19. ¿Qué me están ocultando? Reuniones clandestinas a media noche

—También es fácil... —hizo una pausa mirándola con dulzura— porque eres la única chica en todo este pueblo que nos interesa.

El desconcierto y la confusión se apoderó de Naomi, no quería tomar en serio su comentario, esperaba que solo fuese una de sus típicas bromas para aligerar la tensión que dejó Mara. Sin embargo, su mirada dulce y anhelante decía lo contrario. Por su cabeza se habían pasado muchas ideas al respecto, las intenciones de Jeimmy con ella eran evidentes cuando estaban solos. Y Luke también había demostrado cierto interés, en especial desde el inicio de su relación amistosa, delatándose con sus escenas de celos hacia su propio hermano y con Bruno en la escuela.

Mientras que con Peter jamás lo había pensado, era cariñoso a veces y muy gentil con ella. También la cuidaba y defendía cuando lo necesitaba, pero no había interpretado aquello más que como un hermano mayor haciendo su deber. Ignoró por completo aquellas ideas, omitiendo por su propio bien mental la expresión de Luke al decir aquellas palabras. Con un suspiro de divertida resignación, decidió tomarlo por el otro camino, como una broma más.

—¡Ay Luke! —exclamó teatralmente— Siento ser yo quien te diga esto, pero... aunque eres medio atractivo, no eres mi tipo.

—¿Cómo? —con indignación y diversión se quejó, provocando risas en sus hermanos.

—Así es... es más ninguno, de ustedes lo es —aclaró con firmeza.

—¿Segura? —indagó Jeimmy enarcando una ceja seductoramente.

—Sí, Jeimmy, muy segura, no gusto de tramposos —recalcó mirándolo con intensidad—. Además, ustedes no hacen más que traerme mala suerte, así que no. Va de retro satanás.

A pesar de aquella riña con Mara, lograron salvar el día con más charlas y risas entre ellos, quejándose por el partido inconcluso y la falsa victoria de Peter y Jeimmy. Los reclamos de Naomi por la descarada forma de hacer trampa de este último, desataron carcajadas largas y sonoras, aumentando sus réplicas y amenazas de asesinato si no obtenía su revancha.

El sonar de bocinas conocidas la distraen, retrocediendo varios pasos para poder mirar hacia su casa. El carro de sus padres se encontraba aparcado en la entrada, habían llegado más temprano de lo que imaginaba.

—¡Vaya! —exclamó sorprendida— Llegaron temprano.

Curiosos, los tres se acercaron para ver que había llamado tanto su atención.

—No te abandonaron después de todo —comentó Luke.

—Primero te abandonan a ti en medio del desierto —refutó entre risas.

—Naomi —dijo Jeimmy— ¿Tenías permiso para salir?

Con fingida seriedad, Naomi gesticulaba exageradamente como si estuviese tratando de recordar algo muy importante, observando las expresiones divertidas en sus rostros.

—Nop —contestó por fin—, y si me regañan por esto, ustedes se mueren. Así que prepárense, vayan armando su funeral.

Con paso decidido, salió de aquel patio dirigiéndose a sus padres quienes iban saliendo cargados de varias bolsas de su auto. Por instinto, regresó la mirada atrás. Como era costumbre, Luke y Peter entraban a la casa conversando y riendo a carcajadas, mientras Jeimmy les seguía los pasos sin quitar sus ojos de ella, dedicándole esa sonrisa ladeada que tanto le encantaba.

—Naomi Patricia —llamó su madre con cierto tono amenazante— ¿Qué estabas haciendo?

Preguntó más calmada notando las miradas entre su hija y Jeimmy, sonriendo con picardía. Su padre salía del auto rodeándolo para sacar el resto de cosas del baúl, mirando de forma ceñuda al chico y luego a ella.

—Madre —exclamó con inocencia—, padre, ¿Cómo les fue? Llegaron temprano.

—No cambies el tema, Naomi —amenazó Félix— ¿Qué estabas haciendo?

