo en su piel testificaba el esfuerzo reciente. A su alrededor, algunos amigos y miembros de su equipo charlaban animados, levantando copas en un brindis discreto.

Cuando entraron, el cantante levantó la vista y los notó. Su sonrisa característica, cálida y genuina, apareció de inmediato. Jungkook, soltando la mano de Giavanna con suavidad, avanzó hacia su amigo y lo abrazó.

—Estuvo increíble, como siempre —palmeó la espalda con algo de fuerza, mostrando un gesto de afecto.

Jimin devolvió el abrazo, una risa baja escapando de sus labios.

—Gracias, Jungkook. Tú siempre tan exigente, así que eso significa mucho.

Al separarse, Jimin desvió su mirada hacia Giavanna, que permanecía a un par de pasos de ellos, claramente fuera de lugar entre la familiaridad de los demás. La expresión del cantante se suavizó aún más al observarla; sus ojos cafés y cálidos, la examinaron brevemente con una curiosidad amistosa, mientras su sonrisa se mantenía. Ella sintió un extraño nudo en el estómago al ser el centro de su atención. Se quedó paralizada, atrapada por la intensidad tranquila de su mirada y por la forma en que toda su presencia irradiaba una combinación magnética de carisma y calidez. Un leve rubor subió a sus mejillas mientras intentaba recomponerse.

Jungkook, observándola de reojo, rodó los ojos con un gesto apenas perceptible. Una ligera punzada de celos cruzó por su mente al notar la reacción casi hipnotizada.

—Ella es Giavanna Cohen —Con un tono casual pero cargado de intención, interrumpió el momento, llamando la atención de Jimin nuevamente—. Te hablé de ella antes, quería conocerte.

Alzo una ceja, su sonrisa ampliándose un poco más mientras daba un par de pasos hacia Giavanna.

—Ah, sí. Claro que lo recuerdo —respondió, su tono suave y amistoso—. Giavanna, es un placer conocerte. Jungkook me habló bastante de ti... De lo talentosa que eres, por supuesto.

Extendió una mano hacia ella, sin dejar de mirarla con una calidez que casi la desarmó. Giavanna tragó con dificultad, sus nervios traicionándola, pero al final extendió su mano, apretando la de Jimin mientras intentaba recuperar su compostura.

—El placer es mío —logró decir, su voz algo más baja de lo que pretendió, aunque no podía evitar sentirse ligeramente mareada por la cercanía de una figura tan deslumbrante.

Jungkook, de pie a su lado, no pudo evitar cruzarse de brazos, fijando su mirada en su amigo con una mezcla de orgullo y posesividad apenas velada. No podía culparla por sentirse impresionada; después de todo, Jimin era un hombre cuya presencia llenaba cualquier espacio. Sin embargo, una parte de él deseaba que no se dejara influenciar tan fácil por el encanto natural del cantante.

Cuando Jimin se encontró con los ojos miel de ella, no pudo evitar sonreír aún más, su mirada cálida y amistosa intensificándose al instante. Después de una breve pausa, comenzó a acercarse más, su figura mostrado un ligero cansancio por el concierto, pero su energía seguía irradiando de manera natural. Sin previo aviso, abrió los brazos y, con una sonrisa genuina, la abrazó con suavidad. Sorprendida, se quedó estática al principio, pero pronto la calidez de su abrazo la envolvió, haciéndola sentir un cosquilleo de incomodidad y, al mismo tiempo, una sensación inesperada de calidez. El abrazo, aunque breve, fue sincero, un gesto de bienvenida que le dio la sensación de estar siendo recibida en un círculo cercano y privilegiado.

Cuando se separaron, ella sonrió ampliamente, sin mostrar ningún signo de incomodidad por su sudor.

—Disculpa por mi aspecto. Espero que no te moleste, pero acabo de terminar de dar todo en el escenario —dijo con una sonrisa apenada—. Gracias por estar aquí, realmente aprecio que hayas venido.

Algo sorprendida aún por la calidez, trató de recuperar la compostura. No pudo evitar sentirse un poco más a gusto en su presencia, como si la brecha entre ellos no fuera tan grande como pensó al principio.

—No, para nada —sonrió débilmente mientras apartaba el cabello de su rostro—. Fue un gran show, me encantó.

Jungkook, observando la escena desde un par de pasos atrás, no pudo evitar fruncir el ceño ligeramente, pasando la lengua por el interior de su mejilla, aunque luego intentó disimular con una débil sonrisa. Era evidente que estaba impresionada por Jimin, y aunque no podía culparla por eso, tampoco podía reprimir su molestia.

El cantante, al notar la ligera tensión entre ellos, se apartó un poco y miró a su amigo con una sonrisa traviesa, como si quisiera aligerar el ambiente.

—¿Vas a seguir tan serio, JK? —bromeó, alzando una ceja y haciendo una mueca como si no creyera lo que veía—. Parece que ya te olvidaste de cómo divertirte.

Incómodo por la mirada de Giavanna, solo soltó una risa por lo bajo, algo tenso, pero aceptando la broma. Y su amigo, viendo que la conversación se mantenía algo rígida, se dirigió a ella, buscando romper el hielo de una manera más cálida.

—Giavanna, mañana vamos a tener una fiesta en un yate, que organizamos junto a Jungkook —informó con entusiasmo, su voz más suave y relajada, intentando transmitir una invitación amigable—. Estás completamente invitada. Sería genial que pudieras unirte.

Al escuchar la invitación, alzó las cejas, sorprendida por lo casual de la propuesta, pero no pudo evitar sentirse algo atraída por la idea de la fiesta. Y él notando su reacción, sonrió aún más cálidamente.

—No te preocupes, será algo relajado, música, amigos... Solo diversión para distraernos.

La invitación se sintió genuina, y, aún con la pequeña incomodidad por la situación, comenzó a considerar la idea mientras intercambiaba miradas con Jungkook, que se mantenía algo distante, pero con una leve sonrisa en su rostro, quizás un poco más relajado.

Giavanna, aún procesando la invitación, levantó la mirada con una ligera sonrisa.

—Lo pensaré, pero suena genial. Gracias por invitarme.

Asintió con una sonrisa amplia y sincera, pareciendo encantado con la respuesta.

—¡Genial! Espero verte allí, entonces —Se inclinó un poco hacia ella antes de abrazarla de manera rápida pero cálida. Ella aceptó el abrazo, sintiendo cómo la energía de Jimin era tan contagiante que, por un instante, la incomodidad desapareció. Su sonrisa se amplió al notar la calidez de su gesto y su actitud tan accesible. Algo en él la hacía admirarlo aún más.

Jungkook, viendo que la situación se suavizó, se acercó a Jimin con una sonrisa más relajada.

—Te veré dentro de un rato —dijo dándole un golpecito amistoso en el hombro a su amigo, como si el momento incómodo ya hubiera quedado atrás.

Sonrió y asintió, y mientras Jungkook se despedía cortésmente de los demás amigos de Jimin que estaban cerca, Giavanna aprovechó para levantar la mirada. Fue entonces cuando sus ojos se encontraron con los de Nicholas. Estaba a unos pocos metros, bebiendo una copa de champán. La miraba fijamente, como si estuviera estudiándola. Él, con una expresión decidida, le dedicó una sonrisa cautivadora. Su presencia, tan segura y seductora, hacía que su mirada fuera aún más intensa. El contraste entre su actitud tranquila y la forma en que Giavanna sentía su mirada recorriéndola la hizo sentirse, por un instante, vulnerable.

Pero antes de que pudiera procesarlo del todo, sintió cómo Jungkook la tomaba con suavidad de la mano, tirando de ella para retomar el camino hacia la salida. El contacto de sus manos fue firme, pero no incómodo, y la cercanía de su figura la hizo distraerse de la mirada de Nicholas.

Caminaban por el pasillo, rodeados por la seguridad que los acompañaba, y aunque Giavanna intentó concentrarse en el camino, algo seguía rondando en su mente, como una inquietud, una sensación extraña. Caminaron en silencio por el pasillo, acompañados por la seguridad, que mantenía su distancia pero estaba alerta. La tensión en el aire aumentó desde la despedida de Jimin, y Giavanna, sentía la presión en el pecho mientras la energía entre ellos cambiaba. El bullicio del evento se desvaneció cuando se acercaron a la salida, y la oscuridad de la noche los rodeó.

Al llegar al coche de Jungkook, el chófer abrió la puerta y la seguridad se quedó vigilando. Jungkook, sin soltar la mano de Giavanna, la ayudó a entrar antes de subirse él mismo. Dentro del coche, el silencio era denso, marcado por una distancia entre ellos.

El vehículo siguió su trayecto en la oscuridad de la noche, con el sonido del motor rompiendo el silencio tenso que llenaba el interior. Perdida en sus pensamientos, no podía evitar recordar las palabras de él y todo lo sucedido entre ellos. Mientras tanto, Jungkook, sentado junto a ella, sentía un nudo de impotencia y frustración en su estómago, consciente de la distancia emocional que existía entre ellos solo pareció aumentar.

