•The end•

NamJoon esposó a otro sospechoso y sin ninguna contemplación lo metió en la parte trasera de una de las camionetas. Estaba bullendo por la impaciencia de regresar con Raina. Levantó la vista para ver a TaeHyung corriendo en dirección a él, una expresión sombría en su rostro. NamJoon levantó una mano.

—No tengo tiempo para cualquier cosa que sea, TaeHyung. Tengo que regresar con Raina.

—Raina se comunicó por radio, Nam. Está en problemas.

NamJoon dio un portazo y se volvió hacia TaeHyung.

—¿Qué sucedió?

—Se comunicó por radio y dijo que había dos hombres, dos de los cazadores acercándose a su ubicación. No quiso que contestara por lo que debían de haber estado cerca.

Un disparo de rifle sonó a lo lejos. Luego otro. Entonces silencio y un tercer disparo. Por el sonido, tenía que ser al menos a una milla de distancia. Tal vez a dos. Pero era innegable que era el sonido de un rifle de alta potencia. El miedo estuvo cerca de paralizarlo. Agarró a TaeHyung por la camisa.

—Vienes conmigo.

Gritó una rápida explicación a uno de los otros ayudantes, y TaeHyung y él se subieron a dos de los vehículos todoterrenos confiscados en el allanamiento.

NamJoon se dirigió precipitadamente hacia la dirección donde había dejado a Raina con TaeHyung pisándole los talones. Les llevó una eternidad retroceder al lugar en donde la había dejado. Cuando finalmente llegaron, NamJoon saltó del todoterreno y trepó sobre las rocas hacia donde había dejado a Raina. Su sangre se convirtió en hielo cuando vio los restos harapientos de su ropa yaciendo sobre el suelo. Su radio y el GPS estaban en el suelo al lado de la manta y de su mochila, pero no había rastros de Raina.

—Nam —TaeHyung lo llamó—. Tienes que ver esto.

NamJoon levantó la vista para ver a TaeHyung a cincuenta metros por arriba de la pendiente mirando fijamente hacia abajo. No le gustó el tono de la voz de TaeHyung en absoluto. Corrió. Cuando vio sangre sobre el terreno, su corazón casi se detuvo.

—No. Oh Dios, no.

—Hay restos de pelaje, NamJoon. —La voz de TaeHyung era sombría—. Estaba en forma de guepardo cuando le dispararon. Encontré pelaje y sangre. Bastante, y se dirige hacia el barranco.

Las náuseas inundaron el estómago de NamJoon mientras se tambaleaba detrás de TaeHyung. Había un claro rastro de sangre, y podía ver las huellas de patas, y entonces una mella donde ella obviamente había caído. Había estado intentando dejarse caer por el borde.

—La sangre termina aquí, y hay bastante. Se detuvo aquí —menciono TaeHyung—. Se detuvo aquí, probablemente se desplomó.

NamJoon se quedó mirando el suelo, intentado encontrar más evidencias, algo que les dijera lo que había ocurrido. Huellas de botas. Humanos. Sangre mezclada. La habían seguido hasta aquí.

¿Y entonces qué?

Divisó otra mancha de sangre más cerca del borde del barranco, y el pánico le apretó el pecho. Rápidamente hizo los pasos que le faltaban para llegar al borde, bajando la mirada sobre las singulares salpicaduras de sangre. El rastro conducía directamente al borde. Había marcas de arañazos en la tierra, huellas de patas justo en el final. Cuando bajó la mirada por la pendiente, pudo ver más sangre derramada sobre las rocas. Se había caído al río.

—Ellos se dirigieron al sur, NamJoon —TaeHyung le advirtió.

NamJoon apartó la mirada del río y se apresuró hacia donde TaeHyung estaba parado.

—Se cayó al río —le dijo con voz quebrada.

—Ve tras ella —comento TaeHyung—. Puedo pedir un respaldo e iremos tras los cazadores.

NamJoon vaciló.

