•Epilogue•
4 meses después
La extrañaba. No había nada que hacerle.
NamJoon se quitó el abrigo y lo arrojó sobre el sofá, entonces se sentó a su lado con un suspiro cansado. Las últimas semanas habían sido una mierda. Elk Ridge había sido noticia nacional, y como consecuencia, los medios de comunicación habían sido un enjambre en el pequeño pueblo, entrevistando a la gente de la zona y a todo el mundo que afirmara alguna vez haber visitado la región.
Se habían ocupado de los animales recuperados durante la operación encubierta. Se habían llevado a cabo los arrestos, y los cazadores furtivos esperaban el juicio de un montón de cargos federales. Eso había sido un circo, pero ahora las cosas estaban finalmente tranquilas otra vez.
Y aquí estaba él, en casa, solo, pensando en una tentadora mujer de ojos dorados y extrañándola con cada aliento. Era tremendamente patético, y estaba medianamente seguro de que esto lo convertía en una mediocridad de hombre. No había sabido nada de Raina ni de sus padres, cosa que lo volvía loco. No sabía cómo lo estaba haciendo ella, si estaba bien, si su herida hubo sanado de forma correcta, pero entonces él no había intentado llamarlos tampoco. No quería ninguna posibilidad de que la relación entre Raina y él fuera descubierta, ni las posibles preguntas que podrían surgir si se sabía que ella había estado aquí cuando la operación se llevó a cabo.
La amas, estúpido.
Sí, tan loco como eso sonara, él había caído y había caído duro en los pocos días que habían estado juntos. Incluso había logrado sortear el hecho de que ella pasara parte de su tiempo como un guepardo. Síp, él había perdido su juicio. O su corazón para ser más exactos. Se frotó con cansancio la nuca y por un momento contempló la idea de irse a dormir temprano, pero ir a la cama vacía que le esperaba en su habitación no era ni remotamente atractivo. Un ligero ruido a rasguños interrumpió su malestar ensimismado. Ladeó la cabeza, pensando que tal vez lo había imaginado, pero entonces lo oyó otra vez. Viniendo de la puerta principal.
Con un ceño, se levantó y caminó con cautela hacia la puerta, su mano estirándose hacia el arma que tenía en su costado que aún no se había quitado. Allí estaba otra vez. Definitivamente había algo afuera de su puerta y se volvía más ruidoso y más persistente. Abrió la puerta pero antes de que incluso pudiera ponerse en guardia para evaluar el peligro potencial, fue aplastado por una voladora bola peluda. Cayó hacia atrás cuando un guepardo saltó sobre él. Su espalda golpeó el piso con un golpe sonoro mientras un gato de ojos dorados lo lamía y le acariciaba la cara con la nariz.
Raina.
Su sorpresa se transformó en una alegría total y absoluta. Alivio. Y entonces repentinamente se encontró sujetando a una preciosa mujer desnuda dentro de sus brazos.
—Realmente tienes que dejar de hacer esta mierda —murmuró—. Es desconcertante y parece doloroso.
—¿No estás contento de verme? —ella preguntó mientras sus labios encontraban los de él.
—Oh, cariño —él gruñó—. Si solo tuvieras alguna idea de cuánto te he extrañado.
Él estiró la pierna para cerrar la puerta de una patada y entonces envolvió los brazos alrededor de su mujer y procedió a besarla irracionalmente. Sus labios estaban fríos en contra de los suyos, y ella nunca había sabido más dulce. El cabello le caía sobre la cara, y los pechos se presionaban en contra de su camisa. Alisó las manos sobre su cuerpo, queriendo tocarla, absorberla, asegurarse de que no estaba en el medio de un sueño. Uno que él había tenido muchas veces desde que ella se había ido. Y entonces cayó en la cuenta. Ella estaba aquí. Y no debería estar aquí. Debería estar a salvo en Alaska. Con sus padres. No aquí dónde se arriesgaba a ser descubierta.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó incluso mientras acariciaba su piel, tocaba su rostro, enlazaba los dedos a través de su pelo y le robaba otro beso—. No deberías estar aquí, cariño. Es peligroso.
—Te amo —dijo ella simplemente, y su corazón estuvo a punto de detenerse. Él realmente se sentía aturdido, lo que estaba seguro de que lo convertía en incluso más nenaza que todos los suspiros que había exhalado.
