20 ━━━ Heat and iron.

━━━ ❛ MOMENTUM XX ━━━

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FINAL DE LA PRIMERA PARTE

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Dos meses después.



—Si Steve y tú siguen rompiendo los sacos voy a tener que poner una fábrica sólo para reponerlos.

Dejé escapar una bocanada de aire y me volví para mirar a Victoria, que venía entrando a la nueva sala de entrenamiento. La castaña caminó hasta la esquina y tomó uno de los sacos nuevos con una mano. Luego, se paró en frente de mí y lo guindó dónde se encontraba el anterior que yo había dañado tras darle un duro golpe.

—Lo siento —mascullé, apretando la coleta en mi cabeza—. Creo que no me controlo muy bien últimamente.

Victoria me miró divertida, y negó con la cabeza.

—Entonces, ¿qué te está pasando hoy?

Con el saco nuevo puesto en su lugar, comencé a darle golpazos otra vez.

—Nada, ¿qué podría pasarme?

—Oh, bueno —se cruzó de brazos y alzó una ceja—. ¿Además del hecho de que pasaste la noche en la habitación de Thor?

Apreté los dientes con fuerza.

¿Quién diría que los días podían pasar tan rápido, y que sin embargo, el tiempo no curaba nada? Ese refrán no era nada más que una vil mentira. El tiempo no te ayudaba a sanar, más bien se encargaba de recordarte de forma dolorosa todos y cada unos de tus errores. Te los echaba en cara de una manera muy cruel, imposible de ignorar. Y eso fue justo lo que me pasó a mí.

Las cosas habían cambiado, sustancialmente, para todos. La subida de Sokovia había sido el punto de quiebre que algunos necesitaron para tomar decisiones radicales, sin embargo, para el resto, había resultado siendo el comienzo de algo más. Fueron dos meses largos e insoportables, pero como todo lo demás, pasaron. La torre Vengadores ya no lo era más, Steve y Tony habían acordado mudar las instalaciones al norte, estableciendo así el nuevo cuartel en las afueras de Nueva York, lejos de la ciudad y el gentío, como lo pidió Steve.

Y todo siguió su curso.

Fury se la pasaba rondando las nuevas instalaciones muy a menudo, en especial para ayudar a Natasha en la búsqueda del doctor Banner, del cual seguían sin haber noticias de ningún tipo. Wanda se estaba adaptando más rápido de lo que imaginé, y parte de eso se debía a su creciente amistad con Visión, que también había llegado para quedarse. Al equipo se le unieron otros dos miembros, como lo fueron el coronel Rhodes y Sam Wilson, un buen amigo se Steve. Pero así como se unieron, otros desertaron. Con el nacimiento de Nathaniel Pietro, Clint terminó por decidir que ya era momento de guindar el arco y dedicarse a tiempo completo a su vida de granjero. Nadie lo culpaba, él tenía una familia en crecimiento de la cual cuidar y esa era su prioridad, como debía ser. Banner ya no estaba por ahí, así que ya habíamos perdido a Hulk también. Victoria había decidido quedarse, pues alegaba que aquello era su vida y podía hacerlo y cuidar de su hija al mismo tiempo. Aunque era obvio que gran parte de su motivación para quedarse era Steve, incluso si ninguno lo decía en voz alta.

Thor había decidido quedarse un tiempo más del estipulado para ayudar en las nuevas instalaciones, pero también debía irse a Asgard y el momento había llegado. ¿En cuanto a mí? Bueno, algunas cosas importaban más que otras. Mis abuelos estaban bien, pero Nadine había desaparecido. Intuí que sólo era cuestión de tiempo para que volviera a aparecer, porque lo haría. Por andar perdida con los Vengadores durante lo de Ultron terminé por perder el año, así que no me gradué ni pude regresar al hospital. En el fondo de mi corazón aquello me dolía bastante, pero no podía hacer mucho para cambiarlo. Y supuse que era mejor no hacer un balance emocional, pero era inevitable. ¿Tony? La verdad es que la última vez que hablamos, la cosa no fue nada bien. No había cruzado palabra con el pelinegro desde entonces, pues ahora parecía una tarea obligatoria evitarnos mutuamente. Pero no me pasaban desaparecidas sus caras cuando me veía hablar con Thor o Steve. Al final, él terminó por retomar su relación con Pepper Potts y yo me había vuelto una maestra en el arte de la indiferencia.

La cosa era que sí me dolía, pero era mejor callarlo que andar lamentándose por cosas absurdas.

—No pasó nada de lo que recorre tu enferma cabecita —terminé por responderle a Victoria, con una sonrisa ladina—. Me estaba contando historias y me dormí. Realmente es un buen amigo.

