13 ━━━ The razors edge.

━━━ ❛ MOMENTUM XIII ━━━

BEVERLY BLACKWELL



Cuando abrí los ojos, algo era diferente.

Era la habitación, mucho más blanquecina y con más fulgor que la anterior en la que había estado. Me encontraba desorientada, aturdida y un hormigueo bajo mi piel me abrumaba. Parecía que las articulaciones se me habían agarrotado por pasar mucho tiempo en la misma posición, pero no estaba segura. Me removí incómoda sobre la cama y me percaté de que tenía una vía intravenosa puesta en mi mano izquierda. Grogui confusa e intenté incorporarme en la cama, pero la luz del sol que entraba por uno de los ventanales me quemaba la vista. Estaba demasiado brillante.

Era obvio que estaba en la torre.

Mi cuerpo, por otro lado, parecía no estar sufriendo ningún tipo de percances. Recordé lo sucedido en La tumba con Nadine y William Atlas, y una sensación de entumecimiento me recorrió la columna. Seguramente había muerto a causa del veneno del brazalete, y era mi culpa total. Había sido una estúpida y tenía que haber buscado a Clint. Ojalá ese sol significara que me estaba quemando en el infierno, con el historial de cosas que había hecho a lo largo de mi vida dudaba mucho que hubiera cabida para mí en el cielo.

En cuanto Dios leyera mi expediente y se enterara que me había acostado con Tony Stark y que Nadine Volkova era mi madre me iba a echar a patadas fuera del paraíso.

—¿Zafiro? ¿Estás despierta?

Quizás no estaba del todo muerta.

—Nadine —refunfuñé entre dientes—. Menudo lío en el que te metiste anoche, bruja. ¿No tenías a nadie más a quien llamar? Y deja de decirme Zafiro.

—Es el nombre que tu padre te dio —me contestó en tono cansino. Me volví para mirarla y se estaba levantando del sillón situado junto a la cama. Se había cambiado la ropa sucia de la noche anterior y en su lugar vestía de forma casual—. Te llamas Beverly porque yo te lo puse. ¿No es una ironía que te guste más el que yo te di?

Negué con la cabeza, con mucha pesadez. Escruté a mi madre desde mi lugar en la cama, encontrándome con una expresión cansada y adolorida. Los moretones de su cara ahora estaban secos, no empapados en sangre como se los había visto. Definitivamente le habían dado una paliza a mi madre. De pronto me sentí mal. La miré tan atormentada que hubo una parte de mi corazón que se agrietó ante su sufrimiento.

—¿Te molestaría explicarme qué hacías en el Bronx? —le pedí.

Nadine caviló durante un instante.

—Yo no fui al sitio explícitamente. Estaba en el centro de la ciudad cuando los hombres de Atlas me encontraron porque... Les debía una buena cantidad de dinero —se detuvo a mitad de la oración y me dedicó una mirada insondable—. Por supuesto eso ya no será un problema. Ahora que los Vengadores se deshicieron de toda la mafia y tú asesi...

Torcí los ojos. Por supuesto que había asesinado a alguien, ¿no? Y era obvio que con la suerte que tenía se trataba del jefe de una mafia de drogas y tráfico de armas. Me pregunté cuándo terminaría por acabarse mi mala suerte. Esa era una parte de mí misma con la que trataba de no coexistir y que odiaba con todo mi ser. La parte que se parecía a Nadine, la que adoptó atributos de su personalidad y empleó todo lo que ella le enseñó alguna vez. Como médico en formación mi propósito era salvar vidas, no terminarlas. Era como si mi madre fuera una enfermedad corrosiva que llevaba toda mi vida infectándose de a poco.

Yo no era ninguna de sus alumnas. Yo no era parte del maldito cuarto rojo. Yo no era ella. Entonces, ¿por qué habían rasgos de ella imposibles de retener en mí? Yo no era ninguna asesina. Ese era su trabajo, no el mío.

Nadine pareció percatarse de mi repentino cambio de humor.

—Lo siento, Beverly —murmuró, cruzando los brazos sobre el pecho. Nos sostuvimos la mirada por un momento, pero ella terminó por modificarla adoptando una expresión apesadumbrada—. No tenía ni idea acerca de tu condición, ni siquiera me habías dicho que habías recuperado el cetro. Tony Stark me lo explicó todo. Si hubiera sabido lo mal que te encontrabas no te hubiera llamado, pero...

Me aclaré la garganta.

—¿Pero...?

—Pero me alegra que fueras —acabó diciendo, en medio de un suspiro—. Nadie hubiera manejado la situación de la forma en la que tú lo hiciste. Tu padre estaría orgulloso.

