58 ━━━ I can't risk this.
BEVERLY BLACKWELL
El jueves por la mañana estaba acomodando la ropa en el clóset de Morgan —pues había perdido el sueño después del viajecito a Holanda—, cuando Edward entró a la habitación para decirme que le había dado a Thor mi mensaje.
—Ya le dije, mamá —me informó mientras se tiraba en el suelo, aprovechando la felpuda alfombra de color blanco que recibiría el espacio. Tenía los ojos pegados al celular—: Dijo que Eyra se bañó y luego refunfuñó algo como que también lo había obligado a bañarse a él.
Tomé en brazos la cesta de la ropa sucia y me volví para ver a mi hijo sin recibir un poco de su atención.
Suspiré.
—Muy bien, ¿quieres ayudarme a preparar el almuerzo? Y a llevar esta cesta lejos de aquí.
Edward soltó el celular y me miró desde el piso con ojos entrecerrados y expresión divertida.
Todavía tenía problemas para asimilar el cambio que había dado mi hijo. Estaba tan grande que cuando rememoraba el pasado me parecía imposible entrelazar a este Edward con el bebé amante de los peces que lloraba por estar con su papi dindo. Ahora, cada vez que hablaba con nosotros o hacía cualquier cosa, no quedaba mucho de ese niño. Había cambiado bastante, y aún así seguía siendo una de las tres cosas más bonitas que habían visto mis ojos. Aún era el niño que se me metía en la cama cuando trataba de ser fanfarrón frente a su hermana al ver una película de miedo, pero que después no soportaba. El mismo que pasaba todas las tardes con su papá únicamente para que este lo molestara con tonterías (Edward ponía cara de enfado pero en realidad le gustaba mucho que Tony le tocara los nervios). Podía pelear todos los días con Morgan por las tonterías más insignificantes, pero era él quien se quedaba con ella cuando algo le asustaba, el que la tomaba de la mano al caminar y el que le leía cuentos pensando que no nos dábamos cuenta.
—De acuerdo —se levantó—, puedo bendecirte con mi presencia hoy, mamá.
Abrí la boca e intenté tragarme la risotada cuando me pasó por un lado y ladeó la cabeza mientras me sonreía con una mueca que lo hizo lucir exactamente igual a Tony. Le di un golpecito en la espalda cuando me apresuré a seguirlo de cerca.
—Ay, lo siento —se quejó Edward. Uy, pensé que le había dado suavecito.
Le alboroté el cabello al salir de la habitación y empezar a bajar las escaleras. Le di a Edward la cesta para que la llevara al otro lado de la casa y me dirigí a la cocina, echándole una mirada al reloj que estaba encima de la ventana. Ya casi era hora del almuerzo, así que había que ponerse manos a la obra.
No fue sino hasta que me estiré en el mesón para tomar un bowl de la repisa más alta que reparé en lo vacía que estaba mi muñeca derecha. ¿A dónde demonios se había ido mi brazalete? Estaba segura de que lo tenía cuando estuvimos en Amsterdam la noche pasada, ¿y ahora cómo no se encontraba allí? Más aún: ¿cómo no lo sentí caerse? Bueno, pensé para mis adentros mientras continuaba con la labor de cocinar, siempre se regresa solo. No tenía que preocuparme mucho, regresaría a mi mano como siempre lo hacía.
Me pregunté cómo estarían yendo las cosas para Victoria y Crystal en Aetas y con la búsqueda de Amethyst. Si mis cuentas mentales no me fallaban, ya debían estar de regreso (si es que no habían vuelto ya), y quería pensar que era así y ningún inconveniente se había colado en el camino. No disfrutaba la espera pero tampoco tenía muchas opciones.
Además, entretanto esperaba, mi cabeza podía tratar de organizar mejor la situación. Y no quería ser adelantada a los hechos, especialmente por la racha intachable de desastres que solían las afirmaciones previas, pero tampoco podía obviar la chispa de esperanza que estaba en pleno avivamiento en mi interior. No cabía duda alguna de que yo era la más escéptica de todas cuando se hablaba de la profecía, y es que la veía tan irreal que me costaba demasiado hacerme a una idea concreta de que estaba sucediendo. Sin embargo, eso no significaba que no deseara una manera de detenerla antes de que llegara e hiciera estragos.
No podía arriesgar nada de lo que tenía, por ningún motivo. Cueste lo que cueste.
Estaba tan sumida en lo de la profecía y el viaje de Victoria que no me percaté que alguien estaba detrás de mí hasta que sentí un golpe en mi trasero.
