61 ━━━ Gotta get out.
BEVERLY BLACKWELL
Mi respiración se tornó pesada y se me agarrotaron los músculos del brazo cuando el brazalete se encorvó sobre mi piel, dio una brusca vuelta alrededor de mi muñeca con un sonido siseante, provocado por el choque del metal contra las pequeñas chispas azules que borboteaban por entre los ojos de la serpiente. Estaba muy inestable, más me valía concentrarme y aclarar la mente antes de que alguien se diera cuenta de que tenía los nervios de punta.
Sacudí la muñeca y el brazalete protestó. Pues te aguantas, pensé con impaciencia, estás haciendo que el viento del complejo también se desestabilice. Van a saber que soy yo. La serpiente volvió a sisear. De verdad que me gustaba mucho más cuando solo era un trozo de metal cambiante, no ahora cuando tenía la capacidad de percibir mi estado de ánimo y hacer algo al respecto.
Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Mi cuerpo solamente reaccionaba de manera involuntaria ante mis pensamientos ambiguos. Me daba la impresión de que la armadura ahora me pesaba unas mil toneladas pero, claro, eso era solo una idea mía. La primera vez que la usé, cuando sucedió lo de Titán, me parecía tan ligera como una pluma, y desde entonces no la había usado. Era pura manía, puras ganas de quejarme de algo que no estuviera relacionado con la misión.
Permanecí sentada y con la cabeza gacha durante varios minutos. La voz de Edward me sacó del proceso de cavilación en el que me había ensimismado.
—Estoy listo, ¿no soy lo más bonito que han visto tus preciosos ojos?
Levanté los ojos para mirarlo y me encontré con que, efectivamente, estaba listo. Tenía un pequeño trajecito de color azul índigo que le cubría todo el cuerpo; no era nada abultado con ostentación, pero este tampoco se veía débil o fácil de romper. Fruncí el ceño, asombrada, y pasé los dedos por el material del que estaba hecho. Entonces reparé en una luz azul que resaltaba en medio de su pecho.
—¿Qué es esto? —le pregunté en voz baja.
Edward me dedicó una sonrisa pretenciosa y una mirada llena de suficiencia.
—Las nano partículas de papá querían conocerme.
Alcé las cejas, sin poder creerlo, y mi boca se abrió ligeramente. Lo tomé por los hombros, echando un vistazo detrás de su espalda, solo para encontrarme con su progenitor mirando la escena con expresión taimada. Me percaté de que ya llevaba encima el traje blanco con el que harían el viaje por el reino cuántico.
Le puse mala cara.
—¿Cuándo hiciste esto?
—Hace como dos horas —se encogió de hombros—. Mira, la luz es del mismo color de sus... Bueno, tus ojos.
—Qué bonito —murmuré.
Sí...
Pero no me gustaba demasiado. Sabía que se trataba de un simple mecanismo de defensa, un intento agudo de tratar de asegurar su seguridad, pero hacerlo también significaba aceptar que algo malo iba a suceder y que, por ende, Edward debía estar cubierto. Si asumía que él estaría protegido cuando llegara el momento, eso también significaba que una lucha se suscitaría y que yo tendría que cargar con ese peso, lo que equivalía a que yo no podría encargarme de protegerlo. Por eso necesitaba algo que lo tuviera cubierto.
Me mordí el labio inferior para acabar botando todo el aire por la boca.
—Dos minutos —anunció la voz solemne de Steve desde el otro lado.
Me quedé mirando la cara entusiasmada de mi hijo y me venció la impotencia. Si tan solo supiera que yo estaba aterrada...
Me puse de pie, pero no dejé de darle vueltas a todo el asunto por al menos unos segundos más, y me estiré para tomar la mano de Edward. Tony nos encontró en ese momento y tomó la otra mano del pequeño pelinegro, a la vez que nos volvíamos para encarar al resto del equipo.
Todos estaban aglomerados en el lado sur, observando con fijación la escena de enfrente. Steve tenía cargado, como de costumbre, a Grant, pero esta vez estaba murmurándole una serie de cosas en voz muy baja para que solo él pudiera escucharlo. El niño también llevaba un traje de apariencia resistente, con pedazos brillantes similares al de la armadura de Victoria, más en su mayoría no dejaba de parecerse al traje de Rogers. A un metro de distancia de él, Eyra parecía estar explicándole algo de manera muy concentrada a Thor, pero el rubio tenía los ojos llorosos y hacía muecas de contención ante lo que fuera que estuviera diciéndole la niña. Eyra también estaba cubierta, y de repente me dio la impresión de que solo le faltaba el cabello rojo para parecerse en su totalidad a su madre.
Halley estaba hablando algo en voz baja con Samantha Wayne, e incluso le estaba entregando algo con mucha determinación. Juntó las manos de ambas y depositó un aparato color azul grisáceo en la palma de su mano y la oí mascullar algo como: «Cuando te diga, lo aprietas». Agucé más la vista, hasta que pude reconocer el aparato. Era el comunicador que Shannon Stryder le había dejado antes de marcharse con Carol Danvers al espacio. Aquello hubiera tenido algo de sentido si se tratara de una simple excursión normal al espacio, pero estaban volviendo en el tiempo. En 2014 Halley no las conocía, ¿entonces para qué necesitaba comunicarse con la Capitana Marvel y la chica de los destellos de estrella? ¿Qué estaba tramando la rubia y cómo entraban Shannon y Carol en esos planes? Estuve segura de que se trataba de un acto fuera del protocolo establecido, pues únicamente se estaba dirigiendo a Samantha. No a Clint, no a Natasha. Le estaba confiando el comunicador a Samantha. Halley era la única que tenía pleno conocimiento de la Gema del Alma, de cómo llegar a Vormir y qué hacer ahí, aunque no había dicho una palabra al respecto, todos confiaban en ella.
Aquello me dejó un sabor amargo en la boca.