El tono de voz que empleaba se asemejó bastante a la tristeza. Hice un esfuerzo para tratar de comprender el sentido oculto detrás de sus palabras, pero no pude hacerlo. No importaba lo mucho que lo tratase, jamás sería capaz de sentir ni una fibra de empatía hacia Nadine. No después de todo lo que me había hecho.

Alguien se aclaró la garganta en la entrada de la habitación, por lo que ambas nos volvimos para mirar de quién se trataba. Thor se encontraba de pie en el umbral, con un ramo de flores de colores en su mano y una sonrisa ladina. Abrí la boca, un poco sorprendida y un poco fascinada por lo que estaba viendo.

—Beverly —me llamó Nadine, con una ceja alzada—. Saldré un momento. Asumo que alguien quiere hablar contigo.

Asentí en tono ausente, realmente no presté atención a sus palabras. Ella salió por la puerta sin mirar atrás, y yo me quedé mirando al rubio fortachon de la entrada. Inevitablemente me eché a reír.

—¿Qué es eso, Thor?

—Mi madre decía que la mejor manera de subirle el ánimo y ayudar en la recuperación de una hermosa doncella era con flores —contestó, sin dejar de sonreír. Avanzó hasta mi cama y me extendió las coloridas flores para que las tomara—. Aunque quizás no deberías tomarlo tan fuerte. Las arranqué del matero de la esquina, tienen tierra y quizás bichos.

Una profunda carcajada se abrió paso por mis cuerdas vocales. Él imitó mi acción, prosiguiendo a sentarse en el orillo de mi cama, con cuidado de no aplastarme las piernas.

—Eres muy amable —contesté, echándole un vistazo a las flores. Lo miré de vuelta y sonreí—. Tienen gestos muy bonitos en Asgard, ¿verdad?

—No. A mí me gusta tener gestos bonitos contigo.

Enarqué una ceja, seguidamente meneé la cabeza y me puse las flores sobre las piernas.

—¿A qué se supone que se debe eso? Nadie esperaría que el poderoso dios del trueno sea tan gentil.

—Tienes la apariencia de alguien que merece mucha gentileza —se encogió de hombros—. Además de que eres espectacularmente atractiva y tienes una anatomía de infarto. Detrás de eso, hay que tratarte con sutileza. Mi padre dice que toda dama, por hermosa que sea, tiene un corazón de cristal. La persona que esté con ella debe trabajarlo para mantenerlo puro, de otro modo terminará por romperlo.

—Y son bastantes sabios en Asgard también —me mojé los labios.

Thor me palmeó la pierna.

—Es un gustó verte más recuperada. Las heridas de tu cuello han desaparecido en su totalidad gracias a la medicina de mi madre.

Lo miré confundida. La verdad era que no lo había notado. No me había dado a la tarea de inspeccionarme para saber qué había cambiado o qué había empeorado. Instintivamente me llevé ambas manos al cuello, trazando la línea donde se suponía debían estar las cicatrices, pero no las encontré. Mis ojos viajaron luego a mis brazos, buscando señal de los cardenales violáceos, pero tampoco había nada.

—Sólo pasaron horas —le dije, conmocionada—. ¿Cómo es eso posible?

Thor puso una mano sobre su pierna, buscando apoyo.

—Victoria nos contó toda la historia detrás del brazalete y tu alma —explicó—. Partiendo de allí fue mucho más fácil para Banner y Cho encontrar la manera de limpiarlo. Como el brazalete te otorga la fuerza que tienes, solamente debíamos desinfectarlo por completo para que él se encargara de sanarte a ti. Así que combinamos la medicina de mi madre junto con uno de los rayos de mi martillo, estos entraron en contacto directo con tu brazalete y la descarga de energía fue tal que expulsó cualquier rastro de maleza que quedara en él. Lo único es que no pudimos devolverlo a su forma de brazalete, así que sigue siendo un palo de dos metros con cabeza de serpiente.

Con su cabeza, señaló el lado izquierdo de la cama. Efectivamente, la serpiente se encontraba allí, pegada a la cama. Tenía un extraño resplandor plateado más brillante que antes, como si estuviera nuevo por completo.

—Por cierto —agregó, en tono emocionado—. Es probable que ahora tengas un poco más de fuerza que antes. Efecto de mi martillo y la espada de Victoria.

