6. Tercero y último, o eso parece

Al estar castigada, confinada en el perpetuo encierro de su habitación, las horas pasaban lentas, sintiendo que un día como si fuese un año entero. Solo salía de allí para comer y hacer el aseo correspondiente, el cual había aumentado como parte de la reprimenda. Tres días habían pasado desde ese suceso, pero sus padres seguían en extremo preocupados, en especial su padre por lo que en su interior lamentó el haber revelado esa información. No querían decirle sus verdaderas preocupaciones con respecto al tema, y ella presentía que era algo mucho más allá de lo que se imaginaba. No quería pensar siquiera en cómo reaccionarían al enterarse de sus visiones, las cuales consideraba mucho más peligrosas que solo caminar dormida, sobre todo por aquel chico y lo vívidas que son.

Era un jueves esplendido, el sol brillaba y la brisa mitigaba sus oleadas de calor. Veía a través de la ventana, sentada cómodamente en el alfeizar con un libro en sus manos, cómo los niños correteaban persiguiéndose unos a otros. El paisaje era muy agradable, provocándola punzadas de nostalgia al no saber cuándo podría salir de nuevo, o si sucedería antes de entrar a clases. Tenía muchas cosas que hacer y esperaba poder terminarlas antes que eso sucediera, pero estando castigada no podía seguir con los arreglos de su casita de refugio en el bosque.

Vio con desagrado a Mara acercándose a sus vecinos, quienes iban saliendo en ese momento de su casa. Vestía como era costumbre, minifaldas y blusas escotadas, mostrando sus torneadas piernas y su plano abdomen adornado con un piercing.

—Creo que se dañó el día —susurró con desagrado levantándose para cerrar las cortinas.

Antes de cerrarlas por completo, miró por última vez hacia fuera. Jeimmy ignoraba las palabras e intentos de Mara por llamar su atención, en su lugar la contemplaba con una mirada indescifrable. Por lo general podía identificar emociones a través de los ojos y la forma de mirar de los demás, pero con él se le hacía difícil, casi imposible.

—¡Naomi! —llamó su madre sobresaltándola.

—¡Voy! —respondió de vuelta.

Cerró las cortinas ignorando por completo a su vecino, bajando apurada y atendiendo el llamado de su madre.

—¿Señora? —exclamó entrando a la cocina donde se encontraba su madre.

—Toma esto —le dio un vaso lleno de un líquido de color verde—, y quiero ver que te lo tragues todo.

—¡Iuuu! ¿Qué es esto? —indagó alejando aquel horroroso menjurje de su rostro.

—Es... un remedio —contestó su madre sonriente—, receta de tu padre, y como él no está aquí para alcahuetearte te toca hacerme caso. Ahora calla y trágalo.

—¿Puedo hacer mi testamento antes? —interrogó con seriedad.

—Deja el drama y bébelo o te obligo —amenazó Nilsa—, tú decides.

Tapándose la nariz, tomó aquel brebaje en tres grandes tragos. Dejó a un lado el vaso vacío y con cara de asco, dijo:

—Ya... ¿contenta?

—Digamos que sí —dijo Nilsa entre risas.

—¿Ya puedo vomitar? Esto es asqueroso —retuvo la primera arcada.

—Ni se te ocurra, a menos que quieras que te prepare otro —Nilsa reía con malicia observando como su hija hacía muecas de asco.

—¿Esto es parte del castigo verdad? —se quejó Naomi tomando un vaso de agua para pasar el mal sabor— ¿Quieren asesinarme y cobrar el seguro de vida?

—¿Tienes seguro de vida? —indagó de forma pensativa— ¿Cuánto nos darán?

—¡Mamá! —replicó Naomi— Quiéreme un poquito, soy tu hija.

—Entonces deja el drama.

—No hago drama —se quejó con un puchero.

—Si no hicieras dramas no estaría aquí cuidándote como si fueses una bebé de 3 años —rebatió Nilsa—, estaría trabajando con tu padre.

—Yo no te dije que me cuidaras —contradijo con su típico gesto diplomático.

