Capítulo 8
Al fin era sábado y los niños andaban de un lado a otro emocionados. Junmyeon intentaba tener todo listo ya que Yerin llegaría en cuestión de minutos. Revisó varias veces su atuendo y es que por petición de sus dos hijos le habían dicho que se pusiera las bermudas que andaba y esa playera tan pegada al cuerpo. Él ya rondaba los treintaicinco años por lo que no quería verse ridículo pero sus hijos insistían que se veía bien, aun así se preocupaba, Yerin tenía sólo veinticinco años y comenzaba a pensar que era bastante la diferencia de edad.
—Ahí viene Yerin – comunicó la pequeña Hanna sacando de sus pensamientos a su padre – creo que necesita ayuda
Junmyeon se asomó a la ventana en donde espiaba Hanna, en efecto Yerin parecía necesitar ayuda urgente. Corrió hacia ella, estaba a punto de tirar una canasta cuando llegó él a tomarla.
—Gracias – dijo con alivio ella. Traía consigo varios inflables que rodeaban su cuerpo, tres canastas de comida y una mochila enorme colgando de su espalda donde seguramente llevaba su ropa. Parecía un circo ambulante – estaba a punto de morir la tarta de manzana
—Dame más cosas, te ayudaré – pidió aunque ya estaba agarrando las canastas – Oye Yerin, los niños saben nadar no necesitas llevar tantos inflables – le comentó mientras iban a la camioneta a dejar todo lo que llevaban.
—Es que no son para los niños... — contestó, Junmyeon se volteó a verla, tenía las mejillas rojas – no sé nadar – terminó de confesar, no pudo evitar soltar una carcajada por su expresión – no te rías, es que no soy buena coordinando y siempre me hundo, ¡yo no floto! – se acercó a acariciar su cabellera, le parecía linda.
—Yo ten enseñaré – propuso él.
—Igual no dejaré mis inflables – advirtió ella. Terminaron riendo y luego llamaron a los niños para ya irse.
En el camino Yerin les estuvo contando que al parecer la yegua que había adoptado estaba preñada y que ahora no sabía qué hacer con un potro. Le sugirieron que lo vendiera o que simplemente lo adoptara también pero ninguna opción le parecía. También los niños le estuvieron contando sobre cómo les iba en la escuela y que no extrañaban la ciudad porque pasaban más tiempo con su padre.
—A mí nunca me ha gustado la ciudad, mi madre dice que soy de campo completamente – comentó ella, los dos niños se miraron con preocupación, Yerin nunca querría casarse con su padre entonces. Junmyeon observó de reojo a la chica, entendía aquello puesto que si ella se iba a la ciudad con él perdería parte de su encanto...se quiso dar una bofetada mental ¿qué estaba pensando?
Los guío perfectamente todo el camino hasta llegar al lago. Dejaron la camioneta lo más cerca que pudieron y luego los niños corrieron hacia el lago con emoción dejando atrás a los dos adultos.
—Niños, no corran – les pidió su padre algo preocupado de que algún accidente sucediera.
—Estarán bien – aseguró Yerin algo calmada. Volteó a verla dispuesto a preguntarle cómo rayos aseguraba eso sin embargo vio una gran sonrisa en ella que de alguna manera le recordó a su difunta esposa, como si la misma aura maternal emanara de ella – vamos a bajar las cosas – sugirió ella.
Los dos se dispusieron a bajar las canastas y Yerin a tomar su inflables, fueron minutos para que una gran manta estuviera casi al borde del lago y para que los niños jugaran en el agua.
—Iré a cambiarme – dijo de repente Yerin levantándose de su asiento, Junmyeon la observó.
— ¿A dónde? – preguntó al no ver más que vegetación, ella señaló hacia el bosque.
—Estaré bien – aseguró al ver la cara de preocupación de él.
Se metió atrás de una gran roca que usaban usualmente para vestirse los lugareños. Junmyeon estaba nervioso puesto que en su alocada mente de treintañero se imaginaba a Yerin en algún traje de baño atrevido, negó con la cabeza, él ya era un padre de familia como para ponerse a pensar en esas lujuriosas cosas, luego recordó que habían pasado cuatro años desde que había tenido algo...
—Ahora sí niños, estoy lista – dijo Yerin de repente llegando hacia ellos.
Junmyeon tragó duro antes de girarse a verla. Se comenzó a reír por ella y por él, debió esperarse algo así puesto que Yerin no era la clase de chica que usara un bikini... no, ella usaba un traje de buceo negro que cubría todo su cuerpo y luego estaban los flotadores a cada brazo, el chaleco y por último el inflable enorme y amarillo que rodeaba su cintura.
—Yerin, es un lago – le dijo Hanna aunque se rio ligeramente
—Parece que vas a bucear al mar – comentó Mark desde el lago.
