Capítulo 6
NIKOLAV HABÍA PRESENCIADO Y OÍDO en su totalidad la conversación entre la novia de Patrick y la chica con la que estaba obsesionado... «Alejandra», repitió mentalmente. Sí, ese era su nombre. Tenía sentido para él que lo fuera. A su parecer, Miriam la conocía bien y eran buenas amigas, pero por lo visto, la chica no la recordaba, y al ver todas las fotos de su amiga había roto en llanto.
Todo había sucedido demasiado rápido, haciendo que sus planes se desmoronasen por completo. Su marido se la había llevado de inmediato y Nikolav se había quedado con las ganas de estar más cerca de ella.
«Ella venía a hablar conmigo», se dio cuenta él mientras se levantaba de su cama al atardecer, esta vez sin compañía. «Venía decidida a hablarme. Me conoce, pero ¿cómo?», se preguntó.
Estaba confundido y ahora las cosas se complicaban. No podía tan solo manipular a la amiga de la novia de su jefe, eso le acarrearía problemas. Respetaba a Patrick y sabía que él tenía sentimientos muy profundos por su humana, quien a su tiempo sería convertida en vampira. Sería de muy mala educación aprovecharse de su amiga. Decidió que debería seducirla de una manera más caballerosa.
Tal vez si conversara con Miriam podría conseguir más pistas. Había oído palabras sueltas... pero le parecía que la pelirroja había dicho que: en primer lugar, Alejandra se iba a casar con un vampiro; en segundo, que era híbrida. Esto último quería decir que, tal vez, ella era la hija perdida de las hadas, de la que tanto había escuchado meses atrás, cuando ella había sido descubierta. Un príncipe en su reino se iba a casar con ella, pero él no recordaba haber asistido a un casamiento mientras estaba viviendo allí. Si este había ocurrido, él no se había enterado, o no había sido invitado.
Decidió que intentaría hablar con Miriam más tarde, o con Patrick, quien quizás sabía algo. Tal vez ellos podrían ayudarlo a resolver sus dudas sobre esta chica tan especial.
***
—¡¿Cómo podés saber que ese psíquico no estuvo jugando con tu mente?! —exclamó Juliann con enojo. No estaba para nada contento con los recuerdos que su mujer supuestamente había recuperado. Sabía que algo extraño estaba ocurriendo, lo podía sentir en su corazón y en el fondo de su ser, mas no quería siquiera pensar que lo que tenía con Alejandra no era cierto. Era el amor de su vida y no permitiría que nada los separase.
—No estaba jugando con mi mente, Juli —le aseguró ella, bastante calmada—. Estoy segura de que no. Los recuerdos fueron demasiado vívidos.
—Es que... cielo —suplicó él, una lágrima formándose en su ojo—, no quiero que nada de eso sea cierto. No puede serlo. —Ella lo abrazó fuerte; entendía lo que estaba atravesando. Juliann le dio un beso en la frente, conteniendo las lágrimas con un gran esfuerzo.
—Esto que tenemos es real, yo te amo y sé que vos también. No me imagino habiendo hecho nada de lo que me dices que hice en el pasado. Es imposible, Ale. Incluso en el caso de que fuera cierto, eso no cambiaría la forma en la que me siento. Te amo y este es amor verdadero.
—Yo también te amo, Juli, y no quiero que esto sea cierto. Pero si lo es... quiero descubrir todo lo que no puedo recordar. Algo me dice que es importante hacerlo.
—¿Por qué no nos olvidamos de esto? —sugirió él, esperando poder convencerla de que era una mala idea seguir teniendo sesiones con ese psíquico al que ya había comenzado a odiar con pasión.
—Lo intentaré, pero no te prometo nada —expresó ella, esbozando una leve sonrisa.
—Me había olvidado de algo —cambió de tema él, al recordar que aún no le había dado el brazalete.
—¿Qué cosa, amor?
—Tengo un regalo para vos, dejame que lo busque. —Juliann buscó el brazalete, lo tomó del bolsillo del pantalón que había usado la noche anterior y volvió a la sala de inmediato—. Cerrá los ojos y extendé tu mano —le pidió.
Ella así lo hizo, tal como le había ordenado su marido. Él tomó su mano y le puso el brazalete alrededor de su muñeca. Cuando lo cerró, le pareció ver que este había emitido un brillo bastante extraño, pero prefirió restarle importancia a aquello.
