Cincuenta: Verdugos.
El sonido de sus tacones contra el suelo hace temblar su cuerpo, sintiéndose pequeño, vulnerable, y completamente en manos de la mujer que rodea la silla donde es sometido. Las cuerdas han dejado marcas en sus muñecas y tobillos, siente el ardor de las heridas, siente la impotencia en todo su cuerpo entumecido por los golpes, tanto que ya no siente la sangre brotar tras cada nueva herida.
De pronto, el sonido se detiene, y al alzar la mirada se encuentra con la mujer de labios negros, de pie en frente suyo, con el mentón en alto y la mirada oscurecida, fija en él, viéndolo como un bicho insignificante que podría pisar con la suela de su tacón, o al menos, así se siente. Es entonces, cuando las manos de la mujer se colocan a cada lado de su cabeza, en el respaldar de la silla, e inclina su cuerpo hacia adelante para quedar cerca suyo. Es ahí, cuando puede ver la sonrisa arrogante en su rostro.
― Seamos directos, una última vez, porque me estoy cansando de ti, Gguk. Tú sabes bien que no saldrás de aquí, y que nadie vendrá por ti. ― Dice ella con burla, susurrando cerca de su rostro. ― Entonces, ¿Por qué no cooperas? ¿Por qué proteges tanto a esa familia? Estoy segura que a nadie le interesa tu desaparición... Al menos, nadie que no sea tu noviecita.
Al oír la mención de su novia, Gguk alza la mirada, mostrando un rostro cansado, lleno de moretones con el labio roto y la sangre bajando por su mentón. Lisa al verlo surca una sonrisa burlona, y al mismo tiempo satisfecha.
― ¿Qué pasa? ¿Crees que no tendría esa información? ― Se aleja y coloca las manos detrás de su espalda, para volver a caminar en círculos alrededor suyo. ― NamJoon me dio toda la información que tenía sobre los Park, nada nuevo, al final no sirvió de mucho. Pero las fotografías en tu billetera, sí son información nueva.
Manoban se detiene detrás suyo, chasques los dedos y uno de sus escoltas parada al lado de la puerta, se mueve para alcanzarle la dichosa billetera. Entonces, de improviso siente que sus cabellos son jalados hacia atrás, estirando su cuello hasta tener su mejilla muy cerca de la mejilla de la mujer. Ella coloca la billetera abierta frente a sus ojos y susurra en su oído.
― Al fin puedo tener una foto de la familia Park. ― Ríe por lo bajo. ― Finalmente puedo ver a Jungkook sin esa estúpida peluca, a Woong, su esposa, sus hijas, y sobre todo a... JiMin, ¿Así se llama el esposo de Jungkook, verdad? Es de las pocas cosas que NamJoon reveló, que me eran relevantes. ― Suelta su cabello y la cabeza de Gguk vuelve a su antigua posición. Sisea por el ardor de su cuello cabelludo.
Lisa arroja la billetera al suelo, no sin antes tomar las pequeñas fotografías mencionadas, en sus manos. Toma una en particular, donde aparecen Gguk y Jane abrazados, en lo que parece ser un jardín, sonriendo ligeramente y luciendo... felices. Eso desagrada a la mujer, que no duda en romper la foto y tirarla en el rostro del hombre atado a la silla, aquel que apenas puede respirar con normalidad.
― ¿Por qué? ― Finalmente la voz de Gguk se pronuncia, sonando cansada y ronca. Llama la atención de Lisa, quien se coloca nuevamente frente suyo y se cruza de brazos, viéndolo desde arriba con superioridad. ― ¿P-por qué haces esto? Tu pudiste... pudiste pedirle información a mi hermano... s-sobre el paradero de los Park, antes que a mí... mucho a-antes pero, ¿Por qué no lo hiciste?
― Fácil. ― Coloca las manos en sus caderas y vuelve a inclinarse hacia el frente, quedando sus rostros separados por apenas centímetros, con la intención de intimidarlo. ― Diversión, Gguk. Tu hermano es un juguete muy entretenido, creyendo que me tiene entre sus manos, cuando... Cuando soy yo, la que lo tiene a él en mis manos. ― Ríe de manera sombría. ― Me enteré de todo hace poco, quise matarlo, pero simplemente no quise alejarlo de mí... No es divertido vengarme por la muerte de mi familia y mi esposo de esa manera, ¿No crees? Debería quedarme con un premio, como él.
― Estás demente. ― Dijo sin pensarlo, sintiendo apenas un segundo después, el ardor de la bofetada que recibió en su mejilla derecha, como consecuencia de sus palabras imprudentes. Sintiendo brotar más sangre de su labio inferior, anteriormente herido.
