•One•

Un profundo siseo escapo de la mandíbula del felino, cuando se agacho entre las rocas y los espesos arbustos. Emitió un sonido grave que resonó por todo el paraje cubierto de la niebla, el ser humano dentro de la bestia era consciente de que la llamada sonaba asustada.

Jadeó, su respiración lanzando fuertes bocanadas de aire de la fría mañana. La explosión de velocidad que había necesitado para escapar de sus perseguidores la había agotado. Carecía de energía para ir mucho más lejos, pero era imperativo que encontrara un lugar seguro.

Su mirada se centró en un poderoso pino a varios metros de distancia. Los guepardos están mal equipados para trepar árboles, pero había suficientes ramas bajas sobre las que podía encaramarse para ir hacia arriba y esconderse en el denso follaje.

Salió de su escondite y corrió hacia el árbol con sus sigilosas patas. La fatiga hacía que le dolieran todos los músculos, pero no podía sucumbir a la necesidad de descansar. Todavía no. Ellos venían a por ella y la matarían.

Apenas sin energía, salto a la rama más baja. Sus garras se clavaron en la corteza mientras luchaba por mantener el equilibrio. Sus orejas se movieron y se pusieron tiesas cuando un sonido a la distancia capto su atención. Escalo más alto. La desesperación manifestándose en todos sus movimientos.

Cuando gano suficiente altura para no ser vista fácilmente desde el suelo, se tumbó sobre la rama y aplano su flexible cuerpo tanto como le fue posible.

Mientras tragaba saliva para evitar los involuntarios gemidos de miedo, sintió el cambio irradiando a través de su cuerpo. El dolor, el bienvenido dolor, bloqueó de huesos, se apodero de sus músculos, y se disparó como el fuego a través de sus miembros.

Se aferro a la rama, desesperada por no caer en picado al suelo, sus patas se convirtieron en dedos humanos, la piel con manchas onduló y fue reemplazada por una piel pálida y desnuda. El mechón de pelo suave en su nuca se convirtió en largos mechones de cabello color oro miel.

Por primera vez en meses, era un ser humano de nuevo.

Cerro los ojos y se abrazó a la rama del fuerte árbol. Tiempo era algo que no tenía, pero necesitaba la renovación que su forma humana podría proporcionarle, aunque solo fuera por unos minutos. El guepardo estaba exhausto.

Tal vez se durmió, no tenía una idea clara de cuánto tiempo había pasado. pero se despertó al oír un ruido a la distancia. Voces. Las familiares voces. Ellos venían a por ella.

El miedo creció en su garganta, bloqueando su respiración. El pánico corría por sus venas y picaba como hojas de afeitar sobre la piel. No la harían prisionera en esta ocasión. La matarían.

Reuniendo cada resquicio en su interior, se concentró en convertirse en guepardo. Correría una vez más.

Su lado humano grito en señal de protesta, pero dejo salir a la bestia, permitiéndole tomar el control mientras su cuerpo se ajustaba a los cambios definidos por su mente.

Parpadeo para adaptarse a la diferencia de agudeza visual. Observó el abrupto paraje, y se concentró en la ruta más conveniente para alejarse del peligro.

Poco a poco se movió por la rama con la intención de saltar al árbol vecino. Se deslizo sobre su estómago, sus garras sujetándose a la madera mientras se preparaba para saltar.

Un leve sonido alerto a sus instintos y salió disparada hacia adelante. El dolor atravesó su cadera y se encontró intentando agarrar el aire. Segundos más tarde, choco contra el suelo con un contundente golpe.

—¡Joder! Ha saltado de la rama, no pude hacer un buen tiro.

La voz estaba demasiado cerca. La agonía atormento su cuerpo. Levanto la cabeza y miro su cuerpo para ver una flecha que sobresalía de su anca. Jadeaba pesadamente, tratando de exprimir el oxígeno de unos pulmones que habían sido severamente sacudidos por la caída.

Si no hubiera saltado, la flecha le habría atravesado el corazón y los pulmones. Estaría en el suelo desangrándose.