—Ahora podés abrir tus ojos —le dijo. Alejandra abrió los ojos y miró al brazalete con un gesto de sorpresa y felicidad mezcladas.
—¡Oh, Juliann! ¡Es hermoso! —exclamó. Juliann sonrió, feliz de que el brazalete hubiera sido del agrado de su mujer.
—¡Debe haberte costado una fortuna! —comentó ella, preocupada— No deberías haberlo hecho...
—Shhh —la silenció él, presionando sus dedos contra sus tiernos labios—. No me ha costado una fortuna, así que no te preocupes por ello. Estoy muy feliz de que realmente te guste.
Ella se quedó mirando al exquisito brazalete de plata antigua. Era una joya exclusiva. Juliann no estaba seguro de cuál era su precio real, pero sabía que este debía ser extremadamente alto. Estaba orgulloso de que su mujer pudiese lucir algo tan bonito.
—Muchas gracias, entonces —le dijo ella, dándole un suave beso—. Sos un sol.
De pronto, y aunque no sabía explicar cómo, él tuvo la sensación de que todo estaría bien mientras ella llevase ese brazalete puesto en su muñeca: no debía permitir que se lo quitase nunca.
***
Más tarde, en el bar, Nikolav esperaba el momento adecuado para poder hablar con Miriam y Patrick. Estaba deseoso de averiguar qué era lo que ellos sabían sobre Alejandra. La pareja se encontraba sentada en una mesa en una esquina, alejada de las demás personas para poder disfrutar de un poco de privacidad. Caminó hacia ellos lentamente, siempre luciendo amistoso.
—Nikolav —le dijo Patrick al verlo llegar—. ¿Necesitas algo?
—Esperaba poder hablar con ustedes —respondió él, anunciando sus intenciones.
—¿Acerca de? —preguntó Miriam, mirándolo fijamente con sus grandes y desconfiados ojos verdes.
—Alejandra —le dijo él sin darle vueltas al asunto. La mirada ya desconfiada de Miriam se llenó de mucho más recelo, enseguida estaba poniéndose a la defensiva respecto a su amiga, a quien seguramente protegería con su vida.
—¿Qué quieres hablar sobre ella? —le preguntó con dureza en su voz. Nikolav pensó que ella podría ser una gran líder cuando fuese convertida en vampira.
—Pues... hay algo extraño sobre ella. Creo que la conozco... —confesó.
—Es posible —dijo Patrick con tranquilidad—. ¿De dónde?
—No estoy del todo seguro.
—¿De dónde era que venías? —lo interrogó Miriam, mirándolo fijamente.
—De la dimensión de los vampiros, específicamente de la zona bajo la entrada física de Bulgaria.
—¡Mierda! —exclamó ella.
—¿Qué sucede, Miri? —preguntó Patrick cariñosamente.
—Creo que él es el vampiro con el que Alejandra se iba a casar, o se casó, o la mierda que sea.
—Nikolav la miró confundido.
—¿Yo? Imposible. Yo era un vampiro común y corriente —les explicó.
—¿Estás seguro? —le cuestionó ella— Alejandra tampoco recuerda nada de lo que le ocurrió. Yo creo que lo que le hizo cambiar sus recuerdos a ella, puede haber modificado los tuyos también.
—Patrick se quedó pensando.
—La verdad que hay algo en ti, Nikolav, que me recuerda a la realeza vampira. Puede que Miriam tenga razón.
—No lo sé —explicó Nikolav, confundido—. ¿Qué me sugieren que haga?
—La bruja puede ayudar —sugirió Miriam.
—Sí, Bianca puede que ayude —estuvo de acuerdo Patrick.
—¡¿Brujas?! —exclamó Nikolav— ¡Ni en broma!
—Bianca es nuestra aliada —le aseguró Patrick—. Si hay alguien que puede devolverte tu memoria, es ella.
Nikolav se quedó pensativo por un rato. No confiaba en las brujas y no lo haría nunca, pero quería saber más sobre esa muchacha, su corazón muerto se lo pedía.
—Está bien. ¿Cuándo podemos hacerlo?
—Esta misma noche —anunció su jefe—. La llamaré y le ordenaré que venga y te traiga una poción para devolverte tu memoria.
Nikolav asintió. Debía hacerlo, estaba dispuesto a tratar con una bruja si eso era necesario para que la bella y apetitosa Alejandra fuera suya de una vez.
