21 ━━━ New beginnings.
━━━ ❛ HOMINEM I ❜ ━━━
TONY STARK
Alguien dijo por ahí que nuestros errores nos definían. Pero, ¿qué pasa cuando cometes un error, cargado de buenas intenciones? Claro que sigue siendo un error, algo que no se puede cambiar, pero cuando lo cometiste de buen corazón, entonces hay una parte de ti que no puede arrepentirse del todo. Incluso si eso te está matando. A veces es demasiado tarde para arrepentirse, hasta para intentar enmendar, así que no tenemos que hacer nada más que seguir adelante con el resultado de nuestras decisiones. Todo tiene que pasar.
Y así sucedió. Todo siguió su curso, como debía ser, pero, una sola cosa insustancial, le había dado un giro trascendental a mis decisiones. ¿Cómo se suponía que iba a balancear lo que debía hacer con lo que quería hacer?
Estaba aterrado de no poder seguir cuidando lo que debía.
—Tony —escuché como Steve me llamaba—. Nat quiere saber si vas a cenar con nosotros. Vamos a pedir pizza.
Alcé la cabeza, porque la tenía pegada al escritorio de la oficina del rubio y lo miré, un poco enfurruñado.
—Sí, me quedaré. Igual soy yo el que la va a pagar así que al menos le sacaré provecho.
Él negó con la cabeza y cruzó los brazos. Luego, me lanzó una larga mirada llena de desaprobación. Porque por supuesto que él sabía lo que estaba pasando, y por supuesto que se la pasaba sermoneándome al respecto. ¿Por qué no podía ser un amigo normal y limitarse a observar como ardo en mi propio infierno? Si él no se estaba quemando... Aunque probablemente lo haría si los demás se enteraran. Aquello también era mi culpa, tenía que haberme metido la lengua por donde mejor me cabía y no decirle todo a Rogers. Pero claro que se lo había dicho y ahora estaba pagando las consecuencias.
—Si sabes que el tiempo está pasando, ¿no? —soltó, en aquel irrevocable tono moral. Yo rodé los ojos.
—Sí, Steve, así es como funciona el mundo. Los días pasan. ¿Acaso no era así en los cuarenta también? —respondí, un poco más a la defensiva de lo que debería.
Él no cambió su expresión ni un ápice. Al contrario, se puso más recto que antes.
—Sabes que no me refiero a eso —me dijo—. Te estoy hablando de...
—Sí, ya, ya. Ya me lo sé. Lo sabemos, tenemos siete meses en esto.
—Tienes que decirle la verdad, Tony. No puedes dejar que siga pasando más tiempo, esto no es justo para ti. Estás sacrificando todo por...
Suspiré teatralmente para interrumpirlo. Me estaba comenzando a ofuscar y de verdad que no quería tener esa conversación de nuevo, no este día.
—¡Lo sacrifico porque lo menos que importo soy yo! —exclamé, poniéndome de pie—. Tú has estado en todo esto conmigo, Rogers, sabes perfectamente lo que estoy dispuesto a hacer por garantizar su seguridad. Y ahora no es sólo la de ella. Además, Beverly me odia, desde hace bastante rato.
—Te odia porque tú mismo lo provocaste. ¿No era mejor decirle la verdad desde un principio, por qué preferiste mentirle de una manera tan cruel? —contestó, y eché un vistazo a su cara de pocos amigos. Como siempre, este tema lo irritaba—. Por favor, Tony. Tu relación con Pepper se había ido al trasto inclusive mucho antes de que ella llegara al equipo, y en serio no sé cómo es que los demás te han creído el cuento de que estás con ella de nuevo.
Suspiré. Bueno, al fin y al cabo, yo había abierto esa puerta. Era obvio que Rogers no iba a perder la oportunidad de echarme en cara mis decisiones erráticas.
—Lo que importa es que Beverly lo crea —grazné, fastidiado—. Lo demás puede arder mientras que ella esté bien y tranquila.
—¿Y honestamente crees que Beverly está tranquila justo ahora?
