56 ━━━ You shouldn't be here.
BEVERLY BLACKWELL
Hoy es uno de esos días en los que todo me pesa, en los que el violento dolor que azota mi pecho no me deja respirar y no puedo dejar de llorar. Hoy ese día en el que la extraño más que nunca y todo lo que puedo que hacer es gritar y pedir que vuelva a mí, aunque sé que eso no va a suceder.
Así que mientras me aferro con todas mis fuerzas a la fotografía de Harper contra mi pecho y me dejo caer desde la pared hasta el frío piso de mármol, el sollozo que sale de mi garganta me nubla la racionalidad. En este preciso momento todo lo que puedo hacer es llorar.
Lloro porque la extraño, porque debí haber hecho algo para salvarla, porque se llevó una parte de mi corazón consigo. Lloro porque debí haberla valorado desde el primer momento en el que llegó a mi vida y jamás debí dudar de ella. Lloro porque ella siempre me miró y pensó que yo tenía todas las respuestas, siempre se recargó en mí para salir adelante... y yo la dejé morir. Yo la dejé morir.
—Vamos, muñeca, arriba, por favor —Tony me toma de los brazos y trata de levantarme con cuidado de no hacerme daño—. Sé que te duele, pero no puedes seguir así. Todo lo que has hecho desde... desde... —se estremece—. Todo lo que haces es llorar. Esto no es sano. Necesito que te levantes, por favor. Te lo pido.
—Yo la dejé morir —sollozo, negándome a soltar el cuadro por ningún motivo—. Yo los dejé a todos morir —murmuro y sacudo la cabeza frenéticamente. Esa es la verdad.
Mis dedos se enredaron en medio de su cabello agrisado mientras mis caderas empujaban hacia adelante y él presionaba algo sobre mi vientre. Sus labios dejaron los míos y se deslizaron encantadoramente por toda la piel de mi cuello, trazando todo el camino desde mi barbilla hasta ese lugar. Se me erizó todo cuando su cálido aliento chocó contra ella y sus manos acariciaron en un lacónico movimiento debajo del elástico de mi ropa interior. Solté su cabello un momento más tarde y paseé mis dedos por su espalda. Esto lo hizo estremecer. Volvió a buscar mis labios atropelladamente y los atrapó en un compás que empezó frenético pero terminó sincronizado.
Este era el tipo de situaciones en el que mi mente volaba y se olvidaba por completo de todo lo que había a su alrededor. Cuando estaba de esta manera nada me dolía, nada me atormentaba y nada era merecedor de mi atención. Yo lo llamaba el efecto Tony Stark, porque era cosa suya, evidentemente. Él aseguraba que era yo la que hacía eso, pero era pura condescendencia. Era él, y yo no me iba a quejar. Me hacía perder los sentidos por completo, así que no tenía que pensar demasiado si había tomado la decisión correcta hace tanto tiempo. Porque, ¿cuánto había pasado en realidad? ¿Ocho años? ¡Ocho años completos! Hace más de media década que este señor se había colado en mi vida.
Claro que ocho años no eran mucho comparados al siglo que tenían Steve y Victoria, o al milenio entero de Thor y Crystal, pero esto también era admirable. Porque si lo mirábamos en retrospectiva, nadie jamás habría apostado por esto al principio. Al menos yo no lo hubiera hecho. Pero una cosa llevó a la otra...
Yo era una ganadora en este aspecto de mi vida. Había ganado, no cabía lugar a dudas. Y eso que probablemente no me merecía este premio final, porque bastante que la había regado, pero aún así aquí estábamos. Aún así, por algún motivo desconocido, habíamos aguantado hasta aquí. Habían pasado ocho años y esto se sentía como si tan solo hubiesen sido ocho días nada más. Impresionante.
La cosa se puso seria el pedazo de tela que me cubría de la cintura salió volando por encima de mi cabeza. Pero no duró demasiado, la verdad, porque tocaron la puerta de la habitación. Tony resopló, exhausto, y escondió la cabeza en el hueco de mi cuello mientras yo me estiraba para aguzar el oído.
—¿Por qué está la puerta cerrada? —Edward refunfuñó—. ¡Mamá, la tía Victoria y la tía Halley están aquí! Y Morgan está tocando mis cosas, ¿puedes hacer algo?
—No estoy tocando nada —contestó Morgan con voz dulzona. Sí, definitivamente sí lo estaba tocando.
—¡La tienes en tus manos, pequeña comadreja!
Tomé al Tony del pelo y lo hice mirarme. Me dedicó una sonrisita inocentona.