—Me invitaron a jugar béisbol —contestó con indiferencia—, ya había terminado todo el aseo, toda la lista que dejaron y me estaba aburriendo allí solita, en medio de la sala, mirando lejos.

—¿Todo, todito, todo? —insistió Nilsa.

—Afirmativo —reafirmó.

—Bien, te lo ganaste —anunció Félix.

Le dieron una bolsa de regalo morada con estrellas brillantes escarchadas, dentro de esta había chocolates y bombones de arequipe, galletas oreo, doritos y papitas de limón. Todos y cada uno de sus dulces favoritos estaban allí como regalo de sus padres, algo poco usual siendo ellos los primeros en reprochar su adicción a la comida chatarra.

—Y esto —añadió Nilsa.

—¿Un aguacate? —indagó extrañada.

—Algo de fruta para variar —contestó divertida— ¿No es tu favorita?

—¡Gracias!

Entre risas y reclamos entraron a la casa, Naomi ayudó a su madre con un par de bolsas y guardar su contenido en los lugares correctos. Muy amablemente, se ofreció a calentar y servir el almuerzo a sus padres, quienes siguieron bromeando por aquel inesperado gesto por parte de su hija. Se sentó junto a ellos, quería charlar un rato y saber qué era eso tan urgente que debían hacer en Villa San pablo. Aún recordaba muchas cosas de aquel lugar, algunos de los trabajos que ellos habían realizado, pero no recordaba que tuviesen algo pendiente como para viajar tanto para buscarlo y regresar en tan poco tiempo. No quería malinterpretar las cosas, sin embargo, no podía evitar pensar que algo no cuadraba en todo ello.

—¿Qué tal les fue? —preguntó Naomi curiosa.

—Bien, nada fuera de lo normal —comentó Félix distraído—. Haydé no cambia nunca.

—¿Haydé? —preguntó consternada— ¿Qué es eso?

—Un edificio —se apresuró a decir Nilsa nerviosa—, solo que antes lo conocías con otro nombre, el Country.

—Pero ese era un hotel, ¿no? —insistió notando las expresiones preocupada de ambos— ¿Fueron a buscar documentos a un hotel?

—En realidad —intervino Félix recuperando la compostura—, tuvimos una reunión con nuestros antiguos jefes, querían que volviéramos a trabajar allá y pensaban devolvernos varios de los documentos que redactamos para ellos. Contratos y cosas por el estilo, algunos folletos de nuevas viviendas por vender. Ya sabes, gajes del oficio.

—Sí, exactamente —reafirmó Nilsa relajándose— pero ya sabes, por fin estamos logrando algo aquí así que rechazamos la oferta.

—¿Cómo hicieron para regresar tan pronto? —volvió a preguntar Naomi aún con sospechas— Que yo recuerde Villa San Pablo queda lejos.

—Ni tanto —contestó Félix con convicción—, además, solo fue ir y venir.

—Pero...

—La comida está muy buena —interrumpió Nilsa saboreando exageradamente— ¿De verdad cocinaste tú?

Naomi lo notó, su madre estaba tratando de desviar el tema, su nerviosismo y preocupación ante los cuestionamientos de ella era evidente. Su padre de la misma manera había demostrado gran angustia, como si hubiese cometido un grave error. Por el momento no quería presionar, si ellos aún no estaban dispuestos a decirle que estaba sucediendo no los obligaría. Todo a su debido tiempo.

—Sabes, madre —expresó Naomi con indignación—, para la próxima no me esforzaré tanto en hacer la comida, a ver si notan la diferencia.

—Tan delicada —exclamó Nilsa con evidente alivio—, ni porque te dimos gusto dejas de quejarte.

—Me dejaron sola y abandonada todo el día —replicó— ¿Les parece poco?

—Pero sola no estuviste —añadió Félix ceñudo— ¿O me equivoco?

