•Tweleve•

Era más de medianoche cuando NamJoon se detuvo en su cabaña. Lanzó una mirada a la durmiente Raina y gentilmente la sacudió para despertarla.

Ella abrió los ojos y le dio una cálida y adormecida mirada que lo hizo querer llevarla directo a la cama. Ella se incorporó, luego alcanzó la puerta, pero él puso la mano sobre su brazo.

―Voy a dar la vuelta.

Se apresuró y caminó hasta su lado para abrir la puerta. Cuando abrió los brazos, ella se puso debajo de ellos y hundió la cara en su cuello. Esto era algo a lo que él se podría acostumbrar, pensó, mientras caminaba hacia la casa, sus brazos llenos de una vibrante y hermosa mujer. El hecho de que ella fuera una guepardo tomaría un poco más para acostumbrarse. Pero, iba a irse pronto, y él no podía darle una sola razón para quedarse.

¿Y por qué debería?

Ella no encajaba en su mundo más de lo que él encajaría en el suyo. Pero a él le gustaría, y ese era el problema.

La dejó en el sofá y se arrodilló para sacarle los zapatos y los calcetines. Cuando hubo terminado, se estiró y puso una manta sobre su cuerpo. Ella no había guardado en secreto lo que quería, y él no iba a eludir el tema.

―¿Cómo te sientes sobre hacer el amor frente al fuego? ―él preguntó.

Ella sonrió y se estiró sensualmente.

―Bien, pero dudo que necesitemos el calor.

Él le dio un beso, largo y caliente, hasta que los dos estuvieron respirando con dificultad. Luego le puso un dedo sobre sus labios.

―Espera un momento. Ya vuelvo.

Raina vio cómo iba hacia la chimenea y apilaba troncos sobre la leña. Pronto las llamas parpadearon sobre la madera seca y el chisporroteo hizo eco a través de la silenciosa cabaña. Cuando se giró y comenzó a caminar hacia ella, lo detuvo.

―Desvístete para mí ―dijo ella―. Justo ahí. Quiero ver.

Algo oscuro y excitante brilló en sus ojos. El castaño obedeció y se quitó de los hombros la chaqueta y la tiró sobre una silla cercana. A continuación pateó sus botas y se quitó los calcetines. Se quedó allí, mirándola fijamente, su mirada nunca vaciló cuando se estiró hasta el botón de la bragueta. Se desabrochó los pantalones, dejándolos abiertos mientras trabajaba soltando los botones de su camisa. Su ancho pecho quedó a la vista, y los músculos de sus brazos se abultaron y ondularon cuando lentamente dejó caer al suelo su camisa.

Kim NamJoon era hermoso. Todo masculino. Poderoso. Ella se quedó sin aliento cuando él comenzó a tirar de sus pantalones hacia abajo, la ropa interior con ellos. Hizo una pausa, dándole el más ligero vislumbre del vello oscuro en la parte superior de su pelvis. Luego continuó bajando, y su polla, liberada de la restricción, se balanceó hacia arriba.

Grueso y duro. Su boca se hizo agua por la necesidad de saborearlo. Quería lamer cada pulgada, chuparlo hasta el fondo de su garganta, oírlo gemir de placer.

Sus vaqueros quedaron arrugados a sus pies, y salió de ellos. Representaba una impresionante figura de pie delante de la chimenea, desnudo, delgado, el poder irradiando de él en ondas. Su protector. Ella quería explorar todas sus fantasías. Descubrir las de él y hacerlas realidad. Quería ensamblar toda una vida dentro de los pocos días que tenían, y no quería desperdiciar ni un minuto. Raina encorvó un dedo, y él le dirigió una arrogante sonrisa antes de caminar tranquilamente hasta el sofá, aparentemente imperturbable por su desnudez. Pero con un cuerpo como el suyo, desde luego no tenía ninguna razón para avergonzarse. Se sentó a horcajadas sobre su regazo y descendió sobre ella, siendo cuidadoso de no apoyar todo su peso encima de la mujer. Incapaz de resistir un momento más, ella pasó las manos sobre su pecho, explorando cada depresión y cada curva, cada contorno de cada músculo con los dedos.

―Estoy aquí, ahora, ¿qué vas a hacer conmigo?

Su seductora voz se deslizó sobre su piel como seda. Sus pezones se rozaron en contra de su camisa, y su ingle dolía por la necesidad.

―¿Cuáles son tus fantasías? ―le preguntó con voz ronca―. ¿Cuáles son tus profundos y oscuros secretos?

