Capítulo 15. Verdades al descubierto. ⛧
«Benditos sean los audaces, pues ellos serán los amos del mundo. ¡Malditos sean los virtuosamente débiles, pues ellos quedarán aplastados bajo las pezuñas del Diablo!»
La biblia satánica,
Anton Szandor LaVey
(1930-1997).
Satanás se percató del peligro que corría Mary, pues Astarot era la diablesa más poderosa de las que habían habitado en el Infierno, con excepción de Lilith. ¿Qué sucedería si advertía que su amante constituía el verdadero poder entre las sombras y que lo tenía cautivado? El riesgo para ella sería extremo.
Suspiró molesto. ¿Existía una mejor protección que crear una cortina de humo para disimular sus preferencias? Poner a Brooke Payton en la diana actuaría a modo de camuflaje. Y si las brujas atestiguaban lo que ocurría en el London Eye se convencerían de que su interés era auténtico. Esta mentira entretendría a las posibles amenazas hasta que Mary desarrollara a plenitud los poderes necesarios para enfrentarse a cualquier enemigo. El Diablo descubrió, atónito, que le convenía que por ahora esa sosa continuase con vida. «¡Qué pena!», pensó. «¡Aunque si me veo obligado a volver a acostarme con ella seré yo el que preferiría estar muerto!»
—Me he enamorado de Brooke, Astarot, no entiendo por qué te sorprende tanto. —El engaño se le atascaba en la garganta mientras daba un paso hasta la rebelde.
—¡Detente ahora mismo o la dejo caer! —gritó histérica—. ¡¿Tú enamorado de alguien?! ¡¿Bromeas?!
—Quizá solo era posible que me enamorase después de los problemas que me causasteis. Porque empecé a valorar los sentimientos al vivir en soledad. —El Señor Oscuro le clavó la vista para dominarla—. Casi te amaba cuando me traicionaste. —Brooke, aterrorizada, comprendía que su existencia pendía de un hilo—. ¡Déjala! ¿Por qué culpas a esta humana de algo que fue responsabilidad tuya?
—¿Y cuáles son tus planes, tortolito? —La diablesa esbozó una sonrisa tan cínica que deformaba el hermoso rostro—. ¿Embarazarla igual que a Gerberga?
Satanás —tan descolocado que el aire olía a puro azufre— se quedó clavado en el sitio. Con su inmensa sabiduría maligna había evitado engendrar a un ser poderoso que luego le disputara su dominio absoluto sobre el mal. No dudó ni por un pequeño instante de la palabra de Astarot, pues ahora dedujo que el encuentro que le había solicitado Gerberga resultaba incompatible con la personalidad de la hechicera. Le parecía hasta obvio, aunque por aquel entonces se hallaba tan deprimido que no había meditado acerca del inusual pedido.
—¿A qué te refieres, Astarot? —Intentó mantener la calma, no le importaba que la protegida de Da Mo fuera testigo de su drama personal.
—En estos últimos tiempos te has vuelto demasiado tonto. ¿Cómo es posible que no sospecharas de Gerberga? —Astarot le volvió a echar un vistazo a Brooke, que apenas respiraba por temor a represalias—. Y lo eres también al considerar que esta piltrafa de carne y hueso puede sustituirnos.
—Olvídate de mi novia y ponla dentro de la cabina, esta conversación es entre tú y yo —subió el tono y le ordenó—: ¡Hazlo ya!
Quizá porque todavía quedaba una rémora del respeto que durante milenios había mantenido en relación con él, de modo automático Astarot elevó a Brooke y la depositó sobre el suelo.
—¡No pienses ni por un instante, mortal, que estás a salvo! —le dio un tirón del brazo que la pegó más a ella, luego la sujetó del mentón para que le clavara los ojos y añadió—: Mantente callada y no intervengas. ¡O juro que te tiro por la ventana sin más contemplaciones! ¿Has entendido o te lo repito más despacito?
—¡Déjala ahora mismo y dime lo que planea Gerberga! —insistió el Diablo, impaciente.
Astarot se pasó la mano por la cabellera oscura y provocó que brillara en azul al posarse sobre ella los rayos del sol. Y lo observó con mirada seductora y gesto coqueto, de modo que los ojos le cambiaron del gris al negro igual que cuando se revolcaban en el lecho. Emanaba tal fuego y tal aroma a lilas salvajes que Satanás revivió las orgías que habían compartido y el goce que siempre lo había colmado al yacer con ella, por lo que le pasó inadvertido que la diablesa se tomase un tiempo prudencial al responder.
—No tengo idea de cuáles son los planes de Gerberga. —Astarot bajó la vista—. La conoces, casi todo se lo guarda para sí. Y su única confidente es Alice Kyteler. Solo te puedo confirmar que el encuentro en las cercanías de La Garganta del Diablo fue para tener un descendiente que lleve tu sangre.
—¿Y cuándo nacerá el niño? —la interrogó Satanás enseguida.
—Lo ignoro, es una hechicera, puede nacer cuando a Gerberga le plazca —y al reparar en el escepticismo con el que el Diablo la observaba, agregó—: No está con el resto, ella y Lady Alice se han ido... Y no espera un niño, sino una hembra. El sexo estuvo determinado desde el inicio, no conozco el porqué.