***
Ella no lograba dormirse, recordaba todo lo que había visto durante la sesión con Kevin; no podía dejar de pensar en aquello, ni en el apuesto barman del sitio donde había ido la noche anterior, aquel con quien había estado dispuesta a hablar cuando Miriam la había frenado, aquel que hacía que su corazón latiera más fuerte de lo normal. Decidió que debía volver a ese lugar, aunque sabía que su marido no se lo permitiría por nada del mundo, no después de lo que había ocurrido la noche anterior.
«No importa», pensó levantándose de la cama silenciosamente. Juliann dormía como un tronco y no se despertó. Alejandra caminó en puntas de pie hasta el armario y abrió su puerta lo más lentamente posible; sacó un pantalón negro y un top del mismo color. Caminó hasta el baño y allí se vistió, se maquilló y se peinó, todo en menos de diez minutos. Después tomó una cartera con un poco de dinero y sus llaves, y salió del departamento, esperando que su bello durmiente no se despertase en el medio de la noche. No sabía qué le diría si descubría que ella había salido. ¿Que necesitaba aire fresco, quizás?
Caminó con tranquilidad, mirando a su alrededor, sintiendo como si alguien la estuviera siguiendo, aunque no sabía quién podía ser ni por qué tenía esa impresión. Cuando entró al bar, la sensación desapareció. Fue directo hasta la barra, esperando encontrarse con el barman tan atractivo, el que había visto en sus sueños y el que había dibujado sin siquiera percatarse. Él era una pieza perdida del rompecabezas de su pasado olvidado, por lo que era importante poder hablarle.
Miró otra vez a su alrededor, buscándolo o intentando al menos ver a la pelirroja que decía ser su amiga. No encontró a ninguno de ellos, así que le hizo señas a otro barman para que fuera a hablar con ella, se trataba de un castaño de ojos verdes que estaba trabajando en lugar de quien ella realmente quería ver.
—Hola. Estoy buscando al barman que estaba aquí ayer. Es alto, cabello oscuro, ojos celestes... —El barman le sonrió. Alejandra no estaba segura de que fuera una sonrisa amable.
—¿Nikolav? Está atrás con Patrick, el dueño del bar, y su novia. Espéralo y él pronto estará contigo.
—Gracias —murmuró ella, pensando en el nombre que le había dicho. «Nikolav... Sí, ese es su nombre. Yo lo sabía». Era toda la confirmación que ella necesitaba. La conversación que había mantenido con Juliann a la tarde casi la había hecho dudar sobre lo que había descubierto gracias a Kevin.
«Entonces...», decidió ella, «también es cierto que soy un hada... y que él es un vampiro.
¡Cielos! Esto se pone complicado. ¿Qué tan bien se llevarán las hadas y los vampiros?». Algo le decía que lo que ellos sentían el uno por el otro era la excepción de la regla entre vampiros y hadas. Esas especies no podrían llevarse bien; se notaban demasiado opuestas como para hacerlo.
—¿Vas a tomar algo? —le preguntó el chico.
—Sí. Ehm... un Bloody Mary, por favor —El barman le sonrió.
—Enseguida. Esa es mi especialidad.
«Sí, si sos un vampiro seguro que sí», pensó Alejandra y luego volvió a sumirse en sus cavilaciones. Comenzó a beber lentamente, mientras esperaba que Nikolav volviera, y se concentró en disfrutar de su trago. Si pensaba demasiado, sabía que terminaría volviéndose loca.
***
Nikolav se hallaba acostado sobre un sofá en la oficina de su jefe. A su alrededor estaban Miriam, Patrick y una mujer afroamericana que resultaba ser la bruja de quien tanto le habían hablado. No le causaba demasiada desconfianza, mas tampoco confiaba en ella de manera completa. Por algún motivo, las hechiceras le provocaban cierta repulsión.
—¿Así que se te han borrado los recuerdos? —dio por hecho la mujer, mirándolo con detenimiento— Sí... algo está completamente mal contigo. No eres quien crees ser... Y alguien por encima de todos nosotros ha causado esto por algún motivo, pero no está impidiendo que intentes recordar, así que podremos hacerlo. —Nikolav asintió, sin darle demasiada importancia a estas palabras. Quería que todo pasase rápido.
—¿Qué es lo que debo hacer? —quiso saber.