Él se echó a reír.

―Bien, esa es una pregunta capciosa para hacerle a un tipo con una furiosa erección.

Sus manos se deslizaron más abajo, sobre el encrespado vello que rodeaba a su polla. Lo rodeó con sus dedos, probando su espesor, acariciando la dura longitud con suaves caricias.

―Voy a ser más específica ―ronroneó―. ¿Qué cosas siempre has querido intentar... pero no lo has hecho? ―Él arqueó una ceja, la indecisión parpadeando en sus ojos. Era su turno para reírse―. ¿Así de jugoso, eh? Vamos, no me vas a asustar.

Capturó una sola gota de humedad de la hendidura en la punta de su polla y lentamente se llevó el dedo a sus labios. Lo chupó dentro de su boca y vio a su cuerpo entero tensarse, sus pupilas dilatadas.

―Me encantarían esos labios alrededor de mi polla ―dijo con voz tensa―. ¿A qué tipo no le gustaría eso?

Ella le lanzó una mirada paciente.

―No estoy interesada en lo que les gusta a todos los tipos. Quiero saber lo que te gusta a ti. Lo que nunca has intentado, pero quieres probar. Si pudieras hacerme lo que quisieras, ¿qué harías?

―¿De verdad quieres oír eso?

Ella continuó acariciándolo íntimamente, ahuecando y masajeando sus testículos, alternando con firmes caricias sobre su polla.

―No quiero solo oírlo ―susurró ella―. Quiero hacerlo. Todo.

―Cristo. ―Bajó su mano para detener la de ella―. Déjame recuperarme, Cariño. Estoy tan excitado en este momento que no voy a durar ni treinta segundos más, y si vas a ofrecerte a mí en bandeja de plata, estoy malditamente seguro de que seré capaz de devorarte.

Ella sonrió pero movió las manos subiendo por sus caderas, hacia atrás para apoyarlas sobre sus firmes nalgas.

―Quiero follarte la boca. Duro, rápido, hasta la garganta. Quiero correrme y que te tragues hasta la última gota.

―Mmmh, me gustaría eso también. ¿Qué más?

Él sacudió la cabeza.

―Oh, no, es tu turno. Yo comparto, tú compartes.

Raina sonrió.

―Bueno, eso es justo. Quiero que folles mi culo. Duro, profundo, implacable. Quiero que me poseas. Quiero sentirte en cada pulgada de mi cuerpo. Sus ojos se abrieron alarmados.

―¿Estás jugando conmigo? A las chicas no les gusta el sexo anal.

Ella se encogió de hombros.

―Bueno, si no estás interesado...

Él gruñó.

―Cariño, trae ese dulce y pequeño culo y lo follaré. Lo que marcará la fantasía número dos en mi lista.

―¿Nunca lo has hecho? —preguntó.

NamJoon dejó escapar un gruñido.

―Creo que la mayoría de los tipos se entusiasman con la idea de intentarlo al menos una vez. Pero si valoramos las pelotas, no vamos por ahí comentando este hecho. ―Ella casi se rió por la esperanza en su voz―. ¿Te gusta? ―preguntó él―. ¿En serio?

Ella acarició con las manos subiendo por su espalda y le dirigió una sonrisa perezosa.

―Es excitante. Extremo. Prohibido. Es francamente malvado. Me encanta ese primer empuje, el dolor repentino, cuando mi cuerpo se aprieta y se sacude, como si no supiera cómo reaccionar, y luego el abrumador placer que se mezcla con el dolor. Me gusta duro mientras me toco a mí misma. Puedo controlar mi orgasmo, haciéndolo tan largo o en tan poco tiempo como lo desee. Me gusta correrme cuando el hombre lo hace, mientras se derrama dentro de mí.

Su polla se sacudió en contra de su vientre, y a pesar de su anterior protesta, ella la tomó de nuevo, quería las manos alrededor de ese acero.

―Tu turno ―dijo ella dulcemente.

―Mierda. ¿Cómo se supone que supere eso? ―Una mirada de fastidio le atravesó el rostro―. Demonios.

Lo miró.

―¿Qué?―Yo... uhm... no tengo ningún lubricante, ya sabes, para que tengamos sexo anal.

Se veía tan decepcionado que ella tuvo que sofocar la risa.

―¿No tienes ningún buen aceite de oliva? ¿Loción corporal? Cualquiera de esas cosas funcionará.

Le dirigió una mirada que era una mezcla entre sorpresa y admiración.

―Eres una chica peculiar.

