O12 | JUGANDO CON FUEGO

Jungkook estaba en el set, la luz del día se filtraba a través de las ventanas del edificio, iluminando el ambiente de trabajo con una calidez artificial. Con una mano temblorosa, se llevó una pastilla a los labios, seguida de un trago de agua de una botella que tenía cerca. La idea de volver a rodar la escena de su escape en moto lo llenaba de una mezcla de ansiedad y agotamiento, pero lo que más le preocupaba era la contusión que tenía en el brazo. Dolorido y con el músculo todavía afectado por el impacto del día anterior, había mentido a los productores sobre su estado, insistiendo en que estaba bien para evitar que un doble lo reemplazara.

Mientras la directora daba instrucciones a su alrededor, Jungkook se encontraba atrapado en sus propios pensamientos, recordando lo sucedido la noche anterior. La imagen de Giavanna, con los ojos llenos de lágrimas y la vulnerabilidad expuesta, no le daba tregua. Había algo en esa fragilidad que lo afectaba de una manera que no podía ignorar. Nunca había sido de los que se preocupaban por los demás, menos por alguien con quien había compartido tantas peleas y amenazas, pero la noche anterior vio una faceta de ella que lo desarmó. Esa vulnerabilidad, tan contraria a la imagen fuerte que ella proyectaba, lo hizo cuestionar su propia actitud, aunque se decía a sí mismo que era porque se vio reflejado en ella.

Frustración burbujeaba dentro de él, como un volcán a punto de entrar en erupción. Se sentía atrapado en un vaivén emocional, dividido entre dos versiones de sí mismo. Por un lado, estaba el Jungkook que había disfrutado de dañar a los demás, de jugar con las emociones de Giavanna como si fueran hilos de un títere, alguien jodido que se regocijaba en la tormenta que causaba a su alrededor. Pero ahora parecía haber comenzado a despertar el Jungkook que creyó haber enterrado hace tiempo, aquel que anhelaba conectar, que podía ser capaz de la empatía y la compasión, un ser humano que empezó a cuestionar la validez de sus propias acciones. Esa versión de él lo sorprendía, como un espectro del pasado que regresaba de las sombras, recordándole que había existido una vez una parte de él que no encontraba placer en el dolor ajeno, sino que deseaba poder vivir la vida que desde niño anheló.

Sin embargo, en los últimos dos años, se permitió volver a ser el mismo de siempre, alguien que se alimentaba de las inseguridades de los demás, que disfrutaba del poder que le daba su desprecio, de pisotear a cualquier persona que le causara molestias. Esa línea que trazó entre el placer y el dolor se había desdibujado, y ahora se encontraba luchando con el desasosiego que esa transformación trajo consigo.
¿Cómo permitió que la satisfacción de ver a otros sufrir eclipsara la posibilidad de construir algo más significativo? Esa lucha interna lo mantenía atrapado en un laberinto de caos, donde las sombras de su ira y autodestrucción lo empujaban a dar pasos atrás, una y otra vez. Sabía que, por más que lo intentara, siempre caería de nuevo, arrastrando a todos a su paso, destruyéndose a sí mismo mientras arruinaba lo que tocaba.

Mientras Janelle daba las instrucciones para la escena, Jungkook se preguntó cómo había llegado a este punto. ¿Qué había cambiado? Las miradas furtivas y las pequeñas sonrisas que intercambiaban en momentos inesperados ahora parecían tener un peso mayor. Una mezcla de confusión y vulnerabilidad lo envolvía, haciéndolo sentir desprotegido ante sus propias emociones.
Echó un vistazo a Giavanna, que estaba en otro lado del set, concentrada en sus propios preparativos junto a Aaron, quien hacía del compañero de Lucian. Ella parecía estar en su elemento, pero Jungkook notó que había algo diferente en su expresión; quizás un destello de inseguridad oculto detrás de la fachada de confianza que mostraba. Era una sensación incómoda, algo que lo mantenía en una lucha constante dentro de sí mismo. ¿Cómo había permitido que esto sucediera? ¿Por qué el desprecio que antes le era tan fácil expresar se sentía ahora como un lastre, un peso que no podía seguir cargando? Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta, y cada una de ellas lo acercaba más a un abismo emocional que no sabía cómo enfrentar.

Se sacudió, intentando despejarse. Era solo un día más de filmación. Todo lo que necesitaba era concentrarse en su actuación, dejar que la adrenalina lo empujara a superar el dolor y la fatiga. Pero, a medida que se preparaba para la escena, la sombra de su vulnerabilidad seguía acechándolo, recordándole que, a pesar de su deseo de mantenerse distante, algo dentro de él había cambiado irrevocablemente.

Apenas terminó la toma de su escape en moto, Jungkook sintió el peso del cansancio arremeter con más fuerza, acompañado de un ligero temblor en las manos y una inquietud extraña en su respiración. A pesar de que la escena salió impecable, el dolor en su brazo, resentido por el viaje de la noche anterior, se había intensificado. Intentaba mantener una expresión calmada, pero una presión en las sienes y una sensación de calor en la nuca lo hacían sentir irritable y, en cierto modo, desconectado del entorno.

Se apartó del bullicio del set, intentando disimular cómo se apretaba el brazo con discreción para mitigar el dolor, cuando de pronto notó a Giavanna acercándose a él. Sin decir una palabra, ella lo miró un segundo, escaneándolo con la vista como si pudiera ver a través de la fachada. Sacó un pequeño frasco de analgésicos de su bolso y un bálsamo que le extendió con suavidad.

—Toma —su voz salió baja mientras evitaba su mirada.

Dudó, sintiéndose sorprendido por el gesto. A pesar de la tensión constante entre ambos, había algo en la sencillez de su amabilidad que lo descolocaba. Tomó el frasco sin dejar de mirarla, y al hacerlo, sus dedos se rozaron en un contacto breve, pero suficiente para hacerle notar la calidez de su piel. Sintió una especie de zumbido en su pecho, una sensación que, en ese estado de agotamiento y dolor, le resultaba aún más confusa.

—Gracias… —murmuró, esforzándose en mantener el tono neutral.

Ambos se quedaron en silencio, sin saber qué más decirse. Sabía que probablemente solo lo hacía porque se sentía agradecida por la ayuda de la noche anterior, pero aun así, algo en él se resistía a aceptar su gesto sin sentir que despertaba algo más profundo. Giavanna retrocedió con rapidez, sin sostenerle la mirada, y tras un segundo se alejó para hablar con otro miembro del equipo, como si hubiera hecho algo indebido.

La vio irse, con esa sensación incómoda de vacío, casi deseando haber tenido la oportunidad de decir algo más. Aunque no entendía del todo por qué, el breve momento en que ella se había mostrado amable hacia él lo dejaba con una inquietud que no podía sacudirse. Estaba cansado y adolorido, pero también confundido por esa chispa que parecía quedarse prendida en su pecho. Los juegos crueles que solía emplear contra ella ya no le salían de la misma manera; en el fondo, se daba cuenta de que algo en su propia dureza se había debilitado, y comenzaba a ser más difícil ignorarlo.

Observó cómo se alejaba, aún procesando la pequeña interacción. La tregua que habían acordado flotaba en su mente; pactaron llevarse bien, sin juegos ni resentimientos, aunque ambos parecían no saber exactamente cómo hacerlo. Se suponía que esa tregua haría más fácil compartir el set, pero descubrirse a sí mismo apreciando esos gestos amables de ella, como el analgésico y el bálsamo, lo hacía sentirse aún más desorientado.

Cuando finalmente probó el analgésico, sintió cierto alivio físico, aunque la incomodidad en su pecho persistía. Miró sus manos, notando un leve temblor que atribuyó al cansancio y al efecto de las pocas horas de sueño.