Victoria mostraba un aspecto rígido y fiero, pero eso no era todo lo que llamaba la atención de ella. Se me escapó un atisbo de sonrisa cuando reparé en su apariencia. La habitual tiara que reposaba fielmente sobre su frente no se alteró, pero su armadura había cambiado, así como tampoco tenía incrustada su espada usual. No tenía la misma armadura de oscuro color rojo broncíneo y tonalidades de azul que dejaba gran parte de su cuerpo al descubierto, ahora llevaba las que había conseguido cuando regresamos de la caída de Olympia. La armadura que la cubría entera, de un brillante tono dorado, y la espada de Althea. Era la espada de nuestra madre, no la suya, la de ella. Y tampoco era su tiara, era la tiara de Althea. Si hubiera tenido el cabello rubio, quedaba exactamente igual a ella.
Entonces comprendí el motivo detrás de la insistencia de la castaña cuando, días atrás, me pidió la mía. No era una idea mía, mi armadura en verdad estaba más pesada, después de todo. Tanto la suya como la mía compartían un pedazo de color oscuro que recubría una parte del pecho. Estaba segura de que había visto eso antes, pero no era capaz de recordar dónde o qué era.
Esta también era la primera vez que veía a Crystal armada en su totalidad. Cuando nos encontramos en Nueva York, la pelirroja estaba golpeada y deshecha por su primer encuentro con Thanos, pero ahora no. La resplandeciente armadura de color esmeralda no era la misma, esta era más oscura, de vista más resistente, y también era la primera vez que la veía con una brillante tiara dorada adornando su cabeza, haciendo un contraste casi mágico con el cabello de destellante cereza.
Todos estábamos listos.
—La quiero en perfectas condiciones —le espetó Victoria a Halley, mientras le lanzaba su antigua espada de bronce.
La rubia hizo un ademán con la mano para restarle importancia cuando la atajó en el aire.
—Yo quería el brazalete de la muñeca, no tu desgastado cuchillo de picar limones.
Nebula le arrancó el filoso artefacto y lo evaluó con suma concentración. Pasó la yema de sus dedos por la hoja de la espada y también la olfateó.
—Ha tenido mucho uso —repuso en su característico tono ronco y bajo.
—Por eso digo que es mejor la serpiente —siguió diciendo Halley, mirándome como quien no quiere la cosa. Teniendo la mano derecha libre, di un tirón hacia afuera y el palo se armó a centímetros de la nariz de la rubia. Eso la hizo sonreír—. Ya déjamelo, por fis.
—Nop.
Nebula sonrió de forma imperceptible.
—Ese sí tiene buen filo.
Steve suspiró antes de echarnos una ojeada a todos.
—¿Estamos listos?
—Ya es hora —declaró Amethyst, que se encontraba un poco más alejada—. Tenemos que regresar antes que ellos, así que, por favor. Vamos.
El rubio asintió de acuerdo. A juzgar por el gesto cauteloso que adoptó su rostro y el cómo echó los hombros hacia atrás, pude intuir que se venía una buena soflama, de esas en las que él era realmente bueno para hacer y que acababan por darnos un impulso en estas misiones.
Los que ya estábamos acostumbrados a la naturaleza prédica del Capitán Rogers solamente relajamos los músculos y nos preparamos para escucharlo hablar.
—Hace cinco años perdimos, todos —comenzó—. Perdimos amigos, perdimos familia, y una parte de nosotros mismos. Esta es la oportunidad de recuperar todo. Tienen sus equipos, y sus misiones: consigan las gemas y el collar... y tráiganlos. Solo un viaje por persona, no cometan errores. No hay otro intento. La mayoría vamos a un lugar que conocemos, pero no significa que sepamos qué nos espera. Cuiden y protéjanse entre ustedes. Esta es la pelea de nuestras vidas y vamos a ganar... Daremos lo que sea —detuvo su alegato, solo para reparar en nosotras tres, que ya sosteníamos a los niños de las manos con fuerza—. Ustedes deben estar aquí antes que nosotros.
Amethyst fue quién respondió:
—Para ellas el tiempo se detiene. Estarán aquí cuando ustedes vuelvan, estoy segura.
Steve asintió, pero sus ojos se clavaron en Victoria y en Grant.
—Suerte. Todo saldrá bien.
Le apreté los dedos a Edward y le echamos un último vistazo a Tony sin arriesgarnos en reparar en los demás. Todos los que harían el viaje en el tiempo se apartaron lentamente. Uno a uno, los rostros de todos nos escudriñaron de manera silenciosa mientras que con leves asentimientos de cabeza nos indicaban que todo estaba bien.
Las facciones de Steve, Thor y Tony eran sumamente arcanas. Estas fluctuaban cuando se posaban en nosotras y en ellos, pero no había ninguna máscara consistente que nos indicara que solo estaban experimentando un único estado de ánimo. Porque también era eso: ellos debían estar igual de aterrados que nosotras pero no podían evidenciarlo en su totalidad. No porque eso nos armaría de pánico, porque un equipo entero se inclinaba sobre ellos, porque los niños incluso miraban más hacia sus posturas que a las nuestras. Porque ellos eran esos tipos de héroes, se habían hecho esos nombres y le hacían honor a la distinción. Y eso era lo que hacía un héroe, ¿no? Aunque se estuviera muriendo de miedo no podía demostrarlo.
Sentí la presión de la mano de Amethyst contra mi espalda y supe que era el momento. Una a una, Amethyst nos tocó con el más suave de los toques, y tras el destello de luz de un rayo, la escena cambió.
Los últimos segundos transcurrieron lentamente. Todo lo que teníamos en frente, desde el complejo hasta nuestros amigos, se disiparon como un lacónico borrón en movimiento. Su imagen se desdibujó con pausas, dejando entrever la manera en la que se desvanecía y daba paso al indicio de algo mucho más brillante. No hubo necesidad alguna de aterrizar con gracia, porque todo cambió menos nosotros. Donde estábamos detenidos, allí mismo aparecimos en una tierra pastosa. Mis manos se aferraron a los hombros de Edward mientras me hallaba aguzando los sentidos para percibir otra cosa, pero el efecto del borrón aún no pasaba. Todavía no podía enfocar bien dónde estábamos. Una ventisca helada me abatió la cara, y un sórdido olor a menta inundó mis fosas nasales.
Y entonces, sin poderlo advertir o evitar, un siseo bajo se me escapó de entre los dientes apretados como prensas. Se me erizó la piel y me paralicé. El borrón se espesó y finalmente la luz pudo difundirse entre el, revelando por completo el sitio en el que estábamos. No pude distinguir ningún tipo de familiaridad, así que, después de asegurarme de que Edward estaba intacto, me volví en busca de las otras tres.