—¡Oye! —chillé dando un respingo. Me había asustado tanto que el bowl de vidrio dio una vuelta en el aire y apenas pude atraparlo antes de que se estrellara contra el suelo y acabara hecho pedazos—. ¡Qué maleducado! —le puse mala cara.
Tony alzó las palmas.
—Fue él —señaló a Edward.
El niño se subió a uno de los bancos que rodeaban el mesón de la cocina y le torció los ojos.
—Qué maleducado —repitió al negar con la cabeza lentamente.
—Hey, no me vean así —fingió sufrir un escalofrío—. Con esos ojos azules tan fríos, ¡me estoy congelando! ¿Dónde está Morgan Harper Stark? Necesito un poco de apoyo por aquí —giró la cabeza mientras buscaba por toda la cocina.
Puse los ojos en blanco.
—Está afuera, lleva rato metida en la tienda —repuse con poca convicción, dándome cuenta de algo más. Fruncí el ceño y me volví lentamente hacia mi hijo mayor—: Igual que tú llevas mucho rato lejos del juego del demonio ese, ¿tienes fiebre?
—Papá dijo que si no dejaba de jugar se lo iba a regalar al vagabundo que recoge latas por aquí todos los domingos —murmuró y miró a Tony con mala cara.
El aludido abrió los brazos, recibiendo todo el crédito por esa táctica improvisada, así que me incliné hacia la derecha y le besé la mejilla.
—Gracias.
—Qué maleducados los dos —Edward volvió a quejarse mientras hacía un mohín.
—No te vas a morir por alejarte de eso un día, Edward Steven Stark —lo señalé, y después miré a Tony—. ¿Por qué no mejor van y sacan a Morgan de la tienda? El almuerzo estará listo en diez minutos.
Tony exhaló un suspiro y me besó la punta de la nariz.
—Pero por supuesto, mi muñeca preciosa, la más preciosa de todas, amor de mi...
—No te voy a decir nada hasta que Victoria no vuelva, Anthony.
Me dio un empujoncito y le hizo un ademán con la cabeza a Edward para que lo siguiera. Estaba llegando a la puerta de la cocina cuando lo escuché mascullar:
—Eres insoportable.
—Pero me amas.
—No te hace menos insoportable.
No reprimí la carcajada cuando estos dejaron la cocina.
Eran sentimientos extremadamente contradictorios. Por un lado, me resultaba inalcanzable experimentar cualquier tipo de mal mientras sabía que los tenía conmigo y todo lo que eso significaba, pero al mismo tiempo era eso lo que me orillaba a ser presa de un horrible pánico agudo que me quemaba las venas como si fuera ácido. La perspectiva deerder aunque fuera un porcentaje de esto que se había convertido en el núcleo entero de mi vida casi me hace sufrir un ataque de histeria, así que tuve que repetirme que todo estaba bien.
Traté de no pensarlo demasiado, no atormentarme con esas cosas, al menos no de momento. De cualquier manera iba a tener que prepararme para lo que se avecinaba, y tampoco podía dejar espacio a los descuidos. Apreté los labios y me aferré al mesón.
Mientras me encontraba así, analizando y sintiendo pena por mí misma, capté el sonido inconfundible de un auto derrapando en la distancia, y se acercaba a una velocidad moderada hasta la casa. Miré por la ventana, en el momento preciso en el que Tony se dirigía con Edward en brazos hacia la casa y con Edward detrás de él, solo para encontrarme también un par de autos bastante familiares estacionarse a unos metros de la entrada.
No me recuperé hasta que Tony entró a la sala con los niños y me miró con expresión incognoscible.
—Ed, lleva a tu hermana arriba, por favor —le pedí, a lo que el niño, sin comprender muy bien el brusco cambio de actitud, obedeció y empezó a subir de la mano de Morgan.
Tony me pasó una mano por la espalda.
—Supongo que podemos usar un poco de jugo de ciruela —murmuró entre dientes.
Seguro que íbamos a necesitar más que solo jugo.
***
No podía ni imaginarme cómo debía estarse sintiendo Tony de estar allá afuera con Steve, Natasha y Scott Lang. Mejor lo reformulaba: no podía ni imaginarme cómo estaría sintiéndose después de haber escuchado todo el relato atropellado de Lang acerca de cómo estuvo atrapado en el reino cuántico por todos estos cinco años y cómo salió de allí, sobreviviendo al chasquido y también a la brecha que vino con el. El pobre hombre tenía cara de que quería vomitar, y es que habían venido con una idea incomprensible que terminaba en una oración muy particular.
