09 ━━━ Cold hearted man.
━━━ ❛ MOMENTUM IX ❜ ━━━
BEVERLY BLACKWELL
—Tommy, no te metas las patatas fritas a la nariz.
Sonreí levemente al ver al pequeño rubio de tres años intentar meterse un puñado de patatas fritas por sus orificios nasales. Él estaba tan inquieto y Kate se veía tan cansada. Tanto que Jess y yo creímos que una manera para distraerla era invitarla a almorzar. Al fin y al cabo, habían pasado al menos unas tres semanas desde la última vez que había visto a mis amigas. Específicamente desde la noche en la que HYDRA las secuestró y me robó mi brazalete. Era un alivio que ninguna recordara nada al respecto. Habían estado muy borrachas esa noche y creían que sólo había sido su imaginación, pues habían despertado sanas y salvas en sus cómodas camas.
Claro, ellas habían despertado así porque yo había asesinado a más de diez tipos para lograrlo, pero, ¿quién era yo para exigir reconocimiento? Prefería el anonimato.
—Déjalo, Kate —dijo Jess, encogiéndose de hombros—. Que le pique la sal y chille para que vea que no debe hacerlo.
Negué con la cabeza y me metí un bocado de pasta a la boca.
—Cada vez que hablas me doy cuenta por qué es mejor que no tengas hijos nunca.
—Sí, Jess —coincidió Kate, sin mirarnos y limpiando la boca de su pequeño hijo Tommy—. No eres material de madre.
La castaña se encogió de hombros.
—Mejor. No tendré que compartir mi herencia con nadie y mi cuerpo no se irá al demonio por un pequeño parásito arruina pechos.
—Siempre puedes adoptar —sugerí, recostándome más de la silla.
—Claro —aplaudió—. Adoptaré a uno de doce años que ya sepa bañarse y prepararse un sándwich sólo y sin ayuda. Le pondré uno de esos collares de colores para que no se me pierda.
Kate silbó.
—Recuérdame nunca dejarte cuidar a Tommy.
Las tres nos echamos a reír, y el pequeño rubio también soltó una sonora carcajada que llamó la atención de varias personas en el restaurante. Se emocionó tanto al ver su mami reír que empezó a dar golpes con sus manitas sobre su silla para bebés, chorreando el jugo que tenía encima por toda la mesa y el piso.
De soslayo vislumbré a un par de señoras estiradas hacer cara de asco y repudio ante lo que había hecho Tommy. Serán brujas, se trataba de un simple bebé. Esas miradas no sólo fueron advertidas por mí, porque Kate y Jess también las notaron. La rubia soltó un suspiro cansado mientras que la castaña puso los ojos en blanco.
—Amo este restaurante —Jess sacudió la cabeza—. Es el mejor y el más caro de Nueva York. Claro ustedes aman que yo las invite. Es el lugar perfecto para hablar de...
—Ya entendimos —la atajé—. No hay necesidad de especificar más.
Kate bufó.
—Tú solo quieres saber algo.
Jess dio un sorbo a su copa de vino.
—Sí, ¿qué tiene tu hermana? Estaba llorando cuando pasé por ti.
—Cara está enojada porque Cecile tiene un enamoramiento con Peter Parker, ¿lo recuerdan? Es el amigo escuálido de Cara, el sobrino de May, la señora que cuidamos por su neumonía. Dice que Cecile quiere arruinar su vida al juntarse con sus amigos, pues al parecer también está pasando tiempo con Ned Leeds. Cara no entiende que Cecile sólo tiene once, no sabe nada de un «enamoramiento». A ella sólo le cae bien Peter.
Me eché a reír.
—Ojalá nuestros problemas fueran así de simples.
Y en serio deseaba que fuera así.
Estaba tan agradecida de haber podido ir a comer tranquilamente con mis amigas. Si no encontraba una distracción pronto iba a morirme de un ataque nervioso por culpa de lo que había pasado con Tony Stark. Nadine tampoco se había ido y eso era algo que me ponía de un humor de perros, no importaba cuánto Clint tratara de aligerar los ánimos, era imposible. No había hablado ni visto a Tony en cinco días. Me ponía ansiosa tener que verlo de nuevo, porque sabía que tarde o temprano debía poner un pie en esa torre.
