49 ━━━ No more surprises.


BEVERLY BLACKWELL


—¡Mira, mami dinda!

Edward echó a correr disparado hacia un montón de pájaros que plácidamente estaban reposando en el césped del parque. Tan pronto como las aves lo vieron aproximarse y sintieron el peligro inminente que proporcionaba mi hijo, abrieron las alas y huyeron volando lo más rápido posible.

—Sí, Edward, ya sabemos que eres el terror de los pájaros —Tony suspiró—. ¡Muñeca, baja la velocidad, no puedo seguirte el ritmo! ¡Edward, deja de reírte de mí o te lanzo al lago!

—Estás siendo absurdo —alargué sin dejar de trotar.

Edward revoloteó alrededor de mi cuerpo demasiado rápido y sin marearse, mientras que Tony tuvo que detenerse un par de centímetros detrás de mí para tomar aire.

—Ya está, quiero ir a casa. ¿¡Me vas a prestar atención o no!?

Me eché una risotada y detuve mis movimientos.  Acomodé la coleta que sujetaba mi cabello, me puse las manos en las caderas y le eché un breve vistazo a Edward. El pequeño pelinegro se había detenido también y observaba con el ceño fruncido a su padre.

—¡Vamos, papi! —lo enunció con una clara y aguda voz quejosa, lo que solo consiguió que Tony le pusiera mala cara.

—Papi quiere decirle algo mami, ¿puedo sacarte las baterías y apagarte un rato, unas dos horas, o más?

Puse los ojos en blanco al tiempo que comenzaba a caminar de nuevo, esta vez a un ritmo más pausado y tomando a Edward de la mano, en dirección al lado este del gran parque.

Estaba siendo una mañana bastante amena.

Vera se había marchado muy temprano a una excursión en el sur de la ciudad, así que nosotros habíamos decidido llevar a Edward al parque, respirar un poco de aire fresco y, no lo sé, ¿ser un poco normales?, si es que acaso eso se podía. Edward estaba eufórico todo el tiempo y con respecto a todo, tanto que en momentos determinados resultaba difícil seguirle el paso. O quizás tenía que ver con el hecho de que yo me había perdido demasiado y por eso ahora todo se sentía como un éxtasis sobrecogedor, mil veces más intenso de lo que en realidad era.

Pero con un enorme anillo en mi dedo anular izquierdo, empezaba a sentirme mucho mejor. Aunque tal vez no estaba explícitamente conectado conmigo, tal vez tenía algo más que ver con lo que me rodeaba. No, no «tal vez», pues estaba segura de que esa era la razón.

Si hubiera sido remotamente posible no haber tenido a Tony y a Edward a mi lado en este regreso, daba muy por seguro que ya habría perdido la cabeza por completo. Eran mi soporte, mis pies sobre la tierra y también la única conexión que me quedaba con la cordura, y me sentía tan afortunada de tenerlos, especialmente porque sabía que mi hermana también tenía su propio soporte.

Habíamos pasado por un montón de basura en el último tiempo, pero casi se sentía como si estuviera comenzando a aclarar el amanecer. Quizás este era nuestro descanso, y todo lo que había estado sintiendo el día anterior después de hablar con Victoria solo había sido una mala jugada de mi subconsciente. Quizás no tenía motivo alguno para sentir miedo... quizás.

Tony consiguió alcanzarme y acabó pasando su brazo por detrás de mi espalda, hasta enganchar sus dedos alrededor de mi cintura. Me besó la mejilla y dejó escapar el aire por la boca.

—Hace quince minutos que trato de preguntarte algo —se quejó.

—Hace quince minutos que estás divagando —le recordé.

—La última vez que tuvimos esta conversación no terminó bien —me soltó para acomodarse el suéter alrededor del cuello de manera teatral—. ¡Ah, muñeca, esto es como un deja vu! Ya tuvimos esta conversación antes, hmm.

Fruncí el ceño hacia él, pero Edward me soltó la mano y salió corriendo hacia un par de niños que estaban cerca del árbol adyacente a nosotros.

—¿Qué conversación, mi cielo?

—Estás siendo sarcástica —me señaló con el dedo—. Te conozco, no puedes mentirme.

—Tony...

