57 ━━━ Go ahead.


BEVERLY BLACKWELL


—¿Algo que quieras decirme?

—Sí —Thor se levanta y echa un vistazo por encima de mi cabeza—. ¿Sabes preparar Daiquiris?

Alzo las cejas pero no suelto mis brazos, que se encuentran apretados contra mi pecho, mientras me recuesto más del umbral de esa desordenada cabaña en Nuevo Asgard. El desaliñado rubio se rasca la barba, pero me mira con expectación.

Me armo de paciencia.

—Algo que no esté relacionado con el licor —añado con voz suave. No puedo perder los nervios con él, menos en este estado.

—Stark dice que eres buena cocinera. ¿Sabes preparar pizzaburguesas?

—¿Pizzaburguesas?

—Sí, ya sabes —se entusiasma y me toma de la mano, dirigiéndose hacia la pequeña cocina—. Es una pizza y una hamburguesa, las dos en una. ¿Sabes prepararlo? Vamos, será mi regalo de cumpleaños adelantado.

Ladeo la cabeza y me le quedo mirando cuando una sensación ácida se acrecienta en mi sistema. Me digo a mí misma que debo ser muy paciente, y que debo tantear este terreno con la mayor de las delicadezas. Después de todo, para eso he recorrido todo el camino completo desde Nueva York hasta Nuevo Asgard, solo para poder comprobar por mí misma cómo está la situación.

Crystal cree que si yo logro hablar con él, aunque sea por un instante, tal vez él ceda un poco en toda esta angustiante situación. Porque ella también necesita ayuda, pero al menos Tony se encarga de esa área en específico. Él lidia con Crystal, a mí me toca con Thor. ¿Y quién podía pensarlo? Si al principio éramos él y yo quiénes más problemas tenían, los que más se estaban ahogando... Aprieto los dientes.

—Fortachón, ven acá —lo detengo al poner una mano sobre su pecho, haciendo que deba parar sus eufóricos movimientos. Thor arruga las cejas y me lanza una mirada turbada—. Quiero que hables conmigo —le pido en voz baja.

Thor sacude la cabeza.

—Estoy hablando contigo.

—Thor... —suelto una bocanada de aire pesada. Levanto la mirada porque él sigue siendo muchísimo más alto de lo que yo soy, y pongo mi mano contra su rostro—. Cada vez que lloré y te necesité, tú estuviste ahí. No me dejaste sola cuando hubo la oportunidad. ¿Me dejarías hacer lo mismo por ti? ¿Devolvérte lo mucho que me ayudaste? —Thor intenta desviar la mirada, pero lo sostengo para que no lo haga y prosigo—: Sé que no te sientes bien, y también sé que no quieres agobiar a Crystal. Por estoy aquí. Tony la está ayudando a ella, pero tú tienes que dejarme ayudarte a ti.

El rubio aprieta los labios en una línea muy fina y se estremece notoriamente. Empieza a sacudir la cabeza frenéticamente, pero después de un segundo ya no lo soporta. Se derrumba donde está y pone la cabeza sobre mi hombro, echándose a llorar. 




—¿Sabes lo que hice ayer? —le preguntó Halley a Tony con una sonrisa maliciosa—. No, no lo sabes, y nunca lo sabrás porque no te lo voy a decir.

Natasha rodó los ojos.

—Ha estado viendo un montón películas de mafiosos.

—Concéntrense —pidió Steve, con las manos arraigadas al cinturón de su pantalón—. No sabemos a dónde vamos.

Halley se encogió de hombros y se estiró más encima de los asientos del Quinjet.

—Yo sí. Y Tasha también.

—De acuerdo, Halley, ¿puedes ser un poco más específica? Le has estado dando vueltas al asunto desde que dejamos el complejo.

Halley echó la cabeza hacia atrás y resopló.

—A alguien no le agradan las sorpresas...

—No —chistó el rubio—. Me gusta conocer qué vamos a hacer. Ustedes ni siquiera han soltado prenda respecto a nada, ninguna de las cuatro. ¿Por qué tienen que buscar a Amethyst? ¿Qué estamos haciendo en Ámsterdam?

