Pecado Capital: Soberbia
Poseer dos terrenos y lleno de joyas y bienes materiales se sentía tan bien.
Podía sentir que un nuevo poder se avecinaba pronto.
Me paseaba por los nuevos alrededores observando si algunos humanos querían acercarse al castillo del viejo orate.
Su muerte lo disfruté como nunca, hasta bailé en su tumba junto a Amadeo.
—Reina mía.
—¿Qué ocurre?
—Quería preguntarle desde aquel incidente de mi «casi prematura muerte» ¿cómo es que sobreviví?
—Eso es una buena pregunta Amadeo. —Contesté llevando una de mis manos a su rostro—. La verdad es que como soy una vampira sangre pura, mi sangre en humanos es tan poderosa que se debe sufrir una transformación y si es que yo lo decido pueden convertirse en un vampiro no como yo pero de baja categoría, en resumen mi querido Amadeo puedes regenerarte, te pueden matar miles de veces y aún así siempre volverás. ¿deberías saberlo? o es que ¿ya estás perdiendo tus recuerdos de humano?
—No lo sé mi reina ya son bastante años, nueve años a su lado y desde que me salvó de ese tormento, se lo debo agradecer a mi dama celestial y de piel pálida. —Mencionó Amadeo besando el dorso de mi mano—. Todo lo que quiero es estar junto a usted mi bella reina, ahora puedo decir con firmeza que desde esa muerte soy un vampiro como usted, ya que uno de sus poderes que tiene es la regeneración.
—Así es Amadeo que no se te olvide nunca a quién le debes tener devoción.
—Siempre seré su perro leal mi reina.
—Me debes obedecer a mí. Porque yo soy tu dueña.
—Y lo es mi reina sangrienta.
De manera sorpresiva, Amadeo quería acortar la distancia que se interponía entre nosotros, miré que había cerrado sus ojos celestes tan intensos como los míos.
—¡Agh, por favor basta de cursilerías! eres vampiro pero sigues siendo el tonto humano que se aprovecha cuando hay oportunidades.
Me alejé utilizando mi teletransportación lo más que pude apareciendo en otro lugar.
Estaba más que cabreada.
¿Cómo osa aprovechar esa oportunidad? maldito humano, un ser repugnante, mentiroso, más alto que yo pero que tiene una gran devoción por mi eso me gusta.
Amo que me idolatren.
Y eso quiero, que en este pueblucho sea: «Carmilia Donoback nuestra aclamada reina de los 7 pecados capitales y se inclinen ante mi».
Esa idea está a punto de suceder, podía sentir que estaba cerca y mi poder había aumentado el triple desde que tenía el objetivo instaurado en mi cabeza.
Me dirigí al pueblo para enterarme de algunas noticias, siempre haciéndome notar y sobre todo comencé a escuchar de los aldeanos lo temida y respetada que era en «Hudson Town»
Como amaba que esos simples humanos tuvieran miedo de una vampireza sangre pura, ni los mismísimos cazadores pudieron conmigo. Cada vez que mi presencia se hacía notar, en sus coloridos rostros se reflejaba el temor y sus debiluchos cuerpos temblaban ante mí.
Di una leve sonrisa disfrutando del pavor que causaba y el tormento a esas pobres almas en desgracia. Cuando visualicé a lo lejos una gran multitud frente a algo.
Me apresuré con pasos firmes, quería también ver a lo que estuvieran idolatrado que no sea a mí.
Me sorprendí de que era humano.
Un humano bastante apuesto, nariz y cejas perfectas, un cabello largo con un toque de rebeldía en ellos que predominaban el color negro, un par de orbes como si estuviera viendo la personificación de la noche.
—Oh por favor, no me digan apuesto mis damas. Me halagan —Dijo entre risas—. Pueden llamarme...
Y como si fuera una cámara lenta, su mirada hizo contacto visual con la mía y fue exquisitamente penetrante.
Un ligero cosquilleo hizo que mi cuerpo recorriera una energía inexplicable, haciendo que un poco de nerviosismo se apoderara de mí.
—Misha.
Por primera vez en esta maldita eternidad algo se había removido en mi interior, pero no necesariamente «impresión por joven apuesto». Estaba captando la atención de toda la muchedumbre.
Esa debería ser yo. No él.
Me irritaba escuchar los suspiros de algunas mujeres y hombres por aquel chico que había llegado y era soltero.
Di media vuelta para regresar, pero debía hacer algo, tal vez caminando se me ocurriría una idea, entre tanto varios niños me hicieron tropezar casi perdiendo el equilibrio.
—¡Estúpidos humanos buenos para nada! ¿Se creen que pueden hacerme tropezar? —Vociferé mientras los niños gritaban corriendo hacia sus respectivas madres.
—¡Oiga qué le ocurre! —Exclamó uno de los hombres sacando la capucha que llevaba.
—¡Reina sangrienta! —Exclamaron algunos aldeanos.
Sonreí para mis adentros.
—¡Son unos seres inferiores que se revuelvan en su miseria, sus mujeres deberían estar pendientes de sus hijos y no andar parloteando sobre chismes de cuarta ni ir revoloteando sus hormonas por un hombre que recién ha llegado al pueblo!
El hombre tragó saliva.
—Tú eres…
—Sí, ¿Dime quién soy?
—C-Carmilia Donoback la reina sangrienta que no tiene miseri…. ¡oh perdone su grandísima alteza! ¡pido clemencia. —Tartamudeo la escoria humana.
—Dilo una vez más.
—Señorita...Carmilia perdóname, me equivoqué usted...usted siempre tiene la razón yo solo soy… —Comentó arrastrándose en la tierra—. Un miserable insecto… perdóname la vida madam.
Escuché de su boca el tonto lloriqueo tenía un aspecto terrible.
Moví mi cabeza de un lado a otro, apoyé uno de pies en su espalda enterrando el tacón en su flacucho cuerpo.
—Tic, Tac… campesino, tu hora ha llegado.
En un rápido movimiento un baile de sangre apareció inundando la tierra, su cabeza cercenada voló por los aires haciendo que los gritos de terror inundaran Hudson Town.
Todos comenzaron a correr menos uno; Misha.
Él me observaba estupefacto pero mantenía su semblante serio, eso me sorprendió bastante y sonreí.
—¿Te apodan reina sangrienta?
—Sí, es un gran logro que me hayan apodado.
—Ya veo, pero...si te tranquiliza solo vengo unos días o veré si algo me gusta cambiaría de opinión.
—Que bien, si no te tenía que haber matado, y yo Carmilia siempre gano.
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