Al terminar el día de rodaje, mientras el resto del equipo comenzaba a dispersarse, lanzó una mirada en dirección a Giavanna, quien conversaba con alguien del set, ajena a su observación. Hubo un momento de duda, un impulso casi involuntario de acercarse, pero en su lugar, solo apretó el bálsamo en su mano y decidió marcharse sin más. Por ahora, mantener la tregua significaba también respetar el espacio entre ambos, aunque esa distancia comenzaba a sentirse menos como una barrera y más como una excusa para lidiar con su propia confusión.














(...)















En los días que siguieron, Jungkook notó cómo su atención parecía desviarse hacia Giavanna en más de una ocasión, aunque tratara de disimularlo. Desde su posición, la observaba de vez en cuando mientras ella hablaba con otros miembros del equipo, su risa resonando suave y despreocupada entre el ajetreo del set. Era inevitable sentir una mezcla confusa de emociones al verla así: por un lado, cierto resquemor que lo irritaba sin razón aparente, pero por otro, una atracción inexplicable hacia su energía, hacia ese entusiasmo que a veces sentía como algo ajeno en su propia vida. Por más que intentaba desviar la mirada, algo lo retenía allí, observándola, como si en esos momentos descubriese aspectos de ella que antes había ignorado.

Los encuentros accidentales entre ambos se hicieron constantes, cada vez más difíciles de evitar. A menudo se cruzaban en los pasillos del hotel o incluso en el set, donde el azar los ponía cara a cara, obligándolos a fingir una calma que, en realidad, apenas lograban sostener. En uno de esos momentos, en el pasillo de los vestuarios, Jungkook pasó cerca de ella, manteniendo una postura indiferente, la mirada fija al frente. Pero sin poder evitarlo, sus ojos se desviaron hacia ella, notando los detalles en su expresión, desde la concentración en sus ojos hasta la ligera curva de sus labios. Intentó convencerse de que era un simple gesto de cortesía, pero en el fondo sabía que esa era solo una excusa.

Los instantes de tensión silenciosa no tardaron en aparecer. En varias ocasiones, mientras Jungkook hablaba con otros, sentía la mirada de Giavanna desde algún punto cercano, lo que lo hacía titubear un segundo antes de volverse en su dirección. En esos momentos, sus miradas se encontraban, sosteniéndose en el aire como si ambos intentaran descifrar algo más allá de las palabras. Había una incomodidad latente, un tipo de nerviosismo que ninguno se atrevía a romper. Era en esos instantes cuando Jungkook sentía una extraña presión en el pecho, un impulso de decir o hacer algo, pero las palabras nunca llegaban.

Esa noche, el elenco se reunió en un restaurante del hotel, entre luces tenues y un ambiente cálido. Risas y conversaciones llenaban la mesa mientras todos disfrutaban de un momento de descanso tras un día agotador de filmación. Jungkook se encontraba con una sonrisa casual en el rostro, participando en la charla grupal sin problemas. Sin embargo, por más que intentara enfocarse en las bromas o los comentarios de los demás, su atención estaba en otra parte, en alguien más.

Giavanna, sentada a unos asientos de distancia, conversaba animadamente con Alex y algunos otros, en su propio rincón de la mesa. Jungkook la observaba en silencio, mientras los demás reían y bromeaban; sus ojos la seguían sin esfuerzo, como si se encontrara en un extraño trance. La manera en que ella reía, inclinándose ligeramente hacia adelante, o cómo apartaba un mechón de cabello que caía sobre su rostro, parecían detalles tan simples, pero a él le parecían fascinantes. Ella se mostraba natural, compartiendo esa energía suya con todos, como si no hubiera tensión entre ellos, como si no existiera el rastro de la noche que habían pasado juntos cuando la acompañó al hospital. Eso, en cierta manera, lo descolocaba.

La cena continuó en un ambiente festivo, llena de risas y conversaciones animadas sobre los días de filmación en Sedona. El elenco estaba sentado en una larga mesa de madera, adornada con platos repletos de comida y copas de vino. Las luces del restaurante creaban un brillo cálido que hacía que el lugar se sintiera acogedor y alegre.

—¿Han visto el atardecer desde la cima de la montaña? —preguntó Jared, quien interpretaba a Lucian, con una sonrisa arrogante—. Definitivamente el escenario perfecto para una escena épica.

—Claro, si tu ego no ocupa toda la toma —bromeó Aaron, quien interpretaba al compañero de Lucian, con una risa irónica—. Aunque supongo que hacer tus propias escenas de riesgo te da derecho a presumir.

—Y aún así no terminas con un brazo contusionado, ¿no es así, Jungkook? —señaló Alex, con una sonrisa burlona. Su tono era casi desafiante, como si disfrutara del malestar que su comentario provocaba. El desprecio que ambos sentían el uno por el otro era evidente, y cada palabra parecía cargar un peso adicional.

Jungkook trató de mantener una expresión indiferente, pero no pudo evitar que su mandíbula se apretara. Sabía que Alex solo buscaba aprovecharse de la situación, como siempre lo hacía. La mención de su accidente en la moto era un recordatorio de sus propios errores, y la forma en que Alex lo señalaba solo aumentaba su frustración.

—Bueno, algunos tenemos mejor suerte —intervino Jared con un tono ligero, rompiendo la tensión. Miró a Jungkook y añadió—: Aunque, claro, también ayuda ser un perfeccionista dispuesto a dejarlo todo en cada toma.

—Claro, y tú eres un verdadero gladiador en la pantalla —comentó Giavanna, con admiración en su voz—. Se nota que has estado en esto durante años.

—Es cierto —añadió Mia, quien interpretaba a una amiga de Victoria—. Tu dedicación es impresionante, Jared. Nos inspiras a todos.

—Gracias, aunque al final lo que importa es trabajar en equipo para que todo encaje —respondió con humildad, sonriendo a ambas. Su tono era cálido, pero tenía el peso de alguien acostumbrado a los elogios.

Jungkook escuchaba en silencio, fingiendo indiferencia, pero no podía ignorar la punzada de incomodidad que sentía. Esa admiración hacia aquel hombre solo resaltaba sus propias inseguridades, especialmente en un momento en el que cada error parecía una mancha imposible de borrar.

Mientras todos reían, el pelinegro volvió a observar a Giavanna desde su asiento. Estaba en el centro de la conversación, riendo y disfrutando de la compañía. Había algo en su energía que lo atraía, y a pesar de que se esforzaba por actuar como si no le importara, no podía evitar sentirse un poco descolocado. La forma en que interactuaba con todos, especialmente con Alex, quien filmaría una última escena con ella, lo hacía sentir incómodo.

—Giavanna, aún nos queda una escena juntos. Aunque habría sido épico grabarla en la cima de esa montaña —comentó, con una sonrisa que destilaba confianza.

—Porque claramente lo que más necesitamos es más drama —soltó una ligera risa—. Pero admito que sería un buen lugar. Quizás deberíamos subir antes de que termine el rodaje.

—Mañana será nuestro último día de filmación, Alex —mencionó Mía—. Es una pena que tengamos que despedirnos de Sedona, pero me llevo recuerdos increíbles.

Mientras el ambiente se llenaba de risas, Jungkook sintió una punzada de molestia al ver a Giavanna compartir esas bromas con Alex. Se sintió atrapado entre su deseo de unirse a la conversación y la inseguridad que lo invadía. Su mirada se encontraba constantemente con la de ella, y aunque trataba de ocultarlo, la tensión en el aire se volvía notable.