—¿Dónde estamos? —pregunté con la voz cargada de tensión.
Victoria torció la boca.
—Aquí es.
—Es una tierra baldía —replicó Crystal con expresión discrepante.
Amethyst negó con la cabeza, saliendo detrás de nosotras y dando un paso hacia más adelante. Se inclinó, poniendo una rodilla sobre la tierra seca, y pasó los dedos con lentitud sobre ella.
—Ustedes no pueden verlo, ninguna de las tres —contestó Amethyst, de espaldas a nosotras—. Este es el punto más alto de todo el planeta, tan alto que casi toca el cielo. No hay coordenadas, ni mapas, aquí solo se siente. Ellos pueden ver el camino, ¿verdad? —concluyó su respuesta con un giro grácil sobre sus talones, clavando su atención en los niños.
Eyra, que estaba siendo sostenida por Crystal, sacó la cara del cuello de su madre y miró maravillada hacia arriba.
—¡Es una mariposa!
—¡Mira las flores! —siguió Grant, como un eco, alejándose un poquito de Victoria.
Me froté las sienes. Yo no veía nada más allá de una tierra seca y pastosa; no habían árboles, ni siquiera un poco de brisa, nada. Además de que el cielo era gris y tormentoso.
—Mamá —me llamó Edward con la voz llena de convicción—. ¿Tú no puedes verlo? Allí está el camino —señaló justo delante de nosotros—. Y al final hay una montaña.
Victoria dejó escapar un gruñido bajo de lo más elocuente.
—Me estoy frustrando —avisó a Amethyst.
Crystal bufó, un poquito malhumorada.
—Se me quiere escapar el marsupial —dijo, haciendo alusión a la manera en la que Eyra se removía inquietantemente sobre ella—. Si la suelto nadie podrá atraparla, ¿pueden ser un poquito más específicas acerca de qué haremos?
—Ese humor es precisamente la razón por la que ninguna puede ver el camino —contestó Amethyst con un poco de diversión en su voz.
Ladeé la cabeza. Su contestación implicaba algo bastante interesante.
—¿Tú puedes ver el camino? —inquirí en voz baja. Mis ojos se movieron automáticamente cuando vi a Edward balancearse delante de mí, como si quisiera atrapar algo en el aire.
La Diosa del Tiempo echó un vistazo hacia nosotras por encima de su hombro, y el atisbo de una sonrisa tironeó en las comisuras de su boca al hacerlo.
La realización también chispeó en los rasgos alterados de Victoria y Crystal en un trasiego simultáneo.
—Entonces nosotras estamos manchadas pero la cabeza detrás de una rebelión milenaria es más que admitida en un dominio sagrado —solté sin afán alguno de ocultar mi descontento.
—De verdad, es como escuchar a mi hermana hablar —comentó en un hilo de voz, estremeciéndose—. Yo soy la actual representación del tiempo, conmigo se permiten las excepciones. Pero andando, no podemos desperdiciar los escasos momentos que tenemos. Tomen la mano de su descendencia, permitan que ellos tomen el control y las guíen. Una vez dentro podrán ver por sí mismas.
Me llamó la atención la manera en la que acentuó la palabra actual por encima de todo lo demás. Si su existencia era transitoria, ¿alguien más pasaba a representar al tiempo después de ella? ¿Y quién? Eso no importaba ahora.
Flexioné los músculos antes de alargar la mano, pues Edward ya me había extendido la suya con mucho entusiasmo.
—Yo te protejo, mamá —me dijo al entrelazar nuestros dedos. Me guiñó un ojo y casi me dio un espasmo; era lo mismo que hablar con Tony, solo que este no tenía barba ni me contestaba feo de vez en cuando.
Eyra dio un salto para bajarse de los brazos de Crystal, pero le tomó la mano enseguida y empezó a tironearla.
—¡Vamos, vamos, vamos! —exclamó entre chillidos—. Muévete más rápido, mamá. Tú no tienes panza como papá, no tienes excusa para ir lento. ¡Más rápido, vamos!
—Yo no te voy a decir como papá —repuso Grant, ladeando la cabeza para mirar a Victoria con suma concentración—. Él es como: "Clare, armadura. Clare, status. Victoria, no me salen los emojis". Yo te digo: mami, ¿me dejas llevarte por aquí?
A Victoria se le escapó una carcajada corta y aceptó la mano que le ofrecía su rubio.
—Claro que te dejo, gracias por preguntar, eh.
Mi hermana y yo compartimos una mirada corta antes de empezar a caminar.
Amethyst dio los primeros pasos, con los ojos pegados al frente y una mirada que dejaba ver una sombra de añoranza en ella. Y claro que, al principio, era muy difícil comprender el motivo detrás de esa mirada, porque nosotras no podíamos ver nada de lo que ellos sí.
Pero conforme los pasos se alargaban y el agarre de Edward en mi mano se afianzaba, iba sintiendo algo... extraño. Involuntariamente mis músculos se relajaron y esto produjo una protesta de inconformidad por parte del brazalete. Se encogió sobre mi piel de tal manera que seguramente iba a dejarme marcas, y comenzó a sisear como si estuviera asustado. Me percaté que, a mi lado, Victoria tenía pinta de estar a punto de vomitar, y Crystal estaba tan pálida que la hacia lucir muy enferma. Yo solo me sentía aturdida y desorientada, como ligera, pero no creía tener una apariencia destemplada.
Y allí lo vi.
Atravesamos una cálida cortina de aire que me encendió las chispas del sistema y, al salir de ella, todo había cambiado. No era una tierra baldía y tormentosa, era una nívea montaña rodeada de árboles frondosos, con una buena cantidad de mariposas, aves y otra cualquier decena de criaturas con alas pululando en el aire y también en el suelo. Resonaba en lo más lejos el sonido que hace el agua al caer por una cascada, chocando por una serie de rocas hasta llegar a su punto más bajo, así como también una suave música producida por el roce de los árboles entre sí. Pequeños copos de nieve sin indicios de poderse derretir empezaron a caer sobre nuestras cabezas, y fue cuando comprendí que eso era lo que estaba tratando de tomar Edward desde hace rato.
