04 ━━━ Make way for tomorrow today.
━━━ ❛ MOMENTUM IV ❜ ━━━
TONY STARK:
No tenía ni una jodida idea de lo que podía hacer Beverly.
¿Realmente podía hacer algo? ¿O aquello había sido mera suerte mía? ¿En qué estaba pensando en soltarle eso? Habían un montón de preguntas que me hice en un lapso de dos segundos. No pude encontrarles respuesta al instante, me quedé pegado mirándole la expresión a la pelinegra, que parecía estar a punto de desmayarse de la impresión.
—¿Qué dijiste?
—Que ya sé lo que puedes hacer.
¿Por qué seguía manteniendo aquello? Probablemente me estuviera comportando como un idiota. Se sentía fatal no saber algo.
—¿Qué puedes saber tú, exactamente? —alzó una ceja, acercándose aún más a mí. Pude jurar que sus labios escondieron una pequeña sonrisa.
—Me sorprende que dudes de mí —murmuré—. Sé más de lo que aparento.
—Oh, estoy segura de que sabes bastantes cosas.
—¿Quieres que te muestre alguna?
Ella soltó una carcajada. Hice un esfuerzo para no reírme también, porque ella me resultaba fascinante y aterradora.
En realidad, ella no parecía mala. Estaba seguro de que no era mala. El problema es que era demasiado necia, daba un poquito de miedo, era una mentirosa patológica y seguramente tenía cuernos. Porque seguro era el diablo.
—No hay necesidad —contestó—. Así que, aquí estoy, esperando que me digas qué sabes.
Me metí un puñado de maní a la boca y hablé sin dejar de masticar.
—Podemos discutirlo luego. Deberías bajar, ir a comer algo, asesinar a alguien, hacer una cirugía de prueba en Barton, con lo que te sientas cómoda.
Giré sobre mis talones e iba a comenzar a caminar fuera de la habitación cuando ella me tomó del brazo. Auch. ¿Era normal que una pequeña chica tuviera esa fuerza?
—Me gustaría discutirlo ahora.
—Ya veremos cómo se da la cosa.
La oí refunfuñar cuando me solté de su agarre y salí del sitio. Menudo lío, pensé.
💎💎💎
Tenía cinco llamadas perdidas de Pepper.
El teléfono no había parado de sonar en los últimos treinta minutos, al igual que yo no había parado de declinar las llamadas. No me apetecía conversar con ella, me sentía bastante indispuesto y vulnerable, lo suficiente como para ponerme a rehuir hasta que tuviera las ganas de contestar. Pepper me estaba poniendo los nervios de punta últimamente, y me agobiaba que hubiera llegado al punto en el que yo tuviera que decidir ignorarla, pero es que yo había vuelto a caer en ese bucle vicioso de trabajo que ella detestaba. Y claro que ella lo había notado. Me había armado un pleito enorme cuando se enteró que me pondría a buscar el cetro de Loki y que volvería a trabajar en la torre Vengadores, y quizás me lo merecía. Yo era un idiota. Sufriría de una migraña tremenda un día de estos y todo sería mi culpa. Como estaban las cosas, no podía darme el lujo de ausentarme y mucho menos alejarme de toda la situación.
Además, ella me había terminado. El mensaje había llegado fuerte y claro.
Metí el celular en el bolsillo de mi pantalón y emprendí camino hasta la sala de conferencias. Ya había pasado demasiado tiempo mirando el bonito color de la pared de mi oficina sin nada más en mi cabeza que los sermones que me daría la rubia rojiza tan pronto como pudiera hablar conmigo.
Steve tenía la expresión de que se acababa de comer un limón cuando entré a la sala, mientras que los demás se limitaban a mirarlo desde las cómodas sillas de cuero negro.
—¿Y a ti qué te pasa? —alcé una ceja—. ¿Te acabas de meter a un sitio web de adultos?
Me miró con cara de pocos amigos.
—Esto es más serio que eso.
—Está sobre-actuando, como siempre —intervino Natasha, rodando los ojos—. Tiene la idea encerrar de nuevo a la reclusa.
—Ella no es una reclusa, ¿o lo es? —quiso saber Barton, sumamente cómodo y estirado en su asiento.
—Ojalá tuviéramos reclusas de ese aspecto en Asgard... —murmuró Thor por lo bajo. Hice un buen esfuerzo por no reírme. Point Break tenía razón.
—Fuiste tú quién le dio vía libre —miré a Steve—. ¿Por qué dudas ahora?
Steve pareció quedarse pensando un minuto. Francamente, no lo comprendía. ¿Qué estaba pasando por la mente de Rogers? Se veía bastante convencido cuando accedió a dejar que Beverly recuperara su dichoso brazalete yendo con nosotros. Fue bastante claro al decirle que no le quitaría el ojo de encima, entonces, ¿de qué iba todo aquello?
—Ponte los pantalones, Steve —intervino Victoria—. De otra forma terminaremos diciéndole jefe a Tony.
—¿A Tony? —Bruce se exaltó—. Él no es parcial.
Lo miré mal.
Ignoré deliberadamente el reciente debate que se había desatado entre ellos respecto a qué hacer con aquella guapa pelinegra. No me pareció correcto intervenir, al menos no mientras no supiera más sobre ella. Y si era que realmente podía hacer algo especial.
Me estaba sirviendo una taza de café cuando alcé la mirada y me encontré a todos los Vengadores mirándome a la espera.
—¿Qué?
—¿Estás de acuerdo con mi propuesta, Tony? —inquirió Steve.
No había escuchado absolutamente nada de lo que me había dicho.
—Sí, claro —mentí, dándole un sorbo a la bebida caliente.
—Bien. Barton, tú te vas con Blackwell encontes.
Clint asintió y se encogió de hombros.
