60 ━━━ Not good.
BEVERLY BLACKWELL
—¿Por qué yo me tengo que quedar si Edward puede ir? —me pregunta Morgan en voz bajita, pegando la mano de mi cuello.
No la estaba mirando, pues ella estaba recostada sobre mi pecho y tenía la cabeza escondida en mi cuello al tiempo que yo le sobaba suavemente la espalda en el sillón de la sala de estar, pero sabía que su ceño se había fruncido.
Que había juntado tanto las cejas en un ademán de protesta y que sus labios también se habían torcido, y que, seguramente, estaba esbozando una mueca marca Tony Stark cuando las cosas no le salían como él quería.
No necesitaba verla para saberlo, la conocía como la palma de mi mano, y así como sabía que ese hecho le molestaba, lo que realmente no quería era quedarse sola mañana.
—Porque mamá y papá tienen que trabajar, y Ed nos va a ayudar a hacerlo —contesté en el mismo tono de voz, sin dejar de acariciarla—. Tú te quedas con Happy y le harás mucho caso, ¿verdad?
Ella emitió un sonido que osciló entre lo pensativo y la queja.
—Bueno, ¿pero podemos comer una hamburguesa?
Me echo a reír entre dientes.
—Sí podemos —concedí. Pasé las manos por debajo de ella y me impulsé hacia arriba para levantarnos a las dos y dejar la sala.
Morgan medio sacó la cabeza de mi cuello, solo para poner su cara contra mi mejilla y empezar a jugar con mi cabello desde atrás. La puse sobre el mesón de la cocina y me incliné hacia ella con una sonrisa.
—No podemos decirle a papá o a Ed que comimos hamburguesas, ¿de acuerdo?
La niña de cabello castaño oscuro asintió con entusiasmo.
—Será nuestro secreto, mami —y me extendió la mano para que yo cerrara el trato.
Sabía lo que veía; sus ojos, los ojos de Tony. Su sonrisa, la sonrisa de Tony. Todo era de él, exceptuando por un pequeño detalle que solía pasar muy desapercibido: su mirada, eso era mío, estaba completamente segura de ello. Esos grandes ojos marrones eran de su padre, pero la manera en la que veía era mía. Quizás no era tan llamativo ni perceptible ante la vista de los demás, pero yo sí me daba cuenta, y me hacía sentir algo muy bonito en el pecho. Tanto Morgan como Edward irradiaban una energía que los asemejaba directamente con Tony, pero ellos miraban de la misma forma en la que yo lo hacía, para mí eso era más que suficiente.
Acepté su apretón de manos y también le besé la cabeza.
—Nuestro secreto —reiteré.
—Me gustan tus ojitos —me puso ambas manos en las mejillas—. Y te amo muchito.
—¿Muchito?
—Muchito. Ahora dame mi hamburguesa, por favor.
Mis labios se rindieron ante una sonrisa completamente derretida por su comentario y atiné a hacerle cosquillas, solo para darle lo que quería un momento más tarde.
Me gustaba y no me gustaba la manera en la que había crecido Morgan. Me gustaba porque, a diferencia de su hermano, ella había nacido en paz, sin complicaciones, sin miedo. No me gustaba porque, al mismo tiempo, había nacido en un universo manchado de sangre inocente. Todo lo que habían visto sus ojos era lo que había quedado tras el debacle en el que nos puso Thanos, esa era la única realidad que conocía. Y cuando me detenía a pensar en eso, cuando consideraba las complicaciones de la súbita paz, el pecho me ardía como si algo hirviendo estuviera arremolinándose encima de él. Todo era tan diferente que apenas podía hacerme a la idea de que en verdad estaba pasando.
Antes yo solía decir que las personas como nosotros no tenían finales felices, y quizás no estaba tan equivocada después de todo. Pero yo era afortunada, muchísimo, entonces, ¿por qué aún así mi ganancia sabía a derrota?, porque una victoria jamás lo será a costa de alguien más. Esa era la razón por la que eso jamás podrá sentirse completamente bien, y de la manera en la que yo lo veía, el sacrificio era inevitable. Yo no quería perder, pero también quería recuperar lo perdido, ¿y qué tanto tenía que pagar por eso?