Sin soltarme, se inclinó ligeramente hacia adelante y estiró la mano con la palma abierta para que un copo de nieve cayera redondo sobre ella. Pronto Eyra y Grant repitieron su acción, aún maravillados por la bonita vista que otorgaba la gigantesca montaña.
—Estoy indecisa sobre si sentirme aliviada o adolorida por lo que va a suceder...
Una femenina vocecita etérea se escurrió entre nosotros, pero no pertenecía a ninguna.
Nuestra procesión se detuvo de golpe. Alargué la mano para detener a Edward y posicionarlo detrás de mi espalda, justo al mismo tiempo en el que Crystal sacaba a Eyra del suelo de un tirón y se la ponía sobre la cintura. Victoria se movió con mucha más agilidad que cualquiera de las dos; antes de que pudiéramos advertir su movimiento, Grant ya se encontraba escudado por su brazo izquierdo mientras que el derecho desenfundaba la espada. El sonido que hizo la hoja del metal al salir me heló los nervios.
Amethyst, sin embargo, asintió con gesto precavido y nos hizo un ademán con la mano para que no nos tensaramos.
—Espero sepan disculparme —agregó la voz, pero se escuchó más cerca—. No era mi intención alterarlas, sobretodo en ese estado de nerviosismo en el que se encuentran. No solemos recibir visitas aquí, aunque también sé que no han venido por motivos cordiales.
La voz se volvió más consistente, hasta el punto en el que por fin pude encontrarle un rostro.
Detrás de un árbol de hojas platinadas asomó la cabeza una mujer sumamente irreal. Tenía la piel marfileña, el cabello tan blanco como una hoja de papel y sus labios eran de un intenso color vino, casi negro, al igual que sus ojos. Su apariencia me recordó mucho a un mármol blanco: duro, lívido y etéreo. Era una combinación muy particular pero, de nuevo, este lugar no lo era en absoluto. Los ojos negros de la marfileña mujer que se hallaba envuelta en una túnica igual de pálida que ella nos observó en silencio y con facciones afables.
Amethyst se giró hacia ella irradiando solemnidad.
—Anima Mea —repuso con voz sofocada—. Es la guardiana del Animarium.
Anima ensanchó una sonrisa deslumbrante y nos saludó con la mano.
***
—Cuando el Big Bang arrojó las Gemas del Infinito en los albores del universo, esa misma concentración de energía nos dio vida; realzó lo malo y, de todos esos lamentos, nacimos nosotros —contó Anima en nuestro camino hacia el templo—. Las gemas representan un aspecto básico de la existencia universal, una energía que es demasiado destructiva y poderosa a gran escala. Y, al principio, nosotros éramos cuatro divididos equitativamente en los aspectos que nos tocaban. Voluntad, vida y muerte. Pero... bueno, supongo que las cosas cambian, incluso para los seres que nacieron con el universo. A veces la batalla entre el bien y el mal se pierde, y algunos de mis hermanos la perdieron.
» Yo era la vida, por eso tengo este precioso lugar —sonrío a su alrededor—. Pero después de que mis hermanos no quisieron seguir ejerciendo el papel que les correspondía en la existencia, perdimos gran parte de nuestro propósito y con ello casi todo lo que éramos. Talea, la Diosa de la Luz, fue quien me ayudó a encontrar mi camino en este dominio sagrado con las almas buenas, como su guardiana. Me gusta mi vida aquí. Sin embargo, aunque yo puedo seguir a favor de la vida, el camino de mis hermanos fue otro. Mis hermanos Atticus y Aeitus, quienes representaban a la muerte, se cansaron de la sombra de tristeza que envolvía su deber y desertaron. Aeitus se encuentra aquí en la tierra, escondido pero sirviendo a los demás, y Atticus solo se fue, sin más.
» Sin embargo, el problema lo trajo nuestra hermana, Nemea. Ella es caos y era la representación de la Voluntad —alegó. Vi a Victoria apretar la mandíbula con fuerza—. Eones atrás, Nemea fue la primera en sucumbir a sus motivaciones caóticas, dándole vida a Bacchus. Bacchus es suyo, de su creación, nacido de su espíritu, y por eso protege el Autem. El Autem es donde se halla toda la concentración de la energía de Nemea como la Voluntad del universo. Toda la fuerza física se encuentra allí.
» Porque, cuando decidimos separarnos, también nos alejamos de nuestras energías y las dejamos para que alguien más las tomara. Nemea creó el Auetem, yo el Animarium y Atticus y Aeitus el Caedes. Un collar, un estanque y un cofre. La voluntad, la vida y la muerte. Cada uno de estos demanda un aspecto de la existencia para quien desee tomarlo: el Autem exige fuerza física, el Animarium fuerza espiritual y el Caedes dictamina que no puedes tocarlo solo, sino en equipo. Esto es porque mis hermanos hacían todo juntos y creían firmemente en el poder de la unión.
» El Animarium y el Caedes suelen ser bastante inofensivos, el problema es el Autem, que tiene la naturaleza caótica de Nemea —Anima suspiró con cansancio—. Tenemos la creencia de que, quizás, esta voluntad pueda torcer la energía negativa de las gemas y transformar esa muerte en vida, pero claro, solo es una teoría. Yo no estoy segura de si de verdad este demonio es el responsable de su profecía, pero... Nemea es engañosa, yo no me guiaría por leyendas y cuentos de hadas. Bacchus es su truco mayor, porque se mueve en sincronía con el collar, además de que solo... —se detuvo súbitamente a mitad de la frase y se volvió para poner una mano en la frente de Crystal—. El mismo apetito violento de Cyrano. Sí, definitivamente podrá empuñar el Autem, ¿pero lo suficiente para salir en silencio y sin despertar a Bacchus?
Victoria ladeó la cabeza.
—¿Qué es lo peor que puede pasar si lo despertamos?
Detuvimos la caminata cuando llegamos a unas largas e intrincadas escaleras rocosas que empujaban hacia arriba el trayecto hacia un inmaculado templo blanco resplandeciente. Todos nos inclinamos para mirar hacia arriba, y este se veía tan... lejano. Edward envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y yo también acabé abrazándome a él, pues era lo único que mantenía en movimiento.
Anima Mea era muy habladora.