—Vaya que sí es un buen restaurante. ¿Es esa Pepper Potts, la CEO de Stark Industries?
Al escuchar las palabras de Kate, instintivamente solté el tenedor y alcé la mirada, encontrándome de frente con una esbelta rubia rojiza en un elegante traje negro, acompañada por otra mujer de cabello oscuro. Se sentaron en la mesa que estaba detrás de nosotras sin dejar de reír.
Un retortijón de incomodidad me barrió el estómago.
—Es más bonita en las revistas —comentó Jess sin dejar de comer—. La mejor parte de Pepper Potts es Tony Stark. Ese hombre me provoca pensamientos nada sanos.
Si no lo sabré yo, me dije a mí misma. No sólo provocaba los pensamientos sino que me orillaba a hacerlos realidad, metiéndome en muchos problemas por ello.
—Vaya, un montón de gente conocida hoy —suspiró Kate, alzando a Tommy fuera de la silla para bebés—. Ese es Brock Monroe, Jess, mira. Bevs, es el argentino del que te hablé el día que fuiste a buscarnos al club.
Me lleva la...
Cada músculo de mi cuerpo entró en tensión cuando miré al corpulento moreno que se mantenía de pie en la puerta, mirando enérgicamente a sus alrededores en busca de alguien. Se trataba de Monroe, el mismo tipo que me había interceptado aquella noche en el club y que junto al doctor perturbador, me habían quitado mi brazalete. El agente de HYDRA me estaba buscando de nuevo.
Él no me estaba mirando, pero era obvio que era a mí a quien buscaba. Me sentí mareada, especialmente porque mi cuerpo no había estado funcionado de manera adecuada gracias a la falta del brazalete. Mientras más tiempo pasaba, más débil me sentía. Y sin embargo allí me encontraba, ideando un plan para degollar a aquel tipo y sacármelo de encima de una vez por todas. Mis sentidos no estaban funcionando nada bien, era incapaz de percibir el palpitar de los corazones e incluso de entender los murmullos ajenos a mí.
A buena hora Clint se había marchado con Romanoff a Barbados en busca de pistas.
—¿Bevs? ¡Bevs!
Parpadeé repetidas veces viendo como Jess movía energéticamente su mano frente a mí rostro. Carraspeé, poniéndome de pie ante la mirada confundida de mis amigas.
—Necesito que salgan ahora —sentencié, en un tono más mortífero del que tenía intención. Ellas me miraron sin poder creerlo—. Lo digo en serio. Ahora.
—¿De qué demonios hablas, Beverly? —Kate alzó una ceja, apegando más a Tommy a su pecho.
—Aún no termino de comer —agregó Jess, en tono fastidiado.
Torcí los ojos.
—No voy a repetirlo. Vayan al auto ahora.
Comencé a caminar lejos de la mesa, escuchando como Kate y Jess se quejaban de mi repentina actitud, aunque terminaron por levantarse y hacer lo que les había dicho. Mis ojos viajaron desde la mesa de Pepper Potts hasta el corpulento moreno que había comenzado a caminar en dirección al depósito del restaurante. No estaba dotada en ese momento a como la estaba la vez del club (aquella vez estaba sana con mi brazalete), pero eso no me detuvo para ir detrás de él. Me conocía y creía (o esperaba) tener la fuerza y voluntad suficiente como para salir ilesa de esta situación. Estaba que podía hacer algo para recuperar mi brazalete si conseguía sacarle algún tipo de información al mastodonte.
Aunque claro, yo no tenía planeado pedirlo de manera amable. No era necesario decir que se me daban mejor los puñetazos que las palabras. Un par de mesoneros me lanzaron una mirada sin escrúpulos cuando casi me los llevo por delante tratando de no perder de vista a Monroe. El moreno abrió la puerta del depósito y se adentró en ella, pero la dejó ligeramente abierta.
