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La luz se asomó por las ventanas de la enorme mansión, la chica de mofletes grandes abrió sus parpados, está de vuelta en la realidad que tanto le atormentaba. Se levantó del suelo con pesadez, tallo sus ojos y camino lentamente al comedor. Parecía una rutina todo, los golpes, las amenazas, caer al suelo y quedarse dormida en él. Como si no tuviera una cama propia, de todas formas, tampoco le gustaba dormir con él.

—Buen día cielo, vamos a desayunar. —El hombre se acercó a ella y deposito un beso en su mejilla.

Tan hipócrita.

El suspiro pesadamente se sentó en una de las sillas de la enorme mesa, la castaña se sentó a lado de el en completo silencio pensando en lo ocurrido la noche anterior. La sirvienta que trabajaba ahí sirvió la comida para ambos. No era ningún secreto que todos los empleados que trabajaban en la casa sabían que el hombre maltrataba a su esposa, pero ninguno decía nada al respeto. Cuando alguno se metía podía asegurarse que no volvería a trabajar en su vida, él se encargaría de eso. Tenía sus ventajas ser un hombre con dinero, en una sociedad como esa en donde con unos cuantos yenes podían hacer que todo estuviera a su alcance.

—Ochako. —Llamo la atención de su mujer. —Yo enserio lo lamento, ayer me sobrepase sabes que te quiero y no quiero perderte. — El hombre entrelazo su mano con la de ella.

La castaña lo miro de reojo en total silencio, como si no fuera el mismo discurso que le daba todo el tiempo.

—Por favor, sabes que no puedo vivir sin ti. — Apretó bruscamente la mano de la castaña.

¿Vivir sin ella? Por favor, si parecía que era lo que él quería, vivir sin tener que verla a ella.

Finalmente, suspiro, sonrió como lo haría genuinamente y con una voz suave contesto. —Está bien, no te preocupes sé que... te preocupas por mí. —

Vivía una mentira, en la que no solo la culpa era del hombre tan bien de ella por permitirle tantos maltratos y humillaciones. ¿Cómo paso de un día pensar que era el hombre más encantador del mundo a creer que era un completo patán? Él era la razón de sus amargas lágrimas que caían de sus ojos perdidos. Pero durante un tiempo también fue la razón de su felicidad.

—Tendremos una fiesta hoy, es para ganar dinero para la caridad y todo eso vendrás conmigo ¿Verdad? — Pregunto el hombre.

—Allí estaré. — No tenía ganas de asistir a ningún evento, de seguro estaría lleno de paparazis que buscaran preguntarle el porqué de su retiro ¿Y cómo contestarles que la causa de eso fue su marido? Si, la obligo a dejar el puesto de heroína, dijo que si no lo hacía buscaría la manera que lo dejara y aunque al principio se negó el amenazo en dejar de ayudar a sus padres. Eso la dejo en la espada contra la pared, como no era una heroína muy reconocida no ganaba el dinero suficiente para ayudar a su familia y necesitaba el dinero de el para seguir manteniendo a sus padres ya ancianos y sin poder trabajar.

—Buena chica. — Salieron esas palabras de su boca, se levantó de la mesa y tomo su maletín para irse a trabajar, dejando sola a la chica sin apetito y sin ganas de levantarse de la silla.


El peliverde se preparaba para la fiesta de caridad a la que asistiría, no legustaba ir a esos lugares de hombres ricos ya que no encajaba del todo con ellos,pero Yao-Momo le había pedido que la acompañara ya que no quería asistir sola ala fiesta. El acepto no podía dejar de lado a su amiga.

Cuando se terminó de arreglar paso por la chica en su coche para después partir a la fiesta, al llegar ahí como esperaba había muchos tipos engreídos junto con sus esposas e incluso familia. No lo malinterpreten él sabe que no todos los ricos son iguales, un ejemplo era su amiga que provenía de una familia rica y aun así jamás se sintió más con los demás por su estatus social. Pero tratándose de Japón sabía que había muchos hombres poderosos al igual que mujeres que se creían más que las personas que estaban lejos de tener el dinero que ellos tenían.

A veces las personas equivocadas se hacen ricas, eso siempre se decía así mismo. Se metió de lleno en sus pensamientos que no noto cuando Yao-Momo comenzó a hablar con otras chicas dejando a Izuku en la barra de comida. Este solo la observo a lo lejos y decidió servirse ponche, bebió de este en silencio mientras observaba a todos a su alrededor, grande fue su sorpresa cuando vio llegar a Ochako con su esposo a ese lugar. Se veía tan bonita con su vestido negro de gala y el maquillaje que resaltaba más sus facciones, él siempre supo que Ochako era una de las chicas más radiantes que había conocido, ambiciosa, noble, amable, justa. Tenía todo para cautivar a cualquiera física y mentalmente.

Seguía sin entender que le vio a ese hombre.

Pero había algo diferente en ella, algo que no cualquiera notaria en su mirada choco-latosa, ya no era tan dulce como antes, parecía apagada, pero con tanto maquillaje en su rostro lo más común es que la gente se fijara primero en lo bonita que se veía.

El peliverde se puso de espalda esperando que el esposo de la chica no se diera cuenta de que él estaba ahí, no tenía una buena relación con él. Era ahora, tenía que buscar una manera de hablar con Ochako sin que él estuviera presente.

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