No, por supuesto que no lo estaba. Mi pobre muñeca. Ella me estaba odiando con toda su alma, y no podía culparla por ello, porque era mi culpa. Pero el hecho de que me odiara era solamente un pequeño infortunio dentro de todo lo que significaba mantenerla a salvo. A ellos dos. Y eso era más que suficiente.
Steve también suspiró. Pronto se me paró en frente y me puso una mano en el hombro.
—Mereces ser feliz, Tony. No puedes seguir sacrificándote, mira, han pasado siete meses y aún no tenemos ni idea de dónde está Nadine Volkova. Además, Pepper ni siquiera te dirige la palabra. No me siento cómodo mintiendo.
Lo decía en serio y con tono compasivo, además de que tenía mucha razón, lo cual empeoraba las cosas.
—Todo lo que he hecho ha sido por Beverly —murmuré, con un gran sabor ácido en la boca—. Y si el costo que debo pagar para que ella viva es que me odie, entonces que así sea. Mientras que ella esté a salvo nada más importa.
—En algún momento se va a enterar de la verdad —respondió, negando con la cabeza—. Y cuando sepa que tú y yo lo sabíamos con mucho tiempo de antelación y se lo ocultamos, no se va a poner contenta.
—Lo sé. Va a estar enojada, pero estará a salvo. Ambos estarán a salvo.
Steve inhaló, para después asentir y relajar los hombros. Me dedicó una tenue sonrisa.
—Ya cada vez falta menos.
—Ni que lo digas —corregí, con una media sonrisa. Ese tema sí me agradaba, porque dentro de todo aquella presión en la que estaba metido, había una paz y tranquilidad en la que podía refugiarme—. Victoria se está dando un festín con todo esto. El hijo parece más suyo que mío.
El rubio se echó a reír.
—Ya me lo imagino. Victoria me tuvo dos días enteros rebuscando en su apartamento ropa de Vera cuando estaba recién nacida para poder dársela.
Inevitablemente, yo también me reí.
Eso había sido la cosa más impactante que me había pasado en toda mi vida. Ni siquiera estaba seguro de haber terminado de digerir los términos «embarazada» y «Beverly» de manera correcta en mi cerebro. Me tomó mucho más tiempo del que quería admitir siquiera poner las cosas sobre la mesa y entender lo que estaba pasando. Pero lo había hecho, y no estaba arrepentido. Sin embargo, eso solamente había incrementado mucho más la presión que cargaba encima. ¿Cómo se suponía que lidiara con ella odiándome, si ahora no sólo era ella? Hice lo que hice por su bienestar, pero con la llegada de ese «coso» todo se me complicó aún más.
Una cosa era intentar alejarme de ella, anteponiendo su seguridad sobre mis sentimientos, pero otra muy distinta era poner mi deber sobre esto. Esto tenía mucho más peso, pero no podía dejar de hacer mi trabajo. Y me estaba matando.
Al menos para Steve las cosas estaban yendo bien, sobretodo con Victoria. Y ni siquiera podía burlarme de él por eso. Lo envidiaba mucho.
—Entonces —alargó el rubio—. ¿Si vas a cenar con nosotros?
—Ya te dije que sí. ¿Acaso la edad te está afectando el oído?
* * *
—¡Treinta y dos semanas y contando! —chilló Clint, a través de la pantalla del teléfono de Beverly. Estaban hablando por FaceTime—. Pareces una bola de fútbol. Vas a reventar pronto.
Estábamos sentados en la sala de estar, justo frente a la cocina. En la mesa junto a los muebles habían unas cuatro cajas de pizza que estaban siendo devoradas por los presentes.
En ese momento, Beverly se echó a reír. Y no pude apartar la vista ni por un instante. Se veía mucho más hermosa que antes, como que si eso fuera remotamente posible. Tenía un peculiar brillo en sus ojos azules que los hacían ver incluso más eléctricos que de costumbre, y era algo que me quitaba el aliento. Clint no se había equivocado ni un poco: en serio parecía una bola a punto de reventar. Era increíble cómo le había crecido la panza con el pasar del último mes, y habían muchas quejas constantes por parte de ella alegando que el niño no se mantenía quieto nunca. Y me culpaba a mí y a los genes Stark.
