54 ━━━ The how works.


BEVERLY BLACKWELL


Todo lo que mis ojos enfocan es el rostro de Tony, y cuando su mirada se encuentra con la mía siento cómo mi estómago llega al suelo. Se me baja la presión y me pongo más nerviosa de lo que lo he estado nunca. La sangre se me calienta nada más mis pies atraviesan la corta estancia; hurra, no he vomitado el pasillo.

Pero toda la calma que he acompasado se desploma cuando a Tony se le ocurre sonreírme. Me quedo sin aliento, aún nerviosa, y la presión de la mano de Steve en la mía hace que caiga en cuenta que eso es todo. He llegado al final del pasillo, esto es. No tengo nada más que caminar.

Es allí cuando una horrorosa epifanía se manifiesta en mi cabeza.

Se supone que las bodas son días importantísimos y felices, pero ahora mismo yo solo me siento triste. No puedo controlar el nudo que hay en mi garganta ni la marea creciente de lágrimas que se acumulan en las orillas de mis ojos, haciéndome querer sollozar. Se siente muchísimo peor porque él me está sonriendo, porque se supone que el único sentimiento que debo experimentar ahora es la alegría. Pero es que no puedo ser completamente feliz mientras solo tenga a la mitad de las personas que quiero aquí, pues la otra mitad... se hizo polvo.

Tony extiende su mano y con la mía tremulosa alcanzo a sostener la suya. Entonces le echo un vistazo a sus ojos brillantes otra vez, y por muy poco me doy cuenta de algo: no estoy sola. No he estado sola hace bastante tiempo, y esto no tiene que darme miedo. No tengo que temerle a esto porque, por primera vez en mucho tiempo, mi mundo se ha estabilizado. Perdimos, pero esa derrota también marcó el final de algo. Sé que Tony no me va a dejar sola, yo lo sé, y por eso no debo temer.

Al fin me encuentro en la dirección correcta.

—... Hasta que la muerte los separe.



Le eché un vistazo con ojos entrecerrados al jodido criminal del jardín. Estaba tan quieto que cualquiera pensaría que se trataba de un ser completamente inocente y libre de pecado, cuando en realidad era todo lo contrario. Era un vándalo, un terrorista, ¡una plaga!, y como lo viera acercarse así fuera a un metro de mis bayas lo iba a fusilar.

Gerald se movió lentamente alrededor de los arbustos, como si estuviera calculando el ataque. Instintivamente el brazalete se tensó sobre mi piel y comenzó a serpentear hacia arriba. Estaba a punto de alcanzar el equilibrio perfecto sobre uno de los muros junto a la ventana, porque como no tenía nada de lo que sostenerme para fisgonear hacia afuera, todo recaía sobre mi cuestionable contrapeso. Solo tenía que aguardar un poco más...

—Espero que no estés considerando tasajear a Gerald con ese palo.

La voz de Tony me pescó completamente desprevenida, porque no me había puesto a vigilar nada, así que acabé dando un grito ahogado y un respingo que me mandó al suelo. Mi trasero se dio con la dura madera al tiempo que soltaba un alarido.

—¡Agh! —pataleé en el suelo—. ¡Hiciste que me diera durísimo contra la madera!

Tony me miró ofendido.

—¡No puedo creer que hubieras intentado asesinar a nuestra alpaca!

—¡Ese es tu terrorista, no mío! —alegué mientras me ponía de pie de un tirón. Me sacudí el trasero con mala cara cuando añadí—: Además, no planeaba asesinarlo... aún.

—Sea como sea —replicó Tony, quién acabó señalándome firmemente con el dedo índice—, aleja esas bonitas manos tuyas de nuestro tercer hijo.

Crucé los brazos sobre mi pecho y di media vuelta en dirección a la casa, sabiendo que el pelinegro venía detrás de mí.

—Dile que tu tercer hijo que aleje sus patas de mis bayas. ¡Está destruyendo todo mi jardín y a ti solo te da risa!

—Muñeca, creo que estás siendo muy dura con Gerald —alargó él con una risa contenida. Crucé el umbral de la puerta que daba con la cocina y suspiré—. Edward destruye los muebles y no te veo intentando tasajearlo con ese palo.

