10
Eran las tres de la madrugada, Ochako nuevamente se encontraba luchando contra el insomnio en la enorme y costosa habitación de la mansión de su querida amiga, quien no dejaba de agradecerle por darle cobijo. Suspiros pesados y perdidos salían de los labios rosados de la castaña, quien la mente no la dejaba descansar. Y que él único culpable seguía andando por ahí, moviendo sus hilos para asegurarse de destruirle la vida a la mujer que llamo alguna vez esposa.
Después de dar vueltas al asunto una y otra vez, para resolver esos enormes conflictos, en el que la gente no le daba credibilidad a su palabra, su esposo buscaba la manera de apuñarla por la espalda con lo que fuera y la policía se negaba a investigar algo. Miraba a la ventana con la esperanza de encontrar alguna respuesta, pero no la encontraba no era la mejor resolviendo conflictos, se sentía de nuevo como una adolecente de dieciséis años, cuando no sabía del mundo y se enfrentó por primera vez a un conflicto más grande que el ¿porque no puedo comprar esos zapatos?, esa sensación volvió a aparecer ahora con veinticinco.
¿Siempre iba a ser así?
¿Siempre iba a cometer errores así de inmensos?
Tal vez, solo estaba siendo dramática.
No.
Él abuso de ella ¿Cómo eso era dramático?
Sin duda Ochako ya no era ni la sombra de lo que alguna vez fue y ella era consciente de eso, al parecer la gente afuera tampoco se cansaba de recordárselo.
¿Cuándo fue que perdió su identidad? ¿Cuándo fue que decidió dejar de ser ella para convertirse en un objeto? Todo esto pasaba por su mente sentada en la habitación mirando hacia la nada con sus labios resecos.
Sonó el teléfono cerca de ella eso la distrajo de sus pensamientos, parpadeo varias veces y observo el objeto en silencio, dudaba si contestar o no, era de madrugada, no había razón para que la llamaran. Al final se decidió, tomo el teléfono y atendió la llamada.
Podría ser una emergencia, pensó.
— ¿Hola? — Contesto la castaña.
—Eureka, por fin te encuentro. — Exclamo una voz masculina conocida al otro lado de la llamada, era Él.
Ochako sintió una intensa emoción de temor en su cuerpo, provocando que cada parte de este comenzara a temblar. Tanta fue su sorpresa que tampoco fue capaz de responderle al momento.
—Parece que estoy hablando solo Ochako, sabes lo mucho que me molesta. — Hablo el hombre con superioridad después de notar que la castaña no pensaba responderle.
— ¿Qué es lo que quieres? — Murmuro, sentía un fuerte nudo en la garganta que no la dejaba hablar con naturalidad.
— ¿No es obvio? Quiero saber cómo se encuentra mi dulce y estafadora esposa. — hizo una pausa. — ¿No se supone que era en las buenas y en las malas querida? — Pregunto irónico.
—No eres el más adecuado para decir eso. — Seguía murmurando mientras se llevaba su mano hacia su boca para morderse las uñas.
—Claro que sí, estuve ahí en los momentos más difíciles y dolorosos para ti. —Exclamo con un toque de burla en su voz. — Pero bueno, dicen que todo tiene un final... ¿Sabes que es lo mejor de las esposas? Que se pueden encontrar en todas partes. —
Al terminar la frase Ochako comenzó a escuchar como golpeaban con fuerza la puerta principal de la mansión, se levantó rápidamente de donde estaba sentada para dirigirse de la misma manera hacia el piso de arriba sin soltar el teléfono.
—No quería que terminara así, pero cuando alguien decide exponerme ante los demás, no vive para contarlo dos veces. — Exclamo amenazante seguido de una risa maquiavélica al otro lado del teléfono.
— ¡ERES UN MALDITO IDIOTA! — insulto Ochako, para después colgar, subir las escaleras apresurada y entrar a una de las habitaciones que daban la vista a la entrada principal, donde dos enormes figuras masculinas golpeaban con fuerza la puerta, listos para entrar.
Ochako se tambaleaba, no podía mantenerse de pie estaba en un estado de pánico que no le permitía moverse, hasta que escucho como los misteriosos hombres finalmente rompieron la cerradura y escucho con atención como entraban con agresividad a la propiedad.