Tony volvió la mirada, sacándola de los controles del Quinjet brevemente.

—No saben lo mucho que odio decir esto, pero Pinocho tiene razón.

Me mordí el labio inferior para no reírme cuando vi la expresión lívida y descolorida de Steve ante las palabras de Tony. La sonrisa de Halley se extendió de oreja a oreja cuando buscó los ojos de Victoria, pues la castaña estaba particularmente callada en el lado más alejado de la nave.

Había sido un movimiento arriesgado meterlos a los dos en un Quinjet por tantas horas, pero Halley había insistido diciendo que era mejor si llevábamos refuerzos al sitio al que nos estaba dirigiendo —sitio del que no teníamos idea alguna, pues a la rubia le estaba gustando esto de los misterios. Ni siquiera dejaba que Natasha nos dijera algo, pues la pelirroja estaba completamente al tanto de a dónde nos dirigíamos y con quién íbamos a tratar de averiguar el paradero de Amethyst.

—Tenemos que hablar, todos —recalcó Victoria al cabo de un minuto, recobrando la atención hacia nosotros—, pero primero tenemos que hacer esto. Una vez sepamos dónde está Amethyst y yo pueda hablar con ella, van a saberlo todo. Lo prometo. ¿Pueden confiar en nosotras?

Natasha torció la boca.

—Nos están llevando a ciegas. Yo sé a dónde vamos y no termino de comprender por qué quieren ir ahí.

—Son nuestro refuerzo —intervine yo, tratando de parecer despreocupada aunque el corazón me estuviera bombeando a toda velocidad.

—Y justo a eso me refiero —replicó Steve, negando lentamente con la cabeza—. ¿En qué se están metiendo que no puedan lidiar ustedes solas con eso y nos necesitan de refuerzo?

Tony bufó.

—No falta mucho para saber, porque ya llegamos —avisó con la voz tensa—. Aterrizamos en cinco.

Automáticamente Steve se enderezó y lo vi apretar la mandíbula. No pude evitar preguntarme si esa manía de Victoria de hacer lo mismo la había aprendido de él, o si había sido al revés. Aunque supongo que después de tanto tiempo, era bastante inevitable que no adoptaran las posturas del otro. Estaba segura de que yo misma había empezado a tomar actitudes propias de Tony y no mías, pero la convivencia diaria hacía eso, no había cómo pararlo.

Crystal, que había permanecido en silencio desde hacía bastante rato, se levantó de uno de los asientos y se dirigió hasta quedar detrás de Tony, echando un vistazo a través de los vidrios del Quinjet justo cuando este comenzó a descender de a poco.

—Hay muchas luces —comentó con voz asombrada.

Natasha se puso de pie y Halley imitó su acción, justo cuando Victoria llegó a mi lado.

—Oye, Nat —la llamó Halley—. ¿A quién crees que...

—A Beverly —la interrumpió la aludida sin voltearse a mirarla siquiera.

La rubia hizo la cabeza hacia un lado y me escaneó de arriba abajo con detenimiento. Yo dudé en mi lugar, sin entender qué hacía mirándome de esa manera, y me confundí mucho más cuando dio un paso hacia mí y se dedicó a verme el trasero.

Luego hizo un mohín de aprobación y se volvió hacia Natasha.

—Tienes razón, ella tiene la chispa.

—Te lo dije —replicó Natasha.

—Demonios —masculló Tony al girarse hacia Halley con gesto incrédulo—. ¿Me vas a quitar esta también?

Halley se encogió de hombros.

—Me gustan las pelirrojas —y le guiñó un ojo a Crystal.

Natasha negó con la cabeza y le puso una mano en la cara a la rubia para hacerla retroceder.

—Deja tus monsergas, Halley. Vas a asustar a Tony y a Crystal.

La rubia se echó a reír y recuperó la postura relajada. Yo miré a Victoria como buscando una explicación, pero mi hermana se limitó a hacerme un ademán con la mano para restarle importancia.