Volví el cuerpo hacia él, tratando de poner expresión ofendida, pero solo conseguí que se me escapara una risotada ante la comparación.

—Eso no es justo, Edward es mi hijo.

—¡Igual que Gerald!

Rodé los ojos. Rara vez tenía sentido discutir con Tony, la verdad. El pelinegro continuó hablando mientras yo me movía por la cocina en busca de materiales para preparar el desayuno, pues apenas era de mañana y según el reloj de la pared, no faltaba mucho para que mis polizones y los invitados se levantaran. Además, estaba segura de que Victoria traería a Grant muy pronto, pues ella y Steve se marchaban hoy a pasar unos días fuera como luna de miel.

Abrí la nevera y saqué unos huevos.

—¿Quieres ir a despertar a tus hijos y obligarlos a bañarse mientras hago el desayuno? —le pregunté con voz esperanzada, interrumpiendo su alegato de por qué Gerald era una bendición para esta familia.

—Se te olvidó por completo, ¿verdad? —canturreó.

Fruncí el ceño y cerré la puerta de la nevera. Clavé mis ojos en los suyos, sin entender a qué se refería, pero al mismo tiempo traté de descifrar sus palabras. Me tomó un largo minuto de frustración, y sin embargo no pude hacerlo.

¿Qué era? ¿Era nuestro aniversario? No, eso era en agosto, ¿verdad? Sí, agosto veintisiete, estaba completamente segura. Su cumpleaños había sido en mayo, el de Edward en abril y el de Morgan apenas sería en octubre. No se me había pasado nada... ¿Verdad?

Me mordí el labio inferior.

—No sé de qué me hablas.

Tony me miró expectante, pero una bonita sonrisa que denotaba suficiencia se extendió por su rostro con mucha rapidez. Rebuscó algo en los bolsillos de su pantalón de andar negro y, al conseguirlo, extendió la palma de su mano hacia mí. Dejé los huevos sobre el mesón y observé curiosa lo que me entregaba. Era una simple y pequeña llave de color plateado.

—Feliz cumpleaños, muñeca.

Me llevé ambas manos a la boca para contener la exclamación de sorpresa que empezó a subir por mi garganta. Al cabo de un segundo tuve que sacarlas, pues debía aceptar la llave que me extendía, pero no fui capaz de quitar la "o" que formaban mis labios, pues de verdad me encontraba estupefacta.

—¿Es mío? —inquirí en un jadeo bastante agudo, recibiendo la llave que Tony dejaba caer sobre mi mano—. Pero no es posible. Dejé de cumplir años cuando pasé los treinta.

El pelinegro me puso mala cara.

—Muy graciosa, muy bonita y muy astuta, pero se le olvida su cumpleaños. Increíble.

Empujé mi labio inferior hacia adelante.

—¿Qué es esto? —murmuré, sin despegar la mirada de la pequeña llavecita.

—La llave de mi corazón —su sonrisa se volvió engreída—. Pero, además, es la llave de esta cajita. Puedes echarle un vistazo si gustas.

La amplia sonrisa que enmarcaba el rostro de Tony hizo que una familiar sensación de calidez me despertara en la boca del estómago. Seguí de cerca sus movimientos con mis ojos, observando cómo se agachaba y abría uno de los cajones de la cocina y sacaba un baúl de tamaño mediano de uno de ellos. Lo colocó sobre el mesón y me hizo una seña para que metiera la llave en el candado.

—¿Qué hay dentro? —quise saber de inmediato, a lo que Tony hizo un ruido con la boca que se asemejó mucho a una queja.

—Deja de preguntar y ábrelo.

Lo hice, pero no sin antes sacarle la lengua. Introduje la llave plateada en el candado y giré para quitarlo, procediendo así a levantar la tapa del baúl marrón.

—Sé lo mucho que las buscaste y lo que te entristeció no conseguir ninguna —musitó Tony al colocarse detrás de mí. Pasó ambas manos por mi cintura y dejó un beso en mi hombro descubierto con dulzura—: Estaban en una casa de veteranos en Nueva Orleans, la nieta de uno de los compañeros de Dave las tenía. Están casi intactas, míralas.