Nilsa la miraba con los ojos entornados y expresión seria. A veces se le olvidaba ese extraño don de la palabra que tenía su hija, y que usaba solo para su beneficio.

—Condenada hija de tu padre —contestó Nilsa—, ayúdame a cocinar el almuerzo y deja de chacharear.

Rompiendo en risas, Naomi se puso manos a la obra. Le encantaba cocinar junto a su madre, simulando muchas veces que estaba en un programa de televisión. Reían a carcajadas mientras sofreían verduras y guisaban pollo, esos siempre eran los mejores momentos. Terminando de cocinar, se sentaron tranquilos a almorzar y seguir la charla.

—Cuando termines, limpia la cocina y termina el aseo —demandó Nilsa—, saldré a llevarle el almuerzo a tu papá.

—Claro mami, como tú digas —dijo Naomi sonriente.

—Mira niña, recuerda que estas castigada por tiempo indefinido —aclaró con gesto amenazante—, no hagas que se convierta en permanente.

—Nadie quiere eso —contestó retomando la seriedad.

Nilsa suspiró y puso los ojos en blanco ante la expresión de su hija, sabiendo que no había nada más que hacer que confiar. Salió apresurada para llevarle a su esposo el almuerzo, no sin antes volver a darle indicaciones y un par de advertencias.

—Si sales me voy a enterar y no te gustará el regaño, así que ojo con lo que haces, Naomi Patricia —advirtió por última vez.

—¿Tienes espías que me vigilan acaso? —preguntó con sarcasmo.

Nilsa solo sonrió y se marchó, dejando atrás a Naomi con una extraña sensación.

—¿Atiné? —se preguntó a sí misma— No serían capaces, ¿o sí?... Dios me libré.

Cumplió de forma apresurada con las tareas que le dejó su madre, terminando en hora y media. Aburrida de los quehaceres y de estar encerrada, se duchó para refrescarse y planear alguna estrategia, un plan maquiavélico que convenza a sus padres de levantar el castigo.

—Quiero salir, necesito liberar energía, saltar, hacer algo —se quejaba a viva voz haciendo pataletas como una niña— ¿Saltar?

Recordó que había algo que podía hacer sin que sus padres la regañaran. En el garaje, guardado en una enorme caja y lleno de polvo, había un trampolín súper elástico que le habían regalado hace tres cumpleaños. Salió para asegurarse que aún estaba allí, limpió y sacó para instalarlo en su patio trasero, arrastrándolo por los laterales de la casa. Probó con sumo cuidado que los amarres estuviesen bien colocados, y ya verificado dio las primeras volteretas.

—¡Naomi! —llamó su madre caminado directo hacia ella— ¿Qué te dije antes de irme?

—Que no saliera porque estaba castigada —contestó aun dando saltos.

—¿Y que se supone que estás haciendo?

—Estoy en el patio de la casa, así que en teoría no salí —explicó Naomi—, sigo dentro del área permitida.

—Serás...

—Inteligente —suspiró Félix con resignación llegando junto a su esposa—, maliciosamente inteligente.

—¡Gracias! —exclamó.

—No era un cumplido —dijo para marcharse un poco molesta.

—¿De dónde sacas tantas ideas? —preguntó su padre con orgullo.

—Solo se me ocurren —contestó con risa burlona.

—Procura no caer.

Siguió los pasos de su esposa, dejando a Naomi seguir con sus piruetas en el trampolín. El saltar la ayudaba a liberar la tensión y el estrés, no le gustaba estar encerrada y eso la tenía con los nervios de punta, sin mencionar lo sucedido en el bosque y la paranoia de su padre, lo cual empeoraba su estado mental y emocional. Decidida a no seguir pensando en aquello, despejó su cabeza observando el paisaje por encima de los tejados. El trampolín era tan elástico que podía dar saltos muy altos, tanto que podía observar la copa de los árboles que había varias casas hacia atrás de la suya.