Lo miré, muy emocionada por todo lo que me había contado. Realmente habían hecho un trabajo estupendo, y no sólo eso, también se habían encargado de salvarme el trasero cuando más lo necesitaba. Fui incapaz de contener la conmoción, así que me incliné hacia adelante de un golpe y enrollé los brazos alrededor del cuello del rubio. Mi repentino abrazo lo tomó por sorpresa, pero me lo devolvió gustoso.

—Muchas gracias, en serio —dije con los labios pegados a su hombro—. No sólo me salvaron anoche, sino que también se tomaron la molestia de ayudarme con el envenenamiento.

Thor soltó una ronca risa sin dejar de abrazarme.

—El crédito del brazalete se lo llevan Banner y Cho. Victoria y yo solamente pusimos la fuerza —me frotó la espalda con suavidad—. Pero quién te salvó la vida fue Tony. Es a él a quien debes agradecerle. Se puso como loco cuando se dio cuenta que habías dejado la torre en tu estado, e hizo a Steve irse con él a buscarte.

Un sentimiento lleno de desconcierto me recorrió el cuerpo. Traté de ignorar el violento latido de mi corazón y me aferré más al abrazo con Thor. Sentí las manos del rubio frotar mi espalda con delicadeza, pero después de un segundo suspiró.

—¿Pasa algo entre Stark y tú, Beverly? —preguntó en voz baja y profunda. No deshizo el abrazo, y lo cierto era que yo estaba muy paralizada como para moverme.

¿Cómo se suponía que iba a responderle semejante cosa, si ni siquiera yo conocía la respuesta?

Alejé el rostro lejos de su hombro, pero al hacerlo nuestras caras quedaron extremadamente cerca la una de la otra. Abrí la boca para responder, pero entonces alguien tocó con fuerza la puerta que ya estaba abierta. Nos volvimos para mirar de quién se trataba, y resollé al fijarme.

Tony nos miró con una grandiosa expresión de molestia escrita en sus rasgos.




💎💎💎




—Qué asco, Clint. ¿Por qué pides la pizza con piña?

El aludido me torció los ojos y engulló una rebanada completa.

—Culturízate, Bevs.

Natasha se echó a reír y bebió un sorbo de Coca Cola.

—Ella tiene razón, Clint. Eres un asqueroso —sacudió la cabeza.

Las tres cajas de pizza se encontraban abiertas en la mesa de la cocina. Una para cada uno. Una botella de Coca Cola que ya iba a la mitad había sido secuestrada por Natasha exclusivamente, que se rehusaba a compartirla con nosotros, así que terminamos por buscar vasos con agua.

Se sentía muy bien haber recuperado mi salud y mi brazalete por completo. Tenerlo pegado a mi muñeca era la vuelta a la normalidad y la paz que tanto necesitaba, sobretodo después de unas semanas tan estresantes. Como fuera, aún había algo que me estaba mortificando, y era algo tan reciente que me parecía prosaico tener que lidiar con eso. De nuevo, Tony me estaba evadiendo. Ni siquiera me dejó decirle algo cuando se apareció en la puerta de mi habitación y me miró en una situación comprometedora con Thor. Se excusó diciendo que «volvería a hablar conmigo más tarde», pero no lo hizo. Que «estaba ocupado organizando todo para la fiesta», pero todos sabíamos que de eso se estaba encargando Hill.

Tres días enteros rehuyéndome. Tres días en los que claramente me había fijado que se la pasaba metido en el laboratorio con Bruce. Como fuera, no podía hacer nada al respecto, ¿o sí? Él no tenía ningún motivo para actuar de esa manera porque yo no había hecho nada malo. Pero su actitud me daba migraña. Quizás debería intentar buscar la manera de entablar una conversación con él, pero a estas alturas me parecía imposible lograrlo. Si yo pisaba una habitación, él salía. Si coincidíamos en la cocina, él salía.

Estaba siendo un dolor en el culo tremendo.

—¿Por qué hay tanto alboroto allá abajo? —preguntó Clint, sin dejar de masticar.

—La fiesta es esta noche —le recordé—. Están arreglando todo.

—Tony mandó a traer un enorme bar que planeo robarme —comentó Natasha—. Esto estará lleno de gente en un rato.

Mastiqué con calma el trozo de pizza y luego bebí agua. Inmediatamente las pocas ganas de ir al baño que tenía con anterioridad se intensificaron y tuve que ponerme de pie para ir a vaciar la vejiga.

—Voy al baño —anuncié—. Que nadie se coma mi pizza.

—No prometo nada —replicó Clint.