Porque sí, era un niño. Yo le decía «no identificado», puesto que aún no tenía nombre.
—Se queja más por los tobillos que por la panza —intervino Wanda, asomando la cabeza por encima del hombro de la pelinegra para ver a Clint.
Beverly bufó.
—Todo era mucho más fácil cuando Thor estaba por aquí. Él me cargaba a todas partes.
—¡Hey! —se quejó Steve—. Yo también te cargo.
Ella volvió a reír, y eso fue música para mis oídos. Una ancha sonrisa se abrió paso por su rostro mientras miraba a Wanda, que le estaba diciendo algo al oído. Luego, Clint se despidió y ella colgó la llamada para volver la atención a los demás.
—Entonces —habló Sam, devorando una rebanada de pizza entera—. ¿Para cuándo el nombre? Tengo una apuesta con Rhodes que no pienso perder.
Hice una mueca y me lancé de espaldas al sofá, suspirando.
—No le vamos a poner Sam.
—Porque se va a llamar James —aventuró Rhodes, desde el mesón. Yo rodé los ojos.
—Prefiero ponerle Steve.
—De hecho es un gran nombre —Beverly estuvo de acuerdo—. Steve.
Varios bufaron, descontentos por el comentario.
—Ya me acostumbré a las decepciones —dijo Natasha—. Primero Nathaniel, y ahora él. ¿Cuándo va a llegar la pequeña Natasha?
—Quizás Victoria y Steve te quieran hacer el favor —le respondí en tono socarrón.
Vamos, estaba de la patada pero eso no impedía que los usara a ellos para mi liberación personal. Siempre me había burlado de ellos y siempre lo haría. Si no soltaba un comentario de ese tipo entonces me iban a extrañar.
—Oh, vamos, Tony —se quejó Steve. Natasha torció el gesto y se encogió de hombros.
—Dudo mucho que después de tanto tiempo en el hielo aún quede un espermatozoide vivo. Los pobres habrán muerto de frío.
—Es interesante que lo comente, señorita Romanoff —intervino Visión, en tono educado—. Porque el frío no existe. El término fue desarrollado para nombrar a la ausencia de calor, pero no es una propiedad real.
—Gracias por la información, Vis —contestó Wanda, más condescendiente de lo normal.
Beverly hizo un mohín desde el sofá en el que estaba tirada.
—¿Alguno me ayuda a levantar? —pidió—. Tengo las piernas engarrotadas. Si lo hago yo sola me voy a ir de boca al suelo, porque esta barriga no me deja ver mis pies.
—Yo voy —le dije, antes de que alguno otro se levantara en su dirección.
La puse de pie con sumo cuidado, tomándola por la espalda mientras ella alargaba los brazos hacia adelante sobre mis hombros. Esto era lo más cerca que lograba estar, lo más que podía conseguir con ella. Beverly me podía sacar de quicio con comentarios hirientes y nombrando a Thor para hacerme molestar cada dos minutos, pero cuando se trataba del niño, no me apartaba ni por un instante. Más bien me acercaba.
Ella dijo: «tú te puedes morir, pero sigues siendo el padre así que, al diablo, igual te voy a tener que aguantar». Y aunque había dolido, era bueno saber que estábamos juntos en esto.
Medio segundo después Beverly soltó un alarido.
—¡Uf! Este coso no se aquieta. Ya no me deja dormir —suspiró, tomando mi mano para bajarla a su barriga.
Alguien se estaba moviendo ahí.
De pronto me abrumó una oleada de horrible congoja. Tienes que seguir haciendo esto, tienes que seguir haciéndolo por ella, me dije a mí mismo. Tenía que seguir manteniendo aquel perfil que me había creado, por todos. No pude evitarlo, pero hice de tripas corazón para eliminar de mi rostro toda huella de sufrimiento.
Ella no podía saber la verdad, y yo podía seguir aguantando esto por más tiempo, ¿no?
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