Ella estuvo de acuerdo. La verdad era que no sólo el rubio era un buen amigo, en el último tiempo realmente me había vuelto muy cercana con Victoria, lo cual era bueno, porque su compañía era lo mejor. Sin embargo, en ocasiones como estas, le era imposible ocultar la vena maternal y sabia que la caracterizaba. Ella había vivido mucho más que todos nosotros y lo más probable es que siguiera viviendo más cuando nosotros nos hayamos ido, así que eso le daba una sabiduría infinita.

—Es una lástima. Yo soy equipo Thor, que Tony se vaya al carajo —se lamentó falsamente, sin mover los brazos de su pecho. Yo me eché a reír fuertemente—. Frena esas risotadas y mejor dime por qué estás descargando la furia contra los sacos.

—No hay ninguna furia descargándose, Vi —respondí, sin dejar de golpear el saco.

—Pues qué raro. ¿Al final te decidiste a ir con Thor a Asgard?

Hice una mueca, deteniéndome un segundo para mirarla.

—No.

—¿Eso significa que te quedas en el equipo?

—Sabes —comenté, volviéndome hacia el suelo para tomar mi botella de agua y echarle un sorbo—. Steve me hizo la misma pregunta esta mañana mientras me miraba a los ojos de manera perturbadora. ¿Cuál es el apuro de ustedes dos?

—Que Thor se va hoy. Si no te vas con él, ¿entonces qué harás? —respondió obvia.

Dejé escapar una bocanada de aire y volví a pegarle al saco, mucho más enfurruñada que antes.

—Con eso de que Bruce está perdido, Clint se fue y Tony también se va a vivir una vida sedentaria...

Al escuchar las palabras de Victoria, sentí mucho calor en mi puño derecho, y acabé impactándolo con más fuerza de la necesaria contra el saco. El pobre terminó desparramado en el suelo, roto, de nuevo. La castaña resopló.

—Supongo que ya no tengo que preguntar el motivo de tu furia —murmuró. Inhalé con fuerza, y luego la vi quitarse los zapatos de tacón—. Vamos, entrena conmigo. O sino vas a terminar por romper toda la sala y Steve se va a molestar.

Abrí la boca para responder, pero el sonido de una fuerte carcajada nos interrumpió a ambas. Thor se apareció en la puerta con el brazo derecho alzado y Vera guindada de su músculo. La pelirroja ni siquiera tocaba el piso con los pies, porque él la estaba alzando sólo con su bíceps derecho como si de una muñeca de trapo se tratase.

—¡Mamá, el tío Thor me ha dicho que el tío Clint no va a volver jamás! —se quejó la muchacha, sin soltarse del brazo de su tío. El rubio se echó a reír aún más fuerte.

Victoria rodó los ojos.

—Thor, ¿puedes dejar a mi hija en paz? Sabes que Clint es su tío favorito.

—Exactamente por eso lo hago —replicó el aludido—. Yo soy el que le trae perritos asgardianos, yo debería ser el favorito.

La niña bufó, como si estuviera indignada. Se soltó del músculo de su tío y lo miró ferozmente con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¡Suenas igual al viejo de Tony! No va a pasar, Clint es mi favorito porque hace el pastel de chocolate más rico del universo.

Todos nos echamos a reír. Agradecí aquello mentalmente, era bueno concentrarme en otra cosa para no pensar en lo que Victoria acababa de señalar con respecto a Pepper y Tony. Volví a tomar agua, me estaba dando una ligera jaqueca y seguro se debía a todo lo que estaba pasando.

En ese momento, Steve se apareció en la puerta también y se dirigió a Victoria:

—Ya llegó Tony —avisó—. Y quiere hablar contigo, Vi.

La castaña suspiró y se puso los zapatos de nuevo.

—Bien, voy a verlo. Vamos, Vera. Fury quiere verte también.

—Thor, ¿vienes? —lo llamó Steve. El asgardiano asintió con lentitud y me miró.

—Sí, sólo dame unos minutos.

Suspiré, mirando al rubio con una mueca.

—Ya te vas, ¿cierto? —le pregunté en voz baja. Él asintió con gesto apesadumbrado.

—Y sé que no vas a tomar mi oferta —aseguró, acercándose hasta a mí—. Pero siempre seguirá en pie. Cuando quieras ir, lo sabré, y allá vas a estar.

Moví el rostro para ocultar la sonrisa.

—Te voy a extrañar, Thor —admití, abriendo los brazos para darle un abrazo—. En serio lo haré. Será raro no verte diario.

Él aceptó el abrazo, gustoso. Me estrechó contra su pecho y se meneó en aire socarrón.

