Capítulo 50
Nos encontrabamos con mi secretaria almorzando a gusto, mientras hablábamos de cosas personales, más de ella que de mí. Su vida sin dudas era más interesante que la mía.
La tranquilidad por supuesto que no duraría mucho, Jimin siempre lo arruinaba todo. Esta vez con una llamada.
*Llamada*
—Hola.
—Hola cariño.
—¿Qué quieres?
—En principio que me trates bien, como yo lo hago contigo.
—Dime, ¿qué se te ofrece?
—¿Dónde estás? Llamo a la empresa y nadie contesta.
—¿Me estás controlando?
—Simplemente estoy haciendo una pregunta porque estoy preocupado por ti, porque me preocupa tu salud.
—Estamos almorzando afuera de la empresa con mi secretaria.
—¿Segura? ¿No me mientes?
—¿Quieres hablar con ella? Ahí te paso.
—No...
—Es mi esposo. —Le di el celular.
—Hola señor... Si... Está comiendo sano, no se preocupe… —Sonrió.
Le quité el celular antes de que se le escape de la supuesta reunión luego del almuerzo.
—¿Listo? ¿Ahora me cree, señor?
—Me dijo el chofer que cambiaste de hora para ir a buscarte.
—Si, surgió algo y me quedaré un momento más. No quiero llevar trabajo a casa.
—Dijo el médico que no te satures de trabajo.
—No es mucho. ¡Ah! Cualquier cosa que quieras saber me preguntas a mi, me llamas a mi. No molestes a mi secretaria.
—Pasaré a buscarte. —Ignoró completamente lo que le había dicho.
—¡¿Qué?! ¡No!
—Pasaré por ti, no hay vuelta atrás.
—No tengo un horario fijo de finalización. Puede que termine antes o un poco más tarde. Quedé con el chofer que le avisaría.
—No discutamos por pequeñas cosas.
—No estoy discutiendo, sólo estoy diciendo que ya arreglé con el chofer. Me estás haciendo pasar vergüenza delante de mucha gente.
—¿Acaso me tienes en voz alta para que escuchen todos nuestra conversación que es privada?
—No, pero…
—Pasaré por ti.
—¿Que te pasa? Mira Park no volvamos al pasado con esas persecuciones idiotas e infantil.
—¡¿Persecución idiota e infantil?! ¡¿Así llamas el querer cuidarte?!
—No me grites. Agradezco tus cuidados, pero lo estas convirtiendo en eso.
—______…
—¿Quieres venir a buscarme? Bien. Pero yo te aviso cuando.
—Iré, no tengas la menor duda.
—No quiero que estés en la empresa antes de tiempo, porque te juro que cuando tú estés subiendo, yo bajo y me voy sola. Quien avisa no traiciona Park, adiós.
* Fin de la llamada *
La expresión de mi secretaria era de total asombro, no sabía cómo continuar con el almuerzo.
Me fijé la hora y ya debía irme. Le di estrictas indicaciones a Soo Ji, hasta pagué por su silencio. Nada debía salir mal.
Llegué al departamento de Tae unos minutos antes de lo acordado, pero no hubo problemas para entrar ya que contaba con el código de entrada.
Lo primero que hice fue tomar una remera de Tae, para cambiarme y quitar mi ropa. No debía quedar otro perfume que no sea el mío.
Me cambié justo a tiempo, saliendo de la habitación escuché el ingreso del código de la puerta. Entró muy concentrado aflojando su corbata, solté una risa por su expresión. Al escucharme llevó la mirada hacia donde me encontraba, me vió y me sonrió.
—Hola mi princesa. —Me observó de pies a cabeza, cuando terminó su inspección elevó ambas cejas.
Dejó caer su mochila, dejó una carpeta sobre la mesa de la pequeña sala, abrió grandes sus brazos y fue acercándose para abrazarme. A pasos agigantados acorté la distancia.
Era todo lo que necesitaba, estar entre sus brazos y perderme en ellos.
Estuvimos un largo instante así, hasta que se separó solo unos centímetros para besarme, en la frente, la punta de la nariz y ambas mejillas.
—¿Cómo estás? —me dijo acariciando mi rostro.
—Bien, ¿y tú?
—Ahora que estoy contigo mucho mejor, completo.
—¿No faltó algo? —pregunté risueña.