Finalmente, después de un largo silencio, se giró ligeramente hacia ella, tragándose su inseguridad.

—¿Te gustó conocer a Jimin?

Sorprendida por la pregunta, lo miró por un momento antes de responder. Aunque el ambiente seguía cargado de una tensión no resuelta, no pudo evitar sonreír un poco al recordar el encuentro.

—Sí, estuvo genial. Es una persona muy... encantadora.

La observó por un momento, los ojos entrecerrados, sin mostrar mucho en su rostro, pero con algo de tensión acumulándose nuevamente.

—Si decides aceptar la invitación para la fiesta en el yate mañana, avísame. Yo te buscaré —dijo, y al final de su frase, la intensidad de su mirada se profundizó, como si hubiera una doble intención implícita en sus palabras—. Me gustaría que aceptaras.

Al notar esa insinuación, no pudo evitar un pequeño estremecimiento. Su mente comenzó a trabajar rápidamente, intentando comprender qué significaba en realidad esa invitación. Pero prefirió no profundizar en ese pensamiento, y sonreír leve.

—Lo pensaré. Gracias por la invitación.

Asintió lentamente, su mirada fija en ella, y aunque su rostro seguía mostrando un aire de indiferencia, el leve destello de intensidad en sus ojos dejaba claro que las palabras no eran solo una cortesía. El coche continuó su camino en la quietud de la noche, mientras la tensión entre ellos crecía.


















(...)
















Era un día caluroso y soleado cuando Jungkook pasó a recoger a Giavanna, que, tras una noche de incertidumbre y reflexión, decidió aceptar la invitación a la fiesta en el yate. Aunque aún tenía algunas dudas, la idea de estar cerca de Jimin, a quien tanto admiraba y más ahora que lo conoció, le dio la motivación necesaria para salir de su zona de confort. Al subir al coche, el silencio entre ambos no era tan tenso como el de la noche anterior, pero la carga emocional seguía presente.

Cuando llegaron al puerto, un elegante yate de lujo esperaba sobre las aguas, brillando bajo el sol. El yate de Jimin era una impresionante embarcación de varias cubiertas, con un diseño moderno y sofisticado. La estructura, blanca con detalles metálicos y grandes ventanales, reflejaba la luz del día, creando destellos que hacían que la gente no pudiera evitar admirarlo desde lejos. Los adornos de lujo, como las alfombras y los muebles de terraza con cojines de colores neutros, contrastaban perfecto con el ambiente relajado pero elegante que Jimin quiso para la fiesta. El área principal del yate estaba cubierta por una lona blanca, creando sombra en la zona donde los invitados se reunían. Una barra de cócteles estaba ubicada al centro, rodeada de mesas bajas y sillas, mientras que la música suave y relajada sonaba a través de altavoces de alta calidad. A un lado, una pequeña pista de baile fue habilitada, y más allá de la piscina, una zona lounge con tumbonas permitía a los invitados relajarse mientras disfrutaban de la brisa marina.

Las mujeres, con bikinis brillantes y delicados pareos o vestidos vaporosos, se mezclaban entre las sombrillas y las mesas, mientras que la mayoría de hombres optaron por bermudas y camisas abiertas que dejaban ver sus bronceados. Giavanna notó rápidamente que se sentía algo fuera de lugar. Aunque la música y la vibrante energía del lugar la mantenían cautiva, no podía evitar sentirse un poco tímida en medio de tanta gente famosa y bien vestida.

Jungkook, a su lado, parecía más relajado de lo que ella imaginó. A pesar de la tensión interna que él ocultaba, su presencia seguía siendo destacada, y se notaba cómo la multitud lo reconocía, algunos con miradas de admiración, otros con sonrisas disimuladas, pero todos atentos a su paso. Él vestía una camisa de lino blanca que acentuaba su figura, que aunque más delgada que antes, conservaba lo atlética, con bermudas, un look casual pero sin perder su aire de exclusividad.

A lo lejos, Giavanna vio a Jimin conversando con un grupo de personas. Él, con su estilo inconfundible, llevaba una camisa de manga corta de un azul vibrante y bermudas beige, una mezcla perfecta entre elegante y relajado. Su cabello castaño estaba ligeramente despeinado, y su actitud relajada encajaba perfectamente con la atmósfera del yate. A pesar de la multitud que lo rodeaba, su carisma lograba que todos los ojos se dirigieran hacia él sin esfuerzo.

Al observarlo, sintió una mezcla de nerviosismo y emoción. Se acercó a Jungkook, que parecía ser su guía en ese ambiente lleno de conocidos y famosos, pero él no la soltó, como si quisiera asegurarse de que estuviera cómoda en todo momento. Los dos se movían entre los invitados, y aunque ella intentaba relajarse, notaba las miradas curiosas que caían sobre ellos, especialmente al ver la cercanía. En algún momento, la multitud comenzó a rodearlos, y aunque Giavanna se mantenía algo apartada, no podía evitar sentir que la energía entre ella y Jungkook seguía cargada de algo más, aunque no sabían cómo descifrarlo por su parte, se mantenía sereno, pero sus ojos recorrían la sala con una mezcla de interés y desconfianza. Sabía que muchos de los presentes no dejaban de observarlos, pero su atención estaba dividida entre Giavanna y las conversaciones que surgían a su alrededor.

La fiesta seguía su curso, la música se mezclaba con las risas y el murmullo constante de las conversaciones. El sol comenzaba a caer lentamente, dejando el cielo teñido de tonos cálidos que se reflejaban en el agua. Sin embargo, a pesar del ambiente festivo que los rodeaba, la tensión entre ellos seguía creciendo como una sombra que se negaba a desaparecer.

Giavanna se encontraba junto a una mesa, con una copa en la mano, observando a su alrededor, aunque sin realmente ver nada. Intentaba distraer su mente, pero era imposible ignorar la presencia de Jungkook cerca de ella. Su figura destacaba entre la multitud, su rostro relajado pero sus ojos, esos ojos que nunca dejaban de moverse, traicionaban una ansiedad que intentaba esconder. Ella lo sentía. Y lo peor era que también sentía cómo algo en su interior respondía a él, aunque no quería admitirlo.

Jungkook se acercó, buscando una excusa para romper el hielo, para al menos intentar que la atmósfera entre los dos no fuera tan densa. Sonrió de manera torcida, ese tipo de sonrisa que solía usar para esconder lo que realmente pensaba.

—Espero que esta vez no me empujes al agua, ¿eh? —dijo en tono bromista, recordando el incidente del rodaje, cuando ella lo empujó al lago con una furia que él, en su momento, no entendió y se le hizo demasiado difícil procesar.

Lo miró, intentando no dejar que su rostro reflejara lo que realmente sentía. Pero la mención del lago la hizo reír nerviosa. No era una risa de diversión, sino una respuesta incómoda, casi como una defensa.

—Bueno, tal vez te lo merecías de alguna manera...—se encogió de hombros, pero sus palabras fueron suaves, como si intentara justificar algo que no tuvo intención de hacer en ese momento—...para que dejaras de meterte tanto conmigo.

Jungkook no pudo evitar una sonrisa, aunque esta vez era menos confiada. Sabía que ella no lo hizo por pura maldad, pero el sentimiento de haber sido empujado por ella le dejó con una marca emocional más profunda de lo que quería admitir. Y, a pesar de la broma, la verdad era que fue él quien comenzó a jugar con fuego. A lo largo de los días de rodaje, disfrutó molestándola, viéndola reaccionar, sabiendo que cada vez la estaba empujando más al límite. Pero ahora, con la distancia que había entre ellos, todo eso parecía tan insignificante, incluso doloroso.

—Tienes razón... —su tono más bajo de lo esperado, como si por un segundo dejara caer la fachada de su comportamiento relajado—...pero no pensaba que te atreverías.

—Está bien... Esta vez prometo no empujarte —habló con una sonrisa algo forzada, pero tratando de hacerla parecer natural.

Asintió, aunque sus ojos seguían buscando los suyos, como si quisiera ver más allá de lo que ella mostraba. Algo en su pecho se apretaba cada vez que se encontraba con su mirada, algo que no podía identificar con claridad. Era una mezcla de frustración, de inseguridad, de arrepentimiento... Pero también de una necesidad no dicha de que ella lo viera, de que entendiera lo que pasaba en su interior.

—Me gustaría que realmente lo hiciéramos bien... Tú y yo —confesó con una voz más baja ahora, más sincera. Pero las palabras no parecían haber sido tan pensadas—. No tengo claro qué estamos haciendo, pero... me gustaría que dejáramos todo eso atrás.

Giavanna sintió que su respiración se cortaba por un momento. ¿Cómo podía hablar con tanta sinceridad después de todo lo que pasó? Después de las amenazas, de la manera en que él la trató al principio, como si fuera solo un juego. ¿Ahora quería hablar de dejar todo atrás?
Su mente trabajó a mil por hora, pero no dijo nada. Solo le dio una ligera sonrisa, una que no estaba segura si él sabría leer o no. Al final, solo levantó su copa y la levantó ligeramente hacia él.