Le parecía hermoso de ver, el cielo azul y el verde de las hojas hacían una sincronía que solo la naturaleza era capaz de crear. Mas piruetas y saltos le llevaban cada vez más alto, deleitándose con la esplendorosa vista y la suave brisa. Pero un destello rojo llamó su atención. Salto tras salto, dirigía su mirada a uno de los árboles del fondo, el más alto de todos. Entre sus hojas, le pareció ver algo extraño.

Poco a poco algo salió de la espesura de su follaje, un ave de plumaje rojo brillante, enormes alas y un pico largo y puntiagudo. Pero había algo más, sabía que no era un ave cualquiera, su aura verde refulgía como una nube toxica. Con varios saltos más pudo distinguirlo por completo, su cuerpo era parecido al de un orangután, sus alas estaban terminadas en enormes garras manchadas de algo marrón, de su pico sobresalían dientes filosos y puntiagudos como los de un pterodáctilo, y sus brillantes ojos rojos como la sangre la observaban con atención.

El miedo empezó a invadir su cuerpo, la ansiedad y la incertidumbre del momento la golpeo paralizándola. Ya no saltaba por cuenta propia, la simple inercia del trampolín la mantenía en movimiento. Vio como aquella criatura flexionaba sus patas de gallina, contraía su cuerpo como hacían los gatos antes de atacar a su presa. Se dio cuenta de algo, la estaba acechando. Y de un momento a otro, aquella cosa saltó en su dirección.

Un fuerte grito de asombro y miedo salió de su garganta, por instinto su cuerpo se inclinó hacia atrás. Tratando de bajar el ritmo de sus saltos para poder escapar, dio un paso en falso quedando en el aire con el suelo debajo de ella. Había saltado en diagonal. Esperando un fuerte impacto, cerró los ojos por reflejo.

En su lugar, un estremecimiento y unos fuertes brazos a su alrededor fue lo que sintió, no había dolor ni tierra debajo de ella, solo músculos. Abrió los ojos esperando ver a Jeimmy, pero en lugar de él estaba el último de los hermanos, el único al que no había conocido hasta el momento. El pelirrojo de ojos grises la sostenía como a una damisela en peligro, mirándola fijo y lleno de preocupación. En realidad, ella también lo estaba, más por esa criatura que por su propia caída, sin embargó, no pudo evitar quedar cautivada por aquellos profundos ojos hipnóticos. Su color era algo impresionante, jamás había visto una tonalidad de gris como esos, tenían cierto brillo verde claro que le gustó.

Obligándose a sí misma a reaccionar, parpadeo repetidas veces recobrando la noción del tiempo. Miró exaltada en la dirección de aquellos árboles, sin ver ninguna clase de movimiento ni criatura diabólica. Su confusión aumentó al darse cuenta que no había nada, ningún cambio en el lugar, como si todo se lo hubiese imaginado.

—¿Estás bien? —preguntó el pelirrojo— ¿Viste algo?

—¿Quién? ¿Qué cosa? —con nerviosismo, desvió su mirada a ese par de hipnóticos ojos— Estoy bien, es solo que... Nada.

—¿Nada? —la miró perplejo arqueando una ceja— ¿Y por «nada» casi te matas del trampolín?

—Ahmm... No iba a morir —contestó Naomi tratando de parecer normal.

—Sí que eres extraña —confesó entre risas— ¿Naomi?

—¿Por qué todos se saben mi nombre? —indagó— No me digas, Jeimmy o Peter, uno de los dos... O tal vez los dos.

—No diré nada, lealtad de hermanos —comentó el chico con gesto serio pero divertido.

—Par de soplones —murmuró Naomi desviando su mirada esperando poder ver algún tipo de rastro de aquella criatura.

—¡Naomi! —exclamó su madre corriendo hacia ella con Félix detrás— ¿Qué pasó?

Al ver la preocupación en su rostro, se bajó rápido de los brazos del chico. Con temor, volvió a dirigir la mirada a ese lugar, pero todo estaba en completa tranquilidad.

—No fue nada —trató de tranquilizar a su madre—, estoy bien.

