•Nine•
Contenido adulto. Literal
NamJoon estaba en la puerta del dormitorio, con un brazo apoyado contra el marco.
Raina estaba acostada en la cama. Desnuda. La camisa de franela que se había puesto hacía unos minutos estaba arrojada descuidadamente sobre el suelo.
Se estiró de lado y lo miró fijamente, con los ojos brillantes, un brillo dorado e iridiscente. Había una clara invitación en su mirada, y rápidamente se desabrochó la camisa, sacándosela, al igual que el pantalón. A medida que el material se reunía alrededor de sus tobillos, se apresuró a quitarse las botas y retirar después sus vaqueros.
Avanzó, atraído por la atractiva figura que ella mostraba. Puso una rodilla sobre la cama y se arrastró hacia adelante, ella se levantó sobre su codo. Su largo cabello cayó hacia adelante, deslizándose por encima de sus hombros.
No era tímida en absoluto. Le gustaba eso de ella. Alargó una mano y tomó su erección, acariciando atrevidamente toda su longitud, hacia arriba y entonces hacia abajo otra vez, sus dedos encrespándose alrededor de la punta.
Le encantaba la forma en que llenaba su pequeña mano, ella apenas podía envolver los dedos alrededor de la base de su grueso pene. Cada caricia enviando un fuerte rayo de placer rebotando por su espalda.
Finalmente, él retiró su mano y la colocó encima de su cabeza. Se movió sobre su cuerpo, a horcajadas sobre su cintura. La excitación estalló profundamente en los ojos femeninos ante su posición dominante. Músculos que ni siquiera sabía que tenía se apretaron y contrajeron mientras miraba su pose sumisa.
Demonios, ni siquiera sabía que poseía tendencias de hombre de las cavernas, pero maldición si le gustaba sacarlas a la superficie. La deseaba. Quería tenerla, poseerla. Marcarla hasta que no hubiera dudas de que le pertenecía.
Algo oscuro y primitivo estalló dentro de él. Una profunda necesidad se arrastró sobre su piel, y ardió sin descanso.
Bajó la mirada, justo detrás de donde estaba sentado a horcajadas sobre su cuerpo, para comprobar su herida. Aunque estaba mejor que el día anterior, sabía que todavía debía ser cuidadoso con ella.
Un gruñido surgió de su garganta, cuando su parte salvaje le exigió que simplemente la tomara. Que la montara duro. Entonces recordó la noche anterior. Tomándola por la espalda alivió la necesidad de extenderla ampliamente, para no poner más presión sobre la herida al empujar sus piernas separándolas en lo alto.
Tomó los condones, todavía ubicados sobre la mesita de noche. Entonces le dio la vuelta sobre su estómago. Rodeó su pequeña cintura con las manos y tiró de ella hacia abajo, hasta que su pelvis quedó al borde de la cama, con los pies colgando a pocos centímetros del suelo.
El tentador movimiento de su culo lo cautivó. El sudor cubría su frente mientras intentaba controlar su furiosa necesidad. Rozó suavemente con la punta de los dedos su espalda, tocando, acariciando suavemente. Ella se estremeció y gimió, y él sintió los punzantes escalofríos que rompieron sobre su piel.
Sus manos estaban extendidas sobre las sábanas a ambos lados de su cabeza. Sus dedos curvados, aferrándose al material con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
Una sonrisa curvó sus labios, bajó la cabeza para lamer desde la parte baja de su espalda hacia arriba. Cuando llegó a la base del cuello, se detuvo y mordisqueó su piel suave, haciendo que los sedosos vellos de la nuca se pusieran de punta.
Un suave gemido se filtró a través de la habitación y, sinceramente, él no podría decir si era de ella o de él. Abrasando y provocando, pasó la boca sobre el contorno de su cuello, bajando por la ligera curva de su hombro. Entonces hundió los dientes en su columna, y ella se puso rígida debajo de él.
Sus frenéticos movimientos agitaron al hombre primitivo que acechaba bajo la superficie. Dejó escapar un gruñido y le inmovilizó el cuerpo contra el colchón, continuando la sensual exploración de su cuerpo.
Presionando el pecho contra de su espalda, agarró sus muñecas con las manos, sosteniéndola con fuerza contra la cama.
Su polla yacía contra la entrada de su culo, y él frotó hacia arriba y hacia abajo, llegando a la humedad de su coño. El aroma de ella emanó, rizándose a través de sus fosas nasales hasta que éstas se encendieron, haciéndole más dificultoso respirar.
Era como si él mismo se hubiera convertido en una bestia. Ninguna mujer lo había hecho sentirse así, tan posesivo, tan rudo. Lo abrumaba la necesidad de hacerla suya. Todos sus instintos gritaban que ella era suya.
