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PRÓLOGO┊NO MIRES ATRÁS
CAPÍTULO CERO. SIN ESCAPE

          UNA OLEADA DE DOLOR SE ACUMULABA DENTRO DE ELLA. La nieve se pegaba a su piel en un ataque abrasador de congelación. Incluso ahora, sentía el frío calando por sus huesos. Su corazón latía contra su caja torácica, amenazando con liberarse bajo tanta tensión. Sus tendones se aportaron cuando otra descarga de electricidad candente los atravesó.

          Se dobló por la sensación de desgarro en su estómago. Desgarrada, dolorida. Terminó derrumbándose en la nieve, jadeando. El aire le picaba en la garganta. Solo tosía y volvía a toser. Otra sensación de descarga la atravesó.

          El sonido de las aspas de un helicóptero cortando el aire le hizo luchar contra el dolor. Gruñendo un poco, siente que sus músculos magullados se desgarran mientras se obliga a sí misma a ponerse de pie y levantarse del suelo.

          El viento azotó contra ella como una correa de cuero y casi la tira al suelo otra vez. Luces. Voces. Su camino está oscurecido por la tormenta, el viento, la nieve. Los perros, los sabuesos, no están lejos. La persiguen con una resistencia inigualable. Casi quiere reír por la ironía, hace no mucho ella era la cazadora, y ahora estaba interpretando el papel de presa.

          Un chillido desgarrador llega a sus oídos y la hace volver a tumbarse de rodillas en la nieve mientras sus manos tapan sus orejas en un intento de aislar el sonido.

          Una patada le hizo caer completamente al suelo helado y una bota le presionó el medio de la espalda. Ella pelea, siempre lo ha hecho desde que tiene memoria. Sin embargo, su cuerpo suplica por al menos un segundo de descanso.

───Lo reconozco. Llegaste bastante lejos ─── la burla es palpable en la voz de su captor. Mientras que cada tercio de los gruñidos de ella, no obstante, resultaron ser lastimeros ───. Simplemente no lo suficientemente lejos.

          El suelo comenzó a temblar, atrayendo a los árboles circundantes para que se deshagan de la nieve acumulada.

          Allí, a lo lejos, una luz atraviesa la ventisca. Nubes negras y hinchadas se mezclan con la nieve que cae.

───Ahí va tu plan de escape. Supongamos que todavía podrías hacerlo si realmente quisieras. Mis hombres te dispararían, seguirías sintiendo los cien voltios de electricidad recorriendo tu cuerpo y terminarías desgarrándote en el proceso, pero ese no es el punto, ¿verdad?

          La luz roja de sus brazaletes indicaron sus pensamientos de sacar sus garras, de sus ganas de seguir luchando.

───Sí, podrías hacerlo. Sobrevivir. Esconderte en algún rincón oscuro y esperar a llegar a alguna parte. Tener una vida completamente nueva.

          El tren pasa un vagón tras otro, chirriando sobre los rieles congelados.

─── ¿Crees que puedas hacerlo, querida?

          Una risa vacía y sin gracia sale de ella, si su opresor está confundido por su cambio de humor, no lo sabe.

───No, porque primero me daré el gusto de matarte yo misma ─── la joven gruñó y logró levantarse unos pocos centímetros del suelo antes de ser empujada nuevamente hacia abajo.

───Supongo que es un rasgo hereditario. Ser un animal salvaje.