Cuatro

Tomó asiento frente de mí, mis ojos empezaron a titilar, aún recuerdo aquel Taehyung joven de diecisiete años, pero este Taehyung, ya era todo un hombre.

—Te pedí que no vinieras más aquí. —hablo luego de un tiempo silencioso— Odio que llores cada vez que me ves. —comentó desviando su mirada, asentí para tragar mis lágrimas, una vez más.

—Me impediste verte los últimos siete años... -reprendí.

—Porque lloraste durante cinco años. -recordó.

—Te extrañe demasiado. -mordí mi labio inferior mientras bajé la mirada apenada, no quería que me viera así de frágil, ya no era la misma niña de hace doce años atrás, claro que no, pero... él lograba derribar aquellas murallas de bronce que con tanto empeñó me costo levantar.

Sólo él lograba que volviera a mostrar aquel lado sensible y frágil que decidí congelar.

—Sabes que yo también. -tomó mí mano para dedicarme su tierna sonrisa, aún después de tantos años, mantiene aquella hermosa sonrisa cuadrada tan distintiva.

—Oppa, yo...

—Dime, ya te graduaste ¿verdad? -asentí- Me alegra que hayas elegido ayudarlos. -acarició con amor y delicadeza mis manos.

Decidí enlistarme a la jefatura de abogados, no quería que ninguna joven volviera a padecer por lo mismo, me enfocaba en ayudar y brindar contención principalmente a sus familias, para que ningún "Taehyung" volviera a repetir la historia.

Sonreí mientras le esperaba detrás de aquella puerta, por fin su condena de doce años llegaba a su fin.

—No debiste esperarme. -regaño al verme, pero sin poder contenerme sonreí corriendo hacia sus brazos, y rodeandole por los míos- deja de llorar... -acariciaba mí cabello.

—Perdón... yo... si pudiera volver el tiempo... si tan sólo lo hubiese...

—No es tu culpa Rinnie, aún si pudiera retroceder en el tiempo, hubiese tomado la misma decisión. -besó mí cabeza con amor.




Un acontecimiento puede generar un sentimiento tan profundo de despreció e inconformiso propio. Una dolorosa verdad que quedará registrado a fuego en su inocente y ahora frió corazón.

Ella no era así, ella tomó la decisión de hacerse más fuerte, pero sólo es una sutil y triste máscara, es una dolorosa mentira.

Su corazón aún duele, su respiración sigue desnivelándose noche tras noche, despertando llena de pavor, bañada en sudor, porque las memorias aún le atormentan.

Su nuevo lema de vida lo conozco perfectamente de memoria.

"No debes quedar adherido nunca más a nadie, por más que aquella, sea tu persona más amada. Nadie deja de ser una cárcel, junto aquél rincón oscuro de su alma."

La he escuchado decirlo mil y una vez más. Pero ella se esfuerza tanto en ser de ayuda para aquel centro de rehabilitación, se esmera en ser ejemplo para cada una de esas adolescentes frustradas y enojadas con la vida.

Aunque no es consciente de que no necesita fingir más, no necesita demostrarle nada a nadie, porque ella es fuerte. Aún con aquella herida profunda, la que se encuentra bien estancada en su alma, aún con sus alas rotas, o con aquella parte que nadie podrá devolverle, ella es fuerte, porque ella si sabe volar.

—Rinnie... -me encontraba masturbando su clítoris con mí lengua, mientras ella sostenía con delicadeza mí cabello para remover su pelvis hacia arriba.

—Oppa~ -se movía al compás de mí tiempo, sus espamos se hacían sentir- Tae-¡Hyung! Mhmg~ -amaba estos momentos a su lado, amaba ser el dueño de cada uno de sus gemidos, brindarle placer.

Doce años fueron una tortura, no por la condena en si misma, si no por haberme privado de la libertad. Aquella de estar a su lado, de acompañarle y cuidarle como lo había prometido.

Sin perder más tiempo, se dejó venir, sonreí satisfecho para besar su feminidad y sonreír al verla, limpié mis labios y tomé aquella manta que estaba a un costado de la cama, mientras ella se reponía de su segundo orgasmo, la tape con ella y me recosté a su lado para rodearla con mis brazos.

—Oppa... -sonrió con sus mejillas sonrojadas, está tan linda como la recuerdo, incluso aún más.

Cada vez que la miraba, cada vez que la contemplaba, sólo lograba enamorarme más.

—Eres hermosa Yerin. -acaricie su suave piel, mientras ella se acurrucaba sobre mí pecho, incliné mi cabeza y bese su frente, sonrió.

—Apenas lo entiendo. -comentó con sus ojos cerrados.

—¿Mhm?, ¿qué cosa? -escondí mí nariz entre su cabello, disfrutando de aquél aroma tan embriagante y nuevamente depositar otro beso en su cabeza.

—Cada vez que tienes la oportunidad, besas mí cabeza o mí frente. -sonrió para buscar mis ojos, captando mi mirada- Como cuando eramos adolescentes, hoy lo entiendo... siempre intentaste borrar con cada beso, cada mal recuerdo, ¿verdad?