—¿Qué pasó, feo? —murmuré atravesando el umbral—. ¿Viniste por la revancha?
Monroe dejó escapar una tosca risa, manteniéndose de espaldas a mí.
—Sabía que te iba a encontrar aquí. Esperaba que en esta ocasión decidieras cooperar más. El Herr Strucker quedó bastante molesto cuando le llevamos el brazalete sin la portadora. Y por supuesto, tu mamá fue una gran interrupción en el hospital.
—¿Sólo mi mamá? Recuerdo claramente que Hawkeye le pateó el trasero sin esforzarse a todos tus peones —respondí, en tono socarrón.
—Basta de juegos, Beverly —se giró hacia mí—. Se ha acabado el tiempo. Ya tuviste tu momento de diversión con tus coloridos amigos.
Negué con la cabeza.
—No estoy interesada en cooperar contigo. Devuélveme mi brazalete.
Contuve la respiración.
El cuerpo del moreno se tensó cuando arremetió contra mí, sus manos se transformaron en un par de garras que se intentaron aferrar con fuerza a mi cuerpo, y al no lograrlo me dio un golpe seco que se impactó contra mi pecho. Con aullido estrangulado, giré sobre mi eje para propiciarle una patada en la mandíbula. Fui capaz de escuchar el crujido de sus huesos por el impacto, aunque sin embargo eso no lo detuvo para tomarme del tobillo y estamparme contra la dura madera del suelo. Ahogué un chillido de dolor, eso me había estropeado la espalda.
Se inclinó sobre mi cuerpo tirado y me tomó por ambas muñecas. Una sonrisa torcida se abrió paso por su rostro, lo que sólo me hizo querer degollarlo aún más. Él no había terminado de sonreír para cuando yo le di un rodillazo en la entrepierna. Monroe yació en el piso, quejándose de dolor, por lo que aproveché para darle una patada en el estómago. Me quité el cabello del rostro y arranqué el extintor de la pared, para luego golpearle la cabeza con eso. Cuando lo vi inconsciente, me pregunté que debería hacer. Dejarlo tirado no era una opción, yo quería tener una respuesta con respecto a mi brazalete y él era el único medio que tenía para ello. Estaba segura de que también podría saber algo acerca del cetro que buscaban los Vengadores, pero si lo llevaba a la torre o llamaba a Tony o a Steve para decirles, no coincidirían con mis métodos de interrogación.
Era una decisión difícil. Por un lado estaba mi beneficio propio y por el otro el beneficio de los demás. ¿Qué se suponía que hiciera? Necesitaba un punto medio que me ayudara a solucionar esto. Y era obvio que no lo iba a encontrar sola. Por el momento me pareció que lo mejor era sacarlo de ahí, pero para eso necesitaba la ayuda de alguien.
¿Y a quién se buscaba cuando necesitabas sacar un cuerpo inconsciente fuera de un restaurante tan concurrido?
Suspiré de mala gana. Me toqué la frente y me encontré con una ligera línea de sangre cayendo de ella hasta mi ceja. Odiaba estar sin mi brazalete
Ojalá que la bruja me conteste el teléfono, al fin y al cabo es por beneficio mutuo. Rebusqué mi teléfono en uno de los bolsillos de mi chaqueta y cerré los ojos un momento, intentando no soltar una sarta de maldiciones. Marqué el número una vez y al tercer repique contestó.
—¿Mamá? —mascullé—. Necesito tu ayuda.
💎💎💎
—¿Piensas decirme cómo demonios lo noqueaste? Porque pesa como el infierno y no parece despertar pronto.
La voz de Nadine era un sonido chirriante y molesto al que prefería no someterme, pero habían ocasiones especiales, como ésta, en la que hacía mis excepciones y la soportaba.
—Tú sigue jalando, anciana —respondí—. Aún nos falta una cuadra para llegar a la torre y la gente nos está mirando.
