Pecado Capital: Lujuria y decepción

Quedé sorprendida por los besos de ambos chicos.

No me lo había esperado, tampoco podía apartarlos, y sentía un ligero rubor en mis mejillas.

Esperé algunos días en recuperarme por beber tanta sangre, en ese entonces conocí mucho más a fondo a Misha.

Algunos pasajes de su vida me sorprendieron, él siempre era un forastero que iba de pueblo en pueblo buscando el ser o el monstruo que había matado a su familia, tuvo una esposa y una hija.

Eso me recordó a cómo había encontrado a Amadeo y como lo había salvado, casi moribundo, me pidió a gritos morir, jamás había visto unos ojos tan vacíos como los de él.

Sentí lástima por ese ser. Que acabe con su miseria.

Pero también experimenté una sensación
que los humanos apodan: «Ser Consentida»

Aunque no quería ese tipo de regalías de ser atendida por ambos chicos, lo encontraba irrelevante.

Lo que yo quería era otro tipo de «consentimiento».

Uno más carnal.

—Reina sangrienta, ¿cómo es que Misha pudo traerle más comida aquella vez?

—Es verdad, ¿cómo? si soy un simple humano.

—Fácil, te presté mis poderes de manera momentánea y cuando llegaste desaparecieron y esa marca que tienen es del clan Donoback, me tendrán devoción a mí ¿han entendido?

Al cabo de unos días casi de estar en un letargo desperté con un enorme deseo carnal.

Que comenzó a arder y emanar en cada parte de mi cuerpo, ardiendo por aclamar el deseo pecaminoso de la lujuria.

Quería ser tomada por ellos.

Sentir sus cuerpos sobre mí, recorrer cada centímetro de su piel, que me tomen como si fuera la última mujer que queda en el planeta.

Me tomaran cómo si no hubiera un mañana, debo reconocer que muchas veces he visto el cuerpo de Amadeo, incontables ocasiones debajo de esa ancha ropa se esconde un cuerpo escultural que algunas veces fantaseaba que me tomará.

Otras veces fantaseaba que me tomaba Misha, ese chico de cabellos azabaches y una altura fenomenal, de forma ruda y sin misericordia.

Sin darme cuenta me dejé llevar por el deseo que me tomaran y me hicieran suya. Comencé a acariciarme en mi cama tocando de forma tortuosa cada parte de mi cuerpo, imaginando estar con mis sirvientes.

Utilicé parte de mi poder en hacer estelas de humo azules que recreaban a la perfección a esos dos hombres.

Pero aquel deseo se hizo realidad.

No se cuando sucedió pero, ambos chicos estaban uno detrás mío y el otro delante de mí.

—Veo que me ha espiado lo suficiente amada mía como para desearme.

—Claro que no, Amadeo.

—Y aún lo niegas, no te preocupes querida reina porque nosotros te brindaremos un servicio mucho mejor.

—Te brindaremos algo que es real y no esas estúpidas estelas —Contestó Misha bajando lentamente sus manos hacia el nacimiento de mis senos.

No dije nada, me encontraba agitada y un poco jadiante pero sabía también que los dedos no ayudarían, mi cuerpo pedía a gritos el deseo carnal a los que los humanos llamaban sexo.

—Quiero todo de ustedes, quiero sentir el placer de sus cuerpos sobre mí, ¡Háganme suya!

—Deseo concedido, reina mía —Dijo Amadeo besando el dorso de mi mano.

Había perdido la noción del tiempo, las embestidas iban y venían, haciendo que mi cuerpo experimentará una sensación de éxtasis, acariciaba cada parte de los cuerpos masculinos, provocando que me llevara a una magia y exquisitez sin igual.

Movía mis caderas de manera lenta pero a la vez frenética provocando también el placer en ambos hombres.

Sentía sus fuertes manos acariciaban cada centímetro de mi piel, Amadeo había hecho una acrobacia que me dejó sin palabras.

Al perecer mi perrito leal, lo había subestimado. 

Hizo que provocará un placer único al igual que Misha.

Eran unos demonios sexuales.

Los gemidos y jadeos se sentían por todo el castillo, pero no fue lo único, si no, que quería mucho más.

Los veía un poco cansados, pero una energía recorría mi cuerpo que hacía que comenzara a perder la cordura.

—Oh mis leales sirvientes esto aún no se ha acabado, porque yo todavía no he dicho un no.

Bebí la sangre de Misha y dejé que Amadeo bebiera de mí, fue una conexión que se incrementó más.

Al ver a ambos jóvenes agotados y observar que lo habíamos hecho en cada parte del castillo, caminé desnuda hacia la ventana observando hacia el horizonte.

Por fin lo tenía todo, obtuve lo que quise, hasta que un ligero ruido me causó curiosidad.

Fuí hasta el ruido pero lo que mis ojos vieron fue la traición misma.

Una enorme desilusión hizo que por primera vez sintiera tristeza que a su vez se convirtió en ira.

Jamás lo pensé de él, ¿como pudo? la historia que contó era una falsedad, lo encontré bebiendo sangre de una joven ya muerta de cabellos rubios.

—¡Como pudiste Misha! ¡Me engañaste, eres un vampiro!

No le di oportunidad ni siquiera de explicarme, él sólo dio una sonrisa burlona, mirando con esos ojos rojos como la sangre.

—¡Sal de mi castillo Misha Olivander! —Vociferé.

En una estela de murciélagos desapareció riéndose.

Dejándome con un sabor amargo, con odio y resentimiento hacia ese ser que pensé que era humano.

Me derrumbé en el frío piso haciendo una trizadura en el suelo, lágrimas se asomaban por la impotencia que sentía.

Sentía la presencia de Amadeo, no dijo ninguna palabra solo se agacho estando semi desnudo con sus pantalones puestos.

Me hervía la sangre de tan solo pensar en el nombre de Misha, una sensación de energía me quemaba en el interior.

Hasta que explote grité y maldije como nunca, las llamas azules crecían a mi alrededor, caminé lentamente y como si estuviera en el infierno se asomaron llamas incandescentes en mi cuerpo generando un nuevo vestido y la corona del inframundo.

Comencé a sentir un enorme poder que se extendía en todo mi cuerpo.

—Soy Carmilia Donoback la reina de los 7 pecados capitales y tomaré venganza pero esta vez no sola.

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