—Yo también te voy a extrañar, preciosa. Y contaré los días para volver a verte, lady Beverly.

—¡No me habías dicho así hace mucho! —me solté para mirarlo sonriente.

—Ah, ya ves —me guiñó un ojo—. Siempre serás lady Beverly. Y siempre vas a ser la lady más hermosa de todas, menos cuando te duermes a mitad de mis historias.

Me eché a reír.

—Maldito dios sinvergüenza.

Él volvió a abrazarme, esta vez con mucho más temple que antes. Yo puse la cabeza contra su pecho y solté un suspiro. En serio lo iba a extrañar.

—Cuídate mucho, Bevs —susurró, mientras me acariciaba la espalda con la yema de sus dedos—. Cuando nos volvamos a ver debes estar incluso más hermosa que ahora. Ni una sola lágrima más debes derramar. Y te prometo, mi lady Beverly, que cuando nos encontremos de nuevo, entonces el destino ya habrá decidido que hacer con nosotros.

Resollé, y me aferré un poco más a su abrazo.

—Tú cuídate, dios sinvergüenza, porque te voy a extrañar. Y cuando te vea de nuevo quiero verte igual que ahora, ¿de acuerdo? Ve a conquistar todos los corazones en el espacio. Hombres y mujeres por igual.

Esta vez, fue él quien se echó una carcajada limpia. Depositó un beso en mi frente y me dedicó una última sonrisa.

—Adiós, mi preciosa.

Me puse de puntillas y me incliné para darle un beso en la mejilla.

Hasta pronto —lo corregí—. Te voy a extrañar, estupithor.




* * *




Me encontré con Natasha y Fury en el ala este del complejo. La pelirroja estaba diciéndole algo a parches cuando justo yo entré a la sala. La leve jaqueca que tenía había aumentado un poco, y pensé que quizás debía ir a buscar alguna medicina antes de que se pusiera peor.

—Nada dura para siempre —alcancé a oírla murmurar. Fury comenzó a caminar lejos de ella y se encogió de hombros.

—Los problemas, señorita Romanoff. No importa quién gane o pierda, los problemas siempre van a estar ahí —me miró entrar y me señaló con el dedo—. Esas no son ropas de trabajo, aquí no usamos leggins.

—¿Entonces qué es eso que tienes puesto?

—Cada vez que hablo contigo me dan ganas de jubilarme —murmuró, pasándome por un lado y terminando de salir de la sala.

Me reí entre dientes. Natasha sonrió de lado y me mostró su teléfono, donde había un vídeo del nuevo bebé de Clint. Automáticamente sonreí.

—Parece una pequeña bola —me enternecí—. Ni siquiera tiene dientes.

—¿Por qué tienes esa cara? —me preguntó, guardando el teléfono—. Victoria tiene razón: estás demacrada, ¿siquiera estás durmiendo bien? Steve se va a enfurruñar cuando no estés activa en el entrenamiento.

Bufé.

—No dije que me iba a quedar.

—¿Ah, no? —alzó una ceja—. Thor ya se fue, creo que eso habla por sí sólo.

—Ustedes asumen que me quedaré, ¿cuando firmaron mis papeles de adopción?

Natasha se rió levemente y negó con la cabeza.

—Sabes que sí te vas a quedar.

—Sí —farfullé, rodando los ojos—. Sí me voy a quedar, jefa.

—No me digas jefa.

De pronto, la cabeza comenzó a darme vueltas. Tuve que abrir y cerrar los ojos repetidas veces pues miraba en desenfoques, pero no se produjo algún cambio. El leve indicio de jaqueca que tenía se volvió un fuerte dolor en todo el cráneo, y pronto mi estómago se vio preso de unas náuseas. Tomé el brazo de Natasha, buscando apoyo.

—Nat... —comencé, con la voz quebrada.

—¿Beverly? ¿Por qué te estás...

Eso fue lo último que escuché antes de desmayarme.




* * *




Tenía la garganta reseca. Me removí incómoda sobre algo suave, y rápidamente sentí el toque de dos manos en mi piel. Aún tenía jaqueca, y lo acaecido en la sala de entrenamiento irrumpió en mi conciencia, dejándome más aturdida aún.

No volvía a entrenar sin desayunar.

No abrí los ojos al instante en el que me salí de la inconsciencia. Tenía un sabor asqueroso en la garganta, similar al vómito, pero tenía muchísima sed. Mi cuerpo, por otro lado, se sentía muy agarrotado y perezoso. Hice un gran esfuerzo para restablecerme, así que poco a poco comencé a pestañear.

—Eres una necia —oí que me dijeron. Al principio no reconocí la voz, pero luego sí pude hacerlo. Era Natasha—. ¿Qué te dije la última vez que entrenaste sin nada en el estómago?

