•Six•
NamJoon se despertó antes de amanecer, como era su costumbre, solo que esta mañana no tenía ninguna prisa para salir de la cama. Raina estaba en el hueco de su brazo, con el brazo sobre su pecho. Mechones de su pelo le hacían cosquillas en la nariz, y los cepillo alejándolos.
Era de la forma más tranquila que la había visto desde que la descubrió en el cuartito trasero. Su respiración era profunda incluso, y no había contracciones musculares que indicaran un cambio inminente. Aparentemente, el sexo y un buen descanso curan todas las cosas.
Se quedó allí disfrutando de la sensación de una mujer en sus brazos. La oscuridad de la habitación comenzó a desvanecerse mientras el amanecer se deslizaba por la ventana.
Tenía que levantarse pronto. Había informes que archivar, cazadores furtivos por atrapar y estaba el asunto de Raina.
Aún era poco lo que sabía de ella aparte del hecho de que solo era mitad humana.
Había mencionado a su familia y que vivía en Alaska. Y que estuvo en África cuando la atraparon los cazadores. Frunció el ceño cuando se le ocurrió pensar que ella no había pedido ponerse en contacto con su familia. Si hubiera estado prisionera durante seis meses ¿No querría reunirse con su familia? ¿No habría querido que no se preocuparan por más tiempo?
La idea de que había sido tan reticente lo molesto. No es que ella le debiera nada, pero quería que confiara en él.
Su ánimo se volvió reflexivo, se movió lentamente para salir de la cama y se dirigió a la ducha. A medida que el agua caliente mojaba su cuerpo, estrujaba su cerebro para encontrar una solución a la difícil situación que enfrentaban él y Raina.
Raina tendría que quedarse allí, y eso lo ponía nervioso. Su trabajo tomaría unas cuantas horas como mínimo, y dejarla sola tanto tiempo no le caía nada bien. Pero no podía llevarla con él. Solo podía imaginárselo. Algo que le disgustara, ella se irritaría y ¡Zaz! guepardo desatado en el departamento del sheriff Kim NamJoon.
Termino de lavarse y salió, cogió una toalla y se dirigió desnudo al dormitorio, frotando su cabello. Cuando retiro la toalla de su cabeza, vio a Raina contemplándolo con ojos soñolientos.
Ninguno hablo. Rápidamente envolvió la toalla alrededor de su cintura y entonces cruzo la habitación y se sentó en el borde de la cama.
—Tengo que ir a trabajar—le comento, rompiendo el silencio—. ¿Estarás bien... aquí sola?
Ella lo estudio por un momento, su cabeza inclinada, sus luminosos ojos dorados sobre su piel.
—Lo que estas preguntado realmente es ¿Si todavía estaré aquí cuando regreses?
La miro fijamente durante un momento y luego asintió lentamente.
Ella le devolvió la mirada, inclinando la cabeza también.
Él tomo la sabana y tiro de ella descubriendo su pierna. La herida no parecía inflamada, pero eso estaba lejos de haber sanado.
—Hay comida en la nevera. Sírvete todo lo que necesites, el número de la estación está al lado del teléfono. Si algo pasa o me necesitas, solo llama. Tratare que no sea demasiado tiempo.
—¿Vas a ir por los cazadores furtivos?—inquirió.
Asintió con la cabeza sombríamente.
—Voy a intentarlo.
—Tal vez podría ayudar—dijo ella en voz quedita.
—No—le respondió, y luego se dio cuenta que le había gritado—. No—dijo en voz más baja—. No voy a ponerte en peligro. Necesito que te quedes aquí y dentro de casa. No salgas por ningún motivo.
—De acuerdo.
Se inclinó y paso un dedo por su mejilla.
—Cuídate mientras estoy fuera.
Se levantó y fue a vestirse. Podía sentir su mirada mientras se ponía la ropa, y el cálido bailoteo de la excitación calentó sus venas.
Se volvió hacia ella una vez más mientras se preparaba para salir de la habitación.
—Voy a encender el fuego y apilare algo de leña en la chimenea, así lo único que tendrás que hacer es añadir los troncos durante el día.
Ella sonrió y él le dirigió una última mirada antes de salir.
Raina lo vio irse y apoyo su cabeza sobre la almohada con un confuso suspiro.
Estaba libre después de seis meses de cautiverio. Debería ir a casa tan rápido como pudiera, y sin embargo, ahí estaba, haciendo promesas de quedarse que no podía mantener. Por primera vez en seis largos meses, se sentía en paz. En calma. Aliviarse del estrés y nerviosismo había sido una dura pelea, pero bienvenida.
Durante la noche se había retorcido y había tenido espasmos mientras luchaba contra el impulso de cambiar. Varias veces él había llegado a despertarse, sus manos deslizándose sobre su cuerpo mientras murmuraba palabras de consuelo.
Había amado la forma en la que su voz se deslizaba sobre su piel, un bálsamo muy necesario. Quería más. Necesitaba a este hombre, y eso le asustaba.
Aparto las mantas y deslizo las piernas por un lado de la cama. Se puso de pie, probando la fuerza de su pierna lesionada. Tambaleante y un poquito temblorosa, pero igualmente podía caminar sobre ella. Le dio una punzada mientras se dirigía a la puerta, pero en un día o dos, debía estar lo suficientemente bien como para viajar.
Y esa era la excusa que ella misma alimento para quedarse. Tenía que recuperar fuerzas antes de intentar regresar con su familia.
Probablemente pensaban que estaba muerta y eso la entristecía. En los seis largos meses de su cautiverio, lo que más la había torturado no fue su miedo ni las terribles condiciones que se había visto obligada a soportar. Fueron las lágrimas de su madre y el dolor de su padre.