—No vayas tras ellos tú solo —ordenó—. Llama a YoonGi. Que se encuentre aquí contigo con al menos dos hombres más. Tendré mi radio. Si la encuentro... y si la encuentro viva, la llevaré de regreso a la cabaña, y entonces volveré para ayudarlos a terminar con esto.

TaeHyung le sostuvo la mirada.

—Ve, NamJoon. Podemos manejar esto sin ti. Ella está herida, y te necesita. No puedes dejarla.—Empujó su mochila hacia NamJoon, la que contenía suministros médicos y equipos de supervivencia.

NamJoon la agarró y corrió de regreso al barranco. Cuando llegó a la orilla, se puso en cuclillas, miró alrededor y dejó que sus pies comenzaran a bajar. La presión en su pecho era insoportable. Sentía una sensación de terror que no había sentido desde el día en que le habían informado que sus padres se habían ido. Raina tenía que estar viva.

No podía perderla de esta manera.

Tambaleó hacia abajo por la pendiente rocosa, el sonido del agua haciéndose más fuerte en sus oídos. Oscurecería pronto, y estaba poniéndose más frío. Si ella se hubiera zambullido dentro del río, y si hubiera cambiara a su forma humana, podría sufrir hipotermia en un breve plazo.

Cuando llegó al fondo, escudriñó la ribera, buscando cualquier indicio de que ella hubiera meramente salido corriendo hacia algún lado. Nada de sangre. Ningún pelaje. Cerró los ojos y se tragó el pánico. Raina había contando con él. Él ya le había fallado, había roto su promesa de mantenerla a salvo. Sacó la linterna de sus pantalones y miró más allá de la rocosa orilla, una ferviente oración escapaba de sus labios. Siguió el sinuoso camino que se curvaba a través del pequeño valle. En un punto se estrechaba como si atravesara un barranco y entonces descendía rápidamente hacia afuera otra vez formando un terreno plano. Un cuarto de milla más allá el río se hacía menos profundo hasta un punto donde la corriente posiblemente no podría arrastrar a un cuerpo, guepardo o humano.

Su respiración se incrementó hasta que su visión se volvió borrosa. ¿La encontraría yaciendo en esas aguas más tranquilas? Se encaminó hacia delante, casi corriendo ahora. Su pecho ardía mientras se obligaba a ir más rápido. Cuando rodeó la curva del último tramo de corriente rápida, su mirada cayó sobre las aguas más calmas que le llegaban hasta los tobillos. No sabía si sentirse aliviado o asustado a muerte cuándo no vio señal de ella por ninguna parte. El agua seguía su curso como si ningún disturbio jamás hubiera ocurrido.

Y entonces lo vio.

Sangre. Solo una pequeña salpicadura sobre las rocas delante de sus pies. Apuntó con la linterna sobre la tierra. La adrenalina atravesando sus venas cuando vio otra pequeña mancha sobre las rocas que conducían hacia el bosque. Ella había sobrevivido el río. Resistiendo el deseo de meterse entre los árboles para ir tras ella, se obligó a seguir el rastro de sangre. Sus manos se sacudieron cuando vio que las manchas de sangre eran mayores que las que había visto cerca del río. Todavía estaba sangrando muchísimo.

Se detuvo cuando llegó a un charco de sangre que era más grande y más denso que el rastro anterior. Su corazón comenzó a latir furiosamente. Ella se había detenido aquí. Sacudió la linterna dentro de una pequeña área, y lo vio. Una huella humana en el suelo ensangrentado. Había cambiado.

—Raina —la llamó—. ¡Raina!

Apremió toda su atención para seguir las huellas, dejándose llevar por la sangre cuando el terreno se volvía demasiado rocoso como para registrar las huellas de sus pies.

—¡Raina! —la llamó otra vez mientras registraba la siguiente cuesta.

Meció la luz hacia abajo ya través del área enfrente de él. Se congeló, su mano detuvo el movimiento cuando la palidez de la carne humana se reflejó en el resplandor de la linterna.Se apresuró a bajar la colina y cayó sobre sus rodillas delante de la forma inmóvil de Raina. Se estiró hasta su cuello para sentirle el pulso. Su piel todavía estaba caliente al tacto incluso a pesar del frío del aire. Casi se debilitó por el alivio cuando sintió el temblor apenas perceptible en contra de sus dedos. Volteó el cuerpo en busca de heridas. Cuando suavemente la hizo rodar y apuntó la luz a través de su torso, vio la profunda herida en su hombro. La sangre todavía rezumaba de ella, pero a un ritmo mucho más lento que lo que insinuaba el rastro anterior.