—¿Sabes qué? Tal vez... Tal vez podemos empezar por disfrutar de la fiesta —dijo, queriendo evitar que la conversación se profundizara aún más. Al menos, por ahora—. No todo tiene que ser tan... complicado, ¿verdad?

La observó unos segundos, luego asintió, pero algo en su mirada indicaba que no olvidó sus palabras. También levantó su copa, su gesto casi imperceptible de aceptación, como si estuviera dispuesto a intentar no pensar en lo que realmente quería decir. Quizás, por ese día, ambos se quedarían con las bromas, con las miradas furtivas y con el peso de lo no dicho que seguía colgando en el aire, como una promesa a medias que ninguno de los dos estaba listo para cumplir.

Mientras la música seguía fluyendo en el ambiente, intentaban navegar por la tarde sin que la tensión entre ellos se notara demasiado. Ambos hacían esfuerzos por mantener una fachada de normalidad, bromeando ocasionalmente y evitando caer en silencios incómodos, pero el ambiente pesado de lo no dicho se mantenía a su alrededor como un telón invisible. Ella se acercó al borde del yate, disfrutando del sonido de las olas y la suave brisa. Por un momento, se sintió agradecida por la calma, por el silencio que la rodeaba, pero no pasó mucho tiempo antes de que esa paz se viera interrumpida por una figura conocida.

—Hey, Jungkook...—saludó Nicholas con su tono habitual, casi demasiado amigable para lo que realmente pasaba entre ellos.

Giavanna se giró ligeramente al escuchar la voz, y notó cómo la postura de Jungkook se tensaba de inmediato, aunque trataba de disimularlo con una sonrisa forzada.

—Ah, Nicholas... Qué gusto verte.

—Igualmente, colega —sonrió de forma amplia, mientras extendía una mano en un saludo. Pero su postura también dejaba claro que lo que menos deseaba era estar cerca de él.

Giavanna observó la interacción de los dos, notando la sutil frialdad que se escondía bajo las sonrisas. Aunque sus palabras eran amigables, algo en la manera en que se miraban, algo en sus gestos que denotaba que no eran realmente amigos, al menos no como pretendían hacer creer.

—¿Qué tal todo? ¿Todo en orden con la fiesta? —dirigió su atención hacia ambos, pero, aunque su tono sonaba genuino, Giavanna percibió una ligera tensión en su voz. Probablemente él no estaba tan interesado en la fiesta como en vigilar las reacciones de Jungkook.

—Sí, todo bien —respondió, su voz un poco más fría de lo normal—. Disfrutando de la fiesta. Ya sabes, todo normal.

Asintió, pero su mirada se mantuvo fija en Jungkook por un instante más largo de lo necesario. La competencia no verbal entre los dos era evidente, aunque ninguno de los dos lo reconociera abiertamente.

—Bueno... Me alegra saber que todo va bien. Se hace difícil encontrar un lugar para relajarse entre tantos invitados, ¿no?

Giavanna observó cómo Jungkook le respondía a Nicholas con una sonrisa torcida, la misma que usaba cuando intentaba evitar hablar de algo incómodo.

—Eso parece —intentó ser más amable de lo que realmente se sentía. Pero su mirada ya había cambiado, volviendo a caer en ese gesto tenso que ella comenzaba a identificar claramente en él—. Aunque, ¿sabes? La gente no deja de venir a molestarnos. No podemos descansar ni un segundo —chasqueó la lengua, mientras que Nicholas soltó una risa algo forzada, sabiendo que la indirecta era para él, pero no se dejó intimidar.

—¡Ah, no exageres! —exclamó sin perder su tono confiado, aunque su sonrisa era más rígida de lo habitual—. La fiesta está genial. La gente viene a divertirse, no a molestarte.

Lo miró fijamente por un momento, como si estuviera mordiéndose la lengua para no responder algo demasiado mordaz.

—Claro, claro... —asintió, cambiando de tema abruptamente—. En fin, ¿te quedas mucho rato?

—Creo que lo mejor es que disfrutemos de la fiesta –intervino Giavanna, que estuvo observando la escena en silencio y decidió hacerlo para aliviar un poco la tensión, hasta sonrió amable, intentando quitarle peso al momento—. Hay tanto que ver... Y parece que la tarde solo comienza.

El castaño asintió, agradecido por el cambio de enfoque. Jungkook, aunque no especialmente contento, también se mostró conforme.

—Tienes razón, Giavanna —dijo Nicholas, sin mucho entusiasmo, pero con la cortesía suficiente como para no arruinar la atmósfera completamente.

La brisa del atardecer acariciaba a los invitados, el sonido de las olas se mezclaba con las risas y la música en el fondo. A pesar del ambiente animado, el triángulo tácito entre Giavanna, Jungkook y Nicholas mantenía una corriente subterránea de tensión que ninguno de los tres mencionaba directamente.

Nicholas se acercó un poco más al tatuado, apoyándose casualmente en una mesa junto a él mientras tomaba un sorbo de su bebida. La diferencia de altura y de sus cuerpos fornidos era algo evidente, pero el castaño lo manejaba con naturalidad, sin alardear. Miró hacia el horizonte un momento antes de hablar.

—Hermano, relájate un poco —dijo con un tono amistoso, aunque una leve sonrisa irónica curvaba sus labios—. Organizaste esta fiesta, ¿no? Bueno, tú y Jimin. Deberías disfrutarla en lugar de verte tan... amargado.

Jungkook, que estuvo mirando distraídamente hacia el mar, giró la cabeza hacia él, con una expresión tensa y los labios apretados.

—No estoy amargado —aseguró su voz contenida, pero con un filo que no podía disimular.

—Vamos, no tienes que fingir conmigo. Te conozco desde hace tiempo. Siempre has tenido ese... humor particular —señaló con una media sonrisa—. Pero en serio, es una fiesta. Si alguien debería estar pasándola bien, eres tú.

Apretó la mandíbula, haciendo un esfuerzo por mantener la calma al escucharlo. Su instinto le decía que soltara un comentario mordaz, algo para dejar en claro que no necesitaba sus consejos. Pero otra parte de él sabía que causar una escena no era una opción. No ese día y menos con Giavanna presente.

—Gracias por la sugerencia, Nicholas —Su tono lo suficientemente neutro como para no sonar agresivo, pero tampoco especialmente cálido—. Creo que sé cómo disfrutar mi propia fiesta.

Asintió, como si no esperara otra respuesta. Entonces, como si quisiera desviar la atención, volvió su mirada hacia Giavanna, que estaba de pie a unos pasos, observando a ambos hombres con una mezcla de curiosidad e incomodidad.

—¿Y tú, Giavanna? —sonrió relajado, inclinándose ligeramente hacia ella—. ¿Estás disfrutando la fiesta o todavía te estás acostumbrando al ambiente?

La pregunta la tomó por sorpresa, pero la calidez en los ojos de él hizo que se relajara un poco. Tenía esa manera de mirarla, como si realmente le importara su respuesta, lo cual era desconcertante y, al mismo tiempo, agradable.

—Oh, sí... Creo que todavía me estoy acostumbrando —admitió con una risa suave—. No suelo ir a fiestas tan grandes como esta.

Nicholas le sonrió, esa sonrisa perfecta que parecía diseñada para desarmar a cualquiera.

—Bueno, si necesitas un guía turístico para la fiesta, aquí estoy —bromeó, haciendo un gesto amplio con los brazos. Su camisa de lino se movió ligeramente con el aire, dejando entrever un poco más de su pecho definido.

La pelirroja no pudo evitar notarlo, y sus ojos se desviaron brevemente antes de volver a los de él. Había algo en Nicholas, en su confianza relajada, que la hacía sentir más cómoda de lo que esperaba.

Jungkook, que estuvo observando en silencio, sintió un pequeño nudo formarse en su estómago. Miró a Nicholas y luego a Giavanna, tratando de no dejar que su incomodidad se reflejara en su rostro. Su propia inseguridad lo golpeó como una ola fría. Antes, en los días del rodaje, no tenía problemas para mostrarse con confianza, incluso quitándose la camisa en el set sin pensarlo dos veces. Pero ahora... con la pérdida de masa muscular en los últimos meses, sentía que la ropa era su refugio, una barrera entre él y las miradas que podrían notar el cambio.

Nicholas continuó hablando con Giavanna, su voz tranquila y envolvente.

—Dime algo, Giavanna —dijo con un destello de picardía en los ojos—. ¿Siempre eres tan seria? ¿O solo lo aparentas para mantener a la gente a raya?

—¿Seria? —repitió alzando una ceja, soltando una risa suave, sorprendida por la pregunta—. No lo sé... ¿Tú qué crees?

