'Cause you kiss me and it stops time, and I'm yours, but you're not mine
Daigo se detuvo en seco y sintió cómo sus ojos volvían a ponerse húmedos. Intentó decir algo, pero su labio empezó a temblar tanto que no fue capaz de pensar en una respuesta. Lo que Ryuji le había dicho probablemente fuera lo único estable de su relación tan falta de límites y lo que le pedía era algo que llevaba esperando tantos años atrás que ahora lo que Goda le decía parecía sacado de un sueño ciertamente cruel y dulce al mismo tiempo.
Al instante se encontró maldiciendo su corazón y el cómo se encogía frente al hombre que deseaba darle todo lo que había querido encontrar en el amor mutuo y escondido que se encendía entre ellos dos mientras que una multitud salía y entraba del tren y algunos hasta trataban de esquivar a la pareja por encontrarse en su camino.
—Te he hecho mucho daño. Déjame hacer algo al respecto, y después no sabremos más del otro para evitar que todo esto vuelva a ocurrir. Daigo, yo… —el pelinegro giró su cuerpo y ahora sus rostros se encontraron mucho más cerca. Las lágrimas se visualizaban a través de la esquina inferior de sus ojos y miraba el rostro del más alto esperando lo que le iba a decir como si llevara toda su vida deseando escucharlo—. Te amo.
La puerta del tren se cerró detrás de Daigo y las personas que salieron procedían a alejarse de la estación mientras otros se reunían con su familia o cargaban con un pesado equipaje.
—Ryuji… —Daigo se sentía débil, pero no como anteriormente. Débil en el sentido de lo frágil que se encontraba ante las palabras de Goda que serían capaces de hacer que se quedara a su lado para siempre si así se lo pidiera, pero también fuerte por el peso de su espalda que había disminuido de forma que ahora sentía que podía llevar entre sus hombros algo que lo desequilibraba en el pasado— Yo también te amo.
La estación se quedó completamente vacía, y finalmente cayó una lágrima por la mejilla enrojecida de Daigo mientras sus labios tocaban los de Ryuji y sus brazos se envolvían en un abrazo.
Ryuji nunca se había sentido mejor; la dulzura de su cuerpo le transmitía un calor reconfortante y sus labios contaban una historia que por mucho tiempo había sido silenciada entre su garganta, de forma que Daigo podía conocerla a la perfección con un beso lento y dulce que nunca antes se habían dado sólo por marcar el contraste de los duros y desorganizados que antes reinaban en su relación.
_______
Los dos fueron al apartamento de Ryuji. Goda quiso empezar a hablar las cosas, dar paso a una comunicación sana entre ambos para cumplir la promesa que le había hecho a Daigo y que iba a cumplir por todos los medios aprovechando el tiempo que le quedaba al lado del otro hombre, pero Daigo se moría de sueño de nuevo y lo único que supo fue que al despertar se encontraba otra vez en la cama de Ryuji mientras envolvía sus brazos alrededor suya y le protegía del frío.
Al despertarse miró a Ryuji, repitiéndose por un momento la escena de Daigo mirando hacia arriba solo para darse cuenta de la situación en la que estaba, y Goda le dedicó una pequeña sonrisa que movió la cicatriz cercana a su labio.
—¿Qué hora es? —masculló Daigo.
—Ya es por la tarde —respondió Ryuji y Daigo entonó una mueca casi como de pequeña frustración por él mismo.
Ryuji plantó un beso en la frente de Daigo mientras el abrazo sobre él se intensificaba y el pelinegro sintió que podría volver a quedarse dormido.
—Oye, empiezas a preocuparme un poco, ¿tan falto de sueño estás?
—No he dormido muy bien últimamente.
Ryuji levantó una ceja.
—¿Cuánto es exactamente “últimamente”?
—Unos siete años —respondió Daigo, como si tuviera asimilados sus problemas de insomnio ya como algo habitual dentro de su rutina—. Todo empezó por la muerte de mi viejo y otras muchas cosas, ya sabes.
Ryuji hizo memoria. Se acordaba de Sohei Dojima como cualquier otro yakuza que supiera un poco del Clan Tojo, pero además porque era el padre de Daigo.
Goda muchas veces se olvidaba de que los dos tenían relaciones muy distintas con sus respectivos padres, pero a la vez complicadas y conflictivas. Si en algo se parecían aún así, es que haber nacido de un hombre en concreto había definido todo su futuro en la vida, y quizá conectaron tanto en el pasado porque no había tantas personas afuera que compartieran el mismo tipo de carga que ellos llevaban a la espalda.
—¿Entonces quieres seguir durmiendo? —preguntó Ryuji. Le daba igual lo que Daigo respondiera, le seguiría de todas formas.
Aún así, Daigo hizo el amago y dejó de esconderse entre los brazos de Ryuji, sacando su torso desde las sábanas.
—Creo que tenemos muchas cosas de las que hablar —dijo mientras se llevaba los pulgares a las manos para tratar de despertarse—. Y puedo seguir durmiendo después.
Ryuji entonó una leve mueca mientras procedía a seguir a Daigo.
—Je, lo que tú digas.
_______
—Creo que es tan fácil hablar contigo porque no haces muchas preguntas, pero sabes escuchar. Aún así nunca he comprendido cómo nunca me cortabas ni te quedabas dormido —le dijo Daigo, a lo que Ryuji sonrió—. Y siempre he querido que ocurriera al contrario, tú hablando mientras yo te escucho, pero no sé por qué nunca has querido.