En medio de una conversación ligera sobre una de las escenas más intensas del día, alguien lanzó un comentario que provocó risas alrededor de la mesa. Él soltó una ligera risa también, pero sus ojos volvieron hacia ella casi de inmediato. Fue entonces cuando Giavanna lo miró por encima de la conversación, atrapando su mirada sin querer. Ninguno desvió la vista, como si ambos estuvieran probándose el uno al otro en silencio. La expresión de ella cambió sutilmente; sus labios, que momentos antes dibujaban una sonrisa, se entreabrieron ligeramente. Notó la pequeña chispa de confusión en sus ojos, algo apenas perceptible que, sin embargo, lo hacía sentir como si el aire se espesara entre ellos. Jungkook mantuvo su mirada, observando cada línea de su rostro, como si quisiera memorizar cada detalle. En esos segundos, las palabras triviales de los demás se desvanecieron, y solo quedaron ellos, atrapados en un silencio que hablaba más de lo que ambos querían admitir.

Unos segundos después, ella desvió la mirada, enfocándose de nuevo en Alex y continuando la conversación sin darle más importancia. Jungkook se removió en su asiento, incómodo y confundido, sin saber exactamente qué hacer con la corriente de pensamientos que lo inundaban. Era como si algo en él, una parte que prefería ignorar, hubiera comenzado a asomarse lentamente cada vez que estaba cerca de ella.

—¿Qué tal va ese brazo, Jungkook? —preguntó Alex con una sonrisa que no ocultaba su intención. Su tono era tan ligero como venenoso—. Tal vez deberías inscribirte en clases de manejo antes de intentar lucirte de nuevo. O hasta yo podría enseñarte si quieres.

Jungkook lo miró con frialdad, su mandíbula apretada. La provocación era evidente, pero no estaba dispuesto a darle el gusto.

—Tal vez lo que necesito es evitar a idiotas que creen saberlo todo —contestó con un filo en su voz, sin molestarse en disimular el desdén.

Alex alzó una ceja, divertido por la respuesta

—O podrías simplemente dejarle las acrobacias a un doble —Su tono goteaba con suficiencia, disfrutando del ambiente que había creado—. Nadie te culparía por querer mantenerte entero para la siguiente película.

Jared, intentando suavizar el ambiente, intervino rápidamente.

—Vamos, no es para tanto. El espectáculo tiene que continuar, ¿no? —miró a ambos con una sonrisa, como si su comentario pudiera disipar la tensión.

Aaron, sin embargo, no pudo resistirse a lanzar su propio comentario sarcástico.

—¿Crees que un golpe en la cabeza te haría pensar mejor? —murmuró, haciendo que la atmósfera se cargara aún más.

—Oye, tal vez el golpe en la cabeza lo hizo una mejor persona, despues de todo, ya que nos ha estado tratando mejor —apuntó Alex, riendo. La risa de los demás era un eco distante mientras Jungkook sentía que el aire se volvía más denso, atrapado en un círculo de burlas.

Apretó los puños tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos, pero trató de mantener la calma. Respiraba de forma pesada, como si cada inhalación lo estuviera quemando por dentro. La risa de Alex y los comentarios de los demás retumbaban en su cabeza, haciendo que su mente se nublara. Tenía el impulso de levantarse, de descargar toda la furia acumulada en sus venas, pero sabía que cualquier reacción lo haría perder el control por completo. El calor de su ira le quemaba la piel, una sensación punzante que lo recorría entero. Quería gritar, romper algo, arrastrarlos a todos a su nivel, pero se forzó a mantener una sonrisa falsa, como un maldito escenario que ya estaba cansado de interpretar. Cada palabra, cada mirada que le lanzaban los demás, lo empujaba más cerca de la explosión, pero su autocontrol, ese frágil muro de contención, le decía que debía mantener la fachada. Si dejaba salir todo lo que estaba a punto de estallar en su interior, sabría que no quedaría nada de él.

El aire se sentía más pesado, como si la ira que lo invadía también la compartieran los demás. Jungkook intentó ignorarlo, pero el malestar lo consumía lentamente, mordiéndose la lengua mientras sus dientes crujían con fuerza.

Finalmente, mientras el grupo reía y conversaba, Jared levantó su copa en un brindis.

—Por los buenos momentos en Sedona y por el éxito de esta película. Es un placer trabajar con ustedes.

—Y por Alex y Mia, que se marchan para nuevas aventuras —añadió Aaron, sonriendo. Todos levantaron sus copas y brindaron, mientras Jungkook observaba a Giavanna reír y disfrutar de la compañía de todos.

—Gracias a todos. Me llevo recuerdos que no olvidaré —aseguró Alex, su voz llena de sinceridad—. Espero que todos sigamos en contacto.

—Definitivamente —asintió Giavanna, sonriéndole al castaño, mientras Jungkook se sentía cada vez más incómodo.

La cena siguió con más historias y anécdotas, pero Jungkook ya no podía concentrarse en las palabras que se decían. Su mente estaba atrapada en la sensación de querer acercarse a Giavanna, pero al mismo tiempo alejarse de la complicación de sus propios sentimientos. Esa noche, mientras el elenco celebraba y compartía anécdotas, él se sintió atrapado entre la admiración por su profesionalismo y la confusión de sus propios sentimientos. La tensión entre ellos se mantenía en el aire, notable y cargada de posibilidades no expresadas.

Cuando llegó a su fin, y el bullicio del restaurante comenzó a disminuir mientras los platos se recogían. Las risas y las conversaciones se transformaron en murmullos a medida que los miembros del elenco se levantaban para marcharse. Alex se acercó a Giavanna, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—Oye, Giavanna, ¿qué te parece si vamos al bar del hotel? —sugirió, su tono relajado, como si no hubiera ninguna opción más que aceptar su invitación—. Podríamos celebrar nuestra última noche aquí con unas copas.

Lo miró con sorpresa, sus mejillas ligeramente sonrojadas. Había una chispa en la mirada de él que la hacía sentir intrigada, y a pesar de su sorpresa, la idea de pasar más tiempo juntos sonaba tentadora.

—Eh... Claro, suena bien —asintió, tratando de mantener la compostura a pesar de la emoción que le provocaba la idea.

Jungkook, que había estado en su propio mundo de pensamientos, sintió un leve desasosiego al escuchar la invitación de Alex. La forma en que Giavanna sonreía, iluminada por la propuesta, le provocó un nudo en el estómago. Sabía que había decidido mantener una distancia con ella, que no quería que fueran amigos porque su deseo era demasiado intenso y complejo. Pero, al mismo tiempo, observar a Alex acercarse a ella de esa manera lo hizo reflexionar sobre su elección, teniendo el impulso de interrumpir la conexión que se estaba formando entre ellos.

—Perfecto, entonces —sonrió con seguridad—. Vamos a divertirnos un poco.

Mientras se alejaban, conversando y riendo, Jungkook sintió que el ambiente a su alrededor se tornaba más pesado. Se movían con una facilidad que le hacía preguntarse si había tomado la decisión correcta al apartarse de ella. La idea de que Alex tuviera ese espacio con Giavanna le generó una mezcla de frustración y confusión. La tensión entre lo que quería y lo que pensaba que debía hacer crecía en su interior.

—No debería importarme —murmuró para sí mismo, intentando reprimir la inquietud que lo invadía. Pero, a medida que los veía alejarse, un pensamiento inquietante se afianzaba en su mente: ¿acaso estaba siendo demasiado estricto consigo mismo?

No era celos lo que sentía, al menos no de la forma más evidente. Era una sensación de urgencia, una lucha interna que lo mantenía atrapado en su lugar mientras observaba cómo Giavanna se perdía en la conversación con Alex. Se sintió un poco desubicado, como si no supiera cómo entrar en ese espacio de complicidad que ellos compartían.