—Hay que hacerlo sin nada, será divertido —imité su voz, haciendo un montón de muecas—: Ahí tienes tu divertido —señalé la puerta con la cabeza.
Tony se carcajeó.
—El primero es tu culpa y la segunda es completamente mía, ¿te parece?
Le di un leve empujón para sacármelo de encima.
—¡Papá! —gritó Edward a todo pulmón, sin dejar de golpear la puerta de la habitación.
—¡Mamá! —siguió Morgan a su vez, como un eco más chillón.
—Mamá tiene que cambiarse —repliqué en el mismo tono de voz, saliendo de la cama—. Bajaré en un minuto.
—¿Y dónde está papá?
Me volví para mirar al aludido, que solo se encogió de hombros.
—Afuera, con su hermano.
—Yo no voy a ir con Gerald —se apresuró a farfullar Morgan.
Edward guardó silencio por un minuto, pero entonces respondió:
—Yo tampoco, comadreja. Ven, vamos por una paleta.
Tony se echó a reír entre dientes.
—Soy el único miembro de esta familia que quiere a Gerald.
—Tal vez yo pudiera tener un poco aprecio hacia él si no destrozara mi jardín diariamente —le recordé mientras me adentraba en el lado izquierdo del clóset, que era la parte que me pertenecía. Empecé a rebuscar en el lado de los vestidos algo sencillo y sin mucho esfuerzo—. Además, está difícil que Morgan quiera a otro animal que no sea Gato. O que Edward quiera a algo más que no sea la consola del demonio esa.
Escuché cómo se deslizaba la puerta del baño, lo que me indicó que él había entrado a la ducha. Hice una mueca al no encontrar lo que estaba buscando. Este clóset era innecesariamente grande, siempre me demoraba más de lo previsto buscando algo. El reloj digital de la pared marcó las seis de la tarde con cuatro minutos.
Bueno, Victoria había regresado demasiado rápido de dondequiera que se encontrara. No la esperaba sino hasta mañana temprano, pero como siempre, me había sorprendido. Al final tomé de un tirón bastante brusco un vestido de andar de color vino y metí los pies en lo primero que encontré en la estantería de zapatos, justo a tiempo para escuchar la ducha abrirse.
Salí del clóset y crucé la habitación hasta llegar al baño, en donde me acerqué al lavabo.
—¿Por qué esas dos están viniendo con tanta frecuencia? —preguntó Tony por encima del sonido de la ducha. Vi su silueta a través de las puertas blanquecinas y después procedí a atarme el cabello en una coleta alta—: ¿Tienen un club de lectura ahora?
Rodé los ojos antes de comenzar a lavarme los dientes.
—Sí, discutimos bastante historias de fantasía.
—Voy a llevar a las comadrejas por un helado mientras ustedes están en su club de lectura —repuso—. Así despegamos a Edward de ese juego un rato.
—Me parece. ¿Traes la cena?
Se volvió a reír.
—Muy bien, muñeca embaucadora.
***
La risa de Morgan me hizo reír a mí también en consecuencia, especialmente después de haber dejado besos sonoros y graciosos en el hueco de su cuello. La tenía recostada sobre mi cadera y ya estaba toda vestida y lista para irse por su helado. Victoria estaba sentada sobre el sofá frente a la chimenea mientras que Edward y Grant le mostraban algo en una tableta con mucho entusiasmo; me pareció que era un juego nuevo, o algo así.
Escuché los pasos de Halley y Tony provenir de algún lugar hacia donde nos encontrábamos nosotras.
—... No lo sé, no vi el final —Halley puso los ojos en blanco—. Me dormí a la mitad, pero Tasha si la vio completa. No vuelvo a mirar películas que me recomiendes, estoy a esto —hizo un ademán con los dedos, demostrando algo mínimo—, de bloquearte de mis contactos.
Tony le puso cara de pocos amigos.
—No tienes ningún tipo de apreciación por el arte, Halley Helena.
—Tu arte me aburre.
—Aburrido —murmuró Morgan, sonriendo con gracia hacia su progenitor—. ¿Vamos por un helado, papá?
Al aludido se le iluminaron los ojos cuando la niña estiró los brazos en su dirección, para que este la tomara en lugar de mí y pudieran irse por su helado. Rápidamente me la sacó de encima y se la acomodó de la misma manera en la que la tenía yo, haciendo toda la presión en la cadera y con las piernas de Morgan envolviendo su cintura para sostenerse.
