─ O1,, the sanctuary, the avatar and the lady
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₍ book one 𑁍 chapter one ₎
❝ el santuario, el avatar y la joven ❞
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EL AIRE APENAS HABÍA SIDO PRESENTE EL DÍA QUE HABÍA LLEGADO AL TEMPLO. La brisas frescas de antaño que traían risas y mecían jolgorios se habían desvanecido en su propio ser, dejando un espacio vacío, incómodo y asfixiante en el que moverse.
Hacía varios días en los que en sol no se había dejado ver entre las nubes, y aunque aquello era habitual en aquellas zonas, nunca cesaba la morriña de sus débiles rayos.
La joven se desplazaba veloz y en silencio, utilizando el sigilo de las nubes bajas que se condensaban a una gran altura de la montaña como disfraz y las pequeñas corrientes de aire que se elevaban hasta los cielos como sus guías para encontrar el pasaje adecuado, sorteando los troncos de los árboles colgantes, sus gruesas raíces que recorrían kilómetros adentro de las rocas y sus salientes. Debía tener cuidado con cada paso que daba, adherirse bien a las paredes de piedra y calcular la fuerza para cada impulso. Si se equivocaba en lo más mínimo, la caída a aquellas alturas de la montaña podía ser fatal, la pérdida de tantos metros la entorpecerían y tardaría mucho en recuperar de nuevo el ritmo. Si pisaba alguna pequeña ramita, corría el peligro de que alguien fuera capaz de escucharla en aquel silencio eterno.
Nunca había utilizado aquel acceso escondido por la zona oeste del templo, considerado como una subida mortal para aquellos que la conocían, pero no disponía de otro medio para hasta llegar a la cima. Moverse en cambio abierto significaba ganar algo más de tiempo, pero era adentrarse en las posibilidades de ser observado. Los valles abismales que se abrían bajo la inmensidad de las altas e impotentes montañas y sus bosques colgantes y helados eran una gran escondite para espías de la Nación del Fuego, por lo que la opción más segura era ocultarse de los ojos curiosos de aquellos que tuvieran el valor suficiente para acercarse.
No le daba demasiado tiempo a fijarse de los detalles, pero reconocía aquellos árboles, las montañas y sus paisajes como si estuvieran grabados en sus propias manos. En su cabeza aún quedaba algunos planos sobre lo que recordaba del antiguo Templo de Sur, suplicando a los espíritus que fueran suficientes. No muy lejos, se encontraban las llanuras del resto de las islas.
Las nubes besaron su rostro y se abrazaron violentamente a su rostro según subía, pero enterró bien su gladius hasta asegurar que la espada había quedado bien sujeta a las rocas y la utilizo para poder utilizarla como apoyo para sus pies en aquellos tramos donde la nieve comenzaba a bañar la cima. Una vez el terreno se hizo plano y había impulsado su cuerpo lejos de los despeñaderos, limpió su capa de los copos de nieve que la habían acompañado por el camino y continuó sin volverse atrás.
La nieve se amoldaba, se hundía y terminaba por crujir bajo sus botas, antes de retirar el pie y esperar a que las huellas desaparecieran en poco tiempo. No era necesario que mirase para comprobar que era así. No tenía tiempo para hacerlo.
Habían sido varios días de retraso los que habían costado su llegada, pero una vez estuvo allí, inspiró el aire gélido sin movimiento, sin vida, y ascendió hasta la cúspide.
Desde que Genesis había llegado al Suntuario, había sido incapaz de separarse del bulevar enterrado por el hielo y las escaleras de piedra, apenas fijándose en el resto de las vistas que cualquiera hubiera ofrecido su vida a cambio de verlos una sola vez. La belleza del Templo del Sur siempre había sido inigualable, pero después de la tragedia, el tiempo parecía haber sido inamovible para todos, incluido en aquel lugar.