—Esto es lo que haremos —comenzó Halley de nuevo, esta vez adoptando un semblante más profesional que otra cosa—. Victoria y Crystal tomen los laterales del local, cada una en un lado. Ustedes tres —señaló a Natasha, Steve y Tony— se quedan aquí en caso de que se presente algo. Y la muñeca viene conmigo, ella es nuestro pasaje seguro.

Le puse mala cara.

—¿Qué vas a hacer conmigo, Halley?

—Nada ilegal —se encogió de hombros—. Ahora, andando antes de que Steve me apuñale por robar su puesto de dar las órdenes.

Halley me tomó de la mano y me sacó dando trancazos del Quinjet incluso antes de que pudiera siquiera compartir una mirada con Tony. Es más, ni siquiera los dejó hablar u oponerse a su improvisado plan.

Mantuve la frente en alto cuando comenzamos a alejarnos de la nave, aunque seguía sin entender realmente qué se traía Halley entre manos. Y me desconcerté muchísimo más el sonido de una música escandalosa inundó mis oídos.

—¿Me quieres decir cómo un club nocturno que apesta a marihuana nos llevará con Amethyst? —quise saber sin dejar de caminar.

—Este no es un club nocturno normal —repuso Halley cuando llegamos a una puerta de metal negra, blindada, que era resguardada por una mujer de piel morena, expresión feroz y ajustado atuendo de cuero negro. Esta clavó los ojos en Halley, pero la rubia solamente la saludó con un movimiento de cabeza leve y desganado. La portera se hizo a un lado para que nosotras entraramos, pero nunca reparó en mí—. Si buscas a alguien especial en la tierra o fuera de ella, definitivamente tienes que hablar con Damon Asher. ¿Sabías que después de las guerras, soldados Asgardianos y Olympianos permanecieron voluntariamente aquí? Han convivido con los humanos por siglos y milenios enteros. Brujos desertores de Hiron, hechiceros que decidieron dejar el ala de Kamar-Taj, seres de otros planetas que, por algún motivo, disfrutan estar en este lugar, todos vienen aquí. Este es su... refugio —enfatizó—. Asher suele darle custodia a fugitivos, ayuda a establecer a los forasteros o simplemente disfruta de darles un lugar a las personas como él.

Cuando la gran puerta detrás de la negra se abrió, yo miré maravillada hacia arriba.

Una gama de colores intensos relumbró de manera potente sobre nuestras cabezas, con un grueso vaho de humo que nos golpeó de frente al tiempo que la música aumentó en volumen, pero eso no fue lo realmente sorprendente. Lo único capaz de quitarme el aliento fue la cantidad de personas que abarrotaban el interior del establecimiento. Hice un recuento rápido, y mi cabeza solo logró atisbar de forma vaga a unas doscientas personas. ¿Y me había dicho que todas esas doscientas... no eran humanos? ¿Y cómo era posible que una cosa así existiera en la tierra y nadie lo hubiera notado jamás? ¿Cómo pasaba desapercibida semejante edificación de este tamaño?

—¿Nick Fury alguna vez supo de esto? —inquirí con las cejas alzadas.

Halley negó.

—Ni siquiera Victoria sabe de qué va esto. Damon tie... tenía —se corrigió— a alguien que lo ayudaba a pasar desapercibido. Natasha y yo lo descubrimos por andar husmeando, no porque él nos hubiera contado. Hemos mantenido el secreto desde entonces. Al lado está la Iglesia a la Devoción de Asgard. Empezaron a adorar a los Dioses Nórdicos cuando Thor apareció en Nuevo México hace años.

Apenas podía ordenar las ideas en mi mente. Es que aquello era tan, ¡sorprendente! ¡Y nadie sabía nada de esto! Permanecía oculto entre la penumbra mientras que en su interior se desarrollaba un carnaval de cosas imposibles.

Vi muchas apariencias y vestimentas extrañas mientras que Halley se desenvolvía como pez en el agua, chocando puños con uno que otro inquilino. Incluso charló un minuto seguido con otros más, que le preguntaban dónde se había metido y por qué no había regresado. También escuché que le preguntaron por «la bonita» y por «Navah», a lo que Halley respondió que había pasado lo que imaginaban. Estas personas esbozaron una mueca de tristeza ante la respuesta de la rubia.