Y todavía ella lo dijo como si respondiera a los misterios del universo, como si esas dos simples palabras contuvieran la respuesta de todas las cosas y debido a eso, su apariencia lo hacía completamente convincente. No lo era.
—Tanto como adoro yacer aquí en el piso, de espaldas, con el piso duro debajo de mis espaldas y con mis brazos llenos de una preciosa... —se detuvo para besarla otra vez. Él simplemente no podía evitar hacerlo—, ¿...podríamos llevar esta conversación al sofá?
Ella sonrió y gateó para bajarse de él, entonces extendió la mano para ayudarlo a levantarse. Tan pronto como él estuvo de pie, la empujó dentro de sus brazos y la abrazó estrechamente incluso mientras se movían hacia el sofá. Se sentó, arrastrándola hacia abajo sobre su regazo para poder abrazarla. Dios, sencillamente no podía dejar de tocarla. Y por supuesto que iba a tener que abrir la boca para decir algo estúpido. Algo que no quería decir pero que necesitaba decirse igualmente.
—No deberías estar aquí. Es peligroso. Raina, ¿y si te descubren? ¿Qué piensan tus padres acerca de esto? Deben estar volviéndose locos.
Ella puso un dedo sobre sus labios entonces se acurrucó más cerca de él y lo besó, largo y caliente. Barrió la lengua sobre sus labios y entonces la introdujo, serpenteando sobre la de él, provocando, tentando. Y él rápidamente se olvidó de lo que estaba intentando decirle. Cuando ella se apartó, sus ojos brillaban de risa, de felicidad. Él apoyó la mano sobre su hombro cuando repentinamente se le ocurrió que ella aún podría no estar completamente curada.
—Estoy bien —dijo Raina con voz ronca—. ¿Ves? —Giró su brazo para que él pudiera ver que no había ninguna marca que resaltara en su piel bronceada.
Él besó el área donde la última vez había visto una herida fea y ensangrentada.
—Me asustaste —admitió—. Temí haberte perdido. Te perdí. No deberías estar aquí.
Ella se rió.
—No vas a perderme más de lo que yo voy a perderte a ti. Tú eres mío, NamJoon. Y yo atesoro lo que es mío. Soy muy posesiva en ese aspecto.
—Pero cariño...
—¿Me amas? —ella preguntó, su mirada tenazmente escudriñándole el rostro.
—Sí, pero...
—Sin peros. ¿Me amas? ¿Me quieres?
Él la apretó en su contra.
—Dios sí, te amo. Te quiero condenadamente tanto. No quiero que nunca te vayas. Te quiero aquí conmigo para siempre. Te amo. Te amo malditamente tanto que duele.
Ella llevó los brazos alrededor de su cuello, y él pudo sentirla estremecerse en su contra. Sus suaves labios le besaron el pulso en su cuello y luego ella se apartó.
—Entonces eso es lo único que importa.
—Importa si no puedo mantenerte a salvo —dijo él.
Ella sonrió, sus ojos brillando con una fe que lo humilló.
—Me mantendrás a salvo, NamJoon. Y seré precavida. Seremos precavidos. Requerirá de un sacrificio. Sé que no podré cambiar de forma cuándo y dónde quiera. Sé que siempre correremos un riesgo si estamos juntos, pero no puedo vivir sin ti. No quiero estar sin ti. Estoy dispuesta a arriesgar cualquier cosa para estar contigo. Siempre.
Si ella lo ponía de ese modo, ¿cómo podría discutírselo? Estaba dispuesta a jugarse el todo por el todo. Estaba dispuesta a sacrificar su libertad para estar con él. No se sentía digno de ella, pero estaría maldito si iba a dejar que eso se interponga en el camino.
—Te amo —dijo él con voz ronca—. No quiero que te vayas. Quédate. Conmigo. Haremos que funcione. Te protegeré con mi vida.
Ella le ahuecó el rostro dentro de sus manos. Las lágrimas brillando en sus ojos hacían que el oro líquido refulgiera.
—Yo también te amo —ella susurró—. Me quedaré. Siempre.
Fin
Les mando muchos besos, muchas gracias por quedarte hasta el final<3
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