—Creo que detrás de esa fachada de profesionalismo hay alguien que sabe cómo divertirse —se inclinó un poco más hacia ella, como si compartiera un secreto.

Negó con la cabeza, tratando de mantener la compostura, pero había algo en su tono que hacía que sus defensas se tambalearan. A su lado, Jungkook permanecía en silencio, pasando la lengua por el interior de su mejilla, con las manos empuñadas en los bolsillos, observando la interacción como si no supiera si intervenir o apartarse del todo.

—Vaya, Nicholas, parece que sabes leer a las personas bastante bien —Su tono fue medio en broma y medio sincero.

—Es un talento que he perfeccionado con los años —se encogió de hombros, su sonrisa nunca desapareciendo—. Aunque contigo, creo que aún estoy en el nivel básico.

La risa de Giavanna fue más abierta esta vez, un sonido ligero que hizo que Jungkook mirara hacia otro lado, sintiendo una punzada de frustración. Había algo en la forma en que Nicholas la hacía reír, en cómo parecía saber exactamente qué decir para suavizarla, que lo hacía sentir fuera de lugar. Mientras continuaban conversando, se quedó junto a ellos, una sombra silenciosa que intentaba encontrar su lugar en una interacción donde parecía sobrar. Por más que intentara convencerse de que no le importaba, no podía negar que cada sonrisa de ella hacia el castaño era como una pequeña herida en su ya frágil confianza.















(...)














El cielo comenzaba a teñirse con los cálidos colores del atardecer mientras la fiesta en el yate continuaba. Giavanna y Nicholas conversaban cerca del borde, riendo por algún comentario ingenioso de él. Jungkook, apoyado contra una baranda no muy lejos, observaba la escena en silencio. Su mandíbula estaba tensada, y los dedos de su mano se cerraban en torno a su copa, casi al punto de romper el cristal. El eco de la risa de ella parecía atravesarlo más de lo que él quisiera admitir.

Intentando contener la impotencia, dejó la copa vacía sobre una mesa y decidió alejarse. Sus pasos lo llevaron a la parte trasera del yate, donde encontró a Jimin sentado en un banco acolchado, limpiándose disimuladamente la nariz con la mano mientras sus ojos estaban un poco vidriosos, pero su sonrisa relajada era inconfundible.

—¿Otra vez? —intervino sin rodeos, cruzándose de brazos mientras lo miraba, pero su amigo se encogió de hombros con despreocupación.

—Es una fiesta, ¿qué esperabas? —soltó una risilla y sacó una pequeña bolsita de su bolsillo y la agitó frente a Jungkook—. ¿Quieres un poco? Te vendría bien divertirte, JK.

Lo miró, tentado por un instante, pero luego negó con la cabeza.

—No puedo. No esta vez.

—¿Quién eres tú y qué hiciste con el Jungkook que conozco?

—Giavanna está aquí —recalcó dejándose caer en el asiento frente a él y se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más—. No sería... inteligente.

—Ah, claro, ¡la musa de tu tormento! —exclamó con burla, pero al notar la mirada seria de Jungkook, suavizó el tono—. ¿Qué pasó ahora?

Jungkook tomó una botella de whisky de la mesa cercana y se sirvió un trago generoso, dando un sorbo antes de responder, con la vista fija en el horizonte.

—Es tu buen amigo, Nicholas. Ese tipo... parece que ni siquiera tiene que intentarlo —chasqueó la lengua—. Se le acerca, sonríe un par de veces y ya tiene a Giavanna riendo como si fuera el hombre más encantador del puto planeta.

Jimin soltó una carcajada mientras su amigo endurecía las facciones.

—Bueno, no voy a mentirte, el tipo es guapo y tiene carisma. Pero ¿de verdad crees que es solo eso?

—¿Qué quieres decir?

—Tú estás tan concentrado en lo que hiciste mal antes, en los errores que cometiste con ella, que no te permites mostrarle quién eres ahora —respondió inclinándose hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas—. Nicholas no está cargando con ese peso. Es fácil para él porque no tiene nada que demostrar.

—¿Y qué se supone que haga con eso? —replicó, la voz cargada de amargura.

—Para empezar, deja de compararte con él —sonrió de lado, dándole una palmada en el hombro—. Giavanna no está con Nicholas, ¿o sí?

—No, pero...

—Pero nada. Si realmente quieres algo con ella, deja de ver a Nicholas como una amenaza y empieza a concentrarte en lo que puedes hacer tú —apuntó mientras su amigo fruncía el ceño—. Eres Jungkook. Haz que lo recuerde.

Las palabras de Jimin lo dejaron pensativo mientras daba otro trago a su whisky, mirando el atardecer que se extendía sobre el agua. En el fondo, sabía que su amigo tenía razón, pero hacerlo era más fácil de decir que de hacer.



















(...)














El yate era un lujo flotante, con un espacio especialmente diseñado para fiestas. La pista de baile estaba en la cubierta superior, rodeada de una estructura de cristal que permitía vistas panorámicas del mar. Luces suaves en tonos dorados y plateados reflejaban en las olas, mientras una música suave pero rítmica llenaba el ambiente. La decoración era elegante: suelos de madera pulida, una barra brillante de mármol blanco en un extremo, y sofás de cuero blanco rodeaban el área. Giavanna estaba en el centro de la pista, atrapada en un baile inesperado con Nicholas, quien capturó toda su atención desde hacía un buen rato. Su camisa de lino blanca, abierta lo suficiente como para revelar un torso definido, parecía casi diseñada para distraerla. La luz hacía brillar su piel bronceada, y su confianza natural irradiaba con cada movimiento.

—Relájate, solo es un baile —dijo Nicholas, su voz baja y cargada de calidez, mientras su mano descansaba con firmeza, pero sin apretar en la cintura de Giavanna.

Tragó saliva, incapaz de levantar la vista para encontrarse con la suya. Su mirada se perdía entre el vaivén de sus pasos y el contorno de los músculos de su torso, que se movían con una facilidad casi hipnótica bajo la tela ligera. Sentía cómo su rostro ardía de vergüenza, pero no podía evitarlo; algo en su proximidad la hacía sentirse expuesta y atraída a partes iguales.

—No suelo hacer esto... Bailar, digo —balbuceó, casi tropezando con sus propias palabras mientras intentaba apartar la mirada.

—Eso ya lo noté —soltó leve risa grave, inclinándose un poco más hacia ella, lo suficiente para que la nariz rozara ligeramente su oreja, enviándole un escalofrío por toda la espalda.

Sintió un nudo en el estómago. La confianza de Nicholas la desarmaba, y el hecho de que, durante toda la noche, hubiera rechazado sin esfuerzo a mujeres que irradiaban glamour y belleza, solo para centrarse en ella, no dejaba de asombrarla.

Sus cuerpos se rozaban con cada movimiento, apenas separados. Giavanna no sabía qué hacer con su mano libre, cómo lidiar con la intensidad de su cercanía. La mano de Nicholas en su cintura parecía buscar siempre el lugar perfecto, guiándola con una facilidad que hacía que sus piernas, normalmente firmes, flaquearan un poco.

—¿De verdad no vas a mirarme a los ojos?

Giavanna mordió su labio inferior, intentando disimular su nerviosismo, ya que su voz sonó provocativa, como si el desafío le resultara divertido, pero cuando se atrevió a levantar la vista por un instante, él ya la estaba mirando, con una mezcla de intensidad y diversión que la hizo sentir atrapada.

—Eres mala para disimular, ¿sabes? —añadió con otra de esas risas graves que parecían vibrar en el aire entre ellos.

Apartó la mirada de nuevo, luchando por controlar el torbellino de emociones que la invadía. La música, el roce de sus cuerpos, el calor de su mano en su cintura... Todo estaba creando un ambiente que la dejaba sin aliento y completamente a merced de la confianza abrumadora de él. El baile continuaba a su alrededor, pero ella no podía concentrarse en nada más que en la intensa vergüenza que sentía. La música retumbaba, pero era el bullicio de las voces lo que la hacía sentir atrapada, como si todos los ojos estuvieran fijos en ella.

En ese momento, una mujer, claramente ebria, tropezó mientras bailaba y, sin querer, empujó a Giavanna con fuerza. Un chillido escapó de sus labios al sentir el impacto contra el pecho de Nicholas, y antes de que pudiera reaccionar, él la sujetó con rapidez. La fuerza con la que la atrajo hacia él hizo que se sintiera como si el mundo entero hubiera desaparecido, solo quedando en ese instante entre sus brazos. Podía sentir la dureza de su pecho contra su torso, el calor de su cuerpo tan cercano, y la firmeza de su brazo alrededor de su cintura, como si fuera la única protección en ese mar de caos. Los músculos de sus bíceps se tensaron al sostenerla, y Giavanna no pudo evitar notar lo imponente que se sentía contra su cuerpo. Su respiración se aceleró, y la proximidad hizo que su rostro ardiera más de lo que ya estaba.