La escena se desvanecía lentamente mientras los dos se alejaban, sus risas resonando en el aire. Se sintió más distante, atrapado en un torbellino de pensamientos que no sabía cómo manejar. Tal vez la distancia no era lo que realmente deseaba; tal vez, en el fondo, quería romper las barreras que él mismo había levantado. Sin embargo, el miedo a no poder controlar sus emociones lo mantenía en su asiento, contemplando si alguna vez tendría la oportunidad de compartir un momento así con Giavanna. Pero, en lo más profundo, un deseo latente comenzaba a hacer presión contra sus defensas.
















(...)



















El bar del hotel tenía un ambiente acogedor, iluminado suavemente por luces tenues que reflejaban en las paredes de madera. Giavanna y Alex se sentaron en un par de taburetes junto a la barra, cada uno con una copa de vino blanco en la mano, una elección ligera y refrescante, perfecta para una noche de celebración antes de la última jornada de filmación juntos.

—Solo una, ¿verdad? —dijo Alex, levantando su copa con una sonrisa despreocupada—No queremos arruinar el día de mañana.

Asintió, sintiéndose algo nerviosa. Había pasado tiempo desde que estuvo sola con un hombre que le resultara tan atractivo. La forma en que la miraba la hacía sonrojarse, y, por un momento, sintió que había una conexión entre ellos.

Mientras hablaban, notó cómo el corazón le latía más rápido de lo habitual. La cercanía de él, su voz profunda y la manera en que sonreía, hacían que se sintiera un poco coqueta. Intentó mantener la conversación ligera, pero había algo en el aire que la hacía sentir diferente, como si hubiera una posibilidad de que esto fuera más que solo una charla amistosa.

—¿Así que has estado en Sedona varias veces? —trató de romper el hielo y no mostrarse tan nerviosa.

—Sí, me encanta este lugar. La belleza natural aquí es impresionante. Pero creo que la mejor parte ha sido conocer a todo este increíble elenco —respondió, inclinándose un poco hacia ella. —Y, por supuesto, conocerte.

Sonrió, sintiéndose más nerviosa ante la insinuación de sus palabras. Justo cuando pensaba que podría dejarse llevar por la corriente de la conversación, notó una presencia en el bar, dos taburetes más allá. A pesar de la curiosidad que le provocaba, decidió ignorarla y centrarse en Alex. Era más fácil así, más emocionante.

—He disfrutado filmar contigo, tienes un gran talento —comentó sintiendo que sus mejillas se calentaban.

—Gracias. La verdad es que me encanta trabajar con gente apasionada como tú, Giavanna.

Mientras ambos disfrutaban de sus copas de vino, el ambiente del bar seguía vibrando con risas y charlas de otros grupos. Giavanna sentía cómo la calidez de la bebida la relajaba, pero su atención seguía fija en Alex. La química entre ellos parecía notable, y ella, sin quererlo, empezó a imaginar lo que podría significar ese momento.

—Tienes una energía increíble —mencionó mirándola a los ojos con una sonrisa que la hacía sentir como si estuvieran en un mundo aparte—. Me encanta cómo te entregas a lo que haces.

Sonrió, sintiéndose un tanto juguetona. En su mente, una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse, la posibilidad de que tal vez había algo más entre ella y Alex. Sus pensamientos giraban en torno a la idea de que podría haber un interés mutuo, algo más allá de las palabras casuales. Se inclinó ligeramente hacia adelante, dejando que sus dedos juguetearan con un mechón de su cabello mientras mantenía la conversación ligera, buscando esa conexión que sentía que podría estar naciendo.

—Gracias, eso significa mucho viniendo de ti —lo observó más de cerca, inclinándose ligeramente hacia él—. Pero ¿hay algo más que quieras decir? Te noto un poco pensativo.

—Bueno, sí… —comenzó, su tono cambiando un poco, como si estuviera a punto de revelar algo importante. Giavanna sintió que su corazón latía más rápido. ¿Sería un halago más? ¿Quizás estaba a punto de decirle que sentía lo mismo que ella? —. Hay alguien que me ha estado interesando últimamente.

Alex sonrió con esa chispa traviesa que a ella le resultaba tan atractiva. El corazón de la pelinegra se detuvo por un momento, con la esperanza de que se refería a ella. Su rostro se sonrojó al pensar en lo que eso podría significar. ¿Podía ser? Se sentía emocionada, ansiosa por saber quién era.

—Oh, ¿de verdad? ¿Quién es? —indagó, intentando sonar casual, pero la anticipación le hacía la voz un poco más aguda.

—Encontrarte aquí me hizo recordar la atracción que siempre he sentido por tu hermana, Savannah —confesó, esbozando una sonrisa que iluminaba su rostro—. Creo que podrías ayudarme a acercarme a ella y ver si hay alguna posibilidad de que surja algo entre nosotros.

El mundo de Giavanna se detuvo. Sintió como si le hubieran echado un cubo de agua fría por encima. La emoción que había sentido se esfumó, dejando un vacío incómodo en su pecho. En ese momento, un sonido cercano la hizo girar la cabeza: una risa, suave pero inconfundible.

Allí, a dos taburetes de distancia, estaba Jungkook, con una expresión que mezclaba sorpresa y diversión. Intentaba disimular su risa, pero sus ojos traicionaban una mezcla de diversión y malicia. Giavanna sintió un rubor intenso en sus mejillas, y la humillación la invadió al darse cuenta de que él había escuchado toda la conversación.

—Oh, genial —murmuró para sí misma, sintiendo cómo la vergüenza la envolvía. Sus miradas se encontraron brevemente, y un escalofrío le recorrió la espalda.

—¿Todo bien? —preguntó Alex, inclinándose un poco para mirar al pelinegro, que parecía tan divertido. Ella tragó saliva, tratando de recuperar el aliento y la compostura.

—Sí, claro —asintió, aunque su voz sonó menos convincente de lo que esperaba. La decepción por la revelación de Alex la había dejado descolocada, y la presencia de Jungkook la hacía sentir aún más incómoda.

Mientras se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas para continuar la conversación, una mezcla de frustración y enfado brotaba dentro de ella. Siempre era su hermana. Siempre. ¿Por qué no podía ser suficiente en su propia piel?

Oh, eh... —tartamudeó, sin saber qué decir. La calidez que antes había sentido se evaporó, dejándola incómoda—. Savannah está comprometida, ya lo sabes.

—Sí, lo sé. Pero no puedo evitarlo —insistió, sin darse cuenta del impacto de sus palabras—. Me parece una mujer increíble y creo que podrías ayudarme a acercarme a ella.

Sonrió débilmente, tratando de ocultar su decepción. La conversación que imaginó había cambiado drásticamente. Ahora se sentía atrapada entre la lealtad a su hermana y sus propios sentimientos, confundida y un poco herida. Aún así, decidió no dejar que eso arruinara la noche.

—Tal vez deberías hablar con ella directamente, entonces, porque no estoy segura de que pueda ayudarte —intentó sonar casual, aunque en su interior se sentía devastada.

La idea de que Alex quisiera acercarse a Savannah la hizo sentir pequeña y despreciable. La risa de Jungkook resonaba en su mente, y se sintió humillada, como si estuviera atrapada en un juego del que no sabía cómo salir. Mientras el ambiente se llenaba de risas y conversaciones a su alrededor, el nudo en su estómago se apretaba con cada segundo que pasaba, recordándole que nunca podría ser suficiente.

Alex, con un suspiro decepcionado, la miró, notando su falta de entusiasmo. La chispa que había animado la conversación se desvanecía rápidamente.

—Bueno, parece que no tengo muchas opciones, ¿verdad? —trató de sonreír, aunque su tono revelaba su desánimo—. Supongo que me tendré que conformar con intentar acercarme a ella por mi cuenta.