Lucho por ponerse derecha, para levantar su dolorido cuerpo del duro terreno. Luego miro hacia arriba para ver al cazador, de pie, solo unos treinta metros. Sonidos de otra flecha. El terreno le presto adrenalina y se disparó alejándose, las maldiciones de los cazadores resonando en sus oídos.

...

Kim NamJoon se puso el fusil al hombro tras colocarse la mochila. Se aparto de su camioneta y observó la zona boscosa en la que estaba a punto de adentrase.

Con una sacudida de cabeza, bajo la barbilla, se abrocho la chaqueta y se dirigió hacia el bosque. Se sentía ridículo, pero parte de su trabajo como sheriff era comprobar las posibles fuentes de amenaza, y había tenido tres denuncias de los lugareños alertando sobre extraños animales salvajes rondando por los alrededores de su pequeño pueblo en Colorado.

La primera la había ignorado porque el viejo Pemberton era conocido por haber perdido un tornillo o dos.  Pero entonces, Min YoonGi había informado sobre la presencia de un animal que juró, parecía un tigre. Un día después, la señora Humphreys había llamado para decirle que había visto un león dorado, un león de montaña y que había oído disparos.

La temporada de caza no empezaría en varias semanas, pero NamJoon sabía que eso no era un impedimento para los cazadores demasiado entusiastas. Así que había salido a inspeccionar un poco, mirar a su alrededor y, con suerte, devolver la tranquilidad y alejar los temores sobre extrañas bestias corriendo por la montaña.

Camino en línea recta por detrás de la casa de la señora Humphreys, mirando detenidamente el suelo, en busca de huellas frescas. Se pregunto si los disparos no habían sido más que personas practicando tiro y si el animal solo era un león de montaña, o incluso un gato montés de gran tamaño.

No es que pensara que realmente iba a encontrar respuestas, pero iba a hacer su trabajo y tranquilizar a la gente de su pueblo.  A pesar de sus peculiaridades, no le gustaría vivir en ningún otro lugar. Sus padres habían muerto cuando era joven, estaba en la escuela secundaria y la gente del pueblo había intervenido, cuidando de él, y luego se habían asegurado de que pudiera ir a la universidad. Les debía más de lo que nunca podría pagar, y volver aquí para actuar como sheriff después de ganar un título de agente de la ley parecía lo menos que podía hacer. Estas eran sus montañas. Su casa. Estas personas eran su familia.

El terreno había comenzado a elevarse más pronunciadamente, y su respiración se hizo un poco más difícil, mientras subía la pendiente. Se detuvo, busco una botella de agua en su mochila y descanso un momento mientras bebía.

Calculo que ya estaba a una milla de la casa de la señora Humphreys. Como mucho, iba a avanzar otra más. Ella había dicho que el disparo sonó distante, no cerca. Cerro la botella de agua, la arrojo de nuevo a su mochila, y reanudo la caminata. Cuando enfilaba una ligera pendiente, capto un movimiento por el rabillo del ojo. Un grupo de hombres, uno con una ballesta, los otros con rifles, se movían sigilosamente entre la escarpada maleza.

NamJoon se agacho y saco sus binoculares para poder ver bien al grupo. Parecían estar buscando algo, la cabeza baja como si siguieran un rastro de sangre. El enojo apretó sus músculos. Malditos cazadores furtivos.

Se fijo en su apariencia, tomando notas mentales de sus características. De ninguna manera se acercaría a ellos a ciegas. Lo superaban en número y más de un guardabosque había muerto al cruzarse con un cazador ilegal.

En vez de eso, saco su rifle y le saco el seguro. Coloco el arma y miró a través de la mirilla hasta que encontró su objetivo.

Ajusto la mirilla unos veinte metros por delante de los hombres y disparo un tiro de advertencia. Dieron un salto hacia atrás y cayeron al suelo, las armas y la ballesta volaron por todas partes. NamJoon sonrió. Cowboys de ciudad.

Después de unos segundos se levantaron con cautela y tomaron sus armas. Se alejaron en dirección opuesta y NamJoon pudo escuchar sus quejas todo el camino desde donde estaba agachado.

NamJoon espero. Saco un bocadillo y se lo comió en silencio. Media hora más tarde, los cazadores furtivos no habían regresado, por lo que Joon se dirigió a la zona donde habían estado buscando.