Grogui, confusa.

—No me sermonees.

—La falta de comida sí tiene que ver en esto —concordó la doctora Cho—. Pero no es el diagnóstico completo.

Me incorporé con cuidado, temerosa de que la cabeza me diera más vueltas que hasta ahora. Lentamente abrí más los ojos, perturbada por las intensas luces blancas de la habitación. Cuando lo hice, me encontré con los rostros de la doctora Cho y Nat, aunque pronto se le unieron Wanda y Victoria.

—Su cabeza es un lío —informó Wanda, con el gesto torcido. Victoria me puso mala cara.

—Eres una necia —repitió lo mismo que había dicho Natasha, en el mismo tono.

Quise rodar los ojos, pero estuve segura de que la cabeza me dolería al hacerlo. Preferí dirigirme a la doctora Cho, que me miraba con el rostro más serio de lo normal, como si estuviera contrariada.

—¿Qué es? —pregunté, haciendo una mueca—. ¿Vértigo, estrés...?

Ella se relamió los labios. Estudié sus ojos con detenimiento en busca de algún indicio de respuesta a mi pregunta, pero me pareció inescrutable. Al final, suspiró y le echó una última mirada a la carpeta de sus manos antes de decir:

—¿Qué te parecen ocho semanas de gestación?

Silencio. Me quedé mirándola, callada, y no fui la única que centro su atención en la doctora. Mis demás acompañantes hicieron lo mismo, tan igual o más shockeadas que yo. ¿Acaso ella había dicho...

Gestación.

Gestación. Eso era...

No, no, no, no...

—Helen —la llamó Victoria, con la calma y el aplomo habituales—. ¿Acabas de decir «gestación»?

La doctora asintió con desenfado.

—Sí, eso dije exactamente. Beverly tiene ocho semanas muy precisas, lo que significa que fue hace dos meses que el óvulo fue fecundado, y si mis cuentas no están equivocadas, que dudo que lo estén, eso corresponde a la semana de la batalla contra Ultron.

Eso tenía que ser una cruel y vil mentira.

—No... —susurré, aún aturdida.

—¿Estás completamente segura? —preguntó Natasha, como un eco—. ¿No se pudo haber equivocado?

—No está equivocada. Lo leo... —contestó Wanda, con la voz tensa. Tenía la vista pegada a un punto ciego en la pared, así que fue inconsciente del momento en el que Wanda se acercó a tomarme la mano.

Estaba encerrada dentro de mi propia mente. ¿Cómo demonios había pasado eso? No, así no era, obviamente sabía cómo había pasado. Mejor reformulaba la pregunta: ¿cómo demonios dejé que pasará eso? Ahora sí me había metido en un lío más grande que cualquier cosa. En ese momento prefería enfrentarme a cien Ultrones antes de tener que afrontar esa situación.

¿Por qué no mejor me daban un tiro y ya?

Fue muy rápido el instante en el que un frío dolor y pánico me llenaron entera. Parpadeé, incrédula aún, pero un retortijón me inundó el estómago y estuve segura de que las náuseas que tenía no estaban relacionadas con mi «condición». Quería vomitar porque el estómago me había llegado a los pies debido al terror que me generó eso.

Me estremecí.

¿Y ahora qué se suponía que iba a hacer? Estaba ahí, ¿cierto? Había un parásito próximo a tener manos y pies dentro de mi estómago. Un parásito que no se había hecho sólo. Un parásito que pertenecía a alguien más. Un parásito que era más mío que de nadie, porque era yo quien le estaba dando hospedaje. Me iba a chupar la vida y el alma, estaba segura. Ya no iba a estar más sola, porque ahora tenía un compañero.

¿Cómo podía yo, tan inestable y malhumorada, ofrecerle algo bueno al parásito? Ese pobre parásito no había hecho nada malo.

—¿Bevs? —me llamó Wanda, en un murmuro. Apretó aún más su agarre a mi mano y me jaloneó un poco, para llamar mi atención.

—Aquí estoy —respondí, con la voz entrecortada.

Natasha silbó.

—Beverly, ¿te vas a desmayar de nuevo?

—No.

—¿Estás segura?

—No.

—Beverly —la voz de Victoria sonaba aún más seria que de costumbre—. ¿Quieres que llame a...

—¿El padre? —completó Wanda, dudosa.

—Ya me hago una idea —añadió Natasha, en voz baja.

Respiré hondo.

—No hay necesidad —contestó Tony, apareciendo en la puerta del laboratorio. Me miró directamente a la cara, y después de dos meses, me habló—: El padre ya está aquí.
























THE AVENGERS AND THE PARÁSITO WILL RETURN

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