4 | El mundo se fue a la mierda

MARGOT CORVINO




Viajar no es de mis actividades favoritas, y menos si involucra cruzar el globo terráqueo con el culo pegado a un asiento por horas. Peor aun es que no hay asientos de mi talla y el trasero no me cabe del todo.

La primera clase no cumplió para nada con mis expectativas.

Las siete horas de vuelo acaban con mi paciencia y cuando por fin bajamos el semblante me cambia, aunque el culo tullido me molesta por algunos minutos.

Definitivamente odio subirme a aviones.

Estamos de pasada por Santa Rosa de Lima, venimos a visitar a los pequeños Benedetti y a Nader que se ha encargado de ellos desde que todo explotó con Massimiliano. El sujeto se ha ganado mi respeto entero, sus acciones dicen más que cualquier mierda que haya podido decir antes de él. Es un buen tipo.

Chequeo mi teléfono con la hora desconfigurada y sin señal. Debo comprar una línea.

Biana no ha llamado al libanés para avisar de nuestro arribo, no sé porqué cree que llegar de sorpresa es una buena idea.

No soy de las personas que disfruten incomodando, pero si me consigo con una escena marital que moleste a Biana voy a disfrutar un buen. Nadie la manda a no llamar antes.

Pero para mí sorpresa, al bajar del taxi lo que conseguimos es una tremenda pelea que no es precisamente muy grata. Apenas logro entender lo que se gritan dentro de la casa, tal vez porque es inaudible con tantas voces alzadas o porque tengo tanto tiempo sin practicar el español que le he perdido el ritmo.

—¡Que estoy harta de ti!

—¡Fiorella, no grites! —Es la voz de Nader, suena muy molesto. Primera vez que lo escucho así—. Son primos, no pueden tener una guerra interna.

—Esa perra no es mi prima.

Madre mía.

Biana voltea a verme tan sorprendida como estoy yo.

—Diva, vete al diablo.

—¡Eres una loca, enferma de mierda!

—¡Basta, Diva! —Pobre Nader, lidiar con tres adolescentes no ha de ser para nada fácil—. Respétense.

—Tú no eres mi papá. No tienes ningún derecho a darme órdenes.

Auch.

—Claro que es nuestro padre, retrasada. Si te ha criado mejor que el tuyo, que cabe destacar te regaló ¿Si piensas un poquito o ya se te pudrió el cerebro?

Fiorella tiene una lengua muy pesada y Biana toca la puerta para interrumpir la llamarada que tiene a todos dentro de esa casa con la cabeza caliente.

—Claro, me regaló porque el tuyo lo encochinó y luego se largó como el vil cobarde que fue. Bien hecho que lo mataron.

Escucuchamos golpes, algo se cae. Otra voz de hombre suena y Nader pide que no se golpeen.

—Te voy a sacar los dientes si vuelves a hablar de mi papá —Esa es Fiorella.

Parece que forcejean y algo de cristal se parte.

Biana vuelve a tocar la puerta, esta vez más fuerte.

—Devan, por favor, llévate a Diva para su habitación —La orden es clara—. ¡Basta, Fiorella! ¡Cierra la puta boca!

—¡Te estoy defendiendo!

—No necesito que me defiendas, lo único que necesito es que seas una chica normal y que dejes de darme preocupaciones.

Y el silencio por fin reina.

Biana voltea a verme con los ojos bien abiertos y vuelve a tocar. La verdad es que está incómoda la situación.

—¡Enseguida voy! —Grita él—. Estoy cansado de esforzarme para darles lo mejor y nunca agradecen nada. Soy un burro de carga al que nadie le da agua.

—¡Yo no te pedí que me trajeras a este pueblo! —Esa es Diva llorando.

—Vamos, Diva.

Su hermano intenta alejarla.

—¡Malagradecida de mierda! Estarías muerta de no ser por él. Ojalá te hubiese dejado, estaríamos felices sin ti y tú te estarías pudriendo en una casa de acogida o muerta.

El veneno que suelta la rubia no debería pertenecer a una chica de su edad. Sin embargo, ella nunca ha sido normal del todo. Los Benedetti son muy particulares.

—¡Fiorella! —Biana la llama desde afuera y enseguida todos se callan—. Ven a abrirme la puerta.

Escucho pisadas fuertes y cuando la puerta se abre veo a la pequeña Fio con una sonrisa enorme que le adorna la cara. Está mucho más grande que la última vez que la vi; hace seis meses tenía unos cuantos centímetros de altura por debajo a lo que mide ahora.

—¡Bi!

Le salta encima a Biana y me sorprende mucho ver que ya casi están del mismo tamaño.

Fiorella siempre ha sido una niña brillante pero poco afectiva y para nada expresiva, más que soltar insultos  . destructivos. Solo con Biana es que he podido ver su lado cariñoso.

Con todo lo que ha pasado trata de esconder su niña interior.

—Mi princesa hermosa —A Biana le cuesta un poco sostenerla y Fiorella termina bajándose para finalmente voltear a verme.

Su expresión se endurece y le alzo una ceja.

—Soldado, he escuchado oraciones muy hirientes de tu parte.

—Diva es una perra —Habla con tanta prepotencia que me recuerda a su padre. Incluso, con el desarrollo se ha vuelto su versión femenina pero con el cabello rubio de Marbella.

Niego con la cabeza y entonces por fin nos abrazamos.