Escuchó la disculpa de la mujer ebria, que volvió a su grupo entre risas, mientras ella seguía allí, atrapada en la proximidad del castaño. Cuando Giavanna al fin alzó la mirada, se encontró con sus ojos, profundamente intensos, como dos destellos verdes que contrastaban con la luz cálida que los rodeaba. Había algo en su mirada, una mezcla de diversión y deseo no disimulado, que hizo que el calor en su rostro se intensificara aún más. El iris de Nicholas parecía brillante, casi hipnótico, como si pudieran leer cada pensamiento que cruzaba por la mente de ella. Él sonrió leve, su expresión juguetona ampliándose, pero sus ojos no se apartaron ni un instante, clavados en los de ella, dejando una tensión entre ambos.

—¿Estás bien? —preguntó, con un tono suave, casi como si estuviera cuidando de ella.

Asintió al instante, intentando recomponerse. No podía seguir así, no con la tensión que sentía entre ellos. El castaño, con un gesto tierno, bajó la mirada hacia su rostro sonrojado y, con una mano, acarició suavemente el cabello pelirrojo de ella.

—¿Tan sonrojada? —su voz ligera pero cargada de una insinuación hizo que se sintiera aún más nerviosa.

Estaba tan abrumada por el calor de su cuerpo, la cercanía, y esa energía intensa que la rodeaba, que no podía soportarlo más. Sin pensarlo, se separó torpemente de él, sus palabras saliendo atropelladas.

—Voy a bajar un poco —informó sin mirarlo, antes de dar media vuelta para comenzar a caminar.

La observó por un momento, antes de seguirla rápidamente, tomando su brazo con suavidad.

—Lo siento si te incomodé —murmuró con una expresión que denotaba preocupación.

Intentó calmarse, pero no podía evitar sentir el calor en su rostro y la incomodidad en su estómago. Se sentía tan vulnerable, tan expuesta.

—No, no me incomodaste. Solo... me siento mareada por haber bebido.

—¿Mareada? ¿Tan temprano? —replicó, sin parecer convencido.

—No estoy acostumbrada a beber tanto, pero... No te preocupes, de verdad. Solo necesito un poco de tiempo a solas para relajarme.

A pesar de su expresión escéptica, pareció aceptar su respuesta, aunque una sombra de duda seguía en su rostro.

—Está bien —dijo al final, sin insistir más, pero con una ligera preocupación en su tono—. Si necesitas algo, avísame, ¿sí?

Asintió, agradecida, y con pasos vacilantes, se alejó, deseando encontrar un lugar tranquilo para poder calmarse y procesar todo lo que estaba sucediendo entre ellos. Bajó las escaleras lentamente, todavía mareada por la intensidad de todo sucedido. Cada paso que daba parecía una eternidad, la tensión acumulada de la conversación con Nicholas aún palpitando en su pecho. Su corazón latía desbocado, acelerado, y el calor que sentía la envolvía como una ola abrasadora. Llevó la mano a su pecho, intentando calmar los latidos frenéticos, pero nada parecía ayudar. Estaba temblando, y su mente comenzaba a nublarse con la presión de la situación.

Se detuvo un momento, aferrándose a la barandilla para no caer, mientras intentaba recomponerse. Pero algo la atormentaba: ¿dónde demonios se metió Jungkook? ¿Cuándo desapareció? Había estado allí con ella unos momentos antes, pero en medio de la confusión, de las risas y el bullicio de la fiesta, él desapareció. Su mirada recorrió el lugar, buscando en vano entre las caras desconocidas que se desvanecían en la multitud.

Necesitaba encontrarlo. Aunque todo estuviera patas arriba, aunque la fiesta fuera un caos y la presión de los desconocidos la envolviera, lo único que quería en ese momento era a él, alguien familiar, alguien que la calmara. No conocía a nadie más allí, y el ambiente se sentía demasiado ajeno, abrumador. A cada paso que daba, sentía que el aire se volvía más pesado. Sus dedos se apretaron contra la tela de su vestido mientras avanzaba, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. La necesidad de encontrarlo era urgente, una necesidad más fuerte que cualquier otra cosa.

La fiesta seguía su curso, pero los colores vibrantes del atardecer dieron paso a un tono más suave, casi íntimo, mientras el sol desaparecía en el horizonte. Las luces del yate comenzaban a encenderse, y el murmullo de las conversaciones y risas se mezclaba con la música de fondo. Sin notarlo, a unos pocos metros se encontraba Jungkook, que se pasó los últimos minutos debatiéndose entre acercarse a ella o quedarse al margen. Algo en su postura, más relajada pero aún reservada, lo hacía querer intentarlo, aunque las palabras de Jimin seguían rondando su mente.

Giavanna, que buscaba un respiro entre la multitud, se detuvo cerca de la baranda, contemplando el mar. Cuando lo vio acercarse, sus labios se fruncieron en una leve mueca de reproche.

—¿Y tú? ¿Dónde te habías metido? —interrogó cruzando los brazos en su pecho. Había un tono de ligera queja en su voz, pero su mirada denotaba una mezcla de curiosidad y algo más que Jungkook no pudo descifrar, pero alzó una ceja, intentando mantenerse indiferente.

—Pensé que estabas ocupada... pasándola bien con Nicholas. No parecía que me necesitaras.

El comentario, cargado de sarcasmo, hizo que lo mirara desconcertada. Por un momento, no supo si responder con molestia o simplemente dejarlo pasar.

—Eso no tiene nada que ver —Su tono era más suave ahora, como si quisiera evitar cualquier chispa de discusión—. Apenas conozco a Nicholas. Y tú... Tú eres el único aquí con quien realmente tengo algo de confianza, Jungkook.

Él soltó una pequeña risa cargada de sarcasmo.

—¿Y eso qué importa? Parecía que estabas muy entretenida con Nicholas.

—¿De qué hablas?

Jungkook presionó los labios, dándose cuenta de que habló más de la cuenta, por lo que sacudió la cabeza, intentando desviar la conversación.

—Olvídalo. No vale la pena discutir por esto.

Lo observó con los ojos entrecerrados, como si intentara descifrar algo en su expresión, pero suspiró y decidió no insistir. En su lugar, se volvió hacia el mar, dejando que el aire salado le despejara la mente. Y él, incapaz de ignorarla, se acercó a la barandilla junto a ella, aunque manteniendo cierta distancia. Sus ojos se clavaron en el agua, pero su cuerpo se tensó visiblemente.

—¿Estás bien? —preguntó, notando el cambio en su postura.

Asintió, pero la rigidez de su mandíbula lo traicionó.

—No parece que lo estés —insistió, girándose ligeramente hacia él—. ¿Es por el agua?

—¿Por qué piensas eso?

—Gritaste algo sobre eso en el rodaje, ¿recuerdas? —respondió alzando una ceja—. Parecía algo serio.

Jungkook desvió la mirada hacia el horizonte, luchando contra las palabras que querían salir.

—¿Estar aquí, junto al mar, te afecta de alguna forma?

—El mar... es diferente. Tiene algo que no me hace sentir tan vulnerable —Su voz era baja, casi un susurro, mirando al horizonte mientras la brisa movía su cabello con fuerza—. Es... vasto, como si todo el dolor pudiera perderse en su inmensidad —hizo una pausa, llevando una mano a su cuello, frotando ligeramente como si intentara calmarse—. Pero el lago... El lago es cerrado. El agua no se mueve con la misma libertad. Es como una prisión, una trampa. Es algo que no puedo explicar bien, pero me recuerda lo frágil que soy cuando no tengo salida —su mandíbula se tensó, y se inclinó como si tratara de encontrar el equilibrio en las aguas turbulentas—. El mar, al menos, me da espacio —levantó la mirada hacia el horizonte, tragando con fuerza—. Pero olvídalo. No es algo de lo que me guste hablar.

Sintió un escalofrío al escuchar sus palabras. Su mención del mar y el lago dejó una sensación extraña, como si hubiera tocado algo profundo que él intentaba esconder. Su voz reflejaba un sufrimiento más grande de lo que ella imaginaba, y aunque no entendía por completo, intuyó que había un trauma no hablado que influía en su comportamiento. Mientras lo observaba, sintió una mezcla de preocupación y curiosidad, deseando comprender más sobre su lado oscuro, pero temiendo que insistir pudiera alejarlo aún más

—Está bien —dijo suavemente, devolviendo su atención al agua—. Pero si alguna vez quieres hablar, estoy aquí.

Jungkook la miró de reojo, sorprendido por su tono más amable. Había algo diferente en la manera en que lo dijo, como si realmente lo ofreciera sin esperar nada a cambio.

—Gracias —murmuró, sin apartar los ojos de ella, aunque ella no se dio cuenta.

Por un momento, el silencio entre ellos no fue incómodo, sino casi reconfortante, como si las tensiones que estuvieron acumulándose durante el día se disiparan lentamente con las olas.