Con expresión seria, Félix la miraba fijamente al recordar la escena de su hija con el mayor de sus vecinos. Nilsa, habiendo recuperado la compostura, se reía por lo bajo ante el cambio de situación.

—Creo que olvidé ordenar algo en mi cuarto —comentó Naomi con fingida seriedad—, muy buena charla y todo, pero debo ir. ¡Adiós!

Se levantó con tranquilidad para subir lentamente las escaleras hasta su cuarto, sintiendo a sus padres cuchichear entre ellos al perderla de vista. En su teléfono celular buscó rápidamente «Haydé», pero no halló ningún resultado. Tal palabra no existía en la inmensidad del internet, aumentando a proporciones descomunales su preocupación y desconcierto.

Se encerró solo para sentarse en su cama mirando la lejanía, con las piernas recogidas abrazadas a su cuerpo, apoyando la barbilla sobre sus rodillas. Quería pensar en algo lógico que explicara el extraño comportamiento de sus padres, pero aquella conversación que escuchó antes que se marcharan no dejaba cabida para otra cosa.

¿Qué es Haydé? ¿A quién fueron a ver? Y lo que más le preocupaba, ¿Quién quería conocerla? No era necesario preguntar a quienes se referían cuando dijeron que estaban cada vez más cerca, su visión y lo que encontró en el bosque confirmaban sus sospechas. Los mestizos eran una cruel realidad y ella era uno de ellos. Por mucho tiempo se preguntó a sí misma sobre su verdadera naturaleza, y ahora que podría tener la respuesta correcta en sus manos deseaba que fuese mentira. El ser como ellos no le llenaba de satisfacción, la hacía sentir temerosa y preocupada.

La frialdad que había en sus ojos le producía sensaciones de vacío y miedo, pero ninguno la atormentaba como los de él, Kaled. Su mirada y palabras le helaban la sangre, sus expresiones y forma de mirarla le daban nauseas. Aun siendo solo visiones mientras estaba inconsciente, lograba incomodarla sobremanera. Más todavía sabiendo que todo lo que le decía en sus pesadillas podían ser ciertas, en especial aquella que más le desagradaba.

—Eres como yo, Naomi —había susurrado en sus sueños—, seremos uno solo muy pronto.

Cansada de toda esa situación, decidió dejar de pensar en ello por un tiempo o por lo menos por ese día. Ladeó su cabeza mirando hacia la ventana, al otro lado de ella en la casa de enfrente estaba lo único que mejoraba su estado de ánimo, Jeimmy. Una sonrisa triste se asomó en sus labios, siendo respondida a distancia con una mirada llena de interrogantes y preocupación.

Lo vio buscar algo en su habitación, revolviendo cajones y chécheres por todas partes hasta dar con su teléfono. Se acomodó en el alfeizar de su ventana, mientras tecleaba rápidamente sin desviar su atención de ella. El sonar de su propio celular le sorprendió, notando que era él quien le había escrito.

(J) ¿Estás bien?

Una sonrisa se asomó en sus labios al ver el mensaje, le causaba ternura su preocupación, diferente a cuando la regañaba de verdad.

(N) Todo bien, no te preocupes.

Envió el mensaje y desvió la mirada a Jeimmy, su reacción de incredulidad al verlo le causó gracia. De la misma manera, escribió de vuelta.

(J) Naomi del Carmen, dime la verdad. ¿Qué tienes? ¿Por qué esa carita?

Dejó escapar una risotada involuntaria, cubriendo su boca para no levantar sospechas con sus padres. Lo miró detenidamente, sus ojos entornados le reprochaban desde lejos.

(N) ¿Disculpa? ¿Cómo que del Carmen?

(J) ¿Ese no es tu nombre?

(N) ¡NO! Mi mamá no pensó nueve meses mi nombre como para que me lo cambies por uno tan feo.