Los otros tres también se pusieron de pie. Grant ladeó la cabeza y examinó concentradamente a Halley, que estaba masticando unos maníes. Sabía que al pequeño rubio no le gustaban, así que aguardé por su queja silenciosa. Edward optó por hacer de las suyas y arrancarle la bolsa a la ojiazul de las manos.
—¡Oye, rata! —se quejó Halley, quitándole la bolsa de vuelta—. ¡Regrésamelo!
Edward pestañeó con una mueca falsa de inocencia.
—Pero, tía Halley, tú dices que debo compartir las cosas con mi hermanita, ¿por qué no compartes conmigo? Acaso...
—Sí, cállate —Halley interrumpió su alegato con impaciencia—. Termina de irte antes de que te mande volando —resopló, y entonces volvió el cuerpo hacia Tony para agregar en voz agotada—: Nunca te hizo falta una prueba de ADN, ¿verdad?
—Los genes Stark son demasiado fuertes, da miedo —convino Victoria.
—Muy bien —me enderecé—. Vayan por su helado y no vuelvan si no traen la cena con ustedes —señalé la puerta de la cocina.
Morgan arrugó la nariz.
—Yo le recuerdo, mamá.
—Así me gusta —me incliné para besarle la frente, y después hice lo mismo con los labios de Tony. A Edward solo lo despeiné para escucharlo quejarse—. Nos vemos en un rato.
Grant alzó los brazos para que Victoria se agachara y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
—Hasta pronto, mamita —le sonrió, a lo que ella le devolvió el gesto. Luego, el niño se giró y se abrazó a las piernas de Halley—. ¡Adiós, tía Halley!
Terminaron de despedirse y después abandonaron la casa, dejándonos solas. Lo último que escuché fue el sonido del auto alejándose de la propiedad.
Con ellos alejados, toda la calma y el aplomo que tenía se desvanecían inmediatamente. Solo me quedaba la misma sensación amarga que había tenido el día anterior mientras hablaba con Nadine y Samantha Wayne, y eso era algo que detestaba de sobremanera. Tan solo hicieron falta un par de segundos para que el ambiente ligero y tranquilo de la habitación descendiera en picada, dejando una palabra sensación tensa en todas nosotras. Es que, honestamente, dudaba mucho que alguna hubiera podido desprenderse por completo de ese sentimiento desde que Victoria nos contó que había escuchado a Althea.
Esa declaración solo nos había dejado listas para digerir la amargura, para tratar de sobrellevarla, pero eso no quería decir que supiéramos cómo. Mucho menos ahora con todo lo que me había contado Nadine.
No podía ni imaginarme el dolor físico y mental que toda esta situación estaba a punto de causarme.
Victoria y Halley se me quedaron mirando, así que les hice una seña con la cabeza para que pasaran al otro lado de la sala. Me lancé de espaldas a uno de los sillones individuales repletos de cojines, mientras que Halley halló la comodidad en el más grande y Victoria prefirió quedarse de pie.
—Entonces —comenzó Halley—, Nadine te dijo que el último encargo de Althea había sido el collar de Autem —hizo comillas al aire—. ¿Un collar súper secreto que está resguardado por una bestia mística? ¿Para qué lo necesitaba? De haberlo tenido en primer lugar, ni estaríamos aquí. Thanos no habría ganado.
Yo inhalé profundamente.
—Dijo que Althea conocía las probabilidades y que nosotros solo teníamos una única oportunidad de ganar, pero que para que eso sucediera, Thanos tenía que salir victorioso.
—Sí, ¿pero cuál es el punto? —porfió la rubia—. Nadine te dijo que el collar en un principio era para contrarrestar la energía de una gema, ¿no? Ya no hay más gemas. Thanos las destruyó. El collar no sirve para nada.
—Y eso fue lo mismo que yo pensé al principio, ¿pero qué pasa si no es exactamente para las gemas? ¿Y si quería el collar para algo más?
Halley frunció el ceño de tal manera que temí por un momento que se le quedara así.
Era cierto que, en voz alta, mi pensamiento sonaba un poquito descabellado, pero la esperanza en sí era mínima. Yo solo estaba tratando de rasgar la superficie de una herida profunda, pues tampoco tenía idea de qué se trataba, ¿y qué perdía con intentarlo? Para como estaban las cosas, no podía hacer más.
—¿Algo como la profecía? —inquirió, enderezándose.
—Sí.
—Aún me parece muy remoto —contestó la rubia—. El collar elige, ¿no? Rechazó el poder de Althea, ¿qué oportunidad tiene alguna de nosotras? Todo esto me suena a un montón de mierda. Incluso después de muerta sigue jugando con nosotras.