Me lo pensé un segundo. Había algo en el semblante sombrío en el que se tornaron las facciones del rubio que me dejaron confundido. Él sabía algo que yo no. Él sabía algo que ninguno de los demás sabía, y se estaba asegurando de cuidar algo. O a alguien. Pero era un pésimo mentiroso, y sólo era cuestión de tiempo para que lo hiciera soltar la información que tuviera. Y más importante aún: ¿cómo la obtuvo?
—Iré a avisarle a la señorita Blackwell que ya se puede ir —anunció, poniéndose de pie y dejando escapar una bocanada de aire mientras hablaba.
—Yo iré contigo.
Rogers me miró serio.
—Cómo tú quieras. Barton, ve por lo que necesites.
💎💎💎
Beverly tenía la vista pegada al reloj de la pared. Era cerca de la medianoche y Clint estaba listo para irse de niñero con una doctora, que claramente podía cuidarse bastante bien estando sola. La pelinegra se volvió para mirarnos expectante a penas pusimos un pie en la habitación.
—Beverly... —la llamó Steve. Yo permanecí de pie en el umbral de la puerta, en silencio.
Había algo en esta situación que me turbaba, aunque no supiera con exactitud de qué se trataba. Quizás tenía algo que ver con ella. Quizás eran aquellos grandes y oscuros ojos suyos, o quizás era su boca, incluso podía jurar que había algo en su cabello, en su forma de hablar. Había algo que me hacía entrar en tensión, y no iba a parar hasta descubrir qué era. Ella era demasiado bonita para estar libre de pecado.
—¿Pasa algo malo? —preguntó ella, en un murmuro. El tono de su voz hizo que me diera ganas de sonreír, aunque evidentemente no lo hice.
—En absoluto. Sólo queríamos decirte que ya puedes ir a casa —le sonrió—. Esperamos que no te importe que el agente Barton te escolte por unos días. Sólo queremos asegurarnos de que todo está en orden.
Ella lo miró con cautela, pero no se opuso ante lo dicho. Se limitó a asentir con suavidad para después devolverle la sonrisa, menos entusiasta.
—Lo entiendo perfectamente.
—Apreciamos tu colaboración —asintió Rogers—. Barton estará aquí en cualquier momento, y entonces podrás irte. Nos estaremos viendo, Beverly.
Rogers me dedicó un último vistazo antes de dejar la habitación, pero no cambié mi postura ni un ápice. Luego me encargaría de hablar con él, y así tratar de sacarle lo que sea que no estuviera compartiendo con nosotros. Preferí concentrarme en aquella cabellera negra que ahora mismo estaba recogiendo su ropa sucia dentro de una bolsa. La observé de arriba a abajo con cuidado de no perder nada de lo que estaba haciendo de vista, y continuaba pareciéndome extraña. No sabía cómo describirla, pero sabía que habían muchas cosas por conocer. Y con suerte, también algo malo por conocer.
Y por supuesto que ella se irritó de que yo la estuviera escaneando.
—Me irritaba que hablaras —dijo, sin dejar de ordenar sus cosas y sin mirarme ni por un segundo—. Pero ahora me mortifica que me mires en silencio.
—A mí me mortifican las mentiras.
—... Y ahí está. Por eso me irritas cuando hablas.
—¿Prefieres que me calle? —me crucé de brazos—. Acabas de decirme que te mortifica.
Beverly suspiró.
—Si tanto insistes en quedarte a solas conmigo, entonces tal vez podrías tratar de ser más amable. Como tu amigo rubio.
—Yo he sido amable contigo.
—¿En serio? —me miró con profundo sarcasmo—. No te sigo.
La miré fijamente sin decir nada. Inevitablemente, me volví hosco.
—Te dije que ya veríamos cómo se daba la cosa.
Por algún motivo que no pude alcanzar, ella sonrió fascinada por lo que acababa de contestarle. Su rostro me turbaba cuando hacia eso.
—Eres increíble.
—No eres la primera que me lo dice.
—Apuesto a que sí —se sacudió el cabello de un cabezazo—. Y también apuesto a que solamente has estado jugando a esconder la mano conmigo.
Le sonreí de vuelta y me acerqué más a ella, de nuevo.
—No soy como me pintas. Soy mucho mejor que eso —alardeé—. No tengo necesidad de jugar contigo, ¿qué ganaría?
—No lo sé. Tú dime.
Entrecerré los ojos y la miré en silencio acercarse más a mí. Hice una larga pausa y entonces cometí la gran imprudencia de mirar aquellos relucientes ojos oscuros, por lo que terminé hablando sin pensar.
—¿No eres tú la que está jugando aquí? —murmuré—. ¿Buscada por una organización terrorista? ¿Asesina de diez hombres? Esa sí que es una historia.
—No estoy jugando. Si lo hubiera querido hacer entonces ya lo habrías visto.
—¿Crees que no puedo manejarlo?
Beverly se encogió de hombros, aunque su mirada aún era intensa. Puso un dedo sobre mi pecho y me empujó suavemente, alejándome de ella. Me observó con una manifiesta curiosidad.
—No voy a seguir discutiendo esto contigo —bisbiseó.
—¿Estás nerviosa?
No contestó.
—¿Lo estás?
—Ya fue suficiente —contestó irritada.
La miré con suficiencia.
Elle me miró enfurruñada, a lo que yo le sonreí. Tal vez esto de estar con Beverly iba a ser más entretenido de lo que creí. La miré con sumo interés una vez que se alejó por completo de mí, tomando su bolsa de ropa sucia y saliendo de la habitación. Caminé detrás de ella, pensando en cuál sería la mejor manera de manejar aquello.
No tenía ni idea de qué era o qué hacía esa despampanante mujer, pero lo averiguaría pronto.
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