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DIEZ AÑOS DESPUÉS.

Unos tacones negros caminaban por el pasto verde del cementerio que estaba recién podado, aquella persona caminaba con algo de afán; con su mirada buscaba en cada lápida el nombre de una persona en específico, una persona muy especial para ella.

Al encontrarlo, sonrió y dejó las flores blancas que había llevado sobre el pasto. 

—Hola mi pecoso.— habla, se sienta en posición de flor de loto sobre el pasto—, Hoy fue un gran día, ¿sabes? Inauguré otra sucursal de la veterinaria que siempre deseamos abrir juntos; mi pequeño ahijado ya entró a secundaria. Es un niño muy piloso.— hace una pequeña pausa mientras acomoda su cabello negro en una coleta ladeada—, Ya llegó la respuesta a mi solicitud para la adopción que he querido hacer desde hace un año. Seré mamá de una niña, tiene cinco años. La llamaré Anneliese, tal como querías que se llamara nuestra hija. 

Hizo nuevamente una pausa, para poder admirar el hermoso cielo azul que había. El sol estaba cubierto por algunas nubes, pero aun así, no dejaba de irradiar bastante calor.

—Siento que debes estar orgulloso de mí, porque he avanzado muchísimo. Y poco a poco te he ido soltando. Pero eso no quiere decir que te olvidaré.

Admiró con curiosidad las flores que había traído.

—Nuestros amigos están bien. Cada uno poco a poco comenzaron a formar sus familias.— cuenta con satisfacción—, Y yo igual, lo único es que decidí ser mamá soltera, ¿no es genial?

Toma una de las rosas y la acaricia mientras está en un silencio bastante reconfortante.

—El próximo mes tomaré el mando como directora en la preparatoria. Siento que va a ser un caos, pero me irá de maravilla.— dice—, Uh, viajé a Grecia con Mal hace unas semanas, fue bastante genial, aunque me llevé unas buenas quemaduras en la piel, pero no importa. El templo de Atenea es hermosísimo.

Deja la rosa en su puesto de nuevo, sopla uno de sus mechones que estaba pegado a su frente.

Gritan a solas tu voz y mi voz, pidiendo perdón

—Sin embargo, nos haces mucha falta. Aunque sabemos que estás en un lugar mejor, y que estás bien, y orgulloso de todos...— a lo último suspira y sonríe—, Y dirás que soy molesta pero... Perdóname por muchas cosas inadecuadas que quizá te hice, fuiste el mejor novio del mundo, y eres el ángel más bonito que tengo.

Unas pequeñas gotas de agua cayeron sobre su rostro cuando ella fijó su vista al cielo, sonrió.

—Te amo, y te amaré toda mi vida, Carlos. Y honraré tu memoria todos los días que me quedan de vida, estoy segura que nos volveremos a ver allí en el cielo.— promete, pasa su mano sobre la lápida—, Me tengo que ir, volveré pronto, te lo aseguro.

Jane tomó su bolso, y se levantó del suelo. Después de darle un beso a su dedo índice y poner este sobre la lápida, le dedicó una sonrisa y después se dirigió hacia la salida.

Carlos sabía lo mucho que su amor se había esforzado por salir adelante, por luchar contra las pesadillas, por querer avanzar, por querer olvidar ese día. Carlos sabía, desde allá arriba en el cielo, lo mucho que ella lo amaba y lo mucho que sus amigos lo amaban también. Carlos sabía que a pesar de no estar físicamente estaba en las memorias de cada uno de sus seres queridos.

El duelo no fue fácil, pero, ella poco a poco pudo salir de ese trance y volver a sonreír todos los días.

Él estaba orgulloso.

Él ahora era el ángel que los cuidaba desde el cielo.

Él ya descansaba en paz, sabiendo que todo iba a marchar bien y como debía ser.

Cosa que nunca pudimos hacer peor...

Aunque no pudo despedirse como se debía, ellos lo despidieron tal y como el quería. Pero, lo más importante, era que su Hadita se había despedido poco a poco de él, pero no lo iba a olvidar. Eso era más que seguro.

—Jane, ¿qué tal te fue?— preguntó Lonnie al abrirle la puerta del auto.

—Bien, o más que bien.— afirma la pelinegra con una gran sonrisa al entrar y sentarse en el asiento del copiloto—, Ahora sí, vámonos para la veterinaria.

—Como diga la patrona.

Jane había pasado por pruebas, y pruebas muy duras. Y cada una las pasó, aunque fue poco a poco. A la final ella salió victoriosa, y pudo recuperarse de aquella depresión fuerte.

¿La motivación? Fue él, fue su ahijado, fueron sus amigos, fue el querer estar bien.

El destino nos tiene cosas muy duras escritas, pero, a la final nos da la mejor recompensa del mundo. Y salimos cual atleta después de ganar una carrera, con una medalla de oro grande sobre nuestro pecho.

Y aunque en saturno vivan las cosas que nunca hicieron juntos, en su memoria estarían presentes todos los recuerdos buenos que había pasado junto a él. Entre ellos, ese amor tan puro que ella sentía.

FIN.



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❤😇.

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