1. Desmembrar

ADVERTENCIA DE CONTENIDO:
Escenas de violencia explicitas -sangrientas-, leer bajo su responsabilidad.

El silencio consume a la habitación, sus ojos cerrados producto de la culpa que la carcome a causa de su acción. Sus pequeñas manos pegadas a su pecho, aún es capaz de percibir el aroma a sangre salpicandola, había sido aterrador. Ver sus ojos expandidos, escuchar el sonido que producía su garganta al ser atravesada por su aguijón, un grito deagarrador saliendo de sus labios ante el terror, depositando a su amiga con sumo cuidado a su lado brotando la sangre sin cesar. La mirada de su nana al ver la escena, encontrarse con los suyos suplicantes, había sido un accidente, había ocurrido tan rápido.

En lo que su nana subia a la cama, ella descendio, no podía permanecer ahí, había sido la causante de ello, nunca había llorado así, nunca se había sentido así, sucia, ver sus manos le causaba furor. Ni siquiera fue capaz de percibir el momento en que la mujer mayor realizó la invocación, la bruma negra a su alrededor, aquel joven que atraía intensamente dicho elemento a su cuerpo casi fusionandose con el.

Aún ante la conmoción observa cada movimiento, como los grisaceos dedos se deslizan por la rojiza piel de su amiga, color causado por la sangre derramada. Dicha caricia desvanece aquel pigmento como el agonico dolor que producía a la menor retorserce sobre la cama sintiendo la vida desvanecerse.

Aquella negra bruma que los rodea se expande por el brazo de aquel demonio hasta la palma de su mano donde se agita cual tornado, tomando forma vidriosa y oscura. La pieza es entregada a la mujer, palabras en otro idioma son pronunciados que no escucha ante el aturdimiento que aun afecta a su cuerpo, pronto, el ente se desvanece tal y como llego.

Solo entonces se permite respirar, su nana acaricia la mejilla de a quien considera una hermana, a quien casi asesina por un descuido. Tras un par de indicaciones se remueve en la cama hasta quedar frente a ella viendola descender a su altura, una tierna sonrisa junto a una caricia la consolan, pero la culpa consume a su corazón.

Un beso es depositado sobre su frente antes de ver a la mujer salir de la habitación, dejandolas una vez más solas. Su nana no demora en regresar con una bebida en mano, misma que le ofrece a beber a la rubia sobre la cama para volver a acostarla posteriormente. Su tierna voz calma a la menor sacandole una bella sonrisa como solo ella sabe hacer.

Ella por el contrario, sin moverse de su lugar la sigue con la mirada hacia al baño donde segundos después se encuentra siendo enjabonada eliminando todo rastro de sangre de su piel, que por el contrario al de su amiga posee una tez rosacea oscura natural, distintivo de su naturaleza, así como ese pequeño par de cuernoa que posee sobre la cabeza.

Al abrir los ojos no es más que un mal recuerdo, Samay la pequeña rubia a su lado se encuentra mejor, pero debe guardar reposo, así como guardar silencio, tal como limitar sus movimientos. Pero pronto se escucha el bullicio de afuera, gritos histericos de parte de una fémina que su nana intenta apaciguar. Aquella voz la produce apretar los puños, crecer el odio en su interior, aquella mujer reclama el poder de madre para llevarse a su hija, pero de madre no tiene ni una pizca, si a sí fuera no hubiera entregado a su única hija a cambio de ella misma.
Nada más acercarse a la puerta de su hogar aprecia a la rubia mujer identica a Samay.

Un grito ensordecedor resuena causando la mujer caer de rodillas apretando los dientes con fuerza mirando con odio puro a la menor frente a ella, causante de su agónico dolor. Emite un alarido cuando dicho aguijón le libera la pierna.
—Pequeña bastarda -emite entre dientes, —eres...
Detiene su charla cuando el objeto punzante de antes se posa bajo su mandibula, apretando la piel con toda intención de clavarsela. Un gesto de burla se expulsa de los labios de la mujer.
—Deberias estar muerta, ya verás, algún puro acabara contigo -escupe su veneno, la niña frente suyo ni se inmuta; por el contrario, desliza la larga y lampiña cola hasta un extremo de su pelvis con la punta del aguijón aún asomando.

Una mano se posa en la mejilla de la mujer, cálida y tersa causando a la mayor apretar los dientes con fuerza. En la lejanía el nombre de la menor resuena, pero no hay marcha atrás para lo que hará. La expresión es nula en su pequeño rostro, incluso cuando el desgarrador grito de la fémina se presenta retumbando por toda la casa, colandose incluso fuera de esta. El calor que emana de su pequeña palma es tal que derrite piel y músculo.

La cola aún al extremo de la pelvis se inserta desencajando dicha extremidad causando al cuerpo inclinarse ante la incapacidad de sostenerse. Lágrimas se derraman por un rostro magullado, donde fragmentos de su cráneo se distinguen chorreando sangre sin cesar.

La pequeña mano se desliza hacía abajo palpando el temblor en el cuerpo producto del llanto, la yema de sus dedos del cuello al extremo del hombro, una mano a cada lado, el miedo latente en los ojos miel. El silencio se esfuma cuando otro grito desgarrador emiten las cuerdas vocales de la mujer cuando los pequeños dedos se internan en su piel quemandola tal como hizo con su rostro. Aquellos dedos se impregnan con la sangre, disfrutando de introducirse hasta que de tirón, ambas extremidades se desprenden salpicandose del líquido, resonando cuando caen al suelo.

—Por favor -suplica en llanto y labios tembloroso. —Por favor, no más. Solo matáme, pero por favor, duele.
Sus palabras no causan efecto alguno, ¿detener su dolor? Ella no lo hizo cuando acepto entregar a su hija al hombre que la abuso, cuando a cambio de no ser ella permitía aquel constante abuso, no, a ella no le importó, ¿por qué entonces habría de complacerla?

Aquella con dos cuernos sobre la cabeza la inclina a un lado posando su mano en la otra mejilla causando el temor en quien la mira, una caricia basta para que su mirada descienda enfocando ese par de ojos en la pelvis de la mujer. La niña extiende un brazo manteniendolo inclinado, con fuerza y velocidad lo jala hacia su cuerpo resonando otro grito cuando lava petrificada la atraviesa desprendiendo el resto de sus extremidades cayendo el sobrante del cuerpo hacia atrás.

Con la vida esfumandose se coloca a centimetros del rostro mirandola sin ningún apice de culpa, la palma de su mano mirando hacia arriba, tirando con fuerza creando lava petrificada que destroza lo poco que quedaba de la mujer.

Sus pies descalzos y cubiertos de sangre, dan la vuelta de camino a la habitación dejando tras de sí el rastro de sus huellas, a un costado de la cama con dificultad la otra pequeña la mira, sin importar el líquido impregnado ennsus manos coloca una sobre la mejilla de la rubia, una tranquila sonrisa en su respuesta.

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