—Te he preparado una poción. Es bastante fuerte, así que posiblemente te dejará inconsciente por unos minutos. Durante ese tiempo los recuerdos comenzarán a venir a tu mente. Puede que rememores todo de inmediato, como puede que necesites un poco más de tiempo para recuperarlos todos. ¿Listo?
—Sí —asintió el vampiro, poniéndose cómodo en su sillón. Esperaba que eso funcionase y que ella no lo estuviese engañando. ¿Habría sido engañado por una bruja alguna vez?
La bruja tomó su bolso y de allí sacó una pequeña botella contenedora de un líquido azul brillante. Nikolav se preguntaba qué sería aquello, pero era mejor ni siquiera saberlo.
—Bébelo todo —lo instruyó Bianca, entregándole la botellita. Él obedeció y se llevó el líquido a la boca. Sabía muy amargo y le dieron ganas de escupirlo, pero hizo un esfuerzo y lo tragó todo. No se esperaba que el efecto fuera tan rápido: en menos de un minuto, Nikolav había quedado inconsciente.
Toda su vida comenzó a pasar rápidamente delante de sus ojos. Su vida como humano, el momento en el que el rey Siron lo había transformado en vampiro, adoptándolo como su príncipe heredero... todos los planes que ambos habían hecho para tomar control sobre mayores territorios. Nikolav fue recordándolo todo, poco a poco. Luego recordó a la bella Alejandra, el momento que la había visto por primera vez, su aroma irresistible... sus ojos azules como el mar. Nikolav sabía que su corazón había vuelto a vivir cuando ella había entrado en su vida. Y ella había sido suya por completo...
Recordó su boda, el día en que convirtió a Alejandra en una híbrida, el día en que, obedeciendo las órdenes de su rey, la obligó a participar en una guerra contra su propia especie; una guerra injusta y egoísta que había causado en ella tanta culpa hasta hacerla llegar al extremo de querer terminar con su vida. Y una vez que Siron había muerto, él se había dado cuenta de lo que le había hecho; por eso, cuando supo que ella también había muerto, había hecho lo único que podía hacer para salvarla, se había ofrecido para pagar todas sus culpas. Los guardianes habían permitido que la parte de Alejandra que era hada viviese, dejando morir la parte que era vampira, pero lo enviaron a él a un calabozo en el horrendo mundo de los havors, hasta el día de su juicio.
No había pasado un buen tiempo allí. Lo habían torturado, lo habían privado de alimento; pero su dulce Alejandra se las había arreglado para enviar a su doble astral, lo había abastecido. Luego, ella se había arriesgado y, junto al insoportable Juliann, habían ido a rescatarlo, misión en la que habían salido exitosos; mas no habían logrado escapar al juicio de los guardianes, quienes decidieron que los tres debían perder la memoria, buscar al dragón a quien Alejandra le había dado su llave y encerrarlo en un mundo dentro de un cuadro. Si no lo hacían, él se reencarnaría en un dragón y perdería todos, absolutamente todos, sus recuerdos. Sería un nuevo comienzo, pero en un lugar en la cadena evolutiva espiritual muy por debajo del que él ya estaba.
Nikolav abrió los ojos de golpe, recordando absolutamente todo. Un aroma conocido venía desde el bar. Supo que era ella... ¡Alejandra estaba allí! Dio un salto, sorprendiendo a todos los que lo observaban, y volvió al bar lo más rápido que pudo, entrando por la puerta trasera. Pudo verla desde allí. ¿Cómo podía haberse olvidado de ella? Sabía que posiblemente se encontraba mejor al lado de Juliann, ya que él solo le traería problemas, pero no podía soportar la idea de no tenerla en su vida. Debían estar juntos, ese era su destino.
Sus ojos se encontraron y él le sonrió, al tiempo que caminaba en su dirección sin darse cuenta de nada ni nadie más a su alrededor. Pudo ver que la mirada de su amada no era la de siempre: ella aún no lo recordaba; pero él la ayudaría a hacerlo.
—Buenas noches, Alejandra —la saludó, posando su fría mano sobre la de ella, sus ojos fijos en los suyos.
—Buenas noches, Nikolav —le respondió ella—. Creo que tenemos mucho de qué hablar.
—En efecto. Ven conmigo —respondió él, tomándola de la mano mientras ella se levantaba de su asiento en la barra.