Estaba grueso y rígido entre sus piernas. Encontró fácilmente su entrada, sus manos nunca le soltaron las muñecas. Entonces cerró los ojos y gruñó. El condón. Mierda.
Soltándole una de las manos, cogió el paquetito de la mesita de noche y lo abrió.
Extendió la mano entre sus piernas y lo hizo rodar sobre su polla. Su cuerpo se agitaba con impaciencia. Apenas podía contener el abrumador deseo de enterrarse profundamente dentro de ella.
Raina se estiró hacia atrás con su mano libre y lo tocó, sintiendo los apretados músculos de su pecho. Él soltó otro gruñido, y tomó su mano presionándola de nuevo contra el colchón, evitando que se moviera. Con un movimiento de sus caderas, se enterró profundamente dentro de su coño.
Ella gritó por su repentina posesión. Su cuerpo ondeó y se aferró alrededor de él.
Deliciosas olas de placer rodaron sobre ella como explosiones.
Él yació contra ella por un largo momento, mientras ella simplemente disfrutaba de la sensación de estar llena de él. Entonces su cuerpo tomó el control, demandando más, moviéndose, empujándose frenéticamente contra ella.
No había delicadeza en sus movimientos, solo la urgente necesidad de un hombre por dominar a su mujer.
Su mujer.
El pensamiento hizo eco atravesando abruptamente su mente. Suya. El sonido de sus caderas golpeando en contra de su culo se hizo más fuerte cuando ella se levantó bruscamente.
Empujó hacia atrás contra él, tomando más, enterrándolo dentro de su cuerpo. Ella susurró su nombre y cerró los ojos mientras la poseía.
Su cuerpo se tensó alrededor del suyo, y una oleada de humedad estalló alrededor de su polla. Ella estaba cerca, tan cerca. Quería más. Lo quería todo. Quería tomarla completa y verdaderamente. Entonces detuvo sus movimientos, manteniéndose profundamente dentro de su coño.
Ella gimió su protesta y se retorció contra él, tratando de hacer que él comenzara a empujar otra vez. Apretó las manos alrededor de sus muñecas, en advertencia para que no se moviera. El poder emanó de él cuando presionó los labios en el centro de su espalda. Era un gesto exquisitamente sensual, nada suave. No, la marcó, apretando la boca en su espalda, lamiéndola. Sus dientes rozaron las crestas y se hundieron en su carne temblorosa.
―¡Nam-Ah, por favor! ―Él se rió entre dientes, mientras la besaba formando un pequeño patrón hacia arriba de su espalda―. Necesito correrme —rogó.
―Yo también, cariño. Yo también.
Lentamente, arrastró su polla a través de su apretada carne, deslizándose hasta que solo la cabeza de su pene quedó al borde de su entrada. La mantuvo ahí hasta que ella se retorció debajo de él arqueando su culo, tratando de que la tomara de nuevo.
―Muchacha codiciosa ―murmuró.
Deslizó los dedos sobre la parte superior de sus manos. Ella curvó la mano alrededor de la suya justo cuando él se impulsó hacia adelante. La montó duro e implacablemente.
Ella jadeó y entonces gritó su nombre cuando golpeó más profundo. Su entrepierna chocando contra los globos de su culo, aplastándola con cada embestida. Más y más duro, más rápido y más rápido.
―¡Raina!
Su grito la envió sobre el borde y él la siguió. Ella gritó y lloriqueó, y él se desintegró completamente cuando su orgasmo estalló y rompió como una ola perfecta.
Se tendió sobre ella, jadeando por aire, luchando por el juicio cuando había perdido completamente el control. Entonces se dio cuenta que ella estaba inmovilizada contra la cama, su cuerpo mucho más grande aplastándola.
Dejó escapar una maldición y se levantó de ella, sacando su polla de su húmedo calor. Ella hizo un sonido de protestada y él le acarició la espalda con sus manos, tocando sus nalgas con una suave caricia.
―Solo estoy aquí cariño. Vuelvo enseguida para cuidar de ti.
Ella hizo un sonido de satisfacción entonces, uno que ardió directamente a través de su pecho y se alojó en su corazón. Se quitó el condón y se deshizo de él, antes de trepar nuevamente sobre la cama.
Tiernamente, rodó a su lado, rodeándola con sus brazos, cuidando de no golpear su herida.
―¿Estoy viva? ―murmuró.
―¿Fui demasiado duro? ―preguntó con ansiedad. Dios, ahora que el momento había pasado, se encogió al darse cuenta de que había actuado como un hombre de las cavernas. Solo podía esperar que ella no le diera una patada en el culo y lo echara de la cama.