—Se cayó del trampolín —dijo como si nada el pelirrojo, ganándose la más fría mirada de reproche por parte de Naomi—, alcancé a llegar a tiempo, ¿Cierto?

Le dio a Naomi una mirada llena de diversión y sarcasmo, pero esta seguía empeñada en querer asesinarlo con la mirada.

—Claro, justo a tiempo... —contestó en el mismo tono.

—Mucho gusto, soy Luke —saludó alegre a los padres—, vivo en frente.

—Gracias Luke —correspondió Nilsa al saludo, relajándose ante las palabras del chico—, menos mal estabas cerca.

—Venía a saludar, era el único que no había tenido el placer de conocer a la famosa Naomi —explicó con dulzura—, mis dos hermanos ya habían tenido el gusto.

—¿Cuándo conociste a Peter? —preguntó Félix.

—Saben, creo que me lastimé el tobillo —anunció Naomi con fingido dolor, tratando de cojear para reafirmar su punto—, pero no se preocupen, no es nada serio, solo una mínima molestia. Así que voy a ir a mi habitación, porque sigo castigada. ¿No?

—¿Castigada? —la sorpresa se dibujó en el rostro de Luke, pero la sonrisa burlona seguía allí.

—Sí, ¿Injusto verdad? —hablaba mientras caminaba paso a paso hacia atrás, tratando de regresar a la casa por donde había llegado su madre—. Gusto en conocerte Luke, gracias por la atrapadita, la próxima tendré más cuidado. Hasta luego.

Llegado al jardín y saliendo de la vista escrutadora de sus padres, salió corriendo rumbo a su habitación. Necesitaba saber si aquella criatura seguía los alrededores, quería averiguar qué clase de monstruo era para tener un aura tan venenosa, sobre todo, quería entender cómo es que no se dio cuenta de su presencia antes de verla. Esto último le preocupaba sobre manera, debido a que podría ser un indicio más de su falta de concentración o el fallo en una de las habilidades que mejor tenía desarrolladas, o eso creía.

Respiró profundo y se concentró, expandió todo lo que pudo la percepción de su radar, pero no logró ver aquella espantosa aura en ninguna parte. Se había esfumado.

—¿Estaré imaginando cosas? —se preguntó confundida.

Trató de no pensar mucho en ello para no volverse loca, por el momento estaba segura o eso esperaba. Esperó a que sus padres aparecieran en la puerta de su habitación con un nuevo regaño, solo y exclusivo para ella. Era la tercera vez en menos de una semana que un chico la cargaba en sus brazos, y la cuarta en que le salvaban la vida, aunque prefería que ellos no supiesen esta parte.

—Nena, ¿estás bien? —preguntó Félix aún preocupado— ¿De verdad te lastimaste el tobillo?

—Solo una pequeña molestia, pero ya pasó todo —explicó con tranquilidad—, no te preocupes por nada.

—Bien, ahora dime —entró a su habitación, sentándose a su lado en la cama— ¿Qué fue lo que pasó?

—Estaba yo muy tranquila saltando, cuando me distraje viendo un colibrí en los árboles de atrás —comentó con seriedad, dándole credibilidad a sus palabras—, por eso pisé mal y me caí, pero Luke me atrapó.

—Debes tener más cuidado —advirtió Félix, acariciando con ternura sus mejillas— no puedes estar abusando de tu suerte, ni de los vecinos.

—Yo no lo llamé —exclamó Naomi indignada—, él solito vino de chismoso.

—Pero igual llegó —contestó con gesto indiferente, encogiéndose de hombros.

—Porque quiso.

—Sí, como digas nena —besó su frente—. Aún estás castigada, y por ese susto con el trampolín te quedaras en tu habitación hasta que sea la hora para cenar. Aunque sé que pensabas hacer eso mismo, ¿cierto?

—Tú lo has dicho.

Salió de la habitación con semblante tranquilo, y de paso calmando los nervios de Naomi.

—Ahora sí, a dibujar —dijo al perder de vista a su padre.