—Ya, ya. ¿Te acuerdas que antes de desaparecer tuvimos una conversación acerca de unos sueños que tuve contigo? Y yo te dije, y tú me dijiste que no, que eso solo era un sueño, ¿pero qué pasa si se sueña dos veces? Puede ser real, ¿no? Eso es lo que trato de decir. Esa vez soñé que teníamos otro hijo y anoche acabé de soñar lo mismo, ¿qué te parece? Y esa vez soñé que se llamaba Sara pero en el de anoche se llamaba Morgan lo cual es completamente extraño porque ese es el nombre de un tío de Pepper.

Me le quedé mirando un segundo.

Algo parecido a la risa comenzó a subir por mi garganta, pero esta rápidamente se atoró a mitad de camino y lo que terminó saliendo fue algo similar a una tos seca y ahogada. Apenas pude obligar a mi rostro paralizado a devolverle la sonrisa, y el hecho de que a todas esas palabras les siguiera una pregunta que aguardaba respuesta no fue de mucha ayuda.

—¿Volviste a soñar que estaba embarazada?

—Sí.

—¿Y su nombre era el del tío de Pepper?

—Sí.

—Tal vez solo quedaste muy cegado por esto —le enseñé mi dedo, donde brillaba con mucha intensidad el anillo—. Algunos expertos dicen que los objetos brillantes pueden causar alucinaciones.

—Pero lo sentí aquí —se señaló el pecho, o más específicamente, el reactor.

Todo lo que pude hacer fue tomar aire, sacudir la cabeza y esbozar una enorme sonrisa tonta hacia él. Busqué de forma rutinaria a Edward y lo vi entretenido con los dos niños, a una distancia muy corta de nosotros, así que pude devolver mi atención a Tony. Acorté más el espacio que había entre nosotros y desaté el nudo con el que tenía atadas las mangas del suéter alrededor de su cuello. Al hacerlo, el nuevo reactor que había adquirido en mi ausencia brilló en todo su esplendor ante mis ojos.

Fruncí los labios con contrariedad y lo sentí besarme la frente.

—¿Muñeca? —me llamó, magnificando la palabra magistralmente—. ¿Te molestó que le pusiera Morgan?

Ahí sí se me salió la carcajada.

No, eso no me molestaba en absoluto, porque las cosas habían cambiado, y mucho. Antes había esta extraña y tensa situación entre Pepper y yo que trataba de ser llevada por la paz porque Tony estaba en el medio, pero desde que había regresado de mi agonizante travesía, ya no sentía ningún tipo de aversión de Pepper hacia mí o viceversa. Mientras que estuve fuera, ella cuidó de mi hijo —incluso si ella no era su persona favorita—, y también de Tony. Eso es algo que no pienso pasar por alto y sin duda alguna vale más que cualquier otra tontería.

Negué con la cabeza.

—No —alcé los ojos para mirarlo, y fue mucha mi sorpresa al darme cuenta que él ya se encontraba haciéndolo—. Es solo que... Es abrumador. Apenas regresé, y quiero asegurarme de todas las maneras posibles que todo va a estar bien. No quiero a Edward, o a ti, o a cualquier otro bebé en peligro. No más peligro.

Tony hizo un mohín.

—Es curioso que lo menciones porque para eso también tenemos esto —se señaló el reactor—. Es para mantenernos a salvo. A todos. Te lo dije, ya no te dejaré pelear.

Era tan difícil decidir cuál de los dos la llevaba peor, pero apostaba por mí. Y no solamente porque, en realidad, era la que había vivido aquello, sino porque todo empeoraba cien veces más cuando caía en cuenta de lo mucho que Tony sufría por eso. Su pena me dolía más que la mía, eso era un hecho.

—Le hiciste una casita muy grande a esas nanopartículas, ¿no te parece? —musité mientras ponía un dedo sobre el reactor.

Tony lo quitó de encima y entrelazó nuestros dedos.

—Por ti, por mí, por el terror de pájaros que tenemos por hijo. Por todos. Necesito un seguro, para que la historia no se repita, ya sabes, en caso de que las pesadillas...

—... Vengan a saludarnos —completé.