Lo miró con ojos entornados, una sonrisa divertida y la ceja enarcada, mientras que él no paraba de reír ante su réplica y gesto. No había nada que le gustara más que verlo reír de esa manera, aunque sea al burlarse de ella. De esa manera siguieron una larga conversación a distancia sin dejar de mirarse el uno al otro, las risas disimuladas y los gestos de reproche eran sus predilectas.

(N) Por cierto, gracias por la comida, a mamá le gustó.

(J) De nada. La degustación siempre es gratis, de allí en adelante cobraré.

(N) ¿Y a ti quien te dijo que quiero tus servicios culinarios?

(J) Tu cara de fascinación al probarla.

(N) ¡Eso no es cierto!

(J) Te gustó, ¿O me equivoco?

(N) Eso no quiere decir nada, yo cocino más rico que tú.

(J) Quiero comprobar eso, ¿Cuándo me invitas a almorzar?

Aquella pregunta la hizo pensar demasiado, más por el hecho de no saber con qué intenciones reales la estaba formulando. ¿Quería una cita o solo probar su sazón en la cocina?

(N) ¡Jamás!

(J) ¿Por qué? Así nunca comprobaré tu teoría.

(N) Porque no, mi mamá haría demasiadas preguntas y papá no creo que lo tome muy bien, es un poco celoso.

(J) Obvio, debe cuidar a la bebé de la casa.

(N) Muy gracioso, baboso.

(J) ¿Qué tal aquí, en mi casa? De paso te relacionas más con la abuela, le caíste bien.

(N) ¿Qué? ¿Estás loco? No

(J) ¿Por qué? Eres muy cruel conmigo.

(N) Y lo seguiré siendo, así que acostúmbrate.

(J) ¿Pero algún día probaré tu comida? Antes de morir siquiera, ¿No?

(N) Tal vez sí, tal vez no, uno nunca sabe.

(J) Ya veremos si mañana dices lo mismo.

(N) Sí, sí, como digas. Voy a dormir, yo sí madrugo mañana.

(J) De acuerdo, hasta mañana preciosa. Sueña conmigo.

(N) No sabía que te caía tan mal.

Naomi reía por lo bajo, aumentando sus carcajadas al ver la expresión de Jeimmy. Su indignación era casi real, de no ser por su sonrisa ladeada hubiese caído. Cerró la ventana y cortina con una última despedida a distancia, una dulce sonrisa y la promesa de verse al día siguiente.

Se cambió sin dejar de reír como boba, encantada con lo sucedido. Antes de dormir leyó una y otra vez la conversación, volviendo a carcajearse como loca ante todas sus ocurrencias. Sin embargo, el recordatorio de una prueba para el día siguiente la devolvió a la realidad, repasando los últimos temas dados en clases para no ir demasiado perdida. No había pensado mucho en ello al ser algo que ya sabía, en la anterior escuela alcanzaron a tocar los teoremas de Pitágoras en el último periodo, así que se sentía preparada para lo que venía.

La ensoñación fue llegando poco a poco, quedándose profundamente dormida con esa última imagen en su cerebro, Jeimmy. Aunque lo intentaba, no podía dejar de pensar en él, en sus caricias sobre su piel, en la forma que la miraba con ese brillo en sus ojos y sus besos. Deseaba con locura probar sus labios, sentir el sabor y la calidez de su boca no solo en sus mejillas. El cosquilleo en su estómago era cada vez más fuerte, incluso más que esa primera vez que lo sintió.

Sus sueños se tornaron un poco melancólicos, recordando aquellos días en que pretendía pasar desapercibida en su nueva escuela, ese primer año en que dejó que alguien cruzara sus barreras. Elías, al igual que Luke, había insistido todos los días en el colegio para poder hablar con ella recibiendo negativas todo el tiempo. Un mes entero transcurrió para que ella le dijera más de dos palabras seguidas, un mes en que trató no dejarse llevar por una sonrisa cariñosa.