Las comisuras de mis labios se alzaron cuando dejé la cocina. Caminé con una moderada prisa hasta mi habitación, conteniendo las ganas de orinar. Ni siquiera me molesté en cerrar la puerta del baño cuando me hallé allí, dejé que todo el líquido saliera de mi cuerpo y luego me dispuse a lavarme las manos.

El estómago me rugió. Realmente tenía hambre y unas ganas tremendas de comerme toda esa caja de pizza yo sola.

Estaba subiendo una de las escaleras del lado norte de la torre cuando pasé frente al laboratorio. Dentro él, todo se veía intensamente iluminado, pero luego de un parpadeo las luces se apagaron y los cristales transparentes terminaron siendo cubiertos por una fachada negra, imposibilitando que se viera algo hacia adentro. Cuando la puerta se abrió, me sentí mucho más tensa que hasta entonces. Tony salió del laboratorio, vestido de forma deportiva y con una taza de café en la mano izquierda. Él no me miró, tenía la vista pegada a su celular dónde al parecer entablaba una videollamada con alguien. Alcé una ceja, curiosa, y detuve mi andar en el penúltimo escalón. Era una completa metiche, pero me dieron ganas de escuchar lo que decía. Así que hice uso de mis sentidos bien desarrollados para lograr mi cometido.

Agudicé el oído.

—¿Entonces te encuentras bien? —preguntó él.

Sí, Tony. Solo es gripa. Estoy muy bien.

Hice una mueca de desagrado. Aquella voz pertenecía a Pepper Potts, por supuesto. Sólo la había visto y escuchado un par de veces pero había sido suficiente como para que no se me olvidara el tono agudo y refinado de la rubia rojiza.

—¿Happy te está cuidando bien? —volvió a preguntar el pelinegro, esta vez dándole un sorbo a su taza de café—. Puedo ir ahora mismo. La fiesta no es tan importante.

Ya te he dicho que estoy bien. Nos veremos la próxima semana cuando vuelva a Nueva York.

—Estoy preocupado por ti, Pepper. Tengo que cuidarte, ¿o no? Ese es mi trabajo.

Justo en aquel momento se me erizaron los vellos del cuerpo. Vaya, ya era hora de que tirara la idea, ¿no? Era avaricioso de mi parte quejarme de que Tony me esté evitando de esta maneral.  Ahora debía dejarlo ir por completo.

No me quedaron ganas de seguir escuchando. Me pareció perturbador el aire de decepción que había nacido en mi interior. Me dieron ganas de reírme en mi cara, vaya que era una tonta. Bueno, al fin y al cabo no se puede perder lo que nunca se tuvo. Y ésta no era la excepción. No debería afectarme en absoluto. Sin embargo, aunque hubiera tirado la idea, no era ninguna malagradecida. Recordaba perfecto como Thor me había esclarecido el hecho de que Tony fue el responsable de haberme salvado la vida. Si le agradecía aquello entonces ya no existiría nada que me ligara a él de forma tan personal.

Aguardé a que terminara su llamada, sin escuchar nada más, y al haberlo hecho carraspeé lo suficientemente alto para que me escuchara. Tony me miró, pero me volteó la cara y me pasó por un lado en las escaleras sin detenerse. Yo suspiré.

—Tony...

Me ignoró. Iba llegando al inicio de las escaleras cuando lo volví a llamar.

—Gracias por haberme salvado la vida, Tony —le dije sinceramente. El aludido detuvo sus pasos en seco, quedándose a mitad del escalón y volviéndose para mirarme con una ceja alzada. De verdad que no se había esperado eso—. No estaría aquí si tú no hubieras ido a buscarme. No tienes que contestar nada, sólo quería que supieras que estoy eternamente agradecida contigo por lo que hiciste.

No respondió nada. Apreté los labios y me giré para seguir mi camino, habiendo cumplido mi misión. Realmente no sabía que esperaba que sucediera, aquello era más de lo mismo que había venido haciendo. Qué cosa más infantil.

—¿Beverly?

Fruncí el ceño. ¿Ahora me estaba llamando?

—¿Mmhmmm?

—No me agradezcas —dijo, alterar su tono de voz. Me volví para mirarlo y no había cambiado su postura, así que me crucé de brazos y me enderecé—. No dejaría que nada te pasara.

—No, siempre hay que ser agradecido. Sobretodo porque tú no tienes ningún tipo de conexión o responsabilidad conmigo y aún así fuiste a salvarme.

Nos sostuvimos la mirada por un largo minuto, pero no me respondió nada. Vaciló más de lo que esperé y al final, cuando por fin pareció decidirse, sacudió la cabeza y se pasó la mano libre por el pelo. De pronto, una risa tosca salió de entre sus labios.