Se hizo una pausa prolongada, apenas rota por el sonido que el parque generaba a nuestro alrededor. En momentos así, en los que Tony se me quedaba mirando de manera tan fija que casi daba la impresión de que me estuviera viendo el alma, siempre se me olvidaba cómo acompasar la respiración. Mi corazón siempre se aceleraba tan rítmicamente que me daba miedo que se estrellara contra mis costillas y se hiciera pedazos.

Ese era el tipo de efecto que tenía en mí; que siempre había tenido, desde el primer día.

—Esto es tan romántico —me sonrió—; la manera en la que terminamos nuestras frases, ¿estás viendo? Además mira esa sonrisita tuya, la tienes así desde anoche. ¿Te gustó mi sorpresa? —Tony alzó mi mano izquierda para enseñar el anillo—. Porque este lujoso anillo merece ser visto por el mundo. Lo subiré a Instagram, iremos a cenar. ¿Te parece bien una escapada romántica? Puedo sorprenderte más.

—Pero si siempre me sorprendes —me reí con suavidad.

—Aún no has visto todas mis cartas.

Mi risa se vio interrumpida por un cálido beso. Plantó sus labios sobre los míos, mientras que me tomaba de las caderas, y de pronto se me olvidó todo lo que habíamos hablado. ¿De qué era, de nuevo?

—¡Mami! ¡Papi!

No pude evitar hacerlo, pero me separé de Tony con tanta velocidad que estuve segura de haberlo visto tambalear ante mi brusquedad. Mis reflejos eran demasiado impetuosos por sí solos, si se trataba de Edward era peor.

Me asusté hasta la médula, pero él solo nos estaba llamando para mostrarnos una oruga.

—Se parece a pappy —comentó con entusiasmo. La verdosa oruga deslizándose sobre su manita.

Tony se carcajeó y se agachó hasta quedar a la altura de Edward. 

—¿Puedes repetir eso de nuevo mientras te grabo y así se lo mandamos a Happy?

Me pasé una mano por el cuello, por puro hábito, y ladeé la cabeza. Los miré detenidamente durante un largo segundo, hasta que los vellos de mi cuerpo se erizaron. Instintivamente me puse a vigilar, y recorrí todo el parque con los ojos en busca de alguna anomalía. No seas paranoica, me reprendí mentalmente.

Bueno, quizás no era tan paranoica después de todo.

—Tony Stark, Beverly Blackwell —alguien de ronca voz pronunció nuestros nombres, justo detrás de nosotros, y aunado a eso se le sumaba el peculiar sonido de algo emanando. La primera en girar fui yo, y acabé encontrándome con un rostro vagamente familiar detenido frente a un enorme portal refulgente de color naranja—. Soy el Doctor Stephen Strange, necesito que vengan conmigo. Y felicitaciones por la boda, por cierto.

Sorprendentemente, Tony se movió más rápido que yo. Se enderezó, empujó a Edward hacia mí para que yo lo levantara y acabó deteniéndose justo delante de nosotros, cubriéndonos con parte de su cuerpo.

En mi muñeca derecha sentí el metal de la serpiente tensarse sobre mi piel.

—Disculpa, ¿regalas boletos para el circo? —repuso con aire socarrón.

—Señora Stark, apuesto que usted sí me recuerda —insisitó el Doctor Strange—. Necesitamos su ayuda. No exagero al decir que el destino del universo está en juego.

Edward estaba particularmente callado sobre mi regazo, pero tan pronto como intenté dar un paso hacia adelante, el padre me puso una mano en el hombro y me lo impidió.

—¿Y quiénes somos «nosotros»? —le preguntó al hombre de la capa roja.

Tan pronto como la pregunta dejó los labios de Tony, del portal emergieron dos figuras más, ambas igual de conocidas, pero una nos dejaba más atónitos que la otra.

El doctor Bruce Banner apareció en escena, con la cara pálida y expresión desolada. En cuanto reparó en Tony, sus facciones se descompusieron mucho más de lo que ya estaban.

—Tony... —comenzó con una voz que no hacía nada por esconder el temblor en ella—. Beverly...

Tony permaneció paralizado ante su presencia, pero un segundo después decidió reaccionar tanto como la impresión lo dejó.

—Bruce —jadeó—. ¿Estás bien?

Y cuando Bruce se abalanzó para abrazarlo, fue cuando Harper también decidió salir del lado del doctor. Y su gesto no era mucho mejor que el de Banner.