—Bueno, me gusta escucharte hablar. Y siempre tienes mucho que decir, así que no creo que pudiera cansarme —confesó Ryuji—. Y sobre lo otro, supongo que lo que tienes que decir es más interesante de lo que yo podría contar.
—Oye, no digas eso.
Daigo le dijo como en un tono de advertencia y cambiando de forma drástica su pose y Ryuji entonó una carcajada por lo bajo.
—No te pongas así. Tienes una mente interesante.
—¿Cómo dices? —pasando por estados de ánimo diferentes en un corto espacio de tiempo, ahora Daigo se sintió algo más avergonzado y sus mejillas se tiñeron de rosa por el cumplido inesperado.
—Y siempre he pensado que lo que querías era desahogarte, no escuchar las penurias de otra persona. No me parece mal, tampoco, ni veía la necesidad.
Daigo se quedó pensativo hasta que decidió hablar de nuevo.
Quizá fuera alguien que acostumbraba a cargar con bastante en su mente, pero tampoco se esperaba que Ryuji encontrara algo de interesante en ella.
—De todas formas agradezco que lo hicieras. Soy yo siempre el que viene a Sotenbori y me imaginaba que más de una ocasión te habrías cansado de mí —suspiró Daigo, recorriendo sus preocupaciones sobre la relación hace cinco años.
—No agradezcas por nada, quizá era yo el que tendría que haber ido a Kamurocho más de una vez —Ryuji respondió al instante, serio—. Y te confieso que era agradable tenerte aquí. Cuando te ibas, a veces se sentía muy solitario.
El corazón de Daigo saltó por la confesión de Ryuji, y es que era bastante enternecedor cuando Goda decía cosas de ese estilo, tan directas pero inusuales que a veces era difícil darse cuenta de que verdaderamente habían salido de él, y una débil carcajada salió de los labios del pelinegro, a lo que Ryuji levantó la mirada.
—Es increíble que durante todo este tiempo nos sintiéramos así el uno por el otro.
Ryuji le devolvió la mueca, pero la sonrisa no duró demasiado en su rostro y se encontró teniendo que interrumpir la dirección a la que iba la conversación o no cumpliría su promesa.
—Sí, pero sabes que hay más debajo de todo. Daigo, no podemos estar juntos y sólo te haría más daño si alargaremos esto. Debemos poner punto final a nuestra relación. Sólo quiero dejarlo claro.
La expresión de Daigo cambió a una más triste y Ryuji, aunque viera que esto era lo correcto, sintió cómo la culpabilidad invadió su cuerpo.
—Sí, lo entiendo —respondió—. Bueno, ¿Por dónde se supone que debemos de empezar?
—Creo que sería una buena idea empezar por cómo nos sentimos sobre el otro.
Daigo lo asimiló con un gesto, y pensó que él podría ser el primero.
—Ryuji, creo que aunque no lo parezca eres un buen hombre. Determinado, y eso me gusta. Además eres más dulce de lo que aparentas, aunque el tratar de no aparentarlo a veces te haga ser un desgraciado —hizo una leve pausa para no quedarse estancado en sus palabras, amenazadas por recuerdos y emociones con las que no sabía muy bien qué hacer—. Aún así las noches que estaba contigo y dormíamos juntos fueron de las pocas veces que realmente pude relajarme por toda la mierda con la que cargaba, no sé si algún día encontraré algo así de nuevo.
Daigo se quedó en silencio y después contempló a Ryuji, con una mirada fija en él hasta que se dio cuenta de que le estaba pasando el turno y se inclinó incómodamente sobre el mueble que estaba al lado suya y sobre el que descansaba.
—Daigo, yo te quiero. Eres de los pocos hombres que valen la pena dentro de la yakuza y es una pena que seas del Clan Tojo —trató de disimular, entre la dureza de sus palabras, que las similitudes y diferencias que había entre ellos eran tanto su cosa favorita como su perdición—. Pero me encanta escucharte y hacerte sentir bien. Hasta parece que se ilumina mi apartamento siempre que consigo sacarte una sonrisa.
Daigo sintió cómo su pecho saltaba de nuevo entre su camiseta negra y nuevamente no se creía que todo aquello estaba saliendo de la boca de Ryuji Goda.
—Joder, no me imaginaba que pudieras decir algo tan bonito —bromeó Daigo, y Ryuji llevó su mano al cuello en una pose que demostraba algo de vergüenza e incomodidad.
—Bueno, sí, creo que eso era todo lo que tenía que decir.
Daigo rodeó los muebles que se interponían entre ellos y Ryuji le observó mientras venía hacia él, decidido y no dudó en dejarse llevar cuando sus manos envolvieron la cintura del rubio, apretándose los dos en un abrazo y de nuevo un beso volvió a crecer entre sus labios.
—Creo que lo que hay entre nosotros se llama amor.
Ryuji quiso retroceder, dar media vuelta porque la intensidad en la que Daigo pronunciaba sus palabras le hacía creer que estaban cayendo en terreno peligroso, pero no pudo.
—Daigo, por favor. Te he tratado demasiado mal, no merece que le des una palabra tan profunda —replicó bajando el tono de voz.
—Tienes razón —lo reconoció, segundos después apoyando su cabeza en el pecho de Ryuji mientras le seguía envolviendo en sus brazos y sus ojos se cerraron con melancolía—. Pero es lo que siento por ti.
Los brazos de Ryuji ahora también abrazaron el cuerpo de Daigo como si del pasado se tratase, acariciando su espalda con suaves y lentos movimientos mientras sus párpados se apagaron con tristeza.
—...y lo que también siento yo —murmuró Ryuji.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top