#SE - Capítulo 4

YA ERAN LAS CUATRO DE LA TARDE cuando se despertó. Todavía le costaba acostumbrarse a que ya no estaba en su casa. Había perdido la cuenta de los días, no estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que había salido de su hogar por última vez. Tenía varias lagunas en su mente, por lo que no había forma de saber a ciencia cierta qué día era. ¿Sería martes?, ¿miércoles o jueves, tal vez? No lo sabía con certeza. Lo que sí podía asegurar era que no había manera de escaparse de allí y que no volvería a ver a su familia.

Tampoco estaba segura de qué extrañaría, pero sabía que en algún momento todos empezarían a preocuparse por ella y la buscarían. Quizá hasta las calles se empapelarían con carteles preguntando si alguien la había visto. ¿Pero quién la encontraría allí? Nadie.

Buscó un vestido simple en su guardarropa y salió de la habitación sin prestar atención a la comida que le habían dejado. No tenía hambre y solo quería encontrar a Lilum; ella parecía ser la única capaz de darle respuestas, la única que podía explicarle qué estaba sucediendo.

Decidió que esta vez se mostraría más abierta y consideraría todas las posibilidades. Al parecer Nikolav de verdad era un vampiro... quizá muchos de los que había visto la noche anterior también lo eran, pero lo que ahora le interesaba saber era por qué estaba allí y por qué no podía irse. Debía haber una respuesta.

Bajó las escaleras y fue directo al jardín. Como lo había esperado, Lilum se encontraba allí: estaba caminando entre unos rosales y lucía radiante en su bonito vestido blanco el cual le llegaba a las rodillas.

Lilum sonrió cuando la vio, pero siguió con lo que estaba haciendo. Alejandra caminó hacia ella, dispuesta a preguntarle todas sus dudas.

-Hola, Lilum -dijo.

Como era de esperar, Lilum le contestó mentalmente.

-Hola, Alejandra. Discúlpame, pero no puedo hablarte. No se me permite y no me es físicamente posible por más que así lo desee.

-Quiero preguntarte algo -prosiguió Alejandra.

-Bueno... pero no se nos puede ver juntas -contestó Lilum-. Vete a otro lugar y piensa fuertemente las palabras que quieres decirme. Es la única forma en que podremos comunicarnos.

Alejandra asintió y se dio la vuelta. Caminó, alejándose de la pelirroja, y se sentó en un banco que estaba en el otro extremo del jardín. Cerró los ojos para poder concentrarse y pensó fuerte en ella. Comunicarse en forma mental era realmente más fácil de lo que se había imaginado.

-¿Puedes oírme? -le preguntó.

-Sí, puedo.

-Lo he pensado mejor... y creo que es posible que Nikolav y muchos otros más que están aquí sean vampiros.

-¡Al fin! -exclamó Lilum- Eres muy cabezota, ¿lo sabes?

-Sí, lo sé. Todo el mundo me lo dice. Ahora... dime algo, ¿por qué estoy aquí?

-No es fácil explicártelo. Para empezar, esto te cambiará la vida, tu forma de pensar y ver las cosas, tu concepción del mundo; descubrirás que nada de lo que creíste cierto realmente lo era. Por ejemplo... tu origen.

-¿Qué hay sobre mi origen? -preguntó Alejandra, curiosa por conocer la teoría de Lilum.

-No eres lo que crees, tu familia no es quien crees... es complicado.

-Explicáte mejor -sugirió Alejandra, sintiéndose un poco confundida.

-No eres por completo humana -le dijo Lilum al fin, después de haberlo dudado por unos instantes.

-¿Qué? -preguntó sorprendida. Nunca se había sentido parte del resto, siempre se había considerado diferente a todos, pero no creía que de verdad lo fuese. Tan solo pensaba que esa era su manera de proyectarse y nada más.

-Eres mitad humana y mitad de otra especie. Y eres la única en el mundo.

-¿Qué otra especie? -cuestionó Alejandra. Necesitaba saberlo.

-Eres mitad hada -dijo Lilum, al fin.

Alejandra necesitaba procesar lo que se le estaba diciendo. ¿Cómo era posible?, ¿ella, un hada?, ¿una maldita hada? Eso realmente elevaba su concepto de lo que era ser un bicho raro.

-¿Cómo puede ser? -preguntó cohibida, tratando de mantener la calma y no entrar en un ataque de pánico.