La guio hasta la puerta trasera del bar, recorriendo después un largo pasillo hasta llegar a unas escaleras que dirigían al piso donde se encontraban las habitaciones sin ventanas. Allí había otro largo pasillo, que comenzaron a transitar. A ambos lados de este se encontraban puertas, entradas a los aposentos de los vampiros leales a Patrick que no tenían otro lugar donde quedarse o que habían decidido vivir allí. Nikolav se detuvo al llegar a la cuarta puerta a su izquierda, tomó la llave que tenía en el bolsillo trasero de su pantalón y abrió.
—¿Tienes miedo? —le preguntó a Alejandra, quien miraba a su alrededor al entrar en la habitación de este vampiro que tanto la amaba, aunque ella no lo sabía.
—No lo sé —contestó ella—. Sé que debería temerte, pero algo dentro de mí me dice que puedo confiar en vos, que nos conocemos... y que nos pertenecemos el uno al otro.
Nikolav asintió, aliviado de que su puro corazón se acordara de él, aunque su mente aún no lo procesase. No habría sabido cómo comenzar si ella no se acordara de nada en lo absoluto. Con su mano izquierda, tomó la cintura de su amada, mientras que con su mano derecha comenzó a acariciar su suave cabello.
—Te he extrañado sin saber que te extrañaba, mi amada. Te he deseado sin saber por qué te deseaba... mas ahora estás de nuevo aquí a mi lado y pronto recordarás por qué debes estar conmigo.
—¿Por qué? —preguntó ella, mirándolo con sus hermosos faroles.
—Por esto —expresó él, simplemente dejando que sus labios buscasen los de ella, besándola como nunca había besado a otra mujer: con poderoso sentimiento, con emoción, con todo su corazón.
Ella le correspondió por instinto, entregándose. Se besaron apasionadamente, acariciándose mientras lo hacían. No existía nada más que ellos dos en ese preciso instante hasta que, de repente, ella se apartó bruscamente.
—No... no puedo, Nikolav. Estoy casada —dijo. Se notaba mucha culpa en su voz.
—No, no lo estás —objetó él—. Tu corazón me pertenece a mí y no a Juliann. Nunca lo amaste como a mí.
—¿Cómo sabés eso? —preguntó Alejandra, mirando el suelo.
Nikolav deseaba saber qué era lo que ella estaba pensando, pero consciente de que ella aún no lo había recordado todo, estaba seguro de que debía de estar muy confundida.
—Porque eres mi alma gemela... Siempre lo has sido y siempre lo serás.
—Lo siento... —se disculpó ella, un par de lágrimas brotando de sus ojos—. Sé que muero de ganas por estar con vos..., pero no tengo idea de qué es lo que está pasando. Tengo un marido que me ama y por más que lo que siento hacia ti es muy fuerte... yo no quiero herirlo. Él me ama... No merece sufrir por mi culpa.
—Y yo también te amo a ti, Alejandra... y también sufro si estás lejos —le confesó, deseando que ella expusiese que él era el único al que amaba, que Juliann no era dueño ni siquiera de un pedacito de su corazón, pero eso no era del todo cierto... Él sabía que una parte de Alejandra aún quería a Juliann y no podía culparla por ello. Además, tal vez ese chico hada la merecía más que él. Por lo menos, era de su misma especie y jamás significaría una amenaza para ella... no como él, un vampiro que podría acabar con su vida si sucumbía ante el deseo de darle un simple mordisco fatal.
—Tómate tu tiempo, querida —le dijo Nikolav finalmente, dándole un suave beso en la mejilla—... Yo estaré esperándote aquí. Pero debes recordarlo todo antes de tomar cualquier decisión. Si decides quedarte con él, eso debe ser una vez que seas completamente consciente de lo que haces.
Ella asintió, secándose las lágrimas, las que habían arruinado por completo su maquillaje.
—Lo haré —prometió—. Ahora debo irme antes de que él se despierte y note que no estoy en casa.
—Lo entiendo —aceptó el vampiro, aunque en esos momentos su corazón se comprimía en su pecho y deseaba atraparla para que jamás lo dejase—. Espero poder verte mañana.
—Nos vemos —se despidió ella, sonriéndole con una mezcla de dulzura y tristeza antes de salir de su habitación.
Por un momento, Nikolav se quedó sentado en su cama, pensando en lo que haría a continuación. La totalidad de sus planes había cambiado ahora que recordaba cada detalle. Su forma completa de pensar había cambiado también y todo a causa ella.