—Lo sé – dijo ella orgullosa de su atuendo, raramente se avergonzaba de lo que usaba o al menos eso era antes de conocer al hombre que le veía con una gran sonrisa en el rostro.
En un impulso Yerin corrió hacia el lago y saltó con fuerza, algo bastante osado teniendo en cuenta que no sabía nadar. Sin embargo no se hundió, flotó gracias a todos los inflables que llevaba consigo. Los niños rieron al verla al igual que Junmyeon.
— ¿Vas a entrar? – preguntó Yerin hacia él que seguía sentado en la manta.
—No creo – contestó, estaba más entretenido viendo a Yerin flotar con ese enorme salvavidas — ¿no deberías quitarte los anteojos? – ella negó.
—No veo nada sin ellos – se excusó y mejor siguió flotando junto a Hanna que a su corta edad nadaba muy bien debido a todas la clases que tomó.
—Deberías venir papá – empezó a pedirle Mark – el agua está genial y creo que Yerin necesita clases de nado
—Oh cierto, dijiste que me enseñarías – dijo de repente ella, ambos se vieron y luego miró a sus hijos, parecía que tendría que meterse, suspiró.
—Está bien, de todas formas ya traigo el traje de baño – se levantó del suelo y se quitó la playera que andaba.
En ese momento Yerin se arrepintió de sus palabras porque al ver el abdomen de Junmyeon sintió que sus mejillas se volvían igual o más rojos que los tomates que tenía en su huerta. Él no se dio cuenta de ello y entró como si nada, cuando estuvo cerca de ella que estaba encogida dentro del inflable le pareció extraño aquello.
— ¿Estás bien? ¿Te dio un calambre? – preguntó algo alarmado.
—No – murmuró a duras penas.
—Entonces ven, sal del salvavidas para que pueda enseñarte – alzó la vista y para su suerte la mayoría del cuerpo de Junmyeon estaba en el agua así que no veía tanto.
—Me quitaré los lentes – dijo de repente yendo hacia la orilla.
Se le había ocurrida la brillante idea de quitárselos para no ver a Junmyeon y así evitar la pena. Salió del lago chorreando, dejó sus anteojos en la manta y luego regresó. Dejó su inflable amarillo y se dispuso a regresar.
—Alto, quítate también los demás – ordenó Junmyeon de repente.
— ¡No! ¿Y si me hundo? – estaba asustada y es que era demasiado torpe que hasta en la tina de su casa se ahogaba.
—No pasará nada malo, estamos aquí para salvarte – le relajó Mark. Frunció el ceño, seguía en desacuerdo con eso.
—Confía en nosotros – pidió Hanna. Debía ser muy patética ya que confiaba su vida a dos niños.
Con desgano se quitó los flotadores y el chaleco. Siguió su camino hacia el lago y justo cuando dio tres pasos tropezó con alguna piedra y cayó de bruces al agua. Se retorció varias veces mientras soltaba el aire por un grito que soltó. Eso le pasaba por confiarse tanto, pensó mientras se ahogaba. Dos fuertes brazos le agarraron de la cintura y la elevaron hasta que estuvo en la superficie de nuevo.
— ¿Estás bien Yerin? – preguntó él preocupado. Abrió los ojos para encontrarse bastante cerca con el rostro de Junmyeon quien le tenía agarrada de la cintura, la elevaba sin mucho esfuerzo y mientras la bajaba sus cuerpos se acercaban.
—Sí – tartamudeó un poco al contestar y es que estaba demasiado cerca. Por otra lado Junmyeon se fijaba en el bello rostro de Yerin que ahora podía ver con claridad sin aquellos lentes molestos, tenía unos lindos ojos grandes, una boca pequeña junto a una nariz pequeña y roja por haber tragado agua o eso creía él.
— ¿Sabes, Yerin? No está muy profundo el lago – comentó él de repente. Bajó la vista y en efecto, podía estar parada y el agua apenas le llegaba a los pechos, rio nerviosamente puesto que el agua a él le llegaba abajo del pecho así que le veía los abdominales.
—Perdón, mi – empezó a decir pero fue interrumpida.
—Mi madre dice que soy torpe – dijeron al unísono Mark y Hanna.
—Eso – señaló ella apenada. Los cuatro comenzaron a reír y pronto Junmyeon estuvo enseñándole a nadar a Yerin.
Las manos de ella temblaban al tenerlas entrelazadas a las de él, era demasiado guapo y jamás había tenido tanto contacto con un hombre desde que era una niña de ocho años y jugaba con los niños del pueblo. Por otro lado Junmyeon pensaba que se veía adorable cuando cerraba los ojos con fuerza por el miedo que sentía de ahogarse, los niños por su parte disimulaban que jugaban pero realmente veían todo con curiosidad. Quizá dentro de unos meses más tendrían madre...
