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.+*• la sal en el mar,
como la nieve en la tierra •*+.
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« ... »
Cada paso que daba, crujía sobre una capa de brillante blanco, y la forma ovalada de la suela de sus zapatos de enfermero evidenciaba su trayecto.
Aunque aquel camino de huellas impresas sólo sobrevivirían por algunos momentos.
Como los últimos diez pasos.
La curiosa nieve que danza entre flujos de aire difuminan la forma que crean sus pies en la banqueta invadida del resultado de un inusual fenómeno climático que ha perdurado desde hace casi siete años.
En la ruta que debe trazar para llegar a casa, puede apreciarse la triste vista de un océano aparentemente congelado.
Y el aire se le queda atrapado, bloqueando su garganta, y lo ahoga.
Algo irónico.
Ni el exceso de aire lo abruma tanto como el pulsante sentimiento deprimente que es la añoranza.
Extrañaba tanto, tanto, a su hogar.
Su familia.
Sus amigos.
Su erizo de mar.
Kihyun suspiró, maldiciendo las circunstancias en las que se vió obligado a encontrarse, adaptarse, sobre todo, como en cada oportunidad que tenía.
Insultando a su suerte.
Pero, como cada vez, poco duraba el odio y la rabia mermaba.
Porque entonces recordaba, se arrepentía y suspiraba.
Recordaba que de no ser gracias al abuelo Son, Kihyun no hubiese tenido algún lugar al cual regresar, uno en el que pudiera encajar.
Que de no ser por él y por su nieto, Hyunwoo, Kihyun se habría vuelto loco de sufrimiento.
Se habría hundido, como nunca antes, en la profundidad del abismo oscuro que fueron sus pensamientos por algún tiempo.
Hace mucho tiempo atrás, había sido lo suficientemente valiente como para retarse a si mismo a nadar hasta las honduras de su mundo.
Bajo la superficie, atraves del reflejo del cielo, dentro del mar Jinhan Palang, el marino pueblo de Palansaeg.
Pero ahora, en muchas ocasiones, le aterraba el nadar en las aguas de su mente.
Era muy diferente.
Lo sabía.
Y sabía que debía ser agradecido. Estarlo.
En la mayor parte de los años viviendo en el mundo de los humanos terrestres, el continente Seonlei, la ciudad Geum, el mundo de la peculiar familia Son, lo había sido, extremadamente agradecido. Con ellos, en particular.
Pero había momentos como ese en que deseaba que su realidad fuera diferente.
Que a tiempo, se hubiera lanzado al agua, como Minhyuk lo había echo en su lugar, salvándolo del violento agarre del mar.
Minhyuk.
Ese idiota.
¿Salvarlo? ¿De qué? Quizás el movimiento monstruoso de la intranquilidad del mar lo hubiera desorientado. Quizás eso hubiese sido todo y sólo debía encontrar el camino de regreso, exceptuando el que podía encontrarse a cualquier criatura marina que quisiera atacarlo, o peor, comerlo. A su ver, seguía siendo todo.
Pero ellos no lo sabrían, no antes, que luego de esos tormentosos remolinos de oxígeno dentro del agua, lo que una vez conocieron como su casa y fue su libertad, se volvería una jaula hecha de granos cristalizados de nieve oceánica.
La sal.
Como bien la conocen los terrestres.
Luego de que la corriente frenética había arrastrado a Minhyuk, junto a otros de sus amigos y familiares, el océano entró en un estado de inexistente movimiento.
La tensión superficial del agua se cubrió de una gruesa capa de sal.
Sal que se acumuló durante los últimos meses previos a ese día.
Según la investigación de Hyunwoo, y sus reportes al Centro Investigativo del Océano (CIO), no es que su hogar, y un poco más allá, se hubiera congelado tal cual como el hielo, como se ve a simple vista.
Tras la capa, el agua, podría decirse, líquida, como si tuviera una vida propia.
Se había ofrecido a ayudar a Hyunwoo a descubrir que pasaba dentro de su "hábitat natural", llamándole así como cuando de niños solían molestarse entre ellos llamando a su respectivo mundo de esa manera.
Sonrió ante el recuerdo. Fue doloroso.
Veinte dedos hundiéndose en la arena oscura y blanda, la espuma del mar cubriendo dos pares de tobillos y la brisa salada rozando la piel, mientras un par de ojos sosegados miraba a sus amigos jugar con la resaca, creando vórtices con sus cuerpos juveniles, el otro par le miraba con cuidado sin temer a la indiscreción.
Pero su densidad hacia difícil nadar en el agua, la concentración de la sal era tan espesa que hasta Kihyun, que había vivido toda su vida rodeado de aquellos granos, le sería increíblemente imposible subsistir dentro del mar.
Afectaría su salud.
Las branquias rayando los laterales de su cuello, que internamente se extienden a sus pulmones, no aguantarían. Branquias que, de hecho, Kihyun ya sentía tan desusadas, como fuera de forma, y sin fuerza.
De vez en cuando, se sumerge en una bañera con agua poco salada, sal que recolectaba, pero no le es lo mismo.
Y no tuvo de otra, más que acostumbrarse.
Y acostumbrarse a remojar las cambiantes escamas plateadas que decoran su piel cada ciertas horas durante el día con una botella spray que debe cargar con él quiera o no.
Él no quiere volverse un humano terrestre. Tenía esa opción. Riesgosa, quizás mortal, pero al fin y al cabo, opción.
Si optara por volverse un terrestre, sería porque finalmente perdió la esperanza, y él no lo hacía. No ahora, no mañana. No había manera.
Y no era sólo el comportamiento del mar el objetivo de los constantes estudios y observaciones que Hyunwoo realizaba desde ya hace dos años, sino, qué pasaba con el mundo en general.
La nieve oceánica afectaba ambas partes, marino y terrestre, por igual.
¿Por qué no ha dejado de "nevar", así como en el mar, en la superficie?
¿De dónde venía esa "nieve" que hostigaba sus casas, calles y parques, sus trabajos y sus vidas?
¿Del cielo? ¿No debería ser nieve común y sólo durante el invierno?
Pero más importante, ¿Qué pasó con los habitantes de Palansaeg?
¿Habrán entrado en un sueño profundo? ¿Un sueño como la hibernación al igual que los diversos animales y criaturas acuáticas?
O en los casos más trágicos... ¿Ellos habrán...?
No. No tenían ni la más remota idea.
Y Kihyun estaba desesperado por saberlo. Por tener una respuesta. Un consuelo.
Ojalá no tuviera que esperar mucho tiempo más.
Subiendo el cierre de su verde chaqueta plástica, que lo cubre de sobre exponerse a la sal en el ambiente, y llevando su cabello rubio, tan fuerte como resbaloso, dentro del gorro que ajustó bajo su barbilla, Kihyun siguió con su camino a la casa Son.
Exhalando, pensó en qué hará de cenar.
«...»
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"Por favor, no otros siete años más."
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Monsta X
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