—Debo beber ese elixir —dijo de pronto en voz alta, recordando que era la única forma de asegurarse que podría continuar al lado de Alejandra. Se levantó y lo buscó en el cajón donde lo había dejado cuando lo había encontrado. Pero el elixir que le permitiría poder beber la sangre de su amada sin dañarla había desaparecido. Ya no estaba más en su lugar.
***
Ya eran más de las dos de la mañana cuando abrió la puerta de su departamento lentamente, esperando que Juliann no se hubiera despertado durante el tiempo en el que ella había estado ausente, pero sus esperanzas se desvanecieron cuando lo vio sentado en el sofá, cruzado de brazos. Sus ojos rojos le indicaban que había estado llorando desde hacía ya bastante tiempo. Alejandra no pudo evitar sentirse terriblemente culpable.
—¿Te fuiste a encontrar con ese psíquico en secreto, verdad? —inquirió él, mirándola con seriedad. Alejandra sacudió la cabeza. No le había contado nada más a su marido sobre Nikolav ni sobre la manera en la que él la hacía sentir, solamente le había hablado sobre lo que había descubierto durante la sesión con Kevin.
—¿Entonces adónde fuiste? —preguntó, endureciendo su mirada.
—¿Te acordás del barman que vimos anoche, con el que yo quise ir a hablar porque lo había dibujado? —Él asintió.
—Sí. Lo recuerdo. ¡¿No me digas que fuiste al bar de nuevo después de lo que pasó anoche?! —exclamó.
—Sí, lo hice, y lo siento... aunque no me arrepiento. No podía dormirme pensando en él. Sé que él tiene que ver con mi pasado. ¿Cómo explicás si no los dibujos que tengo de él? —Juliann se encogió de hombros.
—Debe haber una explicación racional. Tiene que haberla, Ale.
—No, no la hay Juli. Siento haberte prometido intentar olvidarme de todo esto. Simplemente no puedo hacerlo —le dijo, secándose una lágrima que le caía por la mejilla.
La situación la tenía extremadamente confundida. Los sentimientos que Nikolav despertaba en su interior eran muy intensos, mucho más que los que su propio marido le provocaba. ¿Pero por qué estaba con él si al que amaba era a Nikolav? ¿O, acaso, los amaba a ambos? Necesitaba recuperar todas las piezas del rompecabezas de su memoria y ponerlas a cada una en su respectivo lugar antes de poder decidir cómo se sentía respecto a sus dos amores. No sabía qué pensar ni qué hacer.
Juliann se levantó del sillón y caminó hasta ella, la enfrentó, tomando el contorno de su cara entre manos mientras la miraba fijamente a los ojos.
—Alejandra, me rompés el corazón. Somos felices así... ¿Por qué querrías perder esto? —Sus palabras fueron como dagas que atravesaron el corazón del hada que se creía y sentía humana. Se sentía terriblemente mal por estar haciendo sufrir de esa manera a su esposo. ¿Pero qué podía hacer al respecto? Estaba claro que no se olvidaría del vampiro con facilidad. Él era más importante de lo que ella desearía. No podía darle la espalda a sus sentimientos; necesitaba seguir recordando.
—Mañana hablamos de esto, Juli. Es tarde —dijo ella; ya no quería seguir dando vueltas sobre ese tema. Juliann suspiró.
—Está bien. Que descanses
Ella fue hasta su habitación, se puso nuevamente su pijama y se acostó. El día siguiente no podría faltar a su trabajo. Debía tranquilizarse para intentar dormir... Necesitaba dormir. Tal vez luego de la sesión con Kevin a la tarde las cosas quedarían un poco más claras. Esperaba que así lo fuera. Juliann volvió a acostarse a su lado, sin decir nada, y después de un par de minutos ella se dio la vuelta para mirarlo.
—Juli —le dijo—, ¿no creés que si hay algo que ambos no recordamos sería mejor que lo hiciéramos? Siempre es bueno saber la verdad... aunque esta duela.
—Pensé que querías hablar mañana —gruñó Juliann, dándose vuelta para darle la espalda.
—¡No seas tonto, Juli! Que recuerde un pasado distinto al que tenemos juntos no significa que vaya a dejarte. ¡Entendelo! Si nuestro amor es real, no habrá forma de que lo haga... A no ser que sea todo una vil mentira. No quiero que ningún engaño se prolongue por demasiado tiempo. Me encanta lo que tenemos, y te amo mucho, pero solo quiero saber toda la verdad. Quizás esto... quizás no sea más que una quimera.