Después de unos minutos de búsqueda en el área marcada con las huellas de sus botas, se encontró con la primera muestra de sangre. Hijos de puta. Habían estado persiguiendo una presa.

Sacudido la cabeza con disgusto y comenzó a seguir las señales. No había una gran cantidad de sangre, lo que le indico que el disparo no había sido limpio. Hizo una mueca a la idea de que tenía que rematar al animal. Si es que era capaz de encontrarlo.

No fue un rastro fácil de seguir. Varias veces tuvo que dar marcha atrás hasta el último lugar donde había visto la sangre y dar vueltas hasta que encontraba la pista de nuevo.

El sol se elevaba sobre su cabeza, apareciendo entre las copas de los árboles y alejando el frio húmedo que el amanecer había traído. Joon se desabrocho la chaqueta mientras caminaba.

Siguió las manchas de sangre hasta un área donde se espesaba la maleza y los arbustos se apiñaban, sus hojas y ramas enredándose entre sí. Miro alrededor, con la esperanza de encontrar al animal en lugar de tener que atravesar la espesura. Un siseo de advertencia dejo su pie en el aire.

Se quedo allí un momento, paralizado por lo que casi había hecho. Unos ojos salvajes le miraban fijamente, vidriosos por el dolor y la advertencia.

Santa Madre de Dios.

Se arrastro de nuevo, poniendo por lo menos cuatro metros de distancia entre él y el...

¿Que era exactamente este animal?

El gato yacía jadeante con una flecha sobresaliendo de su pata izquierda. Ligeros gemidos salían de la boca del felino, entremezclados con siseos y gruñidos.

Su mente se aceleró para absorber la escena. Un gato leonado con manchas negras. No era un lince, la cola era demasiado larga. ¿Era un extraño hibrido de león de montaña? No, la estructura del cuerpo era completamente distinta. Dios, si no supiera en era imposible, juraría que era un guepardo.

¿Qué coño hacia un guepardo en las montañas rocosas? ¿Podría ser la exótica mascota de alguien que había escapado? De repente, los informes de un tigre y un león no sonaban tan descabellados.

No había escuchado de reportes de animales desparecidos de los zoológicos de las montañas de Cheyenne o de Denver, y además no está seguro de que tuvieran alojados guepardos.

Frunció el ceño cuando se le ocurrió una posible solución, una que podía explicar la escena que había interrumpido solo un rato antes. ¿Podrían ser animales importados ilegalmente con el propósito específicos de la caza? ¿O era posible que alguien más hubiera descubierto que un guepardo había huido y decidido cazarlo?

El gato seguía mirándolo, volvió a mirarla. Parecía ser una hembra. Su mirada se había suavizado y sus ojos habían perdido parte de la naturaleza salvaje. Sus parpados estaba relajado, aunque seguía mirándole con cautela.

—No voy a hacerte daño —dijo con dulzura y luego se sintió como un idiota por arrullar a un animal salvaje. Uno que podría correr más deprisa que su maldita camioneta.

Podría cazarlo y comérselo en diez segundos. Si es que necesitara tanto tiempo.

Tomo su rifle. Sentirlo apoyado en su mano le dio una sensación de confianza.

Pero ella no se movió. un sonido bajo emanaba de ella, y después de un momento se dio cuenta de que estaba ronroneando. El vibrante ronroneo se hizo más fuerte cuando la miro con asombro.

No tenía ni idea de qué hacer con el gato. No parecía una amenaza, pero claro, solo un imbécil asumiría que un animal salvaje podría ser razonable.

Si la dejaba para ir a conseguir ayuda, corría el riesgo de que los cazadores volvieran y la encontraran. Si pudiera traer un veterinario, sabía que podría salvarse. No había perdido gran cantidad de sangre, y la herida no era mortal.

Lo que necesitaba era un dardo tranquilizante, y vaya, que casualidad, no era lo que normalmente un sheriff llevaba en su mochila. ¿Agua, velas, luces de bengala, equipo de supervivencia básica? Sí, ¿Una dosis de Valium para gatitos? No.