—Raina —susurró mientras acariciaba con una mano su mejilla—. Raina, dulzura, despiértate.

Sabiendo que tenía que moverse rápido si quería tener alguna posibilidad de llevarla de regreso a la cabaña, se metió la linterna en la pretina de sus pantalones y la levantó suavemente dentro de sus brazos. Cuando estuvo firme en contra de su pecho, la movió más arriba colocándola sobre su hombro para acarrearla como un bombero. Buscó su radio con la mano libre.

—TaeHyung, ¿me escuchas?

Hubo un largo silencio, y entonces su radio chasqueó.

—Nam, sí, aquí estoy. ¿Qué pasa?

—Objetivo encontrado. Seguiré adelante con el plan acordado.

Otra vez hubo una pausa.

—Comprendido. Hemos arrestado a dos sospechosos. Iré a la comisaría para procesarlos. Hasta luego. ¿Y, NamJoon? Buena suerte —terminó suavemente.

NamJoon empujó su radio nuevamente en su cintura y entonces enganchó la linterna en sus pantalones. Acomodó el peso de Raina y retomó el camino de regreso bordeando el río. Si siguiera por la orilla otra milla, lo conduciría a una vieja ruta del bosque nacional que lo dejaría a solo un cuarto de milla de su cabaña. Curvó el brazo sobre las piernas de ella y se concentró en cada paso. Un pie delante del otro. Raina dependía de él. No la decepcionaría otra vez.

Una hora más tarde, salía de la ruta del bosque nacional para tomar la carretera rural que lo conduciría a su cabaña. Le dolía el hombro. El dolor se fragmentaba bajando por su columna vertebral, pero igualmente siguió adelante. La cabeza de Raina golpeaba contra de su espalda, por lo que aminoró el paso para evitar zarandearla más de lo necesario. El sudor bajaba por la parte trasera de su cuello incluso cuando el aire frío del atardecer lo hacía tiritar. Divisó las luces de su cabaña más delante, y redobló sus esfuerzos, alargando sus zancadas.

Cuando alcanzó el camino de grava y vio a la Ford Expedition plateada estacionada cerca de la puerta, se detuvo en seco. Una multitud de palabrotas borboteó en su garganta. Arrojó a un lado la linterna y se estiró en busca de su arma. Agachándose tan abajo como pudo mientras todavía acarreaba a Raina, avanzó a rastras lo más cerca que pudo de la casa. No tenía más opciones que dejarla en algún lugar seguro aquí afuera y entrar para comprobar la cabaña.

La colocó suavemente sobre el suelo detrás de un grupo de arbustos, se quitó la chaqueta y la extendió sobre ella. Tomó su radio otra vez.

—TaeHyung, puedo necesitar respaldo. Tengo un vehículo desconocido estacionado delante de mi cabaña. Tuve que dejar a Raina en suelo en la parte frontal. Estoy entrando.

—Estoy en camino —dijo TaeHyung inmediatamente.

NamJoon se metió en el bolsillo su radio otra vez y avanzó lentamente hacia la cabaña. Se detuvo cerca de la ventana del frente, presionándose en contra de la pared y mirando atentamente por el borde. A través de la ranura de la cortina abierta, vio a una pareja de mediana edad de pie en la sala de estar. Se relajó en parte. ¿Los padres de Raina? Cualquiera sea el caso, no parecían estar armados.

Sacó su radio.

—TaeHyung, detente. Lo tengo controlado aquí.

—¿Estás seguro?

—Sí. Me reportaré más tarde.

NamJoon levantó el arma y se apresuró hacia la puerta. Apoyó la mano libre en el picaporte, lo giró y entró como un torbellino, el arma apuntando a la pareja. El hombre empujó a la mujer detrás de él e inmediatamente levantó las manos.