—Lo pensaré. Ahora dormí. —Luego no dijo nada más; se quedó quieto y en silencio por el resto de la noche.
Alejandra cerró sus ojos y se durmió. Esa noche tuvo un sueño horrible: una pesadilla en la que Nikolav se perdía para siempre y ella no podía hacer nada para evitarlo. Cuando se despertó a la mañana, estaba agitada, su corazón le latía con rapidez y amargas lágrimas caían de sus ojos. El sueño le había resultado demasiado real, y demasiado aterrador.
***
Nikolav había dado vuelta su habitación completa para encontrar la botella que atesoraba aquel líquido rojo que Alejandra le había dejado con las instrucciones de que lo tomara. Debía hacerlo; sabía que era de suma importancia beberlo si quería volver a estar con su amada. Si no lo hacía, no le quedaría otra opción que renunciar a ella por su propio bien.
La pequeña botella no estaba en ninguna parte. «¿Quién podría haberla robado?», se preguntó.
Nadie había entrado en su habitación. En lo absoluto.
—¡Oh, no! —expresó en voz alta. Sí, alguien lo había hecho y él se había olvidado de ello.
Barbara, la vampira que tenía sangre de bruja. Ella había estado allí... Se habían acostado en el bar y luego nuevamente en esa habitación momentos antes de que saliera el sol. Cuando él había despertado minutos después del atardecer siguiente, ella ya se había marchado.
La había vuelto a ver y ella había intentado seducirlo una vez más; pero él tenía su atención enfocada en Alejandra y, a decir verdad, Barbara no le producía ninguna clase de sentimientos; ella tan solo había servido para apaciguarlo, y él ni siquiera habría mantenido relación alguna con ella si hubiera conocido la verdad sobre él y Alejandra, si lo hubiese recordado todo.
Ahora tenía el presentimiento de que esta vampira sería un tremendo problema con el que tratar. Debía hablar con ella, sabía que era la única que podía haberse llevado la botella, aunque no tenía idea de por qué lo habría hecho. ¿Acaso sabía para qué servía ese líquido? Era imposible. ¿O podría ser que tuviese poderes ajenos a cualquier otro vampiro?
Volvió al bar y tomó a Barbara del brazo cuando ella caminaba hacia la cocina para dejar un pedido.
—Hola, guapo —lo saludó ella, sonriéndole seductoramente.
—No estoy para juegos, Barb —le advirtió él con mucha seriedad—. Has tomado algo que me pertenece y lo quiero de vuelta.
—¡Ouch! ¿Esas son formas de tratar a una dama, Nik? —Barbara sacudió su cabeza—. Con ese carácter no conseguirás que te de nada... ¿sabes?
Nikolav estaba comenzando a impacientarse. ¿Por qué había sido tan estúpido como para acostarse con esa rubia?
—¡Dime qué has hecho con mi botella! —le ordenó. Barbara tiró de su brazo, soltándose.
—A mí no me gusta que me traten como a un juguete, que me usen y luego se olviden de mí. Pensé que llegaríamos lejos, Nik. Pero ahora creo que terminaré siendo tu final. No lo tomes como una amenaza.
¡Mierda! Esa rubia le estaba haciendo perder la paciencia y él deseaba poder estrangularla, pero tenía un código de conducta que seguir y no podía matar a una compañera de trabajo. Tampoco podía matar a nadie de su especie a no ser que estuviera actuando en defensa propia o que tuviese motivos explícitos para hacerlo.
—Hablaré con Patrick —amenazó, esperando que este pudiera solucionar su problema.
—Haz lo que quieras —dijo ella, despreocupada, siguiendo su camino mientras sacudía sus caderas seductoramente—. Patrick no es mi dueño.
Nikolav endureció su rostro. Era hora de tomar cartas en el asunto. Debía hablar con su jefe, contarle todo lo que había visto en sus recuerdos y esperar a que lo ayudase. No podía perder esa poción por nada del mundo. Esa mujer no se burlaría de él.
Para su mala suerte su jefe había salido; tendría que esperar al otro día para poder hablar con él. Sentía que el mundo entero estaba conspirando en su contra. «Tal vez me merezco esto, como castigo por todo el mal que he hecho», pensó. Pero sin importar si le correspondía o no su pena, sabía que Barbara la pagaría caro por haberse metido entre él y su más preciado amor.
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