Viajar en el tiempo.
Y había una mujer junto a él que no tenía mejor apariencia. Era bajita, con el cabello color nuez corto hasta sus hombros y grandes ojos marrones cuya mirada viajaba cada tanto de Lang a Natasha y viceversa. Quise saber de dónde había salido, pero tenía que concentrarme en otras cosas. Porque claro que eso del viaje en el tiempo se escuchaba de las mil maravillas si lo comparamos con mi propia visita personal.
Saqué los ojos de la ventana —porque le estaba presentando demasiada atención al estado de Tony en lugar de al mío propio— y tuve que enfocar a las personas que estaban detrás de mí. Una a una, escudriñé los rostros de Victoria y Halley para después reparar en la mujer de cabello naranja flameante que me observaba con la cabeza ladeada.
Estas cosas no pasaban cuando iba a la universidad, en serio...
—Bien, la histeria no se me va a pasar más. Puedes empezar a hablar —le dije a Amethyst en un gemido—. Tienes todo el... Ah, que tú eres el tiempo. Dios, necesito un xanax.
—Empezaba a preguntarme a dónde se había ido el sentido del humor ácido de Althea —me sonrió—. Victoria solo tiene la petulancia.
Halley le palmeó la espalda con mucha fuerza y con una sonrisa demasiado exagerada.
—¿No es adorable?
—Halley... —le advirtió Victoria.
Tenía dos cosas claras. La primera era que Victoria y Crystal habían regresado sana y salvas de Aetas, la pelirroja había aterrizado otra vez en Nuevo Asgard mientras que la castaña emprendió camino hasta aquí. La segunda era que también habían logrado su cometido: habían traído a Amethyst consigo. La Diosa del Tiempo estaba en la sala de mi casa.
Pero no, porque sorprendente, eso tampoco era lo más cumbre de todo. Lo más cumbre de todo había sido lo primero que me dijo Victoria cuando atravesó el umbral de la puerta. No fue como una persona normal, no me saludó ni me preguntó qué tal había estado mi día, claro que no. Victoria cruzó la puerta y a regañadientes masculló un: «Esa es la mamá de Vera». La hija de... Nunca se le pasó por la cabeza decirme que a la persona justa de la que había salvado a Vera había sido de Amethyst. De la hermana de nuestra madre. Esa Amethyst. Y ahora así, sin un poquito de anestesia, me soltaba la verdad.
No me desmayaba nada más porque mi cerebro había aprendido a lidiar con el estrés hace mucho.
Me caí sobre el sillón.
—La mamá de Vera —repuse sin aliento. Todavía no acababa de salir de la impresión—. No puedo... Yo solo... Necesito saber algo: ¿qué nos asegura que no eres una psicótica como Cyrano o una loca como Althea? Si Victoria rescató a Vera fue...
Victoria inhaló profundamente.
—Sal del asombro y déjala hablar, Bevs.
—Oh, pues perdóname por no tener tu nivel de imperturbabilidad.
—No es sobre eso —increpó con la mirada feroz—, sino que si no organizas tus ideas vamos a perder el tiempo.
Honestamente, me dieron muchas ganas de decirle unas cuantas cosas a mi hermana, pero me contuve y apreté los dientes unos con otros para evitar un encontronazo innecesario. La parte más racional de mi cabeza me avisó que si me ponía a discutir con Victoria nada iba a acabar bien.
Me limité a dedicarle una mirada que no hizo nada por ocultar mi disgusto.
Halley también percibió la nota de tensión que se abrió paso entre nosotras y decidió aclararse la garganta para intervenir.
—¿Por qué mejor no nos sentamos todos? —sugirió, diligente—. Estoy segura de que la señora tiene muchas cosas que explicar, porque yo no he escuchado la historia y Bevs tampoco —acabó con una mueca—. Ella puede ayudarnos.
Me encogí ante esa idea.
—¿Y quiere ayudarnos?
Los brillantes ojos verdes de Amethyst resplandecieron con excitación, pues me estaba observando a mí directamente.
—No confías demasiado rápido, ¿verdad, Zafiro? —me preguntó en un tono de voz sedoso.
—No puedo —contesté—. Confiar significa esperanza y realmente no hay mucho de eso estos días. Además, tampoco soy capaz de concebir una razón por la que quieras ayudarnos desinteresadamente.
—Porque quiero a mi hija de vuelta.