Las cámaras estaban muy bien selladas del frío, aislando todo aquello que no deseaba ser encontrado. Las proporciones habían sido perfectamente calculadas por mentes prodigiosas que habían sabido medir el espacio y organizarlo con gran meticulosidad. De paredes de piedra y construido de forma circular, el Santuario se alzaba en una infinidad de pisos de suelos lisos y apagados que conservaban en su interior una infinidad de estatuas colocadas de tal manera que representaran el símbolo del aire. Esta espiral se extendía hacía los pisos superiores y su final se veía engullido por la oscuridad.
Con sus piernas cruzadas y recostada junto a una de las estatuas algunas plantas más arriba, había intentado practicar algunos ejercicios de meditación que la ayudarán a buscar un poco de paz interior sin demasiado éxito, con todas sus preocupaciones e instintos a flor de piel.
En el mismo momento que creyó que finalmente había conseguido fluir con las olas espirituales que todavía albergaba la cámara y conectado con los seres primordiales para poder, finalmente, cuestionar el significado de la palabra que había cargado durante años, escarbada con saña y grabado con fuego divino en el fondo de sus ojos, toda conexión establecida con sus guías se rompió en añicos con los temblores de la puerta que guardaba el Santuario.
Genesis no tuvo tiempo de recoger todos los pedazos porque las puertas se abrieron y una pequeña brisilla zarandeó a su alrededor revolviendole el cabello para seguir su camino y poder robarle todo el aire de sus pulmones en el proceso. Aquel poder que creía muerto seguía vivo. El Avatar había regresado al templo ancestral que había sido en sus tiempos de gloria aquello que había considerado como su hogar.
Se ocultó rápidamente detrás de la escultura y dejo de respirar, por si podía ser sentida por solo hacer uso de él. Escucho varias voces que se acercaban, pudiendo identificarlas por el eco en el sala, que solo se trataban de niños.
Intento prestar atención de aquello de lo que hablaban, pero su corazón no dejaba de tamborilear contra su pecho con tanta fuerza que creyó que pronto se abriría un hueco y se escaparía. Asomada con cuidado, observó las tres siluetas que contemplaban con admiración las figuras esculpidas de piedra. Dos de ellos, una niña y un niño, lucían una vestimenta clásica de la Tribu del Agua del Sur, mientras que el restante, que recorría con sus ojos con gran avidez los rostros de los pasados Avatares, llevaba las túnicas con un corte y colores únicos que solo podían permanecer a un Nómada del Aire.
Solo podían pertenecer al Avatar.
Sin sacar ninguna conclusión precipitada, se dedicó a escudriñarlos mientas se deslizaba lentamente por detrás de las estatuas, buscando un ángulo mejor para verlos. Los tres fueron sorprendidos por la aparición de un pequeño lémur y ambos niños echaron a correr detrás de él. Genesis logró descender hasta el primer piso en completo silencio, aprovechando la falta de interés a su favor para poder acercarse un poco más.
La niña, que se había quedado en el Santuario, contemplaba todas las estatuas sin apenas parpadear. Para ella solo debían tratarse de rostros extraños, pero para la joven oculta detrás de ellas, significaban mucho más que eso. Se detuvo frente a la estatua del último Avatar, inspeccionando hasta el último detalle plasmado en sus facciones.
──Avatar Roku... ──murmuró de forma casi inaudible, pero debido a la resonancia de aquella sala la joven pudo escucharlo perfectamente.
Sus ojos se desplazaron hacía el espacio vacío que casi formaba el vértice de la espiral y pronto subieron un poco entre las figuras de roca. Genesis se ocultó rápidamente, pero había sentido como sus ojos quedaban fijos en los suyos. Tenía que haberla visto.
──¿Quién eres? ──preguntó en voz alta la niña de cabellos morenos, adoptando una posición defensiva, ──¡No te tengo miedo!
Con sus labios fruncidos y su espalda pegada a la piedra, asomó débilmente su cabeza para que la muchacha pudiera verla, hasta que finalmente se escurrió de su escondite, dejándose ver entre las grandes estatuas.
──¿Eres tu la Avatar?
La joven de la Tribu del agua del Sur se quedó inmóvil ante la silueta desconocida que ahora se dejaba ver, acercándose tan lentamente y tan ligera como una pluma hacía su dirección. Sus ojos de color claros como el océano no se separaron de ella ni un instante, como si temiera que fuera a desaparecer como un producto de su imaginación.