―Prefiero pensar en mí como una aventurera —le dijo con un guiño―. Ahora, ¿Qué es lo siguiente en tu lista?

Bajó la cabeza y la acomodó para darle un beso. Ligero al principio, solo un toque. Entonces curvó la mano detrás de su nuca y le inclinó la cabeza hacia arriba para encontrarse con su boca. Más profundo, su lengua le cepilló los labios, provocándolos a abrirlos, entonces se sumergió, por encima de la suya, probándola, explorando. Cuando se distanció, sus ojos ardían de deseo, derritiendo el marrón dentro de una piscina de chocolate.

―Lo que sigue en mi lista es tenerte desnuda.

―Es curioso, era lo siguiente en mi lista ―menciono ella mientras se deslizaba fuera de su regazo.

La ayudó a ponerse de pie hasta pararse frente a él, llevando las manos a su camisa para desabrocharla. Con cada pulgada de piel que él descubría en su camino hacia abajo, presionaba los labios hasta que ella estuvo estremeciéndose. Cuando el último botón se hubo desprendido, empujó el material sobre sus hombros y lo dejó caer al suelo.

―Tienes unos pechos perfectos ―murmuró. En vez de tocarlos como ella pensaba, y esperaba, simplemente se agachó y le lamió uno de los tensos pezones. Sus rodillas se doblaron, y tuvo que agarrarse de sus hombros para mantener el equilibrio.―Dulce. Sabes tan bien.

Deslizó la lengua por el valle entre sus pechos, sobre el monte del otro, y finalmente sobre su otro pezón. Chupó entre sus dientes y tiró suavemente. Ella musito una protesta cuando NamJoon se alejó para buscar el borde de sus bragas. No se apresuró. En lugar de eso, las deslizó hacia abajo, pulgada a pulgada, hasta que la tuvo retorciéndose de impaciencia. Finalmente pateó sus pantaletas, y los dos quedaron desnudos, uno frente al otro.

Presionó su cuerpo contra el de él, deleitándose con la sensación de piel contra piel. Su dureza contra su cuerpo mucho más suave. Él pasó las manos bajando por su espalda y sobre la curva de su trasero. Sus dedos apretaban mientras ahuecaban y estrujaban, y ella se estremeció al imaginárselo deslizando su gran polla profundamente dentro de su culo. Pero primero ella iba a cumplir con el primer deseo de su lista. Dio un paso atrás hasta que la parte posterior de sus rodillas se encontraron con el borde del sofá y se sentó, los ojos a la altura de su muy grande y muy erecto pene. Levantó la mirada y vocalizó la invitación.

―Fóllame la boca.

Deseo en carne viva brillaba en sus ojos. Se movió hacia adelante y ahuecó la parte posterior de su cuello con una mano. Con la otra, tomó a su polla y la guió hacia su boca.

―Abre ―le dijo con una voz gutural.

Ella se lamió los labios, rozando la punta mientras él empujaba adentro de su boca abierta. Vacilando al principio, deslizándose suavemente hasta el fondo de su garganta y retirándose, pero ella quería más. Quería su pasión, el poder que sentía hirviendo justo por debajo de la superficie. Se apartó y lo miró fijamente.

―No te contengas. Quiero todo de ti. No voy a romperme, NamJoon. Fóllame.

Con un gruñido depredador, su agarre en la parte posterior de su cuello se apretó, y empujó hacia delante, enterrándose a sí mismo dentro de su boca. Sus labios se extendieron para dar cabida a su anchura, y su lengua se deslizaba sobre la suave dureza, saboreando, absorbiendo la robusta masculinidad. Raina inhaló profundamente, rodeándose a sí misma con su aroma, el olor del sexo y el poder realzando cada uno de sus sentidos.

NamJoon entrelazó la mano en su pelo, tirando de ella para que se encontrara con sus empujes. Ella cerró los ojos y se entregó completamente a él. Sus gemidos llenaban el aire, y lo chupaba vorazmente, con ganas de más, con ganas de darle el mismo placer que estaba tomando. Una ligera ráfaga de fluido se derramó sobre su lengua cuando él se movió hacia atrás. Ella tragó incluso mientras empujaba de nuevo hacia delante.

―Más profundo ―gruñó él―. Quiero que tomes todo de mí. Eso es. Trágame entero. Dios, cariño, me voy a correr en tu garganta. Traga todo.