Poco a poco fue cediendo ante sus palabras, sus gestos y acciones en la escuela. La hacía reír y le hacía compañía en los momentos de mayor soledad, cuando decía querer estar sola, pero en el fondo sabía que necesitaba una mano amiga que le devolviera algo de luz a su oscura vida. Elías fue más que eso, fue su faro en días tormentosos, su camino cuando creía estar perdida y el color en sus días más grises.

Después de medio año escolar a su lado, con cada abrazo que le daba, cada caricia en sus mejillas y cada rose de sus labios sobre su piel, sentía que crecía dentro de su pecho aquello que tanto deseaba evitar. Trató de impedirlo, pero había sido un año tan tranquilo sin accidentes que creyó firmemente en las palabras de su madre. Pensó que por primera vez después de varios años podría vivir feliz, asentada en un solo lugar. Y por meses creyó en esa falsa ilusión.

Por esa misma razón le dolió tanto partir de allí, aquella situación la había tomado por sorpresa. Su extrema confianza le había nublado el juicio, debilitando su sentido de percepción y precaución. Con todo eso se juró a sí misma no volver a caer, no quería seguir rompiendo su corazón una y otra vez innecesariamente.

A pesar de saber que sentía algo por Jeimmy, así como lo sintió por Elías, no podía evitar sentirse de esa manera al pensar en él. Aún le era demasiado doloroso recordar lo que dejó atrás, el sueño de haber creído en algo que nunca iba a poder suceder. Estaba destinada a seguir huyendo de alguien a quien no conocía, por motivos que no sabía y que nadie quería decirle.

De un momento a otro dejó de ver aquellas imágenes, se encontraba en un lugar oscuro y vacío. El aire se sentía pesado y había demasiado polvo picándole la nariz, debajo de sus pies la madera crujía con cada paso. Delante de ella una fina línea de luz tenue le indicaba la posible salida, acercándose a ella temerosa de lo que pueda hallar en realidad.

Sabía que estaba dormida, que no era más que otra de sus visiones. Había sentido aquella sensación de mareo y pesadez, salvo que esta vez la dejó entrar voluntariamente. Se percató que era una puerta que daba al exterior, estaba en un oscuro bosque muy parecido al tramo más cercano al lago. Pero no era el mismo. Era muy tenebroso, los árboles eran igual de altos y demasiado tupidos. Sus hojas se mecían de un lado a otro con la fuerte brisa, el rugir y el frio del viento le erizaron la piel.

—Más rápido, Laila, el señor Gad nos espera —exigió una voz masculina poco conocida.

La imagen borrosa de una carroza apareció de la nada corriendo a toda velocidad, en ella alcanzó a ver aquellos soldados que se llevaron y destruyeron el hogar de las criaturas mágicas del bosque.

—Cálmate, Gael, vamos tan rápido como se puede —replicó esta con gesto de fastidio.

Era como si viese el recuerdo de lo que hubo pasado allí, como si alguien más quisiera que viera aquellas imágenes y saber a qué lugar se llevaron las criaturas mágicas. Tenía cierta idea de donde podría ser, pero nunca sabría el modo de llegar allí por sí sola. Vio el reflejo dirigiéndose muy al norte de su ubicación, esquivando árboles y aplastando arbustos a su paso.

Sin dudarlo, los siguió buscando el rastro de destrucción que dejaban atrás, atravesando el bosque de un extremo a otro, cruzando un estrecho riachuelo y subiendo una enorme colina de piedra llegando a la cima de una pendiente. Desde allí podía apreciar todo el lugar, era sombrío y neblinoso, de calles adoquinadas y casas al estilo antiguo. A su alrededor logró ver una gran muralla de energía negra translucida, era como un gran domo que ocultaba todo el pueblo del ojo humano.

Estando las calles vacías, decidió recorrer el lugar siguiendo los vestigios de aquel reflejo que la guiaron hasta allí. Sintió un estremecimiento interno al reconocerlo, había estado allí un par de veces no por voluntad propia, era aquel mismo que veía en sus pesadillas junto a Kaled. Estaba en Fedrá. Respiró profundo para mitigar el miedo que estaba creciendo dentro de ella y siguió su rumbo, llegando a lo más profundo y sucio donde solo había un par de casas de tabla maltrechas y mohosas.