No estaba segura de que pudieran soportarlo otra vez después de perder una hija hacía mucho tiempo.
Mientras miraba su cuerpo desnudo, se le ocurrió que no tenía absolutamente nada que ponerse. Con el ceño fruncido, se dirigió al armario de NamJoon y reviso las perchas hasta que encontró una camisa de franela, Estaría cálida y suave, solo esperaba que no irritara su piel.
Cuanto más tiempo pasara en la forma humana, más se adaptaría.
Se la puso y junto las solapas, Inhalando el olor de NamJoon cuando la rodeo. Picante, con un atisbo de madera. Cálido y masculino. Fuerte. Él. La hizo sentirse segura.
Se abotono la camisa, pero dejo sus piernas desnudas, no queriendo agravar la herida.
Se sentía un poco raro estar caminando con el culo al aire por la casa de NamJoon, no porque le preocupara la falta de modestia, sino porque estaba en la casa de un extraño desnuda con el culo al aire.
Entonces se rió, como si ella no hubiera puesto ese culo desnudo en el aire en una clara invitación para que él la montara duro. Sus mejillas se calentaron y cerró los ojos contra la vergüenza que oprimía su piel.
Él se había sentido tan bien, sin embargo. Tan increíblemente bien. Nunca se había sentido así con un hombre. Podrían hacerla sentirse bien. Cualquier hombre con un mínimo de conocimientos puede hacer que una mujer tenga un orgasmo, pero NamJoon... Sabía cómo amar a una mujer. Sabía cómo tocarla, como besarla. El sexo con él había sido...
Sacudió la cabeza, ni siquiera podía encontrar una descripción que le hiciera justicia.
Entro silenciosamente en la sala de estar y se detuvo en las pequeñas puertas francesas que conducían a la terraza de madera en la parte posterior de la cabaña. Una ligera helada había besado la tierra y cuando toco el cristal lo sintió frio.
El invierno se avecinaba, Sus padres estarían seguros instalados en su cabaña en Alaska, en una de las pequeñas islas de la costa Kodiak. Cerró los ojos y se imaginó ahí contemplando las aguas verde esmeralda de la ensenada donde estaba ubicada la cabaña.
Las águilas sobrevolaban regularmente en lo alto, y muchas veces su madre se les unía.
Los osos Kodiak deambulaban libremente por la isla. Había visto a su padre deambular por el bosque y luego pararse en sus magníficos doce pies de altura, su pelaje marrón brillando en el sol.
Habían hecho un gran sacrificio al dejar su refugio para llevar a Raina a África, pero después del descubrimiento de Kaya y de su desaparición, no había querido arriesgarse a que le sucediera lo mismo a Raina.
Incluso ahora tantos años después, la tristeza se apoderaba de Raina, cuando pensaba en su hermana.
Kaya había sido también un gran gato. Un león de montaña de América del Norte. El majestuoso puma. Raina, a pesar de ser joven cuando desapareció Kaya, recordaba vivamente la mirada fija en los bellos ojos color ámbar de su hermana.
Fría por permanecer muy cerca de la puerta, se alejó y se dirigió a la chimenea.
Permitió que el calor le calentara la parte frontal antes de poner la espalda hacia las llamas.
Su mirada parpadeo cuando descendió sobre el teléfono en la mesa de café. Ansiaba llamar a su madre, para hacerle saber que estaba viva. Libró una guerra interna con sí misma sobre la necesidad de hablar con sus padres y el deseo de mantenerlos y mantenerse a salvo. Siguió mirando el telefoneo, su estómago retorciéndose, sus ojos ardiendo. Los cerro mientras la cara de su madre brillaba en su mente. Suave, gentil, tan cálida. No había nada como los abrazos de su madre y Raina había pasado demasiado tiempo sin ellos.
Camino hacia el sofá y se sentó, mirando el teléfono ¿Debería hacerlo? ¿Llamar a sus padres y por lo menos hacerles saber que estaba viva y que les diría más cuando pudiera? Ni siquiera sabía dónde estaba. Lo sabía. Pero era un estado grande, y no tenía idea de cómo decirles a sus padres su ubicación.
NamJoon podría decirles. Se quedó sin aliento en el pecho mientras la indecisión la mantenía en sus garras.
¿Podía confiar en NamJoon? ¿Estaba incluso ahora en contacto con el estado o las autoridades federales? ¿A quién llamarías, incluso, si encuentras a un guepardo que se convirtió en una mujer? Si su secreto era descubierto, su gente correría un gran riesgo. El gobierno no creería que ella era un acontecimiento anormal. Seguramente donde había uno allí, habría otros.
Cubrió sus ojos con una mano y masajeo sus sienes. Debería irse. Marcharse ahora antes de que él regresara. Miro su pierna y supo que nunca lo haría ni en forma humana ni de guepardo, no, ya había puesto al guepardo en peligro. No tenía dinero, ni ropa, ni ninguna identificación. Estaba a merced de la hospitalidad de NamJoon hasta que sus padres pudieran venir por ella.
Al considerar esto cayó en la cuenta de que no tendría más remedio que esperar a NamJoon, dejar pasar el tiempo, y sanar. Una buena comida sería un gran punto de partida.
Estaba hambrienta y deseaba la comida humana otra vez en lugar de los trozos crudos que le arrojaban sus captores.
Incluso mientras hurgaba alrededor de la pequeña cocina, se encontró mirando el reloj esperando que NamJoon regresara pronto.
Hoy estaba un poquito inspirada y ha quedado esto, tal vez mañana haga un maratón, espero que les guste<3
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