—Eres una blandengue —escupió de mala gana—. ¿Por qué mierda no lo interrogamos nosotras? ¿Hay alguna necesidad de entregarlo a los Vengadores? Este tipo se va a matar antes de decirle algo a ellos.
Rodé los ojos.
—¿Quieres encontrar el brazalete o no? Porque este maldito mastodonte es la única pista que tenemos. Y te puedo asegurar que Black Widow es muchísimo mejor que tú haciendo interrogatorios. Y porque me da la jodida gana lo llevamos con los Vengadores. A callar, Nadine.
Ella gruñó por lo bajo, pero no me respondió de inmediato. Esta situación era tan irritante.
No podía creer como me había ganado la buena voluntad y había terminado por traer al mastodonte a la torre. En primer lugar tenía que haberlo llevado a otro sitio y sacarle a punta de puñetazos las respuestas, pero no, preferí entregarlo al Capitán América y a Iron Man para que lo interrogaran, obviando por completo mis intereses personales. Nadie tenía razón, me había vuelto una completa blandengue.
—Recuerdo haberte criado muy diferente —me siseó por lo bajo, cuando estuvimos frente a la imponente torre. Ambas sosteníamos equitativamente el peso de Monroe de cada lado, pero se había vuelto tan pesado que ya mi cuerpo no aguantaba cargarlo más, así que Nadine prácticamente tomó todo el peso ella sola—. Ahora dejas que tus necesidades se antepongan ante lo racional.
—Recuerdo haberte pedido que te callaras —repetí entre dientes.
—No me callo. Eres una blandengue que se deja influenciar por Tony Stark.
—¡Que te calles, carajo!
Nadine dejó caer a Monroe de bruces contra el suelo de la entrada de la torre, y me miró con cara de evidente enfado. Frunció los labios en una línea recta y se cruzó de brazos, con el rostro tan pálido como la cal. Rodé los ojos y me giré a otro lado, encontrándome con un Bruce Banner muy confundido ante la escena.
—Beverly —me llamó—. Por favor dime que no lo has asesinado.
—Aún no. Por favor dile a todos que les he traído un presente.
Pobre Bruce. Qué cara de espanto tenía.
💎💎💎
Mientras que Steve Rogers y Victoria Clare hacían su trabajo e intentaban sacarle información a Monroe dentro de la sala en la que un día estuve yo, Bruce Banner se encontraba en el laboratorio desarrollando un proyecto para el equipo. El divino Thor, dios del trueno, estaba sentado a mi lado en el gran sillón de cuero negro de la sala, mientras comía un paquete de Doritos.
—¿Quieres un poco de Doritos, lady Beverly? —me preguntó el rubio, extendiendo el paquete frente a mí. Le dediqué una ancha sonrisa.
—Gracias, Thor. Eres muy amable. Pero no soy una lady.
Él me sonrió galante.
—Tienes la apariencia de una —se enderezó hacia mí y flexionó los grandes músculos. Mis ojos se dirigieron a sus brazos de inmediato, totalmente embelesada y maravillada por tan tremenda vista—. Si fueras asgradiana serías la lady más hermosa de todo el planeta. Al momento de tu muerte el Hel estaría de fiesta ante tanta belleza.
Sentí calor detrás de mis mejillas ante sus palabras. Agaché la cabeza y después me volví para mirarlo sonreírme.
—No digas eso —me eché a reír—. En Asgard deben haber muchas mujeres hermosas. Nada que envidiar de la tierra.
—Hay mucho que envidiar de aquí —me dio un leve codazo—. Estaría encantado de mostrarte Asgard alguna vez. ¿Estarías dispuesta a ir? Heimdall nos llevaría en un instante. Te encantará el palacio.
—Por supuesto. Sería un placer.
Él asintió, satisfecho con mi respuesta. Se metió otro puñado de Doritos a la boca y se encogió de hombros.
—Debe haber una historia muy interesante detrás de ti —señaló mi rostro, sin dejar de masticar.
—Sí, de hecho —arrugué la nariz—. Algún día te la contaré.