Sin poder creer lo que veía, deslicé los dedos por una de las antiguas fotografías de todas las que habían en el interior del baúl. En ella estaba mi abuelo, tomada durante su servicio en la segunda guerra mundial, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad.

Vagamente recordé que, hace dos años o un poco más, había tratado de encontrar esas fotos. Él siempre las quiso y me pidió ayuda para buscarlas, pero en todas esas ocasiones yo resulté estar más inmersa en otros asuntos, así que nunca lo hice. Después sucedió lo del chasquido, y evidentemente él ya no pudo seguir buscando, así que yo me tomé a la tarea de hacerlo. La cosa es que yo nunca pude encontrarlas, y no sabía cómo había hecho Tony para dar con ellas, pero allí estaban. Y no eran las copias, eran las originales. Sentí un nudo en la garganta y me ardieron los ojos cuando estuve a punto de echarme a llorar.

—No puedo creer que lo recordaras —gimoteé quedamente.

Lo sentí reír en mi oído de manera encantadora, haciéndome estremecer. Afincó el agarre en mi cintura y me hizo girar, por lo que terminé subiendo mis manos hasta sus hombros. Enredé los dedos en su cabello y le dediqué una sonrisa, haciendo que la suya relumbrara al darse cuenta.

—No olvido nada que tenga que ver contigo.

¿Acaso era posible que él no se diera cuenta? De la manera en la que mi cuerpo se estremecía y el cómo lograba que mi corazón latiera desbocado, similar a una máquina de vapor trabajando a toda potencia, ocasionando que todas y cada una de mis terminaciones nerviosas colapsaran ante la vehemente sensación de éxtasis que generaba en ellas. Como cuando me miraba con esos ojos y me hacía caer en cuenta que yo había ganado en la vida; que todo el dolor, el sufrimiento y todas las peleas habían servido para traerme aquí, a este momento, y que si tuviera que repetirlo todo de nuevo, únicamente para estar con él otra vez, lo haría sin dudar. No vacilaría ni por un instante, porque podía pasar por esos mil infiernos si me aseguraban que, al final, tendría mi pedazo de cielo. Lo haría todo de nuevo.

Mi mundo solía ser un desastre desestabilizado e inconexo. Siempre viví sobre la marcha, nunca estuve realmente segura de quién era en verdad y mucho menos pude encontrar un poco de balance. Luché y luché por tanto tiempo, hasta que llegué aquí, y de pronto todas esas luchas valieron la pena. Yo tuve mi segunda oportunidad, mi oportunidad de ser feliz, de hacer las cosas bien, de ser más que lo que habían querido que fuera... y no tuve que descubrirlo sola. Sabía que no estaba sola, que él no me dejaría sola.

Porque si alguna vez me dejaba sola, no estaba segura de que mi corazón fuera capaz de soportarlo.

—Gracias —susurré, sorbiendo por la nariz.

—Todo por mi muñeca —me besó la frente—. Te amo más que a nada.

Escondí la cabeza en su cuello y le permití abrazarme con fuerza, y no me di cuenta de lo mucho que necesitaba ese abrazo hasta que me apegó a su pecho y me estrechó como solo él sabía hacerlo.

El silencio en el que se había sumido la cocina se  vio arrebatado por un escándalo que provenía de la sala. Nos separamos y viramos la atención hacia allá.

—¡Lo vas a dejar caer, idiota! ¡Todo mal haces! —se quejó Edward.

Alguien bufó.

—¡Qué bonito quejarse y no estar haciendo nada!

—Yo quiero llevárselo a mami linda —refunfuñó Morgan, y no necesitaba verla para saber que estaba haciendo un puchero y había cruzado los brazos, inconforme.

—¡No podemos entregarlo aún! —exclamó la inconfundible voz de Grant con pesar—. ¡No está los suficientemente tibio! Las tortillas francesas tienen una cantidad total de ciento cuarenta calorías y pesan alrededor de cien gramos, lo que  significa que deben estar a una temperatura ambiente para que su sabor sea placentero a la hora de ingerirlo.