Mi ceño se frunció por la manera en la que pronunció el vocablo, pero no fue eso precisamente lo que más empezó a calarme hondo. Aquello hizo sonar una progresión de campanas en mi cabeza.
Recordé un momento que se veía muy lejano, hace cinco años, cuando estábamos en la dona voladora que nos dirigía a Titán. Recordé el rostro asustado de Vera, su expresión descompuesta y el cómo estaba muy desorientada. Cuando me acerqué a preguntarle qué estaba pasando, ella me habló de la imagen de una mujer muy parecida a ella que le pedía perdón, y le decía que lo que iba a suceder era inevitable.
Sentí mi corazón quieto como si se hubiera detenido en su totalidad tras conectar esas piezas.
—Usted le pidió perdón, justo antes del chasquido —musité sin aliento. Mis palabras hicieron que Victoria volviera la cabeza con brusquedad hacia donde yo estaba, y también atisbé el matiz precavido que adoptó Halley—. Ella no sabía quién era y eso la tenía asustada, pero usted le dijo que no podíamos evitar que esto sucediera. Y lo que hacía era pedirle perdón.
Victoria destrabó los dientes:
—¿Qué?
Pero Amethyst solo asintió con calma.
—¿Por qué le advirtió? —quise saber. Mis facciones debieron haberse torcido hasta denotar una mueca de clara confusión, porque Amethyst se inclinó hacia adelante y me evaluó con la mirada, como si buscara algo en mi rostro.
Entonces, con cautela, caminó hasta donde yo estaba sentada y me puso la mano en la mejilla. Me estremecí como si me hubiera dado un corrientazo, pues la sensación de electricidad que colisionó con mi sangre fue impresionante. Al mismo tiempo, sentí algo apretarme la muñeca derecha con mucha fuerza. El brazalete había regresado.
Así sin más me dio la impresión de que el tiempo se hubiera paralizado, pero se trataba de algo más. Amethyst me estaba mostrando algo.
Todo lo que veía al principio eran líneas; telas hiladas entre sí hasta formar un tumulto rojo carmesí que enlazaba todos esos hilos. Luego, esto cambió y comencé a percibir una sucesión de imágenes veloces que cambiaban demasiado pronto, apenas era capaz de distinguirlas. Estuve desorientada por un largo minuto hasta que fui capaz de captar el sentido de las imágenes: armaban un rompecabezas. Lo vi todo desde el principio, el nacimiento de Vera, Victoria llevándosela de Aetas, Amethyst encadenada y lo que me pareció la primera visión de Vera. Todo eso hasta llegar al chasquido, dónde la niña se me escurría entre los brazos hecha polvo. Me dieron ganas de llorar cuando vi eso.
—Ella no me la quitó, yo se la di —comentó Amethyst con una voz tranquila y baja—. Yo fui la que puso esas ideas en su cabeza para que invadiera Aetas, porque no podía dejar que Urian la asesinara. Victoria podrá tener un montón de pecados en su alma, pero llevarse a Vera no es uno de ellos. Lo que hizo después...
—Suficiente —masculló la castaña, a la defensiva—. Estamos aquí para hablar de la profecía.
La lancé una ojeada suspicaz a Victoria. Bueno pero, ¿qué demonios pasaba con ella? Estaba comenzando a irritarme, así que tomé una gran bocanada de aire para relajar mis nervios.
—Scott Lang dijo algo acerca de viajes en el tiempo, al mejor estilo de Volver al futuro —comentó Halley, interrumpiendo para tratar de apaciguar el ambiente—, pero si usted es la Diosa del Tiempo, ¿no puede hacer un hechizo o algo así, doña?
Amethyst se alejó de mí y se giró hacia la rubia.
—Ojalá las cosas fueran tan fáciles, mi querida. Yo no puedo violar mis propios principios, pero eso no significa que distraídamente los dejé pasar a ustedes.
—¿Quiere que hagan el viaje en el tiempo? —pregunté yo, levantándome de nuevo.
La pelirroja se encogió de hombros.
—Si lo descubren no los voy a detener —replicó con sencillez.
—Y a eso se refiere con traer a su hija de vuelta —adiviné—. ¿Qué hay de lo nuestro? La profecía, ¿sabe cómo detenerla? ¿Volviendo en el tiempo también?
—Viajar en el tiempo no funciona así, Zafiro —contestó ella y me dirigió una mirada con el rostro tranquilo—. Ya descubrieron los dos primeros versos de la profecía, y yo puedo guiarlas al tercero, pero el último... El último no puedo decirlo.
Halley frunció el ceño.
—¿Por qué?