—Lo espero ansioso.
Giré el rostro y me encontré con Tony mirándonos fijamente. Su expresión era inescrutable, así que no supe decir qué estaría pasando por su mente. Pepper le estaba diciendo algo (más bien parecía regañarlo) pero él no la miraba, porque me estaba viendo a mí. Hum.
Cinco días desde aquel domingo que estuvimos en el Empire, desde que prácticamente nos juramos mutuamente no volver a repetir lo que ya había pasado en dos ocasiones, y cuando por fin le veo la cara, realmente no nos hablamos. Odiaba que, al pensarlo, lo escupiera como si de una maldición se tratase, cuando sabía que no era así, y que era bastante irracional de mi parte pensar de esa manera. No quería pensar en eso porque me daba náuseas. Iba a sufrir un ataque de nervios en forma por los pensamientos que tenía.
Tony Stark me era indiferente, y debía entender eso. Era absurdo que me planteara cualquier otra cosa. Tenía muchos más problemas en los que pensar como para gastar toda mi energía en algo que no valía nada la pena.
Y sin embargo, aunque me dijera todo eso, sentía que solamente era la bienvenida al infierno al que me metí el día que me involucré de más con él.
Era sólo cuestión de tiempo antes de que colapsara, así que decidí disculparme con Thor y dirigirme hacia la pequeña cocina que había en el piso de abajo, en busca de un vaso con agua para aligerar los nervios. Tal fue mi sorpresa cuando terminé de servirmelo que se me deslizó entre los dedos, partiéndose contra el suelo.
—No hay necesidad de romper eso, muñeca —me dijo Tony—. Son vasos traídos de Tailandia, ¿sabes lo que cuestan? Que te ponga nerviosa no es motivo para romperlos.
Alcé una ceja.
—Te das demasiado crédito.
—Pensé que me conocías mejor.
—No te conozco en absoluto.
Tony hizo una mueca, evidentemente atacado por el matiz personal de la historia.
—Quería asegurarme que estuvieses bien —se cruzó de brazos.
—Pues, mírame. Estoy bastante bien —respondí, tomando un trapo del mesón y agachándome para recoger los cristales y limpiar el agua. Escuché a Tony suspirar. Se puso en cuclillas frente a mí y comenzó también a arreglar el desastre que yo había ocasionado.
—Claro —dijo—. El fortachón tiene su encanto, hay que admitirlo.
Bufé.
—Sí lo tiene.
Nos pusimos de pie, dejando los trapos sobre el mesón. Me crucé de brazos y me recosté del mismo, mirándolo a la espera. Él me devolvió la mirada, menos entusiasta.
—¿Siempre me vas a mirar como si fuera un accidente automovilístico? —se encogió de hombros—. Mira que Jarvis dice que soy propenso a los accidentes, ¿no es así, Jarvis?
—Así es, señor —respondió su inteligencia artificial. Negué con la cabeza, escondiendo una sonrisa.
Él no la escondió. Me sonrió desde el otro lado del mesón y estiró su mano por encima de él, para que yo la tomara o para que huyera de una vez por todas. Me mordí el labio inferior, ¿qué demonios estaba pasando conmigo?
—¿Podemos hacer las paces? Por los buenos tiempos, ya sabes.
—Cállate.
Él se echó a reír.
—Lo que quiero decir es que...
—Oigan —musitó una tercera voz desde la puerta. Steve apareció vestido de forma deportiva y con una expresión de ansiedad en el rostro. Primero miró a Tony, después a mí, y por último a la mano extendida que tenía sobre el mesón. Hizo caso omiso a lo último y prosiguió con lo que iba a decir—. Victoria hizo a Monroe hablar. Tenemos una ubicación, ahora mismo Thor está contactando con Romanoff y Barton. Beverly, ¿sigues dispuesta a ir con nosotros?
Me mojé los labios.
—Por supuesto.
—¿A dónde vamos, cap? —preguntó Tony. Steve asintió y se cruzó de brazos.
—Salimos a primera hora a Sokovia.
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