La hilera de gente nos guiaba por un largo y amplio pasillo cubierto de luces igual de brillantes que las que resplandecían en la entrada y en el exterior. Este daba hacia una escalera igual de estrafalaria, en la que lo que más resaltaba era la mujer morena sentada en el borde de ellas. Esta captó los movimientos de Halley de inmediato y comenzó a menear entre sus dedos una filosa daga de apariencia letal. Su postura ocasionó que la mía también se tensara, haciendo que el brazalete se pusiera inquieto en mi muñeca. Halley, por otro lado, parecía bastante tranquila cuando puso un pie sobre la escalera y se recargó sobre ella.

Con una sonrisa malvada se dirigió hacia la mujer y con voz cantarina la saludó:

—Hola, Zoella. ¿Me extrañaste?

La daga de la mujer voló por el aire un segundo, hasta que aterrizó de nuevo de forma grácil sobre la palma de su mano. Zoella se puso de pie lentamente con las facciones turbadas de forma fiera, mientras que chasqueaba la lengua sin despegar los ojos de Halley.

—Sabes que no te va a recibir, miserum —le siseó. El sonido de su voz me dio escalofríos, como si sus palabras estuvieran rematadas con cuchillos filosos—. Cobraste tu favor hace mucho tiempo, ¿para qué regresaste? Dudo que haya sido a pasar el tiempo.

—Ya sé. Solo dile que se asome —replicó Halley con sencillez.

Zoella entrecerró los ojos, pero después me observó. Se me quedó mirando por un segundo que se me hizo eterno, hasta que sus labios tironearon en una sonrisa socarrona y un poco petulante. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una risa.

—¿De verdad vas a tocarle esa fibra, Halley?

Halley asintió.

—Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.

—Es tu vida, miserum, nunca le has tenido aprecio —se encogió de hombros—. Ojalá que lo tome como un cumplido y no como una burla.

La morena se quedó pensativa un segundo, pero al final terminó por hundir los hombros y se hizo a un lado. Me puse un poco nerviosa pero me aseguré de mantener una expresión indiferente, a pesar de que no entendía nada de lo que estaban hablando y yo parecía ser objeto de algo.

Entonces comprendí la insistencia de Halley para traer refuerzos: porque nos había metido en la boca del lobo, literalmente. Me dio la impresión de que la rubia no estaba precisamente en buenos términos en ese lugar, y ella lo sabía, así que no estaba del todo segura de que su plan funcionara y por eso estaba advirtiendo los posibles finales de este escenario —que claro que acababan terminando todos en pelea. Y no solo eso, se trataba de una buena pelea, porque estábamos en medio de una concentración mística y milenaria, con soldados igual o más experimentados que nosotros juntos, sin contar la presencia de posibles portadores de dones mágicos y quién sabe qué tantas cosas más había en este club del diablo.

Gruñí ásperamente entre dientes. Yo en verdad no siempre estaba al tanto de las cosas, pero me hubiera encantado saber esto desde el principio. Ahora entendía mejor por qué este era un punto de partida para encontrar a Amethyst; se trataba del típico yo tengo un amigo que conoce a otro a amigo que conoce a... Hasta que das con lo que buscas.

—Pasa —Zoella señaló la gigantesca entrada dorada a sus espaldas—, pero lo que suceda es tu responsabilidad, miserum. Y salúdame a la pelirroja, extraño pelear con ella —concluyó con una sonrisa verdaderamente malvada. Vi en sus ojos que no estaba alardeando y tragué saliva.

Halley se carcajeó.

—No te va a dar la revancha.

Y entonces me hizo una seña con la cabeza para que caminara junto a ella. La morena ni siquiera se inmutó cuando le pasamos por un lado; más bien terminó de bajar las escaleras y se perdió entre el gentío.