―Oh no ―dijo sin aliento―. Estuviste absolutamente perfecto. Tan perfecto que si me dejas recuperarme un poco, quiero hacerlo de nuevo. ―Oh infierno, su polla se levantó y se sacudió. Nunca se había recuperado tan rápido.
―¿Cuánto tiempo necesitas?
Ella se rió, baja y roncamente.
―Un par de minutos, ¿tal vez uno?
La hizo rodar hasta que estuvo sobre ella.
―Me gusta esa respuesta.
Bajó la mirada sobre ella, el caliente y feliz resplandor de sus ojos enviando una oleada de satisfacción por su cuerpo.
―¿Te hice daño? ―preguntó.
Ella sonrió y extendió la mano para tocarle la cara.
―No. No voy a romperme, NamJoon.
―Esa es una cosa condenadamente buena ―gruñó―. Porque pienso follarte hasta la inconsciencia.
Ella se rió.
―¿Qué, no fue lo suficientemente romántico para ti?
―El romance está altamente sobrevalorado ―le dijo secamente―. Me gusta duro. Caliente. Desenfrenado.
Todo su cuerpo se apretó. ¿Cómo había sido tan malditamente afortunado para encontrar una mujer así? Muy bien, no iba a pensar en cómo la había encontrado. Definitivamente lo ponía en un estado de ánimo asesino.
Cuando ella intentó apartar los muslos, él apretó las piernas a su alrededor, sosteniéndola en el lugar.
―Solo déjame hacer el trabajo cariño. No quiero que te lastimes.
Ella ronroneó de satisfacción.
―Podría acostumbrarme a este tipo de tratamiento. ―Se estiró sensualmente y arqueó sus pechos, empujándolos hacia afuera. Era más tentación de la que NamJoon podría soportar. Bajó su boca a un pico. El pezón se derritió dentro de su boca, mientras lo moldeaba con su lengua. Dulce, tan dulce. Delicioso.
Succionó como un hombre muerto de hambre. Con cada tirón de su pecho, ella se ponía más inquieta, retorciéndose y gimiendo de necesidad. Sus dientes rozaron el pezón con aspereza y ella le aferró la cabeza con fuertes dedos, gritando su nombre.
Le encantaba que fuera tan sensible. ¿Cómo sus sentidos de hombre de las cavernas no iban a ser exasperados cuando lo hacía sentirse como si fuera el único hombre en el mundo? Como si ningún otro hombre jamás hubiera enardecido su sangre como él lo hacía.
De mala gana soltó el pezón y besó el camino hasta su ombligo. Su piel flexible sucumbiendo, moldeándose a sus labios, deslizándose como seda bajo su lengua.
―Sabes tan condenadamente bien ―jadeó―. Nunca he probado nada más dulce.
Se colocó entre sus piernas, separando los dorados rizos de su coño. Deslizó un dedo entre sus pliegues hinchados, disfrutando de la humedad resbaladiza. Luego bajó la cabeza y barrió con su lengua desde la pequeña abertura subiendo hasta su apretado clítoris.
Ambos gruñeron, y ella respingó. La aferró por la cintura para sostenerla en el lugar, y entonces lamió otra vez. Su esencia flotando a través de su nariz, fluyendo profundamente, rodeándolo y atrayéndolo.
No podía tener suficiente de ella. Quería más. Lo quería todo.
La acarició más profundamente, devorándola, lamiendo con avidez su esencia. Sus piernas se estremecían alrededor de su rostro apretándolo, sujetándolo en su lugar.
Perezosamente la lamió, no tenía prisa por llevarla al final. La quería frenética y salvaje para él. Tan desesperada como él lo estaba por ella.
Suavemente le apartó las piernas, tratando de no tocar su lesión. Levantó la cabeza para mirarla. Sus ojos dorados brillaban. Ricos y vibrantes. Había unan paz en ella que lo sosegaba profundamente, atrapándolo como una mosca en una tela de araña.
―Date la vuelta, cariño ―le pidió mientras la hacía rodar sobre su lado sano. Sus dedos eran como plumas sobre la herida, entonces bajó la cabeza para besar el punto en carne viva.
―Justo así ―dijo en señal de aprobación, impidiéndole bajar completamente sobre su estómago.
Su coño estaba justo en línea con su polla dura. Perfecto. Una vez más se estiró por un condón, pero esta vez, no estaba apurado. Con calma, lo arrancó de su envoltura y poco a poco lo rodó por su ingurgitada polla.
Con los dedos encontró su centro húmedo y los deslizó en su interior, constatando su predisposición, estaba resbaladiza y caliente, temblando alrededor de sus dedos mientras la extendía, presionando hacia adentro, envolviéndose en su aterciopelado calor.
