6
Cuando Yao-Momo regresó con el pan, le explicaron lo ocurrido con mucha delicadeza, quedó despechada y furiosa con el hombre que se hacía llamar esposo de su amiga, la heroína les ofreció todo su apoyo incondicional.
— Pero, ¿Qué harán? — preguntó la azabache.
— El maltrato contra la mujer es ilegal aquí en Japón, hay que denunciarlo. —
— Me parece lo más correcto así, podrán ponerle una orden de restricción también. — explicó Momo.
Ochako sólo los escuchaba, una sensación de tranquilidad después de tanto tiempo se hizo presente en su cuerpo la vida no era tan mala después de todo.
— Ochako, te quedarás conmigo ¿Está bien? — preguntó Momo sacando a ochako de sus pensamientos. — Estarás más segura en mí casa. —
— Si, te lo agradezco.—
— Mañana iremos a la estación de policía a primera hora. — Habló Izuku.
Finalmente la fiesta terminó y Ochako no volvió a ese infierno que llamaba casa, se fue junto con Momo a su mansión.
Cuando llegaron a la mansión a Ochako le fue imposible no observar lo bonita que era, era elegante y tenía unas enormes escaleras que llevaban al piso de arriba, a diferencia de su otra casa esta se sentía aún más acogedora.
— Puedes tomarte una ducha, te llevaré a tu cuarto. — explicó Momo con una cálida sonrisa.
Uraraka solo asentía, la verdad es que no habló mucho en todo el camino a la mansión, eso Momo lo notó, lo cual la entristeció. Antes Uraraka era la primera en abrir una conversación, era muy risueña y tenía un gran sentido del humor.
Era triste ver como un hombre la había apagado en tan poco tiempo.
Al llegar al cuarto Momo le dio privacidad a la castaña, Ochako cuando se quedó sola se desnudo y se metió a la tina, cerró sus párpados mientras sentía como el agua la relajaba y la dejaba dejarse llevar.
No pensó en nada, sólo permaneció ahí, quieta, tranquila.
Después de varios minutos, casi una hora salió del baño con una pijama que Momo le había prestado solo para ella, era de color beige era de una tela suave y acogedora. Observó que la habitación estaba llena de adornos, uno en especial le llamó la atención.
Tomó aquel objeto con las manos era un espejo de forma circular con un marco dorado, miró su reflejo en él se tocó las mejillas con tristeza.
— ¿Cuándo me volví tan vieja? — Se preguntó a sí misma, se sentó sobre la cama mientras seguía observándose.
Todo esto la había deteriorado, sin maquillaje se notaba bastante. Hizo el espejo a un lado y se recostó sobre la cama, era tan suave que no recordaba la última vez que durmió en una cama sin tener que arrastrarse hasta ella, una sonrisa se le escapó.
Le agradeció a la vida por dejarle sentirse así otra vez, cerró sus párpados y se quedó profundamente dormida.
Mañana sería otro día.
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