El silencio se instaló entre ellos tras las bromas, el murmullo de las olas chocando contra el yate llenando el espacio vacío. Jungkook, con la copa casi vacía en las manos, no podía apartar la vista del mar. No era la primera vez que sentía esa incomodidad a su alrededor, pero hoy era diferente. Hoy, por alguna razón, algo lo empujaba a compartir lo que guardó por tanto tiempo. Pero no sabía si debía hacerlo. Se sentó en la barandilla del yate, un poco apartado, mirando al frente. No quería que el agua del mar, tan tranquila a su vista, lo hiciera recordar lo que aún le dolía. No con ella cerca. Giavanna, que estuvo observando en silencio, se acercó con cautela y se sentó a su lado. La mirada que él no podía ver era la que reflejaba una empatía que él no estaba acostumbrado a recibir. Lo sintió al instante, como si todo en ella lo invitara a abrirse, aunque no estaba seguro de que eso fuera lo que quería hacer. Tal vez era el alcohol, tal vez las preguntas de ella minutos atrás, profundizando en cómo lo hacía sentir el lago, lo que removía ese recuerdo tan doloroso.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad, su voz rasgada por la preocupación. No sabía si había algo que debiera decir para aliviar esa atmósfera tensa.

Jungkook miró su copa, pensó por un momento, y luego soltó un suspiro pesado. Su mirada se desvió al horizonte mientras su mente comenzó a volverse un torbellino. Las palabras de su padre, ese recuerdo doloroso, volvieron a él como una pesadilla fresca.

—No... No sé si debería contártelo ahora —Su voz temblaba con una mezcla de inseguridad y de algo más, algo profundo que nunca había compartido con nadie. No era capaz de mirarla—. No es algo que... Que debería contar, al menos no en medio de una fiesta como esta. Solo... arruinaría el ambiente.

—Jungkook...—dijo con calma, su voz suave y llena de comprensión—. Estoy aquí para escucharte. No importa el momento. Si necesitas hablar, lo haré.

El hombre a su lado pareció congelarse un instante, como si sus palabras hubieran golpeado algo en él. Por un momento, no pudo evitar mirarla, y cuando sus ojos se encontraron, sintió una calidez que, aunque no esperaba, era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Una parte de él le pidió seguir guardando ese dolor, pero otra, más honesta, lo impulsó a abrirse.

Con un suspiro profundo, apretó los dedos alrededor de la copa vacía y, después de un largo momento de silencio, se decidió.

—Después de un mes del... fallecimiento de mi madre...—empezó, como si el simple hecho de mencionar esas palabras lo hiciera sentir más vulnerable—. Mi padre me dijo que íbamos a ir al lugar favorito de ella, a aquel lago donde... solíamos ir a pasar el tiempo juntos. Pensó que quizás eso nos ayudaría a "reconectarnos".

Giavanna se quedó en silencio, observándolo con atención, mientras él continuaba, sin poder mirarla. No sabía cómo explicarlo. Ni siquiera sabía por qué estaba contando todo esto ahora.

—Nos subimos a una pequeña barca. Mi padre... no estaba bien. Ya estaba... hundido, por la depresión. Llevaba una botella de licor, y cada palabra que decía, cada lágrima que derramaba, solo me hacía sentir que... me estaba perdiendo —hizo una pausa, su garganta se cerró al recordar esas imágenes. Un nudo apareció en su estómago, pero continuó. Lo necesitaba. Hablarle a ella era más fácil de lo que imaginó—. Y de repente... entre sus palabras, me dijo algo que no entendí en ese momento. "Tal vez deberíamos reunirnos con ella".

Tragó con fuerza, como si esa misma frase fuera un golpe en el pecho. Su respiración se volvió un poco más pesada.

—Antes de que pudiera procesarlo, mi padre... se lanzó al agua —su voz vaciló—. La barca se movió, y yo... intenté sujetarla, pero no sabía qué hacer. No tenía la fuerza suficiente —cerró los ojos por un momento, bajando la cabeza mientras parecía perderse más en esos recuerdos—. Y al final, caímos los dos al agua. Ninguno de los dos sabíamos nadar bien. Yo... menos.

Se quedó en silencio, su cuerpo tembló por el recuerdo de la sensación de agua fría rodeándolo, de la lucha por respirar, de la sensación de hundirse.

—Fue... horrible. El agua se metía en mi garganta, y no podía entender por qué estaba pasando —expresó mirándola con cierta desesperación, como si reviviera ese recuerdo—. No sé cómo explicarlo, Giavanna, pero... era como si, en ese momento, estuviera... ahogándome no solo en el agua, sino también en su indiferencia.

Un temblor recorrió su cuerpo mientras sus palabras resonaban en el aire. En su mente, la escena era vívida: la barca volcando, su padre mirando sin reaccionar mientras se hundía, y él luchando por mantenerse a flote.

—Un pescador nos rescató, pero... después de eso, no pude dejar de pensar que, en ese momento, mi padre prefirió... morir —murmuró dolido—. Prefirió irse con mi madre antes que quedarse conmigo.

El silencio que siguió fue pesado. La herida, aunque vieja, seguía sangrando en su interior. Apretó los dientes y miró al frente, incapaz de mirarla.

—Cada vez que veo agua profunda, esa sensación vuelve a mí —Y repitió, como si esas palabras estuvieran grabadas en su mente desde siempre—: Esa idea, Giavanna, esa... maldita frase: "Tal vez deberíamos reunirnos con ella".

Con el corazón estrujado por la sinceridad en sus palabras, lo miró sin saber qué decir. Todo lo que quería en ese momento era ofrecerle un consuelo que no sabía si podía brindarle. Pero algo en ella se rompió al ver cómo, por primera vez, Jungkook dejaba salir parte de la oscuridad que llevaba dentro y guardó por tanto tiempo.

Giavanna permaneció en silencio por un largo rato después de escuchar la historia de Jungkook. El peso de sus palabras aún flotaba en el aire, y aunque intentaba procesarlo, algo en su interior comenzó a incomodarse. Su mente se desvió involuntariamente hacia ese mismo lago donde meses atrás estuvieron grabando, el agua ahora no solo la conectaba con el dolor que él compartió, sino con sus propios recuerdos. La imagen de Jungkook, empujado al agua por ella, la atormentaba de nuevo. La angustia que sintió al verlo luchando por salir, la impotencia de no haber podido hacer nada, la golpeó con fuerza. Estuvo tan centrada en su enojo, en su miedo, que no vio más allá.

El nudo en su garganta se apretó, y una sensación de culpa se apoderó de ella, un peso difícil de soportar. ¿Cómo pudo haber sido tan insensible? Ahora entendía más que nunca lo que él atravesó, y sentía que sus propias acciones eran aún más crueles en este contexto. A lo lejos, el sonido del agua chocando contra el yate parecía intensificar su culpabilidad.

De repente, se giró hacia él, mirando su rostro aún marcado por el dolor de esos recuerdos, y sus palabras salieron atropelladas.

—Jungkook... lo siento mucho... por lo que pasó en el lago... por no haberte ayudado, por... Por empujarte así...

La disculpa salió de su boca con sinceridad, una necesidad de enmendar lo que hizo, aunque no pudiera cambiar el pasado. Pero para su sorpresa, Jungkook soltó una risa suave, casi inaudible, pero suficientemente clara para que ella la escuchara. No era una risa de burla, ni de maldad, sino una risa casi amarga, como si se tratara de una respuesta que, de alguna manera, ya había esperado.

—¿Sabes qué, Giavanna? —dijo sin poder contener la sonrisa irónica que se dibujaba en su rostro—. Me lo merecía. Todo lo que hice... Esas estúpidas amenazas, el querer vengarme de ti por algo que ni siquiera tenías la culpa...

El tono de su voz, aunque ligero, tenía una carga que no podía ser ignorada. Pero mientras ella lo miraba, viendo cómo se recostaba ligeramente sobre la barandilla, Giavanna sintió una extraña mezcla de incomodidad y alivio. Estaba claro que Jungkook ya no le guardaba rencor, al menos no de la manera que ella temió. Sin embargo, algo seguía doliendo.

—De todas maneras...—murmuró con una pequeña mueca en los labios—, eso no significa que debiste haber pasado por todo eso cuando eras niño... No merecías lo que te hizo tu padre.

Esas palabras, tan suaves y sinceras, salieron de su boca con una fuerza inesperada. Y, al decirlas, Giavanna se dio cuenta de lo mucho que le dolía la idea de que un niño hubiera tenido que soportar semejante carga, especialmente a tan temprana edad.

La miró en silencio, por un momento, y sus ojos brillaron con algo entre la confusión y la tristeza. Luego, con una expresión que la sorprendió, sus labios se curvaron hacia una sonrisa triste.

—No... No lo veo así —dijo, sin el rencor que ella esperaba—. Lo que ocurrió con mi padre... No lo veo tan mal, en realidad.

—¿Cómo que no lo ves mal? —cuestionó casi sin poder ocultar la sorpresa—. Tu padre... casi mueres por su culpa, ¿cómo puedes justificar eso?"