Sacó su material de dibujo, usaría un lienzo de los grandes para hacer este en particular, con colores fuertes para detallar bien cada característica peculiar en aquella criatura. Jamás había visto una como esa, por eso quería plasmarlo en papel antes que olvidara algo de ella. De esa manera, había averiguado los nombres de la mayoría de los seres fantásticos que conocía hasta ese momento. Aún con la adrenalina de aquel encuentro, se emocionó dibujando, logrando más que un excelente trabajo. Plasmó a la perfección el brillo diabólico que vio en sus ojos, y la viscosidad en su aura.

Los guardó con los demás dibujos de criaturas fantásticas, separándolas en dos secciones. En una estaban todos aquellos seres malignos con los cuales se había cruzado, de forma estrepitosa en muchos casos. Hubo un tiempo en que creía ingenuamente que todas las criaturas mágicas eran buenas, así como lo eran sus amigos. Pero se equivocó. A las malas se enteró que no todos tienen un aura brillante y llena de color, muchas podrían ser oscuras y viscosa, y otras negras y vacías.

En la otra y más grande colección estaban todos sus amigos, tenía un dibujo de cada uno de ellos. Estaba Nuzel y Zoe, las primeras dríadas que conoció. Vio a Spencer, un hermoso duende del bosque de Bronce, pueblo en el cual vivió durante el 2016. Y también estaba él, Niddeck, elemental de agua y a quien no volvió a ver después de mudarse por primera vez. Lo extrañaba mucho y a todos sus amigos, a quienes había dejado atrás con cada mudanza. Desde ese entonces, sus habilidades con los elementos disminuyeron hasta el punto de no volver a usarlos. De vez en cuando sentía la necesidad de manipular el agua porque era el que mejor se le daba, pero fracasaba y se frustraba demasiado dejándolo a un lado una vez más.

Un ruido fuera de su ventana la trajo de vuelta a la realidad, devolvió a su lugar los retratos y se asomó. Debajo de esta se encontraba Luke, lanzando pequeñas piedrecitas para llamar su atención.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —exigió Naomi en voz baja, para no advertir a sus padres de aquella extraña situación.

—¿Podemos hablar? —preguntó Luke con una enorme sonrisa coqueta.

—Ahmm... ¿Hablar? —titubeó nerviosa y confundida.

—Sí, hablar —contestó en tono burlón—, a menos que quieras hacer otra cosa.

—¡Wow, cálmate! —exclamó, con un sonrojo evidente en sus mejillas— ¿Qué crees que haces? No nos conocemos.

—¿Quieres que cambie eso? —preguntó Luke con mirada seductora y una dulce sonrisa.

—¿Qué...? Yo... —titubeaba Naomi sin poder creer en la desfachatez de su vecino— No, estoy castigada.

—¿Era en serio? —se carcajeó— ¿Te castigaron?

—¿Ahora te burlas? Que buen vecino eres —comentó con sarcasmo.

—¿Qué edad tienes, 6?

—Dos más que tú.

Naomi lo observaba con los ojos entornados, analizando el por qué Luke estaría allí queriendo hablar con ella. «¿Habrá visto aquella criatura?» pensó con preocupación, pero descartó la idea casi que de inmediato al recordar la tranquilidad en el lugar, incluso después de verlo saltar hacia ella.

—Si no te molesta, seguiré en lo mío —sentenció Naomi, cerrando otra vez las cortinas.

—Espera —llamó con algo de urgencia—, lo siento, ya dejaré de reírme. ¿Podemos hablar?

—¿Por qué quieres hablar conmigo? —la confusión se hizo evidente en su voz.

—Me resultas interesante —su mirada era profunda, un brillo inusual en sus ojos la atrapó.

—¿Es en serio? —susurró perpleja.

—Muy en serio.

—Naomi, ¿Debo recordarte que estas castigada? —interrogó su madre del otro lado de la puerta.

—No, mamá —contestó mirando con frustración a su vecino—. Gracias por eso, pero no. Será después.

—Pero será —comentó decidido antes de dar la vuelta y marcharse con una gran sonrisa divertida.