Cruzamos juntas el espacio y después, con mucha familiaridad, Halley empujó la gran entrada dorada para dejar entrever una estancia de lo más inmaculada. Había un escritorio de cristal, con muchos objetos extraños y ostentosos sobre él, una sucesión de sillones de color negro intenso recubiertos de cojines dorados y, en la pared del lado norte, había una especie de cascada que resonaba con el sonido del agua cayendo en un estanque lleno de peces igual de interesantes que todo lo demás.

Sentado sobre la silla detrás del escritorio había un hombre de elegante traje color vino, cabello y barba negra, y un par de ojos igual de oscuros. Este tenía una mano sobre su barbilla mientras escudriñaba con mucho interés la llegada de Halley a su oficina.

—¿No te parece un poco tonto de tu parte venir aquí después de tanto tiempo? —preguntó con voz monótona—. Quedamos en que yo saldaba ni deuda contigo y tú me dejabas en paz, Halley Helena.

La rubia cruzó los brazos.

—Necesito un último favor.

—¿De verdad? —inquirió él con la voz cargada de sarcasmo.

El hombre, que alcancé a distinguir como Damon Asher a juzgar por los relatos de Halley, se levantó de inmediato.

Una expresión cansada relampagueó en sus facciones por una fracción de segundo, pero se recuperó con demasiada rapidez. Yo no me fiaba mucho, así que permanecí detrás de Halley mientras sentía cómo el brazalete serpenteaba de arriba abajo sin detenerse, tan intranquilo como yo.

—Tiene la misma esencia de la bonita —me señaló con la cabeza, y sus labios se torcieron hacia un lado en ademán de arrepentimiento.

Halley asintió.

—Tú y yo sabemos que no te resistes a ayudar a princesas en necesidad —le sonrió—. ¿Nos ayudarías, por favor?

Damon Asher bufó.

—No hay mucho qué ayudar cuando el cincuenta por ciento de todo se fue, Helena. Dime qué... O no, mejor deja que esta señorita me lo diga, tú todavía me caes mal —suspiró. Su mueca fatigada se desvaneció cuando cayó en mí, dedicándome el atisbo de una sonrisa gentil—. Dime, preciosa, ¿qué puedo hacer para ayudarte a ti? Me parece que eres fuerte, apestas a Olympia y veo un poco de... ¿corriente?, en tu sistema. ¿Corrientes naturales? Sí, creo que es eso. Es bastante raro, pero efectivo —viró la cabeza hacia Halley de nuevo—. ¿Por qué apesta a la novia del Capitán Rogers?

—Es la hermana menor.

—Con razón —se rió entre dientes—. Pero, vamos, que no te dé pena, cuéntamelo todo.

Yo vacilé con el ceño fruncido.

—Estamos buscando a Amethyst, ¿sabe algo de ella? Si se fue con el chasquido, o si aún sigue por aquí.

Él se estremeció, se apartó y se llevó una mano a la cabeza, pasándola por su cabello, como si tratara de ordenar en su cabeza lo que iba a contarnos.

—Mira esto, preciosa —me hizo una seña para que me acercara. Dudosa, di un paso hacia adelante y Halley me siguió muy de cerca. Damon Asher movió su mano derecha y frente a él se explayó una brillante bruma dorada que denotó una fina línea refulgente e inestable, con picos en desnivel y mínimas chispas salteantes de ella—. Cuando Thanos chasqueó los dedos, el universo entero entró en un desequilibrio otrora cósmico tan visible como palpable. La inestabilidad de la tierra, la alteración de los océanos, del clima, todo eso sucede aquí y vibra, repica, alrededor de todo el cosmos, creando una secuencia que nunca se detiene.

» Las gemas del infinito representaban un aspecto esencial de nuestra realidad, cuando estas desaparecieron, todo lo básico se vino abajo. El universo comenzó a quedar desprotegido mucho antes de que todo esto sucediera hace cinco años. Cuando murió Odín, la Hechicera Suprema, tu madre —inclinó su cabeza hacia mí—. Todas estas personalidades cumplían un rol fundamental en la existencia, y al desaparecer ellas y Thanos chasquear los dedos, caímos en una espiral irrefrenable de desastres. Ahora mismo solo hay una única fuerza en todo el universo que está tratando de equilibrar la balanza, pero es una carga demasiado fuerte para ella.

