UM, NASCER DO SOL NO BRASIL

CAPÍTULO UNO. AMANECER EN BRASIL


El sol se levantaba entre las montañas
brasileñas tocando el océano con sus rayos y arrastrando una estela de luz sobre las olas,
tiñéndose el cielo de una mezcla de colores anaranjado y rosado. Poco a poco, los tenues rayos de luz se fueron colando entre las cortinas de la vieja cabaña, haciendo que la habitación se iluminara por completo y despertase a la morena que yacía tumbada en sus sábanas de tela.

Arrugó sus párpados, abriendo los ojos con delicadeza mientras alzaba su mano hacia la
radio situada sobre la mesilla de noche, encendiendo ésta.

— Al parecer hoy es un día de suerte para nuestros queridos surfistas, pues la previsión
nos dice que se estiman olas de más de tres metros de altura a tempranas horas del día. ¡Levantaos rápido de la cama si no queréis perderos esta gran oportunidad!

Impulsada por la adrenalina de tan sólo imaginarse surcar aquellas olas gigantescas, Bruna corrió hacia la habitación de Kiara, su mejor amiga de la infancia y compañera de piso.

— Vamos, Ki. ¡Despierta de una vez!

— Cinco minutos más, mãe. — Kiara se regocijaba en su almohada, soltando gruñidos en forma de queja con la esperanza de que su amiga la dejase dormir un ratito más.

— Olas de tres metros. — susurró Bruna en su oído.

Aquellas tres palabras bastaron lo suficiente
para la morena de pelo rizado, quien se levantó
de su cama como un resorte dando saltos en la habitación para luego ir corriendo a por su tabla de surf, ganándose una fuerte carcajada de su amiga.

— ¡Vamos, Bruni! ¿A qué estás esperando? — gritaba Kiara mientras se ponían sus bikinis a juego.

Ambas amigas bajaron corriendo las escaleras de madera de su cabaña de playa en dirección a la vieja furgoneta. Colocaron las tablas en el maletero y se subieron al asiento delantero.
Kiara conducía y Bruna hacía de copiloto.

Aunque ya tenían la costumbre de madrugar, levantándose cada mañana antes del amanecer para conquistar las olas, no podían perderse aquella ocasión especial, siendo un perfecto desafío para su entrenamiento.

Con 'Could you be loved' de Bob Marley sonando de fondo, podían sentir el rugir de las olas a lo lejos, presenciando el amanecer paradisiaco que se mecía sobre ellas. Eran las siete de la mañana cuando las dos surfistas se dirigían a una pequeña cala escondida de São Paulo, donde los surfistas más veteranos practicaban el deporte y escapaban unas horas de la realidad.

— Hemos llegado a nuestro destino, señorita. — bromeaba Kiara mientras ambas bajaban de la furgoneta para tomar sus tablas y correr hacia la orilla.

Las dos se adentraron en el mar entre risas y empujones, apostando por ver quién pillaba la primera ola. Bruna tenía que entrenar muy duro para poder estar a la altura del regional y eso conllevaba horas y horas de esfuerzo dentro del agua.

— ¡Vamos, Bru! ¡Tú puedes mininha! — animaba Kiara mientras veía cómo Bruna remaba con fuerza hasta alcanzar aquella ola de dos metros y medio.

Se adentró en ésta, surfeando en tubo y rozando su mano con el agua. Un cúmulo de emociones florecían en su interior mientras visualizaba el sol y las palmeras al final de la ola. Una sonrisa se dibujaba en su rostro, llenándose de felicidad.

— ¡Así se hace! — alzó su amiga el puño en señal de victoria, orgullosa de su mejor amiga. — Ya puedes clavarlo así en el regional, Bru.

Bruna sonrió a su amiga como respuesta, volviendo a remar hacia el interior del mar en busca de nuevas olas para su entrenamiento.
Sabía que debía esforzarse y dar lo mejor de sí
si quería estar a la altura del campeonato.
Tras el accidente, tenía claro que no volvería a pasar por la misma situación vergonzosa de caerse a tan sólo unos segundos del fin de la competición, ganándose una brecha profunda
en la cabeza al chocar contra una de las rocas
del arrecife.