Toda mi vida había sido un vórtice de preguntas sin respuesta y dolor crudo que nunca se detuvieron pero, en algún punto, dejé de pensar en las respuestas y empecé a dejarlas ser con todo lo demás. Había cometido errores y mi principio jamás esperó vislumbrar este final, ni de lejos, ni en mis sueños más locos, ni en mis pesadillas más horrendas. Me habían construido desde cero y para ser algo, pero esto era completamente distinto. No era lo que Nadine hizo conmigo, mucho menos las marcas que me dejó Vladimir. Tampoco era lo que mis abuelos quisieron, y nunca me adapté realmente a lo que Althea esperaba de mí. Traté de hacer lo mejor que pude en todas y cada una de esas situaciones, pero todas parecían representar a una persona ajena a mí. Eran pedazos de mí misma que se amoldaban a ellos y que trabajaban en función de lo que requerían, pero no era yo entera, eran solo piezas. Ahora lo veía.
Debajo de las cicatrices, del dolor, de la esperanza y del agradecimiento, había mucho más. Habían pedazos entrelazados que formaban a una persona muchísimo mejor de lo que ellos, individualmente, querían que fuera. Y yo no era esa persona gracias a alguien más, lo era porque poco a poco y con muchos tropiezos, yo misma fui capaz de unir esos pedazos rotos que estaban esparcidos por todos lados y apuntaban en todas las direcciones sin ningún tipo de sincronía. Me costó lágrimas y también casi toda la fuerza que tenía, pero lo hice. Y por ese hecho pude hacer algo más con mi vida. Por ese hecho tenía algo a lo que aferrarme, un motivo por el cual dar una última pelea antes de guindar la armadura por completo.
Pero incluso aunque las piezas estaban unidas, había una que no terminaba de encajar: el miedo. Esa pieza bailoteaba encima de las demás y resplandecía con malicia ahora mismo. Solo era capaz de ahuyentarla cuando estaba con Tony, pero sabía que eso no estaba bien. Tenía que ser capaz de alejarla por mí misma, y aún no había encontrado la manera de hacerlo. Me lo debía y se lo debía. Pero, de nuevo, quizás solo estaba echándole más cabeza de lo necesario porque estaba asustada, y muchísimo.
Me aterró hasta lo imposible ver el reloj de la cocina y caer en cuenta de que el día había llegado a su fin en su totalidad, que tan pronto los rayos del sol se asomaran de nuevo la espera habría llegado a su fin, dónde finalmente la muerte y todos sus amigos se encontrarían de nuevo.
Yo no quería seguir perdiendo, porque este era mi triunfo más grande. La única cosa que hice por mí misma y sin la intervención de alguien más esperando que lo lograra. Solo necesitaba que terminara de sentirse como una ganancia, nada más. No podía perder nada de esto, por ningún motivo, cueste lo que cueste. Daría lo que fuera por asegurar eso.
Después de comer llevé a Morgan a su habitación y me quedé con ella hasta que se durmió. Pasé por el cuarto de Edward y este se encontraba rendido contra la cama, así que me salí tan rápido como entré. Seguí vagando un rato más por la casa, en busca de Tony, pero no lo hallé en sus sitios habituales.
Entonces se me ocurrió bajar al garage, pues intuí que quizás se encontró haciendo ajustes, reparaciones, o simple verificación de los trajes de mañana. Habíamos regresado a casa por esta noche, pero muy temprano debíamos estar de vuelta en el complejo. Eso nos tenía a todos ansiosos.
Lo vi inclinado sobre la mesa y me percaté de que estaba hablando, así que me quedé a escuchar. Me recosté del umbral de la entrada y le presté atención.