Una de ellas llamó su atención, a través de la ventana rota pudo vislumbrar una luz tenue en su interior. Observó a su alrededor, seguía estando sola por lo que se acercó cada vez más. Dentro, había dos soldados vestidos con uniforme diferentes a los que había visto. Era el mismo modelo, pero los colores de este era rojo y negro. Cada uno de ellos portaba una espada a su espalda y varias dagas en su cinturón. Detrás de ellos, una puerta que reconoció al instante. Era la que conducía al laboratorio clandestino.

—¡Debo apresurarme! —susurró para sí misma— Debo...

Se interrumpió al sentir cuchicheos detrás de ella, voces que se iban acercando con preocupante rapidez a su ubicación. Se escondió en los laterales de aquella casa, detrás de uno de los arbustos que la rodeaba. Sabía que no podían verla, pero después de ese episodio con Kaled prefería mantener las distancias.

Un hombre alto de piel blanca y marcas negras que resaltaban, venía seguido por un grupo de soldados. Sabía quién era, la maldad y frialdad en sus ojos era difícil de olvidar. Era Haakon. Asustada, decidió salir de allí. Estaba segura que era lo suficientemente poderoso para saber que estaba allí, si Kaled pudo hacerlo era muy probable que él también tenga la capacidad. No por nada le habría dicho que tuviese cuidado de él, mucho menos mostrando tanto temor.

—Despierta, Naomi —susurraba—, debes despertar.

Un torbellino de sensaciones la envolvió, el frio mitigo poco a poco y el mareo desapareció. Todo estaba negro a su alrededor. Ya no estaba en aquel lugar, seguía dormida muy lejos de allí, y, aun así, los cuchicheos no se habían ido. Permanecían muy cerca de ella y podía asegurar reconocer algunas de aquellas voces.

Abrió los ojos con pesadez, estaba de vuelta en su habitación. Los cuchicheos seguían y provenían del primer piso. Su reloj marcaba las dos de la mañana, era muy poco probable que sus padres estuviesen despiertos a esa hora por lo que decidió salir a inspeccionar. Las luces de la sala estaban encendidas, y desde lo más alto de las escaleras lograba tener un vistazo del sofá.

—Todo es tan repentino —decía Nilsa preocupada— ¿Por qué no lo contaron antes? Ustedes lo sabían desde un principio.

—No teníamos permitido hacerlo —contestó una gruesa voz masculina, muy lejos de su lugar por lo que no pudo reconocerlo.

—¿Quién se los prohibió? —exigió saber Nilsa.

—No es por justificarlo, pero... —interrumpió Félix a su lado— creo que era lo mejor.

—¿Es en serio? —replicó indignada.

—¿Crees que, si hubiésemos sabido esto desde el inicio, seríamos capaces de disimularlo delante de la niña? —indagó Félix exasperado.

—Kirian creía que era lo mejor para ustedes, sobre todo para ella —susurró una suave voz femenina.

—No lo creo, ¿Cómo íbamos a protegerla si llegaran a encontrarla? —demandó Nilsa furiosa— Están a poco de lograrlo.

—Para eso estamos nosotros —contestó con firmeza la misma voz masculina—, jamás permitiríamos que algo le pasara a Naomi.

—Eso no evitó que ellos llegaran hasta aquí...

—Pero no fue más que una casualidad —interrumpió otra voz masculina al fondo de la habitación—, según lo que averiguamos, era solo una misión de búsqueda y recolección. Se llevaron todas las criaturas mágicas del bosque, no venían por ella ni saben aún que está cerca.

—¿Cómo están tan seguros de ello? —indagó Félix intrigado.

—Kirian tiene varios espías dentro de sus filas, aún no tienen claro que piensan hacer con algunas de las criaturas, pero sí sabemos a dónde las llevan —contestó la mujer—, ellos mantienen extrema precaución y sigilo con todo aquello.