Para Bruna, lo que se encontraba en juego era algo más que la tensión de participar en uno de los deportes más peligrosos y agresivos que existían en el mundo, ya que primero debía superar sus propios miedos.

La mañana transcurrió con tranquilidad, entre risas y algún revolcón en el agua, ambas amigas disfrutaban del día soleado y las olas mientras surfeaban sin descanso. Saliendo contentas de la orilla por haber finalizado su entrenamiento con éxito, su sonrisa desapareció de sus rostros al encontrarse con un grupo inesperado en el fondo del aparcamiento.

— Pero mira a quién tenemos aquí. Sabéis que esta cala es nuestra, ¿verdad?

— No vengas a tirar mierda, Thiago. Es muy temprano para esto. Además, aquí no hay
ningún cartel que diga que la cala es de
vuestra propiedad.— el exnovio de Bruna reía condescendiente mientras se codeaba
orgulloso con su grupo de amigos.

— Oh, vamos Brunita. No te hagas la ingenua.
Yo sé que en el fondo me amas, confiésalo. — Thiago alzó el mentón de la morena curvando
sus labios en una sonrisa arrogante.

— En tus sueños, meu amor. — se deshizo
del agarre del moreno, tomando su tabla y dirigiéndose hacia la furgoneta, ignorando los comentarios burlescos y vacilones que resonaban a sus espaldas.

— Es un idiota, no le hagas ni caso garota. — Kiara rodeó el hombro de su amiga en señal de apoyo. Ambas reían por lo patéticos que podían a llegar a ser los hombres, sin embargo, no les afectaba en absoluto.

— ¡Venga, vamos que llegaremos tarde al trabajo o sino Gabi nos matará! — Bruna terminó de atar su tabla como pudo al techo de la furgoneta y se subió rápido al asiento de copiloto mientras Kiara pisaba con fuerza el acelerador y encendía la radio. Ambas comenzaron a tararear las diversas canciones de reggae como si estuvieran en un karaoke mientras reían al recordar la cara de los chicos momentos atrás. Ya era mediodía y el sol se encontraba en lo más alto del cielo, los pájaros cantando y la brisa acariciando las hojas de las palmeras se sincronizaban con el son de la música.

Un par de canciones de funk brasileño sonando de fondo y llegaron a su destino. Ambas trabajaban como camareras de piso en un hotel de playa situado en la costa norte de la ciudad para poder pagar las facturas del alquiler de la casa y la universidad.

Además de querer ganar el campeonato regional de surf, Bruna deseaba con todas sus fuerzas dedicarse a la biología marina. El mar siempre había sido su lugar feliz desde que tan sólo era una niña. De pequeña, su madre solía llevarla cada día a la playa a jugar con la arena y las olas mientras que su padre la enseñó a surfear apenas cumplió los tres años, llegando a decir que incluso aprendió antes a ponerse de pie en una tabla de surf que a andar.

Para ella, escuchar el sonido de las olas se asemejaba a una dulce melodía para sus oídos, generándola un sentimiento inexplicable de paz
y tranquilidad en su interior. El mar era para la morena una vía de escape cuando todo se venía
abajo. Si en algún momento se sentía triste o confusa, a Bruna sólo le bastaba su tabla de surf para poder refugiarse entre la espuma de las
olas, haciendo que todos sus problemas y preocupaciones desapareciesen por completo entre la bruma del ancho océano.

— Hasta que por fin aparecéis. — la pelinegra cruzaba sus brazos en señal de indignación.

— Hey, Gabs. Ya sé que nos has echado de menos. — observó de arriba a abajo a Bruna con rostro serio cuando una sonrisa repentina apareció en sus labios, abrazándola con fuerza.

— Sois un desastre, pero os tengo que querer. — Las tres amigas se codeaban entre ellas, dirigiéndose a sus vestuarios para ponerse su uniforme de trabajo.


primer capítulo subido!!
tómenlo como una introducción de la protagonista y personajes secundarios.
pronto aparecerá jude!
besazos <3

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