Sus movimientos se hicieron más urgentes, y ambas manos le agarraban la cabeza, enredándose en su pelo. Se deslizó todo el camino en su interior. La nariz presionó en contra del encrespado vello de su ingle justo cuando ella sintió el primer chorro de su liberación deslizarse por su garganta. Él se tensó contra ella, bombeando más duro a medida que más líquido caliente le llenaba la boca. Lo saboreó, conteniéndolo por un momento antes de tragarlo como le había exigido. Continuó con empujes menores y más suaves, mientras ella lamía y chupaba hasta la última gota sobre su piel. Su agarre sobre la cabeza se aflojó y, por último, se apartó de ella.

Levantó la vista para verlo mirarla fijamente, deseo y profunda satisfacción se reflejaban en su mirada.

―¿Tienes una idea de lo sexy que te ves con tus labios todos rojos e hinchados, mojados con mi semen?

Se pasó la lengua por su labio superior con un movimiento lento y deliberado, y él gimió.

―Eso fue fantástico ―suspiró―. Eres fantástica. Creo que necesito sentarme.

Ella sonrió mientras se hundía en el sofá junto a él. Alzó la mano y la empujó en su contra, ella lo siguió voluntariamente, acurrucándose en contra de su pecho. El corazón masculino hacía un ruido sordo debajo de su oído, y su pecho descendía con respiraciones superficiales. Raina deslizó la mano bajando a su aplacada erección, tocó y acarició, disfrutando del contraste con la dureza de hierro de unos minutos atrás.

―No es tan impresionante ahora, ¿verdad? ―dijo con un gruñido.

Ella se rió.

―Ustedes los hombres están tan preocupados. Es bastante impresionante ―lo consoló.

Su pecho se estremeció con la risa.

―¿Todavía la quieres en tu culo?

Un ligero escalofrío le recorrió la piel mientras acariciaba una y otra vez sus bolas. Ella lo miró.

―Imagínate cuán apretada voy a sentirme. Como si ni siquiera pudieras entrar en mí. Solo por ese momento en que mi cuerpo se resiste a tu invasión y luego, cuando se rinde y tus bolas ya están profundas en mi culo. Así que dime, ¿todavía lo quieres?

Ya lo podía sentir despierto contra sus dedos.

―Oh, voy a tomar ese pequeño y dulce trasero ―murmuró―. No puedo esperar a ver cómo se inclina tu culo en el aire. Te voy a montar largo y duro como pediste.

Ella giró sobre él y se puso a horcajadas sobre su regazo como él había hecho antes con ella.

―Supongo que este es el punto donde tenemos que hablar de la historia sexual, si tienes o no la podredumbre en la entrepierna y el hecho de que prefiero no usar un condón para el sexo anal.

Él arqueó una ceja.

―Odio tener que decirte esto, cariño, pero determinar si tengo o no la podredumbre en la entrepierna habría sido una buena idea antes de que follara esa linda boca tuya.

Sus ojos brillaron perversamente, y ella le golpeó en el pecho.

―Siempre he practicado el sexo seguro, con la excepción de un chico hace dos años, cuando tuvimos sexo anal. Yo confiaba en él. Tal vez no debería haberlo hecho, pero me he hecho exámenes. Ahora es tu turno ―comento.

―Directa. Me gusta eso. No sé cómo te las arreglas para hacer que este tipo de conversación no sea incómoda ―dijo con una sonrisa―. Si tienes que conocer mi oscuro y sucio secreto, entonces no he tenido sexo en poco más de un año. Y usaba condones. Antes, estuve comprometido con una chica por dos años. Teníamos sexo sin protección, pero le era fiel, y viceversa.

―¿Qué pasó? ―preguntó Raina.

NamJoon se encogió de hombros.

―Ella quería más de lo que podía ofrecer. Fue una ruptura civilizada. Se mudó a Denver. Lo último que supe es que estaba comprometida con un abogado.

―No suenas tan terriblemente destrozado al respecto ―dijo secamente.

El castaño envolvió los brazos alrededor de su cintura y tiró de sus pechos para llevárselos a la boca.

―No éramos uno para el otro ―respondió simplemente, mientras comenzaba a mordisquear uno de sus pezones―. Ahora, no es que no me guste discutir sobre mis ex novias —dijo con sarcasmo―, pero preferiría discutir cuán rápido puedo tener ese culo en el dormitorio para que poder follarlo.

Parte 1 de 3? No lo sé, me esta empezando a gustar esto de la intriga jsjs quiero mencionar que esta pequeña maraton va dedicada a una mujer que mañana cumple años<3 nos vemos mañana linda Isabel

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