—Todos quieren un final feliz, ¿no?, pero a veces las cosas no salen así. Tal vez esta vez sí. Espero que... si ven esto, sea celebrando. Espero que haya familias reunidas, que todo se haya recuperado y hayamos restaurado el planeta a su versión normal. Si es que alguna vez fue normal. Ay, este mundo... Universo. Si me hubieran dicho hace diez años que no estamos solos, y no solo eso, sino que fue a tal magnitud... No me habría sorprendido pero, ¡por favor! ¿Quién lo sabía? Las fuerzas épicas de la luz y la oscuridad se han enfrentado y para bien o para mal, esa es la realidad en la que Edward y Morgan tienen que aprender a vivir. Así que decidí grabar un pequeño saludo, en caso de una muerte prematura de mi parte. Digo, no es que haya un buen momento para morir... Pero esto del viaje en el tiempo y excursiones a la montaña que se llevarán a cabo mañana me hacen dudar de nuestra posibilidad de sobrevivir y, esa es la cosa. Eso es lo que hace un héroe, ¿no? Parte del viaje es su final. ¡Para qué me preocupo! Todo va a salir exactamente como debe ser. Los amo 3000.
Si no me hubiera llevado una mano a la boca, u jadeo de lo más doloroso hubiese hecho eco entre mis labios. Mi estado de ánimo fluctuó al instante, se redobló sin precedentes y estalló con la mayor de las agonías en toda mi sangre.
Eso era, ¿verdad? Uno —sino éramos los dos, no iba a regresar a casa mañana. Él lo sabía y yo lo intuía, por eso me sentía así, por eso el miedo no se iba, por eso no sabía a ganancia. Habíamos llegado al final del largo camino que habíamos trazado y todas las apuestas apuntaban a... No, en realidad, nunca habían apuntado hacia otro lado.
Me ardieron mucho los ojos, y como si hubiera podido atisbar mi respiración impensadamente acelerada, Tony se giró y me encontró mirándolo con cara de pánico.
—Hey, ¿cuánto llevas de pie ahí? —quiso saber con el ceño fruncido.
Yo sacudí la cabeza, esperando que con esa acción también pudiera sacudir la sensación de vacío.
Por eso me recuperé tan rápido que él no pudo advertirlo, eché los hombros hacia atrás y sonreí de buena gana, avanzando lentamente hacia él. Crucé la distancia en un tiempo récord que seguro lo alarmó.
—Acabo de llegar —respondí, poniendo ambas manos sobre su pecho y levantando la cabeza para verle los ojos—. ¿Estás ocupado? —cuestioné en voz bajita.
Tony negó y se estiró para besarme la frente. Sentí su mano derecha caer en mi cintura, aferrándose con fuerza a ese lugar.
—¿Para ti? Nunca.
Por una vez, mi corazón no se aceleró. Permaneció quieto, adolorido e impasible. Todo lo que pude hacer fue apretar los labios y trabar los dientes con muchísima fuerza para no echarme a llorar, pues no estaba segura de cuánto iba a resistir así. Tendí los brazos alrededor de su cuello y puse mi cabeza contra su pecho. Empecé a contar los latidos de su corazón, uno, dos, tres, cuatro...
—¿Muñeca? —me llamó de nuevo, con un tono de voz suave y bajo. Al no obtener respuesta alguna se abrazó a mí y agachó más su cabeza hasta que sus labios tocaron la piel de mi hombro desnudo—. ¿Hay algo que me quieras decir, muñeca?
Asentí contra su pecho.
—Que te amo —susurré—. Que nunca te he agradecido lo suficiente por todo lo que has hecho por nosotros, por mí. Desde que nos conocimos me has cuidado, has velado por mi bienestar, has ayudado a levantarme cuando me caigo y no me has dejado sola. Has tomado decisiones estúpidas, es verdad, pero lo hiciste porque querías protegerme. No estoy muy segura de haber podido lograr todo esto sin ti, porque nunca me dejaste caer. Y me prometiste que no me ibas a dejar sola —saqué el rostro y lo encaré. Un espantoso nudo se instaló en el fondo de mi garganta y se me nublaron los ojos por el océano de lágrimas que tanto luché por retener. Me tembló el labio inferior al encontrarme con su mirada—. Dijiste que no me ibas a dejar. Lo prometiste —recalcé, y la voz se me quebró en la última palabra.
Tony subió su mano izquierda y la puso contra mi mejilla, pero no alteró su expresión serena.
—Tú puedes vivir sin mí porque, ¿quién es la fuerte de los dos? Eres tú, siempre has sido tú —murmuró.