—He pasado siglos mirando este futuro que antes era lejano, adentrándome en un mar de posibilidades infinitas para buscar la adecuada que resuelva este conflicto. Si les digo cómo termina, todo cambiará e iremos a ciegas.
Halley y yo intercambiamos una mirada tensa, pero no pasó mucho hasta que regresamos al tema de interés.
—Dinos del tercer verso.
—Sus hijos —nos señaló a Victoria y a mí, simultáneamente—. Victoria representa la sabiduría, Crystal el poder y tú, Zafiro, eres la fuerza. Los hijos son la clave final porque solo de su mano pueden ingresar al Monte Alma para buscar el collar y destruirlo. Solo los primogénitos —recalcó en mi dirección.
El alivio y el dolor se mezclaron de manera muy extraña en mi corazón. Alivio porque Morgan estaba completamente a salvo, pero dolor por Edward... Tragué saliva sonoramente.
—Entonces es cierto —aventuré—. Bacchus está en la montaña y tiene el collar. Si lo destruimos, detenemos la profecía.
Amethyst negó con la cabeza.
—Si traen a todos de vuelta, necesitarán el collar para evitar que un nuevo chasquido resquebraje la línea de vida otra vez —nos explicó seriamente—. No se trata solo de destruirlo, se trata de usarlo como se debe. Cuando Thanos usó y destruyó las gemas, creó una grieta en la existencia del universo. Usar las gemas de nuevo terminará por romper la delgada hilera que aún resguarda el cosmos de malignidades. No creo que ninguna de ustedes esté enfocando la profecía en el ángulo correcto.
Victoria cruzó los brazos.
—¿De qué hablas?
—A que la ven como una maldición —respondió Amethyst—, como una enfermedad. Empiecen a verla como la cura.
—Si solo necesitan a los hijos para entrar a la montaña... —alargó Halley de manera sugestiva, esperando que la pelirroja completara sus palabras.
—... El verso que habla de ellos se cumple. Son solo un medio para un fin. Todo este tiempo se la han pasado cavilando sobre algo intrascendente, cuando al pedazo de la profecía al que deben prestarle atención es al último. Los principios y los finales son los que vienen marcados por la fatalidad.
El primer verso hablaba de Thanos ganando, lo que era algo definitivamente malo y que le costó la vida a la mitad de la vida del universo. Entonces, el segundo nos hablaba de la esperanza que nos otorgaba la diosa olvidada, y este venía conectado de manera muy meticulosa con el que hablaba de los descendientes. Al afirmarnos que nuestros hijos se libraban con facilidad, éramos capaces de sentir esperanzadas de nuevo.
Pero el último hablaba de las cenizas del universo y el alma de un héroe... ¿Y eso era algo fatal?
—Y es el mismo pedazo que no nos puedes explicar —murmuré.
Amethyst negó lentamente.
—Pero tampoco lo van a descifrar si se quedan esperando —alzó más la voz—. El destino se está asentando, ¿no lo ven? Nadine Volkova habló contigo, Zafiro. Victoria y Crystal fueron a buscarme a Aetas. Scott Lang ha regresado del reino cuántico. Todo se está hilando de la manera en la que se supone debe hacerlo, solo necesitamos ponernos en marcha. Mi hermana lo sabía, y no se habría dejado morir de no haber sabido que ustedes dos estarían aquí para acabar con el linaje maldito.
Dirigí mis ojos hacia el rostro intranquilo de Halley, pues Victoria se negaba a mirarnos por completo.
—¿Qué dices? —inquirí con la voz cargada de ansiedad. Halley me devolvió una sonrisa desganada.
—Digo que valdría la pena intentarlo, pero, ¿cómo lo hacemos?
—Primero hay que asegurarnos de que Crystal esté en las condiciones óptimas para empuñar el collar cuando lo consigamos, solo podemos confiar ella para hacerlo —Amethyst asintió mientras indicaba—. Y nos hace falta algo. Pueden entrar a la montaña de la mano de los hijos, pero aún así hay un campo aúrico que resguarda a Bacchus, y solo existe un ser en todo el universo capaz de romperlo: Makenna de Hiron.
Aquello disparó mi propia visión, y por primera vez fui capaz de comprender algo sin dar cabezazos de frustración. Yo sabía que Makenna no era ninguna entidad física, y también sabía lo mucho que le había costado a Harper asimilar el hecho de que ella era su puente y era la única persona en la faz del universo capaz de interiorizar a la primera bruja de su nación.