Se me escapó un suspiro cansino. De verdad que no teníamos nada más que la dudosa palabra de Nadine. Yo me encogí al recordar la conversación.
Ambas le echamos un vistazo a Victoria en ese momento. Ella estaba muy quieta, tenía la mirada perdida pero parecía estar escuchando. Sus ojos avellana resplandecían como si estuviera armando un rompecabezas en su cabeza y no quisiera perder ninguna pieza, por lo que no se permitía flaquear. Después de un minuto, ella asintió, pero la preocupación permanecía en su frente. Hizo un gesto desolado.
—El Monte Alma es un dominio sagrado —habló finalmente, deslizándose lentamente hasta caer en el otro sillón individual. Sus ojos, sin embargo no se dirigieron a nosotras. Empezó a mover las piezas del tablero de ajedrez antiguo que se encontraba en la mesa frente a ella, como si acabara e empezar un partido contra sí misma—. De la misma manera en la que lo estaba Olympia, esta montaña también guardaba una explícita relación con la existencia de Althea, pero no completamente. Este monte cuenta con una guardiana, ella es la que se encarga de que esas tierras permanezcan limpias y libres de impurezas. Sin embargo, en su interior también habitan seres que, con el pasó de los siglos, han nacido de sus energías puras. Halley lo sabe.
» Incluso aunque el propósito principal del Monte Alma es purificar y mantener intacta una esencia casi marchita, como lo es el linaje del que provenimos, también sirve de prisión —murmuró, y entonces uno de sus caballos tumbó a un peón—. Cualquier criatura a la que Althea se haya enfrentado con el paso de los años, y a la que no haya sido capaz de matar, ya sea por remordimiento o porque no hubiera podido hacerlo, se encuentra ahí. Como Diosa de las Almas, incluso ella tenía que regirse por una serie de mandamiento que en muchas ocasiones rompía, pero a veces le resultaba imposible. Para eso existen las mazmorras de la montaña.
» Si lo del collar de Autem es cierto, y si Bacchus se encuentra aprisionado en esos dominios, significa que Althea no pudo con él. El problema es que ninguna de nosotras puede pasar el campo de la montaña como para verificar que la historia es cierta —ladeó la cabeza, empezando a mover a su reina—. Solo las personas de buen corazón pueden, y también Althea podía, pero nadie más. Halley lo atravesó en un momento de debilidad que generó que las energías del campo se apiadaran de ella, pero eso no sucederá de nuevo. Además, el sitio en el que estuvo Halley fue un templo muy alejado de la montaña.
En el momento en el que soltó la última palabra, la reina tumbó al rey y su improvisado juego de ajedrez concluyó de manera magistral. La castaña entonces levantó la cabeza hacia nosotras y nos observó con las facciones totalmente insondables.
—Piensen en esto: del pecado original el Titán se alzará —repitió un trozo de la profecía, al tiempo que se ponía de pie de nuevo—: Althea dijo que Thanos debía ganar, ¿o no?
Me quedé sumida en el tono solemne y en el aplomo con el que salía su voz. Casi parecía que estuviéramos en clase y Victoria fuera una fiera profesora a la que seguramente ibas a reprobarle el examen final porque, por más que te esforzaras, nunca conseguías comprender su materia.
No hubo más que silencio proveniente de Halley.
—Madre cometió muchos errores, y aunque trató de evitarlo al final, Thanos ganó de todas maneras —continuó explicando—. Sus pecados no fueron perdonados y el Titán se alzó.
—¿Qué pasa con los descendientes? —pregunté yo, aprovechando ese intervalo en el que mi mente iba comprendiendo lo que salía de su boca. Eso no pasaba a menudo, tenía que aprovecharlo.
Victoria asintió.
—El saber, el poder y la fuerza. Sabemos que eso no puede guardar ningún tipo de relación con Althea o Cyrano, menos con Amethyst. Ellos tres representaban la ambición, la violencia y el egoísmo.
—Espera un momento —la interrumpió Halley—. Vamos por partes y en orden. Ya resolvimos el primer canto de la profecía, pero el siguiente no es el de los hijos. Bajo el azote de la diosa olvidada, ¿recuerdan?
Los ojos de Victoria no parpadearon. Cruzó los brazos firmemente sobre su pecho y torció los labios.