Se veía hermosa, curvada sobre su lado, con el cabello cubriendo la almohada. Salvajes y exóticos, sus ojos brillaban con necesidad, su cara ruborizada y rosada. Sus labios se separaron en un jadeo cuando cuidadosamente retiró los dedos de su coño.
Suave e hinchada, lo invitaba a besarla. Deseaba saborear su boca otra vez, explorando sus carnosos labios.
Se estiró hacia abajo y agarró su pene, guiándolo dentro de su pequeña abertura. Ella convulsionó a su alrededor, apretándolo como un tornillo, succionando y apretando a su polla mientras se deslizaba con agonizante precisión.
La tomó con cuidado, teniendo en cuenta su precaria posición y el ángulo de su entrada. La palma de su mano cubriéndole la nalga, ahuecando y acariciando su carne suave y flexible. Con la otra mano tocaba su herida acariciando y calmando el dolor.
Cuanto más profundizaba las caricias, su pecho se apretaba mientras ella hacía pequeños sonidos de aprobación. No debía preocuparse por estar lastimándola. Estaba aceptando sus avances.
Ella levantó la mano en el aire, estirándose a ciegas hacia atrás en busca de él. NamJoon levantó la mano y entrelazó sus dedos juntos, llevándolos sobre sus caderas.
De atrás hacia adelante, sin la urgencia anterior, él empujó. Largos y fáciles deslizamientos, disfrutando el cosquilleo cada vez que su polla se arrastraba a través de su coño apretado.
Aflojó el control sobre su mano el tiempo suficiente para levantar su otra mano. Le aferró ambas manos con la suya entonces, mientras con la otra se estiraba entre sus muslos, deslizándola hacia arriba, hasta que sus dedos encontraron el clítoris.
Su cuerpo se sacudió y se apretó alrededor de su polla. Él dejó escapar un gemido, sabiendo que no iba a durar mucho más tiempo. Tocó su tenso nudo, ligeramente al principio, luego más duro, girándolo en círculos.
Ella se movía inquieta, retorciéndose y contoneándose en su contra. Le apretó la mano con más fuerza, sosteniéndola, mientras se hundía en ella una y otra vez.
—Más duro ―jadeó―. Por favor Nam, necesito...
—Lo sé cariño —le dijo en voz baja—. Sé lo que necesitas, dámelo. Déjate ir.
Aceleró el ritmo, se condujo en ella con más fuerza. Pellizcándole el clítoris entre sus dedos justo cuando embistió tan profundo como pudo.
Su cuerpo se puso rígido. Sus ojos se abrieron un momento antes de que ella los cerrara fuertemente. Entonces gritó. El sonido era una descarga eléctrica sobre su sistema. Flotando sobre él, encendiendo cada uno de sus sentidos.
La tensión se enrolló como una espiral en sus bolas, retorciéndose y luego creciendo, disparándose por su pene, deteniéndose por un infinitesimal segundo antes de explotar dentro de ella, llenando el condón. Quería marcarla, correrse completamente dentro de ella.
Molió profundamente contra ella, sus agónicos gritos igualando a sus chillidos de placer. Comenzó a dejarse caer hacia adelante, pero se contuvo antes de aterrizar contra su pierna. Moviéndose a un lado, se derrumbó sobre la cama, empujándole el cuerpo dentro de la curva del suyo.
Ambos respiraban agitadamente, sus duros alientos haciendo eco a través de la habitación. Se estiró para quitarse el condón y luego se volvió y lo arrojó en el bote de basura. Ni siquiera miró para ver si había caído dentro, se volvió hacia Raina y envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo tembloroso.
Sus labios le acariciaron el hombro, y absorbió su dulce sonido de satisfacción.
―Me gusta dormir así ―ella murmuró―. Te sientes tan bien, NamJoon.
―Tú solo inténtalo y aléjate de mí ―él gruñó.
Ella se rió ligeramente, y ahuecó el culo más en contra de su ingle. Un profundo suspiro se le escapó y la sintió relajarse en su contra.
Estaba muerto de cansancio, pero no podía resistir la tentación de pasar las manos por sus curvas. Dejó descansar la mano posesivamente sobre su cadera y luego la movió hacia arriba para ahuecarle los pechos. Tocó con el pulgar el pezón una vez y entonces apretó su agarre.
―¿NamJoon?
―¿Si, cariño?
Hubo una leve vacilación.
―Gracias. Eso fue maravilloso.
Él sonrió.
―Eres más que bienvenida, cariño.
He estado la mitad de la noche de ayer terminando de editar este capitulo, perdón no soy muy buena narrando este tipo de escenas, pero prometo mejorar. Ahora sí me voy porque estoy en hora de desayuno. Nos vemos mas tarde<3
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