***


Era completamente irónico y macabro el simple hecho de que, minutos antes, yo hubiera tenido el estúpido pensamiento de que «quizás no debía sentir miedo», porque por supuesto que mi vida estaba demasiado jodida como para que eso fuera real.

¿Cuánto había pasado desde que regresé de mi calvario? ¿Un mes, menos? Había perdido la cuenta, pero esa era la misma cantidad de tiempo que había trascurrido desde que Crystal Cyrenesdottir nos había salvado, a mí y a Victoria. Estaba bastante segura de que, de no ser por la pelirroja, las posibilidades de que yo aún estuviera inconsciente y flotando sobre un portal inhabitable y de que Victoria aún continuara varada en un planeta desolado eran muy altas. Y ahora resultaba que después de salvarnos, Crystal y Thor se las habían visto terriblemente mal.

Y la razón detrás de eso tenía un nombre, y ese nombre era el mismo que nos había desgraciado a nosotras casi dos años atrás. El que reinaba en mis pesadillas, el que asesinó a mi madre y destruyó mi planeta natal. El gigante de rostro purpúreo y armadura dorada que nunca se cansaba de atormentarme. Thanos.

Tragué saliva sonoramente tan rápido como puse un pie en la nueva estancia.

—¿Cuándo pasó esto?

Acaba de pasar —me respondió Strange—. ¿Crees que aún tengamos tiempo? De avisar a tu hermana, de resguardar la gema, de prepararnos.

Resoplé y Stephen Strange alzó una ceja interrogante, pero solo sacudí la cabeza. Iba a responderle algo, pero un par de gritos nos interrumpieron.

—¡Ed!

—¡Rachel!

Era sorprendente la manera en la que ese par se emocionaba nada más verse, como si no se hubieran visto en años y ese fuera su reencuentro más anhelado. Edward era unos centímetros más alto que Rachel, pero aún así doblaba las rodillas para que al abrazarla quedaran del mismo tamaño. Y la tímida niña castaña de rosadas mejillas parecía estar completamente fascinada con el abrazo de mi hijo eufórico.

Junto a mí, Tony le dio un codazo a Harper que la hizo chillar.

—Tienes un gusto terrible de novios —le cuchicheó, a lo que ella lo miró ofendida.

—Ni siquiera se te ocu...

—No ahora —les siseé a ambos. Busqué con el rostro a Stephen Strange y convenientemente lo hallé mirándome—. ¿Dónde está?

—Estoy aquí.

Volví el rostro hacia el frente e inmediatamente mis músculos se tensaron. Detrás de las destrozadas escaleras del dichoso Santuario de Nueva York se hallaba la Diosa del Agua, y se veía terrible.

Con una ya casi invisible cortada sobre su mejilla izquierda y lo que pude reconocer como ropa de Harper sobre su cuerpo, Crystal empezó a salir detrás de las escaleras de a poco y con cuidado, porque en sus brazos había una bebé cuyo chillido acababa de hacer que tanto Edward como Rachel se taparan los oídos con sus manitos.

—Lo siento —se disculpó Crystal, con la voz y las manos temblorosas. Sus dedos se deslizaron con torpeza sobre la bebé rubia que traía con ella, pero realmente no hacían mucho efecto—. No puedo hacer que deje de llorar, lo siento, yo no...

Puse mi mano sobre la suya para detener sus movimientos con gentileza.

—Está bien, no tienes que disculparte por nada —repliqué en voz baja, lo suficiente para que solo ella pudiera escucharme. Traté de dedicarle una mirada apacible, y también traté de mantener mi tono de voz lo más sereno que pudiera—. ¿Te molesta si lo intento? —le pedí, abriendo los brazos hacia ella.

Mi prima negó con la cabeza una sola vez. Esbocé una pequeña sonrisa hacia ella antes de apresurarme a tomar a la bebé en mis brazos. Pude sentir la mirada de todos en mi espalda, pero eso no era relevante en esto. También escuché cómo Tony reprendía a Edward silenciosamente y cómo Harper le pedía a Rachel que se quedara tranquila.