—Piensan hacer más de ellos —dijo Félix convencido—, así fue como empezó todo.

—En realidad, nunca detuvieron sus experimentos —confesó la mujer—. Desde ese primer intento han seguido haciéndolo, pero fracasaron. Solo después de un par de años lograron con éxito recrearlo, sin embargo, sigue siendo muy peligroso y no tan efectivo.

—¿Eso que quiere decir? —indagó Félix.

—Eso quiere decir que estos mestizos son diferentes, y cada vez esa diferencia aumenta significativamente —explicó la segunda voz masculina—, por eso han aumentado los secuestros, tanto de humanas como de criaturas mágicas. Quiere crear su ejército.

—El que tiene no le es suficiente, algunos mueren durante el desarrollo y entrenamiento —explicó la primera voz—, fallas genéticas.

—Sé que están molestos por enterarse hasta ahora —argumentaba la mujer—, pero necesitamos saber qué fue lo que averiguaron, por eso nos llamaron, ¿No?

Nilsa y Félix se miraron mutuamente, indecisos aún si hablar o no.

—Según lo que logramos averiguar en este viaje, ese ejército está cobrando cada vez más fuerza —comentó Félix—, los que vieron en el bosque son solo los de Fedrá, pero hay muchos más.

—Tienen bases secretas dispersas por todo el mundo, cubiertas por un hechizo de neblina —explicó Nilsa temerosa—. Son demasiado poderosos, incluso pueden ocultar su propia aura de todos. Imposibles de rastrear.

—No tan imposibles —refutó la primera voz—, estoy más que seguro que Naomi puede sentirlos, y yo mismo pude hacerlo por una fracción de segundo. Requiere de mucha concentración y energía, pero sigue siendo posible.

—Podemos poner barreras de protección, tratar de mitigar su esencia para que no sea detectada —sugirió la mujer—, es simplemente mantenerse alerta por el momento.

—¿Solo eso? —exclamó Nilsa indignada— Ellos están cada vez más cerca, ¿y eso es lo máximo que pueden hacer?

—Nilsa, por favor —aquella mujer se acercó a ella—, por el momento es demasiado peligroso moverla a otro lugar. Durante sus viajes están más que expuestos a ser interceptados, ni el collar podrá ocultarla.

Naomi estaba atónita ante lo que escuchaba y veía, sus padres sabían más de lo que ella creía y le habían estado ocultando toda la verdad. Pero no solo eso, era ella quien la había dejado sin habla. Aquella mujer que se había acercado a su madre, que le hablaba con un tono dulce y reconfortante para tranquilizarla.

Por un tiempo estuvo confundida con respeto a ella, en especial desde de ese día que la conoció. Sabía que aquella imagen fugaz al tocar su mano no fue solo su imaginación, intuía que su extraña forma de actuar con ella como si la conociera de toda la vida no era normal, pero jamás imaginó que fuese por algo parecido. No de ella, no de la señora Nieves.

—Pero es que... —la voz de Nilsa se quebró a media frase.

—Todos tenemos miedo, señora Nilsa —comentó la segunda voz con convicción—, pero por el momento lo único que podemos hacer sin ponerla en mayor evidencia es mantenerla aquí, nosotros nos encargamos del resto.

—Si los hace sentir más tranquilos —agregó aquella primera voz con firmeza, convencido de sus palabras—, puedo jurarles que nada le pasará a Naomi mientras estemos aquí, para encontrarla tendrán que pasar por sobre mi cadáver.

—Haakon la quiere con vida —añadió la señora Nieves—, no sabemos aún para qué, pero estamos seguros que no permitirá que le hagan daño.

Uy, la cosa se está poniendo peluda paga Naomi.

Teoricemos:

¿Quienes creen que sean estos desconocidos que la siguen?

¿Que tanto sabe la señora Nieves de todo eso?

Los leo

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