—Hola, chicos —escucho que Biana saluda a los demás y la pierdo de vista porque Fiorella se engancha de mi brazo para contarme rápidamente que le rapo la cabeza no sé a quien por meterse con la misma niña que ahora ella está insultando.

Cosas de Benedetti, entre ellos se entienden.

Nader sonríe con nuestra presencia, en especial con la de la mujer que lo enloquece. Biana le besa la mejilla y me parece tan patético de ambas partes que pudiendo solucionar sus problemas hayan decido separarse.

Al fin y al cabo, lo único que estaba jodiendo ese matrimonio era Massimiliano y él ya no está.

—¡Devan, pero que guapo que estás! —Los genes Benedetti no abandonan a estos chicuelos y Devan no es la excepción, es idéntico a Giulia.

A diferencia de Diva, que aunque lleva la sangre de su madre no heredó los rasgos de ella sino los de su padre.

—Qué escándalo tenían, toda la cuadra se enteró de que se odian a muerte —Los regaño.

Diva se disculpa con nosotras y con Nader antes de subir a su habitación, y aunque Devan se queda charlando un rato abajo también termina por irse. Fiorella es la única que se queda y yo aprovecho que Nader va por cervezas para pedirle que me lleve a comprar una línea móvil. No he hablado con Alex desde que me subí al avión, debe estar pendiente de recibir mi llamada.

Es un poco controlador, trata de justificarlo con toda la mierda del secuestro. Pero, para ese entonces no éramos nada así que no tiene mucho sentido.

Le he tenido paciencia porque, venga, es un tipazo y me ama. Con él he construido un hogar, el hogar que tanto anhelé cuando perdí a mi padre. Pero a veces esas actitudes me joden la paciencia.

—¿Y qué tal te va, Laurita?

Laura.

—Margot —Corrijo.

—Vale, llevaba mucho tiempo acostumbrado al.nombre de Laura como para decirte Margot. Me suena raro.

Y nos reímos .

—Bien, supongo. Me voy a casar —Y le muestro el anillo que llevo en la mano izquierda.

—¡Eso está genial! ¿Cuando ha pasado?

—Antes de coger el avión a España Alex se ha puesto sentimental. Quería ir conmigo y pues... No podía cargar con mi llavero personal. Supongo que planeaba hacerlo después y se vió presionado, no sé, cosas de hombres controladores.

Su risa es contagiosa.

—Puedo entenderlo, créeme.

—¿Y qué tal tu vida? ¿Pensarás algún día dejar de ser el esclavo Benedetti?

Nader sonríe de lado sin apartar la vista de la carretera.

—Esos niños son lo único bueno que tengo en la vida. Son adolescentes y a veces dicen cosas que hieren, pero al final sé que ellos me aman tanto como yo lo hago.

—No es fácil ¿eh?

—Para nada, hay momentos en los que no sé si pueda continuar. Se ponen intensos, Devan es el único pan dulce, pero estás dos niñas son terribles, y Fiorella es todo un demonio.

Me echo a reír cuando le escucho la cantidad de veces que ha sido citado en el colegio porque la pequeña niña de cabellos dorados ha dicho cosas que no debe o ha golpeado a sus compañeros.

Me cuenta que ahora está en la etapa de rebeldía, se cree mayor a todos y anda patinando sobre una tabla de la que se va a venir cayendo en estos días.

—Entonces tendremos que salir al hospital para que le enyesen los brazos. No sé de dónde sacó esa moda.

—Suenas como todo un papá luchon —Y me río.

Increíble las vueltas que da la vida.

—Lo soy, orgullosamente —Su cara de alegría refleja que a pesar de las complicaciones él es feliz.

BIANA TORRES


Ver a Fiorella me da mil años de vida, porque de alguna forma siento que cumplo con la última voluntad de Marbella.

Ciertamente me he ausentado bastante, pero también he ocupando el tiempo con mis responsabilidades, la abuela es una de ellas y es desde apenas un mes que le he puesto cuidadora, para poder despreocuparme y enfocarme en la vida que tengo.

—¿Cuánto tiempo se quedarán?

La pregunta me saca de onda.

—Algunos días, ¿Por qué?

La rubia se encoge de hombros como si no fuera a decir nada más, pero termina hablando.

—Me gustaría que te quedaras un tiempo, no es sencillo ser una adolescente que necesita a una mamá para hablar de la menstruación y no tenerla —Se le humedecen los ojos y me es imposible no recordar las palabras de Marbella—. Eres lo más cercano a mamá que tengo, no puedes ausentarte tanto tiempo y luego venir por pocos días.

Se limpia las lágrimas con algo de rabia.

La abrazo porque sé exactamente como se siente. Yo también anhelé tener una buena madre a pesar de que tenía a mi abuela incondicional.

—De acuerdo, me quedaré un poco más.

Ella asiente más tranquila y giro el cuello cuando la televisión que yace encendida muestra el caos que se está viviendo en Italia tras los bombardeos Rusos.

—El mundo se fue a la mierda definitivamente —Comenta la preadolescente a mi lado.

Efectivamente.

Estando en la base de Barcelona, antes de ser expulsada, escuché que Rusia estaba preparando un ataque con el que iniciaría la Tercera Guerra Mundial.

Un caos que desató el innombrable por su gracia de sustraer diamantes radioactivos, los cuales son la causa de esta nueva amenaza.

—Bi —me llama—. Gracias por estar aquí.

Y sonrío enternecida.







Empezamos suaves.

1/3

Se llegó el maratón, señores y señoras 🔥

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