Eso le había costado la vida de una amiga y también el destierro de su hogar. Makenna había luchado a su lado porque Harper era la única que la sentía en su totalidad, con la única que podía hablar. Harper en verdad era su puente.
Y si Makenna era la única que podía romper el campo...
—¿De verdad? —bisbiseé sin poder creerlo.
Amethyst frunció los labios.
—Necesitamos revivir a Harper Volkova.
Tanto Halley como Victoria inclinaron la cabeza hacia un lado, y esta última frunció el ceño.
—Entonces vamos a hacerlo —decidió.
—No —discrepé de inmediato—. No voy a poner a Harper a sufrir de nuevo. No puedo hacerle eso. Traerla a la vida para qué, ¿para más pesares?
Victoria me fulminó con la mirada.
—Eso no lo sabes, Zafiro.
—Así como tú tampoco sabes que no será así —repuse entre dientes.
—No tenemos más opción, no seas necia —replicó ella con la mandíbula apretada—. Se nos está agotando el tiempo, no podemos seguir distraídas.
Sacudí la cabeza con rapidez.
—Esto me frustra de la misma manera que a ti, Victoria, pero no es igual que traer a todos los que se hicieron polvo. Harper murió por causas naturales, no fue ninguna muerte inducida, su corazón se detuvo antes del chasquido. Eso puede traerle consecuencias negativas a ella y me niego rotundamente a hacerlo.
Ella se me quedó viendo con suma fijeza. En ese momento, la pequeña chispa de tensión que se había estado condensando desde el principio estalló en medio, avivando las llamaradas de una repentina molestia.
—Si tenemos aunque sea una mínima posibilidad, no solo de librar la profecía, pero de traer a todos de vuelta —se defendió, magnificando las palabras de forma que sonaran fuertes y claras—. Tenemos que seguir luchando. Se lo debemos... a todo el mundo.
—No tienes ni idea con qué estamos lidiando y mucho menos si no desatará otra catástrofe. Yo no puedo arriesgarme, solo no puedo. Y tú tampoco deberías.
—No voy a seguir discutiendo esto. Vamos a traer a Harper de regreso, porque Crystal ya accedió también.
—Victoria, sé que quieres Vera de vuelta, pero...
—¡Es que no lo entiendes! —exclamó con desesperación—. No lo entiendes porque tus hijos están aquí, contigo, no los perdiste. Los ves todos los días.
Inhalé profundamente para tranquilizarme.
—No le estás dando a Grant ni siquiera un diez por ciento de la importancia que le das a esto. Perdiste a una hija, pero tienes a otro y parece que no te interesa en absoluto —dije.
Pasó tan rápido que no lo vi venir ni de cerca. Antes de que pudiera ser consciente de lo que sucedía, experimenté un golpe demoledor en el pecho que, de no ser por la columna de concreto a mis espaldas, seguro hacia que me diera un buen porrazo contra el suelo.
El impacto ocasionó que los cimientos se tambalearan y una de las ventanas de la sala rompiera su cristal, volviéndolo un montón de pedazos.
Victoria me miró completamente enfurecida, y sobraba decir que yo también me había enojado.
—No me vuelvas a tocar —mascullé entre dientes mientras me enderezaba.
Halley tragó saliva sonoramente.
—Chicas...
—A diferencia de ti —escupió Victoria en mi dirección—, no todos somos ignorantes. Que no entiendas todo lo que esta situación implica no es mi culpa.
—No voy a profanar la memoria de Harper simplemente porque tú no hayas sido capaz de lidiar con la culpa —bramé cuando la sangre empezó a calentarse en mis venas.
La castaña no alteró su expresión enojada.
—No te estoy poniendo a escoger.
—Como si fuera novedad —me reí secamente—. No siempre tienes la razón, señorita sagrada, discúlpame que te rompa la burbuja.
—¡Ya basta! —gritó Halley, dando una zancada hasta ponerse en medio de nosotras y colocando ambas manos en nuestros pechos para hacernos retroceder—. Lo digo en serio, ya no sigan. Fue suficiente.
La ignoramos por completo.
—Ya tomamos la decisión —repuso Victoria con el gesto pétreo.
Alcé la barbilla.
—No tengo ningún problema en patear tu sagrado trasero, hermana. No voy a dejar que te acerques a Harper solo para usarla como si fuera una cosa.
La puerta de la entrada se abrió de un portazo.
—¿Pero qué demonios está pasando aquí? —exigió Natasha, atravesando la sala como un remolino y posando sus obres verdes en nosotras.