Tomar la pequeña bebé rubia en brazos era como sufrir un déjà vu instantáneo. Recordaba a la perfección cuando mi Edward también estaba así de pequeño, y por supuesto que también recordaba la manera en la que él no dejaba de llorar hasta que su padre lo tomaba. Lo comprendía muy bien, y también entendía cómo debía estarse sintiendo Crystal en ese momento, porque yo también lo sentí en aquel entonces. Uno se siente incompetente, pero la solución termina siendo más sencilla de lo que parece.

—Eso es —susurré, meciendo a la bebé Eyra con suavidad y dejando escapar un pequeño arrullo hacia ella. Paulatinamente, su llanto comenzó a cesar. Moví los ojos hacia Crystal y la vi mordiéndose el labio inferior con fuerza—. Está bien, Crystal, no tienes que asustarte. Al estar tan pegada contigo ella va a sentir todo lo que tú sientes, y si no estás calmada ella tampoco lo va a estar. Tienes que tranquilizarte un poco para que ella te sienta más serena. Créeme, ya me pasó, y yo también me exasperaba porque él no dejaba de llorar conmigo... pero son cosas que pasan. Especialmente en esta situación.

La despampanante y desaliñada pelirroja tomó una bocanada de aire monumental.

—Es solo que... —apretó los labios—, Eyra ha pasado por mucho en tan poco tiempo. No es justo.

Me dieron ganas de decirle que la vida en sí no era justa, pero me dio la impresión de que no era algo muy conveniente para decirle a una mujer que estaba al borde de un colapso mental.

—Muy bien, ¿quién es Ariel y dónde dejó a Sebastian?

—Tony —le advertí entre dientes, girando el cuerpo hacia él con ojos desorbitados por la incredulidad. El pelinegro me miró sin una pizca de arrepentimiento—. Es Crystal, la madre de la hija de Thor. Mírala.

Crystal ladeó la cabeza, sin comprender lo que decía Tony. Frunció el ceño con confusión y estiró su delicada mano hacia mi prometido.

—Mi nombre no es Ariel, estás equivocado —le indicó con voz amable, a lo que Tony le estrechó la mano—. Soy Crystal, hija de Cyrene, Diosa del Agua, Lady de Asgard y legítima reina de Azariel. ¿Quién es Sebastian?

Harper sonrió, repentinamente interesada.

—Es un cangrejo, ¿lo conoces?

—No estoy familiarizada con su naturaleza —contestó Crystal.

Rodé los ojos, pero traté de no hacer ningún movimiento brusco, pues la bebé rubia se había dormido encima de mí. Y ahora Edward me estaba mirando con ojos entrecerrados, como si no le gustara nada que la estuviera sosteniendo.

Me dieron ganas de reír por eso.

—Ya dejen a Crystal en paz —los instó Bruce—. ¡Hablemos de lo que está sucediendo, de las gemas, de Thanos!

Tony se lanzó sobre un sillón que estaba del lado oeste del santuario, e inmediatamente su rostro se contrajo.

—Explícame.

—Thanos diezmó Xandar hace una semana y ahora tiene la gema del poder —explicó Bruce, y luego se volvió para buscar a Crystal con la mirada.

La pelirroja tensó su postura entera cuando agregó:

—Y obtuvo el Teseracto al asesinar a la mitad de mi gente.

—No comprendo —Harper cruzó los brazos—. ¿Qué son esas gemas, quién es Thanos? ¿Qué quiere Thanos?

—Permíteme explicarte, Harper.

El ambiente de la habitación se tornó mucho más tenso que hasta entonces cuando una sexta persona se nos unió. Brevemente Strange lo presentó como Wong, y fue él mismo el encargado de explicar mejor lo que estaba sucediendo.

—En los albores del universo no había nada. Luego... —observé maravillada hacia arriba como, solo usando sus manos, Wong creaba una vívida representación del universo para que le entendieran mejor—. El Big Bang arrojó seis cristales elementales al universo inmaculado. Cada una de esas Gemas del Infinito controla un aspecto de la existencia.

El Doctor Strange se unió a la conversación.

—Espacio —señaló la piedra azulada, y poco a poco fue indicando cada una—. Realidad, poder, alma, y tiempo.

Alcé las cejas, porque la última gema, la Gema del Tiempo, estaba en su posesión. Reposaba plácidamente en el interior del llamativo collar que colgaba desde su cuello, y resplandecía con un intenso color verde.