Giavanna sintió un puñetazo en el pecho al escuchar sus palabras. La ira y la humillación la invadieron al darse cuenta de que había creído que ella podría ser la mujer que despertara el interés de Alex. ¿Por qué tenía que ser siempre su hermana? La risa burlona de Jungkook resonaba en su mente y la impotencia la hacía temblar.

—Lo siento, Alex. Realmente no creo que pueda ayudar.

Con un gesto de la mano, él se despidió, dejándola sola en el bar. La rabia crecía dentro de ella, una mezcla de sentimientos encontrados que no sabía cómo manejar. Mientras lo observaba alejars, de repente, sintió una presencia más cerca. Jungkook se había acercado, sentándose a su lado sin previo aviso.

—¿Esperabas que fueras tú la que le interesara? —bromeó, su voz cargada de sarcasmo.

Las palabras la golpearon como un baldazo de agua fría, y un escalofrío recorrió su espalda. La humillación la invadió, y un insulto se formó en sus labios, murmurándolo entre dientes.

—¿Por qué no te metes en tus propios asuntos? —replicó furiosa, antes de levantarse de su asiento, decidida a irse.

Pero antes de que pudiera dar un paso, la detuvo al tomarla del brazo con firmeza. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desafío.

—Deberías quedarte y beber un poco conmigo, Giavanna —sugirió, su tono cargado de una cercanía que rozaba la insistencia.

Sintió la tensión en su brazo, y su cuerpo se estremeció por la cercanía. Por un momento, el mundo a su alrededor se detuvo. La mezcla de ira y atracción la dejó confundida, pero la última cosa que quería era seguir allí, expuesta y humillada ante él.

—¿Por qué? ¿Para que me sigas burlando de mí? —replicó, tratando de mantener la ira en su voz, aunque había una vulnerabilidad que no podía ocultar.

La miró con un destello en sus ojos, y por un instante, el desafío en su expresión se suavizó. Giavanna intentó soltar su brazo de la mano de Jungkook, pero él no aflojó el agarre. Sus ojos oscuros la observaban con una mezcla de diversión y algo que ella no lograba descifrar.

—Recuerda la tregua. No tengo permitido burlarme de ti, ¿no es así? —recalcó con una media sonrisa, como si estuviera recordándole un trato que, a pesar de todo, estaba dispuesto a respetar.

Parpadeó, confundida, aún envuelta en la humillación de la conversación con Alex, pero la mención de la tregua la dejó descolocada. La chispa de burla en los ojos de él había dado paso a algo que parecía casi... sincero.

—¿Y se supone que debería confiar en eso? —cuestionó irónica, pero su tono estaba menos cargado de furia.

Jungkook soltó suavemente su brazo y, por un segundo, su expresión fue casi seria.

—Es una tregua, Giavanna. Además...—agregó, con un leve encogimiento de hombros—, no me interesa perder la oportunidad de ver cómo me soportas por un rato. Quédate, solo será un trago.

Dudó, aún con el orgullo herido, pero las palabras del pelinegro parecían ahora menos un reto y más una invitación inesperada. Sintiéndose un poco menos sola en su decepción, finalmente accedió, sin poder evitar un ligero sonrojo.

—Está bien, solo un trago —Se acomodó de nuevo en el taburete, sin apartar la mirada de él, tratando de convencerse de que era solo eso: un simple trago en nombre de la tregua.


















(...)














Giavanna y Jungkook estaban ahora sentados uno al lado del otro. La iluminación tenue, junto con el murmullo tranquilo del ambiente, daba a su encuentro un aire de intimidad que ambos no esperaban, pero que, al parecer, les convenía. Entre risas y bromas, sus copas de vino blanco se vaciaban poco a poco, y Giavanna comenzaba a relajarse más de lo que hubiera imaginado posible después de lo ocurrido con Alex. La ironía en los comentarios del pelinegro, por lo general, le resultaba exasperante, pero esa noche tenía un tono más ligero, como si, otra vez, ambos pudieran dejar de lado sus conflictos.

Otra vez, la presencia de Jungkook no la ponía en alerta de inmediato. Al contrario, esa noche, era otra en la que parecía diferente.

—Debo admitir que no pensé que ibas a aceptar quedarte —comentó, rompiendo el silencio de forma casual.

Giavanna sonrió, sorprendida ella misma de estar ahí.

—Ni yo. Supongo que no tenía muchas ganas de volver a mi habitación y darle vueltas a… Bueno, a todo esto —desvió la mirada un momento, y luego lo miró de nuevo—. Pero tampoco pensé que tú me lo pedirías. Creo que me has confundido.

Alzó una ceja, como si lo que ella acababa de decir le causara una extraña diversión.

—¿Te confunde que no esté molestándote como siempre? —preguntó, con una media sonrisa.

—No me hagas caso, estoy delirando —bromeó con una risa ligera—. Supongo que solo… Es raro ver este lado de ti. Pensé que odiabas pasar tiempo conmigo, o algo así.

Jungkook se encogió de hombros, tomando un sorbo más de vino antes de responder.

—Digamos que, por una vez, es… refrescante verte sin esa expresión de que quieres matarme.

Giavanna no pudo evitar reír, cubriéndose la boca al pensar en cuántas veces se había sentido así en su presencia.

—No puedo prometer que no vuelva a ocurrir, pero por ahora diré que… no estás siendo tan insoportable como imaginé —sonrió, dándose cuenta de que la miraba con un interés distinto.

Hubo una pausa, un silencio cargado en el que ambos se miraron y, por un momento, pareció que estaban explorando una parte desconocida el uno del otro.

—¿Sabes? —habló con una expresión pensativa—, podrías ser divertida si te lo permitieras un poco más.

—¿Divertida? —frunció el ceño, riendo suavemente, como si la palabra no fuera algo que asociara consigo misma—. No estoy segura de cómo tomar eso, pero gracias, supongo.

—Es un cumplido.

Dejó su copa en la barra y se inclinó ligeramente hacia ella, esbozando una sonrisa enigmática que iluminaba su rostro. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, mientras su mirada desafiaba a Giavanna. Ella no pudo evitar notar lo bien que le quedaba la camisa negra ajustada, que marcaba cada músculo de su figura robusta. La manga de la camisa, arremangada hasta su antebrazo, dejaba ver los tatuajes que cubrían su brazo, una obra de arte que parecía contar su propia historia.

Cuando se inclinó un poco más, los músculos de sus brazos se tensaron, y aunque su postura seguía siendo desafiante, Giavanna pudo ver cómo sus labios se apretaban con esfuerzo, y un pequeño gruñido de dolor escapaba de su garganta. Era una señal sutil de la contusión que había sufrido en la moto, recordándole que, debajo de esa fachada de confianza, había una vulnerabilidad que no podía ocultar.

—Dime, Giavanna… ¿Tienes buen ojo para leer a las personas? —preguntó, su voz un poco más grave de lo habitual, como si esa cercanía lo hiciera más consciente de su propio cuerpo. Lo miró, ligeramente desconcertada.

—Supongo que sí, aunque… contigo no estoy tan segura.

—Perfecto —asintió, casi ignorando su comentario mientras sonreía un poco más—. Entonces, ¿qué te parece un pequeño juego? Algo para pasar el tiempo y, quién sabe, quizás también para aprender un par de cosas.

Lo observó, intrigada, mientras él continuaba, con un tono que dejaba claro que disfrutaba de mantenerla en suspenso.

—Adivinemos cosas del otro —propuso animado—. Nada obvio, por supuesto. Solo… detalles que creamos que nadie más haya notado. Si aciertas, bebo. Si fallas, te toca a ti.

La invitación en su voz parecía una mezcla de burla y desafío, y Giavanna sintió cómo su curiosidad se despertaba, a pesar de la sospecha de que él, de alguna manera, esperaba vencerla en su propio juego.