El Señor del Mal —más tranquilo— lanzó una carcajada. Consideró que Gerberga no se atrevía a engendrar un varón porque le temía y que por eso se conformaba con una fémina. Por unos minutos temió que el surgimiento de un nuevo y poderoso enemigo le hiciese tambalear el trono. Pero ¿cómo una pequeña, mitad bruja y mitad demonio, le haría sombra alguna vez? Resultaba imposible. Seguro que a su examante le había sonado el reloj biológico y lo había elegido a él, el más poderoso espécimen que podía encontrar en el universo. Y se sintió halagado.
Así que lo dejó correr y aparcó el tema. No le produjo ninguna emoción conocer la existencia de su primer vástago, luego de saber que el nacimiento estaba exento de peligro para él. Sincero consigo mismo, reconoció que quizá carecía del menor instinto paternal.
—¿No dirás nada? —Se sorprendió Astarot—. ¿No lanzarás llamas ni irás a atrapar a la hechicera?
—Pareces decepcionada —se burló y luego contempló a Brooke y continuó—: He cambiado. Ahora deseo que mi vida sea mucho más sencilla que antes.
Astarot dio una patada sobre el suelo y gritó:
—¡No te entiendo! ¡¿Cómo te ablandaste tanto?! ¡Deberías ir ahora mismo detrás de las brujas, te desafiaron!
—Igual que tú. ¿Y no se supone que son tus aliadas? —le recordó Satanás, irónico—. ¿No deberías serles fiel?
—Si ellas no confían en mí no pueden esperar lealtad. —Astarot se volvió a pasar, nerviosa, la mano por el pelo—. Yo no tengo por qué guardar nada para mí. Durante milenios le di mi fidelidad a alguien y tú sabes a la perfección que fue a ti.
Satanás sí lo sabía, de ahí que le hubiese dolido tanto su deserción. Desde los orígenes del mundo ambos habían movido las fichas para enfrentarse a Dios, el enemigo que tenían en común.
—Y haces bien, no pienses en ningún momento que te recrimino, pues tu estrategia es inteligente —y luego el Diablo le pidió—: Me gustaría olvidarme de que hoy has estado a punto de matar a mi novia. Prométeme que jamás volverás a tocar a nadie que esté bajo mis órdenes y hacemos borrón y cuenta nueva.
—No puedo prometértelo —refunfuñó la diablesa y efectuó un mohín—. Ahora estoy a punto de perderte por culpa de ella. —Señaló con gesto despectivo a Brooke—. He sido muy tonta al irme y dejarte abandonado, mi amo. ¿Me permites volver?
—Tu abandono me ha dolido y ya no hay marcha atrás. —Satanás puso firmeza en la voz y resolución en la mirada—. Sería imposible para mí volver a hacer planes a largo plazo contigo. Pero sí podemos mantener una relación distante de camaradería, sin bloquearnos uno a otro en nuestros propósitos.
—¿Te refieres a juntarnos como colegas una vez cada cien años para tomar unas copas? —Se enfadó Astarot—. ¿Qué ha pasado contigo? ¡No lo entiendo! ¿Cuándo una pequeña traición ha impedido que reanudes la amistad con alguien?
—En honor a nuestro pasado en común no deseo tomar represalias —y con tono amenazante pronunció—: Sé lista, Astarot, y no me obligues a ser cruel.
—¡Uy, medidas drásticas! ¿Me darás unas nalgadas porque soy una niña mala? La idea de que me toques me vuelve loca. —La diablesa lo fustigó—. ¡¿Desde cuándo solo te limitas a amenazar en lugar de utilizar la fuerza?! ¡Te has vuelto un blandengue! ¿O es que temes que esta simple humana pueda ver de lo que eres capaz? ¡Seguro que es por eso! ¿Tienes miedo de que ya no te ame y de que le produzcas pavor? ¡Sé sincero por una maldita vez! ¿Por qué no le dices quién eres? Si no lo haces no sabrás si de verdad te quiere. ¿O acaso prefieres que se lo diga yo?
Y no pudo proseguir porque Satanás —furioso y en medio de un penetrante hedor a azufre— giró la mano derecha. La escamosa y enorme cabeza de Apofis apareció desde el exterior de la cabina, y, de un simple mordisco, se engulló a la diablesa. Luego pudieron contemplar cómo se alejaba a la máxima velocidad. Reptaba entre las nubes que, una vez más, parecían copos de algodón.
El demonio se aproximó de inmediato a Brooke, se agachó frente a ella y se disculpó:
—Lo siento, Brooke, nunca imaginé que la situación pudiese derivar en este caos. —Puso sentimientos a las palabras tal como los profesores Archer y Melrose le habían enseñado.
—¿Está muer... —Brooke no terminó la frase.
—No, Apofis solo la ha llevado al sitio que le corresponde. —Y el Diablo prefirió no entrar en detalles.
Astarot sería encadenada en las mazmorras más profundas del Infierno, con la intención de que pagara por la desobediencia. Se trataba de las cuevas infectas y malolientes en las que se depositaban a los condenados. Y en las que los abandonaban durante eones para que nadie recordase su existencia. No podía ser blando, debía dar ejemplo.
Más tarde rebobinaría los últimos sucesos y se los mostraría a Mary para determinar la nueva estrategia a seguir con Brooke Payton. Ella los ignoraba porque desde la noche había desconectado su nuevo poder para darles espacio e intimidad. Así, juntos, los analizarían y extraerían conclusiones para el beneficio de ambos y de su maléfica tarea.
https://youtu.be/LSsPQZEkBEg
https://youtu.be/-r2mSwRBrFI
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