Di un cabezazo y comencé a llorar.
—Pero no quiero —protesté en un hilo de voz—. Que pueda hacerlo no significa que quiera y yo no quiero. No quiero, no quiero, no lo quiero.
—¿Y qué sucedería si pasa de la otra manera? —preguntó lentamente, pasando los dedos por mi frente y llevando con su movimiento todos los mechones de pelo que caían ahí.
Sentí que perdí el equilibrio, y de no ser porque Tony me sostenía, me habría caído redonda al suelo. Abrí la boca en busca de aire cuando me sentí ahogada, pero mi cabeza comenzó a realizar un agudo movimiento imperceptible de un lado a otro, negándome a la perspectiva que ahora me ponía en las manos.
Ni trabajando a toda potencia mi cerebro era capaz de idear un escenario que cumpliera con las especificaciones que Tony me estaba otorgando. No podía imaginarlo muriendo, dejándome sola, y tampoco me podía imaginar a mí muriendo y dejándolo solo. Era como intentar escalar infructuosamente, cayendo en cada probada. Estas emociones eran mucho más intensas cualquier otras que hubiera experimentado en el pasado y eso me atormentó, porque se sentía mal.
Muy cuidadosamente, de una manera que casi ni se notó, llevé mi mano hasta su cara y presioné allí. Tuve que tragar saliva ante la nueva percepción de las facciones de su rostro. Una vez, hace bastante, también me había asegurado de memorizar todos esos detalles que lo cubrían en caso de que algo malo sucediera, y en verdad había sucedido.
¿Y ahora también?
—¿Por qué tengo la sensación de que nos estamos despidiendo? —pregunté, y la voz me salió como un suspiro retenido.
Tony me tocó los labios.
—Beverly, tú y yo hemos estado haciendo esto lo suficiente como para saber que hay cosas que no podemos evitar —me contestó con una honestidad que hizo que mi corazón se rompiera en mil pedazos—. Si no lo aceptamos ahora, luego será mucho más difícil.
Me dolió porque era cierto, porque tenía razón, porque esa era la realidad por la que habíamos accedido a luchar y el precio que aceptamos pagar de ser necesario. Ese era el trato.
No hallé ninguna respuesta coherente a su contestación, así que solo hice lo que creí necesario. Volví a enredar los brazos alrededor de su cuello y me estiré hasta que mis labios atraparon los suyos.
Durante un buen rato no sucedió nada más, y con mucho esfuerzo fui dejando mi angustia, más no pude desprenderme de ella por completo. Es que ese era el problema: que así me resultaba casi imposible sentir cualquier tipo de emoción que me generara ansiedad, ¿pero qué pasaría cuando esto ya no fuera una opción? Cuando no exista este escape, esta seguridad, este sentido de pertenencia. Cuando todo eso se vaya, ¿qué va a quedar? Si es que se va, pensé mientras florecía una nueva sensación de calor en mi piel. Porque era una posibilidad, ¿no? Podía suceder como también podía que no.
Enredé mis dedos en su agrisado cabello y mi lengua presionó ligeramente contra su labio superior a la vez que sus manos bajaron los tirantes de la camisa por mis brazos con sumo cuidado, en un movimiento casi desesperante. Capté de inmediato la alteración de su humor, y luché por concentrarme en eso y no en la acción de que todo esto sabía a despedida, porque justo así es como se sentía... como si fuera una última vez.
Proferí un gemido bajo en la garganta y el sonido lo hizo estremecer, haciéndome notar que su piel tenía la misma sensibilidad que la mía. Mi cabeza terminó vencida hacia atrás cuando Tony empezó a dejar una serie de besos húmedos desde mi cuello hasta mi barbilla, solo para atrapar nuevamente mis labios entre los suyos. Empujé la tela del saco que llevaba puesto y después hice lo mismo con el suéter de color azul índigo, de igual manera que él comenzó a juguetear con el elástico de mis pantalones de chándal gris. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me puso frenética cuando el contacto de su mano fría presionó contra la piel de mi muslo izquierdo. Di un salto hacia atrás y pasé las manos por la piel de su pecho, únicamente para guiarlo hasta el sillón. Mi pecho subió y bajó de manera irregular, dando a entender que mi respiración había comenzado a alterarse, cuando yo misma me di a la tarea de deshacerme de la tela que me cubría entera.