Rodeo al gato que no había movido ni un musculo. Tal vez estuviera conservando su fuerza para atacarle. No era un pensamiento reconfortante y le hizo retroceder aún más.

Entonces ella se movió y se quedó paralizado. no queriendo excitarla. Ella se puso en pie, se derrumbó de nuevo en la tierra y luego se forzó a si misma para levantase de nuevo.

Él agarro su arma más fuerte mientras ella cojeaba lentamente en su dirección.

Su pulgar quito el seguro, y el clic resonó fuertemente en el silencio. El guepardo se detuvo y lo miró fijamente, sus grandes ojos dorados emanaban tristeza. Y miedo.

Sus ojos se estrecharon cuando ella comenzó a avanzar de nuevo, sus pasos medidos, como si no quisiera asustarle. Sí, estaba volviéndose loco. Estaba en pie en medio de la nada en telepática comunicación con un guepardo.

Ella choco la cabeza contra su pierna y froto los lados de su mandíbula en sus pantalones vaqueros. Se movió a su alrededor frotándose contra él de la misma forma que un gato domestico pide ser acariciado. La flecha sobresalía, pero ella le rodeo tres veces.

Manteniendo el fusil agarrado con fuerza en su mano izquierda, se agacho extendiendo la mano derecha, tenso y preparado para luchar por su vida. Sus dedos tocaron la parte superior de su cabeza, y su piel, gruesa y aterciopelada, se extendió bajo su mano.

Se tranquilizo y arqueo debajo de su mano. Él se relajó un poco cuando sus ronroneos llenaron el aire. Ella volvió la cabeza y le lamio la palama de la mano, luego froto su rostro contra su mano una vez más.

¿Estaba domada? ¿Había sido la mascota de alguien? Parecía ser la explicación más razonable.

Su pata trasera se dobló y cayo con un golpe seco al suelo. Su pecho se apretó con la compasión. Un animal tan hermoso, tan majestuoso.

—Necesito llevarte a mi camioneta —murmuro—. ¿Alguna brillante idea de cómo hacerlo?

Ella siguió mirándole, su garganta vibrando con suaves ronroneos. Era un sonio embriagador, pero engañoso. Que la hacía parecer menos salvaje, pero NamJoon no podía permitirse el lujo de subestimar al gato.

Se quito la chaqueta, cuidando que sus movimientos fueran medidos y no amenazantes. Tal vez si extendía la chaqueta en el suelo junto a ella, se arrastraría sobre el suelo sobre esta, y tal vez podría arrastrarla de vuelta a la camioneta. O tal vez se estaba volviendo loco.

Sin embargo, se arrastró hasta adelante y con cautela coloco la chaqueta en el suelo. Junto al gato, que todavía lo miraba con los ojos entrecerrados.

Para su sorpresa, el gato se irguió y camino sobre la chaqueta. Trazo un cerrado circulo antes de tumbarse.

—Ven —musito—. Súbete a la chaqueta—Podría agarrarla de la manga y todavía mantener su cuerpo tan lejos de dientes y garras como fuera posible.

Bueno, eso había sido fácil.

El gato lo miraba con una inteligencia extraordinaria mientras agarraba una manga con su mano libre. La otra sostenía su rifle, pero sabía que arrastrar al pesado gato por la montaña iba a requerir un esfuerzo mayor. Iba a necesitar las dos manos.

Se quedo allí durante un buen rato, juzgando el estado de ánimo del gato. Parecía satisfecho, pero, ¿qué haría cuando empezara a tirar de la chaqueta?

El guepardo extendió sus patas delanteras y luego apoyo la cabeza sobre ellas cerrando los ojos. Había confianza en aquel gesto. A pesar de lo absurdo de la idea, no podía desecharla.

Tomo la correa de su fusil y la puso sobre su hombro, la coloco detrás de él con el gatillo a mano, de tal manera que pudiera accionarlo si era necesario. Su mochila tendría que quedarse.

Manteniendo un cauteloso ojo sobre el guepardo, se agacho y recogió las mangas de la chaqueta. Les dio un tirón experimental, pero el gato no se movió.

Esta iba ser una larga caminata de mierda.

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