La joven castaña finalmente reacciono, salió de la habitación donde se encontraba, camino sigilosamente al cuarto de Yaoyoruzo para advertirle, pero al entrar se percató que ella no se encontraba ahí.
— ¿Seguro que es aquí? — Escucho al hombre hablar, se escuchaba como este subía la escalera, Ochako sentía como la vida se le iba de las manos, se escondió entre las enormes cortinas del ventanal de la habitación de Yao-Momo.
— Obviamente, el jefe jamás se equivocaría. — levanto la voz el otro desde la planta baja.
Se escuchaban los pasos rápidos del hombre, revisando habitación por habitación, hasta que finalmente, abrió la puerta que estaba entre abierta de la habitación donde esta Ochako, automáticamente ella dejo de respirar, el hombre comenzó a revisar con la sutileza de un león cazando a su siguiente presa, el hombre tenía un arma en la mano y estaba listo para usarla.
— Sé que estas aquí Uravity, no hagamos esto más difícil. — Murmuro con voz macabra el enorme y fornido hombre, mientras cargaba el arma en su mano y apuntaba a varios puntos de la habitación
No podía seguir inmóvil tenía que hacer algo o moriría ahí, su único escape en ese momento era la ventana, pero necesitaba atontarlo con una acción inesperada, miro el tocador de Yao-Momo lleno de costosos maquillajes y perfumes, no dudo ni un momento salió de manera inesperada de la cortina y con toda la fuerza de sus brazos empujo todos los perfumes, maquillajes y esmaltes para uñas que había en el tocador hacia atacante logrando su objetivo, el hombre soltó un grito de la impresión, alertando a su compañero que subió con rapidez cuando escucho ese grito.
Ochako abrió la ventana ágilmente, subiendo al marco del objeto para salir de ahí. De repente escucho como una bala sonaba y esta impactaba en su pierna, soltó un quejido de dolor por el impacto.
—No te dejare huir tan fácilmente. — Exclamo el segundo desconocido que entro justo un momento antes de que Ochako saliera por la ventana, le apuntaba con el arma en su mano listo para disparar de nuevo.
Y lo hizo, disparo de nuevo.
Pero esta vez la bala no impacto en Ochako, si no en un árbol, ella ya se había aventado hacia abajo.
— PERO QUE CARAJO, NO TE ME ESCAPARAS — Grito el hombre con fuerza, para después asomarse a la ventana, pero ya no había rastro de ella, la habían perdido.
Se alejó lo más que pudo del lugar, tenía que ir a un hospital a que atendieran su herida, que quizás no era nada grave pero que le dolía demasiado, pensaba ella. De un momento a otro se encontraba caminando en una calle desolada y bastante tranquila.
Tomo una gran bocanada de aire, cerro sus parpados y grito con fuerza, sacando todo el estrés que estaba comenzando a acumular.
—Dios, estoy cansada ya basta no puedo seguir así. — Se habló para sí misma.
— ¿Ochako-chan? ¿Qué haces aquí? ¡Dios estás herida! — Una voz femenina conocida llamo su atención.
La castaña dirigió su vista hacia dónde provenía la voz, sus ojos se iluminaron al notar que aquella chica era una vieja amiga de su adolescencia.
—Asui...— Murmuro con una sonrisa en su rostro sintió una sensación infinita de alivio, intento caminar hacia ella, pero sus pies cansados de tanto caminar se tambalearon y cayó al suelo alarmando a Asui.
Asui se acercó rápidamente y la ayudo a levantarse —¡Estás herida! ¿Qué ocurrió? Tenemos que llamar una ambulancia. — Menciono con preocupación la chica de ojos grandes.
Ochako suspiro con pesadez. —Es una larga historia...—
—Tranquila puedes contármela después, hay que llevarte al hospital mas cercano, para que te revisen. —
—Eres muy amable, gracias. — Exclamo Ochako con cansancio, lo peor ya había pasado ahora necesitaba descansar, porque se sentía exhausta.
Asui le ofreció sus hombros para recargarse en ella y también a llevarla a su casa que estaba cerca para después tomar su auto y manejar al hospital, Ochako acepto y eso hicieron.
Ochako solo podía pensar en una cosa ¿Qué era lo que seguía ahora? ¿Qué más podría planear ese animal?
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