-Verás -continuó Lilum-, aquellos que creíste que eran tus padres nunca lo fueron. Fuiste adoptada cuando tenías tan solo unas pocas semanas de edad. Se te ocultó por tu bien, para que los vampiros y las brujas no pudieran encontrarte... Pero ahora lo han hecho.

-¿Qué quieren conmigo los vampiros?

-Usarte... usarte para sus oscuros propósitos. No debes dejar que lo hagan. Ellos pueden manipular tu mitad humana, pero nunca tu mitad hada. Debes buscar la fuerza dentro de ti. Lo que te permite poder comunicarte mentalmente conmigo... tu mitad hada... lo tienes allí, y es algo poderoso; tan solo debes despertarlo para poder hacer muchas más cosas; cosas maravillosas.

Alejandra oyó el ruido de otras personas en el jardín y vio cómo una mujer rubia con trenzas y vestida de rojo bajaba los escalones, acompañada de dos fuertes guardias. Miraba a Lilum con una cara llena de reproches y la pobre pelirroja lucía bastante asustada al verla, se notaba que le temía.

Escuchó la voz de Lilum por una última vez.

-Haz lo que te he dicho. ¡Busca esa fuerza en tu interior!, ¡encuentra tu propio poder!

Los guardias habían tomado a Lilum y se la estaban llevando. ¿A dónde?

Alejandra en serio comenzaba a temer por la seguridad de esta chica.

Trató de volver a comunicarse con ella, preguntándole lo más fuerte que pudo.

-¿Cómo lo hago?

Pero no hubo respuesta. Nunca la hubo.

De inmediato, una vez que vio desaparecer a los guardias, se dirigió dentro del palacio para ver adónde se la llevaban. Caminó por el largo pasillo con paredes de piedra que ellos habían atravesado, y los vio bajar unas escaleras, de las que no tenía idea hacia dónde conducían, ya que nunca había estado allí. Es más, ni siquiera recordaba haber visto esas escaleras antes.

Una vez transcurrido un tiempo prudente de espera, se encaminó hacia los escalones y descendió. Pero se sorprendió al ver una enorme pared de piedra justo a dos metros del final de la misma. «No es posible que hayan traído a Lilum aquí», pensó sorprendida, tocando la pared para comprobar si no habría allí alguna especie de interruptor que abriese un pasadizo secreto de algún tipo, como aquellos que había visto en películas de misterio. Sin embargo, no lo había.

Frustrada, volvió a subir las escaleras y se dirigió a su habitación. Esa noche cenaría con Nikolav y le preguntaría todo. Él no escaparía de su interrogatorio, tendría que confesarle la verdad, aunque no lo quisiera.

Era tan extraño pensar que Lilum era un hada, y que había estado queriendo advertirle que su prometido era un vampiro... y ella misma una especie rara de híbrido entre hada y humano. Sus padres no eran sus padres, ¿entonces quiénes serían sus progenitores reales?, ¿seguirían con vida?, ¿cuál habría sido el peligro tan grande que los había obligado a darla en adopción?

Deseaba seguir pensando que estaba enloqueciendo, pero ya no podía hacerlo. La verdad estaba delante de sus ojos, por más que no hubiera querido verla, y algo en su interior le decía que podía confiar en esa extraña criatura llamada Lilum.

Decidió que fingiría no saber nada sobre lo que Lilum le había dicho cuando hablase con Nikolav. Quería ver qué tan sincero era él con ella. Se preguntaba si en realidad la amaba como decía, o si tan solo planeaba usarla para oscuros propósitos, como su amiga hada le había advertido. Lo triste era que aunque no lo quisiera, ella sentía algo por él, tal vez incluso más de lo que quería darse cuenta, y no podía evitar sentirse traicionada.

***

Subió a su habitación y decidió prepararse para la cena con Nikolav. Se dio un delicioso baño, se vistió con un vestido victoriano color rojo y negro, y se puso unos altos zapatos de tacón rojos. Luego, una de las sirvientas le hizo un peinado también de esa época que tanto le fascinaba, mientras que otra la maquilló acorde para la ocasión.

Cuando terminó, parecía toda una dama victoriana. Estaba por salir de la habitación, cuando se dio cuenta de que le faltaban los accesorios. Los encontró en un cajón dentro del gran armario antiguo. Se puso unos pendientes, un brazalete y un collar, todos de rubíes, que le combinaban con su vestido y con la sortija que llevaba en su mano.