—Althea, Cyrano y yo luchamos por tres días y tres noches contra Bacchus, y eso casi nos cuesta la vida —intervino Amethyst hacia Victoria—. Todo lo que pudimos hacer fue dormirlo, ni siquiera con nuestras fuerzas combinadas pudimos derrotarlo, e incluso tuvimos que recurrir a la ayuda de Makenna para hacerlo. Espero que eso responda tu pregunta, Victoria.
A continuación, Anima torció el gesto y arrugó la nariz.
—Y vamos contra el reloj. Miren esa grieta —señaló una cristalina pared purpurea que se hallaba a unos siete metros del templo. En todo el medio de esta había una extensa grieta que parecía estar apunto de echar los cimientos abajo si se movía—. Hace cinco años, cuando Thanos arribó a Wakanda con las gemas, la energía de estas despertaron a Bacchus. Su rugido ocasionó que la edificación temblara. Lo único que lo mantuvo a raya fue la protección de Makenna, pero ahora ustedes deben quitarla. Si sus amigos regresan a este tiempo con todas las gemas antes de que ustedes se vayan, eso despertará a Bacchus y lo enviará directamente hasta donde la energía se encuentre. Además...
Anima vaciló durante unos segundos.
—¿Además qué? —exigí.
—¿Qué más pasará? —añadió Crystal al mismo tiempo.
La de apariencia de alabastro blanco frunció los labios y buscó con la mirada a Amethyst, como si no supiera qué tanto contarnos.
—Él ya lo sabe, el hecho ya sucedió. Puedes decirles —la animó Amethyst.
Anima suspiró de alivio, como si no disfrutara de guardar secretos —o bien podía ser quedarse callada, porque parecía que nada la contenía.
—Mientras hablamos, el atraco al tiempo ha sufrido un percance —resopló con su vocecilla sublime—. El Thanos de 2014 ya sabe lo que tratan de hacer, y en esos nueve años en el pasado, Nemea aún estaba con él, trabajando codo a codo por su causa. Si halla el camino hasta este presente, y Nemea viene con él... Ella es capaz de invocar a Bacchus y el collar. Y a ti realmente te detesta en ese entonces —le dijo a Victoria con ojos preocupados—. Va a hacerlo solo para matarte. Ese Thanos tampoco ha cobrado venganza contra su madre, y si las ve a ustedes dos...
Me había quedado tan helada que no fue sino hasta que Edward presionó su mano contra mi abdomen que reaccioné. Mi primer instinto fue reparar en Victoria, que tenía el mismo aspecto de alguien que acaba de sufrir un terrible accidente.
—¿Tú conoces a Nemea? —pregunté en un hilo de voz.
—Sí —jadeó, con los ojos abiertos como platos.
¿En cuánta mierda se ha estado metiendo Victoria? De verdad. No puedo creer que esté rodeada de semejante destrucción y que, sorprendentemente, siempre haya una metida de pata suya en el medio.
Luego tendría que recriminar eso, porque a juzgar por la expresión de horror que brillaba en sus ojos, pude deducir que ella no estaba al tanto de la participación de la mujer en este panorama y que, de hecho, la había dejado tan desconcertada como a los demás.
—Pero él no puede hallar el camino hacia este presente —Crystal ignoró deliberadamente la respuesta de Victoria y se encargó de verbalizar mi otra duda—. ¿Verdad?
Anima la miró fijamente.
—No podemos estar seguros.
—Tenemos que movernos, ya —masculló Amethyst—. Nos dividiremos: Crystal y yo nos acercaremos a Bacchus, y Anima llevará a Victoria y a Beverly para revivir a Harper. Cuando invoquen a Makenna, su simple presencia en este lugar ocasionará una fractura que romperá el campo y nosotras tomaremos el collar. Ustedes deben pedirle a Harper que lo selle de nuevo y así podremos irnos. Por nada del mundo debemos permitir que Bacchus despierte.
Presioné más a Edward.
—No lo voy a dejar solo aquí afuera.
—No tienes alternativa —respondió la Diosa del Tiempo.
Experimenté una horrible sensación de aprehensión. Victoria, Crystal y yo nos miramos seriamente por un largo segundo, estirando más el tiempo que no teníamos, sin saber realmente qué hacer. Si no nos movíamos de aquí, no íbamos a poder revivir a Harper, ni tomar el collar, y eso concedía que las gemas las traerían y Bacchus de despertaría y... Tragué saliva ante ese escenario.
Pero si los dejábamos aquí solos, aguardando, ¿qué nos aseguraba que en verdad estarían a salvo? ¿Y si algo sucedía? Solo eran niños, nuestra responsabilidad, nuestra vida entera. Se me aceleró la respiración.
—Ve —murmuró Edward hacia mí—. Yo protejo a Grant y a Eyra, te lo prometo.
Apreté los dientes antes mis ganas de llorar.
—No puedo dejarte aquí...
—Pero tienes que hacerlo —insistió—. Tenemos que volver a tiempo con papá, ¿recuerdas? Ve, estaremos bien.
Tomé aire. Se me engarrotó el cuerpo en consecuencia a lo que estaba a punto de hacer, pero no tenía opción. Asentí con dificultad y me incliné para depositar un beso en su frente.
—Vuelvo rápido —le prometí, a lo que él asintió y me besó la mejilla.
—Sé una heroína.
No me creí capaz de ocultar totalmente mi rechazo a dejarlo, pero me esforcé por sonreírle de un modo que lograra decirle que regresaría con él. Acaricié su rostro con mis manos antes de enderezarme.
Me detuve brevemente para ver a Victoria y a Crystal darle algunas indicaciones en voz baja a Eyra y a Grant, y entonces me detuve para mirar a Anima.
La mujer de cabello platinado asintió y chasqueó los dedos un par de veces, haciendo que camináramos detrás de ella por las escaleras. Puse un pie en el primer escalón cuando alguien me tomó la mano y me hizo regresarme.
Miré a Crystal con el entrecejo arrugado.
—¿Qué pasa, Crysty?
—Está bien tener miedo, Bevs —murmuró con gesto tranquilo—. El miedo es lo que nos recuerda que tenemos algo que perder y por lo que luchar.
Y así, sin más, me soltó la mano y empezó a caminar con Amethyst hacia la mazmorra en la que estaba Bacchus.