—¿Quién es usted? —preguntó NamJoon.

—Lawrence Gates—respondió—. Vinimos por Raina.

NamJoon bajó el arma.

—Esperen aquí. La traeré.

La mujer salió disparada desde detrás de Lawrence.

—¿Dónde está? ¿Está bien?

NamJoon levantó la mano.

—Quédese aquí, Sra. Gates. Tengo que regresar por Raina.

Se volvió y apresuradamente regresó hacia donde Raina yacía. Enfundó su arma y rápidamente la recogió. Mientras caminaba dando zancadas de regreso a la cabaña, oyó el grito angustiado de la señora Gates. Se hicieron a un lado para que NamJoon pudiera atravesar la puerta. Se dirigió hacia el sofá y acostó a Raina. Su madre voló a su lado y se arrodilló en el piso junto a ella. Sus manos se agitaban sobre la cara de Raina.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Mery, está viva —dijo Lawrence mientras se hincaba de rodillas al lado de su mujer.

Tocó la herida de Raina con manos temblorosas y entonces volvió la mirada a NamJoon.

—¿Qué pasó?

—Cazadores —dijo NamJoon con amargura.

—¿Pero por qué ella estaba allí afuera? —Merry preguntó desesperadamente.

NamJoon se frotó una mano sobre su cara mientras enfrentaba a sus padres.

—Ella nos ayudó a localizarlos —confeso  suavemente.

—Se suponía que usted iba a protegerla. Se suponía que iba a mantenerla a salvo hasta que llegásemos.

La acusación en su voz hizo a NamJoon sobresaltarse.

—Tienen que llevársela —declaro el castaño—. No está a salvo aquí. —Su mirada barrió la zona de la herida, y apreció las miradas preocupadas de sus padres—. ¿Se curará? —Su voz se rompió, y se tragó el nudo que se había construido en su garganta al pensar que ésta sería la última vez que iba a verla.

—Llevará su tiempo —dijo Lawrence en voz baja—. Necesitará otra vez encontrar el equilibrio entre sí misma y el guepardo. Eso la ayudará en su recuperación. La llevaremos a casa de inmediato. Tiene nuestra eterna gratitud, no solo por salvar a nuestra hija, sino por mantener su...nuestro secreto.

—Tengo que irme —comunico NamJoon—. Hicimos varios arrestos. La traje de regreso aquí para protegerla del escrutinio y mantenerla apartada del caso. Sería mejor que no estuviera aquí. No sé lo que todos los cazadores vieron.

Lawrence asintió con la cabeza y el dolor en el pecho de NamJoon se incrementó. Se movió con indecisión hacia Raina. Su madre se puso de pie y dio un paso atrás como si sintiera su necesidad.

Se arrodilló junto al sofá y apoyó la mano suavemente sobre su frente. Pasó los dedos a través de su pelo y presionó los labios entre sus cejas.

—Adiós —le susurró—. Cuídate. Yo... —Se interrumpió y se volvió, poniéndose de pie. Dirigió una rápida mirada hacia los padres de Raina—. Díganle... díganle que lo siento.

Dio media vuelta y salió de la casa para meterse dentro de su camioneta personal. Por un largo momento permaneció sentado detrás del volante, observando cómo Lawrence Gates sacaba a su hija de la cabaña y la acomodaba dentro de su vehículo. Sus dedos se curvaron alrededor del volante, y sintió el silencio intensificarse con la desesperación. Encendió el motor, puso marcha atrás y salió a la carretera.

Con un intenso dolor en el pecho, NamJoon observo las ultimas luces del vehículo donde los señores Gates, se llevaron a su Raina.

—Por fin seras libre, mi amor.

Y esa, fue la ultima vez que NamJoon vio a la mujer que amaba.


¡Buenas buenas! Solo para aclarar ya que este es el final, no habrá segunda temporada, pero creo que sí lo dejo así va ser algo mediocre, les pregunto ¿Les gustaría que le agregara un epílogo o capituló extra?

Déjenmelo saber:)

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