Se miró en el espejo labrado que tenía en su habitación, pensando que ese estilo le sentaba muy bien, y que podría acostumbrarse a él, aunque le llevase dos horas vestirse. Luego, se sintió mal por haber sido tan vanidosa y haber estado preocupándose tanto por su apariencia, cuando sabía que Lilum no la estaba pasando bien. Decidió no esperar más y, sosteniéndose su falda, salió caminando rumbo al salón principal, donde Nikolav estaría esperándola.

Y así fue, allí estaba él aguardando en la base de las escaleras, tal como lo había hecho la noche anterior; le sonreía como si nada hubiera pasado.

-¡Qué hermosa te ves hoy, mi querida prometida! -le dijo amablemente, otra vez ofreciéndole su brazo.

-Gracias -contestó ella con timidez-. Hoy no vamos a una fiesta, ¿cierto?

-No, mi amada. Hoy seremos solo nosotros dos.

-Bien -dijo ella, ansiosa por tener tiempo para hablar con él y poder aclarar las cosas.

Nikolav la llevó hasta la puerta principal, donde una limusina negra estaba esperándolos. Alejandra no se había imaginado que saldrían de ese palacio que parecía tenerlo todo.

Como si le hubiera leído la mente, Nikolav le dijo:

-Esta noche será especial, mi querida. Te llevaré a un lugar que te gustará.

Le abrió la puerta de la limusina y ella entró, antes acomodó bien el vestido para que no se apretase con la puerta al cerrarse. El vampiro se subió por el otro lado y se sentó junto a ella. Le tomó la mano antes de darle unas órdenes a su chofer en el idioma extraño que ellos hablaban.

El coche empezó a moverse. Cruzó lentamente el puente custodiado por una docena de guardias y comenzó a subir una alta colina. Alejandra miró por la ventana, admirando el hermoso paisaje nocturno. Unas aves negras surcaban el cielo siguiéndolos. Posiblemente eran cuervos, pero no se los podía distinguir demasiado bien.

Luego de unos diez minutos, la limusina se detuvo. Antes de salir, Nikolav le ató un pañuelo rojo alrededor de los ojos.

-Quiero sorprenderte -dijo, mientras la ayudaba a bajarse del vehículo.

Alejandra temía tropezarse al no poder ver nada con los ojos vendados, pero él la guio paso a paso, hasta que finalmente se detuvieron.

Podía oler un hermoso aroma a flores que no recordaba haber aspirado en otro lugar, pero que le daba una inexplicable sensación de familiaridad. Luego, Nikolav le quitó la venda de los ojos.

Lo que vio la dejó gratamente sorprendida. El lugar parecía salido de una película de fantasía. Se encontraban parados sobre un largo caminito de pequeñas piedras celestes que brillaban en la oscuridad. El camino estaba cubierto con pétalos de rosa de un color rojo bien oscuro, casi negro, y al final del camino había una mesa con un mantel negro y velas rojas, con la cena servida. Un poco más lejos, se podía ver un enorme lago azul. Sí, el agua era bien azul, de una tonalidad que ella nunca antes había visto. El cielo era violeta oscuro, se podían ver las estrellas; todavía no había luna a esa hora y millones de luciérnagas volaban por el bosque que rodeaba el sitio. Era un lugar realmente perfecto.

Alejandra mantenía la boca bien abierta mientras observaba el paisaje con ojos enormes. No recordaba haber visto el cielo de ese hermoso color cuando habían venido de camino ni cuando había bajado de la limusina. Estaba segura de que ese sitio debía ser en verdad mágico, tenía que serlo.

-Veo que te gusta el lugar que he escogido para esta noche -le dijo Nikolav, mientras la tomaba de su mano para llevarla a la mesa.

-Es... precioso -dijo ella-. Realmente no tengo palabras para describir tanta belleza.

-Me alegro de que te guste -respondió él, corriendo la silla para que se sentara; luego tomó asiento enfrente de ella.

Alejandra lo miró a los ojos, maravillada como siempre por ese color que no había visto antes en los ojos de ninguna persona. No pudo evitar sonreírle, por más que sus sentimientos le resultaban confusos.

Nikolav continuó hablando.

-Este espacio es solamente una minúscula parte de todo lo que será nuestro cuando estemos juntos, princesa.