***
Poner un pie en el interior del templo me dio tantos escalofríos que tuve que abrazarme a mí misma. Recorrí con la vista el interior puro y de apariencia virginal de la edificación de piedras blancas y brillantes mientras que Anima se adelantaba para mover los dedos y hacer que una progresión de antorchas de fuego también blanco se encendieran.
Ella no vaciló desde que llegamos al Monte Alma y Amethyst se inclinó ante ella. Ya sabía que veníamos y a qué lo hacíamos, lo que significaba que la decisión de ayudarnos la había tomado con anterioridad en el pasado. Me causó mucha curiosidad cuáles serían las motivaciones detrás de su elección, porque ella misma me parecía un ser sumamente arcano. Hablaba mucho, pero no de ella ni de lo que la motivó a hacer esto, solo de lo que nosotras necesitábamos. Su existencia aquí también era inalterable, porque después de haber desertado a su lugar en la existencia, esto era todo lo que tenía, todo lo que era. Esta montaña era todo para ella, y por eso la custodiaba a como de lugar.
También había sido ella quién ayudó a Halley en el pasado, la que la ayudó a encontrar paz nuevamente. La escuché decir que esto no es una tierra desolada, que también hay vida más allá de este templo y las mazmorras, pero que lamentablemente nosotras no podemos pasar. Anima también se disculpó por nuestras almas dolidas, diciendo que le hubiera encantado ayudarnos a encontrar la paz absoluta. Pero esa era la cosa con este lugar: el porcentaje de seres que podían entrar era casi inexistente, Halley era la única humana en un historial de eones enteros que había podido pasar y vivir aquí, y sin embargo no lo había visto todo.
¿Existiría acaso un ser lo suficientemente puro en todo el universo como para ser admitido de lleno en este dominio sagrado? ¿O ningún ojo ajeno vería jamás todo lo que el Monte Alma tenía para ofrecer?
Anima me miró con expectación.
—¿Tienes la prenda, Zafirito?
Victoria se rió entre dientes. Que ni se le ocurra llamarme Zafirito frente a Tony o Clint porque sino no me la voy a acabar nunca, pensé con irritación.
Rebusqué en el traje y le extendí el duro collar de bronce.
—Nunca se lo quitaba —le expliqué atropelladamente—. Fue lo único que quedó en Titán cuando... Bueno, ya sabe.
Anima examinó el pedazo de joyería con ojos fascinados.
—Es el collar de Makenna —murmuró con una nota musical en la voz—. Makenna está aquí, en esencia, al menos. Harper Volkova lo usaba para mantener activa la conexión entre ambas.
Controlé el sentimiento de dolor y, en vez de echar a correr, avancé dos pasos.
—¿Cómo haremos esto?
La mujer de ojos negros alteró su expresión apacible y se volvió seria cuando respondió:
—Usaremos el collar para atraer su alma, pero hay que tomar en cuenta una serie de cosas antes de hacerlo. Revivir a alguien es un rompimiento de la ley natural de la existencia, así que si queremos evitar la parte en la que nos condenamos por jugar con fuerzas superiores, no podemos cometer errores. Hay un hálito vital que se encuentra en todos los seres vivos, pero este mismo se divide en tres para equilibrar la vida: alma, espíritu y psique. Necesitamos el alma para traerla a la vida, porque es lo vital. El psique es la consciencia y es la característica esencial del ser; finalmente, por encima del alma y el psique se encontraría el espíritu como el principio inmaterial y sobrenatural que nos pone en contacto con las realidades superiores: nos permite el conocimiento de los valores morales, la sabiduría como comprensión, y la experiencia de lo trascendente o divino.
No entendí mucho, pero bueno. Solo capté lo básico: Alma, vida. Espíritu, esencia. Psique, conciencia.
Victoria alzó las cejas.
—Si nos falta uno, Harper estará en problemas.
—Y graves —Anima se apresuró a recordar, pero luego se llevó una mano a la barbilla y empezó a pensar concentradamente—. Así que esto es lo que haremos... ¿Cuál es la más fuerte de las dos?
Vitoria me palmeó la espalda.
—Esta belleza.
—Tan linda —le torcí los ojos.
—¡Maravilloso! —aplaudió la marfileña—. Eso significa que Zafiro mantendrá las puertas abiertas y Victoria tendrá que contener la explosión.
Le saqué la lengua a mi hermana mayor.
—Ja, toma.
La castaña me miró con cara de pocos amigos.
Anima volvió a aplaudir, pero esta vez un remolino helado abatió el interior del templo. Sorprendentemente, las llamaradas de las antorchas ni siquiera se inmutaron ante la ventisca.
Ella señaló un oblicuo en forma de pentágono que estaba sobre una larga repisa de mármol también blanco y clavó los ojos en Victoria.
—Ese es el Animarium —indicó—. Mientras Zafiro mantiene abierto el Caedes, que son las puertas de abajo, tú debes jalar con todas tus fuerzas, ¿de acuerdo? Vas a recibir una descarga de pura energía que equivale a un rayo de sol ardiendo. Y tú —me señaló—, esas son toneladas enteras. Ninguna se tambalee o la otra lo lamentará. Yo sostendré el collar para que el alma de Harper lo encuentre, el resto vendrá solo. Tienen que hacerlo juntas, solo así podrán igualar la energía que usaba Althea para mantener eso abierto y en movimiento.
Como charla motivacional fue un asco, prefería las de Steve, sin lugar a dudas.
—¿Vi? —la llamé en voz baja.
Ella me tomó la mano.
—Lo haremos juntas.
Mentiría si dijera que su presencia no me hacía sentir mejor, porque sí lo hacía. No experimente ninguna clase de alivio, pero me obligué a recordarme que esto era lo que buscábamos, lo que teníamos que hacer. Ahora sólo me faltaba esperar que Harper volviera completamente bien.
Ambas asentimos y nos pusimos en marcha.
Victoria desenfundó el resplandeciente lazo dorado que colgaba de su cintura y lo amarró alrededor del Animarium, colocándose ella a varios metros de distancia cuando tuviera que jalar. Yo me posicioné debajo de ese estanque, con las manos en cada extremo de las columnas como me dijo Anima que lo hiciera.