La de los bufidos era Eyra, estuve segura cuando su voz chillona contestó:

—Por eso no me gusta andar contigo, niño sabelotodo. Me haces quedar como estúpida.

—¿Qué desastre están haciendo ahora? —masculló Crystal, y enseguida las pisadas se volvieron más fuertes—. Me fui dos minutos, dos minutos nada más.

—Vas a dejarlo caer, Eyra. Sosténlo con las dos manos —agregó la solemne voz de Victoria.

Tony y yo intercambiamos una mirada divertida cuando vimos a los dueños del desastre aparecer en la cocina, siendo flanqueados por una pelirroja y una castaña.

—¡Feliz cumpleaños, mami linda!

—¡Feliz cumpleaños, tía Bevs!

Me tambaleé en mi lugar cuando los cuerpos de cuatro niños colisionaron el mío para darme unos fuertes abrazos. Alcé a Morgan del suelo y me la puse en la cintura, mientras Edward me rodeaba con sus brazos y los dos rubios se trepaban por el mesón para extenderme el improvisado omelette.

—¡Vaya! ¿Ustedes hicieron esto? —pregunté con sorpresa fingida. Era obvio que no lo habían hecho ellos.

—Mi mamita nos ayudó —me sonrió Eyra, triunfante—. ¿Te gusta, tía Bevs?

—Si no te gusta es porque Eyra dejó caer el recipiente de la pimienta sobre la sartén y no le dijo nada a la tía Crystal —me informó Grant con rostro apenado.

Mirar a Grant era como mirar a Steve, y mirar a Eyra era ver a Thor. Era increíble, de verdad. Especialmente porque, en el caso de Grant, él también poseía esa misma personalidad desinteresada y gentil que tenía su padre, al igual que Eyra era como ver a Thor de medio metro y con falda rosa. Los dos eran igual de despistados y graciosos.

Sin embargo, Grant era un poco más peculiar. Era el tipo de niño al que le gustaba saberlo todo, y que al mismo no le gustaba ocultar nada. Pero nada de nada. Iba a llegar a un sitio y te iba a decir de qué estaba compuesto algo, así como también te iba a decir que su mamá y su papá habían discutido por quién dejó la ventana abierta en la noche. Por eso Victoria se la pasaba vigilando cuando tenía que decir algo confidencial, era seguro de que si su hijo la escuchaba todo el mundo se enteraría.

—Pero qué desastrosos son —Crystal suspiró, avanzando por la cocina. Me dedicó una pequeña sonrisa al reparar en mí—: Feliz cumpleaños, Bevs.

—Gracias, Crysty.

—Dejáme adivinar —alargó Victoria, pasando de mirarme a mí a Tony. El pelinegro le lanzó una manzana que ella atajó en el aire con muchísima elegancia—, no lo recordó, ¿no es así?

—Se le olvidó por completo —concedió Tony.

—Es un desastre.

—Totalmente.

—Lo bonita no completamenta lo despistada.

—Sí, a mamá se le olvida todo —murmuró Edward con rostro concentrado—. No tiene moral para reclamarle algo a papá luego.

Tony estalló en carcajadas.

—Yo sí te quiero, mami —susurró Morgan en mi oído.

—Y yo a ti, corazón —le besé la mejilla, para luego dirigirme a los restantes—. Estoy aquí, pedazos de idiotas —rodé los ojos pero terminé enfocando a Victoria—. ¿De casualidad no tienes una luna de miel a la que debes irte?

Victoria se echó a reír suavemente.

—Ven conmigo, quiero darte unas indicaciones.

—Y tú, Ariel, ven acá —le siguió Tony, dirigiéndose a Crystal pero sacándome a Morgan de los brazos—. Voy a mostrarte el lugar en el que vamos a poner la alpaca de Eyra.

Contuve las ganas de decirle unas palabritas con respecto a esos animales del demonio.

Victoria se dirigió lejos de la cocina, específicamente caminó hasta las afueras de la casa. Divisé el auto de color negro y en el asiento del copiloto me fijé que se encontraba Steve, por lo que saludé con la mano hacia él. Alcancé a distinguir el gesto de vuelta aún a través de los cristales oscuros completamente polarizados.