—Amethyst —susurré.

—El tiempo mismo —concedió Damon—. Sí sobrevivió, pero ha estado usando sus vagas energías para tratar de apaciguar la ola de descontrol en el universo. No puede dejar Aetas a menos que la saquen de allí.

Halley arrugó la frente.

—¿Y cómo llegamos a Aetas?

Damon Asher desvaneció la línea inestable de en medio de nosotros y nos observó con la mirada helada.

—Hay alguien que puede ayudarlas —dijo, pero su expresión se tornó oscura y bastante autocomplaciente—. Pero yo no recomendaría acercarme a Aetas. El desequilibrio también ha ocasionado que muchos prisioneros se liberen. El camino puede estar manchado de sangre.

Tenemos que ir, ¿puede terminar de contarnos? —insté con impaciencia.

Mis palabras hicieron que el hombre de grandes ojos oscuros posara su intensa mirada en mí, pero esta vez me miró de manera distinta a la que lo había hecho al principio. En sus ojos vi una chispa muy extraña, y acabé dando un respingo de lo más espantoso cuando Damon Asher colocó la palma de su mano contra mi rostro, evaluando mejor mis facciones.

Halley estaba muy alerta, así que dio un paso hacia adelante y le sostuvo la mano con fuerza mientras impedía que yo hiciera algo.

—Sin tocar —le advirtió, siseante y con la voz alterada.

Su mirada se deslizó ligeramente hacia la derecha, pero después volvió a mirarme a mí. Esta vez su boca se abrió con asombro, como si no creyera lo que estaba viendo. Durante un segundo le devolví la mirada y levanté la mano a medias, dejando que el metal del brazalete se deslizara por mi piel hasta la punta de mis dedos.

Damon Asher se separó cuando reparó en lo que sucedía en mi muñeca.

—Es que son los ojos —se excusó—. Tan azules como un zafiro. Tú sí que sabes tocar mis fibras personales, Helena, algún día me las vas a pagar.

Este ladeó la cabeza hacia mí, pero cuando trató de alzar la mano se la quité de un manotazo.

—Una foto le durará más. 

—Dile no a tus impulsos un minuto y sigue con la historia —Halley puso los ojos en blanco.

Me picaron las manos por darle un puñetazo a Halley por haberme arrastrado hasta aquí, pero supongo que no teníamos muchas opciones. ¿Pero por qué yo? Se hubiera traído a Victoria para que este loco le echara una ojeada. O a Steve, cualquiera menos yo. Pero ya estaba aquí, así que me aguantaría un poquito más antes de poderle reclamar a la rubia como se debía.

Ella y yo íbamos a cruzar unas palabritas más tarde por haberme usado como muñeca de exhibición, ¡y es que por eso me estaba viendo el trasero!

—Muy bien —Asher asintió—. Hay una vía que puede llevar a quienquiera que sea lo suficientemente valiente de atravesar ese campo minado, pero solo soporta a dos personas. Elijan sabiamente.

Halley y yo compartimos una mirada.

—Paso —dijimos al unísono.



***
N/A: si Halley y Bevs pasaron ya sabemos a quiénes les toca ir por Amethyst 😂

Also, probablemente recordarán a Damon Asher de la introducción de Bravado 👀 aquí hay un poco más de su backstory, pero allá conocerán mucho más de él y de su extraña relación con Halley y Natasha😂 aunque también está relacionado a Sage🥳

Vamos tan bien en este #10DayChallenge que ya me dio una crisis por lo rápido que terminará todo JAJAJAJA pero en fin

Se vienen cosas interesantes 👀💬

Por hoy no tengo nada más que decir. But muchas gracias por todo!!!! Amo leer sus comentarios, hacen mi día por completo hahaha. Los amo!!!!

Nos leemos 🥰

Tonys virtuales para todas 🖤


Ashly se despide xx

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