Así esperamos que transcurrieran los últimos segundos, hasta que Anima Mea dijo:
—¡Ahora!
Cuando el collar se alzó en el cielo y Victoria jaló el Animarium, fue cuando comprendo por qué dijo que las puertas pesaban toneladas enteras. Un relámpago blanco se estrelló en el interior del templo de manera estruendosa, haciendo que Victoria tuviera que ejercer más fuerza. El Animarium se estaba defendiendo contra su agarre. Y las puertas a mis costados se encogieron tanto que, cuando empecé a empujar, me dio la impresión de que mis brazos temblaran. Nunca, en toda mi vida, había intentado retener algo tan pesado con mis manos. Ni de cerca. Este peso hacia que los kilos de autos e incluso de camiones pareciera un suave roce del viento. Seguro que, si alguna vez lo hubiera intentado, hubiera podido alzar un Quinjet y jamás iba a ser tan pesado como esto. Pero, en realidad, ¿cuándo había medido mi capacidad para soportar pedo? Nunca, yo solo asumía que podía.
Bueno, pues, aquí no estaba muy segura de poder.
El sonidito usual que solía emitir Victoria llegó hasta mis oídos cansados. Ella estaba jalando, y además de eso, también recibía los estallidos de energía que lanzaba el Animarium en protesta a la toma que le hacían. Empujé con más fuerzas, no podía dejarla sola. Paladeé el sabor de la sangre en mi boca, pero no sabía de dónde provenía. Cerré los ojos y empujé otra vez las columnas que se achicaban más y más, tratando de proteger la súbita brecha que se había abierto en el estanque de almas.
Tenía los músculos en tensión cuando empezaron a flaquearme las piernas y un alarido proveniente de los labios de mi hermana me llegó. Actué sin pensarlo, en reacción instintiva ante ese llamado, y la adrenalina me cubrió en una oleada de fuerza. Presioné con todo lo que tenía el par de columnas, y entonces lo escuché:
—Ya casi... Ya casi...
El esfuerzo me hizo resoplar con furia. Solo tenía que aguantar un poco más... Me aferré al agarre que ejercían mis manos en el mármol viviente y experimenté el serpenteo del brazalete en mi muñeca. Ahora no.
Siseé con frustración y apreté los dientes. Aún con los ojos cerrados, noté algo vagamente familiar: una chispa de corriente que me quemó la sangre y se arremolinó en la punta de mis dedos, recubriéndolos como si fueran una tela eléctrica lista para relampaguear. Todo cambió en apenas un segundo. Ya había experimentado esto antes, en la cueva Norn, después en Olympia, luego de manera involuntaria, cuando perdí el brazalete... Era yo. Las chispas se agitaban y reaccionaban a lo que yo sentía, por eso eran más perceptibles en momentos de alta tensión. Y si aparecían, servían para algo, ¿no? Las dejé salir. Dejé que la corriente, que usualmente dejaba fuera canalizada por la serpiente, se deslizara por mis venas y también por mi piel, y me di cuenta de que solo aplicaban más fuerza y resistencia a lo que yo hacía, como si fuéramos uno solo.
Di un último empujón, y todo se tambaleó.
Un estallido explotó a mis espaldas y me sacó volando con demasiado ímpetu, estrellando mi espalda contra la columna mármol y dejándome caer al suelo. Victoria también salió disparada en otra dirección, pero ella aterrizó encima de una docena de antorchas encendidas y barrió con todas las reliquias que adornaban el templo.
La cabeza me dio vueltas por un minuto completo en el que no entendí qué estaba sucediendo, pero cuando se me ocurrió apoyar los antebrazos del suelo para mirar entre mi pelo escurrido, me impresioné.
El estallido de energía blanca había adoptado un color negro intenso que se redobló sobre sí mismo como si tuviera vida propia. Anima retrocedió paso por paso, alejándose del destello, y Victoria comenzó a incorporarse en el suelo con las facciones descompuestas por el asombro. Había un torbellino de brisa envolviendo el templo que apenas nos dejaba enfocar lo que estaba sucediendo, y mientras más soplaba el viento, más intranquilo se volvía el brazalete. Las chispas de mis dedos también se impacientaron. ¿Querían que los usara? El torbellino se torció alrededor de la energía oscura y no la dejó avanzar, en una desigual ida y vuelta de tira y encoge.
Oh.
Adolorida como estaba por el esfuerzo, puse una rodilla contra el suelo y le di total libertad al brazalete de desenroscarse. Luego, presioné la punta de la serpiente contra el fino piso lustrado casi de espejo y el viento se redobló a su alrededor, como si estuviera succionándolo. La energía por fin fue libre.
La bruma negra relampagueó, se agitó, cambió de forma y se encogió alrededor de una silueta que, poco a poco, empezó a descender. Todo explotó de nuevo y nos vimos rodeadas por un cegador chisporroteo de luz.
Fue tanto que tuve que cubrirme los ojos con el brazo para no quedar ciega, y también tuve que aguardar unos segundos para que esto pasara por completo. Lentamente fui sacando el brazo mis ojos y tragué saliva, estupefacta.
Harper me miró con el ceño fruncido y los labios apretados en una fina línea recta.
Tambaleante y temblorosa, fui poniéndome de pie ante su insondable mirada. Se me revolución el estómago de solo ver el collar guindando de su cuello.
—¿Harper? —susurró.
Ella negó de forma arisca. Era Makenna.
—No puedo dejarla salir, tuve que dormirla. Está asustada, Zafiro —me contestó. El tono de su voz amarga me hizo estremecer—. No sabe quién es.
Perdí el equilibrio.
—¿Qué?
—Oh, no —se lamentó Anima con horror—. ¡No regresó el psique con ella!
Mi mano voló hasta mi boca. Harper no sabía quién era.
—Tenemos que regresar —gimoteó Victoria, dando una larga zancada hacia nosotras—. Tenemos que traer su psique, aún tenemos...
Anima negó.
—El reloj está llegando a su fin.
—Necesita a Strange —dictaminó Makenna.
Se me erizó el vello de la piel, y no fue exactamente por las palabras de Makenna o por la sensación helada que venía del templo.
Cuidadosamente y haciendo un movimiento demasiado lento, Victoria y yo volvimos la cara hacia la entrada del templo. Percibimos al mismo tiempo una alteración en el ambiente que nos puso los pelos de punta.