—¿Y qué pasa si alguien decide rendirse? —preguntó, alzando una ceja mientras intentaba analizarlo.

—Digamos que… puede considerarse una derrota. Pero...—continuó, encogiéndose de hombros—, no pareces de las que abandonan algo tan fácilmente.

Giavanna esbozó una media sonrisa, aceptando el reto en silencio mientras lo miraba.

—De acuerdo, Jungkook —aceptó, apoyándose hacia adelante con el mismo tono de desafío que él había usado—. Tú primero.

Tomó un instante para observarla, su mirada intensamente fija en cada rasgo de su rostro. Sus ojos se centraron en cómo Giavanna se mordió el labio inferior, un gesto que parecía tan inocente, pero que en su mente encendía un deseo ardiente e incontrolable. No pudo evitar imaginarse a sí mismo en su lugar, ser él quien la hiciera morder ese labio, detenerse solo para luego reclamárselo con un beso profundo, feroz, que la dejara sin aliento. Esa acción, tan simple y tan provocadora, lo desarmaba, y su cuerpo respondía instintivamente a la imagen que su mente construía.

El pensamiento de marcar su piel, de sentirla bajo él, lo hizo temblar en su lugar. Quería que ella se rindiera a la tensión entre ellos, que no quedara más espacio para la duda o el control. Quería que esa noche, solo esa noche, la idea de contenerse desapareciera, y que todo lo que quedara fuera el sonido de su nombre saliendo de sus labios, entre jadeos, mientras él la tomaba, poseyéndola de la manera en que su cuerpo lo exigía.

El aire se volvió denso, cargado de una atracción que rozaba lo peligroso, pero Jungkook no se movió. Se quedó allí, mirando cómo ella volteaba a ver hacia su copa, y, por un momento, se maldijo a sí mismo por no hacer lo que su cuerpo le pedía. Sin embargo, la promesa de esa noche, la promesa de aliviar ese deseo con solo una vez, lo mantenía en vilo. Solo tenía que esperar.

—A ver… Apuesto a que no soportas cuando alguien te dice qué hacer —declaró, con una sonrisa entre divertida y provocativa. La inclinación de su cuerpo hacia ella hacía que sus brazos musculosos, uno decorado con sutiles tatuajes, se marcaran con cada movimiento, y Giavanna sintió un cosquilleo recorrerle la espalda.

Soltó una risa, no tan sorprendida por lo acertado de su comentario. Su reacción era un indicio de que, en el fondo, él había dado en el clavo, pero la chispa en sus ojos insinuaba algo más que un simple juego.

—Está bien, tienes razón —admitió, tomando un sorbo de su copa para disimular el calor que comenzaba a subir por sus mejillas. Pero no pudo evitar sentir su mirada intensa, casi devoradora, que la analizaba en silencio.

—Tu turno —su voz fue más baja y grave, un desafío escondido entre sus palabras.

Lo miró pensativa, intentando adivinar algo que él jamás le confesaría. Una chispa de desafío se encendió en ella, y con un destello de audacia, decidió lanzarse.

—Diría que… tienes un secreto. Algo que solo tú sabes y que no compartirías con nadie. ¿Me equivoco? —le lanzó, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción burbujear dentro de ella.

La sonrisa de Jungkook se desvaneció ligeramente, y por un momento, pareció contemplar su respuesta. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y algo más profundo, algo que hizo que su corazón latiera con fuerza.

—Tal vez —respondió, su tono enigmático aumentando la tensión en el aire. Se inclinó más hacia ella, como si lo que iba a decir fuera un secreto solo para sus oídos—. Diré que eso cuenta, así que… yo bebo.

El gesto de acercarse a ella intensificó la conexión, y en ese breve instante, Giavanna sintió que el mundo exterior desaparecía. Ambos estaban atrapados en una burbuja donde solo existían ellos dos, con la música del bar como un eco lejano.

No pudo evitar reírse suavemente, la tensión entre ellos convirtiéndose en una corriente eléctrica que los rodeaba. La forma en que la miraba la desarmaba, y mientras sus copas se encontraban, su pulso se aceleraba. Estaba ansiosa por ver hasta dónde podía llevar este juego, sintiendo que cada palabra que compartían era un paso más hacia un abismo desconocido.

—Ahora es mi turno —mencionó pensativo—. Apostaría que alguna vez hiciste algo de lo que te arrepientes profundamente, algo que nadie más sabe.

Giavanna sintió que su estómago se revolvía. Aunque era un juego, había un fondo de verdad en sus palabras, y sabía que tenía que ser cuidadosa.

—Esa es una suposición arriesgada —presionó los labios por un momento, tratando de mantener la compostura—. Pero sí, he hecho cosas de las que me arrepiento. Todos lo hemos hecho, ¿no?

—Lo sé, pero no todos lo admiten. Vamos, cuéntame —insistió, su mirada fija en la suya, como si la retara a abrirse.

La chispa en sus ojos la empujó a hablar, aunque se sintió vulnerable al hacerlo. Inhaló profundamente, sintiendo el calor del alcohol en sus venas, lo que le dio un poco de valor.

—Me dejé llevar por mis inseguridades —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Cada casting fallido me hizo sentir como un fracaso, así que comencé a beber para lidiar con eso, y cuando Anders se dio cuenta de que estaba descuidando nuestra relación, no soportó más. Terminó conmigo porque no podía manejar mi comportamiento.

La observó atentamente, su expresión cambiando a una mezcla de sorpresa y comprensión, como si de repente viera una faceta de ella que nunca había notado.

—Así que él te terminó…

Asintió, sintiendo que la conversación la estaba llevando a un lugar inesperado.

—Sí, lo hizo. Pero yo dije que simplemente no funcionaba, aunque la verdad es que lo amaba —confesó haciendo una mueca—. Quería tener ese futuro que siempre imaginamos juntos, pero me sentía tan perdida, tan insegura. Me dio vergüenza admitir que era yo quien falló, por eso les mentí a todos sobre nuestro rompimiento.

Lo que la sorprendió fue la forma en que Jungkook la miraba, con una mezcla de comprensión y vulnerabilidad. No era el mismo que siempre se burlaba de ella o buscaba su punto débil para golpearla con palabras venenosas. Este era un Jungkook diferente, uno que parecía entender la lucha interna que había enfrentado.

—Eso es algo que todos enfrentamos en algún momento —aseguró, su voz más suave—. A veces, nuestras inseguridades nos llevan a tomar decisiones que nunca hubiéramos imaginado.

—¿Tú también?

—Sí, incluso yo he hecho cosas que preferiría olvidar, pero a veces es difícil dejar atrás las sombras.

La cercanía entre ellos creció, el peso de sus confesiones haciéndolos sentir más conectados que nunca. La vulnerabilidad compartida creó un espacio seguro en el que podían ser ellos mismos, lejos de las burlas y los juegos de poder que habían marcado su relación hasta ese momento. Giavanna sintió un nudo en el pecho al darse cuenta de que estaba revelando más de sí misma de lo que había planeado, y Jungkook, por su parte, estaba mostrando un lado que ella jamás habría imaginado.

—¿Y tú? —indagó, sintiendo que el juego se estaba volviendo más serio—. ¿Cuál es tu arrepentimiento del que nadie sabe?

Se quedó en silencio, pensativo, como si su mente estuviera sopesando cada palabra que podía decir. Durante un buen rato, su mirada se perdió en su copa, y Giavanna sintió que una mezcla de curiosidad y ansiedad se apoderaba de ella. Aquella expresión en su rostro, alejada de la confianza habitual, la intrigaba. Jungkook se pasó una mano por el cabello, su gesto revelando una tensión apenas contenida.

Finalmente, tras un suspiro profundo que pareció arrastrar el peso de sus pensamientos, comenzó a hablar. Sus manos, que antes jugaban nerviosamente con la copa, ahora temblaban sutilmente, una señal de que sus emociones estaban a flor de piel.