Por más que quisiera, no podía evitar quitar la mirada de su vecino. Su extraña conversación la dejó muy confundida, no sabía que pensar al respecto. Pero había algo más, de los tres era el único que se había acercado a ella por voluntad propia, los demás solo estaban en el «momento justo», o eso parecía. En sus planes no estaba hacer amigos, aunque su madre le insistiera casi todos los días sobre el tema. No iba a ceder otra vez, sin importa qué.

Terminó de guardar todas sus cosas, ordenó y se duchó para bajar a cenar. Encontró a su madre aún en la cocina, la ayudó a dar los últimos toques y se sentaron a comer.

—¿Con quién hablabas? —interrogó Nilsa tratando de ocultar su evidente interés.

—Con... Luke —contestó nerviosa, creía que la regañarían por eso—, el chico de esta tarde.

—¿Qué quería? —esta vez fue Félix quien no podía aguantar la curiosidad.

—Nada —se encogió de hombros restándole indiferencia—, dijo que quería hablar conmigo... pero le dije que no porque estoy castigada, y no puedo salir —se apresuró a decir.

—Qué lástima, hubiese sabido te dejo salir —comentó Nilsa.

—¿Perdón? —resignada, se imaginaba la charla que se le venía encima.

—Nena, ya lo habíamos dicho antes —empezó Nilsa con el discurso—, y lo volveré a repetir mil veces si es necesario. Los chicos de enfrente son buenas personas, Jeimmy no dudo en ayudarte, Luke te salvo de una gran caída y... bueno, al parecer ya tuviste un encuentro con Peter.

—¿Cómo sabes su nombre? —indagó con un mal presentimiento surgir en su pecho.

—Hablo con su abuela, me ha contado algunas cosas de ellos —explicó sonriente—, por ejemplo, Peter es mecánico, podrías pedirle ayuda con tu bicicleta en vez de experimentar por tu cuenta, podrías dañarla.

—Cuanta fe me tienes, madre —replicó con sarcasmo—, gracias.

—Te quedan solo 10 días de vacaciones antes de entrar a clases —dijo Félix—, no quiero que este año andes sola, deberías hacerle caso a tu madre y hablar con ese chico.

—¿Es en serio? —Naomi miraba atenta a su padre con expresión de asombro.

—Sí, pero solo como amigos y nada más con él —advirtió—, los demás son mayores.

—¡Félix! —Nilsa reprochó su actitud celosa.

—Además —continuó Félix ignorando la advertencia—, será tu último año escolar...

—Debe ser el mejor, disfrutarlo y bla, bla, bla... —interrumpió Naomi con fastidio— Sí, eso ya lo han dicho mil veces también.

—Y nunca nos dejas terminar —replicó Nilsa.

—¿Hay más? —dijo exasperada.

—Es tu último año de escuela, deberías pensar en que quieres estudiar en la universidad —comentó Félix con cierta emoción en su voz— ¿No quieres ser una profesional?

—No quiero hablar de eso —comentó Naomi levantándose de la mesa—, para hacerlo deberíamos vivir más de 12 meses en un solo lugar.

—Aquí hay una buena universidad —continuó su madre para evitar que escapara—, no sé, si te comprometes y sacas estupendas notas este año, tal vez consideremos una matrícula en la carrera que elijas.

Se detuvo en seco, las palabras de sus padres eran demasiado tentativas, en especial el hecho de quedarse e instalarse en un sitio. Pero sabía que, aunque sean ellos mismos los que se lo sugieran, no podrían hacerlo jamás, cosa que complicaría el hecho de querer estudiar una carrera universitaria.

—¿Están hablando en serio? —inquirió Naomi incrédula— ¿Y si vuelve a pasar lo del año pasado? ¿Qué les asegura que durante 12 meses siquiera no nos encuentren?

—Naomi, cariño, sé que esto es un tema que te afecta —Nilsa trataba de calmar los nervios de su hija—, pero podemos hacer un intento más, solo hay que ver como concluye este año.