Alejandra miró a su alrededor, preguntándose si realmente era merecedora de ser la dueña de un lugar tan hermoso, si en verdad había alguien en el mundo que pudiese merecer algo así.

-Ya sé que te cuesta creerlo -dijo él-, pero esto es tuyo por derecho de nacimiento. Siempre ha sido tuyo, solo que nunca lo supiste. Ahora, tendrás la oportunidad de reclamar lo que te pertenece.

-¿Cómo es eso? -preguntó ella con curiosidad, tratando de aparentar no saber nada al respecto.

-Verás -dijo él-, tú naciste aquí... y aunque te cueste creerlo eres la única, la legítima hija de la antigua reina de las hadas.

Ella comenzó a reírse, lo que decía Nikolav le resultaba una idea muy graciosa. Había aceptado la hipótesis de que los vampiros y otras criaturas existían y que tal vez ella era una especie rara. Pero, ¿la hija de una reina? ¿Ella, de entre todas las personas?

-No me crees -afirmó él, mostrándose un poco ofendido-. Pues sí, lo eres.

-¿Pero cómo puede ser cierto? -preguntó.

-Bueno -continuó explicando él-. Veinte años atrás, la reina de las hadas, Anja, fue al reino humano porque una maldición le impedía concebir. Ya hacía casi un milenio que se les había prohibido a las hadas relacionarse con humanos, pero ella deseaba mucho poder tener un hijo que heredara su trono cuando se le terminara su mandato. Entonces, encontró a un apuesto noble llamado Kassnar y, al verlo, se enamoró al instante de él. Tuvieron un amorío, por más que los dos estaban casados, y de allí saliste tú.

Alejandra suspiró, sin saber qué tanto creer de esta historia.

-¿Qué más sabés? -le preguntó.

-Bueno -siguió Nikolav-. Kassnar resultaba estar casado con una poderosa bruja. La bruja se enteró de la infidelidad y maldijo a tu madre, a tu padre, y a ti. Tu padre y tu madre murieron, pero un hada fue asignada para protegerte y te llevó hasta Argentina para que la bruja no pudiera encontrarte. Ahora que la bruja ha muerto, puedes volver para reclamar tu poderío.

La historia coincidía bastante con lo que Lilum había dicho pero, para Alejandra, Nikolav parecía demasiado sincero como para querer usarla.

-¿Y por qué me buscaste? -cuestionó, decidiendo que su encuentro con Nikolav no había sido casual, de acuerdo con todo lo que le estaba contando.

-Porque tú me fuiste prometida desde antes de nacer -le respondió él, tomándole la mano-. Las hadas y los de mi especie teníamos un acuerdo, y la hija de la reina se convertiría en mi esposa.

-¿Desde antes de nacer? -preguntó, perpleja- ¿Cuántos años tienes? Nikolav soltó una carcajada.

-Como te dije en el bar, muchos más de los que aparento, bonita. Tengo más de quinientos años... soy un vampiro.

Lilum y Miriam tenían razón, Nikolav realmente era un vampiro, y ahora lo estaba confesando. Alejandra pestañeó, sintiéndose asombrada por más que ya lo sabía.

-Wow... -expresó ella, habiéndose quedado sin palabras.

-Ya sé que es mucho para asimilar -dijo él-, pero pronto te harás a la idea.

Asintió, pensando en cuánto había cambiado el mundo en cuestión de unos pocos días. Ahora era mitad hada, hija de una fallecida reina, y estaba comprometida con un noble vampiro, al cual resultaba ser que le había sido prometida desde antes de su nacimiento. Era todo tan extraño, tan romántico pero tan injusto al mismo tiempo. No sabía qué le esperaba a partir de entonces, pero la opción de volver a Argentina ya había quedado descartada.

Cenó en silencio, mientras Nikolav la miraba. Notó que él no comía, pues seguro los vampiros no consumían alimento como los humanos. «Necesita beber sangre», pensó Alejandra, y fue allí que recordó las marcas en su cuello. Él había bebido de ella, pero no podía recordarlo. Se propuso pedirle explicaciones por eso, pero no pudo hacerlo dado que, cuando hubo terminado de cenar, Nikolav ya se estaba levantando de la silla y se disponía a llevarla de vuelta al palacio.

-Debemos volver ahora, mi querida -avisó él. Ella tan solo asintió y se puso de pie.