Agita su mano por el golpe que le propinó. ― Cuida tus palabras conmigo, Jeon. ― Frunce el ceño. ― Deberías agradecer que aún te mantengo con vida.
― Ahí te equivocas. ― Alza la mirada, viendo directamente los ojos de la mujer. ― Yo no diré nada, no esperes nada de mi, no los delataré, así que deberías matarme de una vez en ves de atrasar tanto lo inevitable, Manoban.
Suspira fingiendo pena. ― Lástima que no me rendiré. Los Park deben estar entre mis manos, para poder acabar con su imperio... No dejaré que me arruinen. ― Borra todo gesto burlón de su rostro. ― Vas a cooperar, te guste o no.
― No lo haré. ― Se niega determinante.
Rie sin creer su altanería, y estupidez. ― ¿Sabes? Tienes razón, pensé traer a tu hermano aquí para sacarle toda información, arriesgándome a perderlo... pero fuiste tú el que cayó solito en mis manos. Yo no esperaba tener una fuente de información tan valiosa como tu, entonces... ― Coloca una de sus manos alrededor de su cuello y aprieta con fuerza. ― Debo aprovecharte.
― Púdrete, imbécil.― Escupe con tanto odio que provoca una risa en la mujer.
Ella sin esperarlo mucho, chasquea los dedos y en menos de un segundo está siendo desatado de la silla para ser tomado por ambos hombres, y molido a golpes. Pero no lo resiste mucho tiempo, no tiene las fuerzas para soportar aquella golpiza.
― Mátenlo, si no coopera no me sirve.
En cuestión de un segundo abre los ojos lo más que puede y mira a la mujer con absoluto terror.
― Es una pena... ― Suspira. ― Pudimos haber hecho un trato. Tú me dabas información, y yo consideraba dejarte con vida junto a tu novia, para que se encuentren luego de que haya acabado con mis planes. ― Rie. ― Porque te aseguro una cosa, mi problema no solo es Woong, también lo es su familia, y quiero verlos tres metros bajo tierra.
Gguk se queda estático, siente un repentino miedo creciendo dentro de su estómago, consumiendo su poca cordura. Sabe que ella no está jugando, es lógico que no solo quiera acabar con Woong, si no también con toda la familia Park, para que ya no representen una amenaza para ella. Eso significa, que hacer un trato con ella, podría ser la única salvación de Jane.
― Fue un placer conocerte. ― Lo mira por última vez antes de dar media vuelta.
Entonces, cuando Lisa parece querer retirarse de la habitación, lo único que se le pasa por la cabeza a Gguk es detenerla a toda costa, y aceptar su propuesta, antes de que sea demasiado tarde.
― ¡Espera!
La mujer se detiene al instante, alejando su mano de la perilla y gira a verlo en el suelo, siendo sujetado de los cabellos por uno de sus escoltas. Arquea una ceja y se cruza de brazos para verlo con superioridad.
― ¿Qué pasa? ¿Tienes algo que decirme, o el gato te comió la lengua? ― Sonríe de lado.
¿Enserio valía sacrificar la vida de los Park para salvar la vida de Jane, y la suya propia? ¿Valía la pena arriesgarlo todo? En su mente, la respuesta era confusa, pero si tenía una oportunidad, no quería desaprovecharla. Si podía impedir la muerte de Jane, haría hasta lo imposible para que ella esté a salvo, así eso signifique delatar a los Park. Porque, tarde o temprano, su paradero sería descubierto por Manoban.
Él no era el villano, eran las circunstancias... ¿Verdad?
― Espera... ― Toma aire. ― Es-está bien...
― ¿Está bien qué? ― Se agacha para estas a su altura, y burlarse un poco más de él.
― Voy... ― Cierra los ojos con fuerza. ― Voy a cooperar, s-solo si la dejas a ella con vida...
La traición corre por sus venas.
― Hm... ― Hace una mueca pensativa para luego volver a sonreír. ― Perfecto, solo necesito la ubicación de los Park. Es todo lo que te pido.
Los Jeon no saben de lealtad.
― ¿Pero la dejarás a ella vivir? Necesito algo que me demuestre que lo harás.
Los Jeon sacrificarían todo, por sus intereses propios.
Ella rie. ― No estás en condiciones de pedir pruebas, Jeon. Simplemente, tendrás que confiar en mí... De todas formas, no tienes otra opción.
Pasa saliva con dificultad, sintiendo su garganta arder. ― Bien... No me queda de otra... ― Alza la cabeza y la mira fijo a los ojos. ― Te lo diré.