—¿Realmente piensas que soy capaz de dejar que te pase algo, muñeca?

Una sensación de nerviosismo me inundó el estómago.

—No te sorprendas —continuó, girando el cuerpo completamente en mi dirección—. Probablemente no te diga todos los días lo hermosa que eres y todo lo que haría por ti, pero eso no va a cambiar el hecho de que si estás en apuros voy a ser el primero en salir corriendo por ti.

—No lo entiendo —admití sin pensar, con la voz estrangulada—. Lo que dices y lo que haces son cosas muy extrañas.

Tony se encogió de hombros.

—No esperaba que lo hicieras. Admítelo o no, Thor puede proclamar lo preciosa que eres pero no lo vi mover un pelo por ir a cuidarte.

—No es a mí a la que deben cuidar, ninguno de los dos —grazné, a la defensiva—. Los atributos de mi relación con Thor no son tu problema, Tony. Deja de ponerme malas caras por eso.

Subió las escaleras en tiempo récord, lo suficiente como para quedar de pie frente a mí. Apretó la mandíbula y me lanzó una mirada insondable, pero no dijo nada. En vista de eso, yo continué en un murmuro.

—¿Cuál es tu problema, Tony? En serio. Lo único que haces es evadirme como loco. He tratado de ser amable contigo e incluso he tratado de lidiar con el hecho de que obviamente debes estar es al pendiente de Pepper, pero no me reclames por estupideces de las que tú mismo has armado un lío.

—Fuiste tú la que se dejó bañar por el fortachon.

—¡Discúlpame! —jadeé—. ¿Estás mal de la cabeza?

El pelinegro chasqueó la lengua, ofuscado. Dejó la taza en el barandal de la escalera y se tomó el puente de la nariz con los dedos.

—¡Estaba preocupado por ti! —exclamó, con la voz más alta de lo normal. Di un respingo de la impresión y lo miré confundida—. Me vi cubierto de sangre, de punta a punta, y créeme cuando te digo que no me hubiera importado si hubiera sido mía. Pero era tuya. ¿Sabes lo que se sintió ver eso? Tenías la cara de alguien sumamente asustada y yo me paralicé. Nunca te había visto así.

—Tony...

—No —me interrumpió—. No tienes ni idea. Pero quizás hice la cosa correcta al evitarte. Quizás no sólo te estaba evitando a ti. Quizás nos estaba evitando a ambos un montón de problemas.

Sentí como si me hubieran sacado el aire de un golpe. Lo miré, más aturdida de lo que quería admitir, pero no lo comprendí. El corazón me latió desbocado y pude jurar que un ramalazo de fuego me abatió la piel, porque de repente me sentí hirviendo.

—Puedes ser más específico —le pedí con voz queda. Tony dejó escapar un suspiro ahogado.

—Hemos hecho las cosas mal desde el principio —murmuró, con los ojos oscuros mirándome con fuerza—. Error tras error.

Respiré hondo y clavé la mirada en su rostro. Me resultaba tan inescrutable que dolía.

—Estás implicando que evitarme ha sido una buena decisión —expulsé las palabras confundida por el modo en que sonaban, pero me esforcé porque él no se diera cuenta de ese hecho.

—Lo es —respondió, y eso bastó lo suficiente como para que yo entendiera de lo que se trataba y a qué se refería—. Nosotros... Lo que tene...

Nada —lo interrumpí bruscamente—. No tenemos nada, Tony. Y tienes razón, ya va siendo hora de que tiremos la idea. Ambos.

Miró a lo lejos, detrás de donde yo me encontraba. Le busqué la mirada pero no me la devolvió. Por favor. ¿Por qué ahora no me miraba?

—Creo que deberíamos prepararnos para la fiesta... —murmuró.

Ni siquiera me miró cuando se dio media vuelta y prosiguió a bajar las escaleras. No sabía que acababa de pasar, pero la realidad de lo mismo fluía como ácido por mis venas.

¿Por qué sentía que se me había ahuecado el corazón? Como si me hubieran clavado una estaca en lo más profundo de él. Se sentía asqueroso y las ganas de vomitar me inundaron por completo. De pronto, la pizza que me estaba aguardando en la cocina dejó de parecerme apetitosa.

—¿Te encuentras bien, Bevs? Tienes cara de susto —me volví hacia Steve, que venía saliendo del ascensor de en frente. Me pasé una mano por la cara, quitando el cabello que me había caído encima y asentí.

—Claro. ¿Por qué no habría de estarlo?

¿Qué te está pasando, Beverly?



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