-¿No podés mostrarme más de este lugar? Me gustaría poder recorrerlo.

-No -contestó él-. Los vampiros no tenemos permitido adentrarnos más de unos cuantos metros, solo si tenemos llave para entrar, y no podemos quedarnos demasiado tiempo. Por eso debemos volver ahora.

-Está bien -contestó Alejandra, sin requerir más explicaciones.

Él la tomó de la mano y comenzó a conducirla por el caminito por el que habían entrado. Después de recorrer unos doscientos metros, hallándose ya en el final del recorrido, se toparon con un grande e imponente árbol que aparentaba tener miles de años de edad.

-¿Por dónde vamos a salir? -preguntó ella, mirando hacia todas partes, pues a los costados no se advertía ninguna salida. Tampoco se distinguía más camino por recorrer.

-Ya lo verás -contestó él, mientras de su bolsillo sacaba una pequeña llave dorada con piedras incrustadas y la llevaba hacia una, apenas perceptible, abertura en el árbol.

De inmediato, el tronco del árbol se iluminó y se abrió como si fuese una puerta. Los ojos de Alejandra no podían creer lo que veían. Realmente estaba dentro de un mundo desconocido, uno mágico cuya existencia se le acababa de revelar.

Él le hizo señas para que pasara primero, y ella lo obedeció, cruzó a través del árbol, deduciendo que había pasado por el mismo lugar al venir. Al salir, vio el paisaje perteneciente al reino donde vivía Nikolav y la limusina negra esperándolos. Nikolav salió por detrás de ella y cerró el árbol puerta, que ahora volvía a parecer un árbol normal, cuya especie Alejandra no sabía nombrar, dado que nunca antes había visto uno igual.

Volvieron al coche, el cual de inmediato los llevó de vuelta al palacio. No hablaron durante el viaje. Ella no se animó a realizar ninguna pregunta sobre los días que pasaron en Buenos Aires mientras se transportaban, mas era su idea hacerlo cuando llegaran al castillo.

Sin embargo, Nikolav nunca le dio esa oportunidad. Cuando estaban subiendo los escalones de la entrada principal, le dijo:

-Me tendrás que disculpar, mi amada, pero tengo un asunto muy importante que tratar. Mañana ultimaremos los detalles de la boda.

Claro, la boda... ya se le había olvidado que él había anunciado durante la fiesta de la noche anterior que la celebración sería en cinco días. ¡Cinco días! ¿Quién podría planear una boda en tan poco tiempo? Comenzó a ponerse nerviosa de solo pensar en semejante proyecto.

Mientras Nikolav se dirigía a su estudio para tener su reunión, Alejandra decidió que podría ser una buena idea explorar mientras tanto la biblioteca. Sabía dónde quedaba ya que había visto la entrada por la tarde, cuando había recorrido el pasillo siguiendo a los guardias que se habían llevado a Lilum. Necesitaba algo para distraerse y, a decir verdad, no había mucho que hacer en este lugar sin Internet ni televisión. Ni siquiera había electricidad, y era necesario encender grandes candelabros para que hubiese luz dentro del palacio.

Caminó hasta la biblioteca, a paso lento a causa de su enorme falda, preguntándose mientras tanto si tendría alguna relación con Lilum. ¿Serían parientes de algún tipo? Tal vez no, pero de cierta forma sentía una especie de lazo de hermandad con ella. Tal vez solo se debía a la sangre de hada que tenía incorporada. Debía ser eso.

El archivo era mucho más grande de lo que había pensado. Había largas estanterías repletas de libros. Alejandra pensó que debía haber cientos de miles de obras allí. ¿Cómo saber cuál elegir? ¿Cómo hallar un ejemplar en español entre toda la variedad de idiomas que allí había?

Caminó por los pasillos, viendo que la mayoría de los libros eran muy antiguos y tenían tapas de cuero. En cuanto llegó a la sección de fantasía, encontró un viejo ejemplar en cuya tapa se podía leer: «Una Historia de Amor y de Sangre», y lo sacó del estante, decidiendo llevarse el gordo volumen consigo, ya que le había causado curiosidad, y era la primera cosa en español que encontraba.

Se dio la vuelta y marchó a su habitación. Leería allí hasta que le diera sueño y quisiese dormir. Había descansado hasta tarde ese día, así que era posible pasarían varias horas hasta que por fin pudiese conciliar el sueño.