¿Quién lo hubiera pensado, eh? Hace un par de años o más, este doctor era mi ídolo. Un as dentro y fuera del quirófano, y miren nada más donde estábamos ahora. Atrapados en medio de una posible catástrofe cósmica; él era un hechicero, y yo era la hija de una diosa. Estaba de película.

La respiración de Tony se detuvo súbitamente.

—Repíteme su nombre de nuevo.

—Thanos —repitió Bruce, y la pronunciación de su nombre hizo que un escalofrío me recorriera la columna—. Es una plaga, Tony. Invade planetas, toma lo que quiere. Mata a la mitad de la población. Él envió a Loki. El ataque en Nueva York, fue él.

—Él torturó a Loki —le corrigió Crystal, con un ligero tono defensivo en su voz. Eso hizo que Bruce inspirara y Tony se pusiera de pie—. También fue el que asesinó a Althea, el que destruyó Olympia y desapareció a Zafiro y a Victoria del radar por tanto tiempo.

Pude sentir la mirada de Tony clavada en mi rostro, pero yo miraba a Strange, que tenía el ceño fruncido en mi dirección. Estuve segura de que mi rostro no estaba denotando una expresión amigable en ese momento.

—Llegó el día —murmuró—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—No te ves sorprendida —acabó diciendo el doctor de ojos azules.

Sorprendentemente para mí, no sentí nada. Mi cuerpo entero era un hueco vacío de emociones en ese momento, en serio era incapaz de sentir algo. Eso es lo que sucede cuando adviertes algo con tanta anticipación, porque eso era justo lo que yo había hecho. Incluso se lo había dicho a Tony; ambos sabíamos que esto iba a suceder.

—Solo era cuestión de tiempo —repliqué con voz calmada—. Mi madre estaba loca, pero no era estúpida. Ella advirtió esto antes de que la asesinaran, Victoria también lo sabe. No tengo que sorprenderme como si fuera algo nuevo.

—Aún así no sabemos cuánto tiempo tenemos. Tiene las gemas del Poder y del Espacio, eso por sí solo lo convierte en el ser más fuerte del universo —alegó Bruce—. Si llega a poseer las seis gemas...

—Podría destruir la vida a una escala otrora —concluyó Strange.

Seguí con mi mirada los movimientos de Tony, que acaba de recargarse de un enorme artilugio y se estaba estirando.

—¿En serio dijiste «otrora»?

—¿En serio te apoyas en el Caldero del Cosmos?

La capa roja del doctor se movió y le dio una palmada en el trasero al pelinegro, que rápidamente se volvió con los ojos bien abiertos hacia el que hablaba con él. Lo miró de arriba abajo y añadió:

—Voy a permitirte eso.

—Pero tenemos una ventaja, ¿no? —intervino Harper mientras se rascaba la nuca. Dio un par de pasos hacia nosotros y abrió los brazos cuando todos viramos la atención hacia ella—. Beverly, Bruce, Crystal y Victoria ya se enfrentaron a él, ¿cierto? Pueden decirnos cómo es.

Crystal se echó a reír entre dientes.

—Nunca me acerqué a Thanos, ese fue Thor. Yo no pasé de sus soldados.

—A Hulk le dio una paliza —musitó Bruce, ligeramente avergonzado.

—Y a mí básicamente casi me asesina sin esfuerzo —concluí con una pequeña sonrisa socarrona.

El matiz esperanzado del rostro de Harper se desvaneció con suma rapidez. Tony parecía irritado cuando botó una bocanada de aire por la boca.

—Si Thanos necesita las seis gemas, ¿por qué no echamos esta al triturador de basura?

—No puedo hacerlo —respondió el hechicero.

—Juramos proteger la Gema del Tiempo con la vida —continúo Wong.

—Y yo juré dejar los lácteos —Tony se encogió de hombros—, pero luego una heladería le puso mi nombre a un sabor.

Avellana Iron Mango —adivinó Stephen Strange.

—No está mal.

—Un poco duras, preferimos el Hulk Caramelo Explosivo —comentó Wong con orgullo—. Y el favorito de Rachel es el Vainilla Victoria Azucarada.

A Bruce se le desorbitaron los ojos de pura sorpresa.

—¿¡Existe!?