—Me arrepiento de cómo me manejé con Simone —confesó, su voz más grave y seria de lo habitual. El nombre de Simone colgaba en el aire, y Giavanna sintió un pequeño nudo en su estómago. La mención de su ex amiga evocaba recuerdos complicados y las sombras de viejos rencores.

La forma en que Jungkook pronunció el nombre la hizo tensar los músculos, consciente de que estaba tocando un tema delicado, un capítulo que había marcado a ambos. La vulnerabilidad en su voz contrastaba con la imagen del hombre arrogante y burlón que había conocido, y eso la sorprendía aún más.

—A veces me pregunto si pude haber hecho algo diferente. Nuestra relación terminó de una manera tan… destructiva.

Giavanna, sintiéndose cada vez más incómoda, lo miró fijamente. Nunca había considerado que Jungkook pudiera volver a abrirse así, con esa vulnerabilidad que la impactaba. Pero un impulso la llevó a indagar más.

—¿Destructiva? ¿O quizás hubo algo más? ¿Algo como… ser infiel? —insinuó, su tono acusador como si lo retara a defenderse. En su mente, recordó los rumores sobre el amorío entre Jungkook y la actriz con la que trabajó en la película que ganó el Oscar, un premio que ella había deseado que fuera para la película en la que actuó.

Jungkook alzó una ceja, la indignación surgiendo en su rostro. La sorpresa en sus ojos era evidente, y su postura se volvió más rígida.

—¿Infiel? ¿Tú crees que…? —comenzó a decir, incapaz de creerse lo que ella insinuaba. La idea de que pudiera pensar eso de él le resultaba inaceptable.

—Vamos, Jungkook —interrumpió, sintiendo que la tensión en el aire aumentaba—. Todos han hablado de eso. Era la noticia del momento. Una actriz mayor que tú, ganando el Oscar a tu lado, ambos mostrándose tan juguetones. ¿No es posible que, en algún punto, tú y ella…? —su voz se desvaneció, dejándola en un incómodo silencio.

—No. No era así —negó rápido con la cabeza, su mirada feroz—. Esa fue una época complicada, y los rumores eran solo eso, rumores —su voz tenía un tono de frustración, y Giavanna sintió que la tensión entre ellos se intensificaba aún más.

La atmósfera se volvió eléctrica, cada palabra resonando con un peso emocional que complicaba la situación entre ellos. La incredulidad de Jungkook ante la acusación de Giavanna provocaba en ella una mezcla de culpa y desafío, mientras se preguntaba si había sobrepasado un límite que podría cambiar todo entre ellos.

La incredulidad marcaba cada palabra de ella mientras lo enfrentaba.

—No puedo creer que me digas eso —su voz era desafiante, pero en el fondo, un pequeño nudo de confusión se formaba en su estómago, haciéndola dudar de sí misma—. ¿De verdad crees que yo no vi eso?

Frustrado, dejó escapar un suspiro profundo, como si cada palabra fuera un peso que le resultaba difícil cargar.

—Escucha, Giavanna —ordenó, su voz sonó grave, tensa, casi quebrada mientras se giraba hacia ella, apretando la mandíbula y cruzando los brazos sobre el pecho como si tratara de contener una tormenta interna—. No era un buen momento para mí hace dos años. Estaba atrapado en mi propia mierda, con la cabeza llena de caos y presiones que no podía manejar. La presión del compromiso, las expectativas de todo el mundo sobre mí, tener que ser algo que no quería ser… —sacudió la cabeza con frustración, como si las palabras no fueran suficientes para explicar la magnitud de su agobio—. No podía soportarlo. Todo lo que quería era huir, escapar, porque sentía que estaba a punto de romperme. Y, carajo, no soportaba la idea de fallarle a Simone, pero tampoco sabía cómo seguir adelante con eso —dejó escapar un suspiro entrecortado—. Dejé de amarla como ella merecía, pero jamás se me ocurrió serle infiel. La idea de hacerle eso, aunque fuera por un segundo, ni siquiera cruzó mi mente —sus ojos brillaron por la ira que sentía hacia sí mismo, su rostro tenso—. Estaba demasiado atrapado en mi propio desastre, en el miedo de no ser suficiente para nadie, ni para mí mismo —pasó una mano por su cabello, rascándose la nuca con frustración—. Y, al final, todo se fue a la mierda porque no podía soportarlo.

Giavanna lo miraba fijamente, su corazón latiendo con fuerza mientras él continuaba.

—Simone fue una luz en mi vida, y siempre será la persona más importante para mí —confesó desviando la mirada—. Ella me hizo ver una versión de mí mismo que nunca supe que existía. Antes de conocerla, estaba completamente perdido, siendo la imagen de un maldito egoísta, arrogante y vacío, persiguiendo el éxito como un idiota sin alma, dispuesto a pisotear lo que fuera para conseguirlo —su mandíbula se tensó, un resquicio de odio hacia sí mismo asomando—. Pero Simone… Ella me enseñó a ser mejor, a querer algo más que esta vida de mierda, a luchar por algo que realmente valiera la pena —sus ojos se oscurecieron por un momento, como si la culpa lo carcomiera—. Y aunque ya no estemos juntos, eso no cambia lo que fue para mí.

Sus ojos brillaban con nostalgia y tristeza. Giavanna sintió que el nudo en su estómago se apretaba más, aunque no estaba segura de por qué. Tal vez era la sinceridad en la voz de Jungkook, esa vulnerabilidad que rara vez mostraba, que ahora parecía desarmarlo frente a ella.

—Así que, no importa cuán inmaduro haya podido ser, no importa cuán idiota haya actuado —continuó con una sinceridad desgarradora—. Jamás habría sido capaz de engañarla. Ella merecía mucho más de lo que pude darle —confesó haciendo una mueca—. Y si alguna vez logras ver algo en mí que te haga pensar que hay algo bueno en mí, algo de decencia... eso es creación de Simone. Durante todos esos años, ella fue quien me ayudó a sacar lo mejor de mí, a encontrar algo dentro de mí que ni siquiera sabía que existía —su voz se entrecortaba, y Giavanna sintió que cada palabra penetraba en su corazón—. Ella me ayudó a crear esa versión. Y aunque ahora esté tan lejos, una parte de mí la llevará dentro, siempre.

Las palabras de Jungkook resonaban en la atmósfera, llenando el espacio entre ellos con una intensidad que casi podía tocarse. Giavanna, sorprendida por la profundidad de su confesión, sintió que su perspectiva sobre él comenzaba a cambiar, aunque una parte de ella todavía se resistía a ceder.

El silencio se instaló entre ellos, cada uno sumido en sus pensamientos, el ambiente cargado de una tensión abrumadora. Mientras Jungkook se perdía en los recuerdos, Giavanna lo observaba con una mezcla de admiración y confusión. Nunca había imaginado que pudiera abrirse de esa manera, y la revelación la llevó a cuestionar todo lo que había creído sobre él. Su mente viajaba a los momentos en que había consolado a Simone, escuchando sus quejas sobre Jungkook, su frustración por la indiferencia que él mostraba. Esa sombra de resentimiento que siempre había existido entre ellos parecía desvanecerse lentamente, dejando espacio a algo más complejo.

Sintió el nudo en su estómago hacerse más fuerte, una reacción visceral que no podía explicar del todo.

—No sabía que había tanto detrás de esa fachada tuya —mencionó, intentando mantener un tono ligero, pero no pudo evitar que su voz temblara—. Nunca pensé que dirías algo como esto...

—¿Qué puedes esperar de mí? —bromeó, tratando de aligerar el ambiente mientras su mirada se mantenía fija en ella, pero Giavanna podía ver que detrás de la sonrisa había un hombre que luchaba con sus propios demonios.