—El campo —musité—. ¡El campo de Bacchus! ¡Hay que cerrar el campo! ¡Crystal está tomando el collar ahora mismo!
Makenna abrió los ojos como platos.
—¿¡Despertaron a Bacchus!?
Entonces, a su vez, Victoria casi se cae.
—No regresamos a tiempo —murmuró con voz ahogada.
Y allí lo comprendí.
Makenna solo alcanzó a hacer un débil movimiento de manos cuando, de pronto, un vasto rugido atemorizante cruzó el Monte Alma por completo e hizo que la tierra temblara.
El equipo había vuelto del viaje en el tiempo. Las gemas estaban en el complejo. Bacchus había despertado.
Victoria y yo también tuvimos el mismo pensamiento en ese momento. Cuando el rugido hizo eco de tal manera que todo empezó a temblar, echamos a correr con todas nuestras fuerzas hacia afuera y saltamos las escaleras en un santiamén para poder llegar hasta donde habíamos dejado a nuestros hijos. El Monte Alma se volvió la víctima de un terremoto devastador que empezó a acabar con todo a su paso, y eso solo lo había ocasionado el simple rugido de la bestia. No había hecho más, solo había abierto la boca para gruñir, y todo se estaba cayendo.
No reparé en qué era de Makenna o de Anima, mi cabeza solo procesó algo: Edward. Eso fue lo que me hizo correr a una velocidad nunca antes probada, lo que me ayudó a saltar por encima de los escombros que caían y lo que me hizo aterrizar sin caerme cuando lo vi. Estaba cubriendo a Grant y a Eyra con sus brazos, trataba de protegerlos, justo como me había prometido.
Entonces, en esa milésima de segundo casi eterna, cuando todo temblaba y el rugido aún no llegaba a su fin, la grieta que cubría la mazmorra de la bestia partió la pared a la mitad y una poderosa descarga de energía roja y ardiente arrasó con todo a su paso. El cuerpo de Crystal salió volando como si fuera de goma, y aterrizó dolorosamente sobre la tierra que se dividía, a unos metros de nosotras. Amethyst también salió disparada en una dirección más alejada, a la vez que yo caía frente a los niños y me preparaba para recibir el impacto de la descarga. Con suma rapidez me moví y tomé a la Crystal desorientada de la mano, porque semejante golpe la dejó aturdida, y la arrastré hasta sentarla junto a mí.
La descarga se alzó más y más en el aire, y se aproximó hacia nosotras. Cerré los ojos mientras me aseguraba que todos quedaran detrás de mi espalda...
... pero no sucedió nada. Victoria aterrizó frente al estallido de energía, con los brazos cruzados, y pudo repeler todo el impacto con sus brazaletes. La energía se dobló ante ella, absorbida por el metal que resguarda sus antebrazos, y la redujo a una simple progresión de humo caliente a su alrededor. Luego, ella se enderezó, miró más allá de la cortina de humo negro, dejó escapar un agudo grito de guerra entre los dientes, y presionó los brazaletes unos con otros, ocasionando que una onda expansiva de luz caliente estallara en dirección a la bestia.
Mi corazón palpitó con virulencia cuando me giré hacia atrás y vi algo espantoso. Mi respiración se quebró por completo cuando vi la mancha de sangre oscura que abarcaba todo el estómago de Edward... y sus ojos estaban cerrados.
—No... no... —jadeé, y esto hizo atrajera al niño hasta mi pecho y lo acunara con fuerza—. ¡No! —me desesperé y me temblaron las manos mientras intentaba tocar su muñeca, buscar su pulso, sentirlo respirar contra mi cuello. Los ojos se me nublaron y no pude hacer nada bien—: Por favor no —lloriqueé. Edward tosió, pero el dolor en mi pecho no disminuyó un ápice—. Lo siento, lo siento, lo siento. Es mi culpa. Lo siento. Voy a sacarte de aquí, te lo prometo, voy a sacarte de aquí...
Alguien me puso la mano en el hombro.
—Tenemos que irnos ya —bisbiseó Crystal.
Con Edward entrelazado a mi pecho, me levanté de un tirón. Me encontré con que ambas también tenían a Grant y a Eyra amarrados a ellas con fuerza.
Crystal respiró hondo.
—Déjame... —comenzó, y estiró su mano derecha hacia el estómago de Edward. Los ojos le brillaron con fuerza, entre un color que oscilaba entre el plateado y el azul, y una tenue ráfaga azul esmeralda se enredó entre sus dedos y después aterrizó sobre la sangre—. Eso es. Solo está dormido —me aseguró con seguridad.
Yo asentí frenéticamente.
—Gracias —articulé sin voz.
—Vayan, ahora —ordenó Amethyst, aterrizando delante de nosotras. Detrás de ella flanquearon Anima y Makenna—. Nada podrá ponerlo a dormir de nuevo, menos ahora que Thanos también llegó. Bacchus se ha desvanecido en busca de la energía de las gemas, y tiene el collar consigo. Y Nemea está con Thanos, ella lo ha llamado. Tienen que ir ahora mismo.
Sentí cómo se me fue yendo poco a poco el color de la cara.
Crystal negó.
—No pode...
—Yo los protegeré —anunció Anima—. Ni siquiera Bacchus puede entrar al resto de los dominios sagrados, pero ellos sí. Los mantendré a salvo, y ustedes pueden venir por ellos cuando la batalla haya llegado a su fin.
Makenna asintió de acuerdo.
—Las enviaré de regreso, sellaré la mazmorra de Bacchus y las alcanzaré —nos aseguró.
—Esta es la última pelea —dijo Amethyst, y de pronto una ola de tristeza azotó sus ojos. Cuando nos miró a cada una, la sombra del dolor la invadió y no pudo ocultarlo—. El destino se escribió, ahora ustedes tienen que luchar. Este es el juego final.
Me aferré con mis extremidades tremulosas al cuerpo de mi hijo y gemí, adolorida. No quería dejarlo, pero tenía que hacerlo... Esto era lo que había aguardado, ¿no? La última pelea. El momento justo antes de colgar la armadura y descansar por completo.
Era el juego final.
***
N/A: penúltimo capítulo...
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