—Mmm... Creo que no. —Puso cara pensativa.
—Ok… Si tu lo dices… —Dejé de abrazarlo —¿Quieres un té? Digo, si puedo usar la cocina y prepararlo.
—Si, me parece una excelente idea. Haz de cuenta que estás en tu casa.
—Tomarás el mejor té de tu vida. —Reí.
—Muero por probarlo.
Yo me fui a la cocina y él comenzó a quitarse la ropa. Colocó su saco cuidadosamente en el respaldo del sillón al igual que la corbata, por último quitó su camisa, la cual sin cuidado alguno la dejó en una de las sillas de la barra de desayuno.
—¿Dónde están las tazas? ¿Y el té? —pregunté en voz un poco alta, pensando que se encontraba alejado de mí. Pero justo venía acercándose a mi desprendiendo el botón de su pantalón.
—Aquí… —Se ubicó detrás de mí, pegando su cuerpo al mío —Se encuentran las tasas. Y por aquí… —Podía sentir que se reía de la situación, o mejor dicho de la acción de pegar su cuerpo más al mío —Está el té. —Tomó ambas cosas y las dejó sobre la mesa de la cocina —¿Te incomoda que no lleve nada puesto arriba?
—No. —Tragué saliva —Estas en tu casa, tienes derecho a... a estar como quieras.
—¿Te incomoda que la visita no lleve nada también? —Me susurró al oído. Me encogí de hombros —Apaguemos el agua. —Estiró su brazo sin apartarse de mí.
Sus largos dedos comenzaron a acariciar mis piernas, hasta llegar al borde de la remera y la quitó.
Mordió el lóbulo de mi oreja y comenzó a bajar con besos, sus manos tomaron mis caderas para llevarlas más a su cuerpo, pegando su miembro a mi cola.
Cerré mis ojos y me entregué a sus besos y sus caricias; sus manos subieron a mis pechos, me excitaban mucho sus caricias que iban de mis pechos a mi vientre, el escuchar como dejaba besos en mi cuello, hombros, sus jadeos...
Una de sus manos pasó del costado de mi pierna a mi entrepierna, tocando mi intimidad sobre la tela.
—Tae… —dije su nombre gimiendo. Me giró.
—¿Pensaste que no iba a besarte? —dije que sí —Te deseo más que nada en este mundo.
Me levantó en sus brazos, yo lo rodee con mis piernas y llevé mis brazos alrededor de su cuello. Me ubicó sobre la encimera y allí comenzamos a besarnos, me acercó hacía él y se movía simulando embestidas. Podía sentir su miembro erecto.
Se separó un instante de mí.
—¿Puedes?
—¿Qué cosa? —No entendía su pregunta, no caía en cuenta a qué se refería.
—Recibir mis caricias, mis besos. —Sonreí al entender todo.
—¿Sabes lo que me dijo el médico? —Negó con la cabeza —Que tu eres todo lo que necesito. Debes darme besos, mimos…
—¿Enserio?
—Si. ¿TaeHyung?
—Qué.
—Hazme el amor.
—Lo que ordene mi...
—Sshhh... ni se te ocurra decirme señora. —Se sonrió.
—Lo que ordene mi princesa.
Tomé su rostro con ambas manos y lo besé. Por supuesto que él no se negó a recibirlos, al contrario, me acercó más al borde de la encimera y pude sentir sobre mí braga su erección.
Guié su boca hacia mis pechos y allí comenzó a besarlos, lamerlos y morderlos suavemente, excitandome. Corrió mí braga hacía un costado y ubicó la punta de su miembro en mí entrada provocando que salga un suave gemido de mí. Despacio entró en mí y comenzó a embestirme.
De pronto un pensamiento intrusivo invadió mí mente, recordé aquella vez que tuvimos sexo con Jimin en mí despacho y había sentido placer.
—Espera. —Con mis manos en sus hombros lo aparté.
—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? ¿Te estoy lastimando?
Tardé unos segundo en discernir lo que sucedía, en donde me encontraba, sobre todo... con quién me encontraba. Al ver su rostro sonreí aliviada, no quería o quizás me negaba a sentir algo nuevamente si se trataba de Jimin.
—Vamos a tu cuarto. —le pedí casi en un susurro —Quiero que me hagas el amor allí.
En silencio me tomó entre sus brazos y con besos nos fuimos hacia la habitación.
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