—Da igual, todo cambia —Tony rodó los ojos.

—Nuestro juramento de proteger la Gema no puede cambiar —masculló Strange—. Esta gema es probablemente nuestra mejor oportunidad contra Thanos.

—También es su mejor oportunidad contra nosotros.

—Si no hacemos nuestro trabajo...

—¿Ah, sí? ¿Cuál es tu trabajo? Además de hacer animales con globos.

—Protejo tu realidad, animal.

—¡Suficiente! —exclamó Harper—. Stephen, ya deja de ser un dolor de culo.

Estuve de acuerdo con ella.

—Tony, ya deja de ser un idiota.

—Chicos —los llamó Bruce—, ¿podemos posponer esta discusión? El hecho es que tenemos la gema, sabemos dónde está. Visión anda por ahí con la Gema de la Mente y tenemos que hallarlo ya.

—También debemos hallar a Victoria —pide Crystal, avanzando hacia nosotros. Su semblante se nota un poco más calmado ahora—. Zafiro, debemos mostrar un fuerte unido. Separadas somos más débiles, y ahora que Thor ha perdido su martillo...

Crystal estiró los brazos hacia mí y yo le pasé la bebé. En ese momento me dk cuenta que todo estaba demasiado tranquilo, ¿a dónde demonios se fueron Edward y Rachel? Me moví para buscarlos, pero seguí escuchando atentamente la conversación.

Tony resopló.

—Sí, ese es el problema. Hace dos semanas Visión apagó su transmisor, está desconectado.

—¿Qué? ¿¡Perdiste otro súper robot!?

—No lo perdí —se defendió el pelinegro—. Él es más que eso, está evolucionando.

—¿Quién podría hallar a Visión? —inquirió Strange.

¿A dónde demonios se fueron esos niños? Me estiré para mirar detrás de las escaleras, pero no estaban ahí. Revisé detrás de unas mesas y tampoco. Busqué a Harper con la mirada, y ella pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, porque rápidamente se movió para hacer lo mismo. Empezó a llamar a Rachel en voz alta.

En la entrada la discusión cesó y se vio presa de una pausa. Al final fue rota por una respuesta de Tony.

—Probablemente Steve Rogers. Quizá. Pero...

Distinguí claramente el bufido de Stephen Strange.

—Llámalo —le dijo Bruce en tono obvio. Ah, y volvíamos a los recuerdos del pasado.

—¡Allí estás! —Harper suspiró—. ¿Qué estás haciendo?

Suspiré con alivio al verla volver con Edward y Rachel. Parecía que hubieran estado jugando con algo, pues tenían la ropa manchada de un líquido amarillento.

—No es tan fácil —escuché decir a mi prometido—. Dios, hace mucho que no hablamos, ¿no? Los Vengadores nos separamos. Ya no nos hablamos.

—¿Se separaron? ¿Como una banda? ¿¡Como los Beatles!?

—El Cap y yo peleamos, fuerte. No estamos en términos de hablarnos.

—Tony, escúchame —alargó Bruce—. Thor no está, pero mira a su hija. Thanos ya viene. No importa a quién hables o no.

Eso me hizo girarme hasta encontrar a Crystal con la mirada. Un espasmo de dolor le recorrió el rostro, al mismo tiempo que se abrazaba a su pequeña bebé con resignación. No quería ni siquiera imaginarme cómo se estaría sintiendo ella con todo esto. Según lo que me había dicho Harper antes de llegar, Crystal acababa de perder a su madre, a su padre, su hogar, la mitad de su gente, ¿y ahora también existía la posibilidad de que hubiera perdido a Thor?

Si la sola idea de que Thor estuviera muerto a mí me quemaba el pecho, ¿cómo lo sentía ella? ¿Cómo aún se mantenía de pie, recta y con los ojos chispeantes? ¿De dónde sacaba la voluntad para seguir? Porque yo me hubiera resquebrajado, si yo no tuviera a nadie a quien aferrarme me hubiera desvanecido. Era afortunada porque siempre tuve a alguien a mi lado, en cada instancia dolorosa de mi vida, pero ahora veía a Crystal y ella prácticamente lo había perdido todo. Todo.

Si no fuera por esa bebé rubia a la que se aferraba con fuerzas...

