◦•●◉♰ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈𝐈 ♰◉●•◦

Con trabajo se arrastro hasta la banqueta del lado contrario a la calle y se quito los tacones, se mordía los labios para no llorar; odiaba verse y escucharse llorar, era una muer sin sentimientos, un objeto nada mas.

Se levanto como pudo y se limpio las lagrimas mezcladas con sangre y comenzó a caminar, lo poco que quedaba de su vestido lo ato para cubrir su cuerpo medio desnudo, bajo la lluvia podía esconder sus lagrimas... Después de tantos años al fin pudo llorar sin escucharse. Llego a aquella iglesia, de donde había salido horas antes; estaba cerrada. Suspiro y se dejo caer bajo el pequeño techo y se abrazo a si misma a causa del frio. 

Carlo apenas había cerrado, estaba contando el diezmo de ese día cuando salió, tenia su sotana en un brazo y un enorme paraguas en la otra; fue entonces que la vio: la pobre chica estaba sentada en el suelo, con un la poca tela de su ropa amarrada a su cintura, descalza y llena de golpes. Se acerco rápidamente y la cubrió con su sotana mientras se arrodillaba frente a ella.

—¿Qué paso? ¿Quién te hizo esto?— pregunto el hombre una vez que la cubrió.

La chica no respondió, estaba temblando y apenas podía mantenerse consiente; miro al padre y una pequeña luz de esperanza le ilumino sus apagados ojos azules.

—Carlo...— logro decir débilmente.

—Todo estará bien, vamos, te voy a curar esas heridas— la ayudo a levantarse mientras la miraba preocupado.

Los cubrió a ambos con el paraguas y camino hasta el pequeño departamento que rentaba cerca de la iglesia. Al abrir el departamento dejo la sombrilla fuera y entro con la chica sentándola en el sofá. Cerro las ventanas y puso agua a calentar, tomo el botiquín que tenia y se sentó junto a ella. Tenia la mirada triste, perdida y los ojos hinchados de tanto llorar; aun salían algunas lagrimas de sus ojos, las cuales Carlo con ternura y cuidado limpio con sus pulgares.

—Alex, dime que paso— Le aparto el cabello de la cara notando sus golpes.

—T-tengo frio...y duele mucho— la voz se le cortaba —M-me golpeo—

—Voy a hacer que deje de doler ¿de acuerdo?— 

La chica asintió, lo miraba a los ojos mientras tibias lagrimas seguían saliendo de sus ojos; el hombre volvió a limpiarlas para después tomar una gaza con antiséptico para limpiar las heridas que tenia en la ceja, la nariz y el labio; una vez limpias siguió con las que podía ver sin quitarle la sotana aun. 

—Ya la ensucie toda, perdón— se cubrió mejor y bajo la mirada.

—No importa, se lava y ya— la compasión que denotaban sus palabas hacían que ella quisiera llorar de nuevo.

—De acuerdo— 

Una vez que las heridas abiertas y visibles quedaron limpias la tomo en brazos y la llevo al baño, donde la coloco en la tina, le quito la sotana y dudo antes de seguir con la poca ropa que le quedaba, pero ella le ahorro la molestia. Se quito los pedazos de tela y quedo en aquella provocativa ropa interior que solía llevar a trabajar. Carlo trataba de evitar mirarla de mas; abrió la llave del agua y dejo que se llenara. 

La temperatura de la pelinegra comenzó a subir, el agua tibia se estaba llevando el resto de sangre y lodo que tenia en la piel. A pesar de ser una prostituta sentía vergüenza de que el la viera así, mientras que el se concentro en bañarla; la lavo con el cuidado de un ángel.

—¿Por que me ayudas tanto?— 

—¿Hm? porque hay que ayudar y amar al prójimo— su voz era suave como la seda.

—¿Yo soy tu prójimo?— lo miro —¿Solo...solo por eso?— en el fondo esperaba otra respuesta.

—Lo eres, todo el mundo lo es, así como todo el mundo es el tuyo— se detuvo un poco y la miro, pensó unos segundos y luego suspiro —No, pero no es tiempo para eso—

—¿Y de que es tiempo?— la mirada de la chica era como la de un cachorro.

—Haces muchas preguntas— sonrió leve para seguir con lo que hacia —Es tiempo de que dejes de pensar—

—¿Por que? ¿Cómo se supone que lo haga? tengo que volver y...— 

Alexia fue interrumpida por los labios del hombre sobre los de ella, a diferencia de sus clientes ella no lo aparto, siguió su beso mientras cerraba los ojos, cuando sintió que el acuno su rostro con una de sus manos ella hizo lo mismo, acercándose a el tanto como su dolor le permitía. Se fundieron en un beso que duro lo que pareció una vida. Por la falta de aire se separaron, pero lo suficiente para solo tomar aire y volver a los labios del otro. 

—P-por que...— murmuro ella. 

—Shh— 

La hizo callar profundizando el beso, los labios de Alexia sabían a sangre, si, pero también sabían a pura tentación. Le acaricio una de sus mejillas y coloco su mano en la nuca de ella para acercarla mas; la joven por su parte se apoyo en la orilla de la bañera para estar mas cerca. Una sensación cálida en su pecho comenzaba a crecer, algo que jamás había sentido; aquel calor la hacia estar en paz, la calidez de sus beso, su tacto... el la hacia estar en paz.

Se separaron momentos después y ella lo miro con mas preguntas que respuestas, el hombre jamás soltó su rostro, seguía dejando caricias en este mientras la miraba.

—Haces muchas preguntas— su tono de voz era bajo.

—¿Eso es malo?— cuestiono en un susurro mientras estaba tentada a besarlo de nuevo.

—Me encanta— 

Alexia sonrió y tiro de el para que entrara con ella a la bañera, quería tenerlo cerca, quería tenerlo para ella, y solo para ella; así mismo, ser ella solo para el. Apoyado en el fondo de la tina la volvo a besar, se estaba dejando llevar por ella pues como el pensaba ella era su debilidad; dudo un poco antes de tocarla, pero la temperatura iba aumentando y la pasión también. La chica acariciaba su espalda mientras lo besaba con pasión, sentándose de tal manera que el estuviese entre sus piernas. 

Cuando menos se lo espero, Carlo tenia las manos en la cintura de la pelinegra, comenzando a explorar el cuerpo de esta, cuando de pronto se detuvo.

—Carlo...¿Todo bien?— la chica lo miraba confundida.

—No, esto... no debería estar haciendo esto— se puso de pie y salió mientras se exprimía la ropa.

—¿Por que no? Solo es un beso— la sensación de ser utilizada regreso, y tal parecía que el lo noto.

—Perdoname, eres una tentación, y no voy a caer— le paso una toalla y se acerco a la puerta.

—¿Y eso que tiene de malo? ¿A caso no te gusto?— quizá hablo de mas.

—Ese es el problema, me gustas...— la miro de reojo —Me gustas tanto que mi fe no significa nada cuando te beso— 

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