Jungkook suspiró, su mirada se desvió hacia el horizonte mientras se acomodaba, evidentemente vacilante. Había algo en su tono, algo que hacía que Giavanna no pudiera evitar sentirse aún más confundida.

—No lo justifico, pero... —su voz tembló por un momento, como si esas palabras fueran un último intento de entender a su padre—. Era... Estaba tan perdido, Giavanna. Tan hundido en su dolor. No... No quiero creer que fue un mal padre, aunque lo que hizo fue... una mierda —asintió soltando una risa amarga mientras se masajeaba el cuello—. Él estaba roto, y en su mente, tal vez pensaba que si se reunía con ella, de alguna manera, se liberaba de ese dolor —presionó los labios por un momento, pensativo—. A veces... la gente hace cosas terribles cuando no puede cargar con su propio sufrimiento.

Observó sus ojos, buscando entender algo que no estaba dispuesto a dar por perdido. Pero a medida que sus palabras se filtraban por el aire, un pensamiento inquietante comenzó a formarse en su mente. Quizás Jungkook, por más que lo intentara, nunca podría ver las fallas en su padre como ella las veía. El dolor de su infancia, la forma en que ese hombre lo trató, seguía vivo en él, y quizás nunca lo aceptaría por completo.

—Pero eso no te hace merecerlo...

La miró, y por un momento, sus ojos parecieron vacilar. Luego, asintió lentamente, como si estuviera listo para aceptar lo que ella le decía, aunque, en su interior, su corazón no pudiera dejar de justificar a su padre.

—Sí... Tal vez no me lo merecía —susurró, su voz mucho más baja ahora—. Pero lo que sea que haya sucedido, me hizo quien soy. Y eso... Eso no se puede cambiar.

Observó cómo la sonrisa de Jungkook se estiraba por un momento, pero algo en su rostro se tensó al instante, como si, en lugar de relajarse, un peso invisible cayera sobre sus hombros. Aquella sonrisa que intentaba disimular, parecía más forzada que nunca, y sus ojos, aunque oscuros como siempre, ahora reflejaban una incomodidad evidente.

—Entonces, ¿cómo es tu relación con tu padre ahora? —indagó, tratando de sonar casual, pero no podía evitar la curiosidad que se encendió en ella. Después de todo lo que él compartió, una parte de ella quería entender más. ¿Había alguna posibilidad de que él hubiera sanado de todo eso? O tal vez, su relación seguía estando igual de rota, oculta bajo una capa de justificaciones.

Jungkook miró al horizonte, la respuesta a su pregunta claramente pendiente en su mente. Sabía que si decía la verdad, todo cambiaría. No quería que ella lo mirara como un tonto por haber pasado años tratando de justificar algo que, en el fondo, sabía que no tenía justificación. La relación con su padre era un caos y él estuvo cargando con ello en silencio, alimentando las mentiras para protegerse de lo que en realidad sentía. Si le contaba a Giavanna que no veía a su padre, que solo hablaba con el enfermero, que su padre solo le pedía dinero, no podría evitar sentirse como un idiota. Así que optó por mentir.
Lo hizo porque no quería que ella lo viera como alguien débil, ni tampoco arruinar el pequeño momento que compartían. No quería que ella pensara que su vida era una desdicha continua. Mentir le parecía más fácil, aunque sabía que estaba haciendo exactamente lo contrario a lo que debería. Pero si le contaba la verdad, se sentiría vulnerable, ridículo, como si todo lo que intentó construir durante años —esa fachada de estar bien, de tener todo bajo control—, se desmoronara frente a ella.

—Bueno... —comenzó a decir, su voz más firme de lo que había estado hasta ahora—. Lo veo seguido. Últimamente estamos más conectados, en realidad. Hablo con él, nos entendemos mejor que nunca.

Alzó una ceja, desconcertada por la calma de su tono. Había algo en su postura, en su sonrisa incluso, que no encajaba. Él no parecía genuino, parecía más como si estuviera tratando de creer sus propias palabras.

—¿Más conectados? —repitió, dudando un poco. El sonido de sus propias palabras le parecía extraño. Recordaba la llamada que escuchó meses atrás, cuando Jungkook estaba frustrado y enfadado porque su padre no dejaba de pedirle dinero, y ni siquiera se dignaba a hablar con él. Esos gritos, ese tono de desesperación y dolor... Todo fue tan diferente a lo que estaba escuchando ahora.

Sin poder mirarla a sus ojos, forzó una sonrisa más amplia, como si estuviera buscando reafirmarse en su propia mentira. La mentira era casi palpable, tan evidente como el aire que los rodeaba, pero se aferró a ella como si fuera su único salvavidas. Y a pesar de la confusión y la pequeña chispa de desconfianza que se encendió en su pecho, Giavanna prefirió no decir nada más. Sus ojos se fijaron en él, en sus gestos, en ese intento de sonreír mientras hablaba. Algo dentro de ella le decía que, si lo presionaba más, solo lo haría sentirse más vulnerable, aún más que antes. Vio cómo el dolor se reflejaba en sus ojos oscuros, cómo, aunque intentara esconderlo, aún lo seguía afectando profundamente.

Estaba buscando una forma de mantener la fachada, de no mostrar lo rota que en realidad estaba su relación con su padre. Y al darse cuenta de todo eso, decidió no desafiarlo más.

—Me alegra escuchar que las cosas van mejor entre ustedes —asintió, con una suavidad que, aunque podía percibirse como una aceptación, también tenía una pizca de tristeza detrás—. Es bueno saber que tienes a alguien con quien compartir todo esto.

Sonrió más ampliamente, y aunque sus ojos mostraban una chispa de inseguridad, su postura relajada volvía a tomar control.

—Sí... Es bueno —murmuró, la mentira colgando en el aire entre ellos—. Gracias por... Por escucharme, Giavanna.

Pero ella no pudo evitar notar cómo su sonrisa se desvaneció ligeramente, cómo un pequeño destello de dolor se reflejaba en sus ojos antes de que pudiera volver a cerrarlos, como si una sombra pasara por su rostro. En el fondo, Giavanna lo sabía. Él no dijo la verdad. Pero también sabía que, de alguna manera, no quería saber más de lo que estaba ocurriendo entre ellos. No quería forzarlo a admitir lo que ya era obvio, a pesar de todo lo que escuchó y presenció. Mientras que él respiró hondo, agradecido por no haber sido más presionado. A pesar de la mentira, algo en su interior se sintió aliviado al escuchar su apoyo, aunque sabía que no creía ni una palabra de lo que acababa de decir. Pero, por alguna razón, eso no le importó tanto. Se sintió un poco menos solo, aunque la verdad seguía pesando en su corazón.

Y así, entre las mentiras que flotaban en el aire, ambos permanecieron en silencio, el uno al lado del otro, compartiendo el peso de la complicidad en la que se habían sumido, aunque sin hablarlo.






















(...)

















La fiesta del yate cambió de escenario, trasladándose a la imponente mansión de Jungkook en Long Island. Esa propiedad era una de sus joyas más preciadas: un refugio lujoso frente al océano Atlántico, con vistas espectaculares al mar, rodeado de diseño moderno y una atmósfera que mezclaba elegancia con el exceso que caracterizaba su vida. El eco de las risas y la música llenaba los espacios, mientras luces cálidas y tenues iluminaban cada rincón, haciendo que todo se sintiera casi onírico. Era el tipo de fiesta que Jungkook sabía organizar, pero no estaba de humor para disfrutarla. Mientras que los invitados, un grupo exclusivo de celebridades y figuras de alto perfil, siguieron al anfitrión sin dudar. Después de todo, una invitación a una de las mansiones de él era algo codiciado, y el traslado desde el yate fue cuidadosamente coordinado con vehículos de lujo que los esperaron en el puerto. El personal del actor preparó todo con antelación, asegurándose de que cada detalle del cambio del escenario se manejara sin contratiempos.

A pesar del bullicio y la efervescencia de la fiesta, Jungkook apenas prestaba atención. Desde antes de bajar del yate, no se despegó de Giavanna. Se mantuvo cerca de ella durante todo el traslado, asegurándose de que se subiera a su auto y de que nadie más se interpusiera entre ellos. Había algo en su presencia que lo mantenía anclado, como si ella fuera la única razón por la que aún soportaba aquel espectáculo que creó junto a Jimin para los demás. Y desde que llegaron, su atención seguía centrada en Giavanna. Necesitaba hablar con ella, terminar la conversación que dejaron pendiente en el concierto. Su confesión la noche anterior lo dejó expuesto, algo que no hacía fácilmente, pero no podía quitarse de la cabeza cómo ella no dijo una sola palabra al respecto. En su mente, la incertidumbre se mezclaba con la necesidad de protegerla. Ahora, mientras la buscaba entre los invitados, ese instinto solo crecía.