—Thor hablaba de ustedes con mucha frecuencia —comentó la pelirroja con cautela—. Él decía que eran los héroes más poderosos de la tierra, que eran su equipo. Incluso cuando se enteró de la profecía...

Levanté la cabeza con brusquedad.

—¿Cuál profecía? —Strange frunció el ceño.

—La profecía que habla de los descendientes de Talea, la madre de Althea —aseveró ella con la voz amarga—. No creo que tenga algo que ver con Thanos, no viene al caso.

Tony me miró fijamente, pero no me dijo nada. Se me hizo un nudo en el estómago de solo recordarlo.

Entonces se me ocurrió algo.

—Vera —murmuré—. ¡Vera! ¿Existe la posibilidad de que Vera haya visto algo referente a esto?

—Tenemos que traer a Vera —Harper estuvo de acuerdo.

—Y si vamos a traer a Vera hay que avisarle a Steve y a Victoria —concordó Bruce—. Llámalo, Tony.

El pelinegro dio media vuelta para rebuscar algo en su pantalón. Fruncí el ceño, ¿lo llevaba consigo? Solo habíamos salido a correr. ¿Eso significaba que se llevaba a todos lados el celular que Steve le había dejado? ¿A todos lados?

Edward me llamó, así que me agaché para quedar a su altura y ver qué necesitaba. Solo quería decirme que tenía hambre. Le dediqué una pequeña sonrisa tranquilizadora y le expliqué que en un momento más lo atendía, a lo que él resopló con frustración y se volvió para seguir «hablando» con Rachel.

Me incorporé, pero al hacerlo sentí un extraño tirón en mis entrañas. Vi cómo todo sucedió en cámara lenta.

La primera en advertir algo fue Crystal. Su largo cabello pelirrojo dio un giro brusco hacia la derecha y sus ojos fueron a parar al techo, como si estuviera buscando algo. A su reacción le siguió la mía, que empecé a escuchar en la lejanía algo similar a una vibración aguda. Poco a poco transcurrieron los segundos hasta que el sonido se volvió palpable, y una ráfaga de viento azotó el interior de la estancia.

Tony también lo notó.

—Doc, ¿de casualidad estás moviendo tu cabello? —le preguntó a Strange. Todos nos quedamos en silencio y completamente paralizados.

—No, en este momento no.

El sonido aumentó en frecuencia y también en fuerza. Y fuera del santuario, las personas empezaron a correr despavoridas.

La serpiente de mi muñeca se removió intranquila. Mierda, ¿esta cosa tenía vida propia? ¿Qué carajos?

—Tú te quedas aquí —me señaló Tony, antes de abrir la puerta y lanzarse a la calle.

—Y tú también —le dijo Strange a Harper, a lo que ella lo miró ofendida, más sin embargo no se movió.

Wong y Bruce también salieron detrás de ellos.

—¿En serio nos vamos a quedar aquí? —me preguntó Harper.

Yo suspiré.

—Crystal, ¿estás bien o resistes?

—Encuentra un lugar en el que pueda dejar a Eyra a salvo y vamos —contestó sin vacilar.

—Muy bien —murmuré—. Harper, abre un portal y envía a Eyra, Rachel y Edward con tu madre. Estarán a salvo en Hiron. Definitivamente no nos vamos a quedar aquí.


***
N/A: bienvenidos a IW en Sapphire mis amores! Pónganse esos pantalones bien arriba porque lo que se viene estará fuerte 🤘🤘🤘🤘

Este capítulo es la continuación del 23 de Disturbia, y la continuación de este es el próximo de Hurricane 🔥

Estos capítulos me van a quedar largos, así que de antemano me disculpo si se les hace tedioso 🥺, espero que la lectura sea de su total agrado siempre 🖤

Empezamos fuerte y lo que van a sobrar son peleas en estas partes, así que preparen todo para leer cómodamente

También se vienen actualizaciones seguidas de las historias, porque al subir una tengo que subir las otras dos también 🤣

Cuéntenme, ¿qué les ha parecido el inicio de IW?

No hablaré más por aquí porque el capítulo por sí solo quedó muy largo y no quiero seguirlos aburriendo. Nos leemos muy pronto mis amores, les mando muchísimos besos!

Tonys virtuales para todas 💜

Ashly se despide xx

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