Sonreí para besar su nariz, besar ambos párpados, besar sus mejillas y nuevamente, besar su frente y cabeza, ocasionando su bella risa.

Es cierto, siempre intenté poder borrar sus malos momentos, y aunque sabía que no me era posible, creo que lograron aliviandar aquel peso de sus cicatrices. Y desde lo más profundo de mi alma, deseo poder sanar por completo aquel corazón dañado.

—Achuu~ -estornudo, y sonreí para mirarla, estaba avergonzada.

—Iré por un té caliente, ¿bien?

—Oppa no~ -intentó detenerme pero sonreí para besar sus labios y ponerme en pie.

—No quiero que empeores, no tardaré lo prometo. -me incline para besar su frente y tomar aquella bata polar, adelantandome.

—¡Oppa! ¿cómo vas con el entrenamiento? -oí su gritó desde el comedor, sonreí para poner el agua a hervir.

—¡Bien amor! Conocí un par de chicos geniales, hay un muchachito que es muy cute. -reí al recordar a Choi— Pero lo que en verdad quiere es ser oficial de policia, intento empujarlo hacia su verdadera pasión.

—¡Eso es genial! ¿sabes...?

Lo primero que queria hacer al salir, fue enlistarme en la policía federal, realmente quería recomponerme y aunque la mayoría de superiores me mida y miré con notorio juicio en su mirada, soy consciente de que nunca lograré cambiar el historial de mi vida, y tampoco me avergüenza.

De hecho, logré alivianar la carga emocional de la persona a la que más amó en la vida, y no me molesta ser juzgado por ello, menos por personas que no saben nada de nosotros, que no saben nada sobre ella.

Tristemente, mi edad no encajaba en el rango habitual, pero uno de los supervisores me comentó acerca de una opción más factible a mi situación, los cursos de capacitación para operadores aún mantenían sus inscripciones abiertas.

—¡Ahhh! -deje caer la taza quemándome con el agua caliente, pero ignorando aquello para correr hasta la habitación.

—Yerin, ¿estás bien? -me acerqué hasta ella preocupado, quién asintió arrodillada en la punta de la cama, con la computadora portátil en la mano, suspiré para tocar mí pecho y tranquilizarlo.

—Oppa, ¿qué es esto? -volteó, gateando hasta mi para acercar aquella maquina, entonces me incliné un poco para poder leer.

Pero al ver la primer palabra, me abatate por completo e intente arrebatársela, fue en vano, caí en la cama y mi pequeña chica se paro sobre el colchon solo para alzar la computadora, alejándola más de mi alcanse, entonces la imite, poniendome de pie frente a ella.

—Yerin, dámela por fa...

—¿Dime qué es, dime qué es? ¡Oppa!~ -pidió con un mohín, entonces me rendí.

—Lo que ves... -suspire frustrado, y ligeramente avergonzado.

"¿Cómo hacer propuestas de matrimonio?" -leía en voz alta, generando un mayor sonrojó en mis mejillas, entonces la rodee de su cintura, haciéndola caer sobre el colchon. Oyendo su encantadora risa. Me puse en pie, alejandome de la cama, solo para acercarme a aquella mesa ratonera y tomar del cajon aquél pequeño cofre de color rojo— Oppa... -la observe recomponerse sobre sus piernas, quedando sentada en el centro de la cama.

—Se que no es mucho... —lo abrí, y se dejó ver un precioso colgante bañado en oro fino—aún así...

—¡Quiero! -gritó para largar en llanto, no pude evitar sonreír para negar levemente.

—Aún no lo dije... ven aquí, anda. -pedí, entonces obedeciendo se acerco hasta mi, sonreí y me acerqué a su cuello para depositar aquel colgante.

Ella lo tomó entre sus manos para leer lo inscrito en él.

—"TaeRin" -sollozo para verme, asentí.

—Es la unión de nuestros nombres, crei que... sería romántico. -asintió con lágrimas brotando sin esfuerzo de sus bellos ojos, rondando sus hermosas mejillas, entonces reí enternecido— Rinnie, deja de llorar... -pedi mientra la abracé con fuerza— cuando comience a trabajar, prometo poner en tu dedo aquel anillo que tanto mereces, lo prometo.

—Maduramos juntos... oppa, -sobaba su nariz- fuiste mí único y gran amor.

—Y tú eres el mío Rinnie. -no dude en besar su sien.

Ambos nos separamos para vernos cara a cara, sonrei limpiando con mis pulgares aquel rastro que dejaron sus lágrimas, acariciando sus mejillas con dulzura.

Despues de todo, solo mereces llorar de alegría mi amor.

Ambos sonreiamos embelesados por nuestras emociones más profundas, sólo para depositar un tierno y necesitado beso en nuestros labios, y una vez me separé de ellos, sonreí para terminar de limpiar sus lágrimas, ambos compartimos la risa al vernos. Al fin juntos.







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Aún recuerdo aquella vez que implore con mis últimas fuerzas...

Sálvame, antes de que caiga, por favor... ¡Sálvame!

Gracias, mi dulce Kim Tae Hyung.

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