Entonces, a juzgar por la historia de Victoria y lo que me había contado Nadine, Althea sí había encerrado a Bacchus en aquella montaña sagrada. Lo que no sabíamos era el motivo, ¿no había podido ganarle o simplemente sus efímeros principios no le permitieron terminar el trabajo? Fuera el motivo que sea, parecía que algunas piezas empezaban a calzar. Victoria había sido lo suficientemente inteligente como para descifrar el primer canto de la profecía, pero aún faltaban varios más de los que no teníamos mucha idea. Además de que tampoco podíamos entrar al Monte Alma. Un pedazo se asentaba pero el otro se desmoronaba, era una maldición completa, y no solo en el sentido figurado de la oración.
Pero aún eso no respondía la pregunta de Halley.
La boca de Victoria esbozó una expresión horrorizada.
—¡Oh por dios! —gimió en un susurro roto, y se balanceó silenciosamente hacia adelante—. La diosa olvidada, la desterrada, la exiliada, la causante de la primera caída de Olympia. La última hija de Talea, la misma que nadie recuerda. Amethyst, la personificación del tiempo mismo.
Me levanté de sopetón.
—¿Cómo se relaciona con nosotros?
Vi a Victoria tragar saliva, y el movimiento que hicieron sus manos me hizo entrecerrar los ojos. Se había puesto nerviosa. Percibí el reflejo casi automático de sus piernas retrocediendo.
—Victoria —la llamé de nuevo, ejerciendo un poco más de volumen a mi voz. Halley se puso a mi lado en ese instante—. ¿Qué sabes de Amethyst?
Las manos le volaron hasta la cabeza.
—Si alguien puede ayudarnos ahora mismo, es ella —replicó con la cara turbada—. Bajo el azote de la diosa olvidada la esperanza devolverá: solo existe un ser que pueda tener respuestas de la profecía, del collar, de cómo hallar una entrada a la montaña. Es ella. Tiene que ser Amethyst.
Había algo más que mi hermana no estaba contando, pero de eso me encargaría luego, cuando nos encontraramos solas. Ahora mismo era mejor si le prestaba atención a sus palabras.
Los dos primeros cantos de la profecía parecían estar resueltos, pero aún quedaban huecos por llenar.
—¿Dónde encontramos a Amethyst? —quiso saber Halley.
—Ni siquiera sabemos si sobrevivió al chasquido —dije—. ¿No hay una manera de saber dónde está?
La castaña exhaló pesadamente y sacudió la cabeza, con los hombros hundidos.
—Sé de alguien que puede darnos una respuesta, pero no sé cómo encontrarla.
Halley apretó los labios, considerando por un rato su respuesta. Después de un minuto alzó una ceja, denotando curiosidad.
—¿Hablamos de alguien como yo o alguien como tú, jefa? —le preguntó a Victoria.
La aludida no se volvió a mirarla cuando contestó:
—Como Althea.
—Muy bien, entonces —bufó—. Sé de alguien que puede ayudarnos.
Observé en su expresión una chispa extraña, como si estuviera emocionada con la perspectiva de empezar una búsqueda. Ojalá yo pudiera compartir su entusiasmo, pero me costaba. Y me costaba muchísimo más sabiendo que la expresión perturbada y agónica de Victoria escondía algo que no quería decir, al menos no de momento. Existía algo extraño, pero teníamos dos cantos resueltos.
Thanos había ganado, tal como dictó la profecía, ¿entonces eso significaba que Amethyst, la olvidada Diosa del Tiempo, sería la encargada de devolvernos la esperanza? No estaba muy segura de que me pudiera devolver algo casi desvanecido.
Esto era como esperar una especie de milagro. No terminas de poner tu fe en ello por completo, pero aún así lo esperas. No sabía si eso era algo bueno o algo malo.
***
N/A: el #10DayChallenge empieza por todo lo alto y con más revelaciones 👀🔜
Ha llegado el momento de conocer extraoficialmente a Amethyst, la madre de nuestra zanahoria, y de explayar su historia que viene sonando desde hace mucho tiempo. Con los dos hermanos mayores muertos, es hora de integrar a la menor💥
En este capítulo he decidido revelar los dos primeros cantos de la profecía (que eran los más obvios duh), y de la misma manera lo iré haciendo con los restantes. Poco a poco armaremos ese rompecabezas 🤘🏻
Cada vez falta menos, espero que estén tan emocionados como yo lakskskksjs🥺
Cuéntenme, ¿Creen que Amethyst será villana o aliada? Leo sus comentarios 👀⚡
Also no se olviden que estaré haciendo dinámicas todos los días en mi Instagram!!! usuario: soulessh0pe 💤 los espero por allá
Y sin nada más que decir me despido por esta bonita madrugada 🥰 los amo mucho y nos leemos mañana 👏🏻
Tonys virtuales para todas 🖤
Ashly se despide xx
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