Sus manos se deslizaron con suavidad alrededor de mis caderas, pero no fue sino hasta que su boca chocó contra la piel de mi abdomen que sentí un desgarrador corrientazo eléctrico que me erizó por completo. Cerré los ojos ante la sórdida sensación que generaba el camino de besos que pasó desde mi abdomen hasta mis pechos y también por toda mi clavícula, que acompañados por los movimientos rítmicos de sus dedos en otros espacios de mi piel me hizo soltar un sonoro suspiro.
—Tony...
—Está bien —murmuró y se levantó hasta acunar mi rostro entre sus manos—. Solo somos nosotros dos. Tú siempre serás mi muñeca... sin importar qué pase.
Junté mi frente con la suya.
—Siempre —convine.
Le di un leve empujoncito hacia atrás, asegurándole de hacer bien mis movimientos y no estar ejerciendo más fuerza de la necesaria, para subirme a horcajadas sobre él cuando cayó en el sillón.
Sus labios volvieron a atrapar los míos en un compás perfectamente sincronizado, ocasionando que mis caderas empezaran a moverse hacia atrás y hacia adelante en una reacción meramente involuntaria e instintiva. Volví a retorcer los dedos en su pelo y me levanté solo unos centímetros cuando capté el sonido inconfundible del botón dejar el hueco de la tela del pantalón. Sentí la tela desparramarse debajo de mis piernas y luego experimenté un ramalazo de fuego en mi espina dorsal cuando, sin ningún tipo de advertencia, la proporción empuja con fuerza y acaba ahondándose en lo más profundo de mi ser.
***
Cuando ya no quedaba más que esperar, ni siquiera pude quejarme de la manía homicida que tenía Tony de conducir como alma que lleva el diablo. Tampoco fui capaz de mirarle el rostro a mi hijo para asegurarme de que se encontraba tranquilo. Todo lo que pude hacer en esos segundos tan tortuosos fue mirar al frente, encarar la entrada del gran complejo de los Vengadores y tragar saliva con todas mis fuerzas mientras que mi corazón empezaba a palpitar a toda velocidad de puro pánico.
Me bajé del auto en silencio, y me dio la sensación de que me iba a desmayar cuando mis pies se encontraron con el suelo. Observé a Edward echar a andar sin reparar en nosotros, llamando a gritos a Steve, pero yo no pude moverme. Todo lo que mi mente procesaba eran los rostros de mis hijos y de Tony, una y otra vez, repitiéndolos en bucle para recordarme por qué estaba haciendo esto. También pensé en Harper y en Vera, en el sufrimiento de Victoria. En todos los que se fueron.
La mano de Tony se encontró con la mía y entrelazó nuestros dedos con firmeza.
—Llegó el día —musitó a mi lado.
Tomados de la mano y sin yo ser capaz de ocultar mi expresión de horror, le echamos un vistazo a todo el complejo.
Si, había llegado el día, y se sentía como estar a punto de poner "fin" en un libro muy extenso.
***
N/A: capítulo corto porque aquí es donde ustedes y yo nos preparamos emocionalmente para el desenlace 🥺
Un último momento Tonerly porque con la batalla que se avecina, no hay tiempo para estas cosas😔
Anduve respondiendo preguntas en Instagram (de hecho aún tengo un par sin responder) y me di cuenta de que en su mayoría todos tienen una teoría que si bien no está errada, tampoco es muy acertada. Y no sé si preocuparme o alegrarme porque no tienen ni idea de cómo va a terminar esto🥺👀☹️
Aquí es donde también me cae una super presión encima porque me da pánico no hacer las cosas bien y no darles el final que se esperan, el que se merecen 😔
Pero tenemos que seguir, uf💔
En fin...
Espacio para que me digas: ¿Qué ha sido lo que más te ha gustado de la historia? Ansío leer sus respuestas 🙌🏻💫
Tonys virtuales para todas 🖤
Ashly se despide xx
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