Ella sonrió, aunque la seriedad de la conversación aún pesaba en el aire. Mientras la distancia entre ellos se acortaba, y se dio cuenta de que su perspectiva sobre Jungkook quizás estaba cambiando, y la conexión que comenzaba a formarse era innegable. La noche seguía avanzando, pero para ellos, ese instante se sentía eterno.

















(...)
















La noche había avanzado y el ambiente en el hotel se había vuelto un poco más ligero, un tanto eufórico, pero también cargado de una tensión que no podían ignorar. Giavanna y Jungkook se encontraban en el elevador, subiendo a sus habitaciones, y el aire se sentía denso, como si cada uno de ellos estuviera consciente de la electricidad que vibraba entre ellos.

Se apoyó contra la pared del elevador, tratando de parecer relajada, pero el efecto del alcohol la hacía sentir un tanto desinhibida. Su mente, sin embargo, no podía escapar de lo que le había compartido sobre Simone. La forma en que habló de su exprometida, la sinceridad en sus ojos, la admiración que todavía sentía por ella, todo eso la mantenía atrapada en un torbellino de emociones. El recuerdo de cómo había consolado a Simone durante su relación con Jungkook y cómo lo criticó, la hizo sentirse incómoda, como si ahora estuviera traicionándola al estar en ese momento tan cerca de él.

El pelinegro, de pie a su lado, también intentaba disimular la tensión. A pesar de que la risa había llenado el ambiente entre ellos antes, ahora parecía que cada mirada que compartían contenía una carga emocional que iba más allá de la amistad. Sus cuerpos se rozaban levemente cuando el elevador se movía, un roce sutil que hacía que su piel se erizara y que sus corazones latieran más rápido. Giavanna podía sentir la calidez de su presencia, una atracción intensa que desafiaba la lógica.

—Sobrevivimos otra noche sin peleas —comentó mirándola, rompiendo el silencio con una sonrisa torcida, intentando hacer la situación más ligera.

—Sí, un verdadero milagro —sonrió, pero sintiendo el nerviosismo bajo esa broma. La cercanía la hacía cuestionar todo lo que había sentido antes.

Mientras el elevador ascendía, la tensión se hizo más intensa. Trataba de concentrarse en la conversación, pero la presencia de Jungkook la distraía. Sus miradas se encontraban y el roce de sus cuerpos hacía que su piel se erizara.

—Quizás deberíamos hacer de esto una tradición —sugirió, acercándose un poco más, su tono juguetón pero con un matiz de sinceridad.

—¿Tradición de no pelear? ¿O de sobrevivir juntos en un elevador? —replicó, intentando mantener un tono ligero, aunque su corazón latía más rápido. La forma en que la miraba parecía hacer que su mente se nublara.

El elevador se detuvo y se abrió lentamente, revelando el pasillo. Giavanna sintió que las paredes del pequeño espacio se cerraban a su alrededor, el aire caliente se hacía más pesado y la tensión se podía cortar con un cuchillo. Jungkook dio un paso más cerca, su brazo casi tocando el de ella haciendo que su corazón se acelerara.

—¿Vas a salir o no? —preguntó, su voz suave, pero con un tono de desafío, mirándola a los ojos.

Y antes de que pudiera moverse, Jungkook la sostuvo con una mirada, un destello de complicidad brillando en sus ojos.

—No te preocupes, si te quedas, no voy a morder… a menos que tú lo quieras —advirtió con una sonrisa traviesa, lanzando su último comentario juguetón antes de que Giavanna pudiera reaccionar.

El momento se desvaneció cuando ella finalmente salió del elevador, sintiendo el nudo en su estómago apretarse de nuevo. La cercanía y la tensión que habían compartido en esos breves momentos dejaban en el aire una pregunta sin respuesta: ¿qué pasaría después de que todo esto terminara?

Caminaba hacia su habitación con él a su lado, el ambiente era denso, una mezcla de risas y el eco de sus pasos resonando en el pasillo vacío. No podía evitar notar la inquietud que emanaba de él; su andar era más apresurado de lo habitual, y en momentos se pasaba una mano por el cabello, como si intentara liberar la tensión que lo consumía. Había algo en su mirada que parecía encender un fuego interno, pero Jungkook luchaba por mantener una fachada despreocupada.

Al llegar frente a su puerta, se giró para mirarlo, y justo cuando pensaba en abrir, Jungkook apoyó su mano sana contra el marco de la puerta, inclinándose hacia ella de manera inesperada. La cercanía hizo que su pulso se acelerara.

—¿Vas a entrar? —su voz resonó con una gravedad que la sorprendió.

Soltó una risa nerviosa, sintiendo la absurdidad de la situación. Era una pregunta estúpida, considerando que ambos se dirigían a sus respectivas habitaciones.

—No es como si fueras tan interesante como para que me quedara afuera, ¿verdad? —su tono fue despreocupado al responder, aunque su mirada reflejaba un leve destello de tensión.

Jungkook soltó una risa suave, pero sus ojos no dejaban de escudriñarla, como si cada palabra que ella pronunciara tuviera un peso especial.

—A veces creo que podrías estar más interesada de lo que dices —confesó, su tono se tornó más insinuante, recorriéndola con la mirada de arriba abajo.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda y, en un intento de establecer límites, llevó la mano al pecho de Jungkook, empujándolo suavemente, pero el contacto era eléctrico. Era una manera de mantener la distancia, pero también algo que le dejaba en claro no aceptaría cruzar la línea.

—Es mejor que te vayas a tu habitación —intentó sonar firme, aunque su voz temblaba un poco, traicionando su nerviosismo. La proximidad de él la hacía sentir desprotegida.

Jungkook alzó una ceja, un destello de desafío brillando en sus ojos.

—¿Tienes miedo de lo que podría suceder si me quedo? —insinuó, su tono juguetón contrastando con la seriedad del momento.

—No tengo miedo —aseguró, aunque el eco de su propia respuesta le parecía irónico—. Solo creo que después de todo lo que ha pasado, sería una locura dejarte acercar tanto.

La miró fijamente, y la distancia parecía desvanecerse. La tensión crecía entre ellos, un tira y afloja de intenciones no dichas.

—Calma, Giavanna. Solo quiero ser tu amigo —aclaró tratando de sonar despreocupado, pero su voz era más grave, más cargada de emociones de lo que él pretendía.

—¿De verdad crees que después de todo lo que has hecho podría aceptar eso? —cuestionó, sintiendo el nudo en su estómago apretarse.

Se inclinó aún más, la cercanía era casi abrumadora. La forma en que su cuerpo se acercaba al de ella, la forma en que sus miradas se mantenían fijas, todo indicaba que había más que solo un simple juego de palabras.

—Quizás, solo quizás, deberías replantearte esa idea —sugirió, su voz era un susurro que cargaba con la promesa de algo más. Su mirada ardía con un interés que hacía que Giavanna se sintiera vulnerada, como si él pudiera ver directamente en su alma.

El momento se prolongó, el aire entre ellos estaba cargado de posibilidades. Giavanna sintió el nudo en su estómago convertirse en un torbellino, incapaz de decidir si debía retroceder o dejar que la corriente los llevara a un lugar desconocido. La realidad de su situación, la complejidad de sus pasados, se cernía sobre ellos como una sombra, pero, en ese instante, todo lo que parecían ser se desvanecía, dejándolos expuestos a un deseo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.

¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué opinan de lo que contó Jungkook acerca de Simone? ¿Será que Jungkook va a conseguir que Giavanna caiga en la tentación?

Espero que les haya gustado el nuevo capítulo, si es así no se olviden de votar y comentar

¡Nos leemos pronto!

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