Era la mañana después de la boda, por lo que ellos solo estarían por aquí un rato más antes de marcharse. Nosotros nos quedaríamos con Grant hasta la próxima semana como deferencia hacia ellos, para que pudieran tener un poco de tiempo a solas. Crystal debía estar partiendo a Nuevo Asgard en el transcurso del día también, pues Eyra ya había comenzado a inquietarse acerca de lo mucho que extrañaba a su papá y lo que quería volver a casa. La verdad es que solo nos habíamos juntado por la boda, pues generalmente todos solemos estar bastante apartados. Crystal llama con frecuencia, y Victoria se aparece al menos una vez cada dos semanas, pero de resto cada uno ha tomado caminos diferentes.

Mi hermana se detuvo cerca del lago, y fue en ese instante que reparé en sus facciones crispadas. De inmediato me volví cauta. Me llevé las manos detrás y las metí en los bolsillos traseros de mi pantalón de mezclilla, arrugando el entrecejo hacia la expresión enfurruñada de Victoria.

—No quieres darme ningunas indicaciones —adiviné con pesar.

—No —respondió ella, sacudiendo la cabeza lentamente de un lado a otro. Sus ojos avellana me miraron detenidamente por un segundo—. Rhodey llamó esta mañana, Halley le dijo que hablara conmigo porque no quiere estresar de más a Natasha. Este tema le pone los nervios de punta.

Tragué saliva.

—Clint.

Mi hermana asintió.

De pronto me estremecí y sentí que se me bajó la presión. Traté de acompasar la respiración, pero a mí también me generaba malestar ese tema. Me provocaba un sentimiento horrendo el recordar todo lo que sucedía con mi amigo y el cómo nadie había sido capaz de pararlo, ni siquiera Natasha. Tampoco es como si hubieran podido encontrarlo, aunque, en realidad, le verdadera pregunta no era qué pasaba cuando lo encontraran. La verdadera pregunta era si en verdad querían encontrarlo. El camino de sangre que se estaba dejando era tan grande que podíamos terminar ahogados por su culpa.

—Rhodey se acercó a una de las cabañas abandonadas en el sur de la ciudad cuando recibió una alerta, pero no encontró a Clint —me explicó.

Yo seguí con la mirada fija en ella.

—Entonces no entiendo.

—Encontró a Nadine, Bevs.

La manera en la que retrocedí debió haber sido muy abrupta para ocasionar que Victoria se volviera en posición de defensa, buscando cualquier amenaza. Sacudí la cabeza y la miré confundida.

—¿Por qué me dices esto? —exigí con voz dura.

Victoria apretó los labios y esperó un minuto.

—Porque según las palabras de Rhodey, Nadine estaba... fuera de sí —la castaña hizo una mueca—. Tú no has hablado con ella ni la has visto desde incluso mucho antes de que sucediera lo de Thanos, ¿pero no te parece que es mucha coincidencia que Nadine aparezca así justo en el momento en el que madre me habla en sueños? Si madre nos está advirtiendo de algo, entonces debe estar relacionado con Nadine de alguna manera. Trabajaron juntas.

Negué.

—Realmente dudo que Nadine tenga algo que ver con lo de tus sueños —porfié.

—¿Y qué pasa si sí?

—No es posible, Victoria. Estás hablando tonterías.

—¿Y por qué no? —alzó una ceja—. Madre confío en Nadine los suficiente como para entregarte a ella. Fue Nadine la que buscó a Harper antes de que apareciera Vladimir. Fue Nadine la que cuidó a Edward cuando sucedió lo de Berlín. Fue Nadine la que estuvo en Olympia cuando por fin te dijeron la verdad. Madre confiaba en Nadine, y es Nadine el único nexo con vida que tenemos de ella. Esta vez no podemos ser despistadas o dejar cabos sueltos, Beverly. Así la opción sea mínima debemos tomarla.

—Quieres saber si Nadine conoce algo referente a la profecía —dejé caer en voz baja.

—Sí.