Cuando me percaté de la presencia de Steve detrás de Victoria, empezando a jalarla hacia atrás, fue cuando también me di cuenta que Tony me estaba sosteniendo.
Esto no había acabado bien, justo como predije. Bien que yo igual podía ver el futuro.
***
Cuando cayó la noche me sentí mal, y no solamente porque había tenido una bochornosa e innecesaria discusión con Victoria que bien pudo haberse arreglado sin que la temperatura subiera de esa manera, sino porque no podía dejar de pensar en el motivo detrás de la pelea.
Todo lo que había en mi cabeza era una vorágine en la que resplandecía con muchísima intensidad el rostro de Harper, de mi monstruito. Sentí ganas de llorar mientras me la imaginaba. También podía ver el rostro de Vera, incluso se me pasó por la mente Peter Parker y hasta mis abuelos, todos anexados a la etérea posibilidad de traerlos de vuelta. Todas estas ideas se mezclaban con saña y solo me hacían sentir peor, pues no sabía qué hacer.
Me moví despacio mientras arreglaba innecesariamente las cortinas de la habitación de Edward, pues mi hijo ya estaba listo para irse a la cama. Minutos antes había acostado a Morgan, así que este era mi último paseo del día antes de meterme yo también entre las sábanas.
—Mamá, las cortinas están perfectas —me dijo Edward, ya enrollado en la cama. Dejé de tocar la tela y me desplacé hasta el interruptor, apagando la luz. De este modo, la habitación solo quedó iluminada por la lámpara de su mesa de noche. Me acerqué hasta él y me senté en el borde, quitando el mechón de cabello que le caía sobre la frente—. ¿Por qué pelearon la tia Victoria y tú? —preguntó de repente—. Morgan quiere saber.
Me reí en voz baja y le besé la frente.
—Por supuesto que es Morgan la que quiere saber.
—A Morgan también le gusta cuando te ríes y no estás enojada —me tocó la mejilla delicadamente—. Dice que eres muy bonita.
—¿En serio?
—Sí —asintió—. Pero Morgan quiere ser como papá, y papá es genial, pero tú eres mejor. Tú eres la más fuerte de todas.
Todas las ganas de llorar me barrieron entera. Los ojos me ardieron y tuve que hacer muchísimo esfuerzo para no largarme a chillar encima de él.
Con cuidado, recorrí su rostro con mis dedos y me aseguré de que mi sonrisa no se volviera un sollozo.
—El peor día de mi vida fue cuando pensé que te había perdido —le confesé en voz bajita, como un suspiro—. Todo ha resultado tan sencillo con tu hermana, pero cuando te tuve a ti... Tú solo eras un bebé muy diminuto, y ya enfrentabas peligros. Ojalá hubiera podido darte toda la calma que tuvo Morgan. Ustedes dos son lo mejor de mi vida, lo que yo más amo. La única cosa sin la que no puedo vivir.
Edward me sonrió.
—¿Qué hay de papá?
—Papá es la segunda.
—Papá dice que él te ama más, pero eso no es cierto —murmuró con un mohín—. Tú eres el amor de mi vida.
Yo seguí luchando contra las lágrimas, tanto que no pude hacer nada más que inclinarme hacia él y plantarle un beso en la frente mientras apretaba los ojos con todas mis fuerzas.
No quería que Edward viera la agonía que mostraba mi rostro.
—Siempre te voy a mantener a salvo, te lo juro —sorbí por la nariz y me separé—. Ahora vete a dormir. Ni se te ocurra encender ese televisor otra vez, y si escucho la voz de Bart Simpson a lo lejos yo misma le doy la consola al vagabundo —lo señalé, pero después le sonreí—. Buenas noches, niño pez.
—Buenas noches, mami linda.
Con una creciente sonrisa en mi rostro, cerré la puerta de su habitación y salí.
Todo estaba particularmente callado cuando volví a bajar las escaleras, y aunque hice todo mi esfuerzo para no mirar la repisa llena de fotografías de Harper, Vera y Peter... pero no pude hacerlo.
Un dolor lacerante se arraigó en mi pecho.
Pensé que había sido horrible discutir con Victoria de esa manera, después, cuando se fue, pensé que había resultado espantoso decirle a Tony acerca de la profecía. Claro estaba que se encontraba en mejores condiciones que yo cuando me enteré; al menos ahora sabíamos que Edward estaba relativamente a salvo y que su presencia en ella era muy insustancial. Pero eso no lo hizo más bonito. Incluso aunque Tony se portó de lo más comprensivo y no me recriminó nada por no decírselo antes, yo aún no me sentía bien.