—Si no hay incidentes, nos quedamos por más tiempo —sugirió su padre— ¿Qué te parece?

—Ya había escuchado eso antes y nunca ha funcionado —contestó afligida para después marcharse con rapidez a su habitación.

Se encerró con la idea no salir hasta fin de año, cuando le tocara empacar otra vez las maletas y emigrar a otra ciudad o pueblo, lejos de todo lo que vio en este. No estaba preparada ni quería intentar formar lazos de ningún tipo, la última vez la dejó con marcas que aún no sanaban. Extrañaba a Elías más de lo que esperaba, y era preciso por ese motivo que haría todo lo posible por no caer en los juegos de su madre.

Sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de esperanza en su corazón. Una de las cosas que más deseaba, aunque no quiera aceptarlo algunas veces, es poder permanecer en un solo lugar por más tiempo, tener amigos, divertirse, ser una adolescente normal y dejar la soledad a un lado. Pero, de todas formas, muy dentro de ella quería seguir negándose a la idea, prefería seguir en su mundo vacío que romperse el corazón en mil pedazos al fracasar una vez más. Hasta el momento no habían tenido un solo año en el cual no ocurriera un incidente, y lo creía imposible.

Una punzada de dolor invadió su pecho. No quería, pero no pudo controlar las lágrimas que caían a raudales por sus mejillas. Se acostó boca abajo en su cama, ocultando su rostro en la almohada para ahogar los sollozos que salían de su garganta. No quería que sus padres se dieran cuentan todo lo que sufría por ello, no quería demostrar cuan débil era ni mucho menos preocuparlos o hacerlos sentir culpables. Si había alguno, no eran precisamente ellos.

Calmó los sollozos y giró su cuerpo para mirar el techo, no se daría mala vida por algo a lo que debería estar acostumbrada. Sabía que esa vaga promesa que le hizo su madre jamás se cumpliría, mucho menos sabiendo que esas cosas estaban cerca, o por lo menos ya las había sentido estando en el bosque. Sintió un suave golpe en la ventana, muy similar al que había sentido cuando Luke la llamó. No estaba de humor para nada en ese momento, pero tampoco quería ser grosera ni aguantar ese toqueteo toda la noche. Limpió las lágrimas de su rostro y se asomó, pero no había nadie.

En lugar de una persona, colgaba una piedra con una cuerda de color rojo enredada en la rejilla de su ventana. La desató y subió. Era bastante larga, de textura suave y con un extraño olor dulce. Del otro extremo había una barra de chocolate extra grande con maní, y una nota escrita a mano amarradas a ella.

«Mi querida Naomi

Espero mi intromisión de esta tarde no te causara una mala idea de mí persona, soy bastante directo a veces. Pero no decía mentiras, de verdad me pareces una chica interesante y, a decir verdad, me gustaría ser tu amigo. Al igual que tú, soy nuevo en este pueblo y no conozco a nadie.

No sé si te guste el chocolate, pero este me encanta así que te lo obsequio como ofrenda de paz y símbolo de mi amistad. Y si no te gusta, de malas. Espero tu castigo dure poco, a menos que te lo merezcas.

Bienvenida a Betania, tu sexy vecino...

Luke

Pd: La soledad no es una amiga, es un lobo disfrazado de oveja esperando el momento para atacar»

Aquellas palabras habían sacado una sonrisa de sus labios, era curiosa su forma de escribir además de muy confianzudo, pero le resultó divertido. Aunque la última frase sí la dejó pensando demasiado, su referencia a la soledad había caído en el momento justo, preguntándose a sí misma si tal vez sabría algo de ella, si le habrían dicho algo de su situación. Descartó la idea por lo absurdo que sonaba y decidió dejar de pensar en eso. Guardó su regalo en su mini nevera y se acostó a dormir. Era lo mejor y único que podía hacer por el momento.

Otro soplón de vecino...
But
No es un Caramelito picante?

#LukeMiPatron

¿Opiniones del los chismosos de los vecinos?

Los leo mis pulguitas

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