— ¿Y si comemos? – propuso de repente Yerin al no aguantar más el tener las manos de él sobre su cuerpo para ayudarla a flotar.
— ¡Sí! Tengo hambre – dijo Hanna quien estaba de acuerdo.
Jugar en el agua era agotador. Los cuatro salieron del lago chorreando agua, Junmyeon fue de inmediato a buscar algunas toallas para que se secaran ellos y Yerin hizo lo mismo. Pronto los cuatro estaban sentados en la manta mientras que Yerin servía lo que traía.
—Hice sándwiches de atún, fue lo mejor que pude hacer sin tanta carne, también traje ensalada y – se detuvo mientras escarbaba en el canasto – traje jugo de naranja, ¿les gusta? – preguntó recibiendo un sonoro 'sí' de parte de los tres, rio ligeramente – entonces vamos a comer que también hay postre
Le dio a cada quien un plato y comenzaron a degustar por primera vez la comida de Yerin. Sabía muy bien, incluso la ensalada era una delicia que no podían dejar de comer. Hanna pidió más, algo que sorprendió a su padre ya que no comía muchas verduras.
—Hanna nunca pide más verduras en casa – comentó él.
—Es que sabe delicioso, ¿cómo haces para que sepa tan bien? – preguntó la pequeña con curiosidad.
—Nada en particular, lo que comen son vegetales de mi huerto y creo que quizá saben bien porque los cuido con mucho amor – explicó infantilmente, la pequeña Hanna rio – son como mis hijos – aseguró orgullosa.
— ¿No quieres tener hijos Yerin? – Preguntó Mark de repente – o quizá hijastros – murmuró, ella no le escuchó pero Junmyeon sí y le lanzó un mirada para hacerle callar.
—Claro que quiero, me gustaría tener muchos hijos, quizá unos ocho – en eso Junmyeon se atragantó con lo que bebía, se sorprendió de tal cantidad – pero como he dicho los hombres parecen repelerme, además no me ha gustado nadie...— bajó el tono de voz puesto que pensó en el hombre que tenía enfrente, él no se dio cuenta pero los dos niños sí.
—Eres muy bonita Yerin – le comentó Hanna acercándose a ella – me gustaría tener una mamá tan bonita como tú – le dijo acostándose en su regazo.
—Oh – dijo ella halagada – y a mí me gustaría tener una hija tan bonita como tú – contestó para responder el halago pero cuando alzó la vista Junmyeon la observaba detenidamente.
***
El día en lago se pasó rápidamente entre risas y bromas. Ya iban de regreso a casa y a mitad de camino Yerin terminó durmiendo en el asiento de atrás junto a Mark y Hanna. Junmyeon quien manejaba sonrió al ver la tierna escena desde adelante, Hanna estaba en el regazo de Yerin durmiendo y Mark había apoyado su cabeza en el hombro de ella mientras que la más grande hizo lo mismo pero en la cabeza de su hijo.
Seguramente así sería si su esposa estuviera viva...
Cuando llegaron a la casa lo primero que hizo fue cargar a Hanna y llevarla a su cuarto, luego regresó por Mark para levantarle y que fuera al cuarto. Lo último que quedó fue Yerin quien al parecer tenía el sueño pesado, sonrió al verla dormir, tan relajada y con...la baba cayéndole, se mordió el labio para no soltar un risa, se veía tan ella.
—Hey Yerin, despierta – le susurró moviéndola un poco pero recibió un quejido adormilado de ella – vamos – volvió a insistir pero no hubo respuesta más que otro quejido, sonrió ligeramente y le quitó un mechón que tenía pegado en la cara – Hey Yerin, si tu mamá dice que te enamores de mí, ¿lo harías? – se tensó al darse cuenta de la tontería que había dicho, estaba pensando en cosas que no sucederían jamás, o eso creía él porque obtuvo una repuesta.
—Sí – murmuró entre sueños Yerin que era un poco consciente a pesar de su estado.
El corazón de Junmyeon se agitó de nuevo luego de cuatro largos años que permaneció muerto luego de la ida de su esposa pero no estaba muerto, estaba dormido y Yerin lo había despertado con su encantadora sonrisa y torpeza. Tragó duro, tenía las mejillas rojas luego de haber escuchado eso. Ya sin intentarlo más cargó a la chica hasta su casa, no pesaba gran cosa y eso se lo atribuía a la vida sana que llevaba porque hasta su piel era algo pálida aunque se asoleaba bastante. Subió las escaleras hasta dejarla en la cama de él y dejó que durmiera ahí.
No podía quedarse ahí así que terminó yendo al cuarto de Hanna para dormir con ella, sólo por esa noche.
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