Finalmente confiesa, le brinda su ubicación exacta, y la manera de acceder a la casa, la puerta delantera y la trasera, todo lo necesario. A medida que confesaba, la sonrisa en el rostro de Lisa se ensanchaba, y su mirada se oscurecía. Cuando termina, el absoluto silencio que inunda la habitación le erizan los vellos de la piel.
Mira hacia la mujer, esperando alguna reacción por su parte, pero solo recibe una sonrisa ladeada. Siente un mal presentimiento.
― Gracias. ― Dice ella con una mano en su mentón, sonriendo cínicamente. ― Ahora ya no me sirves. ― Su expresión cambia a una completamente seria, y mira a uno de sus guardias. ― Desháganse de él.
― ¡E-eso no fue lo que acordamos! ¡Dijiste que-
― ¿Qué acaso no te han enseñado a no confiar en extraños? ― Rie para si misma. ― ¿Enserio creiste que te dejaría ir? No soy idiota, podrías arruinar mis planes, y yo no quiero contratiempos.
Abre los ojos lo más que puede, mira a los hombres que lo tomaron con fuerza de los hombres y luego a la mujer, sin saber qué hacer o decir, solo agacha la cabeza rendido ante ellos. Nunca tuvo oportunidad de salir de ahí, lo sabía, pero aún así quiso arriesgarse.
― Que ella no sufra... ― Pide con la voz apagada.
― No prometo nada. ― Dice Lisa antes de sonreírle a aquellos hombres que, sabe muy bien, serán sus verdugos.
Entonces todo empieza, es la recta final. Es lanzado con fuerza hacia el suelo y sabe que, a partir de este momento, todo está perdido. Está a su completa merced, como un saco de boxeo que se lamenta.
Su estómago arde de la impotencia, sus ojos se llenan de lágrimas y los alaridos de dolor salen de su boca sin permiso. Golpe tras golpe al compás de los latidos de su débil corazón, ya cansado de bombear sangre solo para que esta se escape por sus heridas abiertas.
Llega un momento, donde ya no siente los golpes. Su cabeza es sujetada desde sus cabellos y es forzada a estrellarse una y otra vez contra el suelo de concreto. Su vista se nubla por completo, siente que su cabeza se partirá en dos en cualquier momento, mientras las lágrimas caen rebeldes desde sus ojos inyectados en sangre hasta caer al charco de sangre que lo rodea.
Llora sin poder evitarlo más, porque nadie volvió por él, porque está seguro que nadie preguntó por su paradero, nadie se tomó el tiempo de tan siquiera rezar por él, aunque sea evidente que su alma de a parar al fuego del infierno.
Llora, porque muere humillado y lejos de Jane, la única que lo extrañará en vida. Llora porque lo último que escucha, es la risa de aquella mujer al ver su cuerpo colapsando, luchando por vivir en medio de un charco de sangre... su sangre.
Pierde la consciencia, no siente, no ve y no escucha cuando es tomado por aquellos grandes y robustos hombres, llevado hasta una camioneta, y posteriormente lanzado como basura al lado de una carretera vacía. La lluvia cubre su cuerpo maltratado y abandonado e medio de la nada, mientras su cuerpo se rinde ante la muerte.
Jane lleva una mano a su rostro, sintiendo las gotas de sudor en su piel. Es la quinta pesadilla de la semana, simplemente no la dejan en paz, y perturban sus sueños, despertandola en medio de la noche como ahora.
No se pregunta el porqué de estás pesadillas tan recurrentes, ya que sabe muy bien a qué se deben. Está en extremo preocupada, ella no sabe nada de Gguk, y por más que trate de averiguar sobre él, es complemente imposible. Tiene un muy mal presentimiento sobre todo esto.
Abre el cajón de su mesita de noche, al lado de su cama, y de ahí saca una hoja doblada en dos. La mira entre la oscuridad alumbrada por la luz de la luna, que se filtra por su ventana. Le lleva a su pecho y deja las primeras lágrimas caer. Es la carta que Gguk le dejó y que JiMin le entregó. Es su único consuelo en la desesperante ausencia suya.
― Perdón... ― Vuelve a pedir a su soledad, porque siente mucho no estar al lado de su pareja, que seguramente, la está necesitando como nunca en su vida.
Solo espera que esté bien, y que pronto se vuelvan a ver... Aunque, dentro suyo, sabe que no debería hacerse ilusiones por algo que, quizás, jamás pase.
Finalmente, cae rendida nuevamente sobre su cama, con la carta en su pecho, tratando de consolarse ante la inevitable realidad que tendrá que aceptar. Gguk está desaparecido, y las probabilidades de que siga con vida son... escasas.
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