La encontró en la sala principal, de pie cerca de un grupo de personas que hablaban eufóricos junto a una mesa de vidrio. No tardó en darse cuenta de por qué su postura era tan rígida: sobre la mesa, varias líneas de cocaína pasaban de mano en mano, mientras las risas y los comentarios vacíos se mezclaban con el ritmo de la música. El ambiente, que para muchos era una extensión del glamour de la noche, le resultaba evidentemente incómodo a Giavanna.

Sin pensarlo dos veces, se acercó. Cuando llegó a su lado, colocó una mano firme en su cintura, un gesto instintivo de protección. Se inclinó hacia ella para que pudiera escucharlo.

—Vamos, no tienes que estar aquí. Vamos a otro lado —su voz cerca del oído de ella para que pudiera escucharlo por el volumen de la música. No había necesidad de más explicaciones; quería sacarla de allí.

Giavanna lo miró con algo de sorpresa, pero no opuso resistencia. Y cuando apenas comenzó a guiarla fuera de la sala, un par de figuras conocidas se interpusieron en su camino.

—¡Ahí estás! —exclamó Marco, el piloto, con una energía desbordante. Lo agarró por el brazo, casi tambaleándolo hacia atrás. A su lado estaba otro de sus amigos famosos, un modelo con una sonrisa amplia y ojos brillantes, claramente entusiasmado por la fiesta.

—Te hemos estado buscando toda la noche, hombre —habló el modelo, golpeando ligeramente el hombro de Jungkook.

Apretó la mandíbula, tratando de mantener la calma. Giró la cabeza hacia Giavanna, que seguía a su lado, pero antes de que pudiera decirle algo, Marco lo volvió a tomar por el brazo.

—Tienes que venir con nosotros, no te vas a arrepentir. Vamos —Su voz estaba llena de emoción, y el otro amigo asintió rápidamente, respaldando la insistencia.

Frunció el ceño, claramente irritado. No quería que lo apartaran de la pelirroja, no ahora. Su mirada se encontró con la de ella, buscando transmitirle alguna seguridad, pero también una súplica para que entendiera.

—Un segundo, no seas aburrido, Jungkook —insistió el modelo, riendo mientras trataba de empujarlo hacia otro lado.

La confusión en los ojos de Giavanna lo dejó más inquieto. Quería decirle que solo sería un momento, que no la dejaría sola en un ambiente que sabía que no le gustaba, pero la presión de sus amigos, la expectación de la sala y su propio nerviosismo comenzaron a mezclarse en su mente. Sus amigos lo arrastraron hacia una de las salas más exclusivas de la mansión, un espacio que parecía diseñado para capturar la esencia del exceso. Paredes de mármol blanco relucían bajo las luces de arañas de cristal, mientras sofás de terciopelo negro enmarcaban una mesa baja de ónix que servía como centro de atención. Sobre la mesa descansaban botellas de champán francés, whisky escocés de décadas y bandejas con canapés de caviar y trufas, junto con el inevitable toque de hedonismo: líneas de cocaína perfectamente alineadas sobre espejos tallados.

El grupo de Jimin, compuesto por actores, modelos y músicos mundialmente conocidos, estaba en pleno apogeo. La risa resonaba entre las columnas, y la música, más sutil en esa sección de la mansión, parecía envolver todo en un ambiente de indulgencia. Jungkook fue empujado hacia un sofá junto a Jimin, quien le ofreció un vaso de cristal cortado con un licor que prometía relajar hasta el más tenso de los asistentes. Se dejó caer en con una expresión tensa, mientras los demás hablaban y reían sin descanso. Le ofrecieron unirse al polvo blanco sobre la mesa, pero él la rechazó con un gesto seco y sin titubear. Las protestas llegaron rápido, con un par de comentarios sarcásticos sobre cómo cambió otra vez, aunque Jimin intentó defenderlo entre risas. Sin embargo, Jungkook mantuvo su postura, aclarando firme, que esa noche no estaba solo y no quería hacer algo que pudiera complicarle más las cosas.

Aunque sus palabras cortaron parte de la conversación, el ambiente no cambió. Algunos se encogieron de hombros, otros se burlaron ligeramente, pero al final dejaron el tema. A pesar de los intentos de integrarlo en la dinámica de la noche, Jungkook apenas tomaba pequeños sorbos de su vaso, concentrado más en los segundos que pasaban que en las risas a su alrededor. Cada detalle de la sala, desde los relojes Cartier en las muñecas de los presentes hasta las obras de arte moderno que colgaban de las paredes, le resultaba un recordatorio de dónde estaba y dónde no quería estar.

Todo ese lujo, toda esa opulencia, no significaba nada para él. Lo único que ocupaba su mente era volver a Giavanna antes de que la noche, o alguien más, se interpusiera entre ellos.

Después de rechazar por varios minutos las presiones de sus amigos, encontró una oportunidad para escapar de la mansión de una manera casi accidental. Desorientado, sin saber cuánto tiempo pasó, simplemente se deslizó entre la multitud, dejándose llevar por un impulso de huir, de alejarse de la intensidad que lo rodeaba. Su mente, nublada y acelerada, comenzó a buscarla por toda la mansión, recorriendo habitación tras habitación. El silencio de los pasillos parecía ahogarlo, y el retumbar de la música en la distancia solo lo confundía más. Necesitaba verla, hablar con ella. Esa conversación pendiente de la noche anterior, la confesión de su parte, aún daba vueltas en su cabeza. Quería saber qué pensaba, cómo reaccionaría, si había oportunidaddeser aceptado. Pero a medida que avanzaba, la sensación de estar perdiendo algo, de no poder controlar la situación, aumentaba. Casi sin pensarlo, abandonó el bullicio de la fiesta, atravesando pasillos elegantes hasta llegar al jardín, donde la calma de la noche le ofreció un respiro momentáneo. Se quedó allí unos minutos, respirando hondo, antes de que una sensación extraña de ansiedad lo impulsara a moverse en busca de Giavanna.

El jardín también estaba lleno de vida, algunos reían y conversaban en pequeños grupos, mientras otras, sumidas en una euforia desenfrenada, disfrutaban del aire salado que llegaba desde el océano cercano. Jungkook se pasó la mano por el cabello y exhaló lento. Sus ojos se dirigieron hacia el lounge que tenía allí, una estructura moderna con paredes de cristal y techos altos, iluminada con una cálida tonalidad dorada. Estaba a varios metros de donde él se encontraba, pero la distancia no le impidió notar que el lugar le parecía el más tranquilo de la fiesta, por lo que pensó que quizá allí podría estar escondida Giavanna.

Con pasos firmes comenzó a acercarse. Al llegar a las puertas abiertas, el sonido amortiguado de las conversaciones se filtró hacia él, pero su atención quedó fija en el interior. Allí, sobre el sofá de cuero oscuro, Giavanna y Nicholas estaban sentados. Ambos sostenían vasos en las manos, ajenos a su presencia.

Se quedó quieto unos segundos, observando. La imagen de ellos, sentados juntos y tan relajados, le provocó una punzada de incomodidad, algo profundo y visceral. Sintió una mezcla de impotencia y decepción. El contraste de su propio estado, desbordado de emociones, con la calma aparente de ella, lo hizo sentirse extraño, como si todo estuviera fuera de lugar. Esa tranquilidad entre ellos parecía burlarse de él, de todo lo que intentó hacer para acercarse a ella. Y luego, lo vio. Nicholas se inclinó hacia adelante, tomándola por la barbilla con una suavidad casi cruel, y la besó. El mundo de Jungkook se detuvo por un segundo. Su mente estalló en una tormenta de pensamientos contradictorios.
La imagen de Giavanna, con los ojos cerrados y cediendo al beso, lo golpeó con una fuerza que no pudo procesar de inmediato. Un torrente de emociones lo invadió. Sentía una rabia indescriptible, mezclada con una sensación de derrota. ¿Cómo podía ser? ¿Por qué ella no le dijo nada? ¿Por qué estuvo tan tranquila, tan distante de él, mientras se entregaba a otro? La impotencia lo consumió. Quería gritar, quería hacer algo, pero sus piernas no se movían. Se quedó allí, congelado, observando esa escena que le parecía irreal, como si estuviera viendo a alguien más. Algo en su pecho se comprimió, una mezcla de dolor y furia. La sensación de estar perdiendo el control, de no saber si debía avanzar o retroceder, lo consumió por completo. Sus pensamientos eran un caos, como si el mundo entero hubiera dejado de tener sentido.

¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Se esperaban ese trauma de Jungkook? ¿Qué les parece Nicholas? ¿Les gustaría saber cómo llegaron a eso Giavanna y Nicholas? ¿Qué creen que pase ahora que Jungkook los vio?

Por cierto, no se olviden de que acabo de publicar RACES OF REVENGE, ya con la escena que les dije en IG agregada, así que pásense por ahí si quieren leer sobre carreras ilegales, venganza y ese tipo de cosas jujuu

Espero que les haya gustado el nuevo capítulo, si es así no se olviden de votar y comentar

¡Nos leemos pronto!

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