Sin embargo, nada de eso se comparó en absoluto a lo que sentí cada vez que veía la foto de Harper y Vera. Apenas era capaz de imaginarme cómo se sentía Victoria ante la idea de regresar a Vera, porque, honestamente, yo no estaba muy segura de cómo estaría de haberme encontrado en su posición. Yo las quería a ambas de vuelta con la mayor de las intensidades, pero no sabía qué repercusiones podía tener el regreso de una con la otra. No quería arriesgar nada de lo que tenía pero también quería recuperar lo perdido.
Me puse una mano en el pecho y me alejé lentamente de la repisa. Prácticamente me arrastré hasta el sofá que estaba cerca de la cocina, adyacente a la biblioteca. Me dejé caer con mucha pesadez.
Arrugué el entrecejo al percatarme que en la mesa frente a la biblioteca había una serie de hologramas armados. No entendí nada y tampoco me molesté en comprenderlo.
—No es una competencia, pero ella me ama 3000 —comentó Tony, llegando hasta donde yo estaba. Jugueteó con una paleta de helado entre los labios—. Tú no pasaste de los 500.
Alcé una ceja.
—¿Ah, sí? Pues él dijo que yo era el amor de su vida. Tú no pasaste de ser el papá más genial.
Tony me torció los ojos, pero rápidamente volvió la vista hacia la mesa.
—¿Es una pijama nueva esa que tienes ahí? —me preguntó de manera distraída.
—Eh, no —suspiré—. Es la misma que me arranca...
Él se giró de sopetón hacia mí y habló demasiado rápido cuando dijo:
—Yo ya lo resolví —se sacó la paleta de los labios—. ¿Tú lo pensaste?
—¿Qué tenía que pensar?
—El viaje en el tiempo, revivir a Harper.
Mis facciones tuvieron que haberse descompuesto demasiado para que Tony diera una zancada hacia el sofá y se me sentara al lado, tratando de sostenerme.
—¿En serio crees que podamos ayudar así? —le pregunté en un jadeo roto, un sonido ahogado.
Tony entrelazó nuestros dedos.
—No si no lo hacemos. Si paramos ahora...
—¿Pero eso sería lo correcto? —le susurré—. Nosotros... Nosotros hemos pasado demasiado, ¿verdad? Y por primera vez en mucho tiempo, las cosas no se confabularon para hacernos más miserables. Somos de los muy pocos que fueron afortunados, casi lo tenemos todo, pero eso tampoco se siente bien. Yo sé que tú no quieres parar.
El interpelado negó levemente y me sonrió de manera imperceptible.
—¿Y tú? ¿Estás dispuesta a participar en todo esto de traer a Harper de regreso a la vida? —acunó mi rostro—. Porque creo que tú la tienes más difícil que yo.
Agaché la mirada.
—No quiero hacer nada que comprometa todo lo que fue Harper, nada que pueda destruir todo esto o ponga más cosas en riesgo. Pero tampoco quiero quedarme de brazos cruzados, o ignorar la profecía ahora que sé que no habla de Edward... No quiero darle la espalda a Victoria, porque sé lo mucho que quiere a Vera de regreso. Yo solo quiero dejar de luchar, una vez y para siempre.
—Podemos detenerlo —me repitió—. Puedes olvidar todo lo que te dijo Amethyst y yo puedo tomar esto y lanzarlo al fondo del lago. Podemos ir a dormir y pretender que nada de esto está pasando.
Me mordí el labio inferior.
—Pero ambos sabemos que eso no nos va a dejar dormir tranquilos. Jamás lo hará —musité.
—Si tenemos que luchar, lo haremos juntos, lo sabes —me recordó—. Estamos juntos en esto.
—Y en todo.
***
N/A: bienvenidos oficialmente a eg💥
se nos armó una mini civil war 2.0 entre las hermanitas divinas 😂, ¿del lado de quién estás y por qué? quiero leer este pequeño debate👀
este capítulo ameritaba ser así de largo y tbh me gustó el resultado final (más me valía porque pasé casi doce horas escribiéndolo), y también funge como la continuación del que vimos ayer en disturbia lsksks
ya entramos en los eventos de la película, así que the end is near 😔
bevs y edward tuvieron un momento bonito pero con morgan también va a tener uno i promise 💘
pero en fin, ya no jodo más que esto quedó larguísimo uwu nos leemos prontito, los amo🥰🥰🥰🌈🌈🌈
Tonys virtuales para todas 🖤
Ashly se despide xx
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