Me le quedé mirando con una expresión completamente pétrea.

—Nadine fue solo otro peón en el ajedrez que se la pasó jugando Althea —dije—. Entiendo que quieras respuestas, yo también las quiero, pero tenemos que ser lógicas y no apresuradas. Se supone que yo soy la impulsiva, hermana, no tú.

Sabía que los nervios de Victoria estaban alterados, especialmente desde que nos confesó el día anterior que había estado soñando con nuestra madre y que esta le recitaba que algo se estaba acercando. El hecho de que Rhodey se haya encontrado con una desorientada Nadine el día después solo era una coincidencia, dudaba demasiado que alguien como Althea fuera a depositar la confianza de sus oscuros secretos en una persona común y corriente como lo era Nadine.

Yo no lo había visto desde que pasó lo de Alemania con Steve y me enteré de la verdad de todo. Desde ese momento, la mujer desapareció de mi mapa y ciertamente ella nunca se interesó en buscarme de nuevo, ¿por qué habría de hacerlo yo? Sabía de primera mano que tampoco había puesto el mínimo esfuerzo en acercarse a mis abuelos, así que lo que hice fue tener la misma condescendencia con ella. Incluso cuando creía que era mi madre no se había ganado precisamente el premio a la mejor de todas, así que me resultaba muy difícil tener sentimientos empáticos con ella.

Si soy sincera, ni siquiera me había detenido a pensar en ello detenidamente. Claro que le había dedicado uno que otro pensamiento esporádico y pasajero, pero jamás me tomé la molestia de sopesar su situación como quizás debería de haberlo hecho. Solo lo dejé ir y nadie más me lo recordó, aprendí a vivir con ese hecho y acabé por olvidarlo.

—Incluso si llegaras a tener razón —continuó Victoria—, Rhodes dijo que Nadine se veía bastante mal, Bevs. Si está en peligro, ¿no quieres ir a asegurarte de que esté a salvo? Malos recuerdos a un lado fue ella la que te crió y te mantuvo con vida. Si ella no hubiera buscado a Harper en ese entonces...

Mi Harper. Era imposible no escuchar su nombre y no sentirme acongojada y con ganas inmensas de llorar, pero trataba de repetirme y meterme en la cabeza que, de ella estar ahí, no me habría dejado en paz hasta hacer que se me pasara la tristeza. Porque a Harper no le gustaba ver a la gente triste, pues decía que le daba ganas de vomitar. La extrañaba como loca cada día que pasaba, había dejado un vacío devastador en mi corazón y se había llevado parte de mi vida consigo. Mi monstruito, cuánta falta me haces...

Pero había algo en la oración de Victoria que me hizo dudar. Eso bastó para hacerme fruncir el ceño y ponerme a desglosar en mi cabeza palabra por palabra.

—¿Por qué Nadine buscó a Harper? —pregunté en voz baja, más para mí misma que para ella. Victoria soltó el aire por la boca.

—¿Para ayudarte?

—Ajá —arrugué la nariz—, pero no fue ahí cuando desapareció. Nadine se fue después de lo de Ultron, incluso antes de que Vladimir volviera, le advirtió a Tony y se marchó. Fue por Harper y nadie sabía nada de ella hasta que la vimos en Olympia, pero de cualquier manera nos hubiéramos encontrado con Harper porque Vladimir ya estaba por ahí. Solo redundó al acercarse a Hiron, además de que tampoco le dio gran información a Harper al respecto. Luego la vimos, hablamos con ella, pero desapareció de nuevo... hasta hoy. Dices que Althea confiaba en ella, y a la vista está que le hacía encargos. Uno más uno son dos, Victoria.

La castaña alzó las cejas, incrédula.

—Estás implicando que Nadine desaparece cuando Althea le pide algo —murmuró Victoria. Su frente se arrugó, dando a demostrar que sopesaba algo, y entonces sus ojos avellana se iluminaron con la chispa del entendimiento—: Querían algo de Hiron.

—Exactamente.

Victoria mantuvo la frente en alto.

—Aún tenemos una ventana sin cerrar.

—Sí —asentí—. Por eso iré a ver a Nadine. 



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