──¿Aang? ──habló la de cabellos claros de nuevo y la niña negó con la cabeza de lado a lado, aunque por el brillo de sus ojos había demostrado que aquel nombre se le hacía terriblemente familiar. Volvió su cabeza hacía la entrada, como si estuviera esperando algo. O alguien.
Genesis lo sintió mucho antes de ver como los ojos del Avatar Roku comenzaban a brillar, extendiéndose por todos los Avatares como la señal que tanto tiempo había estado esperando. Sin perder ningún segundo, sujeto el brazo de la niña y tiró de ella para llevarla consigo por el largo pasillo hasta los portones de madera y una vez en el exterior subirlas a ambas al balcón y saltar.
La muchacha de la tribu del agua profirió un pequeño grito provocado por la gran habilidad que había tenido aquella joven de arrastrarla y subirla encima de la balaustrada antes de saltar al vacío. Sujeta a ella apenas pudo percibir con su espada rasgaba las infinitos muros de roca y sus cuerpos descendían hasta que sus pies tocaron de nuevo el suelo, cargando con ella a través de los senderos enlosados hasta la entrada de un viejo templo derruido.
No había visto a nadie como ella en la tribu del Sur ni a lo largo de su vida, pero el veloz aumento de adrenalina la hizo creer que la había visto antes en algún lugar. Que se conocían tan pronto como tenía memoria.
Apartó a la niña casi al momento, cubriéndola con su propio cuerpo y haciéndolas a un lado cuando sintió un tirón en su estómago y el techo que aún permanecía intacto estallaba casi en el acto por los aires, el torbellino de aire provocando una sofocante marea de tierra y polvo en constante movimiento.
Ella corrió hacía un niño escondido detrás de unos cuantos escombros, protegiendo sus ojos con su brazo.
──¿Qué ha pasado? ──le preguntó al niño.
──Ha descubierto que los maestros del fuego han matado a Gyatso
──¡Es el espíritu del Avatar, su rabia ha debido hacerlo salir! ¡Voy a intentar calmarlo!
──¡Katara, es demasiado peligroso! ──terció el muchacho, sujetando su brazo.
Pronto, el cuerpo del Avatar se elevó por los aires envuelto de un torbellino de aire a su alrededor, arrasando con todo lo que encontrará a su paso.
──¡Aang, se que estas enfadado, y se lo duro que es perder a la gente que quieres! Yo pase por lo mismo cuando perdí a mi madre ──gritó desde el sitio, lo más cerca que las violentos azotes de viento le permitían acercarse. ──Es posible que los maestros del aire y Gyatso ya no existían, pero ahora tú tienes una familia. Sokka y yo, somos tu familia ahora.
Genesis, que había observado cada pequeño detalle y segundo, se abrió camino entre la tempestad con un ritmo impasible. Sin dejar de contemplar la silueta del niño, los tatuajes en forma de flecha que recubrían su cuerpo como recordatorios de su gran poder resplandeciendo con la misma intensidad que las estrellas y el vacío de sus ojos fulgurantes que avivaba la imagen del terrorífico poder que yacía al corto alcance de sus dedos, estaban fijos en la brutal imagen de las armaduras del mismo color de la sangre y los cuerpos sin vida que habían perecido en aquella habitación, con el desolado recuerdos en forma de sus huesos.
──Aang
El maestro del aire estuvo presente en el instante en el que el mundo se quedó en silencio esperando su respuesta, la voz que parecía haber resurgido desde sus adentros como el origen de todas sus preguntas y todas sus respuestas, el comienzo de cada pequeño proceso en su cuerpo que lo permitía moverse tan libre como un soplido de aire y el propio sentido de su poder encadenado a la perdición de su propia existencia.
Tan rápido como había llegado el Estado Avatar este se marchó, descendiendo su cuerpo hasta que su peso se hundió en sus rodillas y su cabeza buscaba refugió en ellas, avergonzando por la aglomeración de tantos sentimientos a los que era incapaz de darles nombre.