Se desvistió con cuidado y se puso un pijama de algodón para estar más cómoda. Luego se acostó en su cama con el libro en sus manos, dispuesta a leer ese ejemplar que tan misterioso parecía ser.

Narraba la historia de una hermosa hada llamada Linny, quien en la Edad Media se enamoraba de un vampiro, cosa que había sido terminantemente prohibida para las hadas, ya que se creía que los vampiros eran una terrible amenaza para ellas, por más que habían llegado a un acuerdo con el cual habían logrado la paz y cada especie se desenvolvía sin mezclarse con la otra. Pero Linny era joven y no obedeció las órdenes de los mayores. Su desobediencia costó muchas vidas.

Una noche, el vampiro Quinn le pidió permiso a su amada para beber de su sangre. Ambos realmente se amaban, pero no tenían idea de las consecuencias que tremendo acto acarrearía. Quinn no pudo detenerse por más que quiso, ningún vampiro hubiera sido capaz de hacerlo. La sangre de la hermosa criatura era algo que nunca antes había probado y el amor no pudo contra sus instintos: la drenó por completo. Cuando pudo darse cuenta de lo que había hecho, el cuerpo de su amada yacía en el suelo sin vida. Sintió tal desesperación que decidió terminar con su propia vida y se clavó una estaca en el corazón.

Alejandra estaba sumida en lágrimas cuando llegó a ese punto de la historia que, sin darse cuenta, había leído de corrido. Ya debía ser muy tarde. Tan solo le faltaban unas páginas más, pero decidió que las leería el día siguiente. Cerró el libro y lo guardó en el fondo de un cajón con ropa para que nadie lo descubriera. Luego, se durmió sin problema.

***

-¿Estás seguro de que es ella? -preguntó Siron, manteniendo un gesto serio.

-Claro que lo es -contestó Nikolav-. He probado su sangre y esos ojos que tiene no son comunes en los humanos. Es ella, la hija perdida de la reina Anja. Además, Razzmine no me mentiría luego del trato que hice con ella.

-Bien, espero que tanto tus instintos como tu bruja sean de confiar. Hemos esperado cientos de años para esto.

-Estoy al tanto de ello -respondió Nikolav-. El próximo sábado por la noche, ella será mi esposa. El domingo mismo estará lista y a tus órdenes.

-Bien. Mi ejército pronto estará preparado para luchar. Otra cosa más Nikolav... he visto lo bella que es. No dejes que su belleza te engañe y recuerda lo que representa en realidad: solo una pieza en nuestro gran tablero de ajedrez.

-Me extraña, Siron -contestó Nikolav, poniéndose de pie-. Tengo bien claro mis propósitos, mis intereses están con los de nuestra clase. De eso no me olvido.

-Bien. Porque tú aún no existías cuando sucedió lo de mi hermano Quinn y su hada Linny. Pero yo no me olvido. Ni siquiera después de tantos años. Es una espina que sigue clavada en mi corazón muerto.

-No creo que haya vampiro que haya vivido en esa época y pueda olvidarse, Siron. Yo he visto lo sucedido y tengo tus recuerdos bien presentes, aunque no los haya vivido yo mismo. Sé bien lo que debe hacerse.

Siron asintió, levantándose también de su asiento.

-Bueno, será mejor que me marche antes de que amanezca. Nos vemos el día de tu boda.

-Así será -dijo Nikolav, viendo a su superior marcharse por la puerta y correr a velocidad sobrenatural por el valle. Algún día, él ocuparía su lugar, cuando decidiese retirarse o si algo le sucedía, pero por ahora solo debía seguir sus órdenes y continuar siendo tan fiel como siempre. Tampoco contaba con la opción de desobedecer. Todo vampiro estaba físicamente obligado a seguir las órdenes de su creador, y las de su rey por encima de las de este. Siron encarnaba ambas autoridades sobre él. Por más que Nikolav hubiese deseado actuar por cuenta propia y rebelarse, toda célula de su cuerpo reanimado se lo hubiera impedido. No tendría libre albedrío hasta tanto Siron hubiera desaparecido del mapa, mas jamás hubiera ansiado ser libre estando bajo su influencia; lo único que ansiaba era poder.

Era un honor haber sido escogido para esta misión. Nunca tendría una oportunidad igual para ascender en el poder; todo sería suyo si lograba sus objetivos. No decepcionaría a su creador.


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