Hundido en su propia penumbra, un haz de luz se plantó frente a él y fue su presencia la que hizo que su corazón se acelerara tan vertiginosamente que creía que volvería a rendirse de nuevo ante la destrucción. Levantó su cabeza con lentitud, divisando con cautela a la joven arrodilladla frente a él con una sonrisa suave en sus labios, como si fuera la misma representación de "la calma siempre llega tras la tormenta".
Con un sombrero tradicional con bambú trenzado y pequeñas cadenas colgando desde los bordes con pequeños cristalitos en su punta, ocultaba su rostro con tanta perfección como un velo de oscuridad que te hacía desear férreamente cambiar de camino y echar a correr. Su cabello tan claro y brillantes que caían por su espalda como una cascada de rayos de sol, realzando con facilidad sus rangos marcados y sus ojos tan afilados como cuchillas y tan oscuros como la misma noche que pudo observar cuando levanto su cabeza, su mirada siendo el resultado entre una mezcla de autoridad y contingencia que te hacía retener el aire. Y eso que él era un maestro del aire.
──Hola, Aang
──¿Quién eres? ──El Avatar intentó ponerse en pie, aún débil por toda la energía que había consumido su cuerpo. Sus rodillas no tardaron en doblarse de nuevo y los brazos de la chica lo sujetaron, dejándolo con tanta suavidad en el suelo que él no recordaba la última persona que lo había tratado con tanta delicadeza.
──¿Quién rayos se supone que eres tú? ──escuchó la voz de Sokka cercana a él, saliendo por fin de su refugio improvisado y siendo detenido por Katara antes de que hiciera algo apresurado.
──¿Cómo sabes mi nombre? ──preguntó el nómada del aire, embelesado por la belleza de aquel ser que tomaba aspecto de mujer, tan cautivado su belleza que estaba convencido que no podía pertenecer al mismo mundo que él.
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa, y una pequeña brisa de aire se envolvió entre ellos, meciendo su cabello y balanceando las pequeñas cadenitas con sus cristales relucientes como pequeñas estrellitas.
Los ojos del Avatar brillaron en aquel momento como ningún otro. Después de todo aquel sufrimiento, aquel pequeño instante había hecho que mereciera la pena. El viento se llevó todos aquellos sentimientos que habían envenenado su corazón con rabia y frustración, e inspiró muy lentamente, saboreando aquella bocanada como su fuera su última.
──Te he estado buscando ──fue lo único que dijo con sus labios curvándose en una suave sonrisa, estirando una mano hacia él.
Cuando Aang soltó el aire que había estado reteniendo, las palabras salieron de su boca tan rápido que apenas pudo entenderse a sí mismo. Que apenas podía creer el verdadero significado y el poder escondido al otro lado de estas.
──¿Eres tú... La última maestra del aire?
hola, holaaa !!
bienvenidxs al primer capítulo
de savior, estaba tan emocionada
de poder al fin publicarlo (después
de haber tenido que esperar para terminarlo toda la semana por mis exámenes de la uni). intenté
esmerarme mucho en
este capítulo porque a la hora de
escribir suelo ser bastante
perfeccionista en la forma de redactar
así que espero que os haya gustado mucho, ya quería que mis bebés se
conocieran aaa que ilusión.
antes de todo, quería aclarar
(aunque ya lo puse también en anuncios) que debido a la nueva política de Wattpad he tenido que
marcar está historia como +18
(contenido maduro) pero no va a
haber ABSOLUTAMENTE NADA
DE +18, literalmente son dos bebés
de 12-13 años que se van a dar la
mano y con muchísima suerte
algún beso, pero no quiero
que pudieran borrármela.
¿aang estará a punto de descubrir que no es el último maestro del aire?
+10 comentarios para desbloquear
el siguiente capítulo:
🔓
( O2,, adiós, templo del sur,
hola, isla de kyoshi )
( 🗝️ ) capitulo desbloqueado,
muy próximamente.♡
SAVIOR (book¹),, CHAPTER ONE.
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